EMOCIONES EN EL AMOR Y EN EL DESAMOR Una visión integradora desde la Gestalt Por Almudena Sosa Guzmán Psicóloga Especialista en Psicología Clínica Master en Terapia de Conducta Terapeuta Gestalt Mediadora www.almapsy.blogspot.com email:
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“No podemos escribir en el agua, no podemos tallar el agua. La naturaleza del agua es fluir, Así es como deberíamos tratar la vida y las emociones, Sean negativas o positivas. No las niegues; Sólo déjalas que fluyan y se alejen” ANÓNIMO
“Son las ideas y las pasiones del hombre y no la mecánica de las leyes quienes gobiernan la conducta humana. Es siempre en el fondo de las almas que se encuentra la huella de los hechos que se producirán en la realidad” Alexis de Tocqueville, La Révolution, 1857
1.- TODO UN MUNDO DE EMOCIONES La primera tarea a la hora de emprender un trabajo como este será buscar una definición de emoción, lo cual se complica dado la multiplicidad de fuentes que la hacen posible. Etimológicamente, el término emoción significa el impulso que induce la acción. En psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica como reacciones faciales o pulso cardíaco, e incluye reacciones de conducta como la agresividad, el llanto, etc. (Wikipedia) Una emoción es un estado complejo del organismo, generado como respuesta a un
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acontecimiento externo o interno, que predispone a la acción (Rafael Bisquerra, 2000). Para el gran neurobiólogo y humanista Antonio Damasio, que ha sabido sustraerse de las visiones científico-reduccionistas del ser humano, las emociones son la parte visible -o registable- (acciones y movimientos como los gestos, la voz, cambios hormonales u ondas electrofisiológicas) donde empieza una cadena compleja de acontecimientos que termina en el sentimiento. Dice: “Las emociones se representan en el teatro del cuerpo. Los sentimientos se representan en el teatro de la mente… Las emociones y el sinnúmero de reacciones asociadas que les sirven de fundamento forman parte de los mecanismos básicos de regulación de la vida. Los sentimientos contribuyen asimismo a la regulación de la vida, pero a un nivel superior”. Por su parte, Norberto Levy las considera señales, como las luces del cuadro de mandos de un coche: “El miedo, la ira, la culpa, la envidia, etc., son estupendas y refinadísimas señales, que alertan acerca de un problema particular y su función es remitir a ese problema”. Añadiendo a estas concepciones, científicas y psicológicas, alguna de índole más esotérica, en el relato rescatado de la tradición oral por G.I. Gurdjieff conocido como “La parábola del carruaje” representan las sensaciones, los sentimientos y las emociones. Es la dimensión anímica, sensible y emotiva de la personalidad humana. La energía que tira del carro. Así pues, teniendo en cuenta éstas y otras visiones sobre lo que son las emociones, podemos decir que: Las emociones son reguladores, con correlato neurobiológico, que nos conectan al mundo exterior y al sentimiento interior. Son los mecanismos que movilizan nuestro interés. Nos organizan para la acción Son fundamentalmente adaptativas Comunican Influyen en el pensamiento y la memoria Motivan Nos dan información Y, parafraseando a Alex Escamilla Imparato, son las que reciben la estimulación derivada de toda actividad cognitiva y, por extensión, del vivir, que necesariamente resulta indispensable para sobrevivir. Pero al hombre no le basta (o no debería bastarle) con sobrevivir. La naturaleza nos ha dotado de una estructura orgánica sobradamente capacitada para la supervivencia y la reproducción, y eso no es todo, además podemos sentir con ella los más sublimes placeres, como lo pueden ser el arte, la música y, por supuesto, el amor. Porque nuestro cuerpo nos permite ir más allá del mero sobrevivir para ir en busca de distintas formas de bienestar, ¡incluso de la felicidad! Siguiendo en la glosa del mismo autor, “si somos capaces de superar el dualismo mente-cuerpo, parándonos un poco antes de ese malentendido cartesianismo -pienso, luego existo- y meditar sobre un -soy, luego pienso-, sin entrar por ello en una visión irracional o sensualista sobre los complejos procesos corporales para producir cogniciones, es posible hablar sobre el hombre desde la filosofía –o desde el existencialismo- en un discurso que
