EL MODERNO ANTI-MUNDO John Zerzan Existe hoy solo una civilizaci�n, una �nica m�quina global de domesticaci�n. Los continuos esfuerzos de la Modernidad para desencantar e instrumentalizar el mundo natural no-cultural han producido una realidad en la que virtualmente nada queda fuera del sistema. Esta trayectoria ya era visible en los tiempos de las primeras urbes. Desde aquellos tiempos Neol�ticos nos hemos acercado mucho m�s a completar la des-realizaci�n de la naturaleza, culminando hoy en un estado de emergencia mundial. La aproximaci�n a la ruina es una visi�n com�n, nuestro obvio no-futuro. Casi no es necesario destacar que ninguna de las pretensiones de la Modernidad/Ilustraci�n (en lo que concierne a la libertad, la raz�n, el individuo) son v�lidas. La modernidad es esencialmente globalizaci�n, masificaci�n, estandarizaci�n. La auto-evidente conclusi�n de una inexorable expansi�n indefinida de las fuerzas productivas da el golpe final a la creencia en el progreso. A medida que la industrializaci�n de China avanza a sobre-marcha, tenemos otro caso gr�fico a la vista. Historia de la renuncia Desde el Neol�tico, ha habido un constante incremento de la dependencia con la tecnolog�a, la cultura material de la civilizaci�n. Como Horkheimer y Adorno lo destacaron, la historia de la civilizaci�n es la historia de la renuncia. Se obtiene menos de lo que se pone. Este el fraude de la tecnocultura, y el coraz�n oculto de la domesticaci�n, el empobrecimiento creciente de uno mismo, de la sociedad, de la Tierra. Mientras tanto, los sujetos modernos tienen esperanza que, de alguna manera, la promesa de mayor modernidad sanar� las heridas que los afligen. Un aspecto definitorio del mundo presente es el desastre auto-construido, que se anuncia diariamente. Pero la crisis que enfrenta la biosfera es razonablemente menos destacada y notoria, por lo menos en el Primer Mundo, que la diaria alineaci�n, desesperaci�n y captura en una rutinaria red que controla sin sentido. La influencia sobre los m�s peque�os eventos o circunstancias nos vac�a a medida que el sistema de producci�n e intercambio destruye nuestras locales peculiaridades, distinciones y costumbres. Se han ido las anteriores preeminencias del lugar, reemplazadas progresivamente por lo que Pico Ayer llama la cultura de aeropuerto, sin ra�ces, urbana, homog�nea. La Modernidad encuentra sus bases originales en el colonialismo, as� como la civilizaci�n �en un nivel m�s fundamental- se funda en la dominaci�n. Algunos querr�an olvidar este elemento pivotal de la conquista, o trascenderlo, como en la f�cil nueva trans-modernidad de la pseudo-resoluci�n de Enrique Dussel (The Invention of the Americas, 1995). Scott Lash usa una manipulaci�n similar en Another Modernity: A Different Rationality (1999), un pobre t�tulo sin sentido dada su reafirmaci�n del mundo de la tecnocultura. Un fracaso m�s tortuoso es Alternative Modernity (1995), en el que Andrew Feenberg observa sabiamente que la tecnolog�a no es un valor que uno debe elegir a favor o en contra, sino un desaf�o sin fin a desplegar y multiplicar mundos. El triunfante mundo de la civilizaci�n tecnificada, que conocemos como modernizaci�n, globalizaci�n o capitalismo, nada tiene que temer de tales evasiones vac�as. Parad�jicamente, la mayor�a de los trabajos de an�lisis social brindan soporte a una acusaci�n del mundo moderno, pero fracasan al confrontar las consecuencias del contexto que desarrollan. David Abrahams, por ejemplo, en The Spell of the Sensuous (1995) brinda una revisi�n muy cr�tica de las ra�ces de la totalidad anti-vida, s�lo para concluir con una nota absurda. Ocultando las conclusiones
