El Mar, El Anillo Y La Sirena_alfredo_repetto

  • November 2019
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El mar, el anillo y la sirena (Alfredo Repetto)

Las aguas cálidas de Monte Hermoso y el sol abrasador del verano invitaban a introducirse en el mar. Era el primer día de vacaciones y por lo tanto la primera zambullida. La ola se formaba frente a mí y no sentí cómo él se deslizaba entre mis dedos. Se fue, lo perdí. El símbolo de una unión se esfumó en la inmensidad del océano. El anillo fue arrastrado por la corriente hasta aguas más profundas y quedó depositado en un lugar de mucha fauna. Los peces atraídos por el brillo se aproximaban a investigar. En una cueva en las rocas un gran cangrejo miraba la escena. Cuando por fin los peces dejaron la curiosidad de lado, el cangrejo se arrimó al anillo, lo tomó con una de sus pinzas y emprendió un viaje a través de las corrientes del mar, para llegar a la gran caverna donde habitaba la madre de todas las criaturas de aquellas aguas, su madre. En la caverna la luz de centenares de objetos preciosos iluminaba a una bellísima sirena que recibió al cangrejo con un cariñoso beso, tomándolo en sus manos con el amor que sólo una madre protectora puede ofrecer. -¡Veo que me has traído un obsequio! ¡Qué bellísimo regalo, lo guardaré en un lugar especial! -Gruuuuu… Grau, club -Sí, mi querido hijo cangrejito, lo verás cuando quieras. -Glub gruuuuu. -No, no sé qué es… pero podremos averiguar. La sirena se puso en campaña para descubrir de qué objeto se trataba y a través de la magia de los oráculos del mar hizo la pregunta. -Oh, mar profundo en conocimiento, poderoso gigante, hogar de todos los que vivimos a tu merced… Y arrojó algunos caracoles y otros objetos como monedas y piedras preciosas dentro de una concha vieira llena de perlas. -… ¿qué poderoso objeto es este que ha llegado a mis manos? Y el mar no tardó en responder, una fuerte corriente movió los oráculos manifestando la respuesta, de una manera que la sirena, sabia lectora de aquellos talismanes pudo comprender de inmediato. Al interpretar que se trataba de una alianza que simbolizaba la unión de dos seres que se amaban entre sí, se sintió conmovida. -Mi querido cangrejo tendremos que encontrar al dueño de este anillo cueste lo que cueste. -Glub glub gruuuuu. -Porque es el símbolo del amor entre dos seres y deben recuperarlo. La sirena revolvió todos aquellos objetos hasta que finalmente encontró lo que buscaba: su cetro y su corona que le permitían tener una visión del mundo exterior. Con el anillo entre sus dedos tuvo la visión de un hombre que se subía a un vehículo terrestre y se marchaba de la playa. Era demasiado tarde. El verano siguiente para la misma fecha la sirena con su cetro y su corona, vigilaba la playa desde la mañana hasta la caída del sol. Por fin después de algunos días reconoció al dueño del anillo. Era un señor que jugaba con un par de chiquillos en la orilla del mar. La

sirena colocó el anillo dentro de la más hermosa de las conchas de caracol que poseía y envió a su querido hijo cangrejo a llevarla a la orilla. Revolviendo conchillas en la arena un niño en compañía de su abuelo encontró aquel bellísimo caracol. -¡Mirá abuelo, qué lindo es! -Es hermoso. Y qué sorpresa se llevó cuando de adentro de aquel caracol cayó su alianza perdida. Se emociono muchísimo, ¡cómo podía ocurrir que después de un año se reencontrara con su anillo al que tanto había extrañado. Miró a su alrededor y sólo vio un enorme cangrejo. Sin embargo sintió la sensación de estar siendo observado y vio en aquel cangrejo algo más que un simple crustáceo. -Bueno, dicen que el mar todo lo devuelve, esta casualidad me ha dado una gran satisfacción. El sol se ponía en el horizonte. Era la última familia que quedaba en la playa. Después de levantar los equipos de playa, se iban subiendo al automóvil. -¡Mirá abuelo hay una mujer en el agua y tiene una corona! -¿Adónde vez una mujer con una corona? -Allí abuelo. Y de pronto vio algo que se hundía en el mar. Unos instantes después vieron unas aletas como si fuera de un gran pez que se sumergía en la profundidad del océano, entonces comprendió que el azar no era responsable del haber encontrado su alianza, pero sí que en aquel inmenso y desconocido mundo submarino alguien reconocía el valor del amor.

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