NICANOR MOLINARE
EL COMBATE DE
LA CONCEPCION TOMO I
SANTIAGO DE CHILE IMPRENTA CERVANTES DELICIAS 1167. _______ 1912
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EL COMBATE DE LA CONCEPCION INTRODUCCION Tandem, quum Persa via per mons invenio, Leonidas, dimissus socius, una cum omnis Spartanus, fortissime, dimíco.- Las Termópilas. Por fin, habiendo descubierto los Persas una senda al traves de los cerros, despidió Leonidas a los aliados i sucumbó con sus espartanos, combatiendo con todo valor. Las Termópilas. La historia de la humanidad tiene pájinas ínmortales escritas con sangre i en defensa del terruño querido, de la ciudad, de la montaña, del valle, de la raza, de ese nimbo de gloria con que envuelve el proscrito a su tierra desde la lejana rejion en que vive suspirando por sus lares; de esa aureola bendita que rodea la imájen de la concepcion mas bella inventada por la especie humana, reconocida por el orbe entero, cuna sagrada de las grandes naciones, madre de la inspiracion de los poetas, nace la idea mas grandiosa que pueda haber surjido del cerebro huno: La Patria! Por salvar la honra de Esparta, Leonidas, el año de 480 ántes de Jesucristo, contesta a Jerjes: “Prefiero morir por mi patria a sojuzgarla” Eran 300 espartanos, 400 hombres de Tebas i 700 soldados de Tespis, en todo 1,400 lejionarios mandados por Leonidas. Aquellos soldados cumplieron con su deber, menos uno, Efialtes, que traicionó a los griegos i otro que huyó. Grecia levantó a sus héroes un monumento, en su zócalo grabó este verso de Simonides, “Caminante, ve a Esparta i dile: que yacemos aquí por obedecer a sus leyes” Numancia i Sagunto asombran al mundo con la heroica resistencia que a Roma i a sus jenerales oponen aquellos indómitos ibéricos. Pero, en aquellos asedios, el vencedor toma a mas de un prisionero que arrastra tras su carro en el Stadium, en el Foro de la capital del mundo. Viriato i sus compañeros, han dejado estampado en el firmamento, sus gloriosos nombres e inmortalizado la patria. Le Venguer, salta su Santa Barbara. Se hunden en el mar los colores de la primera República Francesa, pero algunos escapan de aquella hoguera de glorias! Ricaurte en los albores de la independencia de América, con mano firme, con pulso certero, con frialdad heróica, acecha el momento oportuno, i al encender el volcan de pólvora que tiene a la mano, hace saltar a una division enemiga; él unicamente, escala la inmortalidad. En Méjico, durante la guerra franco-mejicana, un destacamento frances es atacado por centuplicadas fuerzas nacionales.
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Las veteranos de Sebastopol, los vencedores de Majenta i Solferino, se baten i resisten diez horas, al fin se rinden. El enemigo, en Camaron erije un monumento a los franceses, ordenando a sus rejimientos que cada vez que tropas mejicanas desfilen por frente a ese solitario sitio, batan marcha en homenaje al valor i disciplina de los héroes que ahí sucumbieron por Francia envueltos en su bandera! En Camaron salvaron seis soldados de la 3.ª Compañía de la Lijion Extranjera; el sargento Maine i los legionarios Schaffuer, Wensell, Fritz, Pinzinguer i Bunowick. No todos murieron! En la alborada del 23 de Diciembre de 1598, un sobrino de San Ignacio, don Martin Garcia Oñez de Loyola, gobernador de Chile, de nobilísima estirpe guipuzcoana i caballero de la Órden de Calatrava, fué derrotado, vencido i muerto a orillas del Lumaco. En el pintoresco sitio denominado Curalava o Curalau - piedra partida- Pelantarú toqui araucano, Anganamon i Guaiquimilla, caciques de la tierra de Angol, al frente de valerosa indiada atacaron í esterminaron sin piedad, a los esforzados conquistadores de Arauco. En esa jornada acompañaban a los cincuenta españoles de Oñez de Loyola cien indios ausiliares, dicen algunos autores, número que otros hacen subir a trescientos. Sea de ello lo que fuere, el hecho es que, en Curalava, se peleó bien, salvando cuatro peninsulares; dos que fueron ultimados poco despues, el clérigo don Bartolomé Pérez i el soldado Bernardo de Pereda, a quien por muerto se dejó en el campo. Los demas con Oñez de Loyola, envuelto en los rotos pendones de Castilla, quedaron todos a orillas del hermoso Lumaco, probando a España i al mundo, que sus hijos saben siempre cumplir con su deber. I ya que de sacrificios heroicos tratamos i recordando estamos la patria de Lautaro, no pasemos por alto el sitio de Villa Rica; ni dejemos sin anotar la heróica i sublime resistencia, que el Capitan Rodrigo de Bastidas, opuso desde Diciembre de 1599 a Febrero de 1602, al las indómitas huestes de Anganamon i Pelantarú. Dos años, un mes i dias duró el asedio de Villa Rica, i al fin, el 7 de Febrero de 1602, el toqui araucano dio el último asalto, que fué peleado por Bastidas i sus únicos diez bravos adalides que le quedaban. La lucha fué terrible, espantosa, murió el capitan Bastidas, í el bravo araucano consiguió tomar unos cuantos prisioneros, cautivas guardó a todas las mujeres. En Santa Rosa de Trancoyan, lugarejo vecino a Quirihue, un fuerte destacamento del Batallon Granaderos de Chile, en 29 de Octubre de 1813, fué atacado por fuerzas realistas inmensamente superiores, al mando del coronel don Juan Antonio Olate, chileno que, por desgracia, campeaba en el real hispano. Los Granaderos de Infantería no contaron al enemigo; se parapetaron hasta con lios de charqui i empeñaron el combate; quedaron en el campo envueltos en los pliegues de la inmaculada bandera de mi patria el capitan don Pedro José Valenzuela i el teniente don Rafael Valverde i gran parte de aquella invicta tropa. ¿Los demas qué se hicieron? Un niño, un adolescente los mandaba, el subteniente don Gaspar Manterola, que después de haber perdido mas de la mitad de su efectivo i de pelear por mas de seis horas, aprovechando la noche, cargó a la bayoneta sobre los realistas, rompió sus masas i la diana del 30 de Octubre lo encontró en Quirihue! Los huesos de mas de la mitad de aquellos leones están ahí, en Trancoyan, pero el nombre purísimo de Chile, su lema inmortal ¡Vencer o Morir! ha quedado incólume! ¡I llegamos a Iquique, al 21 de Mayo! ¡Salve, día inmortal, jornada de gloria, sublime canto entonado a la patria, a la inmortalidad! Que mas quisiera yo, pobre narrador de las hazañas de mi Chile, que poder escribir, diseñar siquiera ese combate, que ha merecido las descripciones mas hermosas e inspirado a los grandes vates de mi nacion! Predecesor, nauta heróico que señaló la derrota del sacrificio i del civismo a las lejiones de Chile, Arturo Prat i los suyos, fueron los pilotos que demarcaron la estela que Carrera Pinto, Ramírez, Barahona, Pérez Canto, Montt, Luis Cruz, Vivar, Diego Garfias, Urriola, Valdivieso i Jordan, surcaron mas tarde en Tarapacá i en heróico i sin igual combate i sacrificio de la Concepción. Como un saludo respetuoso a los manes ilustros de Carrera Pinto, Julio Montt Salamanca, Luis Cruz M., Arturo Pérez Canto, Manuel Jesus Silva i demas martires de aquel combate i holocausto en que todos los hombres, mujeres i niños murieron, vamos a narrar la accion del 9 i 10 de Julio de 1882 a fin de que se
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grabe en la mente de la jeneracion actual i de los hombres del mañana el modo i forma como los soldados de Chile respetan el santo juramento de morir antes de rendirse. I tambien queremos escribir esta épica accion como un recuerdo, un alerta para nuestros hombres de Gobierno; para los que rijen los destinos de la patria, los que vigilan nuestras fronteras i guardan los depósitos de nuestra seguridad i nuestra honra a fin de que jamas cedan un palmo de Tacna i Arica, llave de oro del arca de hierro de Tarapacá, en que se guardan los tesoros de la República, nervio de la guerra e inconmovible cimiento de su grandeza. Piensen, mediten primero nuestros dirigentes en la sangre vertida en la campaña del Pacífico, aquilaten el valor heróico de nuestros soldados, recuerden los cruentos sacrificios de aquella crudísima guerra i en seguida declaren si es posible, si se puede siquiera pensar , imaginar aun, devolver al Perú, nuestro eterno i falaz enemigo, lo que conquistamos a punta de sable i bayoneta; y lo que es la seguridad de nuestra frontera norte. Dígaselo al Perú, sencillamente, que Chile no entrega Tacna i Arica; que nos deje en paz! Que no turba nuestras labores; i que si quiere la guerra, si esta listo para luchar, nuestro país acapta el reto e irá cantando a la campaña. Pero que, si por cuarta vez, los descendientes del Cid, de Lautaro, de O'Higgins, de Caupolican i de Carrera, clavan la enseña de mi patria en Lima, ya puede e1 Perú escribir en las murallas de la vieja capital del virreinato, la leyenda romana: ¡DELENDA EST PERÚ!
La escuadra española de Pinzon Corría el año de 1863; el 28 de Abril, por primera vez en su vida de mar, i con la insignia de Castilla al tope, la goleta española “Covadonga” echaba el ancla en Valparaíso; saludaba la plaza i a los buques neutrales surtos en la bahia i poco despues, su apuesto comandante don Luis Ferí se dirijia a tierra. El 5 de Mayo 1883, del mismo año 1863, la fragata “Resolucion”, daba a su vez fondo en nuestro primer puerto, i su jemela, “La Triunfo”, tomaba su fondeadero, tambien en Valparaíso, en la noche del 9 del mismo mes i año. En “La 'Triunfo” flotaba al viento la insignia del comandante en jefe de la escuadra hispana, jeneral don Luis Hernández Pinzon. Desde los días de la independencia, desde 1818, en que por última vez quemaron su pólvora los marinos españoles en Valparaíso, la bandera peninsular no habia visitado los mares porteños. ¿Su mision era de paz? Asi lo creyó nuestro hidalgo pueblo; i entre vítores, músicas i hosanas, recibió a aquellos nautas, que navegando desde Cádiz venían, desde el 10 de Agosto de 1862. Sin embargo, aquellas naves, encubierta comision, debian llenar. Los secretos rincones de la artera diplomacia peruana, guarden aun la clave enigmática de su viaje, que tan caro costó a España i tambien a Chile, que a fuer de buen hermano desenvainó su tizona para defender los conculcados fueros de la América. Alguien ha creido ver, en la arribada al Pacífico de esta pequeña escuadra, que se aumentó mas tarde con la “Numancia”, “Villa de Madrid” i “Vencedora”; con la “Almansa”, “Berenguela Blanca” i el “Marques de la Victoria”, sencillamente una llamada que hacian algunos malos hijos del Perú, a la madre España, para entregar su patria al Gobierno monárquico de la metrópoli. La verdad del hecho es que, nuestros archivos diplomáticos guardan piezas i notas curiosísimas, firmadas por nuestro altivo i honrado Encargado de Negocios en Lima, en la época de nuestra referencia, señor don José Nicolás Hurtado, que demuestran cuán tenebrosa i anti-patriótica fué la conducta del Presidente del Perú, Peset i el círculo que lo sostenia; i que examinadas con calma estudiadas sin pasion, dejan el íntimo, amargo convencimiento, que los gobernantes del Perú en esa fecha, abrigaban la decidida idea de vender su patria a España! Cupo la gloria de debelar esa tenebrosa i maquiavélica conjuracion, a nuestro intelijente Ministro señor Hurtado; a don Mariano Ignacio Prado, entonces Coronel del Ejército peruano, la de echar por tierra al traidor Gobierno de Peset i de sus paniagundos.
Pinzon i Mazarredo 4
Pinzon i sus tres barcos permanecieron poco tiempo en nuestras aguas; el almirante careenó sus naves, refrescó a su jente en Val paraíso i proas al norte, se dirijió al Callao; en esas aguas habia de cumplir mas tarde su oculta mision. I mientras que don Luis Hernández Pinzon arriba al Callao don Eusebio Salazar i Mazarredo, desde Panamá, cita para reunirse en Lima al almirante español. Salazar i Mazarredo, en la “Covadonga”, goleta rapidísima para aquellos tiempos, hizo el viaje desde el Istmo; i el 18 de Marzo de 1864, desembarcó en el Callao, trasladandose inmediatamente a Lima. Don Eusebio Salazar i Mazarredo, traía la investidura de Ministro Residente de S. M. C. en Bolivia i el de Comisario Estraordinario de España en el Perú; i añadiremos nosotros, el de mentor i fiscal del almirante don Luis Hernández Pinzon.
Ocupacion de las Chinchas I de un salto llegamos a la islas de Chinchas, a donde el 10 de Abril de 1864 fondean las fragatas hispanas “Resolucion” i “Triunfo” i la goleta “Covadonga”. A su bordo vienen Salazar i Mazarredo, Pinzon i Merino Ballesteros. En las islas, rico depósito de guano, se encuentra el bric-barca de guerra “Iquique”, que monta cuatro cañoncitos i mantiene izada la bandera del Perú. En tierra, en las islas, no hai fortificacion ninguna; su gobernador el capitan de navio don Ramon Valle Riestra, manda en las guaneras; i para su respeto, cuenta con el “Iquique” i con 200 hombres de infantería de marina i algunos empleados mas de hacienda. En Chinchas existian en Abril de 1864, cuando aparecieron la “Triunfo”, “Resolucion” i “Covadonga”, los 200 hombres de la guarnicion, 160 presidarios i un mil pobladores; i en el mar “El Iquique”. “En la bahia fondeados 70 a 80 buques marcantes de todas las nacionalidades”. El 10 de Abril de 1864, despues de un breve ultimátum, el almirante Pinzon tomaba posesion de las Chinchas, sin disparar un tiro; i en el “Iquique” i en tierra flameaba tranquilamente el hermoso estandarte que ostenta en su escudo el león de España. Ni un solo disparo, ni siquiera una onza de pólvora, quemaron aquellos infelices descendientes del Sol, a quienes el secular astro del día borrado tiene del escalafon de sus súbditos! Sencillamente, se entregaron, dejando izar el hispano, el ibero león en lugar de la enseña del Sol! I rápida, cual centella que rasga las nubes en obscura i tormentosa noche, la fatal noticia llegó a Santiago. Chile se puso de pié; la independencia del Perú, los fueros de la América libre i soberana, habían sido pisoteados! Hollados los principios de independencia, conculcadas las leyes internacionales! Chile, la mano en su espada, cubierto con su escudo de justicia i libertad, cojió el guante que a la frente del Perú arrojara España, i se lanzó altivo, sin temor, a la guerra. Una alianza defensiva i ofensiva se pactó entre Chile, Perú, Bolivia i Ecuador; se proclamó la guerra; desde 1864 a 1866, tronaron los cañones en las riberas del Pacífico, cargados por Chile, cabeza, brazo i corazon de aquella campaña, en que no cosechamos mas gloria que las del Papudo i de Abtao, i el bombardeo e incendio del indefenso Valparaíso. El Perú salvó, merced a Chile, su independencia en esta ocasion como en 1838-1839, don Manuel Búlnes lo habia sacado de las garras de Santa Cruz, con Buin í Yungai. La alianza de 1864 no estaba rota; la paz con España no se habia firmado; Chile, con razon, dormia tranquilamente el sueño del laborioso hombre de trabajo, sin preocuparse de sus vecinos del norte. Sijilosa i calladamente el Perú atisbaba el momento, la oportunidad, la hora, para herir cobardemente i a mansalba al hermano que le habia dado independencia en 1821, libertad en 1839, i salvado del vilipendio en 1864. En 1866, el 2 de Mayo, la guerra estaba en su apojeo; el año de 1868 arribaban al Pacífico el “Huáscar” i “La Independencia”; la supremacia naval del Perú era indiscutible en cuanto al material de guerra; por lo que respecta a equipajes, a nervio i a corazones, eso no pudo comprar en Europa el almirante chileno Salcedo que trajo los dos blindados nombrados.
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La paz reinaba en América í especialmente en el Pacífico. Chile habia como bueno ayudado a sus hermanos; el Perú estaba libre de enemigos, don Casto Méndez Núñez, despues de apagar los fuegos de las poderosas baterias del Callao, de hacer saltar La Torre de La Merced i matar al Ministro de la Guerra, coronel Gálvez, abandonó las aguas del Perú i volvió a España a dar cuenta de su campaña. Don Casto Méndez Núñez, cuando arribó a las costas peninsulares con orgullo, pudo esclamar: señores, he mantenido mi lema, que es el de España;
¡PRIMERO HONRA SIN BARCOS, QUE BARCOS SIN HONRA! El Tratado Secreto de 1873 Brisas de paz soplaban en todo el continente sudamericano. Chile, ocupaba sus lejiones en estender sus fronteras del sur: conquistaba, pacificaba a la Araucania. Tendia rieles; unia a Santiago con Concepción; embellecia sus ciudades; cultivaba sus campiñas; i en el campo inmenso de la industria empleaba toda la fuerza vital i potente de su pueblo. I cuando mas bríllaba la paz, sijilosa i calladamente, Pardo aquel peruano, a quien la mano de Dios cortó el hilo de la existencia valiéndose de un infeliz pretoriano, arrastró no digamos a Bolivia, que Adolfo Ballivian i Mariano Baptista, no fueron jamas los jenuinos representantes de la patria de Arce, de Camacho, Campero, Salinas Vega i Corral, a una alianza ofensiva i defensiva en contra de Chile! En Lima, el 5 de Abril de 1873, Manuel Irigoyen i Serapio Reyes Ortiz, firmaron el tratado secreto perú-boliviano. Ballivián i Baptista refrendaron a su vez esa misma ruin celada en la Paz de Ayacucho, a los 16 días del mes de Junio de 1873. Manuel Pardo i su ministro José de la Riva Agüero, hijo de aquel gran traidor que vendió su patria a España en 1821, i a quien Bolívar por asco no fusiló, tuvieron la grata fruicion de poner sus nombres al pié de ese trabado secreto, que los deshonró para siempre ante la historia, en Lima a 30 de Abril del mismo 73. En Marzo de 1879, Lavalle tenia el atrevimiento de presentarse en Santiago, en mision especial de parte del Perú; i cuando se le echó en cara la existencia del tratado secreto de 1873, con todo el tupe del cholo, del afeminado i maquiavélico limeño, negó a firme la existencia de aquel inmundo pacto. Nuestro hábil i valiente Ministro en Lima, don Joaquin Godoi Cruz, habia develado aquellos protocolos; sostenido con altivez i dignidad la honra nuestra i los justos procedimientos de Chile, en el conflicto con Bolivia. Godoi, desde que descubrió la tenebrosa trama secreta, no descansó un momento i con el mas ardoroso patriotismo, lo repetimos, defendió los intereses de la República, las vidas i haciendo de todos los chilenos que poblaban los ricos departamentos peruanos de Tarapacá, Pisco, de la Libertad i Lima.
