El Tren

  • November 2019
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  • Words: 1,799
  • Pages: 5
EL TREN Alétheia J’ arrive, bien sûr j’arrive. N’ai-je jamais fait d’autre qu’arriver. Jacques Brel.

(Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... ) Negro. No veo nada. Luces, de repente. ¿Estoy en un andén? ¿Qué es esto? Hay alguien vestido de uniforme delante del tren. Parece un revisor. Me está haciendo señas. Voy. Un momento, tengo que ...sí, usted también. Bienvenido. ¿Por qué me mira así? No me diga que no lo sabe. En el fondo es cierto, ¿comprende? Está aquí por la misma razón que todos nosotros. Busca algo. Busca desesperadamente, cada vez que sale a la calle, cada mañana a la hora de levantarse, bajo las piedras, en las aceras, dentro de los corazones. ¿Qué busca? Yo no se lo puedo decir, y es probable que usted ni siquiera se haya dado cuenta. Pero si ha llegado hasta este lugar, si nos ha encontrado, es debido a la búsqueda incesante que lo mueve. Ahora acompáñeme, por favor. (Comienzan a vibrar los cristales. El hombre se agarra a la baranda de la escalerilla, sin pensarlo. Mira asustado a su alrededor. Despacio, todo se aleja, toma velocidad, se desvanece. Se ha puesto en marcha el tren. ) No sé qué significa esto. ¿A dónde vamos? Creo... (Se interrumpe para asir con más fuerza la baranda. Sus pies vacilan sobre la plataforma pero no se cae, y yergue desafiante la cabeza.) Creo que se equivoca conmigo. Yo no les estaba buscando, ni siquiera recuerdo cómo he encontrado esta estación. En cuanto hagamos una parada volveré a (Los ojos del hombre se clavan en algún punto a lo lejos. Frunce el ceño, se angustia. El revisor sonríe.) ¿A...? Es imposible. Este es un viaje sólo de ida, y no hacemos altos en el camino. No se preocupe, aquí nadie sabe ya su nombre, tampoco la ciudad en la que vivían ni el tiempo que transcurrió desde que cogieron el Tren. (Animándolo a entrar con un pequeño tirón de la manga) Supongo que no irá a pasar la noche ahí fuera; le esperan en el vagón comedor. (Con la mirada aún perdida, el hombre balbucea algo que se pierde entre el traqueteo. Atraviesa por fin la puerta entreabierta y desaparece en la sombra del pasillo. El revisor lo observa marchar y saca de uno de los bolsillos de su uniforme un silbato