l�gicas de todo su libro (que deber�a ser un llamado a oponerse a los horribles lineamientos de la tecno-civilizaci�n), Abrahams decide que este movimiento hacia el abismo, despu�s de todo est�, basado en la tierra y es org�nico. De manera que tarde o temprano debe aceptar la invitaci�n de la gravedad y volver a la tierra. Una manera sorprendentemente irresponsable de concluir su an�lisis. Richard Stivers ha estudiado el ethos contempor�neo dominante de la soledad, el aburrimiento, la enfermedad mental, etc., especialmente en su Shades of Loneliness: Pathologies of Technological Society (1998). Pero su trabajo cae en el quietismo, tal como su cr�tica en Technology as Magic que termina en un esquivar similar: la lucha no es contra la tecnolog�a, que una manera simplista de entender el problema, sino contra un sistema tecnol�gico que es ahora nuestro medio-vital En The Enigma of Health (1996) Hans George Gadamer nos aconseja traer nuevamente los logros de la sociedad moderna, con todo su aparato automatizado, burocr�tico y tecnol�gico, al servicio del ritmo que sostiene adecuadamente la vida corporal. Nueve p�ginas antes, Gadamer observa que es precisamente este aparato de objetivaci�n el que produce nuestro violento extra�amiento de nosotros mismos. La lista de ejemplos podr�a llenar una peque�a biblioteca, y el show del horror sigue. Un dato entre miles es el asombroso nivel de dependencia de esta sociedad con la droga tecnol�gica. Trabajo, descanso, recreaci�n, no-ansiedad/depresi�n, funci�n sexual, realizaciones deportivas -�Qu� se escapa? Por ejemplo, el uso de antidepresivos est� ascendiendo entre los preescolares, (New York Times, April 2, 2004). Cuestionando el consenso Aparte del doble-lenguaje de incontables te�ricos semi-cr�ticos, sin embargo, est� el peso de la inercia no-apolog�tica de innumerables voces que aconsejan que la modernidad es simplemente inevitable y deber�amos desistir de cuestionarla. Dicen que es claro que en ning�n lugar en el mundo hay escapatoria de la modernizaci�n y es inalterable. Tal fatalismo se aprecia bien en el t�tulo de Michel Dertourzos What Will Be: How the New World of Information Will Change Our Lives (1997) Poco asombra que la nostalgia prevalezca, el apasionado deseo por todos lo que nos ha sido quitado de nuestras vidas. Las p�rdidas se acumulan en todas partes, junto a la protesta contra nuestro desarraigo y llamados por un retorno a casa. Como siempre, los partidarios de incrementar nuestra domesticaci�n nos hablan de abandonar nuestros deseos y crecer. Norman Jacobson (�Escape from Alienation: Challenges to the Nation-State,� Representations 84: 2004) advierte que la nostalgia, si abandona el mundo del arte o la leyenda, se hace peligrosa, una amenaza al Estado-Naci�n. Este medroso izquierdista aconseja realismo, no fantas�as: Aprender a vivir alienado es equivalente, en la esfera pol�tica, a dejar la seguridad de la cobija en nuestra infancia. La civilizaci�n, como bien sab�a Freud, debe ser defendida contra el individuo y todas las instituciones son parte de esa defensa. �C�mo salimos de aqu�, de este barco de la muerte? La nostalgia sola es poco adecuada para un proyecto de emancipaci�n. El mayor obst�culo para dar el primer paso es tan obvio como profundo. Si entender viene primero, deber�a ser claro que no se puede aceptar la totalidad y a la vez formular una aut�ntica cr�tica y una visi�n cualitativamente diferente de esa totalidad. Esta inconsistencia fundamental resulta en la relumbrante incoherencia de algunos de los trabajos citados antes. Regreso a la impactante alegor�a de Walter Benjam�n del significado de la Modernidad: Su rostro est� vuelto al pasado. Donde percibimos una cadena de eventos, ve una sola cat�strofe que se mantiene apilando ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. El �ngel querr�a quedarse, despertar a los muertos y reparar lo que ha sido aplastado. Pero una tormenta sopla del Para�so: ha apresado sus alas con tal violencia que el �ngel ya no puede cerrarlas. La tormenta lo impulsa