La guerra en 1879 El 14 de Febrero de 1879 se ocupaba a Antofagasta: pocos días mas tarde flameaba el pabellon chileno en Mejillones, Caracoles, Tocopilla i Cobija. El 5 de Abril del mismo año de 1879 se proclamaba, por bando en Santiago, la guerra al Perú i a Bolivia:; i el anciano notario don Nicarnor Yaneti, tenia la honrosa comision de leer al pueblo aquel documento famoso qué fué firmado por el probo i gran Presidente don Aníbal Pinto. El mismo, 5 de Abril de 1879, en Lima, se daba publicidad al tratado secreto de 1873, que el día antes todavia negaba Lavalle en Santiago.
Estado del Ejército En realidad de verdad, nuestro pais no se encontraba preparado para la guerra; la Marina i el Ejército a consecuencia de la estrechez de nuestro presupuesto, habian sido cruelmente disminuido; apenas si podiamos juntar 3,000 hombres escasos. Mas, si la cifra, el número de nuestros lejionarios era insignificante, no sucedía lo mismo en cuanto a jefes, oficiales i clases.
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En aquellos días, en Marzo de 1879, Lagos i Barceló, don José Antonio Gutierrez, Federico Castro, Emeterio Letelier, los Bulnes don Manuel i don Wenceslao, Estanislao del Canto, Demófilo Fuenzalida, Vargas Pinochet, Daniel Garcia V, i muchos otros mas, se encontraban o retirados en sus casas, en asamblea, o sirviendo honrosos puestos civiles. Existian, en relativa abundancia los maestros del arte; materia prima sobraba; el patriotismo era exhuberante; formar el ejercito que cosechó los innumerables triunfos de 1879 a 1884, fué negocio que, dado el espíritu guerrero de nuestra raza i el ardor bélico de nuestro pueblo, resultó tarea fácil, a la vez que abrumadora para los veteranos de Arauco, que tuvieron a su cargo la instruccion de todos los cuadros de reclutas que poblaron nuestros cuarteles en aquellos hermosos e inolvidables días. Pero si la faena resultaba hacedera, i los cuadros de la futura gran armada de República se rellenaban con rapidez asombrosa, el Gobierno a su vez, vió que al paso que iba, tendria ántes de poco que encontrarse con que las filas del Ejército de Línea se habian aumentado a una cifra tan elevada que los emolumentos nacionales no podrian soportar su pago por mucho tiempo. Estábamos embarcados en una empresa colosal; la hora era por demas solenme, i retroceder, hacer un alto, en aquellos instantes, habria sido un crimen. I para no cargar al erario con la pegada responsabilidad de organizar un ejército únicamente de línea, se ideó la movilizacion de la guardia nacional. En Marzo, en los primeros días de aquel inolvidable Marzo de 1879, el día tres, se decretó la formacion de las Brigadas Cívicas de la Recoleta, Santa Lucía, Campo de Marte i de Yungai. Los señores Domingo de Toro Herrera, Arturo Claro, José Manuel Borgoño F. i Miguel Felipe del Fierro, fueron nombrados respectivamente comandantes de las unidades citadas. I como el trabajo actual tiene por objeto narrar el sacrificio de La Concepcion i los que allí sucumbieron, vivando a la lejana patria, sonriendo a Chile, cuando fueron oficiales i soldados del Chacabuco 6º de Línea, se nos disculpará que por esta vez nos ocupemos solamente del batallón que organizó don Domingo de Toro Herrera, que brillante papel jugó en las campañas de Tarapacá, Tacna, Lima i La Sierra.
La Brigada de La Recoleta la organiza don Domingo de Toro Herrera. A dos cuadras escasas de la iglesia del Cármen Bajo, del convento de Monjas Carmelitas de la vieja Cañadilla, hoi Avenida de la Independencia, a dos cuadras decíamos, al norte del santuario nombrado i en el costado oriente, existía en Marzo de 1879 una casa, de no mui humilde apariencia, signada con el número 45. Moraba en esa mansion un entusiasta vecino de aquel populoso barrio, que vive aun venturoso en su hogar i respetado i querido por todos los que tienen la dicha de contarse en el número de sus amigos i relaciones; i aunque sabemos que vamos a herir su innata modestia, nuestro amigo estimado, don Julio de la Cuadra; nos disculpará lancemos su nombre en estos mal hilvanados recuerdos, que era de don Julio la casa número 45, i en ella hubo de tener lugar la primera reunion para organizar la Brigada de la Recoleta, jeneradora del batallon movilizado Chacabuco. A don Domingo de Toro Herrera cúpole el alto honor de ser designado primer jefe de la Brigada recoletina; hombre, práctico, alentado i entusiasta, buscó inmediatamente entre los vecinos del populoso barrio ultramapochino, al hombre, al soldado, que uniese al conocimiento del proletariado de la Recoleta i Cañadilla, el espíritu militar i la disciplina necesarias para organizar en debida forma su brigada. I el hombre elejido fué don Luis de lat Cuadra, veterano del antiguo 7.º de Línea, que se habia batido mui bien en Cerro Grande i que tenia fama de buen instructor, a la vez que de hombre de letras. El comandante de Toro Herrera, tenía ya mayor; oficiales, tropa, uniforme, armas, cuartel, nada habia, faltaba todo; existia sí el santo entusiasmo i la actividad asombrosa del futuro jefe del movilizado Chacabuco, que habia de formar en el populoso barrio ultra-mapochino el primer cuerpo movilizado de la campaña de 1879 a 1884, porque Navales era uno de los veteranos de Abtao. I en una noche de la primera semana de Marzo de 1879, la brigada fué formada. El día 3 en el escritorio de don Julio de la Cuadra, habitacion colocada en primer término al costado izquierdo de la casa número 45 de la Cañadilla, tuvo lugar la primera reunion, a que citó don Domingo de Toro Herrera, para elejir la oficialidad de su brigada, buscar cuartel e iniciar los trabajos tendientes a levantar el cuerpo, cuya organizacion se le habia encomendado.
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Serian las ocho de esa memorable noche cuando, presidida por el comandante de Toro Herrera, se abrió la sesion en el escritorio del señor Julio de la Cuadra. No hubo acta, ni lectura de documento alguno, ni oficios, ni tramitación escrita ninguna. Presidió el comandante de Toro Herrera con su llaneza acostumbrada, i presentes se encontraron en aquella histórica junta don Luis i don Julio de la Cuadra, don Roman Espeche, don Carlos Campo, don Vicente Dávila Baeza, don Santiago Luna, don Roberto Ovalle Valdés, don Temístocles Castro, don Moisés Campo, don Ramon Bustamante, don Julio Olmedo Búlnes, don Juan Antonio Ibañez, don Fernando Pardo, don Ramon Sotta Dávila i el que estos renglones escribe, que llegó a la casa citada acompañado de don Cárlos Campos. No fue larga aquella sesion, que mas bien fué breve, porque el novel comandante Toro Herrera probó desde esa noche que era hombre llano, mui activo, mui patriota, bien intencionado, caballeroso. Desde ese momento i durante toda la campaña su lema, sus propósitos fueron: servir bien, con valor, abnegacion, desinteres i patriotismo. La quebrada de Tarapacá, los Altos de Tacna, las abruptas laderas del Morro Solar, son testigos del empujo del coronel de Toro Herrera i del invicto Chacabuco. En esa primera sesion se acordó el uniforme, se elijió el vistoso i militar ropaje que usó en otro tiempo el viejo Chacabuco: cuello, botamanga i vivos verdes en la casaca; franja verde en el pantalón; kepí azul negro, con faja tambien verde. Se tocaría jenerala el próximo Domingo, estabamos a Viernes; la casa, el cuartel no lo teníamos; alguien, me parece que fué don Luis de la Cuadra, indicó un conventillo de la calle Salas, propiedad de don Juan Fernández Puelma, cito en la primera cuadra de esa populosa calle, número 25, se aceptó la idea i al siguiente día teníamos cuartel. Se elijió la oficialidad, los grados se repartieron hermanablemente: el aspecto, la edad, la vivesa que demostraba cada cual designó el empleo, el galon que a cada uno se dió. No hubo votacion, ni cambullon alguno: sencillamente cada cual aceptó el puesto que se le discernió: lo único que se peleaba entre aquellos hombres era un galon para combatir, para morir! Comandante de la Brigada era ya don Domingo de Toro Herrera, Sarjento Mayor don Luis de la Cuadra; ayudante Mayor fue don Julio, hermano de don Luis. Alcanzaron las capitanías don Santiago Luna i Bueras, don Vicente Dávila Baeza, don Roman Espeche i don Roberto Ovalle Valdés. Cárlos Campo, Ramon Bustamante, Moises Campo i vuestro modesto servidor, recibieron despachos de tenientes. El galon primero de subteniente lo lucieron Fernando Pardo, Ramon Sotta Dávila, Temístocles Castro, Julio Olmedo Búlnes i Juan Antonio Ibáñez, que mas no fueron segun rezan nuestras anotaciones i recuerdos, los primeros lejionarios de la Brigada de la Recoleta, madre lejítima del primer movilizado Chacabuco, que peleó la ruda campaña del Perú desde Antofagasta a La Concepcion; mandado durante aquellos cuatro años de 1879, 1880, 1881 i 1882, por sus dos organizadores: De Toro Herrera del Movilizado hasta Abril de 1881, i de ahí en adelante por el mas tarde jeneral don Marcial Pinto Agüero; dos bravos que pueden con orgullo decir para que la juventud los respete:
¡¡FUIMOS DEL CHACABUCO!! La primera jenerala En la mañana del segundo Domingo de Marzo de 1879, a las 7 mas o menos, una banda de tambores i cornetas tocaba la primera alegre diana de la Brigada de La Recoleta, frente a la casa núm. 25 de la calle de Salas. En la ancha puerta no habia centinela; no existia tampoco cuerpo de guardia: fuera de los tambores que entusiasmados tocaban diana, del pabellon izado sin ceremonia al frente de aquel modesto conventillo, nada daba a conocer que aquel lugar pudiera ser cuartel. Los tambores terminaron su diana, i luego rompieron con furia el famoso toque DE JENERALA, mui conocido entonces por nuestro pueblo, i que era algo así como el antiguo Somaten, voz de alarma, de guerra de batalla.
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Nuestros músicos iniciaron su jenerala, i a la marcha redoblada se alejaron de la puerta de aquel improvisado cuartel, en demanda del populoso barrio de ultra-Mapocho, que recorrieron solo en parte. Mas o menos a las 8 A.M., una poblada inmensa invadía la calle, los alrededores i el cuartel de La Brigada de la Recoleta, la banda de tambores entraba al único largo patio de aquel conventillo; i el pueblo en masa peleaba por fíliarse, por que siquiera se le anotase para entrar al cuerpo, para ir a pelear, a combatir o morir! El comandante Toro Herrera, don Luis de La Cuadra, Cárlos Campo, Espeche, Dávila Baeza, Temístocles Castro, Pardo, Julio de la Cuadra, Sotta Dávila, Bustamante, Olmedo Búlnes, todos sin escepcion filiamos i filiamos jente, hasta las doce de la noche! Lo repetimos era un entusiasmo loco, se peleaba por ir a pelear, por ir a morir. La Brigada de La Recoleta estaba asegurada; su existencia, su movilizacion ya la vamos a ver.
El Movilizado Chacabuco El comandante de Toro Herrera, cuando vió el éxito asombroso obtenido en el primer día, i que su efectivo estaba completo, pasó a dar cuenta de aquel suceso al señor Ministro de la Guerra, Coronel don Cornelio Saavedra; a pedirle uniforme, armas i órden para movilizar su brigada i convertirla en batallon. I el viejo i desconfiado cadete de 1830, el veterano de Loncomilla i de Arauco, que a pesar de sus sesenta i dos años, servia mui bien su puesto de Ministro de Guerra i empleo de coronel, sonriéndose contestó al Comandante de Toro Herrera: -No sea usted loco, Domingo, con futres portaleros, no puede hacerse la guerra a dos naciones! I este retintín, este dicho, esta opinion, la mantuvo el Coronel Saavedra durante muchos días, porque sólo el 26 de Abril de 1879, se vino a firmar el decreto que mandó movilizar la Brigada de La Recoleta, con el nombre de Batallon Movilizado Chacabuco. I aquellos futres portaleros, que se llamaron Pedro Urriola, CárIos Campo, Jorje Cuevas, Ignacio Carrera Pinto, Julio Montt Salamanca, Luis Cruz M., Arturo Pérez Canto, Ramon Sotta Dávila, Arturo Salcedo, Pedro Fíerro la Torre, Francisco Herrera, Camilo Ovalle, Vicente Dávila Baeza, Diego Almeida, Rafael Errázuriz i tantos otros mas, escribieron con su sangre, con sus sables, en el bronce i en la historia, los nombres de Tarapacá i Tacna. En las candentes laderas del Morro Solar, en las níveas cumbres de las sierras incásicas, i en La Concepcion, sublimando el sacrificio, tallaron mil veces el lema bendito de Chile, su patria, en letras de diamantes, laminado en gloria.
El Chacabuco parte a San Bernardo Santiago, los boletines de los diarios de aquella época, recuerdan emocionados, casi asombrados, la ovacion espontánea, inmensa que este pueblo, que la capital hizo a su cuerpo, al Chacabuco, cuando partió para San Bernardo. Aquello fué mas que ovacion; que fué un triunfo; una locura, un desbordamiento frenético, una demostracion simpática del pueblo, al pueblo armado, representado por su Chacabuco, batallon compuesto de jefes, oficiales, sarjentos i soldados santiaguinos netos; rotitos de la Cañadilla i de la Recoleta; futrecitos del portal! El batallon desfiló por la Alameda. Al frente de aquellos reclutas Chacabucos, su comandante don Domingo de Toro Herrera, rodeado de sus ayudantes, de Julio de la Cuadra i Cárlos Campo. Roberto Ovalle capitanea la primera; Joaquín Pinto Concha, Jorje Cuevas i Camilo Ovalle B., que deja el Banco Nacional por un puesto de subteniente, mandan las mitades de esa compañía. Don Francisco Herrera, don Pancho, que muere de capitan despues de haber peleado en toda la campaña, luce la jineta de l.º; i Pascual i Abelardo Castro, recoletinos finos, artesanos honrados i bravos, cargan las de sarjentos segundos. I cuando ha desfilado la primera compañía, aparece la 2.º; rodean al capitan Dávila Baeza todos los buenos amigos de su barrio, porque oriundos de la Chimba son Fernando Pardo i Arturo Prieto Reyes, que deja su bufete de abogado para cargar la presilla de teniente.
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I con ellos van mandando las últimas mitades Pedro Urriola, nieto de don Pedro Alcántara, caido en ruin encrucijada, i que como su abuelo habia de morir, tambien, a punta de hierro, bayoneta i bala. Rafael Errázuriz cierra la última mitad de la 2.ª A la cabeza de la primera hilera, de la compañía del capitan don Vicente Dávila Baeza, forman los sarjentos Juan Aguilera i Lorenzo Fuentes. Don Luis de la Cuadra tiene a su lado al abanderado don Diego Almeida i don Juan Antonio Ibáñez; el mayor de la Cuadra es ovacionado tambien; la partida del Chacabuco a San Bernardo es una marcha triunfal. El jentio es inmenso; millares de personas cubren las calles centrales; en la Alameda la muchedumbre es compacta; ahí puede sin embargo verse al capitan don Roman Espeche, que acaudilla la 3.ª compañía, un minero que momentáneamente abandonando las rudas labores de su oficio por el sable, esa compañía cuenta como teniente a Enrique Oportus, el mas distinguido de todos mis condiscipulos, el mas hábil de todos los profesores del Instituto Nacional en 1879, a quien sus colegas del profesorado obsequian un hermoso sable en cuya hoja se lee esta inscripcion: “A Enrique Oportus los profesores del Instituto Nacional” I con Oportus forma Ramon Sotta Dávila, el cadete Sotta, un niño, de anjelical carácter, que despliega mas tarde, en Tarapacá i en Chorrillos, donde muere, alientos de jigante. La última compañía, la 4.ª, tiene a Manuel Pinto C. a su frente i de tenientes trae a Ramon Bustamante i a Temístocles Castro; Julio Olmedo es subteniente, i la última mitad la manda José Francisco Concha Vergara, talquino, bueno, bravo i soldado sin miedo, sin tacha. Es l.º de la 4.ª de cazadores don Manuel Jesus Carrasco. Los vivas al Chacabuco han poblado el espacio durante toda aquella marcha triunfal. Nadie se ha quedado sin parte en aquella ovacion, no hai ninguno. Lo mism cocean ¡Viva el comandante Toro Herrera, viva mi mayor Cuadra, que viva mi sarjento Castañeda, viva Ramon Melo, mi sargento Castro, mi cabo Gorigoitín, que viva mi ayudante don Cárlos Campo! En San Bernardo la llegada de nuestro batallon fué una esplosion delirante, frenética! Han trascurrido treinta i dos años, i sin embargo mi coronel de Toro Herrera í los pocos que aun sobreviven de aquella, ya lejana edad, conservan aun peremne, firme, fotografiado en la retina, en su cerebro, la arribada a San Bernardo i la espléndida manifestación que esa ciudad hizo a los reclutas del Chacabuco. I a fé que Santiago i San Bernardo í Chile tenian razon para en palmas de mano recibir a aquella brillante oficialidad. Iban a pelear, a morir por la patria; todos ellos sin excepción dejaban sus comodidades, su hogar, las tranquilas faenas del comercio, del bufete, del profesorado, las labores de las minas, pingues negocios, por servir a Chile, a la patria amada; por lavar la afrenta lanzada al rostro de la República por los conculcadores de nuestros derechos. Cárlos Campo, como Oportus, Urriola, Julio de la Cuadra, Domingo de Toro Herrera, etc., dejaba justo con su tranquilo hogar una magnífica colocacion, despreciaba 200 pesos mensuales de renta por el miserable pré de ayudante mayor: sesenta i un pesos! I Campo pescaba una bala en Tarapacá, que le perforaba horrorosamente una pierna; i se batía en Tacna i en Arica, i en la campaña de Lima! En aquellas filas formaba tambien un recluta, en calidad de simple soldado, fianzado su rifle, su famoso comblain, perdido en una hilera cualquiera, marchaba Pedro Fierro la Torre, sobrino del Presidente de Uruguai; que de la banda Oriental habia hecho viaje ex profeso a Chile, su patria, para defenderla, batirse, morir sí fuese necesario, pero iniciando su carrera desde abajo, de soldado. La suerte libró al hoi retirado comandante Fierro la Torre, en la guerra, i entre sus camaradas del Chacabuco i del ejército, su nombre es tenido como símbolo de lealtad, de pundonor, de valor i de civismo! Hizo toda la campaña i se batió siempre bien.