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contemple los nuevos conocimientos científicos, del mismo modo que hacer ciencia desde aproximaciones filosóficas“, como lo demuestran las últimas investigaciones de Antonio Damasio al actualizar las visiones de Spinoza. Como acertó a ver Kurt Goldstein, no somos una suma de partes, sino que existimos como un todo. No es que tengamos un cuerpo o un cerebro, o un corazón, es que somos un cuerpo, un cerebro… un corazón, que se coordinan buscando un equilibrio (salud), funcionando para vivir. No obstante, estar vivos no es suficiente. Necesitamos ser conscientes de que estamos vivos. Necesitamos además un ambiente en que ello tenga lugar. Decía Fritz Perls que “No se puede separar un organismo de su ambiente. Una planta fuera de su ambiente no puede sobrevivir, como tampoco un ser humano fuera de su ambiente, si se le priva de oxígeno, alimentos, etc.”. Heidegger, en la misma línea, apuntaba que el yo-soy está determinado como ser-juntamente-con-otros: “yo soy con otros”. Estar vivo entonces, es estarlo junto a más seres vivos. Como en el koan que invita a meditar sobre qué ruido hace un árbol que cae en un bosque inhabitado, podemos plantearnos qué es un ser humano sin la mirada del otro. Para Humberto Maturana, todo ser vivo es una estructura autopoiética clausurada, entrelazada emocionalmente a los demás y a su entorno, y que puede producirse a sí misma, creando o destruyendo elementos del mismo sistema, como alternativas potenciales propias, en respuesta a las perturbaciones del medio, es decir, que es capaz de autogenerarse. Considera este autor que es el encuentro con otros lo que nos confiere humanidad y que el homo sapiens no se volvió sapiens por el desarrollo de su intelecto sino por el desarrollo de su lenguaje. Este lenguaje se extiende a lo que denomina lenguajear, concepto que incluye todo tipo de actos, gestos y expresiones consensuadas que se dan dentro de una coherencia estructural a la hora de establecer una comunicación entre seres vivos orientados a la acción. La homeostasis de estos organismos autopoiéticos socialmente entrelazados, es también materia de estudio para las nuevas disciplinas neurobiológicas (Escamilla Imparato). Siguiendo a Maturana es el lenguaje y su progresiva sofisticación lo que produjo el desarrollo intelectual y no al revés. Se pregunta a continuación: ¿para que apareció el lenguaje? ¿para comunicar qué?. La respuesta que encuentra es: el Amor. Estar vivos como humanos dentro de la vida, nos permite el encuentro con otros seres humanos en un espacio compartido (mitwelt) y por tanto podemos hacer uso de un lenguaje, obrar unas tradiciones y expresar un conocimiento. Esto es, los seres humanos podemos comunicarnos entre sí como organismos vivos. Es en ese mundo en común que tenemos con la otra persona donde se hace posible la comunicación. Así lo expresa también Jorge Bucay en su Camino del encuentro: “Cuando pienso en la palabra encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del descubrimiento, la construcción y la repetitiva revelación de un nosotros que trasciende la estructura del yo. Esta creación del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma aritmética del Tú y Yo. Sin encuentro no hay salud. Sin existencia de un Nosotros, nuestra vida está vacía aunque nuestra casa, nuestra baulera y nuestra caja de seguridad estén llenas de costosísimos posesiones”. Y de esta forma lo hizo Fritz Perls: “Así comienza la búsqueda del interés común o
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del mundo en común donde tienen intereses posibles, comunicación y acercamiento, donde súbitamente del tú y el del yo pasan al nosotros. Así llegamos a un fenómeno nuevo, el nosotros es diferente del tú y del yo… y cuando nos encontramos ahí, entonces yo cambio y tú cambias, mediante el proceso de encuentro entre ambos…” . Pero para eso vuelve a ser imprescindible un substrato que nos entrañe: Sentir. ENAMORAMIENTO Se tiende a pensar en el amor como “la pasión eterna”, pero eso no es sino el preámbulo: el enamoramiento. El psiquiatra Enrique Rojas dice en el capítulo IV "Enamorarse" del libro "Remedios para el desamor": El enamoramiento "es un estado emocional surcado por la alegría y la satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas cosas como trae consigo la vida". Por su parte, Bucay considera que estar enamorado no es amar: “Porque amar es un sentimiento y estar enamorado es una pasión. Las pasiones por definición son emociones desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una alteración de la conciencia del mundo del que la siente”. Bowen habla de un predominio de la “indiferenciación y la fusión del yo” con escasa “diferenciación del sí mismo”. Este estado, similar al de “enajenación mental transitoria” implica un caos emocional y acoge las más diversas y dispares emociones, pudiendo pasar de la pena a la alegría, de la euforia a la desesperación, del temor a la temeridad, en el curso de un solo día, recordando las características de un estado casi delirante. Es un fenómeno ambiguo de goce atormentado que resulta de la disolución en