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CUENTO DE TERROR
EL VECINO (Serie del barrio del Conde Claudio Nado # 1)
©Emiliomago, Mayo de 2007.
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El Vecino (serie del Barrio del Conde Nado # 1)
I Dos fragmentos del diario de Atilio Mancebo: 14 de Agosto: Tenía una casita miserable, muy venida a menos. La casa más pobre y pequeña en el barrio del Conde Claudio Nado. Era una casita pequeña, aunque lo suficientemente grande como para cobijarlo a él. Pero en algún momento las cosas se salieron de control, seguramente dejó de mantenerlo y ocupó su cabeza con otros menesteres, aunque seguramente eso ya venía de antes. Dicen que su abuelo trabajaba cosiendo y remendando ropa y que falleció al tropezarse y ahorcarse con unas medias, que sabe uno para que llevaba anudadas al cuello. También contaban que a su padre, alambrador de profesión, lo había fulminado un fragmento de alambre de púa bastante oxidado que se le disparó y le perforó la vista. De su madre y abuela no hablemos, baste nada más decir que se pudrieron en vida. Y él, Juan Obligado, era un completo desastre, un total desastre, algunos vecinos molestos exageraban diciendo que era apocalíptico, que no tenía justificación, que su casa era un desprestigio para el barrio entero, pero...¿tan mal estaba su casa? Pensad en un cubículo pequeño, de no más de seis metros cuadrados de volumen, pensad en una casa realmente inhóspita carcomida por el musgo y la humedad, cuyas rejas estaban totalmente oxidadas y las puertas y ventanas a duras penas podían abrirse. Ahora sumadle el hecho de que a razón de la falta de mantenimiento unos cuantos
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árboles habían crecido en la azotea del mismo, y por si eso fuera poco agregadle el hecho de que vaya uno a saber como, se había incendiado una docena de veces. Porque él no tenía agua ni luz, algo que a los vecinos les sobraba porque uno de sus caños se había roto durante el último invierno, que había sido especialmente cruento, y él no tuvo los recursos ni la capacidad para repararlo y desde entonces estuvo perdiendo agua. No era un mal vecino, pero las condiciones en las que vivía dejaban mucho que desear. A él no le molestaba no tener agua y tampoco luz, con una pequeña garrafa y una hornalla añadida a ésta, se las manejaba bastante bien para calentarse un té de vez en cuando. Y no la pasaba mal, porque tenía buenos amigos que de cuando en cuando le dejaban tomar un baño, o le prestaban alguna alcoba para que reposara. Pero su casa se estaba cayendo, lentamente y desde hace un par de meses una solución se hacía imperiosa. Pero ¿qué podía hacer él? su guarida se había vuelto demasiado inhóspita aún para los gatos que coleccionaba y aunque varios vecinos se habían ofrecido ya para ayudar, él orgulloso y perezoso, había rechazado el ofrecimiento de todo ellos. Sucede que aunque no haya visto morir a sus abuelos ni a sus padres, infortunadamente si le vi morir a él. He procurado olvidar semejante incidente, pero no he podido hacerlo. Pues sí, le vi morir. Juan estuvo siempre obligado a hacer algo por mejorar su calidad de vida pero nunca lo hizo. Y cuando aquella mañana de agosto el salió despavorido, envuelto en llamas, clamando y gimiendo por ayuda, yo me mostré frío e indiferente. No preciso ser adivino para saber exactamente que sucedió, una vez más la vela de parafina se había derretido e iniciado una nueva llamarada, solamente que esta vez el
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estaba adentro, leyendo, y probablemente las llamas y el fuego lo habían devorado todo en cuestión de segundos. De seguro se le prendió fuego primero una manga de su saco de lana, cuando intentó liberarse de la molesta llama en cuestión, moviendo su brazo de un lado a otro, no hizo más que esparcir el fuego. Es probable que de tan acostumbrado que estaba a vivir entre los papeles y cartones no se haya dado cuenta de que estaba iniciando una tremenda catástrofe de la cual no le fue posible liberarse. Luego salió corriendo de su casa, algo que uno nunca debe hacer cuando está envuelto en llamas, pero no podía quedarse quieto y el desespero lo dominó. Sé que debí haber hecho algo por él en ese momento cuando desesperado y con los ojos llenos de lagrimas me gritó con su voz de flautista: - ¡Auxilio Atilio!...¡Ayuda! ¡ayuda que me quemo!-. La situación era tan insólita que apenas podía dar crédito a lo que veía, tenía la intuición de que algo así podría suceder pero uno permanece negándolo y ocultándolo hasta que finalmente la realidad alza su fea cabeza. Y esa era la realidad las llamas avanzaban por su ropa y las paredes de su casa, comenzando a asomar en la ventana, pero en la vereda y en la calle, aparte de mí que me encontraba barriendo las hojas de la vereda, no había más nadie. Pero yo aunque debí ayudarle, arrojando encima suyo una cubeta con agua, aunque pude haber hecho eso, no lo hice, la situación era muy absurda como para que hubiese tenido tiempo de asumirla como real. En cambio me alejé de allí, bajo el pretexto de que tenía que cumplir un encargue me despedí como siempre lo hacía él conmigo. Le dije: -La verdad es que quisiera ayudarte, pero no puedo, tengo que salir y atender un asunto urgente- tras lo cual tranqué con llave la puerta de mi casa y acto seguido no siendo capaz de frenar un