dorado; parece llevárselo a los labios y soplar, pero no se oye el silbido. Entra a su vez y cierra la portezuela tras él. Fuera comienza a oscurecer.) Dios mío, me estoy volviendo loco. Cuidado aquí, hay algo en el suelo...un escalón. Ya está. Esto es absurdo, no entiendo nada, por qué estoy en un tren si no he comprado un billete, ni tenía intención de viajar, desde cuándo hay una estación en...en... No veo nada, estamos a oscuras, parece que... Allí, una luz, al fondo. Debe ser el vagón comedor. Volviendo a, no sé en que estaba pensando... La estación, sí, recuerdo el andén, la cara del revisor diciéndome que buscaba - ¿qué buscaba?-, la barandilla, agarrarme, en movimiento de repente... Tiene que serlo, oigo ruido de vajilla, hay más gente. Bueno, en cierto modo es un alivio que yo no sea el único que... ¿Qué? (El vagón comedor es largo y está bañado en una luz dorada, cálida. Parece tener más espacio del que se sospecha desde el exterior del tren, aunque probablemente sea por efecto del reflejo infinito que devuelven varios espejos colocados detrás de la barra. Todas las mesas están ocupadas. Aquí y allá suena un entrechocar de platos, taconeo de los camareros, el anuncio de un nuevo pedido. Las conversaciones de los comensales se mantienen en un murmullo tenue y espaciado con silencios. Algunos han levantado la mirada para observar al hombre, que todavía ocupa el umbral, indeciso. A la izquierda de la puerta hay una mesa para dos en la que un viejo se entretiene desmigando pan. El viejo hace un gesto con la mano al hombre.) Siéntese conmigo, joven, si lo desea. Aún no me han traído la cena. Gracias. Supongo que acaba de llegar. (Lo observa a través de unos ojos grandes y aguanosos, contorneados de múltiples arrugas) Tiene esa expresión... Confuso, ¿no? Es normal; pronto se acostumbrará. Como ve, aquí nadie tiene prisa por terminar el viaje, al contrario. (Interrumpiendo) Escuche, no quiero ser maleducado, pero se equivoca si cree que estoy al tanto de lo que está sucediendo. ¿Qué viaje es éste? ¿De dónde hemos salido, cuál es su destino? Vaya, así que no sabe... Hum. Es curioso, los demás pasajeros no hacen tantas preguntas. No se debe usted alarmar por eso. (Pausa) Bueno, parece que tendré que ser yo el que le aclare sus dudas. Se lo explicaré todo, no se preocupe. Si me lo permite, antes cenaremos. ¡Camarero! ¡Camarero! Traiga lo mismo para este señor, haga el favor. ¡Va! Me duele la cabeza. ¿Qué me está pasando? Creo que este anciano me toma el pelo, aunque no sé... Los camareros le conocen, será un habitual del trayecto o el jefe... Me

traen sopa, humea, el vapor lame los cristales. Es de noche. Sólo vemos nuestras caras a través de la ventana. ¿Ya estaba oscuro cuando llegué? Extraño, no lo había pensado antes. Qué buena está. Me siento mejor, más tranquilo. Realmente reconfortante. Vaya, han puesto música. Es agradable... Mmm. Toda esta gente, ¿de dónde vendrán? No había nadie más en la estación donde me subí, creo. Al menos no me pareció. Claro que estaba ocupado intentando no caerme, je. Lástima porque siempre soy tan puntual. Ha debido ser eso, el shock, lo que me produce estas lagunas de memoria. Estrés, quizás. También el dolor de cabeza. ¿Qué? Ah, gracias. Un poco de pan. Crepes de salmón. Cuánto tiempo que no las probaba. En fin, supongo que mañana me encontraré mejor. No es cosa de organizar un alboroto por tan poca cosa. Qué iba a pensar este señor. Luego le pido una aspirina. Ahí fuera no se ve nada, ni una luz. (Suena un cuarteto de cuerda, andante. Durante un rato comen en silencio. Finalmente llega el postre, confit de granada, y las infusiones. El viejo sonríe, distante.) Hay una maravillosa cocina, ¿no cree? Las crepes son su especialidad, suerte que ha llegado antes de que se enfriaran. Realmente estoy sorprendido de que haya tan buen servicio en el tren, nunca había viajado de noche. Quiero decir, en tren. En avión y en coche sí, claro, pero no en tren… No suelo cogerlo a menudo, la verdad. Un poco lento. ¿Usted sí? He notado cierta familiaridad entre... Estoy hablando demasiado, perdone mi indiscreción. Nada de eso, puede hacer las preguntas que quiera. Tiene razón, me conocen; digamos que colaboro en el mantenimiento, la calidad de la acogida, ya sabe. No soy un directivo, si es a lo que se refiere. ¡Ah, vaya! Bueno, ojalá mi trabajo fuese tan cómodo. Yo hago... Me dedico a (Se hace rígido su gesto y mira estupefacto a su interlocutor. El viejo le devuelve la mirada con un aire entre curioso y divertido, luego acerca la tetera.) ¿Más té? Sí, por favor. Así...ya. Gracias. (Mientras revuelve en la taza, las facciones del Hombre se destensan.) No sé qué le estaba diciendo; se me ha borrado completamente. Seguro que no tenía importancia. Debería descansar. (El hombre asiente, ensimismado. Pasan unos minutos durante los que sólo se escucha los sorbos de ambos. La orquesta ha dejado de tocar. El viejo apura su té y consulta un reloj de bolsillo bastante descascarillado.) Es culpa mía, le estoy entreteniendo demasiado. Se ha hecho tarde y dentro de poco llegaremos a destino.