el otro y del desplazamiento del centro vital a la otra persona. Siendo así, se trata obviamente de una tragedia, esa que tan bien ha sido reflejada en la literatura, la poesía y en las letras desgarradoras de algunas canciones: “Sin ti no soy nada”, “Entera, de arriba abajo… Toda… soy tuya”, “Me has robado el corazón” “Muero sin ti”, etc., que tan flaco favor hacen a la búsqueda de autonomía de las personas. Como las historias de “Tristán e Isolda” o “Romeo y Julieta”, que han quedado para siempre como mitos universales del amor. Al respecto de este amor romántico y sus singulares características, Canevaro escribe: “La divina manía (teomanía) como la llamaban los griegos, es aquel estado que poseía a las personas, desencadenando una serie de reacciones psicológicas particulares: ojos brillantes, luminosidad de la piel, taquicardia, torrentes de endorfina. Ella perturba a las personas provocando el “mal de amor”, tipo de parcial alineación y desaparición de los límites entre el yo y el objeto como ya indicaba Freud en Malestar en la civilización”. Desde el enfoque de la Gestalt, se trataría de una interrupción del ciclo de la experiencia a través del mecanismo de la confluencia (Perls), en el que el sujeto para ser aceptado se mimetiza a la otra figura, debilita los límites de su Yo para fusionarse al otro. Se adoptan así, sin crítica ni cuestionamientos, decisiones, ideas, estilos de viva ajenos. Se trata
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de una acomodación en la que se abdica de la propia responsabilidad, de la capacidad de tomar decisiones, para "estar de acuerdo. El lema es "Acéptame”. Afortunadamente para la salud (física y mental), el enamoramiento dura poco. De otro modo resultaría amenazador para la integridad personal mantener este estado de intensa fusión del yo, tan cercano a la categoría clínica de la “folie à deux”. Pero a pesar de estas concepciones sobre el enamoramiento, y sin negarlas ni desvalorizarlas, parece que un síndrome tan universal ha de tener su razón de ser. Volviendo a la tesis inicial sobre las emociones, creo que este tipo de vivencia humana responde a esa función de entrañar, es decir, de remover en la médula del ser humano y prepararle para una nueva etapa en su vida, para movilizar su atención, para abrir una puerta de su sí mismo y encontrarse con el otro, hacerle un espacio en su esencia. Si bien este no es el final del cuento, y “fueron felices y comieron perdices” en un proceso cuya naturaleza básica es lo efímero. Porque siempre aparece un final a ese deseo ardiente de fusión total, lo cual no se vive sin angustia. En algún momento, antes o tras haber formado una pareja, aparece la desidealización, “uno de los momentos más dolorosos y al mismo tiempo liberatorio”. Así lo describe Canevaro y así comenta que lo vivía una de sus pacientes: “Me he curado”… porque sabe, el amor es una enfermedad. Cuando amas no eres nadie y la otra persona es lo único que cuenta. Pero cuando te das cuenta que a otra persona puedes llenar la vida, te pasa”. El mismo autor considera que cuando este sufrimiento disminuye, se entra en un estado de confusión por la falta de instrumentos para manejar esta desidealizaciòn “Algo que se dificulta por un doble movimiento social que conspira contra esta desidealizaciòn. Por una parte, la existencia de rituales que enardecen (a veces con fines económicos) el fenómeno del amor romántico, presentando el matrimonio como un fin y no como el inicio de un largo camino de búsqueda de acuerdos y permanentes transacciones. Por otra parte nadie habla del “día después”, como si no se pudieran prevenir los momentos difíciles y tristes que a veces terminan una relación amorosa”. PAREJA El paso a la relación de pareja supone un salto cualitativo, un cambio emocional importante porque, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que es la relación humana más difícil. Ya en el origen etimológico de la palabra encontramos algo que asusta: CUMIUGO, que significa “con el yugo”. Y “yugo” se aplica en sentido figurado a aquellas circunstancias o situaciones que obligan a permanecer donde no se permanecería, en caso de disponerse de la libertad para ello. Ante esta severa perspectiva, algunas mentes sabias han logrado abrir la brecha del sentido de uno mismo en la relación de pareja. De este modo, José Antonio Ríos considera que la pareja es un sistema vivo que, como tal, atraviesa ciclos evolutivos que dan sentido y explicación a su vida y desarrollo. Parte de su funcionamiento dinámico son las crisis que han de atravesar para conseguir su madurez total. Desde la perspectiva de este autor, las “crisis” no se ven como hecatombes, sino como oportunidades que permiten un crecimiento paulatino y evolutivamente normal.