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deseo de despotismo que invadió mi ser me despedí con la misma frase que usábamos cada vez que nos encontrábamos: - Mucha suerte. Hasta luego-. Pero Juan no se quedó callado, es más, estaba obligado a hablar y así lo hizo diciéndome con un gemido abismal, mientras yo me alejaba dándole la espalda y olvidando toda amistad que entre nosotros hubiera existido: -¡Ayúdame Atilio! ¿qué puede ser mas urgente que esto por el amor de Dios! ¡no ves que me estoy calcinando? ¡arde Atilio! ¿no somos amigos? ¿es que no vez al menos que no hay nadie en la calle? (tenía razón en esto, el barrio del Conde Nado se vuelve insólitamente desierto en los momentos menos propicios para ello) ¡solamente tu me puedes ayudar! ¡por favooor!- . Pero yo hice caso omiso de sus súplicas, de haberlo hecho bien me hubiera evitado la sentencia que siguió y que fue pronunciada ya con una voz ultraterrena: -¡Ahh dejaste que me muriera! ¡vas a ver! ¡vas a ver dentro de un año maldito y desgraciado vecino! ¡voy a vengar esta falta de bondad y de compasión al prójimo! ¡ ¡yo siempre fui bueno contigo! ¡me vengaré, te lo juro! ¡te juro que lo haré!-. El resto de aquella jornada transcurrió de manera apacible, compré un par de ensaladas preparadas en el supermercado y cuatro filetes de lisa que me preparé a la plancha y quedaron sensacionales. Por si me olvidaba mencionarlo, cuando regresé del súper, encontré un montón de brasas rojo incandescente en el lugar donde había estado el cuerpo de mi vecino Juan consumiéndose bajo las llamas. En cuanto a la casa, los bomberos apagaron el fuego y otro montón un poco más grande de las mismas brasas color rojo había quedado en su lugar. Llegado este punto la pregunta que quede pendiente será que motivo tenía yo para referir todo esto. Pues sucede que hoy hace ya un año de la desgracia y aunque no creo
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que el espíritu de Juan se encuentre obligado a vengar una vieja falta de lealtad, -ocasional y de hecho la única que tuve para con él y que infortunadamente le costó la vida- regresando desde la tumba, temo que algo pudiera pasarme fortuitamente y por eso quiero dejar las cosas en claro: cuando Juan salió despavorido de su casa su cuerpo estaba ya seriamente comprometido por las llamas, aunque hubiese apagado el fuego no hubiese hecho la más mínima diferencia, Juan atravesó toda su casa cubierto en llamas sembrando el fuego por doquier y a causa de la puerta vetusta que tenía su aposento funcionó como una trampa. En cuanto a lo que supuestamente dije que dijo unas cuantas líneas antes, no estoy seguro de ello, es harto probable que a causa del shock que me produjo la situación le haya escuchado decir cosas que en realidad no dijo, he visitado ya a un psicólogo, dos psiquiatras y tres parapsicólogos y estoy convencido que donde yo creí escuchar palabras solamente hubieron gemidos de desesperación. Dicho esto puedo descansar tranquilo, nada tengo que temer, mi vida seguirá apacible como hasta ahora . Por la noche. De madrugada: Pero si estoy tranquilo ¿por que temo? ¿porqué no puedo conciliar el sueño hoy? ¿porqué siento como si una ráfaga de aire frío emanada de sus restos carbonizados ha abandonado ya el sepulcro y se aproxima en dirección a mi casa?. ¿Porqué no puedo tranquilizarme ni con mis pastillas que me han calmado siempre?. Ya está, ya llega, pronto acabará todo. Oigo su voz: -Atilio, vengo para cumplir mi misión ¿recuerdas?. Hoy se vence el plazo. No hay para donde escapar, pero estoy seguro que te encantará venir conmigo ¿ o no era acaso esto lo que querías cuando me dejaste consumir por las
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llamas? ¿estas arriba Atilio? no te escondas debajo de la cama porque igual voy a encontrarte... ahí voy querido vecino...amigo...-.
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II De una noticia en un diario local: “En hechos que aún no han sido precisados en el día quince de Agosto de dos mil siete, la casa de Atilio Mancebo, el conocido empresario y banquero, ardió completamente en llamas. Según testimonios del jefe del cuerpo de bomberos este tipo de incendios tan intensos y virulentos no son frecuentes en la zona. Probablemente se deba a un desprendimiento de algún cable de alta tensión producto de la fuerte pero pasajera ventisca que azotó a la ciudad durante unos cuantos minutos ayer por la madrugada. De todos modos, no se excluye la contribución de algún escape de gas o el hecho de que el empresario pudiera tener en su casa algunos galones de nafta, alcohol, keroseno o algún otro comburente. Cuando los bomberos llegaron a la zona del siniestro explicaron que no se encontró a ninguna persona con vida, ni tampoco se llegaron a encontrar los restos del infortunado empresario quien probablemente se encontraba profundamente dormido cuando comenzó el incidente. De cualquier manera, si fue encontrado algo, que una vez analizado pudiera servir para determinar las causas del mismo: un puñado bastante cuantioso de una brasa de color rojo incandescente, en lo que una vez fue el baño de la casa y del cual ahora solamente quedan unas cuantas ruinas carbonizadas. Este tipo de cenizas, de una contextura extraña y de una tonalidad bastante inusual no resulta visible a primera vista, por lo cual se requiere revisar los escombros con cautela para detectarle. Sin embargo, desde hace poco más de un año suele aparecer con bastante frecuencia entre los restos de los incendios que se suscitan en nuestra ciudad, y especialmente entre los acaecidos en el barrio del Conde Nado”.