El Mejor Combustible Motivacional Por Arnaldo Ponce Agosto 2004 Universidad Católica de Honduras “Nuestra Señora Reina de la Paz”
El Mejor Combustible Motivacional
Resumen A través de la revisión de varios artículos relacionados con el tema de la motivación y la evaluación de algunas teorías, se analizó el planteamiento de los autores para identificar las estrategias más efectivas a la hora de motivar al empleado. Algunos de los “motivadores” planteados son el enriquecimiento del trabajo, los sistemas de evaluación del desempeño y los programas de incentivos. Tratamos de evaluar el desarrollo de estrategias para motivar al empleado a la luz de la teoría de la jerarquía de las necesidades, y nos trasladamos al contexto de la motivación de los empleados en las empresas hondureñas, en la búsqueda de “el mejor combustible motivacional” para ellos.
Introducción Una organización sin empleados motivados es como un vehículo sin combustible, ambos necesitan el combustible adecuado para funcionar de la mejor manera. Pero muchas compañías invierten en las marcas equivocadas de “combustible” motivacional – sueldos, bonificaciones, ascensos y otros beneficios. Los incentivos extrínsecos parecen ser la clave para inspirar a los empleados, pero estos mas bien bloquean los verdaderos detonantes de la motivación. En una empresa donde se pagan salarios inadecuados o las condiciones de trabajo no son precisamente las mejores, un incremento en los salarios y la prestación de nuevos beneficios, no precisamente motivarán al empleado para aumentar su productividad o afrontar sus responsabilidades con mayor ahínco y dedicación. Lo que realmente genera una motivación más duradera son las recompensas intrínsecas, responsabilidades que satisfacen nuestras más profundas necesidades de enfrentar nuevos retos, alcanzar un crecimiento y experimentar el logro. Cuando el trabajo provee estas recompensas, los empleados encienden sus propios motores de la motivación. Para liberar esta energía es necesario olvidarnos por un momento de la existencia de los incentivos extrínsecos, incluso de aquellos sistemas de medición del desempeño que terminan otorgando una recompensa económica al empleado. Estos mecanismos de motivación no impulsan el aprendizaje, la creatividad o la colaboración entre empleados. En lugar de usar incentivos extrínsecos las organizaciones deben orientarse al verdadero enriquecimiento del puesto a través del ofrecimiento de un trabajo altamente desafiante para el empleado, basado en lo que realmente lo motiva y lo fortalece. Es necesario ayudar a la gente a poner toda su pasión para alcanzar los 1
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objetivos corporativos. Los empleados generalmente están más motivados por un trabajo que les estimula mientras tratan de alcanzar las metas de la compañía. De este modo la empresa puede alcanzar y mantener altos niveles de desempeño.
La Propuesta Herzberg (1968) ofrece algunas estrategias para el enriquecimiento de los puestos como una medida para satisfacer en el empleado sus necesidades de responsabilidad, retos y logro, tratando de mantener sus motores bien abastecidos del “combustible” motivacional apropiado. Por ejemplo, eliminar algunos controles para incrementar la responsabilidad del empleado, dar al empleado la responsabilidad de manejar un proceso completo o una unidad, asignar tareas desafiantes nunca antes asumidas por el empleado, y asignar trabajos especializados permitiéndole al empleado convertirse en un experto. “Si le doy una patada a mi perro, él se moverá. Y cuando quiero que él se mueva nuevamente, ¿qué debo hacer?: sencillamente patearlo de nuevo. De modo similar, yo puedo cargarle las baterías a una persona, y luego recargárselas, y recargárselas nuevamente. Pero cuando se tiene un autogenerador, entonces estamos hablando de motivación. En ese momento uno ya no necesita estímulos externos, uno sencillamente quiere hacer las cosas.” (Herzberg, 1968, p. 4) La Teoría de la Motivación‐Higiene de las actitudes en el trabajo está basada en la observación de eventos en la vida de ingenieros y contadores. Al menos otras 16 investigaciones, usando una gran variedad de poblaciones fueron realizadas convirtiendo la investigación original en uno de los estudios más replicados en el campo de las