El Muerto Rodolfo

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EL MUERTO RODOLFO

Uno de ustedes me contó y yo se lo cuento de vuelta, que por las casas del barrio, un hecho terrible, de sangre, de barro. La señora saca a los niños mirones de la casa en cuestión y los dirige hacia las rodillas de sus padres y cuñados. “Bajo esta frazada de lana yace el pobrecito tirado” Muchos detalles no voy a dar, mas que decir que bajo la manta yacía muertito uno de estos perros de barrio, estos que mueven la colita cuando uno pasa caminando. “¡Quien pudo haber sido, quien podría ser tan malo!” Los adultos se miran. Todos se quedan callados. Tras un momento, uno levanta la mano, con una voz ronca una señora dicta el veredicto del caso. “Sin duda alguna el Muerto Rodolfo fue el que se acriminó con este perro guacho. Solo es él quién a los perros anda matando, solo es él quien los vidrio de las casas rompe y las escaleras de barro deshace saltando.” Rodolfo, Ronald, Ricardo, Renato, muchos nombres le habían puesto a este personaje que había muerto desde hace años. Muerto pero no tanto, ya que tras años de finado este personaje seguía deambulando por el barrio y cada vez que algo malo pasaba las viejas decían: “El Muerto Rodolfo, el Muerto Rodolfo tiene la culpa de todos estos daños”. Entre los adultos que su mirada de ave habían adormilado, siempre nombraban al muerto Rodolfo como una excusa para tapar con su nombre sus delitos, sus mañas y sus pecados. Mas no se habían enterado de una verdad muy cierta. Y esta verdad verdadera es que el Muerto Rodolfo existía y en ese preciso momento los estaba escuchando, mientras de pena una lágrima pudo haber caído desde sus ojos hasta sus zapatos, desde su axila y por su oreja, por sus muslos y por sus brazos. Lloraría si tuviera lágrimas, mas solo le alcanzaba para sorbetearse los mocos que tenía colgando. Lloraría por el perro

que habían matado, lloraría por las mentiras que los adultos habían hablado, lloraría como podían llorar los muertos, muertos, pero no tanto. Lloraría si pudiera llorar, pero uno de los problemas que tenía Rodolfo era que desde muerto solo podía imaginar que caían sus lágrimas, por estas cosas y por cosas del tiempo pasado, aunque si pudiera hacerlo realmente, Rodolfo lloraría más de las cosas que no se había acordado. Si. El problema principal de Rodolfo era que no recordaba y mas específica y mortalmente, el Muerto Rodolfo no recordaba como había muerto, lo que no lo dejaba quedarse dormido, ni para dormir la siesta, ni para el sueño eterno. Se le perdieron sus recuerdos, y junto a eso, varias partes de su cuerpo. Talvez.. . sus piernas por cerro Cordillera, sus manos por la escalera donde un viejo estaba pasando, sus ojos en la cazuela de la señora de la esquina, sus rodillas entre las papas del almacén del barrio. Así, casi sin pies, casi sin zapatos, sin recuerdos, muerto, pero no tanto, se subió a un caballo gigante que le estaba esperando. ¿De donde salió ese caballo? Ojo, yo solo transcribo lo que a mi el otro día me contaron. Nunca hay que desconfiar cuando del mundo de los muertos nos están hablando. Así como me creen lo que yo les estoy contando, Rodolfo tomó las riendas fantasmales de su fantasmal caballo y cerro abajo se fue cabalgando, salio de la cuidad se metió en los bosques, entre los quillalles y los litres apuró el paso. Por entre carreteras, chicherías, pájaros, túneles, museos, fuentes de soda, chumbeques, Rodolfo y su caballo se fueron andando, sin embargo nunca se acordaba ni para donde iba ni de donde venía cabalgando. Tanto cabalgaba y tanto olvido a Rodolfo lo fueron deteriorando, ya que por cada cosa que se le olvidaba, una parte del cuerpo se le caía rodando. Sus muslos en San Antonio, las uñas por Villa Alemana y las canillas por algún lado; sus labios en San Bernardo y sus dientes en Maipú, su pelo en Futaleufú, sus dedos en Futrono, sus dos pulmones en Osorno y una ceja en Longaví. Cuando solo quedaba el corazón que latía a punto de desaparecer, el caballo lo conduce a un pequeño gallinero, antes de que en el cielo se trenzara una lluvia desconocida. Como el corazón es ciego, Rodolfo solo se guió por el calor. Se arrastró con sus últimas fuerzas y llegó hacia un huevo que se estaba abriendo. Un pollito salía a conocer el mundo y apenas este dio sus primeros pasos amarillos, el corazón que estaba a punto de congelarse se metió dentro del

cascarón roto que había dejado el pájaro. Cuando estas muerto, o así me contaba mi abuela, el tiempo suele confundirse entre lo que pasa y lo que pudo haber pasado, simplemente no se pone de acuerdo si caminar hacia el pasado, hacia el futuro o hacia otra dirección que se le haya imaginado. En este caso el tiempo retrocedió, y avanzó de modo sincronizado, ya que introducido el corazón de Rodolfo en el cascarón del futuro gallo, este se cerró y comenzó a germinar un nuevo cuerpo para el finado. Fuera de él, el huevo continuaba el camino habitual que un huevo dentro de un gallinero tiene asignado. Recolectado por el dueño de la gallina, venido a una distribuidora de huevos, seleccionado por una obrera, etiquetado por un muchacho, transportado en una caja de huevo junto a otras cientas cajas de huevo, y transado desde el distribuidor de huevos por múltiples comerciantes hasta un almacén de Rodelillo, en donde una joven cualquiera de cabellos negros y sonrisa pasajera compra la caja pensando en una tortilla. Afuera de la caja el cielo esta cubierto de nubes y la tormenta está apunto de caer desde las nubes negras a las casas de la quebrada. Ya abrigada la muchacha se saca la chaqueta y se dirige a la cocina. Pone la sartén con aceite, quiebra el huevo y ¡Paf! La muchacha se va de traste al ver que al momento de quebrar el huevo aparece un hombre nadando en clara de huevo. La lluvia afuera empieza a caer mientras el Muerto Rodollfo no tiene nada que decirle a la mujer. Se siente hinchado de tristeza y no sabe como expresarla. Tiene un cuerpo pero no sabe de adonde vino. Siente que sus brazos están apunto de desprenderse, sus dientes de caerse y sus uñas de soltarse pero ocurre algo imprevisto. La casa, que no estaba muy bien construida tenía unas goteras en el techo. Sin que se diera cuenta una pequeña gota cae sobre la mejilla del Muerto Rodolfo. “¿Que es esto?” pregunta en voz alta. “Una lágrima” le dice la muchacha que apenas puede respirar. De pronto el Muerto Rodolfo recuerda, o cree recordar como se lloraba y desde sus ojos, desde sus mejillas, desde sus muslos, sus brazos sus uñas y su peo empiezan a caer todas las lágrimas que no había dejado caer desde no sabía cuando. Las lagrimas e empezaron a juntar en el piso y fueron formando imágenes, cuadros, que relataban toda la aventura, en muerte y en vida del Muerto Rodolfo, las que descifraron toda la tarde. Rodolfo le contó todo lo sucedido y al hablarlo nunca mas se olvidó de donde venía y nunca mas se

perdió cuando para delante caminaba.

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