El Chacabuco al Norte 10
I de San Bernardo, partió en Mayo, al norte el Chacabuco. I en los campamentos de Antofagasta i de Miraflores se unió a Zapadores, i de ellos tomó su instruccion, su órden disperso, la guerrilla inglesa de entonces, mui semejante a la de hoi día; su disciplina de hierro, el apego a la ordenanza; la tranquilidad en el fuego. Aprendió a batirse a morir i a vencer, al lado de Santa Cruz, con Zapadores. En Pisagua, los veteranos de Toro Herrera, presenciaron desde a bordo el emocionante desembarco i el asalto; en Dolores con el 2.º de Línea, Zapadores i otros cuerpos, solo tuvieron el placer de ver correr al hermoso Ejército Aliado; divisaron desde léjos batirse el Atacama con Espinar i sus infantes. Pero donde el Chacabuco echó el resto i peleó sin tregua, i se batió sin descanso, fué en Tarapacá. La jornada del 27 de Noviembre fué su verdadero heroico bautismo de fuego. Ahí, los Chacabucos, desde mi coronel de Toro Herrera, al último corneta, combatieron casi de sol a sol. Vencidos, vencedores, triunfantes i al fin derrotados, no abandonaron el campo sin imponer respeto al enemigo, que inmensamente superior en número, se retiró de la histórica quebrada tarapaqueña, sin enterrar sus muertos, dejando todos sus heridos, bagajes i gran parte de su parque.
El movilizado Chacabuco en Tarapacá Tarapacá es la única batalla en que los peruanos alcanzaron el triunfo, que, como se sabe, fué relativo. Cierto es que quedaron al fin dueños del campo; pero tambien lo fué que en esa accion las huestes enemigas eran inmensamente superiores. Sin embargo, no pudieron mantenerlo. Don Juan Buendía i el famoso i habilísimo coronel don Belisario Suárez, mandaron esa batalla, en que campeó de parte del Perú la intelijencia, el valor i la estratejia. El coronel don Andres Avelino Cáceres, en Tarapacá, tenia la Jefatura de la 2.ª Division, i como jefe de Estado Mayor al coronel Recabárren. Con Cáceres pelearon el Zepita i Dos de Mayo; las divisiones peruanas en Tarapacá llegaron a seis. Bolognesi, el vencido de Arica, mandaba la 3.ª Division. Don Roque Saenz Peña, actual Presidente arjentino, en la mañana del 27 de Noviembre de 1879, servía en calidad de teniente coronel, ayudante de campo del jeneral en jefe, don Juan Buendía; i en la tarde, sobre el campo de batalla, se le daba la comandancia del batallon Iquique que habia perdido a su jefe el Coronel Aduvire. El enemigo presentó en línea mas de cinco mil veteranos; los nuestros solo alcanzaban a 2,285 soldados, ni uno mas ni uno menos. Mas este no es el lugar en que habremos de narrar la gloriosa i porfiada jornada tarapaqueña, que pronto abordaremos, dando ampliacion a un estudio que ya tenemos hecho, i que pronto daremos a luz, i del que copiarnos lo que al movilizado Chacabuco se refiere. Era en la mañana; Zapadores, los maestros i hermanos del Chacabuco, habian casi de sorpresa recibido un fuego horroroso de parte del enemigo, que íniciaba i buscaba la lucha en condiciones especialmente favorables para él. “La Artillería de Marina vuela en proteccion de Zapadores i el batallon Chacabuco, imitándolo i teniendo presente lo apremiante de la situacion, no esperó juntar toda su jente, i su comandante don Domingo de Toro Herrera, se lanzó a la pelea con los primeros 250 hombres que pudo juntar. Avanzó sin esperar a los rezagados, porque se trataba de salvar a los Zapadores, regimiento con el cual los chacabucos eran como hermanos: i eso, i el deseo de entrar pronto al fuego, hizo que el denodado comandante Toro Herrera lanzara sobre el enemigo a su cuarta compañía con el capitan don Cárlos Campos a su cabeza, i él, en seguida, se precipitó como una tromba sobre el enemigo, con el resto de su batallon. Pero, los peruanos que estaban ocultos, rompieron de repente sus fuegos sobre el Chacabuco, a poco mas de cien metros de distancia, i atacando con bríos al batallon chileno, trataron de envolverlo, llevando sobre él un ataque de frente i por su flanco derecho. Mas, todo fué en vano, porque el Chacabuco hizo alto, i bajo el horrible i sostenido fuego que le hacia por fuerzas dobles, formó su línea de batalla i avanzó resuelto sobre las posiciones peruanas. El enemigo, o mas bien dicho, el aguerrido i veterano Zepita, que libre ahora de Zapadores habia cambiado de posicion, se batía en guerrilla i cubriéndose con las sinuosidades del terreno, hacia junto con el
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Dos de Mayo, el 1.º de Ayacucho i con el Provisional de Lima, un fuego admirable por lo certero i sostenido sobre la Artillería de Marina, el Chacabuco i restos de la Division Santa Cruz; i sus jefes i oficiales, alentando a sus soldados hacian poderíos para desalojar de sus posiciones a los nuestros, que si no avanzaban, tampoco retrocedían. I todas las unidades de la diminuta Division chilena se baten con furia; i vive la carga de Granaderos con Rodolfo Villagran i con Wood; í el enemigo pierde sus posiciones i en derrota huye en direccion a Pachica; el triunfo corona el esfuerzo, el valor de la jente de Arteaga. El Chacabuco se ha conducido bien i su bautismo de fuego ha sido magnífico, esplendido. Pero el coronel Suárez, alma del Ejército peruano i verdadero general en jefe de aquellas huestes, al retirarse, topa en su camino, encuentra a las divisiones peruanas que en la tarde del día anterior habian tomado el desierto en demanda de Arica, i con ella vuelve a Tarapacá i toma de nuevo el campo buscando la revancha, Por desgracia, los nuestros, descuidados, gozosos i tranquilos, no han jamas imaginado aquel regreso; i cuando nadie piensa tener al enemigo encima, ni combatir mas, una horrorosa descarga que retumba en los cerros que dominan la humbrosa quebrada, en que reposa la Division chilena, atruena el espacio, e inicia la segunda etapa de aquella batalla, que se torna en lucha desesperada, en canto de muerte, en homérico e inmortal combate. Los chilenos, todos menos uno, toman el campo, arremeten con furia al enemigo, que solapadamente, desde los bordes nor-ponientes de la quebrada fusila, caza a mansalva a la querida i brava hueste de Arteaga, de Ramírez, de Vidaurre, Santa Cruz i de Toro Herrera. El Chacabuco junta a los hombres que le quedan; de los 455 soldados con que habia abierto sus fuegos en la mañana, tenia, por desgracia, muchos fuera de combate; numerosos heridos poblaban aquellas yermas i desoladas planicies, que el cirujano don Clodomiro Pérez Canto, con su practicante don Francisco de Borja Valenzuela, habian empezado a recojer, a curar i a ayudar a bien morir. “I miéntras la Artillería de Marina, despeja el campo i defiende al mismo tiempo las aguadas de Huarasiña, accion en que tiene numerosas bajas, el Chacabuco, con Toro Herrera a su cabeza, toma tambien el campo, i con todos los bríos de sus almas cargan furiosos los chacabucanos al enemigo, al que ya no cuentan, porque saben que en aquella jornada no se trata de vencer, sino de salvar la honra de la patria i de sus inmaculadas banderas. I el Chacabuco rompe sus fuegos con tranquila calma; mandan sus raleadas filas los capitanes don Cárlos Campos, valiente i denodado mozo que cae herido en la pierna izquierda, i sin embargo continúa alentando a su tropa con singular denuedo; Vicente Dávila Baeza, que no pierde su calma en medio del peligro; don Félix Briones, bravo oficial, que montado ese día en su famoso i escualido Mosquito, anima a los suyos sin desmayar un instante. Se peleaba sin tregua ni descanso, teniendo al frente un poderoso enemigo; i aunque era imposible pensar en obtener la victoria, el bravo Chacabuco seguía impertérrito en su faena i sus oficiales, uno a uno, iban pagando su tributo a la muerte; ahí cayeron para no levantarse mas los distinguidos tenientes don Jorje Cuevas i don Pedro Urriola, que es fama que, al caer mortalmente herido, fué levantado en alto por su bravo compañero de armas i amigo de la infancia don Ramon Sotta Dávila que a su vez caía gravemente herido en la pierna derecha, teniendo que abandonar a su heróico i desgraciado teniente que fué brutalmente asesinado despues de herido por las hordas peruanas que a su antojo cebaron su odio i rabia en aquel adolescente que, agónico, ya no podía defenderse. Prodijios de valor hacia el brillante Chacabuco; pero por mas que se esforzasen en sostener sus líneas, oficiales tan arrojados como Errázuriz, Roberto Ovalle, Echeverría, Salcedo, Pedro Fierro, Latorre i Luco, que jamas pensaron en rendirse, hubieron de ceder el campo i de retirarse, paso a paso en direccion a la altiplanicie de Minta, a fin de poder regresar a Dibujo”. En Tarapacá se peleó por salvar el honor de la bandera, el nombre inmaculado de Chile; en aquel desolado campo quedaron muertos pero cubiertos de gloria el mayor don Polidoro Valdivieso, el capitan don Martin Frias, los tenientes don Pedro Urriola i don Jorje Cuevas. Gravemente heridos cayeron el capitan don Cárlos Campos í el teniente don Ramon Sotta Dávila. En la jornada de Noviembre murió peleando como un león, don Polidoro Valdivieso, 2.º jefe de la hueste chacabucana; cayó rifle en mano; tomó ese partido porque bandeadas sus piernas i no pudiendo retirarse, prefirió el fusil al sable que de nada le servía. Valdivieso, nieto por su madre del jeneral Miranda, tenia que morir así, peleando.
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Lo repetimos, el Movilizado Chacabuco, en Tarapacá, inscribió su estado civil i afirmó su nombre, batiéndose cual veterano i aguerrido cuerpo!
El Chacabuco en El Alto de La Alianza I estarnos en Tacna, el mayor don Belisario Zañartu, viejo soldado del 7.º de Línea i que ha servido en Zapadores, tiene ahora la mayoría del Movilizado Chacabuco. El comandante de Toro Herrera ha traido de Chile todos los hombres necesarios para llenar las bajas; i en los campamentos de Tarapacá, de Pacocha i de Yaras, completa el aprendizaje de su nuevo continjente, que instruyen, Briones, Luis Sarratea, Camilo Ovalle, Francisco Herrera, Pedro Fierro la Torre, Márcos Serrano, Rafael Errázuriz, Manuel J. Echeverría, Arturo Salcedo, Estévan Caverlotti, Benjamín Silva, José Francisco Concha, Francisco Javier Lira i Víctor Luco. Disipada la densa neblina que cubriera el campo que iba a ser en la historia de América, porque en él se jugó la suerte de tres naciones, todo el ejército chileno, desde don Manuel Baquedano al último tambor, pudo ver al frente, hácia el sur, dibujadas, perfectamente perfiladas, las imponentes posiciones del Alto de la Alianza; i soberbias flameando en sus reductos formidables los pendones aliados, los colores del Perú i Bolivia. Mas o menos a las 10 i media del día, se inició el combate. Aquello era un campo inmenso; un tablero de ajedrez; pronto las piezas de aquel gran partido tomaron su colocacion en que Chile, el Príncipe Rojo, dio jaque mate a los azules, al Perú i Bolivia. El movilizado Chacabuco forma, como es natural, entre los rojos, en la 3.ª Division que acaudilla el coronel Amunátegui, veterano soldado que sirve a su patria desde niño, que tiene fama de intelijente, de disciplinario i de valiente. Don Domingo Amunátegui tiene a sus órdenes a la Artillería de Marina; al Chacabuco i al Coquimbo. En aquel tablero famoso, el Chacabuco marcha en columna i a retaguardia de la Artillería de Marina; i cuando la batalla lo permite, el comandante Toro Herrera, despliega por su derecha en guerrilla s 4.ª compañía, que ejecuta a son de corneta aquel movimiento a entera satisfaccion de todo el batallon, que aplaude la correcta maniobra del capitan don Benjamín Silva; las hileras de la 4.ª ondulan en el arenoso terreno i los tenientes Lorca i Lira i subtenientes Concha í Donoso; hacen lujo de pericia al frente de sus ájiles Cazadores. I con rapidez asombrosa el veterano Chacabuco avanza impávido en medio de aquel torrentoso mar de balas, i sin cejar un solo instante, cuple honrosamente con su cometido. Suerte tuvo nuestro batallon en esta jornada, porque entre muertos i heridos apenas sus bajas llegaron a 48 hombres. El 2 de Agosto de 1880, el Chacabuco fué elevado a regimiento. Don Domingo de Toro Herrera quedó de primer jefe, Zañartu de segundo i don Pedro Julio Quintavalla de Sarjento Mayor. En Calama, al interior de Tacna, acompañado del 4.º de Línea i de la Artillería de Marina, se dejó al nuevo rejimiento, que desde Junio a Noviembre completó su efectivo, disciplinó sus reclutas i se alistó para la campaña a Lima. El coronel don José Domingo Amunátegui tenia predileccion por el Chacabuco; buena amistad unía al comandante Toro Herrera con el veterano de Arauco i antiguo jefe del 4.º de Línea; natural era entónces que el rejimiento recoletino formase en la 2.ª Brigada de la 1.ª Division del Ejército de Operaciones sobre Lima. En la Brigada Amunátegui, en la 2.ª pasaban revista la Artillería de Marina, el 4.º de Línea, el Chacabuco i el Coquimbo, cuatro rejimientos que acaudillaban otros cuatro bravos, los señores José Ramon Vidaurre, Luis Soto Zaldívar, Domingo de Toro Herrera i José María 2.º Soto; ya veremos cómo esos jefes cumplieron con su deber en Chorrillos, cómo se batieron en Miraflores. Pero perdónesenos el olvido; ahora solo historiaremos al Movilizado Chacabuco; tengan paciencia los veteranos comandantes de las otras unidades nombradas, que luego, ántes de mucho, narraremos sus hazañas i los levantados hechos que con sangre, valor i patriotismo escribieron sus rejimientos en las trincheras i reductos del Morro Solar i en la brava jornada de Miraflores.