irresistiblemente al futuro, al que da la espalda, mientras que la pila de desperdicios delante suyo crece hasta el cielo. Esta tormenta es lo que llamamos progreso.(1940) Hubo un tiempo en que esta tormenta no rug�a, cuando la naturaleza no era un adversario a ser conquistado, domesticada en lo que es est�ril y sustituto. Pero hemos estado viajando a velocidad acelerada, levantando r�fagas de progreso a nuestras espaldas, hacia un mayor desencanto, cuya empobrecida totalidad hace ahora peligrar tanto la vida como la salud. La complejidad sistem�tica fragmenta, coloniza, rebasa nuestra vida diaria. Su motor, la divisi�n del trabajo, minimiza la humanidad en sus profundidades, descapacit�ndonos y pacific�ndonos. Esta especializaci�n estupidizante, que nos da ilusi�n de competencia, es clave, permitiendo predicar la domesticaci�n. Antes de la domesticaci�n, Ernest S�ller (Sword, Plow and Book, 1989) anot� que simplemente no hab�a posibilidad de un crecimiento comparable en complejidad con la divisi�n del trabajo y diferenciaci�n social. Por supuesto, hay un fuerte consenso que una regresi�n de la civilizaci�n acarrear�a un alto costo �apoyado por atemorizantes escenarios ficticios, muchos de los cuales no reflejan m�s que los actuales productos de la modernidad La gente ha comenzado a cuestionar la Modernidad. Ya un espectro est� rondando su fachada que se desmorona. En 1980 Jurgen Habermas tem�a que las ideas antimodernidad junto con un toque adicional de premodernidad hab�an alcanzado alguna popularidad. Una gran marea de tal pensar parece inevitable, y comienza a resonar en filmes populares, novelas, m�sica, fanzines, shows de TV, etc. Y es tambi�n un hecho triste que el da�o acumulado haya causado una gran p�rdida de optimismo y esperanza. La negativa a romper con la totalidad corona y consolida este pesimismo inductor-de-suicidio. S�lo visiones completamente fuera de la realidad corriente constituyen nuestro primer paso a la liberaci�n. No podemos permitirnos continuar operando en los t�rminos del enemigo. (Esta posici�n puede parecer extrema; el abolicionismo del siglo XIX tambi�n parec�a extremo cuando sus adherentes declararon que s�lo aceptaban una eliminaci�n de la esclavitud y que las reformas eran pro-esclavitud). Marx entendi� la sociedad moderna como un estado de permanente revoluci�n, en perpetuo movimiento innovador. La posmodernidad trae m�s de lo mismo, a medida que el cambio acelerado hace a todo lo humano (como nuestras relaciones m�s cercanas) fr�gil y deshecho. La realidad de este movimiento y fluidez ha sido elevada a virtud por pensadores posmodernos, que celebran la indecisi�n como condici�n universal. Todo es fluir, fuera de contexto, cada imagen o punto de vista es ef�mero y tan v�lido como cualquier otro. Este es el punto de vista de la totalidad posmoderna, la posici�n desde la cual los posmodernos condenan toda otra perspectiva. El fundamento hist�rico de la posmodernidad es desconocido en s� mismo, por tener una aversi�n fundamental a descripciones generales y totalidades. Ignorando la idea central de Kaczynki (Industrial Society and Its Future, 1996) que el significado y la libertad son progresivamente proscriptas por la sociedad tecnol�gica moderna, los posmodernos tampoco se interesaran en el hecho que Max Weber escribi� lo mismo casi un siglo antes. O que el movimiento de la sociedad, por