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También Aaron Beck nos mostró cómo “no basta con el amor”, al menos con ese concepto de amor tan distorsionado que impera en nuestra sociedad occidental”. Y Erik Fromm argumentó magistralmente en “el arte de amar”, que el amor no es un sentimiento fácil para nadie como algo que no es de naturaleza espontánea y eterna, si no se trabaja en su crecimiento y mejoramiento día a día (con la misma dedicación que ofrecemos a las áreas que nos interesan en la vida: el trabajo, la profesión, una aficción, etc.). La mayoría de la gente cree en el amor como una sensación placentera. Sin embargo, Fromm considera el amor un arte que requiere conocimiento y esfuerzo. Algo que hay que aprender como se aprende cualquier arte, tanto en lo teórico como en el aspecto práctico. Ya se ha dicho que no es una tarea fácil y el camino ya viene cargado de obstáculos, al que cada uno de los miembros trae los suyos propios. La pareja se forma y con ella se ponen en funcionamiento mitos, creencias, educación de dos personas distintas, en realidad de dos familias, las familias de origen de cada uno de los cónyuges. A este respecto, es muy interesante el razonamiento al que nos invita Alfredo Canevaro, tomando como punto de partida el estudio realizado por Hindy, Schwarz y Brodsky (1989) sobre el comportamiento amoroso de 2.400 personas a lo largo de 10 años, en base a los trabajos del psicoanalista John Bolwby y de la psicóloga Mary Ainsworth sobre los vínculos emotivos de apego. Estos habían observado que: - En los niños en los cuales las madres correspondían con sensibilidad y credibilidad a sus necesidades tienden a desarrollar un apego seguro. - Cuando la madre no es sensible y creíble, el pequeño se convierte en ansioso, exige ruidosamente el contacto con ella y otras veces lo evitan. - Cuando la madre maltrata o excita al niño es posible que éste se aleje de ella en el momento de mayor necesidad. Este esquema vincular comparte similitudes con los tres enfoques del amor romántico adulto: - seguridad, - vínculo ansioso, y - alejamiento. Relaciona el autor esa dimensión segura y pro-evolutiva del amor con el “amor coterapéutico”, aquel que nutre, acompaña en el camino del encuentro consigo mismo: “en el sentido de que es donación y completamiento del otro en la creación de una relación que esté basada en compartir las vulnerabilidades y en el crecimiento de la intimidad y el dialogo”. Introduce de este modo una dimensión netamente interpersonal que es antitética a la fusión indiscriminada de la simbiosis patológica. El carácter terapéutico de este tipo de amor se hace posible por la ayuda recíproca que cada uno da al otro en la gradual diferenciación de la propia familia de origen. Como metáfora útil para entenderlo, Canevaro utiliza la de los siameses: niños que nacen unidos en diferentes partes del cuerpo, más o menos vitales, más o menos separables quirúrgicamente. El desafío para el cirujano es separarlos sin que ninguno muera en el intento, de modo que ambos puedan vivir autónomamente.
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Tipos de malformaciones: 1. Unidos por la cabeza y separados por el resto del cuerpo: son personas racionales, intelectuales, que crecen juntos y a veces militan en las mismas causas, que se entienden “al vuelo” pero no vibran, ni afectivamente, ni sexualmente. De cualquier modo no encuentran ninguno como el otro que lo pueda entender tan íntimamente. 2. Unidos por las vísceras y separados intelectualmente y sexualmente: Están llenos de buenas intenciones, generalmente son buenos hijos y buenos padres, que en el altar de la familia han sacrificado intimidad y felicidad matrimonial. 3. Unidos por el pubis: con grandes prodigios en la cama, pero que viven en continuas peleas, oponiéndose a todo, y sin poder encontrar otro que los pueda satisfacer sexualmente. Canevaro describe la formación de estas disfuncionalidades como un proceso lento mientras se va constituyendo la pareja, en el que se instaura el insidioso mecanismo de anulación de las diferencias, puesto que éstas amenazan el ideal de fusión. Así va creciendo lo que llama el “monstruo simbiótico”, que va diluyendo los aspectos originales de la identidad de cada uno. Para hacerlo más visual establece la metáfora de “los gemelos siameses”, monstruo simbiótico que ha “unido” la pareja, en realidad, separándola. Y aunque la escucha de los lamentos de cada miembro puede inducir a su interlocutor a sugerirle la separación, nada menos acertado, fruto de una pobre comprensión de sus aspectos relacionales, y en este punto recuerda a Laing cuando decía que la psicosis no existe en las personas sino más bien entre las personas. En lógica, puede extraerse que cuando el amor coterapéutico no sea posible dentro de la pareja, ya no queda más que el recurso a la cirugía especializada, esto es, la terapia. “El verdadero desafío del terapeuta (como aquél del cirujano) será derrotar a aquél monstruo simbiótico que ha aparentemente unido los cónyuges separándolos en sus competencias matrimoniales. Solo así podrán eventualmente unirse” (Canevaro). Walter Riso, desde otro punto, habla de la dependencia emocional, que genera sufrimiento y