actitudes en el trabajo. Estas investigaciones sugieren que los factores involucrados en la satisfacción en el trabajo están separados y son distintos de aquellos que conducen a la insatisfacción. Estos dos sentimientos no son opuestos uno del otro. El opuesto de la satisfacción en el trabajo no es precisamente la insatisfacción, sino mas bien la no satisfacción en el trabajo. De igual forma, el opuesto de la insatisfacción en el trabajo no es la satisfacción, sino la no insatisfacción. Según ésta teoría, los motivadores o factores intrínsicos como el logro, el reconocimiento, el trabajo en sí mismo, la responsabilidad y el crecimiento están relacionados con la satisfacción en el trabajo; mientras que aquellos factores extrínsecos denominados por Herzberg (1968) como factores de higiene, están mas relacionados con la insatisfacción como las políticas de la compañía y la 2
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administración, la supervisión, las relaciones interpersonales y las condiciones de trabajo. En el intento por mantener un recurso humano motivado dentro de las organizaciones se ha desarrollado una gran variedad de prácticas orientadas a “motivar” al empleado. Algunas de esas prácticas son: reducir el tiempo que el trabajador pasa en el lugar de trabajo, incrementar los salariales, otorgar beneficios, entrenamiento en relaciones humanas, entrenamientos de sensibilización, mejorar las comunicaciones, procurar una retroalimentación, incrementar la participación del empleado, entre otros. La teoría de la Motivación ‐ Higiene sugiere que el trabajo debe ser enriquecido para hacer un uso eficiente del recurso humano. El término enriquecimiento del trabajo se refiere a un intento sistemático de motivar al empleado a través de la manipulación de los factores intrínsecos (motivadores). El enriquecimiento del trabajo representa una oportunidad para los empleados de alcanzar un crecimiento psicológico. Podemos resumir en cinco los principios para el enriquecimiento del trabajo propuestos por Herzberg (1968): • Incrementar la responsabilidad del empleado eliminando algunos controles. • Asignar a la persona la responsabilidad de un proceso completo o unidad de trabajo. • Poner la información a disposición directamente de los empleados en vez de hacerla llegar a través de los gerentes. • Preparar a los empleados para que puedan asumir tareas nuevas o más difíciles que nunca han realizado antes. • Asignar a los empleados tareas especializadas que les permitan convertirse en expertos. A través del uso de estos principios lograremos que el empleado experimente un mayor sentido de responsabilidad y logro, con nuevas oportunidades de aprender y crecer continuamente. Los principios de la administración basada en objetivos continúan influenciando la mayoría de los programas de incentivos. Pero este enfoque tiene serios defectos, pues ignora las necesidades y metas personales de los empleados y en su obsesión por medir los resultados desencadena una fuerza laboral desmotivada y desmoralizada. Levinson (1970) trata de explicar el arte de desarrollar sistemas de evaluación del desempeño más efectivos y eficientes. 3
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Si nos encontramos con una empresa que define claramente sus objetivos, trata de ligar el desempeño de los empleados a las metas organizacionales y además estima los salarios y ascensos en función de los logros individuales de los empleados; estamos frente a un sistema que tiene sus bases en la Administración por Objetivos (APO), un enfoque en la evaluación del desempeño popularizado en los años 60. El problema con todos los sistemas de evaluación del desempeño basados en la administración por objetivos es que estos generalmente dan como resultado una fuerza laboral desmoralizada, en vez de empleados verdaderamente motivados. Esto se debe a que los sistemas de evaluación del desempeño ignoran las necesidades, aspiraciones y metas de los individuos, enfocándose únicamente en lo que los empleados pueden hacer por la empresa. Los sistemas de evaluación del desempeño basados en los objetivos de la organización tienen serios defectos: • Les falta el lado humano: ignoran aspectos claves que pueden obtenerse a través de la respuesta a preguntas como ¿cuáles son los objetivos personales