¿QUÉ OLVIDAN LOS SABIOS? El sol me despierta, otro día más. Hoy el día es claro y en la noche el cielo, los cuerpos celestes y los astros se podrán observar con agudeza, eso significa que hoy la podré ver. Como cada día me dispongo a servir, hoy me toca baño, ella dice que le estimula el alma. Y antes de medio día tengo que salir, el mercado se suele llenar y tengo que conseguir un buen pan. Últimamente hay algunas revueltas cuando salgo, me prohíben escuchar, pero mis oídos no son sordos, me prohíben pensar si escucho algo, pero mi cabeza no calla. Hay una frase que me motiva, que por un momento me da ilusión y me llena de esperanza: “Todos somos iguales”. Mi condición, no he conocido otra ni la conoceré, mis padres tampoco la conocieron, ni mis abuelos, no somos dueños de nosotros. En la noche, estando en la oscura habitación, me adormilo e imagino otra vida mejor. Un rayo de luz entra por la pequeñísima ventana y me asomo a contemplarla, veo el cielo iluminado por las estrellas, que como pude oír un dia en discusión de sabios entre padre e hija están fijas en una esfera que rodea al universo, me encantaría saber más. Una sombra pasa rápidamente, sin pensarlo salgo rápidamente y la encuentro sentada mirando hacia la infinidad del a universo, es muy de noche y no se distinguen los rostros, me atrevo y aunque lejos me sitúo junto a ella: -¿Quién te dio permiso para levantarte? - Nadie mi señora Hipatia - Es la última vez que te permito esto, si en mi lugar te hubieses encontrado con Teón todo hubiera sido diferente. - Esta mañana cuando te llame no estabas, y ahora que no se necesitan tus servicios es cuando te dignas a aparecer y sin permiso.¡ Los esclavos nunca están cuando se les necesita !Y encima ahora se dedican a hacer revueltas en el ágora. ¡ Qué se puede esperar sino de la muchedumbre! Debía callarme y tragarme mis pensamientos, pero tal vez aquella frase o algo desconocido para mi me obligo a expresar mi opinión: -Tal vez lo sabios olvidéis algo. - ¡No te permito esta impertinencia! -Ya no puedo más, y usted es la primera que me debería escuchar. Es mujer y aunque la subestimen a probado que puede ser incluso mejor que cualquier hombre, ¡yo la admiro por ello! En ese momento se giro hacia mi, en su mirada me ví a mi misma, y pienso que le pasó igual. Y aquello me dio fortaleza para expresarme tras años de silencio aunque me pudiera costar la vida.
¿Y qué es lo que se nos olvida?, me preguntó. - Se os olvida la libertad. - ¿A qué tipo de libertad te refieres? - Me refiero a que todos somos iguales, tal vez esas revueltas “propias de los esclavos” por que están cansados de esclavitud y aspiran a ese deseo. ¿Quién decide qué persona merece tener la posibilidad de alcanzar la sabiduría y quien se tiene que abstener a su mísera condición? -Pero eso es de nacimiento y lo sabes. Además solo los que logran salir de la oscuridad pueden plantearse esas cuestiones y verlas con claridad. -¿De verdad piensas que el nacimiento es condición suficiente para condenar a una persona? -¡ No te dirijas hacia mi de ese modo! -Perdóneme mi ama. -Sólo le pido que lo reflexione por favor. -Te prometo que lo meditaré. En ese momento la luz del día penetró en mis ojos, me levanté con leve dolor de cabeza, había sido una mala noche, había tenido un sueño muy extraño que de algú modo cambio mi manera de ver a mis sirvintes, mi padre Teón vino a darme los buenos dias. Ese día decidí hablar con él e intentar poder cambiar algo en la libertad y en la igualdad de todos.
Cintia María Montero García 2ºbach A