depresión. Relaciones amorosas inadecuadas, encadenadas por el miedo a la pérdida, a la soledad y/o al abandono, con un vínculo amoroso contaminado, vulnerable y patológico. RUPTURA DIVORCIO Cuando la insatisfacción personal ha calado en la vida de la pareja aparece un nuevo proceso: la toma de decisiones, que sigue a un arduo transcurso interior cargado de emociones punzantes y desestabilizadoras (el divorcio emocional). Cualquier decisión lleva parejas unas consecuencias, unos costes. El coste de la ruptura es grande, emocional y económicamente. Es sobre todo doloroso: repartir los bienes, los hijos, e incluso los amigos, hay que adaptarse a muchos cambios y sobre todo, hacer frente a la intensidad del sufrimiento. “Planteado así, -relata Bucay- el único antídoto para todo este dolor parece ser lamentablemente, permanecer prisionero, cerrar la puerta con llave, abrir una pequeña ventana por donde espiar la vida y conformarse con mejorar un poco la relación matrimonial
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durante el resto de nuestra existencia, deseando secretamente que no sea demasiado larga. En el mientras tanto se supone que uno aprende a sobrevivir en un matrimonio hueco, a llenarse de comida, de alcohol, de drogas, de trabajo, de televisión, o de fantasías de infidelidad”. La otra opción es, por tanto “continuar el yugo”, renunciar a la libertad. La decisión de ruptura no es algo inmediato, supone un proceso difícil, comos hemos apuntado. Florence Kaslow habla del proceso del divorcio, con un desarrollo de etapas claramente diferenciadas: Predivorcio: período de deliberación y desesperanza. Divorcio emocional. Sentimientos de frustración, insatisfacción, ansiedad, escepticismo. También negación (silencio). Divorcio: Período de trámites legales. 1. Divorcio legal: autocompasión, desamparo, desconfianza (gritos, protestas, peleas, intento de suicidio, amenazas). 2. Divorcio económico: confusión, furia, tristeza, soledad, alivio, venganza. 3. Divorcio coparental, problemas de tenencia. Preocupación por los hijos. Ambivalencia, aturdimiento, incertidumbre. 4. Divorcio social: indecisión, optimismo, resignación, excitación, curiosidad, arrepentimiento, tristeza. Búsqueda de nuevas amistades. 5. Divorcio religioso: duda, temor, enojo. Necesidad de que exista "ceremonia de divorcio religioso". Postdivorcio: exploración y recuperación, equilibrio. Divorcio psicológico, aceptación de la situación, autoconfianza, energía, autoestima, independencia, autonomía. En medio de toda esta barahunda emocional del proceso de desvincularse se presenta gran cantidad de problemas y decisiones importantes que hay que tomar: qué pasa con el domicilio conyugal, dónde vivirá cada uno, dónde vivirán los niños, cómo se van a relacionar con cada uno y en qué momentos, qué se va a hacer con los bienes o con las deudas. En medio de esta incertidumbre y con toda la carga emocional, con la inercia de pasar factura por lo que el otro hizo, se suma mucha veces la presión de terceros (abogados, familiares, amigos, etc.). Y muchas veces en un contexto de una “norma perversa”, que es menos perversa desde que la ley no obliga a alegar una causa (que acuse al otro de algo), ni a probarla (demostrar cuán maligno es), ni a pasar doblemente por un mismo proceso (separación y divorcio), ni a estar indefinidamente pleiteando en los juzgados en tanto todos los miembros de la familia continúan en la incertidumbre de lo que va a ser de ellos, hasta que un poder otorgue la medalla al mejor padre en que muchas veces se convierte la custodia. Dejando el enfoque jurídico del asunto, está claro que la ruptura supone una pérdida emocional, más bien, multitud de pérdidas emocionales, que como tales traen consigo un proceso de duelo, que es más intenso y mayor duración que el duelo por la muerte de un ser querido. Kaslow habla de un duelo que dura entre 2 a 5 años, y lo ejemplifica tan bien en relación a lo que es la muerte del cónyuge que es inmediatamente comprensible lo afirmado al respecto del duelo postdivorcio.
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Duelo
Sentimientos Aspecto económico Aspecto social
MUERTE DEL CÓNYUGE
SEPARACIÓN/DIVORCIO
Duración aprox. 1 año. Pérdida definitiva. Buena adecuación.
Duración aproximada 2–4 ó 5 años. Siguen en contacto; se reaviva el dolor y el odio. Fantasías de volver a estar juntos.
Ausencia de culpa. Idealización del otro.
Sentimientos de culpa. Sentimientos de abandono.
Aumenta el patrimonio con la herencia.
Disminuye el patrimonio con el reparto.
No se modifica el estatus. Amigos y familiares apoyan y ayudan al viudo/a.
Existe una pérdida de estatus. Conflicto de lealtades entre los familiares y amigos; reparto.
Kaslow, 1984 Muy bien podemos aplicar las etapas de este duelo definidas por Elisabeth Kübler-Ross en este ámbito de la pérdida: -
Negación: incredulidad, negación de la situación y de los hechos. Ira: Rabia hacia uno mismo o hacia el otro, o hacia el mundo, la vida o Dios Pacto: Intento de lograr un compromiso por el cambio. Tristeza: sentimiento del dolor de lo que se va. Aceptación: se admite lo que ya no es ni está, y esto permite ver y vivir con lo que sé tiene y emprender el camino hacia adelante.