de los empleados?, ¿qué necesitan ellos de su trabajo?, ¿qué relevancia tienen los objetivos organizacionales respecto a sus sueños y aspiraciones?, ¿qué hace que los empleados se sientan bien acerca de ellos mismos?. • Sacrifican la calidad por la cantidad: enfatizando la cuantificación caen en la trampa de desestimar aquellos elementos no cuantificables del trabajo donde el empleado encuentra una fuente de mayor satisfacción. Para llegar a construir un sistema de evaluación del desempeño más efectivo, las organizaciones deben tomar en cuenta las siguientes consideraciones: • Evaluar los sistemas de evaluación: ¿el sistema de evaluación del desempeño ve los empleados como ratas en un laberinto, manejados y manipulados?, o por el contrario, ¿adopta una posición de compañerismo genuino entre los empleados y la compañía, influenciándose mutuamente?. • Incluir el establecimiento de metas grupales y la evaluación respectiva: los trabajos de los empleados en la organización son interdependientes, de ahí la importancia de familiarizar los grupos e individuos, así como el establecimiento de metas de corto y largo plazo. Es importante propiciar que los empleados se reúnan regularmente para apoyarse unos a otros, además de evaluar y determinar su efectividad en el desarrollo de tareas compartidas. • Evaluar a los evaluadores: es importante que los subordinados evalúen a sus jefes, basado en los resultados de dichas evaluaciones se puede compensar a los jefes en 4
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función de lo bien que apoyan a los empleados en la realización de sus tareas y en la búsqueda de un mayor desarrollo profesional. Alentar en los empleados la autoevaluación: hay que considerar las conversaciones individuales con los empleados para ayudarles a esclarecer sus metas y necesidades. Hay que hablar con ellos de sus experiencias más gratificantes, descubrir las cosas que le dan impulso a sus vidas y tratar de relacionarlas con los objetivos de la organización. El resultado será una fuerza laboral comprometida, energizada y enfocada en lograr un mejor desempeño.
Si las necesidades de un individuo no se acoplan con las de la organización es necesario evaluar esa discrepancia para llegar a decidir si la persona estaría mejor fuera, y la empresa estaría mejor con otra persona cuyas necesidades se acoplan mejor. “Prometerle una recompensa a un empleado aparentemente desmotivado, es algo así como ofrecerle agua salada a alguien que está sediento.” (Kohn, 1993, p. 7) Si tratamos de construir una fuerza laboral más comprometida, colaboradora y creativa debemos pagarle a los empleados por la excelencia, pues no necesariamente. La mayoría de las organizaciones estadounidenses que implementan programas de incentivos para recompensar la calidad pueden estar cometiendo un grave error. Algunos estudios han demostrado que las personas que esperan una recompensa por el cumplimiento de una tarea generalmente tienen un desempeño menos favorable comparado con aquellos que no esperan recompensa, particularmente si la tarea requiere mayor esfuerzo mental. En el nivel ejecutivo los estudios revelan una correlación mínima e incluso negativa entre el sueldo y el desempeño, medido con base en la rentabilidad de la empresa y otros criterios. Ya sea a través de darle al empleado una participación en las acciones de la compañía, pagarle comisiones u otras recompensas como “el empleado del mes”, el pago en función del desempeño solo nos conduce a un comportamiento satisfactorio temporal. Estas prácticas pueden modificar el comportamiento del empleado en el corto plazo, pero esto no cambia las actitudes que rigen el comportamiento del individuo. Si deseamos una fuerza laboral realmente motivada y comprometida con la organización es necesario comprender en primer lugar el costo real de un sistema de pagos basado en el desempeño, finalmente esto nos conducirá a proponer mejores estrategias para lograrlo. 5