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El Rejimiento Chacabuco en Chorrillos I cuando las primeras luces del alba de la inmortal mañana de Chorrillos, de aquella alborada del 13 de Enero de 1881, cuando todos nuestros relojes marcaban las cinco ménos cinco niinutos de la madrugada, el enemigo desde todos sus reductos tambien rompía el mas horrísono i hermoso fuego que sea dable imajinar. Una que otra lucesita, una que otra magnífica centella, rasgó los cielos; i un segundo, instantes despues, imponente, atronador, soberbio fuego, abrió el enemigo, coronando con nimbos de luz, con relámpagos potentes, mortíferos, las bases, medianías i cumbres del Moro Solar. El 4.º i el Chacabuco despliegan sus masas, sus guerrillas se perfilan i se lanzan al asalto, sin disparar un tiro. Al comandante Toro Herrera acompañan como ayudantes el teniente don Ignacio Carrera Pinto i don Márcos Serrano i el subteniente don Arturo Pérez Canto. El teniente coronel don Belisario Zañartu tiene el mando del primer batallon, el 2.º lo lleva al fuego don Pedro Julio Quintavalla. El 4.º forma a la izquierda, a su derecha vá el Chacabuco i ámbos cuerpos no rompen el fuego sino cuando estrechando las distancias se encuentran a quinientos pasos del primer reducto enemigo. ¡Fuego! grita el comandante Toro Herrera, i el corneta de órdenes, límpido i sonoro arranca a su instrumento el conocido i querido toque: Una descarga cerrada atruena el espacio. Armen bayoneta i a la carga, repiten los cornetas i un ¡Viva Chile! unísono, espléndido, majestuoso, rompe el espacio i chacabucos i cuartos, haciendo fuego graneado, trotando, corriendo, asaltan, matan, destruyen i toman el primer reducto enemigo. I las filas principian a ralearse i los muertos i heridos pueblan ya aquellas laderas; que son un infierno de fuego, de metralla, de minas i polvorazos. Luis Sarratea manda la 1.ª del 1.º i sus granaderos saltan por sobre las trincheras enemigas i semejando demonios cargan como fieras. Arturo Salcedo i Otto Von Molke, que pertenecen al 2.º batallon, tan pronto han tomado la falda de aquellas agrestes serranías cuando a paso de carga i al frente de sus unidades animando a su tropa, trepan las areniscas cimas i ántes que el triunfo corone su heróico esfuerzo, caen vandeados de parte a parte. Salcedo recibe un balazo en pleno pecho, que lo tiende haciéndolo rodar por tierra, i solo sus juveniles años lo libran de la muerte. Otto Von Molke cae para no levantarse mas! Pedro Fierro la Torre al frente de un puñado de chacabucos revueltos con cuartos animando su tropa, ve caer a Molke i con los suyos trata de vengarlo. I tras la primera trinchera el Chacabuco ataca i toma seis mas, i en ella vá dejando chorreras, regueras, mares de sangre chilena, jenerosa, brillante i heróica. Serían las 7 de aquella mañana; la bruma, la tupida, camanchaca habia huido, i solo el humo del combate que se mantenía en todo su apojeo, cubría un tanto los poderosos reductos peruanos. El Chacabuco asaltaba a la tercera posicion, sus dos batallones díezmados continuaban altaneros, irresistibles el asalto, cuando una bala alcanzó al comandante Toro Herrera i otra mató al caballo que montaba. El doctor Llanzas, del 4.º de Línea, vendó rápidamente al Jefe del Chacabuco, que cabalgando ahora en otro caballo continúa al frente de su rejimiento, pero otro proyectil voltea al noble bruto i don Domingo de Toro Herrera, que está herido i no puede avanzar a pié i no posee otro corcel de batalla, se ve forzado a ceder el mando al pundonoroso i valiente comandante don Belisario Zañartu. I en el tercer reducto, Zañartu reune su hueste, i a la carrera, repechando aquellas laderas que defiende el enemigo, plamo a palmo, se lanza al asalto impávido, hermoso, sereno. Zañartu tenia apostura, temple i alma de soldado; desde niño habia vivido la ruda vida de los campamentos; en su alma no se anidaba mas pasion, más amor, que el de la patria: el de Chile! I cuando tranquilo lanzaba su rejimiento sobre la inaccesible altura, traidora bala hizo morder el polvo a aquel heróico mancebo, soldado sin miedo i sin tacha! Quintavalla toma ahora el primer puesto; el capitan ayudante don Cárlos Campos está al frente del primer batallon; i los chacabucos, a pesar de que reciben horroroso fuego de flanco i de que la
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artillería concentra sus fuegos sobre nuestra estrema izquierda, en la tarde de aquel inmortal 13 de Enero, despues de cerca de nueve horas de no interrumpido combate, siempre unido al 4.º de Línea i acompañado al final por tropa de toda la Primera Division corona el último reducto, el del Salto del Fraile. El triunfo ha sitio espléndido; nuestro ejército ha vencido en toda la línea; estamos a las puertas de Lima; pero las laderas, hondonadas i alturas, los reductos, fuertes, bastiones, parapetos, fosos i trincheras llenos estan con los verdes uniformes chacabucanos! Los capitanes Ramon Sotta Dávila, Von Molke i Benjamín Silva, teniendo al frente al comandante don Belisario Zañartu, no existen, que grabados sus nombres en las inmortales pájinas de la historia. Los subtenientes Elgueda i Jimenez tambien han pasado la gran revista; i heridos de muerte, tendidos en las hirvientes laderas de aquellas formidables posiciones, donde flamea ahora el tricolor de la patria, restañan su sangre i curan sus heridas los capitanes Lira, Camilo Ovalle i Salcedo. Ignacio Carrera Pinto, Víctor Luco, Sullivan i Onofre Montt tambien han pagado su tributo; i los cirujanos atienden a Luis de la Cruz González, a Cárlos Vergara i a F. de Borja Valenzuela. Los sarjentos José Santos Flores, Eusebio Concha, primeros de la 2.ª del 1.º, Felipe González, que luce la misma jineta en la 3.ª del mismo; Avelino Contreras, Eleodoro Guzmán, Fidel Letelier i 340 i tantos hombres mas, sin contar los oficiales, tiene de baja el Chacabuco. A las 5 de la mañana del 13 de Enero de 1881, el Chacabuco formaba i lanzaba al asalto del Morro Solar i del Salto del Fraile, 914 hombre, de comandante a tambor. La lista de la tarde, la de la victoria i de la muerte, daba como presentes 577 veteranos! Poblaban los reductos i las areniscas laderas de aquellas breñas, 356 individuos de tropa i 19 entre jefes i oficiales. Así peleaban i así morían i vencían los futres portaleros de Santiago, los artesanos de la Recoleta i Cañadilla, a quienes no quería movilizar en Marzo de 1879 el entonces coronel Saavedra. I tanto i tambien se condujeron aquellos mozos, que los boletines de Chorrillos recuerdan especialmente a Salcedo i Pedro Fierro la Torre, a Campos i Luis Sarratea, a Lira, Arturo Echeverría, a Onofre Montt, a Prenafetta, a Cárlos Cortés i Ricardo Soffia i a Víctor Luco. El comandante Toro Herrera hace mencion especial de sus ayudantes don Márcos Serrano, Carrera Pinto i Arturo Pérez Canto “por su valor i actividad”. I particularmente recomienda al segundo, a I gnacio Carrera Pinto, “por su serenidad í admirable valor a toda prueba”. El futuro i heróico comandante de los Chacabucos de la Concepcion preparaba ya, en la gran jornada de Chorrillos, los cimientos de su futura grandeza, echaba las bases, de su estátua, laminaba, fundía el bronce del monumento que perpetuaría su nombre í su fama.
Batalla de Miraflores Miraflores fue una traicion negra, sucia, mezquina; Miraflores es una mengua peruana, que pagó tan cara, que seguros estamos no volverá a repetir jamas tamaña maldad! I den gracias a Dios los perfumados limeños, porque así como rompieron los fuegos a las dos i minutos de la tarde el día 15, se les ocurre iniciar la negra traicion dos horas ántes, Lima habria sido destruida hasta sus cimientos! Nos faltó sol i no tuvimos día para entrar a la capital incásica. ¡Ah! Buena escapada hizo la Capua Americana! I para que nadie, dude de la inícua traicion de Miraflores, i Chile sepa de cuánta felonía son capaces los descendientes de Atahualpa, los cuarterones limeños, he aquí copiado a la letra el famoso telegrama que el activo e intelijente secretario de don Patricio Lynch, don Daniel Carrasco Albano, encontró en el propio palacio del Gobierno, en Lima. Ese telegrama, que debeló aquella celada sangrienta, fué enviado desde el palacio de Lima al prefecto Astete “a la 1 de la tarde del 15, apenas momentos ántes de la felonía”. “Señor prefecto: Del ferrocarril de Miraflores participan: que dentro de pocos momentos comenzará combate. La línea tendida solo espera la órdea de hacer fuego. Mucho entusiasmo.- Velasco”. ¿Podrán nuestros lectores dudar de la traicion de Miraflores? ¿Habrá frase bastante dura, enérgica que pueda traducir el horror de tamaña falasía?
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Y sin embargo, hubo un gran diario de Santiago, “El Mercurio”, que no hace muchos años rememorando la jornada de Miraflores, aseveraba que los fuegos se habian roto sencillamente: porque persiguiendo los soldados peruanos a balazos una vaca que se habia escapado a los proveedores de su ejército, los reclutas chalacos, sin saber cómo ni cuándo, habian a su vez continuado el fuego i disparado sus rifles sobre nosotros. ¿Puede darse nada mas burdo, mas sonso? En esos días los escritores peruanos sobraban en Santiago, i a Hurtado i Arias, no encontraban los nuestros qué destino darle; era tan intelijente, tan bueno i tan habiloso Hurtado i Arias, que habia que protejerlo, abrirle todas las puertas; era un peruano que no tenia nada de limeño, que era un buen amigo de Chile i.... hoi, todo el mundo sabe que el cholo Hurtado Arias era un espia a sueldo del Perú. ____________ Pero continuemos nuestra jornada, que ya el artero peruano ha roto los fuegos; i hai que defender a morir, paso a paso, el terreno que pisamos, i hai que rechazar al enemigo, arrearlo, ultimarlo, vencerlo i matarlo! No fué de los primeros en atacar en Miraflores el Chacabuco; por su colocacion hubo de entrar al fuego un poquito mas tarde que la 3.ª Division. Es decir, no se retrasó, sino que no encontrándose acampado en primera fila, hubo naturalmente de lanzarse a la pelea cuando le tocó el turno a su brigada. Siempre con el 4.º de Línea el Chacabuco, mandado por Quintavalla i por el capitan ayudante don Cárlos Campos, a paso de carga, desplegado en guerrilla i cubriéndose con los tapiales i en ocasiones a pecho descubierto, cargaron aquellos 577 chacabucanos, mandados por los jefes nombrados i por los tres únicos capitanes escapados de Chorrillos, del Salto del Fraile, del reducto de la Calavera del Morro Solar, por Sarratea, Errázuriz i Francisco J. Concha. I la lucha se trabó como todos sabemos en forma verdaderamente titánica en Miraflores, la juventud de Lima i Callao í la colonia italiana en masa, parapetada tras magníficas i cómodas posiciones, bien armada i abundantemente amunicionada, se batió í murió sin pestañar. La gran mayoria de esa juventud cayó al pié de sus reductos, i muertos fueron casi todos a culatazos i a bayoneta. Como en Chorrillos, en Miraflores no hubo heridos; solo se enterraron los muertos i se tomaron no muchos prisioneros. N o se dió cuartel, i el Chacabuco, por cierto, no fué una excepcion. La oficialidad del rejimiento diezmada, como hemos dicho en la accion del 13, perdió en Miraflores al teniente Caverlotti i al subteniente Prenafetta; el Chacabueo entre muertos i heridos, tuvo 54 hombres de baja. Pasada la batalla del 15, no quedaba en pié sino 523 lejionarios.
El regreso a Santiago En Marzo de 1881, Santiago i Valparaíso recibian en medio del mas loco entusiasmo al vencedor de Lima, a don Manuel Baquedano. Aquello fué el triunfo mas hermoso que se pueda imajinar. Junto con el general en jefe desfilaron el Chacabuco, Colchagua, Chillán, Melipilla, etc., eran mas o ménos 7,000 hombres. Se comprende la ovacion que Santiago haria a su querido Chacabuco; los lejionarios de la Recoleta fueron estrepitosamente aclamados, pucos días despues un decreto supremo mandaba disolver el cuerpo i ajustarlo; sobre su base don Marcial Pinto Agüero organizaría el Batallon Chacabuco 6.º de Línea. Don Domingo de Toro Herrera, ascendido a coronel de Guardias Nacionales Movilizadas, ajustaba a los lejionarios que volvian; los pocos que escaparon de aquella ruda campaña, satisfechos como su jefe i oficiales se fueron a sus hogares, donde cada cual colgó sus arreos militares, únicos recuerdos de aquellos días de combates, de glorias i sacrificios.
El Chacabuco de Línea. Marcial Pinto Agüero 16
En Abril de 1881, quedó en receso el Batallon Cívico Movilizado Chacabuco. He aquí el decreto orijinal tomado del Boletin Oficial del año citado: Santiago, Abril 22 de 1881.-Núm. 107.-He acordado i decreto: Pónese en receso el Batallon Cívico Movilizado Chacabuco. Los jefes, oficiales i tropa tendrán derecho al abono de la gratificacion de tres sueldos acordada por decreto de 26 de Marzo último a los demas cuerpos que han regresado del norte i han sido puestos en receso, con las mismas excepciones establecidas en el espresado decreto. Organízase en esta capital un batallon de infantería de línea con la misma denominación de Chacabuco. Servirán de base para la organizacion los enganchados del cuerpo en receso i los voluntarios que deseen continuar en el servicio. Nómbrase comandante al teniente coronel de ejército don Marcial Pinto Agüero, a quien se espedirá el correspondiente título. Tómese razón i comuníquese. (Firmados):- PINTO.- José F. Vergara El sucesor del coronel don Domingo de Toro Herrera no podía haber sido elejido con mas acierto. El joven comandante Pinto .Agüero era un soldado a las derechas; cadete, subteniente, hasta llegar al empleo de teniente coronel en Abril de 1881, habia ganado sus galones como bueno en Arauco, en Dolores, Tacna, Chorrillos i Miraflores. Su bizarra conducta en aa batall del Alto de la Alianza, cargando con sin igual denuedo al frente del Coquimbo, que estaba hecho una criba, sin jefes, su comandante don Alejandro Gorostiaga estaba gravemente herido, habia llamado la atencion de todo el ejército, que se enorguillecía ya del mayor Pinto Agüero. Herido el pundonoroso i bravo comandante don José María 2.º Soto, primer jefe del Coquimbo, en Chorrillos, su segundo don Marcial Pinto Agüero cargaba conn furia sobre los reductos enemigo en la accion del l5 de Enero; i cuando a la cabeza del denodado batallon serenense penetraba a uno de sus artillados fuertes, bala enemiga bandeó de parte a parte el brazo fracturándole el hueso cruelmente. El Coquimbo quedó al mando de don Artemon Arellano; i el comandante Pinto Agüero, tres meses despues, con su brazo aun atado, en cabestrillo, sobre la base del viejo Chacabuco, organi zaba el 6.º de Línea que, a los lauros conquistados en las campañas de 1879 a 1881, habia de agregar la inmortal, la épica hazaña de La Concepción. En realidad de verdad, la tropa del viejo Chacabuco, los restos gloriosos, los veteranos del Ex Movilizado, no tomaron colocacion en el 6.º de Línea que se fueron casi todos a sus casas esos legionarios a quienes les bastaba la gloria adquirida; fueron pocos, mui señalados, las clases i soldados que siguieron en el nuevo cuerpo. No ocurrió lo mismo cuanto a la oficialidad, porque despachos de capitanes, tenientes i subtenientes de ejército, recibieron: don Arturo Salcedo, a quien dejamos en Chorrillos tendido en la arenisca falda, atravesado el ancho pecho de banda a banda, herida que recibe aquel bravo mozo sin arrugarse, i que solo la férrea contestura del bizarro capitan puede soportar. Francisco Javier Concha, el querido amigo del Instituto Nacional, manda ahora la 4.ª compañía; i solo esos dos viejos chacabucanos, no por la edad, pero si por las batallas, comandan las nuevas compañías del 6.º de Línea. Por de contado, que Pedro Fierro la Torre forma en esas filas; que sin Salcedo i Fierro la Torre i el Mocho Carrera Pinto, no puede organizarse el nuevo batallon. I en el cuartel de la calle de la Maestranza reciben sus despachos los viejos chacabucos Alberto Herrera, Víctor Lira Errázuriz, Arturo Echeverría, don Pancho Herrera i Arturo Pérez Canto, niño tan chiquillo, tan bueno i tan bravo que en la Concepcion se torna en héroe, en mártir! Victor Luco, que muere asesinado en Lima mas tarde, carga tambien los galones de teniente; que alcanza igualmente Antonio 2.º Caverlotti que se hace cargo de 1.ª compañía, así como Luco organiza la 5.ª. Del Coquimbo llegan Pedro María Latapiat, mozo de carácter entero, i que tiene viejos abolengos de soldado que respetar.
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Roberto Rahaussen que exhibe mui buena hoja de servicio; Absalon Gutiérrez, i mi carísimo amigo Guillermo Arrollo, hoy recien ascendido a coronel de ejército: mozo talentoso de indiscutibles méritos, que une a la mas probada hombria de soldado valiente i sin mancha, una modestia innata i una moral impecable. El comandante Pinto Agüero, hijo de un viejo jeneral i nieto de uno de los héroes de la independencia, de aquellos leones que se batieron al lado de O'Higgins, el Grande, tenia ojo militar i sacó del Coquimbo los mejores oficiales serenenses. Del número 2 de Artillería, de la batería del capitan don José Antonio Errázuriz, que no tenia pelos en la lengua para contar verdades, i a quien sobraba siempre alientos para batirse, pasó de teniente a la 6.ª compañía don Jorje Boonen Rivera, i en esa misma unidad i a su frente, pero como teniente tambien, encontramos a don Manuel Saavedra, alférez de granaderos a caballo cuyas buenas cualidades siempre recuerdan con agrado sus viejos camaradas. A Alejandro Villalobos tócale una subtenencia; en la 2.ª compañía, quedó, el hoi comandante i Edecan de Gobierno, con Salcedo, Valdivieso í con Víctor Lira Errázuriz, que venia del Segundo de Línea. Eusebio Latham, que de órden, segun se asegura, de Marcial Pinto Agüero, bosquejó con su fino pincel de aficionado el sombrío cuadro de La Concepcion el 10 de Julio de 1882, i José Manuel de la Sotta con Cárlos Herrera, Waldo Villarroel, Enrique Prieto Zenteno, Cárlos Leon i Agustin Prieto, completaron el cuadro de oficiales del primitivo Chacabuco 6,º de Línea. I de propósito hemos dejado sin nombrar a Julio Montt Salamanca, primer subteniente de la 6.ª compañía, que en la Concepcion grabó su nombre en el bronce i en la historia. Clases del Movilizado Chacabuco no quedaron en el 6.º de Línea sino los primeros: don Ramon Melo, don Emilio Herrera, don Policarpo Labbé, de la 1.ª del 2.º, 2.ª del 2.º i 4.ª del 1.er batallon. Siguieron tambien con el comandante Pinto Agüero, los sarjentos segundos, señores José Solís i Feliciano González i el cabo don Eledoro Achurra, que fue ascendido a sarjento 2.º. Otro de los veteranos del ex Movilizado que confirmó sus servicios en el nuevo Chacabuco, fué don Gabriel Silva, a quien se le dió la jineta de cabo 1.º de la 6.ª compañía, para morir en la Concepción con el mismo empleo al lado de Carrera Pinto i demas compañeros de sacrificios i de glorias. Al capitan Concha, organizador de la 4.ª, la invencible i heróica compañía de Carrera Pinto, la que perdió todo su efectivo, en los memorables 9 i 10 de Julio de 1882, ayudó a fundar i disciplinar el sarjento 1.º don Manuel Silva, llevado a ese empleo por el mayor don Anacleto Valenzuela. El 1.º Silva cayó en La Concepcion envuelto en el tricolor sagrado, vivando a la patria, afirmando su inmortal lema, prefiriendo la muerte, sacrificándose en aras, en holocausto de la gloría i del poderío de Chile! Cayó como caen los leones, sin rendirse, rujiendo! Poseemos copias impresas i manuscritas de las revistas del Movilizado Chacabuco de Marzo de 1881 i del Chacabueo 6.º de Línea de Mayo del mismo año; de su estudio podemos deducir i lo repetimos, que la tropa del Movilizado se fué en su mayor parte a su casa, contenta i satisfecha con los lauros segados durante la campaña de 1879 a Enero de 1881. Tarapacá, Tacna, Chorrillos i Miraflores, eran cuatro billantes de purísimas aguas, de muchos quilates, que el ya histórico Movilizado Chacabuco, habia engastado en la diadema de gloria con que el Ejército i la Marina de Chile adornaban la frente de la República. Aquellos legionarios querian descansar; se fueron a sus hogares a contar las grandes batallas; a recordar las alegrías del vivac; a narrar las marchas, los asaltos, los sufrimientos i los triunfos de la patria!