AMOR Tres bellas definiciones de amor De Josef Zinker: El amor es el regocijo por la sola existencia del otro mismo. De Antoine de Saint-Exupèry: El amor es tal vez aquel delicado proceso a través del cual te acompaño al encuentro contigo mismo. - De Jorge Bucay: Amor apasionado es el nombre que reservo a aquellos vínculos donde, amándonos tanto como para poder construir una pareja sin dejar de ser nosotros mismos. Estas concepciones del amor evocan algo sublime, un delicado sentido, un valor supremo del amor, el más penetrante, el más intenso y más lleno de significado. Como dice Bucay: “Posible o no, éste será el objetivo más deseable: llegar a amar tanto que me alegre sólo por el hecho de que el otro exista”. En esta otro lugar predomina la “diferenciación del sì mismo”. Las personas que se encuentran en esta extremidad de la escala representan los niveles más altos del -
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funcionamiento humano. LA PAREJA INTEGRADA: LA RELACIÓN COMO VÍA A LA VIDA PLENA Releyendo El proceso de convertirse en persona de Carl Rogers, se me ocurrió hacer un ejercicio y probar a ver qué tal calzaba poner en términos de pareja lo que él enfoca en el individuo. Tendremos que partir, por tanto, de la consideración de la pareja como un organismo, con su propia homeostasis, es decir, con una autorregulación organísmica propia, que se compone además de otras dos partes, otros dos organismos que se coordinan para buscar el equilibrio, y cuyo resultado es algo más que la suma de los mismos. Así, adaptándonos a los postulados de Rogers, encontramos que: • La vida plena en pareja es un proceso, no una situación estática. • Es una orientación, no un destino. • Es elegida por el organismo-pareja (nosotros) en su totalidad siempre que disfrute de la libertad psicológica que le permita moverse en cualquier dirección. Lo cual tendría que acoger el sustrato de que este principio sería antes de los individuosorganismos (tú y yo) que componen la pareja. La definición que permite integrar estas afirmaciones sería la siguiente: “la vida plena de una pareja es el proceso de movimiento en una dirección que ese organismo elige cuando sus interioridades (tú y yo) son libres de moverse en cualquier sentido”. Características del proceso Si continuamos con las observaciones que Rogers hace sobre las personas en proceso hacia la vida plena, en nuestro ejercicio de aplicación al mundo de la relación de pareja, tenemos las siguientes características de este movimiento: 1. Una mayor apertura a la experiencia Esto incluye una mayor apertura a la experiencia. Es el polo opuesto a la defensa. Cuando una pareja esté en este proceso, se alejará de las actitudes defensivas y aparecerá una mayor capacidad de escucharse a sí misma y a sus integrantes, y experimentar lo que ocurre en su interior. Ambas interioridades se abren a sus sentimientos: miedo, tristeza, ira y también a los del amor y la ternura. Pueden percibir sus sentimientos y emociones y vivirlos tal como existen en ellas. Lo cual permite una mayor capacidad de vivir de manera plena las experiencias de sus organismos sin reprimirlos impidiéndoles el acceso a la conciencia. 2. Tendencia al vivir existencial Se trata de una mayor tendencia a vivir íntegramente cada momento. Todo momento es nuevo para la pareja que se abre a la experiencia de manera plena y sin defensas neuróticas ni manipulaciones, porque nunca antes se habrá producido la configuración de circunstancias estimulares (internas y externas) que existe en ese momento. Una primera consecuencia es que ambos sí mismos y sus personalidades no tendrían
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que distorsionarse, disfrazarse o recortarse para ceñirse a un patrón preconcebido de lo que “debe ser” una pareja, ni tampoco cada uno dentro de esa relación, porque se da una fluidez en ese vivir existencial. Este vivir en el “aquí y ahora” no implica desorden y ausencia de método. Significa adaptabilidad, un autodescubrimiento en la propia en la experiencia, una organización fluida -y que fluye- de cada sí mismo de la pareja, lo cual nos resuena a las cualidades autopoiéticas descritas por Maturana y Varela. Como ya sabemos, la mayoría de nosotros traemos a la experiencia unos esquemas previos, heredados o condicionados, con los que distorsionamos la experiencia misma, tanto a nivel personal como en las relaciones que establecemos, sin embargo la pareja en camino a la vida plena puede abrirse a lo que esta sucediendo “ahora” y así ir descubriéndose en ese proceso, cualquiera que sea su naturaleza. 3. Mayor confianza en el organismo La vida plena en la pareja abrirá una experiencia de mayor confianza en sus propios organismos y en el de la relación, para alcanzar la respuesta más satisfactoria en cada situación existencial. Con ello ya no se hace necesario la repetición inconsciente de esquemas predeterminados y obsoletos, que pueden provenir de la familia, de la religión, de la cultura, o del juicio de los otros o de lo que “estamos acostumbrados” a hacer. Las personas que forman esta pareja estarán abiertas a su experiencia y tendrán, entonces, todos los datos relacionados con una situación sobre la base de los cuales podrían elegir su conducta (completamente actual y no programada). Bien es cierto que los datos pueden ser muy complejos, pero estas personas pueden permitirse, porque su organismo se lo ofrece, integrar todas sus facultades y sentidos junto con la conciencia, para elegir el rumbo que mejor satisface sus necesidades. A veces pueden ocurrir errores debido a la consideración de información no pertinente a la situación o a la exclusión de datos que sí lo son. Esto ocurre también cuando se bloquea el acceso a la conciencia de ciertas experiencias amenazadoras, que no se consideran o se incluyen de manera distorsionada, porque en realidad ningún organismo es infalible. No obstante, siempre da la mejor respuesta contando con “aquello que tiene”. Así pues, si en el proceso de vida plena hay una fluidez, hay también un proceso de verificación y corrección continuada, sorprendiendo con la eficacia progresiva de las reacciones internas para lograr una conducta exitosa. Con esto se descubre que es posible mostrar el enfado sin tener que taparlo o tragárselo, y a la vez esto concederá que ocurra la misma autenticidad con otras emociones: el afecto, el cariño o el deseo sexual. 