as� decirlo, es la verdad hist�rica que los posmodernos analizan tan en abstracto, como si fuera una novedad que ellos solos (parcialmente) entienden. Evitando asir la l�gica del sistema como un todo, v�a un n�mero de �reas de pensamiento prohibidas, la posici�n de estos fraudes turbadores anti-totalidad es ridiculizada por una realidad que es m�s totalizada y global que nunca. La rendici�n de los posmodernos es un reflejo exacto de los sentimientos de desamparo que atraviesa la cultura. La indiferencia �tica y la auto-absorci�n est�tica unen sus manos a la par�lisis moral, en la actitud posmoderna de rechazo de la
resistencia. No sorprende que un no-occidental como Ziauddin Sardan (Postmodernism and the Other, 1998) juzgue que la posmodernidad preserva �a�n aumenta- todas las estructuras cl�sicas y modernas de opresi�n y dominaci�n. La moda cultural predominante puede que no disfrute mucho m�s de su vida enconchada. Despu�s de todo, es s�lo la �ltima oferta en el mercado minorista de la representaci�n. Por su naturaleza, la cultura simb�lica genera distancia y mediaci�n, supuestamente cargas inexorables de la condici�n humana. La mismidad ha sido s�lo una trampa del lenguaje, dice Althusser. Estamos sentenciados a no ser m�s que los modos a trav�s de los cuales el lenguaje progresa aut�nomamente, nos informa Derrida LO SIMBOLICO COMO IMPERIO La resultante del imperialismo de lo simb�lico es el triste lugar com�n de que el humano concreto no juega ning�n rol esencial en el funcionamiento de la raz�n o la mente. Al contrario, es vital para eliminar la posibilidad de que las cosas hayan sido alguna vez diferentes. La posmodernidad resueltamente elimina al sujeto del origen, la noci�n que no siempre estuvimos definidos y reificados por la cultura simb�lica. La simulaci�n en computadoras es el �ltimo avance en la representaci�n, su poder de des-corporeizar fantas�as es exactamente paralela a la esencia central de la modernidad La instancia posmoderna se niega a admitir la triste realidad, con claras ra�ces y din�mica esencial. La tormenta del progreso de Benjam�n presiona hacia adelante en todos los frentes. Interminables evasiones est�tico-textuales se apilan para la clasificaci�n de cobard�as. Thomas Lamarre ofrece una t�pica apolog�a posmoderna sobre el tema: La Modernidad aparece como un proceso o ruptura y reinscripci�n: modernidades alternativas involucran una apertura a la alteridad dentro de la modernidad Occidental, en el propio proceso de repetici�n o reinscripci�n. Es como si la modernidad misma es deconstrucci�n. (Impacts of Modernities, 2004). S�lo que no lo es, como si destacar esto fuera necesario. �Deconstrucci�n y destotalizaci�n no tienen nada en com�n! La deconstrucci�n juega su papel en el mantenimiento de todo el sistema, que es una verdadera cat�strofe, la actual, avanzando. La era de la comunicaci�n virtual coincide con la abdicaci�n posmoderna, una era de debilitamiento de la cultura simb�lica. La conexi�n debilitada y abaratada encuentra su an�logo en la fetichizaci�n del siempre-cambiante, significado sin base textual. Tragado por un ambiente que es m�s y m�s un inmenso agregado de s�mbolos, la deconstrucci�n abraza su prisi�n y declara ser el �nico mundo posible. Pero la depreciaci�n de los simb�lico, incluyendo el analfabetismo y el cinismo acerca de la narrativa en general, pueden conducir en la direcci�n de poner en cuesti�n todo el proyecto civilizatorio. El fracaso de la civilizaci�n en su nivel m�s fundamental se hace tan claro como sus multiplicadores efectos mortales en lo personal, lo social y en lo ambiental. Las oraciones deben confinarse a los museos si la vacuidad de la escritura persiste