El Departamento de Junin El Perú tiene aun zonas desconocidas, comarcas riquísimas feraces, exhuberantes, de lujuriosa vejetacion, que esperan desde siglos la mano discreta i civilizadora de un pueblo, de una raza, de un gobierno, que dirija, enriele i habilite esas vírjenes tierras, donde todavía la civilizacion no ha penetrado. Zonas posee tambien, que habitadas por indios semi-civilizados, restos de la vieja raza incásica, aimaraes revueltos con sangre española, habitan i cultivan a la vieja usanza departamentos enteros, provincias, hojas, sierras, valles, ciudades, pueblos i caseríos. Ahí, encerrados por cordilleras que por el oriente detienen las brisas del Apurimac que riega fértiles i desconocidas comarcas; conteniendo los suaves efluvios del Pacífico altísimas i nevadas sierras; limitando
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por el norte con la provincia de Loreto i juntándose, estrechándose los valles por el sur para detenerse en el departamento de Huancavelica, se encuentra el célebre departamento de Junin. El Oroya, río que serpentea desde el norte, desde Cerro de Pasco i que recibiendo por sus flancos aquí i allá numerosos afluentes, se pierde al fin en los lindes surestes de Junín, fertiliza i riega a este hermosísimo i rico departamento que produce en prodijiosa abundancia cebada, trigo, maíz, cascarilla, café, caña dulce, algodon, coca i alfalfa. Ganados se crían en sus alturas cubiertas por el famoso coiron í rebaños inmensos de vacunos, huanacos, alpacas, llamas, vicuñas, ovejas, engordan con ese pasto maravilloso i bajo el cariñoso paciente dominio de los viejos aimaraes i de los ricos i poderosos señores de aquellas elevadísimas sierras. I como que es región tropical, las maderas abundan, í tambien sobran minas poderosas, de fama histórica, mundial; que al norte, en Cerro de Pasco, se encuentra el riquísimo mineral de ese nombre. I son los curas, viejos Tatos, padres de aquellas indiadas que esperan todavía la llegada del Inca, los que gobiernan en verdad a aquellas tribus i los que usufructuan su trabajo, manteniendo en el oscurantismo, por propia conveniencia, a toda aquella inmensa indiada. I declaremos aquí, en voz que todo el mundo oiga, que aquel clero no tiene de tal sino la sotana; que no es como el nuestro, el chileno, que fama tiene de moral, honrado i cristiano. El gremio de párrocos peruanos es sencillamente lo contrario; viven aquellos varones como tales, sin preocuparse para nada de la grei, i enterando dulcemente la vida al arruyo dulcísimo de los triste aimaraes. El indio, a su vez, llena la vida sin tener horizonte ninguno; vive porque sí, i muere cuando le viene, cuando le llega la llora, cuando se lo manda el….cura. Patria no tiene el aimará; que esa nocion nadie se la ha enseñado, ni tampoco él la comprende; su gran placer es el alcohol, la rica chicha de jora es su delicia i con ella satura su pobre i mísera comida. Otro de sus placeres es la coca, que mastica constantemente el indio “que exita su sistema nervioso” e impide el agotamiento de sus fuerzas en las larguísimas marchas que a pié emprende. Jussieu denominó a esta planta Erythroxylon Coca, que los indios peruanos llevan siempre sobre sí en una bolsita denominada Chuspo; que encierra aquella benéfica hoja que para masticar prepara el aimará uniéndola en el hueco de la mano con la llipta, alcalí en pasta o cal, formada de las cenizas del quínoa o del cactus cardon. Al serrano podrá faltarle el bautismo i hasta estar en malas con su Tato, pero no la coca que es su vida, su fuerza i especial alimento. El indio es pacífico por temperamento i el de Junin mas que cualquier otro; son serranos pastores, hombres sembradores que cosechan buen maíz, mucha cebade, trigo, café, etc. En Cerro de Pasco son mineros tambien; i el día que un buen Gobierno cultive esos cerebros, estamos ciertos que aquellas intelijencias producirán muchísimo mas que lo poquísimo que hoi dan. En tiempo de guerra, en los días de 1882 a 1884, aquellas indiadas no tenian mas armas que sus famosas lanzas, maderos rudamente armados con alguna vieja bayoneta, con cuchillo o un yerro puntudo cualesquiera; su honda i algo así como un garrote, palo firme a guisa de callado de pastor. Masas no las usaron jamas, ni en tiempos de los incas. Serranos hubo tambien armados de remingtones i peabody, que no de otros rifles se sirvieron los peruanos en Chorrillos i Miraflores, campos de donde se surtieron los montoneros que armó antipatrióticamente Cáceres, ambicioso vulgar que por medro personal, que no por patriotismo, levantó en contra nuestra las inconscientes hordas serranas del departamento de Junin i de todo el centro i norte del Perú. Lo repetimos, uno que otro indio tomó el rifle; en su mayoría armados estaban de lanzas, hondas i garrotes. Hemos nombrado al jeneral don Andres Avelillo Cáceres, i cierto estamos que ese hombre que jamas ha ganado una batalla, que siempre sacó el bulto, que huyó casi siempre el primero, menos en Purará, donde se aguantó un poco mas; que se encerró en Lima, en Palacio ante Piérola, como en una ratonera, a pesar de que disponia de cinco mil buenos soldados soportando desastrosa derrota, hizo, causó al Perú mas males que todos los que sufrió ese país durante los años de 1879 a Enero de 1881, con su antipatriótica campaña de la Sierra. El jeneral Cáceres, cuando en su patria se escriba la real i verdadera historia del Perú, tendrá que ser estigmatizado por sus historiadores, que no verán en ese caudillo sino a un empecinado vulgar que puso a la patria de espantajo para medrar a su sombra i escalar la presidencia.
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El hombre grande del Perú en los aciagos días que siguieron a Chorrillos hasta que se firmó la paz, es el jeneral don Miguel Iglesias, el Thiers, el Gambetta, e1 Julio Fábres de ese país, que tuvo el cívico valor de formar un gobierno para libertar su territorio i de poner la firma al tratado que desmembraba a su patria. I don Miguel Iglesias, en el Morro Solar, se batió hasta el último momento, no se corrió como don Andres Avelino Cáceres; i todavía mas, ese hombre vió morir a su hijo; la dulce esperanza de su ancianidad, cayó a su lado: una granada rompió, hizo trizas a aquel mozo, i su cerebro, los restos sangrientos de aquel soldado salpicaron el rostro del padre, rojo pusieron su uniforme! En la mañana del 14 de Enero, en la Escuela de Cabos, en Chorrillos, alguien dijo al prisionero Ministro: Señor Iglesias, ¿quiere usted que le haga asear su uniforme? “Mil gracias, señor, contestó emocionado aquel improvisado ministro i soldado; es todo cuanto me queda de mi hijo que mas feliz que su padre, ha tenido la suerte de morir por su patria”. Iglesias queria al Perú i lo sirvió bien, con valor, intelijencia i civismo. Cáceres, como Montero, García i García, corria i corria siempre, no por dar libertad al Perú, que por ser su presidente! Iglesias tiene valor cívico, i al fin triunfaron sus propósitos i sus anhelos; Chile desocupó al Perú. Cáceres, buen jefe de division, mandó como jeneral en Pucará i Huamachuco, dos derrotas, nada mas...... ¿Cuántos son los curatos del departamento de Junin? Su número, ni uno mas ni uno menos, llegaba a 47 en 1880, i contando los que en el Perú se denominan Curas de Interes ese guarismo subía a mas de 94 eclesiásticos, cifra que se doblaba con los famosos monjes de Santa Rosa de Ocopa, ocupados, no en instruir al pueblo i a los infelices serranos, sino en cuidar sus propiedades i en preparar con inusitada pompa, ciertas i determinadas fiestas religiosas, propias solamente de aquella tierra, de aquella región. Los curas, los famosos Tatos de la indiada, masa inconsciente de La Sierra, fueron en su totalidad los grandes lugartenientes de Cáceres, i los inmediatos responsables del levantamiento de aquellas tribus que, obedientes a su voz, despues de alcoholizarlas i embriagarlas brutamente, las lanzaban sobre nuestras tropas cuando las encontraban aisladas i en malas condiciones.
Por qué se denominó Junin a este departamento. Al departamento de Junin se lo dió ese nombre, en recuerdo del famoso combate habido en su pampa, entre la caballería del Virrei La Serna i las de Bolívar. Sabido es que en ese encuentro se peleó solo a sable, i que producido el terrible entrevero, don Mariano Necochea, comandante en jefe de los jinetes patriotas, fué herido mortalmente, trabándose sobre su cuerpo, a su alrededor, uno de los mas famosos episodios de las guerras de la independencia. Allí sablearon a su saber los granaderos de Los Andes, cuerpo que a poco se habia remontado con tropa chilena; que uno de sus escuadrones, mandado fue en ese día por don Mateo de Salcedo, capitan chileno, que tanto i tan bien sableó en Junin, que su nombre, citado fué en el parte de ese gran combate, por su denuedo i arrojo incomparables. Hijo de don Mateo de Salcedo, es el teniente coronel don Enrique, i nieto don Arturo, bravos fundadores del Santiago i del Chacabuco 6.º de Línea. Aquel entrevero, que Bolivar creyó al principio una derrota, inspiró a Olmedo, que en estrofas inmortales cantó a Junin!
El general Cáceres inicia la guerra de montoneras Así como innumerables iglesias pueblan a Junin, mucho mas son sus ciudades, aldeas, caseríos i haciendas. I para que se tenga idea de la subdivisión infinita de esa zona, sépase que la provincia de Jauja, una de las cinco que componen el departamento de Junin, entre pueblos, aldeas, caseríos i haciendas, alcanza al número de 151, primando en todos ellos, sin contrapeso, el elemento español, que, inferior en número al indio, ocupa todos los empleos civiles, municipales i militares.
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En 1881, Junin; la despensa de Lima, como desde antaño se le ha denominado, se encontraba en un estado floreciente; su comercio era activísimo; las colonias estranjeras, a pesar del estado de guerra, continuaban firmes en sus puestos, dirijiendo sus negocios i transacciones. En realidad de verdad, aquella rejion, nada, o casi nada habia sufrido a consecuencia de la guerra i de los grandes desastres de la patria. En jauja, Huancayo i Tarma; en Sincos, Concepcion, San Jerónínio, Sapallanga, etc., los heridos, los derrotados de Chorrillos, de Miraflores, habian encontrado salud i reposo. Pasado el estupor producido por los desastres de Enero, las interminables récuas de aquellas sierras trasmontaron la gran cordillera; i Lima principió como siempre, a recibir los arreos vacunos, lanares i porcinos que enviaba Junin, junto con los tocinos, jamones i chanchos salados de Jauja, con grandes partidas de víveres, de quesos, huevos, gallinas i mantequilla. I aquello habria seguido i perdurado, si don Andres A. Cáceres no hubiese levantado el pendon del montonero sanguinario i feroz, sepultando a su patria en la desolacion i la ruina; sin otro norte ni lema que alcanzar el mando supremo de aquel infeliz pueblo. Cáceres, por odio a don Miguel Iglesias i a sus amigos políticos, se lanzó en aquella terrible aventura, que anarquizó a su patria, i le costó mucho mas vidas que las que hasta esa fecha, habia perdido, obligando a Chile, para contener sus desmanes i castigar sus crímenes, a sembrar la desolacion, la muerte i la miseria, hasta los confines mismos del incásico imperio. ¡Que con razon nos odian en el Perú, porque la planta terrible del chileno, huellas eternas de exterminio, ha dejado marcadas, desde las riberas del Pacífico hasta las mas altas cumbres andinas! I sepan los descendientes de los montoneros de Cáceres i de las tropas regulares que organizó, que fueron únicamente sus desmanes los que dieron ocasion a tan grandes represalias.
La espedicion Gana Lanzado el jeneral Cáceres en aquella guerra de esterminio que él inició, el jeneral en jefe del Ejercito de Ocupacion en Lima, don Patricio Lynch, dispuso que una pequeña division, al mando del coronel don José Francisco Gana Castro, trasmontase los Andes, batiese al jeneral enemigo i ocupase al departamento de Junin. Al efecto el coronel Gana partió de Lima, hospedándose en Casapalca, el 21 de Enero de 1882. El coronel Gana marchaba al frente de 1,832 infantes, de 111 La espedicion Gana Lanzado el jeneral Cáceres en aquella guerra de esterminio que él inició, el jeneral en jefe del Ejercito de Ocupacion en Lima, don Patricio Lynch, dispuso que una pequeña division, al mando del coronel don José Francisco Gana Castro, trasmontase los Andes, batiese al jeneral enemigo i ocupase al departamento de Junin. Al efecto el coronel Gana partió de Lima, hospedándose en Casapalca, el 21 de Enero de 1882. El coronel Gana marchaba al frente de 1,832 infantes, de 111 artilleros, 250 jinetes i 100 empleados mas del parque, ambulancias, etc., en todo, 2,293 hombres. Entre los infantes formaban los batallones 2.º de Línea, Chacabuco 6.º de Línea i el Movilizado Lautaro; Carabineros de Yungai, con Alcérreca; dos baterías de Artillería i unos 50 cazadores a caballo. El coronel Gana, en sus instrucciones, tenía la de delegar el mando cuando lo estimase necesario, en el distinguido i esperto coronel graduado comandante del 2.º de Línea, don Estanislao del Canto. El Movilizado Lautaro i el Chacabuco tenian por jefes a don Eulojio Robles i a don Marcial Pinto Agüero. El sarjento mayor don Rafael González, i los capitanes don Julio Medina Meza i don Marcial Jofré, mandaban las dos baterías de montaña. El capitan Amor, veterano de Arauco, dirijia los jinetes de Cazadores a Caballo. Acaudillaba a Carabineros de Yungay don José Miguel Alcérreca, soldado sin tacha, amigo leal e incomparable i que miró siempre al miedo de frente i sin temor. En las filas de este rejimiento recordamos al mayor don Manuel Ramon Barahona, que dejó buenos recuerdos entre aquellos bravos, a Bell, el capitan Godoi, tocayo i amigo íntimo del inmortal MOCHO Carrera Pinto, del heróico mártir de La Concepcion: i al lado de esos centauros, ensillan sus caballos Vicente del Solar, Miguel Anjel Reyes, Ildefonso Alamos, Sierralta i otros mas, a quienes cúpole la gloria de esgrimir sus sables en aquella brava campaña.
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En el 2.º de Línea sirve don Estanislao del Canto, a quien no tengo sino nombrar, para recordar que es un soldado a las derechas, previsor, alentado, discreto i rápido; firme i tesonero en sus propósitos, cuando, al frente del 2.º de Línea, al mando de su division, tiene que conquistar para Chile aquellas rejiones, en las que, no el águila de Cáceres, porque es chuncho, ave de rapiña que espera la noche, que huye de la luz para asestar sus golpes, clavar sus garras, para matar mujeres i asesinar niños, el coronel Canto, decíamos, es el mejor soldado que ha podido elejir Lynch como segundo del coronel Gana, para que tome el mando de esa Division, cuando aquel se retire de La Sierra,
Don Patricio Lynch disuelve el Gobierno de García Calderon El Perú, a mediados de 1881, ha querido darse un Gobierno; García Calderon ha aceptado el puesto de Presidente de aquel país que se disuelve; i siguiendo la idiosincracia de su raza, ha querido jugar a los Gobiernos con Chile, e intrigado villana i torpemente a nuestro país con Estados Unidos, que, por desgracia tiene un representante en Lima que, no es ta1, porque no representa a su patria; que campea, en verdad, por lograr ajenos intentos, propios mas de un mercader que del representante de la patria de Washington i de Lincon. García Calderon intriga que no gobierna; i el virrey Lynch corta con un golpe de espada, aquel nudo gordiano con que ha querido amarrar el Presidente peruano a Chile i Estados Unidos. En la noche del 4 de Setiembre de 1881, el coronel don Estanislao del Canto, de órden de Lynch, desarma i disuelve al Gobierno de La Magdalena, i García Calderon emprende de órden superior, viaje a Chile, i se le confina a Angol. Lynch ha ,elejido a Canto para esa difícil comision, porque conoce su tino, a la vez que aprecia, su firmeza; i por eso tambien en Enero de 1882, lo coloca de segundo de Gana, autorizando a éste para delegar en Canto el comando de aquel ejército, que se denomina del Centro. I el coronel don José Francisco Gana C., trasmonta las nevadas cumbres andinas i el 1.º de Febrero regresa a Lima desde Jauja, despues de haber ordenado la ocupacion de La Concepcion i haber hecho avanzar al Lautaro, al 2.º de Línea i Carabineros con Bell, Ildefonso Alamos i Miguel Anjel Reyes i Sierralta i cuatro piezas de artillería sobre Huancayo, al mando de Canto, que desde el 1.º de Febrero de 1882 queda como jeneral en jefe de ese ejército. Cáceres quiere imitar a Fabio Máximo, el Contemporizador, que no tiene el cívico patriotismo, ni posee el alma romana de aquel romano caudillo, huye de Huancuyo, a marchas forzadas lanza sus batallones sobre Ayacucho, por la ruta de Pucará i en esta aldea el 5 de Febrero, cinco días cabales despues que Canto tomara el mando de aquel ejército, Cáceres es derrotado completamente por tropas chilenas inferiores en número, pero no en valor i patriotismo. I esta campaña, que es interesantísima, la narraremos en otra ocasion porque merece capítulo aparte, Pucará, que es batalla i accion de guerra desconocida i porque en ella hubo de todo: intelijencia, valor i patriotismo; cosa que haremos tambien con Sangar, con el Callao í con Chipana, i con las cien etapas de gloria que se pelearon desde Calama hasta Huamachuco, en el llano, el desierto i el mar. Cáceres, despues de Pucará se corrió sobre Ayacucho, para batirse en fratricida lucha con los sostenedores del probo Iglesias, con Panizo, a quien no venció como bueno sino que envolvió en traicionero lazo; i por aquellas agrestes cimas escondió su derrota i aprontó no las huestes suyas, que fueron las de Panizo, o las indiadas de Junin, las que fanatizó, ayudado sin querer por los chilenos, que inconcientemente, como vamos a probarlo, sirvieron los planes del caudillo peruano.