4. Tendencia al funcionamiento pleno La pareja que goza de libertad psicológica y emocional tenderá a una relación que funcione más plenamente. Puede vivir todos y cada uno de sus sentimientos y emociones. Empleará todos sus recursos orgánicos para captar la situación existencial externa e interna. Utilizará de manera consciente toda la información que su sistema nervioso le suministra,
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sabiendo que su organismo es más sabio cuando funciona libremente en toda su complejidad. Puede confiar en este funcionamiento de su organismo, aún pudiendo ser falible, porque estarán dispuestos a aceptar las consecuencias de sus actos y corregirlos cuando se produzcan errores. Pueden experimentar todos sus sentimientos, con menos temor. Se dedicarán de lleno a convertirse en sí mismos y con ello en organismos que funcionan de modo más integral y, gracias a la conciencia de sí mismos que fluye libremente en su experiencia, se transformarán en personas de funcionamiento más pleno. Algunas Implicaciones del Ejercicio Seguimos con Rogers y en las implicaciones que su proceso descrito, referido a la persona que se encamina hacia la vida plena, tendría en el caso de la relación de pareja: 1. Libertad La pareja es libre de funcionar auténticamente o de taparse con la máscara de lo que espera la sociedad o la cultura de ella, de mantener interacciones destructivas o autodestructivas, o bien de otras que aumenten su valor. Esto es, es libre de vivir o morir. 2. Creatividad La apertura sensible al mundo y la autoconfianza la convierten en un producto creativo con una manera de vivir original. Esto no implica necesariamente una adaptación a la cultura, sí una vida constructiva que le permite avanzar hasta su propia identidad libre y hacia la autorresponsabilización en la satisfacción de sus propias necesidades, pese a que de ello pueda derivarse la crítica y el cuestionamiento del ambiente externo. Con estas cualidades, la pareja tiene más posibilidades de sobrevivir ante los cambios y las crisis, gracias al autoajuste creativo y sólido, sin considerar que sea un atrevimiento afirmar que contribuyen con ello a la evolución humana. 3. Confiabilidad en la naturaleza humana Rogers sostiene, basado en su amplia experiencia psicoterapéutica, que cuando se logra liberar al individuo de sus actitudes defensivas y se le ayuda a abrirse a la amplia gama de sus propias necesidades, así como a las diversas necesidades ambientales y sociales, podemos confiar también en que sus reacciones serán positivas, progresistas y constructivas. Independientemente de su proceso de socialización, de sus impulsos e instintos, primarán sus necesidades profundas de relación y comunicación, así como la de dar afecto, que se harán más intensas que sus impulsos de agresión y de poder. La agresividad recuperará su función de protección en las situaciones que lo requieran, pero no se utilizará como una válvula de escape. Con este tipo de sí mimos se podrá así desechar la concepción de la buena pareja sufrida y resignada, cuyos miembros se aguantan (lo que en realidad no se aguantan), y el reconocimiento social de que esto es lo “normal”. La tragedia está en esto, en no advertir que la naturaleza humana crece buscando el sol de la armonía, como lo hacen las plantas, sin necesidad de saber de las reacciones químicas que tienen lugar en la fotosíntesis (como muy
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bien lo ejemplifica Adriana Schnake), y en creer que el otro ha de ser sometido, controlado o reprimido, porque somos seres básicamente irracionales o dominados por los impulsos cuando estamos liberados de todo control. De esta forma la pareja se mueve externamente de una forma determinada, mientras que organísmicamente lo hace de manera totalmente contraria. Sin embargo, del ejercicio propuesto podemos extraer que viviendo una vida plena, dos personas pueden dejar caer sus barreras defensivas, participando así en los designios de su organismo. Lo único que sería necesario es estar atentos, estar ahí, escuchar las señales que provienen de las emociones (la ira, la ternura, el deseo, etc.), hacerse conscientes de las necesidades y responsabilizarse en la búsqueda de aquello que las satisface, para cerrar cada uno de los ciclos de la experiencia. Se participa así en las actividades de autorregulación del organismo-pareja, de manera que se puede vivir en armonía creciente cada sí mismo consigo y con el otro. 4. Mayor riqueza de la vida Una vida plena es de mayor riqueza que la vida mezquina propugnada desde muchas esferas de nuestra sociedad, que incita a vivir a cada individuo al mínimo de sus potencialidades, que culpa al que se embarca en el desarrollo pleno de las mismas. En este camino, con la suerte de tener un compañero de viaje al lado, la experiencia se vive más sensiblemente, lo cual puede asustar, pero incrementa el patrimonio emocional y sentimental. Puede vivirse con más intensidad el dolor, a cambio de un mayor disfrute de la alegría. Puede sentirse hondamente el miedo, y de la misma forma la valentía. Puede sentirse con claridad el odio, pero también puede experimentarse el éxtasis del amor. “Este proceso de la vida plena no es para cobardes, ya que convertirse en las propias potencialidades significa crecer, e implica el coraje de ser y sumergirse de lleno en el torrente de la vida” (Carl Rogers).