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Los sistemas de pagos basados en el desempeño tienen un alto precio para las organizaciones en seis aspectos: • El pago no motiva: indudablemente la gente necesita el dinero, pero cuando se les pregunta qué es lo que más les importa, éste llega a ocupar el quinto o sexto lugar en su lista de intereses. El hecho de disminuirle el sueldo a una persona definitivamente tendrá efectos negativos en el desempeño, pero al incrementarlo no necesariamente obtendremos una mejora significativa. • Las recompensas castigan: las recompensas no son tan diferentes a los castigos. Los empleados solo hacen una pequeña distinción entre no recibir una recompensa esperada y ser castigados. Los sistemas de pago basados en el desempeño generalmente hacen que el empleado se sienta manipulado, en vez de sentirse motivado para explorar, aprender y progresar. • Las recompensas rompen las relaciones: cuando forzamos la gente a competir, el trabajo en equipo se evapora. Cuando el empleado visualiza a sus compañeros de equipo como obstáculos para su éxito, éste ejerce presión en el sistema para obtener beneficios individuales. En vez de solicitar ayuda a su superior, esencial para mejorar el desempeño, los empleados tratan de resolver los problemas por su cuenta para demostrar que son competentes. • Las recompensas ignoran las causas detrás de los problemas: para resolver los problemas los gerentes deben entender las causas: ¿los empleados no están bien preparados?, ¿no están dispuestos a colaborar?, ¿están agotados?. Muchos gerentes usan las recompensas como sustitutos de lo que los empleados realmente necesitan: una retroalimentación adecuada, apoyo y espacio para la autodeterminación. • Las recompensas matan la creatividad: los incentivos alientan al personal a enfocarse en lo que ellos reciben por cumplir una tarea, no en lo que ellos pueden ganar si asumen riesgos, exploran nuevas posibilidades y hacen uso de su intuición. Los empleados pueden manipular los procesos de ejecución de las tareas o manifestar un comportamiento poco ético para alcanzar “las cifras” esperadas. Para terminar la tarea de la forma más expedita posible, los empleados se vuelven simplistas y previsores, no enfrentan desafíos. • Las recompensas minan el interés: si su meta es la excelencia no existen incentivos artificiales que igualen el poder de la motivación intrínseca: las personas trabajan porque realmente aman lo que hacen. Las recompensas minan la motivación intrínseca del empleado haciéndole sentir que lo tienen controlado y modificando su percepción acerca del verdadero valor de su trabajo, especialmente cuando se trata de tareas interesantes y complejas. Cuando las personas ven que su trabajo es dirigido desde afuera, es decir que ellos no tienen el control sobre lo que hacen, y además consideran que éste no tiene mérito, no lo enfocarán comprometidos con la excelencia. 6
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En Contraste Es difícil definir cuál es el mejor “combustible” cuando buscamos la máxima motivación del recurso humano en nuestras organizaciones. Algunos piensan en el dinero como principal motivador de los empleados, otros se enfocan en las condiciones de trabajo, la relación supervisor‐empleado etc. Pero ¿cuál de estos “motivadores” funciona mejor?: en respuesta a esta pregunta es necesario evaluar la estrategia en el contexto y las circunstancias en que será implementada. En propuesta, autores como Hezberg (1968), Levinson (1970) y Kohn (1993) exponen sus argumentos respecto a algunos incentivos que pueden llegar a considerarse como “el mejor combustible motivacional”. De acuerdo con los estudios realizados por Herzberg (1970) que lo condujeron a proponer su Teoría de la Motivación–Higiene, él nos plantea que el enriquecimiento del trabajo resulta una mejor estrategia para motivar a los empleados en comparación con otras como: incrementos salariales, bonificaciones, ascensos y otras recompensas extrínsecas. Levinson (1970) nos presenta un análisis profundo de los sistemas de evaluación del desempeño basados en los objetivos organizacionales, y nos propone una serie de aspectos a considerar para desarrollar sistemas de evaluación del desempeño que realmente motiven al empleado. Por su parte, Kohn (1993) hace una evaluación crítica de los programas de incentivos tradicionalmente utilizados por las organizaciones como estrategias para motivar a sus empleados e incrementar la productividad, encontrando una serie de deficiencias por las cuales dichos programas pueden no dar los resultados esperados. Las investigaciones que apoyan las conclusiones de los