La Division Canto Vencidas en Pucará el 5 de Febrero de 1882, las huestes enemigas del coronel Canto, general en jefe desde el 1.º del mismo mes, como hemos dicho, despues de recojer sus heridos, enterrar los muertos i honrar la memoria de los enemigos, tributando i dando honrosa sepultura i rindiendo honores militares a sus jefes, ocupó militarmente todo el departamento de Junin. Desde Cerro de Paseo a Huancayo, quedó distribuido el ejército del Centro, que estaba ahora aumentado con los rejimientos Pisagua 3.º de Línea i Santiago 5.º de Línea.
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Desde, Octubre de 1881, el 2.º, 3.º i 4.º de Línea habian recibido los nombres de Tacna, Pisagua i Arica, en recuerdo de los gloriosos hechos que con su sangre habian escrito los jefes, oficiales i soldados de esas unidades. En Abril de 1882, el coronel Canto ocupaba todo el departamento de Junin con una FUERZA EFECTIVA de 4,169 soldados, que no tenia sino 3,309 veteranos DISPONIBLES; las 860 bajas que se notan correspondian a 430 enfermos i a 520 lejionarios ausentes de Lima, en comisiones del servicio i hasta en Chile. El Ejército del Centro guarnecia a Oroya, Tairma, Jauja, Concepcion, Pucará, Huazacachí, Cerro de Paseo, Jauja, Huancnyo i Marcavalle. El coronel Canto mandaba dos Baterías de Artillería, al Tacna, Pisagua, Santiago, Chacabuco, al movilizado Lautaro i a Carabineros de Yungai. El distinguido cirujano don Agustin Gana Urzúa, que desde mui atrás venia prestando su patriótico concurso, tenia a su cargo el Servicio Sanitario, junto con los buenos amigos doctores Zenen Palacios, Justo Pastor Merino, Candia, Orcaistegui i Abarca. I para ser fieles cronistas de aquella época, mui presente tenemos tambien al practicante don Francisco Vergara, que hoi vive respetado en Concepcion por bueno i patriota, i a quien cúpole honrosa faena el 10 de julio de 1882. ¿ I por qué no acordarnos tambien del farmacéutico Cato, que cayó en Huancayo víctima del tífus, al pié de su puesto, al lado de su botica i de sus enfermos? Cirujanos fueron aquellos que mui bien ganaron el derecho de que sus nombres, de que el Servicio Sanitario de Chile los recuerde con respeto; porque víctimas de su deber cayeron junto con Cato, los señores Orcaistegui, Candia i Abarca, peleando la silenciosa i terrible batalla del tífus, solapada, traidora, como el peruano, que heria a mansalva i escojia discretamente sus mejores victimas. I por milagro libró el doctor don Zenen Palacios de aquella epidemia, bravo muchacho que, en Tacna, siendo un niño, i sirviendo en nuestras ambulancias, habia recibido en pleno pecho herida famosa, que lo tendió en el campo, del cual recojiólo su gran hermano Nicolas, el de “Raza Chilena”! El coronel Canto tenia bien organizado su ejército í sus servicios de intendencia i bagajes, nada dejaban que desear. Pero llegó el tífus i trizó, pero no desorganizó aquella hueste, que principió a debilitarse, a sucumbir i a morir; poblando los cementerios de la Sierra i los hospitales de Huancayo, de Jauja í Tarma, lo mejor de aquellas tropas, que siempre la muerte elije las testas para cebarse en ellas! I junto con aquel secreto azote se levantó la Sierra, la indiada; porque inconscientemente, por errado concepto, los nuestros entregaron la recaudacion de las rentas de aquella zona a los municipios i alcaldes peruanos que por no pagar, de su propio peculio, los cupos i contribuciones de guerra que imponia el ejército, descargaron todo el molesto peso de aquella forzada medida sobre los infelices serranos, sobre los pobres indios, que desde Mama Oello, vienen pagando el pecado orijinal de esa raza. Los curas, los acaudalados hacendados, los estancieros i grandes comerciantes de Cerro, Tarma, Jauja, Concepcion, Huancayo, etc., los frailes de Ocopa; los habitantes de Sincos, Oroya, Comas, Huaripampa, Changos, San Jerónimo i cientos mas de aldeas i villorrios í caseríos; los dirijentes, alcaldes i togados de esas poblaciones, valles, hondonadas, quebradas i alturas, esos nada sufrieron i mui poco pagaron; que se defendieron echando sobre el infeliz serrano todo el peso de la forzada exacion chilena; levantando en el indio, que se veia robado por aquellos malos peruanos, un odio eterno, satánico, no en contra de sus verdaderos verdugos, sino de nosotros, los chilenos, de todo el ejército de ocupacion. El indio, pagó mal que mal la primera contribucion; entregó su primera vaquita, el primer porquito; sus avecitas pues, la llamita, í luego los alcaldes peruanos le quitaron su chicha de jora, su llanca, sus penates, todo, absolutamente todo¡ El serrano se volvió loco; era el chileno quien tal hacia; que el señor alcalde no era culpable, era mandado por el Jeneral Lynch que gobernaba en Lima; por los hombres de Chile, que lo querian todo, que todo lo robaban. I eso lo decia el señor cura, los frailes de Ocopa, que era el Iltmo. señor Obispo de Huancayo i Arzobispo de Berito, monseñor del Valle, que moraba tambien en Santa Rosa de Ocopa quien lo repetia en voz mui baja desde aquel famoso monasterio en que reunia a los jefes Aimaraes, predicando sijilosamente como guerra santa, la muerte i esterminio de todo el ejército chileno!
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I la guerra salvaje, impúdica, porque se cebó en los cadáveres de las mujeres, de los niños i de los hombres; profanándolos, comiéndolos cual caribes atroces, saltó sobre el Ejército del Centro, acaudillada, dirijida por Cáceres, que desde Ayacucho, sigilosa i calladamente, pasó el Iscuchaca i penetró por Pucará a provincia de Huancayo. Los curas i sus tenientes, en primera línea; los viejos caciques de la Sierra i todos los habitantes de aquella rejion, mas tarde: se levantaron en masa cuando creyeron que el tífus habia diezmado al ejército; i cuando, inmensamente superiores en número las colecticias fuerzas peruanas, estimaron sus dirijentes que habia llegado la hora de aplastar aquel puñado de cóndores i leones que mandaba el coronel Canto, dieron la órden de marcha.
Lynch llama al coronel Canto a Lima; la retirada de Huancayo En Lima en el ínter se exaltaba al pueblo; se le incitaba a la matanza de los chilenos i las calles i las plazas, los suburbios, Malambo i Barbones amanecian plagados de pasquines, llamando a la Capua limense a las armas para esterminar a los chilenos, asesinarlos, aniquilarlos. El virrey Lynch, en Junio, llamó a Lima al coronel del Canto, queria oir de la boca del estimado jefe el estado real i verdadero del departamento de Junin, cuando el política peruana, a recursos para mantener el ejército i a seguir ocupando esa región; deseaba saber el número exacto, el total de las fuerzas de Cáceres; quería recibir la opinion de don Estanislao, a quien estimaba no sólo como hombre de guerra, que como administrador probado, tenia su hombría de bien i sagacidad. I en secreta reunion tenida en Palacio, en aquel famoso edificio de los viejos Pizarros, de los adalides de la Conquista, mansion de los suntuosos Virreyes de Lima, Lynch, oídas las múltiples razones de su lugar-teniente, ordenó la evacuacion del departamento de Junin. El Coronel Canto, lo dicen las instrucciones de don Patricio Lynch quedaba facultado para emprender la operacion de guerra, que la historia de Chile denomina La Retirada de Huancayo, en el modo i forma que estimase, Canto, por conveniente. Esa retirada, digna por mas de un concepto de ser estudiada i descrita, será, tema de un trabajo especial que ya tenemos en preparacion, i que publicaremos en poco tiempo mas. El Jeneral Lynch, atentas las razones que espuso el Coronel Canto, ordenó a éste reservadamente, en el Palacio de Lima el 19 de Junio de 1882, se dirijiese a1 día siguiente, 20, al interior, a Huancayo, para iniciar el movimiento en forma tal, que el enemigo no tuviera oportunidad de atacar su retaguardia, ni amenazar los destacamentos de Jauja, Oroya, Concepcion, Marcavalle, Cerro de Pasco, Pucará, etc. Se ordenó, con toda la reserva del caso, al señor Coronel, reconcentrase todas sus guarniciones, dejando en cuanto fuese posible “espedita la comunicacion i el camino con las seguridades necesarias para el tráfico del Ejército i acarreo de recursos”. (Memorias del Almirante Lynch. Torno 2.º, páj., 81.) Al mismo tiempo el Jeneral chileno, encareció al Coronel Canto, la rapidez en aquella difícil operacion, i la órden de encontrarse a mas tardar en Lima el 28 de Julio, aniversario de la independencia del Perú. Lynch sabia perfectamente las inmensas dificultades que Canto tenia que vencer; í mejor que nadie, el Virrei, se daba cuenta de que aquella retirada tenia que ser emprendida con suma de precauciones inimajinables. Habia que conducir mas de quinientos enfermos i heridos en camillas a traves de un país enemigo, fanatizado por los doscientos curas de la Sierra, por Cáceres i por cuanto peruano alentaba la idea de patria en aquella zona. Pues bien, el jeneral en jefe dió al Coronel Canto instrucciones claras i esplícitas; í lo autorizó en toda forma para que hiciese su real voluntad, en la operacion que iba a emprender. Se comprende perfectamente bien que las instrucciones del día 19 de Junio fueron reservadas, porque de eso, del secreto absoluto, dependia el éxito feliz de aquella retirada, que se imponia porque el departamento no tenia recursos para mantener al Ejército del Centro; porque los víveres habían escaseado del modo mas increible, í porque el tífus i la viruela iban poco a poco destruyendo a nuestros veteranos, que mas que hombres parecían espectros. Luego, avituallar aquel Ejército era cosa difícil, tambien, porque los montoneros aumentaban i aquellos forajidos merodeaban por todas partes; aparte de esto no era político mantener al departamento de
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Junin, no habia razon plausible ni ventajosa que aconsejase la existencia en esas rejiones de un ejército Chileno. Se imponia dejar anarquizarse al enemigo, que no queria formar gobierno, ni firmar la paz; i que al contrario aceptaba la ocupacion de su territorio que pisábamos desde Noviembre de 1879. Desde la fecha anotada, 2 de Noviembre, éramos dueños de Tarapacá; en Mayo i Junio, ocupamos a Tacna i Arica; desde Enero de 1881, vivimos en Lima, que soportaba su cautiverio, que jamas se sublevó; i desde Enero tambien de 1882, permanecíamos en el departamento de Junin, cuyos recursos estaban agotados. Lo mejor, lo mas prudente, era evacuar esa rejion i ello fué lo que se hizo, lo que secretamente se ordenó a Canto. El secreto absoluto, como razon de estado, se impuso al Coronel, reserva que tambien exijió este jefe, que sabia cómo i de qué modo i forma discretísima, habilísima, los peruanos manejaba los hilos de la trama con que querian enredar no solo a Canto, sino a todos cuantos servian en el Ejército de Chile. I don Estanislao del Canto, sin ostentacion ninguna, casi solo, partió de Lima en direccion a Huancayo, el 20 de Junio de 1882.
El telegrama del Coronel Gana Solo Lynch i el jefe del Ejército del Centro, sabian que la desocupacion del departamento de Junin, estaba decretada, i que la retirada de la Division chilena pronto iba a iniciarse. En la foja 81 del mismo Tomo 2.º de la Memoria de 1884 del Jeneral Lynch, a propósito de la reserva encargada por el Jeneral en jefe, leemos: “Estas instrucciones fueron dadas en reserva el 19 de junio a dicho jefe, quien al día siguiente se puso en marcha al interior”. “A su paso por Tarma hizo preparar locales para los enfermos que se iban a trasladar a Huancayo, poblacion donde llegó el 26 i SUPO CON SORPRESA QUE POR UNA CENSURABLE INDISCRECION SE HABIA DIVULGADO EL PLAN RESUELTO”. La situacion del Coronel Canto, cambia por completo; la responsabilidad terrible de un desastre amenazaba al comandante en jefe del Ejército del Centro; se sabia en Lima que las fuerzas chilenas estaban seccionadas; i tambien se sabia que si Cáceres no habia movido sus hordas de forajidos i sus tropas regulares desde Ayacucho, era sencillamente porque estaba seguro que nuestras divisiones de Junin no se movian todavía. I Cáceres esperaba tranquilamente, en Ayacucho, que se iniciase la retirada, porque comprendia mui bien que miéntras mas tiempo permaneciese Canto con sus tropas en Huancayo, el tífusi sus montoneros, día a día cercenarian a los nuestros. Cáceres necesitaba saber a punto fijo el día en que Canto debia mover sus reales i dirijirse a Lima; í por desgracia, el 20 de Junio se recibia en Chicla el siguiente telegrama que, con el secreto a voces del telégrafo, de ese riel divino del pensamiento i de la idea, esparció, llevó a Cáceres, a Iscuchaca, a las níveas cimas del Condorcanqui, en alas de cientos de montoneros, de miles de voceros, la feliz noticia de que el caudillo chileno moveria pronto sus huestes en demanda de Lima, que desocuparia La Sierra. Tomamos la copia de ese precioso documento del archivo particular del jeneral don Estanislao del Canto, que lo guarda con especilísimo cuidado, porque él encierra la clave de que se valió Cáceres para iniciar su movimiento i atacar de improviso a la 4.ª compañía del Chacabuco en la Concepcion, i porque de ahí se jeneró ese épico hecho de armas i el monumento que la Patria agradecida va a erigir ahora a sus hijos.
TELÉGRAFO DEL ESTADO OFICIAL Núm. 36. O Palabras 63 Oficina, Chicla, Junio 20 de 1882. Recibo a las…
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De la Oficina Palacio. Direccion, Señor Coronel Canto. Domicilio. “Apure V. S. su marcha a Huancayo para que llegando a aquel punto haga desocupar la guarnicion que le cubre conforme a lo ordenado. La marcha del 2.º trate de llevarla a cabo cuanto ántes. Espero que US. tomará ademas todas las medidas convenientes a salubridad de la tropa distribuyéndola en los puntos mas adecuados para lograr este fin conciliable en lo posible con las operaciones militares. GANA.” ¡Toda la reserva con que debia ejecutarse la dificil Retirada de Huancayo estaba perdida! ¡Los quinientos enfermos graves del tífus, nuestro heridos, los destacamentos aislados, corrian ahora el peligro cierto de que fueran copados, por fuerzas inmensamente superiores, cincuenta a uno! ¡Todo el Ejército, que necesitaba de impedimenta especialísima, para conducir í salvar a sus queridos enfermos, corria el peligro mas espantoso que es dable imaginar! Canto, por cierto, no se amilanó, que no cabe en el alma de bronce de ese soldado ni siquiera la suposicion de tal idea. Canto era coronel chileno i eso bastaba. Tenia a su lado hombres de hierro, de alma de acero, que se nombraban: José Miguel Alcérreca, Marcial Pinto Agüero, José Antonio Gutiérrez, Domingo Castillo, Rafael González, Eulojio Robles, Agustin Gana Urzúa, Enrique del Canto, Eleuterio Dagnin i Emilio Contreras, jefes veteranos todos, fogueados en Arauco, que habian peleado la dura campaña de Tarapacá, que se habian batido en Tacna, asaltado a Arica, como leones, peleado cargando en Chorrillos, en Miraflores, en Pucará!
La Junta de Guerra de Huancayo I Canto llegó a Huancayo, i en su trayecto tomó todas las medidas tendientes a salvar la gravísima situacion que se lo venia encima. I en guerrera junta, tenida en esta ciudad, espuso a los jefes de unidades de su inmediato mando, el estado del Ejército, las órdenes secretas dadas por Lynch i el telegrama del Jefe del Estado Mayor, coronel don José Francisco Gana, que habia arrojado al viento de La Sierra i por decirlo así, avisado oficialmente, sin querer, al enemigo, la órden de retirada i su partida comunicada al Jefe del Ejército de Operaciones en Junin. La situacion era gravísima, i aunque Canto no tenia que dar cuenta a ninguno de sus subordinados de su conducta, i estaba autorizado para proceder como señor absoluto, nuestro jeneral quiso oir i oyó la opinion de aquellos hombres, que sabia eran tan patriotas i bravos como él. I la junta se celebró i he aquí lo que en ella se acordó: “En Huancayo, a nueve días del mes de Julio de mil ochocientos ochenta i dos, reunidos en Junta de Guerra los señores…….acordaron reconcentrarse en la ciudad de Tarna por las consideraciones siguientes: 1.ª Por no existir en la infantería mas municiones que las necesarias para emprender la reconcentracion; 2.ª Por estar interceptadazas todas las vías de comunicación, i porque para tener recursos seria necesario custodiar cada convoy con tropa de la misma division, situación verdaderamente insostenible por consecuencia de la epidemia de tífus, que aflije al Ejército; 3.ª Porque estando reducida la esfera de accion del ejército solamente a las pequeñas poblaciones circunvecinas, i no teniendo éstas recursos para sus propios habitantes, la manutención de la tropa es completamente imposible; 4.ª Porque en la provision del ejército no existe en el día de hoy sino un quintal de café, un barril de grasa, ocho sacos de papas, quince quintales de sal, cuarenta sacos de cebada, cerca de cien animales vacunos, alimentos deficientes para el rancho de un día; 5.ª Porque el contratista para la provision del ejército no puede continuar abasteciéndolo por el motivo ya dicho de intercepcion de los caminos por las montoneras;
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6.ª Porque existiendo en Concepción i en Jauja guarniciones de sólo una compañía i no pudiendo reforzarse esos destacamentos a consecuencia de la escasez de víveres, quedan espuestos a ser asaltados por fuerzas superiores; 7.ª Porque, necesitando reforzar la guarnición de la Oroya i ocupar otros puntos intermedios a fin de obtener una comunicación espedita desde Chicla, se hace indispensable la reconcentracion para no dejar puntos espuestos a ataques; 8.ª Porque se hace difícil por ahora i en pocos días mas imposible el forraje para la caballería i para las mulas de la artillería; i 9.ª Porque la division está en un lamentable estado de salubridad, pues en la actualidad hai 473 enfermos, siendo de notarse que ha habido 273 defunciones a causa de la epidemia i 73 muertos por el enemigo, sin contar las defunciones de oficiales e individuos del cuerpo sanitario. En fé de qué este es nuestro modo de pensar, suscribimos la presente. (Firmados).- E. del Canto.- Eulojio Robles.- J.M. Alcérreca.- Marcial Pinto Agüero.- Eleuterio Dagnin.- Domingo Castillo.- Emilio Contreras.- R. González.- Isidoro Palacios, secretario. Los comentarios huelgan tanto para lo acordado en la junta de guerra de Huancayo como para el telegrama de Chicla, el 20 de Junio, jenerador de este Consejo. Sin embargo, no podrá menos el lector de fijar su atencion en la cláusula 6.ª, que tomaba en cuenta, como el Virrey Lynch, el temor de un ataque a los destacamentos aislados de Jauja i la Concepción, a la vez que declaraba su impotencia para reforzar esos puestos. Demas no está decir aquí, que por otra parte, la marcha estaba ordenada para el día siguiente i que nada de particular tenia que las guarniciones de Jauja i La Concepcion esperasen no un día, sino horas mas; porque la junta se hizo en la tarde del 9 de Julio i la partida se emprendería en la mañana siguiente, después de la diana del 10. El coronel Canto habia necesitado de toda su enerjia i de la de todos los jefes, oficiales i soldados de su Ejército, para en breves días fabricar 200 camillas especiales, de tela, de cuero i hasta de madera, muchas con techos, especies de baldequines chinos, para librar del crudo temperamento invernal de aquellas alturas a los 473 enfermos i heridos que tenia que recojer de Huancayo, del hospital especial de Jauja, etc. No se puede comprender sin haber visto aquellos caminos, repechado aquellas empinadas cordilleras, andado por aquellos hermosos valles, recorrido los abruptos desfiladeros de esas níveas rejiones, no se podrá jamas, decíamos, estimar bien en toda su noble grandeza, esa retirada a traves de un país enemigo, sin haber tomado parte en ella. Sin víveres, sin municiones, defendiéndose de un enemigo oculto siempre; siempre en la altura, allá donde viven las águilas, despeñando galgas, cruzando constantes granizadas de balas i teniendo aun mas, al tiempo, al cielo, í hasta el aire por enemigo! I luego bajando, subiendo sin descansar; escoltando a los cientos de enfermos i arriando, fusilando en ocasiones a los infelices serranos que asuzados por los montoneros quisieron en mas de una ocasión despeñar las camillas, abandonarlas, lanzarlas al abismo. I para colmo de males, para amargar mas la triste situación de nuestros espedicionarios, al llegar a San Jerónimo, villita colocada a dos leguas i media al norte de aquella ciudad, el coronel Canto i toda su Division recibia la fatal noticia, los primeros boletines, digamos así, del asalto a La Concepcion, del inmortal sacrificio de los 77 chilenos de la 4.ª compañía del 6.º de Línea.