(Emergiendo de su sopor) Al contrario, lo he pasado muy bien charlando con usted. Espero verle mañana. Encantado. (Ambos se levantan y se dan la mano. El hombre se aleja, duda un momento y vuelve.) Qué tontería, se me ha olvidado preguntarle... ¿Cómo encuentro mi cabina? Lo pone en el billete, claro. ¿El billete? Pero... Mire en los bolsillos, se lo habrá guardado mientras cenábamos. A ver... ¡Sí, éste es! Hay unas cifras en el reverso, 20-12-88 /... Qué coincidencia, es la fecha de mi cumpleaños. ¿Cuál de ellos es el número de puerta? No son esas cifras, me refiero a... (El viejo le arranca el papelito azul de las manos. Algo de lo escrito en él le extraña, porque observa al hombre como si no lo hubiese visto antes. Murmurando una excusa inaudible, se marcha con el billete.) ¿¿Y ahora qué?? ¿Es que me han dado un billete mal impreso? Pero mi nombre está escrito en él, no pueden negarme una cabina... Quizá alguien la haya ocupado sin permiso. Sí, debe ser eso. Espero que no tarde. Me siento cansado, no, más bien confuso. Algo me impide pensar, recordar... Es inútil. Puede que la cena. No fue pesada, sin embargo. En fin. Mañana otro día. Me duele la cabeza. (Se abre la portezuela de golpe. Entra el viejo con el revisor. Visten caras de preocupación.) Es él. Sí, me acuerdo. Le costó subirse al tren, lo tuve que convencer. Ya nos habíamos puesto en marcha y entró por los pelos. No pensé que ¡Ya veo que no pensaste! ¡Ni siquiera le pediste el billete! Con que hubieses echado un vistazo no tendríamos este problema. De no ser por Perdonen, ¿qué ocurre? ¿No hay sitio para mí? El billete ¡El billete está incompleto! (El viejo se lo tiende y señala su dorso.) ¿Ve? Falta la segunda fila de números. Usted no tendría que estar aquí.

Hay que hacerle volver en seguida, no falta mucho para que lleguemos. ¡Oiga! Tengo derecho a terminar el viaje. El billete es mío, está bien claro ahí puesto. Si no me dan ahora mismo mi cabina, tendrán problemas, ¡me quejaré a la compañía! Traigánme el libro de reclamaciones. (El revisor mira al viejo y ambos estallan en carcajadas. ) ¿Es que me están tomando el pelo? ¡He dicho que quiero el libro de reclamaciones! Me temo que no hay tal cosa. Escuche, no puede comprenderlo. Siéntese mientras nosotros solucionamos esto, ¿eh? Será como si lo hubiese soñado todo. ¿De qué habla? Le repito (Con una fuerza insospechada, el Viejo lo empuja hacia su asiento y lo sujeta. En el techo hay un panel acristalado que el Revisor rompe y retira. Aparece un tirador rojo, que tiene inscrita en letras doradas la frase “en caso de emergencia”. La agarra y de repente desaparecen los camareros y el resto del pasaje. Quedan sólo el revisor, el viejo y el hombre. ) Esperamos verlo de vuelta pronto, señor. Adiós. (El revisor tira del asa. Fundido en negro) Negro. Arriba, una luz blanca. Me molesta en los ojos, parpadeo. ¿Dónde estoy? Había un hombre diciéndome que buscaba, que buscaba, que ¡¡Se nos va, se nos va!! Carga a doscientos. Doscientos. ¡Fuera! (Bip-bip...Bip-Bip...Bip-bip)

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