predijo Georges Bataille. El lenguaje y lo simb�lico son las condiciones de posibilidad del conocimiento, de acuerdo a Derrida y el resto. Sin embargo, vemos al mismo tiempo una constante disminuci�n en la comprensi�n. La aparente paradoja de una absorbente dimensi�n de representaci�n y una disminuci�n del significado hace finalmente que la primera se haga susceptible �primero de duda, luego de subversi�n. Husserl trat� de establecer una aproximaci�n al significado bas�ndose en el respeto a la experiencia/fen�meno tal como se nos presenta, antes de ser representada por la l�gica del simbolismo. No es peque�a sorpresa que este esfuerzo haya sido un objetivo central de la posmodernidad, que ha entendido la necesidad
de extirpar esta visi�n. Jean Luc Nancy expresa sucintamente esta oposici�n, decretando que No tenemos idea, ni memoria, ni presentimiento de un mundo que sostenga (sic) al hombre en su seno. (The Birth to Presence, 1993). Cuan desesperadamente aquellos que colaboran con la reinante pesadilla se resisten al hecho de que, durante los dos millones de a�os antes de nuestra civilizaci�n, esta tierra era precisamente un lugar que no nos abandon� y nos sostuvo en su seno. Amenazados por la enfermedad de la informaci�n y la fiebre del tiempo, nuestro desaf�o es explorar el continuo de la historia, como se dio cuenta Benjam�n es su �ltimo y mejor pensamiento. El vac�o, la homogeneidad, la uniformidad deben dar lugar al presente no-intercambiable. El progreso hist�rico est� hecho de tiempo, que firmemente ha devenido una monstruosa materialidad, regulando y midiendo la vida. El tiempo de no-domesticaci�n, de no-tiempo, permitir� en cada momento estar pleno de conciencia, sentimiento, sabidur�a y re-encantamiento. Se puede restaurar la verdadera duraci�n de las cosas cuando eliminemos al tiempo y a las otras mediaciones de lo simb�lico. Derrida, enemigo jurado de esta posibilidad, basa su negativa en la alegada eterna existencia de la cultura simb�lica: la historia no puede terminar, porque el juego constante del movimiento simb�lico no puede terminar. Este auto-de-fe es un voto contra la presencia, autenticidad, y todo lo que es directo, concreto, particular, �nico y libre. Estar atrapado en lo simb�lico es solamente nuestra situaci�n actual, no una sentencia eterna. UN MUNDO DE SIMULACIONES Es el lenguaje el que habla, en la frase de Heidegger. Pero �Fue siempre as�? Este mundo est� lleno de im�genes, simulaciones �como resultado de elecciones que pueden parecer irreversibles. Una especie, en unos pocos miles de a�os, ha destruido la comunidad y creado una ruina. Una ruina llamada cultura. Los lazos de estrechez a la tierra y a los otros �fuera de la domesticaci�n, ciudades, guerras, etc.- han sido da�ados, pero �no pueden sanarse? Bajo el signo de la civilizaci�n unitaria ha sido develado, el posible ataque fatal contra cualquier cosa viva y distinta, para que todos lo veamos. La Globalizaci�n, de hecho, s�lo ha intensificado lo que estaba en marcha mucho antes de la modernidad. La colonizaci�n y uniformizaci�n incansablemente sistematizada puesta primero en movimiento para controlar y domar, ahora tiene enemigos que la ven tal como es y lo que acarrea al final, a menos que sea derrotada. La elecci�n al comienzo de la historia fue, como ahora, la de la presencia versus la representaci�n Gadamer describe la medicina, b�sicamente, como la restauraci�n de lo que pertenece a la naturaleza. La curaci�n, como la remoci�n de todo lo que trabaja contra la maravillosa capacidad de la vida de renovarse a si misma. El esp�ritu de la anarqu�a, creo, es similar. Quitemos lo que bloquea nuestro camino y todo est� all�, esperando por nosotros.)