Jauja i Monseñor del Valle Obispo de Huánuco En la provincia de Jauja, en la que opera por el momento la division de Huancayo, que manda el coronel Canto, la que limita por el norte la de Tarma: con Tayacaya, provincia del departamento de Huancayo por el sur; con las níveas cordilleras i montañas del oriente, i hácia el poniente se estiende tambien la Sierra Andina, que la separa del departamento de Lima en la provincia de Yangos. Tiene Jauja cinco distritos que tomados de norte a sur se denominan: Jauja, Mito, Chupaca, Concepcion i Huancayo al sur. En esta provincia, una legua peruana escasa hácia el oriente de Concepcion, encerrado entre pintorescos cerros, i asentado en hermoso valle de suavísimo clima, embellecido por Dios i por los hombres, está enclavado Ocopa, que mas que caserío es un convento famoso, algo así como una ciudadela, donde se
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dice que se ruega a Dios, no al de los cristianos, que es al peruano a quien se adora; Divinidad que tiene mucho de pagano i hasta de incásico, porque sabido es que, los curas de aquella tierra, han dejado perenmes muchas de las viejas tradiciones relijiosas de la raza aimará. En Santa Rosa de Ocopa vivía, moraba mas bien en aquellos días de Julio de 1882, Monseñor del Valle, obispo de Huánuco i arzobispo In partibus Infideliuro de Berito, cerebro i alma de la insurreccion que iba a estallar, acaudillada por Cáceres. I junto con Monseñor, como quien dice, sus grandes ayudantes de campo, estaban en primera línea los cogullas de Ocopa i los curas colados de los 16 curatos de Jauja; es decir, de Apata, La Concepcion, Jauja, Huancayo, Sincos, Huarispampa, Comas, Parihuaca, Mitos, San Jerónimo, Chupaca, etc. I para terminar esta milicia, que por cierto nada tenia de celestial, agregaremos a los Tatos nombrados, los 14 Curas de Interes, de la provincia de Jauja. Pues bien, mientras Canto i los suyos ensillan sus caballos i se preparan para evacuar a Huancayo, el señor Obispo de Huanuco, pone en movimiento a todo su Estado Mayor i los correos parten hácia el sur en aviso de Cáceres; al norte a levantar las indiadas del Oroya, a Huancavelica, a La Concepción, a las rejiones de la montaña, a todos los caseríos de la zona de Junin que baña el torrentoso Oroya. El serrano i el montonero empuñan sus armas i el ronco cutrum, corneta de cuero, retumbando en los humbrosos valles, en las concavidades de las montañas i en las nieves eternas hasta las orillas de los ríos i torrentes… pone en armas, levanta i embriaga a aquella inconsciente indiada, que lanza ciega, enfurecida, sobre las fuerzas diezmadas de Canto. El Oroya bordea el valle, mas bien dicho las fértiles tierras que se estienden desde un poco al norte de La Concepción a Huancayo, i para grabar mejor en la mente del lector la topografia de esa región, solo describiremos ahora a las localidades donde opera ya el sanguinario montonero, donde se mueven tambien las huestes chilenas que abandonan sus reales de Huancayo. El río corre de norte a sur con sinuosidades caprichosísimas; en ocasiones los terrenos que a su costados se estienden alcanzan hasta quince, veinte leguas de suelo feraces, ondulados, que quedan encerrados por el oriente i poniente por montes de no mucha elevacion en ocasiones; en otros semejan los primeros contrafuertes de aquellas macizas cordilleras. Quebradas profundas cortan aquella abra, i en su fondo siempre bullen torrentes impetuosos, que cambian de caudal cada día a consecuencia de las tormentas terribles que azotan aquellas alturas, que alcanzan en Jauja a 3,080 metros sobre el nivel del mar; i esas quebradas convierten en áspero camino las vías que unen a las ciudades i villas que de trecho en trecho i en ambas riberas del Oroya i demás ríos que afluyen a él, pueblan i hermosean aquella feraz i bellísima rejion. Un antiquísimo camino incásico, resto soberbio de la civilizacion del Sol, bordea de norte a sur el valle; une a Tarma con Huancayo, i entre esta ciudad i La Concepción, la vía que es ancha, amplia, corre siempre por el flanco izquierdo del río, por el oriente, por terreno plano, que cortado está en muchas partes por profundas quebradas que dificultan la marcha, porque obligan al viandante a subir i bajar sus ásperos repechos i flancos en que labrados sigue aquella antiquísima vía. Entre Huancayo i La Concepcion encontrarnos a San Jerónimo, villita que dista mas o menos tres leguas peruanas de la primera de la primera ciudad nombrada, i del Ara Santa en que se sacrificaron todos los Chacabucanos de la heróica 4.º de Carrera Pinto, otra legua escasa. Los picachos del oriente dominan todo el camino descrito; i desde sus cumbres los montoneros enemigos i al larga distancia envian constantemente tiro tras tiro con sus alcanzadores Peabody, que de cuando en cuando, por desgracia, dan en el blanco. En ocasiones, estrechada la ruta por agreste farellón que se pierde en las nubes, da lugar a que a indiada, arrancando de la cumbre macizos peñascos los derrumbe sobre las columnas en marcha, que reciben con atronadores gritos de ¡Viva Chile! Aquellas terribles galgas, que suelen hacer dolorosísimas bajas. Aplastado, disuelto, vuelto oblea, dejó para siempre una de esas rocas, degajada de las cumbres de la cima, al patriota Gemían, mozo alentado i honrado contador de la Division, que con caballo i todo desaparecio envuelto en aquel alud, lanzado por la traicionera mano del montonero, desde la cúspide de la montaña en que escondian su miedo aquellos famosos forajidos, que no soldados. Esa era la ruta que Canto i sus hombres tomarían tan pronto llegase el momento oportuno para romper la marcha; no era por cierto un camino de flores, que en realidad fue una vía Crucis con su Calvario glorioso: La Concepción.
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El general Cáceres recibe primero que Canto el telegrama de Gana i parte e Iscuchaca. Mientras tanto el jeneral Cáceres, que ántes del 26 de Junio ha recibido primero que el coronel Canto el telegrama de Gana, comprendiendo la inmensa importancia de aquella gran noticia, lanza sus ayudantes en todas direcciones, porque ha llegado la hora de la revancha, de la matanza i del esterminio. ¡Guerra a muerte, sin cuartel! ¡Matanza general! Guerra a los chilenos, sean ellos hombres, mujeres o párvulos! es la órden del día, única del futuro presidente del Perú. Tomando campo atravieso, salvando precipicios, burlando los destacamentos chilenos, han volado los chasques enemigos, conduciendo a Cáceres la noticia de que Gana ordena a Canto la evacuacion del departamento de Junin, la retirada de Huancayo. I el caudillo de La Sierra, como hemos dicho, pone en movimiento sus colectivas tropas i a marcha forzada avanza hácia el norte sobre Marcavalle, Pucará, hácia Huancayo i hasta sobre Lima, si puede. En Ayacucho es donde Cáceres ha organizado su Ejército, deshecho en Pucará el 5 de Febrero del año que historiamos. El 19 de Junio, miéntras Lynch i Canto secretamente en Lima determinan la retirada de Huancayo, don Andrés Avelino parte de Huancavélica hácia Iscuchaca, “plaza que ocupa el 20, donde encuentra reunido 2,000 montoneros i ahí recibe copia del telegrama de Gana i correos de Lima solo dos días despues, el 22! Los chasques aimares habia volado, se habian pasado la palabra como en los tiempos de loa viejos incas! ¡Prodijios del patriotismo que siempre aplaudiremos!
Las fuerzas de Cáceres se reconcentran. En Iscuchaca, Acobambilla, Ascotambo, Pasos, Nahuinpuquios i Tongos, Cáceres va concentrando a lo que él denomina “El Ejército del Centro”, en el que pasan revista los batallones Lima i Zepita, i en que se divisa uno que otro veterano de Tarapacá. Tambien forman con el Caudillo de La Sierra, el Canta, Los Libres de Trujillos, el Junin, Rimac i el Alianza: los indios i guerrilleros son incontables. El Coronel don Miguel Gálvez, vecino de Iscuchaca gobierna 2,000 montoneros í dice responder de su valor í entusiasmo. El Coronel Gastó, a quien pronto veremos jugar importante rol, está al frente de dos columnas de infantería lijera, Los Libres de Ayacucho, Los Pucará, Seiscientos Lanceros de Acoria llegan al campamento peruano el 23 de Junio. Don Antonio Salazar, vecino de La Concepcion i propietario de la casa que linda con el cuartel de la guarnicion chilena por el norte, i que es Teniente Coronel movilizado, tiene el mando de los guerrilleros e indiadas de Comas i de Sincos. El comandante General Tafur con los comandantes Araujo, Mesa i Toledo, dirijen los montoneros e indiadas de mas al norte, del poniente, las que deben caer sobre el histórico puente del Oroya.
El plan del enemigo El plan de Cáceres es sencillísimo: en persona atacará con el grueso de su Ejército, con sus mejores i mas aguerridas tropas, e1 9 a la diana, antes si es posible, la guarnicion chilena de Marcavalle, que guarnese un piquete del Santingo 5.º de Línea; abrirá fuego tremendo sobre esa posicion avanzando sobre Pucará. El Jeneral enemigo quiere obligar al Coronel Canto retrogadar hacia el sur, dejando así indefensas, aisladas i sin esperanzas de socorro, a las tropas chilenas que mantienen nuestra enseña en La Concepcion i Jauja, donde se encuentran solamente veteranos del Chacabuco. Sabemos que en Concepcion está Carrera Pinto i su inmortal 4.ª compañía; en Jauja manda el capitan don Pedro Maria Latapiat, que tiene a su lado tres brillante soldados, el teniente Absalon Gutierrez i sus
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compañeros Latham i Santos; i a última hora, poco antes del 9, llega tambien a esa ciudad el mayor Quintavalla i el veterano de Tarapacá, el bueno i bravo Victor Lira Errázuriz. En Jauja convalecen numerosos enfermos chilenos, entre ellos el teniente don Alberto Herrera, oficial que fué herido en Chorrillos i así se batió en Miraflores. Don Juan Gastó con Salazar i sus guerrilleros, indiadas de Comas, de Sincos, de Ocopa, San Jerónimo, Chupaca, Jauja, Sapallanga, en fin, de todos los pueblos, caseríos, valles, hondonadas, quebradas i montañas, de toda La Sierra deberán atacar i destruir primeramente a La Concepción, i como aquella tarea será fácilmente desempeñada, Gastó i sus guerrilleros atacarán después a Latapiat en Jauja. La division que sobre Marcavalle i Pucará haria Cáceres, apartaria a Canto del norte; i Gastó emprendería el asalto en la tarde del Domingo 9 para obligar a los chilenos a combatir durante la noche i hacerlos malgastar sus municiones, que sabia perfectamente eran escasísimas.
Número i Organizacion del Ejército de Cáceres Antes de continuar narrando esta magnífica campaña, dejemos constancia que son El Eco de Junin los partes oficiales de don Andres A. Cáceres, de los señores prefectos peruanos de Huancayo i Huancavélica, don Guillermo Ferreiros i don Tomas Patiño, los coroneles Gálvez, Morales Bermudez i don M. F. Horta, quienes nos proporcionan datos de fuente enemiga para escribir estas pájinas. Que Las Memorias del Jeneral Lynch, los Archivos de Guerra i Marina, El Mercurio, El Ferrocarril, el riquísimo archivo particular del patriota Jeneral Canto, los partes oficiales chilenos, i La Tarde de Santiago; que la Retirada de Huancayo de don Isidoro Palacios, discreto e intelijente secretario de Canto i de Gorostiaga en Huamachuco, cartas, planos, mapas, relaciones privadas, conversaciones íntimas con oficiales mui honrados i valientes que viven aun i tomaron parte en la operacion de guerra que historiamos, son quienes han puesto a nuestra disposicion todo cuanto estamos contando. Se basa, pues, este relato sobre documentos i en la honrada palabra de los que sobreviven i vieron i recuerdan aun emocionados, aquellos espartanos i por qué no llamar chilenos acontecimientos. El Ejército del Centro de Cáceres, se componia de cuatro divisiones: 1.ª, 2.ª, Reserva, Division de Vanguardia. Don Manuel Tafur era el jefe de Estado Mayor; sub-jefe, don Arturo Morales. El Coronel don Manuel Cáceres dirijia a la 1.ª Division; mandaba la 2.ª don Justiniano Arciniega, el Coronel Secada estaba en la Reserva. E Coronel Juan Gastó mandaba la Division Vanguardia, la que atacó a Carrera. Reasumiendo en la 1.ª Division formaban el batallon Tarapacá, el Zepita e Iscuchaca i la Columna de Pampas junto con los guerrilleros de Huaripamba i Pampas i su correspondiente seccion de artillería. Pasaban revista en “La 2.ª Division de Línea” los batallones Acoria, Coesbamba, Huando, Ascotado i Pillinchaca. En la Reserva servían El Lima, Los Libres de Trujillo, El Junin i El Rimac. En la Division Vanguardia: Los Libres de Ayacucho, El Pucará e infinitos montoneros. La caballería enemiga la formaban La Columna Honor de Pampas, organizada por el Sargento Mayor don Nazario Zúñiga; 600 lanceros de Acoria i los veteranos restos de Coraceros de Pucará que fueron sableados por Ildefonso Alamos i Miguel Anjel Reyes en aquellos lejanos días. La artillería de Cáceres era la que a vista i paciencia del Ejército de Lima, los amigos de ese caudillo, habian enviado a La Sierra encajonados en ataúdes que se decia contenian cadáveres, treta que los juguetones limeños usaron para enviar al jefe enemigo pertrechos de guerra en diferentes ocasiones. I, aparte de las tropas regulares citadas, el Ejército del Centro reunia mas de 5,000 indios armados, como se ha dicho, de hondas, garrotes i uno que otro rifle. Ayudante de campo ausiliares especiales de esta campaña, fueron todo los curas, todos los de Junin, desde Monseñor del Valle a el último lego profeso de Santa Rosa de Ocopa. Sin forzar las cifras, Cáceres tenia a sus ordenes el 26 de Junio i abria su campaña el 9 de Julio con 12,000 hombres, mas o menos, que podian descomponerse en esta forma: Tropas regulares de las tres armas…………………….4,000 Guerrillero……………………………………………..3,000 Indios…………………………………………………..5,000
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Total………………………12,000 Ya veremos como el caudillo de La Sierra, apesar del numeroso Ejército que mandaba, de sus tropas colecticias e indiadas, nada de grande hizo en contra nuestra i como su ataque se estrelló en Concepción i en todas partes, con el heróico teson i credó del chileno que muere cien mil veces ántes que abatir sus gloriosos e inmortales colores!