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Amarse con los ojos abiertos “La paradoja empieza cuando nos damos cuenta de que al mismo tiempo son justamente estas relaciones las que nos provocan mayor sufrimiento y mayor dolor, muchísimo más que ninguna otra. Cuando nos abrimos a la intimidad, al amor, al encuentro, nos exponernos también a sufrir y a sentir dolor. La fuerza que naturalmente nos empuja a dejarnos llevar por nuestras emociones y a generar el encuentro se enfrenta con la natural tendencia a cuidarnos para no sufrir, porque intuimos, con certeza, que si nos abrimos a una persona esto le concederá al otro la posibilidad de herirnos. Todos tenemos una personalidad, una coraza que no quiere tomar ese riesgo de ser lastimado y por lo tanto se cierra. Amor e intimidad solo pueden darse cuando nos abrimos presentes a alguien; pero esto es imposible si estamos con la armadura puesta, encerrados en nuestro castillo o escondidos en nuestra estructura. En nuestro intento de decir no al dolor decimos no al amor. Y lo que es peor, nos decimos no a nosotros mismos. (...) El amor romántico ha muerto. Tendríamos que determinar de qué hablamos hoy en día cuando hablamos de amor…. Tú dices: “Amor es que alguien me importe”… Sin embargo, yo pienso que el amor sigue incluyendo una sensación física. No sé cómo definirlo. Me pasa con todas las personas que quiero. En los momentos de más intensidad es como si se me abriera el pecho, y en los momentos cotidianos es como un bienestar físico. (…) Amar tiene que ver con la decisión de dejar entrar al otro, con bajar mis defensas con abandonar mi desconfianza, con animarme a salir de mis ideas rígidas en su honor y ponerme en actitud de ver cómo es, cómo se mueve y cómo piensa, sin intentar que piense como yo o que haga lo que yo pienso; tiene que ver con no intentar forzarme a ser como yo creo que a él le gustaría. Creo que el amor es algo que va sucediendo. Pero para llegar a eso hay que atravesar los prejuicios que nos impiden el amor. Y uno de esos prejuicios es nuestra definición cultural de pareja. ¿Qué es una pareja? ¿Qué es lo que hace que dos personas sean una pareja? Vos siempre mencionas el proyecto en común. Nunca se me hubiera ocurrido; yo pienso que son otras cosas, pero te escucho. El gusto de estar juntos, ésta sería otra definición. Obviamente, si solo estoy evaluando cuán lindo es, cuánto dinero tiene o cuánto me quiere, eso me impedirá conectarme con lo que me pasa estando con él. Podría decir que desde el placer de estar con otro tomamos la decisión de compartir la mayoría de las cosas con esa persona, y esa es una decisión interna. Ni siquiera tiene que ver con quien uno vive, ni siquiera es voluntaria, más bien es algo que ocurre cuando nos sentimos unidos a otro de una manera diferente. Es un compromiso interno. Cuando estamos conectados con la presencia de ambos. Presencia. ¿Qué es presencia? Estar en el aquí y ahora es quizás !a parte más importante de este desafío. Es necesario aceptar sin falsas modestias que lo que hace al presente tan especial y tan diferente del pasado y del futuro es, sin lugar a dudas, mi presencia. Esto está ocurriendo verdaderamente, está disponible y yo lo estoy viviendo”. (…) Es el yo rígidamente estructurado el que nos impide el acceso a nuestro verdadero ser, y por ello nuestra desectructuración personal se puede convertir en un vehículo para el descubrimiento de lo
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absoluto; sin embargo, el principal obstáculo será siempre no saber estar presentes en nosotros mismos. (…) Uno de los problemas de nuestra actitud desmitificadora es que atenta contra toda la tradición cultural basada en que con la boda se resuelve todo. Todas las historias de amor terminan con un final feliz: “Se casaron, fueron felices y comieron perdices…”. Despertemos a los distraídos: la pareja no es eso. La pareja es un camino nuevo, un desafío. Con ella nada termina. Al contrario, todo comienza. Salvo una cosa: la fantasía de una vida ideal sin problemas. Es duro tener que dejar de lado nuestras fantasías (…) Es necesario aprender que soy yo la que tiene que resolver su propia vida (…) (…) Lo que puedo esperar de una pareja es un compañero en mi camino, en la vida, alguien que me nutra y a su vez se nutra con mi presencia. Pero sobre todo alguien que no interfiera en mi camino de vida. Esto es suficiente. La peor de nuestras creencias aprendidas y repetidas de padres a hijos es que se supone que vamos en búsqueda de nuestra otra mitad. ¿Por qué no intentar encontrar a otro entero en vez de conformarse con uno partido por la mitad? El amor que proponemos se construye entre seres enteros que se encuentran, no entre dos mitades que se necesitan para ser completas. Cuando necesito al otro para subsistir, la relación se convierte en dependencia. Y, en dependencia, no se puede elegir. Y sin elección no hay libertad. Y sin libertad no hay amor verdadero. Y sin amor verdadero podrá haber matrimonio, pero no habrá pareja” (Fragmentos del libro "Amarse con los ojos abiertos" de Jorge Bucay y Silvia Saliinas)
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