autores antes mencionados se desarrollaron en el contexto de las organizaciones estadounidenses en los años 60’s, 70’s y principios de los 90’s respectivamente. Tomando en consideración éstas conclusiones surge la pregunta obligada: ¿Resultarán válidas si las trasladamos al contexto de las empresas hondureñas?. Para responder a la interrogante planteada es importante reconocer que los “motivadores” no tienen un efecto constante en el desempeño del individuo, pues lo que hoy nos impulsa a alcanzar un objetivo en particular, mañana puede no tener el mismo efecto; todo está en función de una condición dinámica de la satisfacción de necesidades. Además, no existe un “motivador” de aplicación general para todos los empleados, pues cada uno puede tener necesidades y aspiraciones distintas. Como parte de la función de dirección que todo gerente debe desempeñar en cualquier nivel de la organización, está la tarea de mantener motivado al empleado para alcanzar los objetivos organizacionales. Para cumplir con esta tarea el gerente debe procurar conocer individualmente a cada uno de sus subordinados y 7
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mantenerse en un proceso constante de generación de estrategias que le permitan encontrar “el mejor combustible motivacional” que encienda los motores de cada uno de ellos. Si analizamos la situación a la luz de la teoría de la jerarquía de las necesidades desarrollada por Abraham Maslow en 1954, podemos llegar a ciertas conclusiones respecto a la validez actual, en el contexto de las empresas hondureñas, de las conclusiones presentadas por Herzberg (1968) , Levinson (1970) y Kohn (1993). En ésta teoría Maslow (1954) se formula la hipótesis de que dentro del ser humano existe una jerarquía de cinco necesidades: fisiológicas, de seguridad, sociales, de estima y de autorrealización. Conforme cada una de estas necesidades se satisface sustancialmente, la siguiente se vuelve dominante. Desde el punto de vista de la motivación, una necesidad sustancialmente satisfecha ya no motiva. De aquí se desprende la importancia que tiene para el gerente el hecho de entender en qué nivel de la jerarquía de necesidades está cada uno de sus empleados, de este modo podrá enfocarse en desarrollar estrategias que le permitan motivarlos en función de la satisfacción de sus necesidades. Buscando sustento empírico a la idea que se quiere presentar, se consultó a 20 gerentes de distintos niveles en 7 empresas de Tegucigalpa respecto a ¿cuál es la estrategia que mejor le ha funcionado para motivar a sus empleados?. 16 de ellos admitieron haber tenido buenos resultados aplicando uno de los “motivadores” más ampliamente criticados: el dinero, ya sea a través de incrementos salariales, bonificaciones o comisiones. Estos resultados no pueden llevarnos a concluir que el dinero es “el mejor combustible motivacional”, pero si nos permiten inferir que su efectividad en la motivación de los empleados en el contexto de las empresas hondureñas está íntimamente relacionada con las condiciones económicas y sociales que imperan actualmente en nuestro país. No se pretende desestimar la importancia que tienen para la motivación de los empleados algunas estrategias como la aplicación de los principios para el enriquecimiento del trabajo, el desarrollo de sistemas de evaluación del desempeño y programas de incentivos más efectivos. Para decidir respecto a la viabilidad de implementar una estrategia para motivar a los empleados es necesario llevar a cabo un análisis profundo de los aspectos culturales, económicos y sociales imperantes en el contexto en que se desenvuelven los empleados, éste análisis nos permite una mejor estimación de su jerarquía de necesidades. 8
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Referencias Herzberg, F. (1968). One More Time: How Do You Motivate Employees?. Harvard Business Review, Motivating People, January 2003 Konh, A. (1993). Why Incentive Plans Cannot Work. Harvard Business Review, September‐October Levinson, H. (1970). Management by Whose Objectives?. Harvard Business Review, Motivating People, January 2003 Maslow, A. (1954). Motivation and Personality. New York: Harper & Row Robbins, S. (1999). Comportamiento Organizacional. México: Prentice Hall
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