El coronel Canto organiza la retirada de Huancayo Canto ha llegado intertanto a Huancayo el Lunes 26 de Junio; i todavía no ha dejado su caballo i conversado con sus tenientes i recibido las noticias i novedades ocurridas durante su ausencia, citando se te entrega tambien el parte telegráfico del Jefe de Estado Mayor, el que hemos trascrito mas arriba. El estupor que la lectura de aquellas líneas te produjo se comprende bien; el coronel Canto no tenia sino que cumplir las órdenes de Lynch i se aprontó para evacuar a Huancayo. El Martes 27 de Junio, despues de diana, revistó todos los cuarteles e inició los aprestos para la marcha. Ya lo hemos dicho, se fabricaron camillas; se hicieron las requisiciones de caballos, burros i cuanto animal era necesario para mover el ejército; se tomaron todas las medidas tendientes al efecto. Habia que saldar cuentas municipales, pagar los víveres i todo cuanto se debia; se imponia dejar el nombre de Chile i de la Division a la altura que siempre habia estado, i eso no podia hacerse en horas. Para la marcha se necesitaban víveres; ganado en pié, i hubo que buscarlo i traerlo a donde estuviese, comprarlo i pagarlo inmediatamente. Todas esas medidas que, en tiempo de paz son difíciles, en aquellos días, con el enemigo al frente, en todas partes, eran casi insalvables; sin embargo, la férrea voluntad del coronel, eficazmente ayudado por todos los jefes a sus órdenes, allanaron los obstáculos i pusieron pronto a las fuerzas chilenas en estado de movilizacion. Los cirujanos volaron en esos días; i pronto, de órden de Canto, se estableció un hospital de evacuacion en Jauja i los convoyes de numerosos enfermos i heridos pudieron tomar la ruta de aquella benéfica ciudad, en pequeños destacamentos, competentemente custodiados. El coronel Canto nada descuidó; secretamente pidió a Chiela municiones: i éstas llegaron conducidas por el señor Briceño i por Agustin Prieto, teniente del Chacabuco, el día 12 de Julio; 25,000 tiros para la infantería fueron traidos por este oficial, que salvando dificultades infinitas, entró a Tarma con ellas, el día citado. En diez días escasos todo se habia preparado. El Sábado 8 de Julio de 1882, las tropas chilenas de Huancayo, los destacamentos de Pucará, Marcavalle i Zapallanga, que al sur de la ciudad nombrada cubrian el Santiago, 5.º de Línea, estaban listas para emprender la retirada sobre Jauja, Tarma i Lima. “Para hacer mas fácil la conducción de los enfermos, cada cuerpo debia cargar con los suyos”. La partida se iniciaria después de la hora de rancho, la guarnion asistiria, como de costumbre, a la misa que se decia en la plaza de Huancayo; a la hora prescrita romperia la marcha. Todo se hacía sin precitación; se queria probar así al enemigo que aquella operacion de guerra se efectuaba motu propio, que no impuesta por sus tropas, ni por miedo.
Cáceres mueve sus fuerzas; Marcavalle i Zapallanga Era día Domingo i 9 de Julio; la guarnicion entera oia la misa en la Plaza de Huancayo; daban las 7 de la mañana, cuando a escape un soldado de Carabineros de Yungai penetraba al recinto, i avisaba al coronel Canto que antes de aclarar el Ejército Peruano habia asaltado los destacamentos de Marcavalle i Zapallanga; i que relegados éstos a apucará, el comandante don Domingo Castillo del Santiago, contenia solo el avance del Ejército enemigo. La misa, por de contado, se suspendió; i las últimas frases del cura peruano debieron elevarse pidiendo al Dios de las batallas diéra a ellos en ésta vez la victoria, que, como veremos, el Supremo Hacedor no les concedió; que decretado habia i escrito estaba en el gran libro del destino, el sacrificio, el
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triunfo santo del heróico combate de la Concepcion, en que murieron todos los que a la sombra de la enseña de mi patria se cobijaron en ese glorioso día! I la guarnicion de Huancayo, con Canto a su frente, se lanzó al sur, sobre Pucará, en defensa de los suyos, i Cácerés obtuvo así lo que deseaba: que Carrera Pinto quedase solo, aislado, sin socorros. En otro trabajo historiaremos a Marcavalle; sin embargo, como un lijero saludo a los manes ilustres de los bravos del Santiago, permítasenos aquí recordar a los distinguidos lejionarios, teniente José de la C. Retamal, subteniente Elias Garcia, sarjento 2.º don Rodolfo Plaza i soldados Antonio Astete, Juan Contreras, Eleodoro Uribe, Cruz Alarcon i demas bravos soldados que cayeron en esos encuentros sosteniendo el lema bendito de los hombres de Chile: ¡MORIR SIN RINDIRSE! En esa jornada que fué mui famosa, que tendrá capítulo especial en estas narraciones que escribimos, para Chile, para esta tierra querida, a quien tanto amamos, se distinguieron todos; pero especialmente levantaron el nombre del Santiago i Carabineros de Yungai, el sarjento mayor don Fernando Pérez, el capitan ayudante don Pedro Pablo Toledo, el capitan don Diójenes de La Torre, el teniente don Luis Leclerc, que ese domingo servia de ayudante al comandante don Domingo Castillo i “el bizarro teniente de Carabineros don Ildefonso Alamos”, que habia ganado sobre el campo de Pucará, el 5 de Febrero anterior, sus galones de tal. Todos esos lejionarios del veterano i disciplinado 5.º de Línea sostuvieron solos el empuje de la 1.ª i 2.ª Divisiones de Cáceres de su reserva, de sus indiadas i montoneras. La Division de Vanguardia, la del coronel Juan Gastó, fué la única que no tomó parte en ese asalto llevado a dos pequeños destacamentos, por Cáceres en persona i con todo su ejército. Debe tenerse presente que Gastó con la Division Vanguardia, habia partido ántes del 8 de Iscuchaca, para despues de reunir todas las montoneras que rodeaban a La Concepcion, San Jerónimo, Ocopa, etc., caer sobre los setenta i siete chacabucos de Carrera Pinto. Gastó tomó las alturas de la derecha, del oriente; i por esa cimas, sin que nadie lo molestara, fué recojiendo los guerrilleros, montoneros i serranos que a su paso encontró.
La Division Canto se mueve sobre Pucará i luego regresa a Huancayo El 2.º de Línea, con Dagnin i Enrique del Canto, dos compañías del Chacabuco con Pinto Agüero, Arturo Salcedo i Bo el Lautaro con Robles, secciones de Carabineros de Yungai con Alcérreca, Bell, Vicente del Solar, Eduardo Sierralta i Miguel A. Reyes Espinosa; la Artillería con González, Emilio Contreras i Julio Medina i Canto a la cabeza, saltaron sobre la ruta que lleva a Pucará i pronto estuvieron al lado del Santiago. El ataque iba a empezar, pero ántes de efectuarlo se acordó no hacerlo i retirarse sobre Huancayo, evacuarlo al día siguiente i dirijirse sobre Lima por la vía de San Jerónimo, la Concepcion, Jauja, Tarma, Oroya. Las razones anotadas en el acta que ya publicamos i la de que las municiones eran escasísimas, no habian sino 80 tiros por hombre, obligaron a los jefes de aquella guerrera junta a tomar la determinacion que la prudencia i las órdenes del Cuartel Jeneral aconsejaban. En esa misma tarde entraba Canto con todos los suyos a Huancayo; era la una i media del día; por desgracia, en esa mañana no se pudieron castigar las atrocidades que los montoneros cometieron con los heridos del Santiago, a quienes asesinaron, pasearon sus restos sangrientos, sus cabezas ensartadas en picas, por los campamentos enemigos.
Se inicia la retirada de Huancayo El 10 de Julio de 1882 cayó en Lunes; despues de diana i cuando la Division chilena hubo tomado un buen desayuno, principió el desfile. En primera línea a la vanguardia marchaba el Chacabuco 6.º de Línea, es decir la 2.ª i 6.ª compañías i una del Lautaro, la del bravo oficial don Rómulo Correa, mozo varonil i mui soldado.
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Esta tropa estaba bajo el inmediato comando de don Marcial Pinto Agüero, hombre de guerra a las derechas i a quien Canto confiaba i con razon. Anacleto Valenzuela, mayor del 6.º i Arturo Salcedo i Luis Molina, acompañaban en calidad de ayudantes los dos últimos al comandante Pinto Agüero. El capitan Boonen estaba al frente de la 2.ª compañía del Chacabuco con los subtenientes señores Alejandro Villalobos i Miguel Urrutia Ibáñez. El veterano 1.º don Ramon Melo, que formó en Marzo de 1879 en la Brigada de la Recoleta i los sarjentos don Samuel Olivares i don Andres 2.º Briceño, con su rifle a discrecion i a paso de camino, ocupan las primeras hileras. A retaguardia de la 2.ª viene la 6.ª con Víctor Luco i Miguel Santos,que es subteniente, buenos oficiales a quienes acompañan el 1.º don Félix Otero i los sargentos José Ramon Pacheco i Juan Ruiz. Avanguardia, adelante marcha la compañía del Lautaro, a de don Rómulo Correa. Tras la unidad lautarina del capitan Correa, desfilan los enfermos i heridos del 6.º de Línea i de la Division, unos en camilla, otros en burros, algunos mui convalecientes a pié. El número 2 de Artillería, sus dos baterías con Rafael González, Julio Medina i Jofré, van formando la columna en marcha. El parque i los bagajes con Emilio Contreras i sus dependencias, toman tambien el camino, cerrando la formacion el Lautaro con Robles i Leonor Avíla i el Santiago con Castillo, Pérez i demas bravos camaradas. Los enfermos, los heridos, lo hemos dicho, van seccionados por cuerpos, cada uno cuida a los suyos. Las camillas las conducen serranos que pacientemente soportan aquella faena, silenciosos, mudos, sin pestañar. Don José Miguel Alcérreca, el Catalan, como cariñosamente lo apodaban sus compañeros de armas, al frente de sus centauros del Yungai, cubria la retaguardia de esa columna “que abarcaba una estension de mas de dos leguas”. Canto, rodeado de sus ayudantes, acompañado de su secretario don lsidoro Palacios P., de los capitanes don Ismael S. Larenas, de Mac Kucheon, del inolvidable Cabo Villonta i de otros mas que se nos escapan en este momento, vijilaba avisoramente su tropa i a todas partes alcanzaban sus previsoras i oportunas órdenes i advertencias.
La Concepcion i sus contornos. De Huancayo a Concepcion se cuentan cinco leguas mas que menos, entre ambas localidades está situada la aldea de San Jerónimo, que dista unas cuarenta cuadras de buen camino de carruaje de La Concepcion. Éste pueblo, que tiene unos tres mil habitantes i que guarnece la 4.ª compañía del Chacabuco con 77 hombres, de capitan a tambor, cuenta con una plaza i cuatro manzanas mas. Está asentada la villa al norte de una suave lomada, no mui alta, que la cubre de los vientos del sur; los cerros del oriente la dominan por ese flanco; por el norte se abre el valle; i hácia el poniente rumorea a cosa de unas veinte cuadras el Oroya que lo separa del pueblo de Sincos, divisándose sus torres al otro lado del río. Un puente de cimbra, que viene quedando frente al cerro que deslinda al sur de La Concepcion, sirve para la comunicacion í tránsito de los numerosos habitantes que pueblan las dos villas, los caseríos i haciendas de ambas riberas. Fértiles i bien cultivados terrenos rodean a La Concepcion, divididos por bajas pircas de piedra bordeadas de cactus i de pitas; el maiz, la cebada i el trigo i otros cereales se cosechan en sus campiñas. El cerro que por el oriente domina al pueblo es mui apropiado para mantener en él una descubierta, porque desde su cumbre se divisa hasta mui lejos. El capitan Latapiat, miéntras gobernó en La Concepción, mantuvo siempre un piquete un ese punto, fuerza que, por desgracia, retiró don Ignacio Carrera Pinto. La Concepcion tiene una plaza grande; su costado norte lo ocupan casas de vecinos, algunas tiendas se abren en ellas; el sur estaba en construccion en Julio de 1882; se edificaba un portal cuyos arcos en parte se veían ya en pié.
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La iglesia, de antigua data, con sus dos torres i una gran puerta al frente ocupaba el lado oriente, es decir, colocándola en la Plaza de Armas nuestra, vendria a quedar en la esquina de Merced, i a continuacion, al norte, se encontraba el cuartel que tenia dos puertas a la plaza; estas entradas se abrían unos cuantos pasos al norte de la iglesia, i siguiendo siempre hácia el septentrión tres ventanas con rejas de hierro de Vizcaya daban luz a otras tantas habitaciones que servían de cuadra a los veteranos del Chacabuco. La iglesia estaba situada un poco hácia adentro, dejando a su frente un pequeño espacio, una insignificante plazoleta, algo así como la ubicacion que presenta el templo de nuestras Capuchinas, pero sin la reja que tienen esas santas i buenas madres afuera de su iglesia. El cuartel era ni mas ni menos la casa parroquial del señor cura i quedaba al al centro del flanco oriente de la plaza; en la esquina de Monjitas, digamos así, con plaza, se levantaba una buena casa de altos, propiedad de don Antonio Salazar, personaje a quien luego veremos jugar importantísimo rol. Tanto la iglesia, el cuartel i la casa de Salazar, tenían techos de tejas i eran edificios antiguos pero bien construidos. Donde aquí se levanta nuestra hermosa Catedral, Sagrario i Palacio Arzobispal, habian allá casas-habitaciones; i mas o menos en el lugar en que vemos el Sagrario, estaba la casa de altos de los Valladares, la del coronel don Luis Milón Duarte, ardiente patriota peruano i decidido partidario de don Miguel Iglesias, que fué asesinado en ella el año de 1884, se dice que por instigaciones de Cáceres. En la esquina de la Compañía, tomando siempre por modelo a nuestra plaza, la del norte, la del Palacio Arzobispal, se abria una botica, i en la otra esquina con Catedral un modesto hotel. La carretera incásica que parte de Ayacucho i pasa por Huancayo, vía a Lima, entraba por la calle de Ahumada, para después de salvar la plaza por el costado poniente, continua su ruta hácia el norte hasta Jauja, recorriendo dentro del pueblo las cuatro cuadras que éste tiene de norte a sur. En la primera puerta del cuartel, en la que queda mas al sur, flamea el tricolor chileno en alto mástil, que corona el mojinete del pasadizo principal de la parroquial morada, ahora cómodo cuartel de aquella tropa invicta que muere i no se rinde!
Primeras noticias que recibe la Division Canto del combate de la Concepcion; lo que vió el capitan don Arturo Salcedo. Unas treinta cuadras ántes de llegar a San Jerónimo, i cuando la vanguardia de la Division habia acabado de pasar la famosa Quebrada Honda, lugar en que los pobres enfermos tuvieron que sufrir crueles molestias, que aquellos hombres de hierro soportaban con imapávida frialdad i resignacion; su jefe, don Marcial Pinto Agüero, tan prevenido i cuidadoso de su tropa como Canto, ordenó al activo capitan-ayudante don Arturo Salcedo se adelantase forzando sus cabalgaduras a La Concepcion, i previniese al capitan Carrera Pinto para que éste preparase el rancho necesario para los espedisionarios, i especialmente hiciera condimentar alimentos sanos i apropiados para los numerosos enfermos i heridos de la division. El capitan Salcedo partió inmediatamente, acompañado del subteniente abanderado don Luis Molina V., oficial que ya se distinguía por su carácter serio i digno, i del sarjento 2.º Tondreaux, que servia en la Mayoría. Los tres iban a caballo; pusieron a buen paso sus animales i observando cautelosamente el estrecho horizonte, se dirijieron a La Concepcion. “Serian, dice ahora mismo don Arturo Salcedo, las dos i minutos de la tarde del 10 de Julio, i esa realmente debió ser la hora, porque estudiando documentos de la época, escritos casi al pié del cañon, encontramos que a las cuatro de esa memorable tarde la vanguardia del bizarro comandante Pinto Agüero “estaba a la vista de Concepción”, leo en “La Retirada de Huancayo”, editada en Lima en 1882, pájina 15, renglon 3.º, su autor don Isidoro Palacios, honrado í patriota secretario de los vencedores de Pucará i de Huamachuco i los Jenerales don Estanislao del Canto i don Alejandro Gorostiaga. Seria, pues, la hora apuntada, las 2 de la tarde, poco mas, cuando Salcedo, Molina i el sarjento Tondreaux, recibieron la órden de dirijirse a la Concepcion; “a las 2 1/2 llegamos a San Jerónimo, continua Salcedo, i al atravesar esa villa no pudo menos que llamar nuestra atención el pavoroso silencio que reinaba en el pueblo; no se divisaba un alma; no habia nadie; aquello era un cementerio. Nosotros mirábamos no sin cierta inquietud aquel silencio, aquel abandono del pueblo, cuando de unas de sus casas vimos salir al súbdito italiano don Carlos Rivetti, comerciante en calzado, vecino de
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Huancayo, que mui chileno se habia adelantado con su familia a San Jerónimo, para continuar viaje a Lima, que no queria quedarse en La Sierra por temor a la soez i terrible venganza peruana”. “Rivetti se dirijió a nosotros, narra Salcedo, i desde léjos, accionando, dió a comprender que algo mui grave acontecia”. “Era yo mui íntimo amigo con Ignacio, anota Arturo Salcedo, i algo así como una congoja inesplicable, me tomó el corazon; fué a caso un vueleo del alma que me llevó a imajinar que Carrera Pinto hubiera muerto”. “No lo sé; pero, algo raro pasó por mí”. “Don Cárlos Rivetti en el inter agregaba: “Toda la guarnicion, sin que se halla escapado uno solo han muerto en La Concepción” “Todos, todos, han perecido, no se rindieron jamas; Qué chilenos tan bravos!” “Un rayo que hubiera caido a mis pies, la muerte de mis padres, no me habria producido una impresion mas profunda, mas espantosa!” El señor Rivetti nos dió todos los datos que sobre aquella heróica trajedia poseia; i en el acto continuamos la marcha sobre la Concepción”. De San Jerónimo distábamos poco mas de una legua, i ese trayecto lo salvamos a buen paso, i cuando ya estábamos encima de la loma que cierra por el sur a Concepcion i cerro que contornen el labrado camino que, al llegar a su base jira hácia la izquierda, pasa doblando la puntilla i haciendo flanco derecho, penetra al pueblo, abandonamos la carretera, tomamos el atajo i de frente ascendiendo aquella larga i suave montaña, llegamos a la altura”. “Desde aquel punto se divisaba todo Concepción; una negra i espesa humareda teníamos a la derecha, i nuestros ojos pronto pudieron descubrir que aquel incendio devoraba el cuartel de la 4.ª compañía del Chacabuco, la de Ignacio Carrera, nuestro amigo i hermano.” “Momentos despues, una sonora descarga hecha de los suburbios, nos hizo pensar en la tremenda realidad, i volviendo bridas tomamos el campo, devorándolo, i corrimos a dar a nuestro querido jefe, a don Marcial, al coronel Canto, a la Division entera, la noticia tremenda, espantosa”. “En el camino tomamos un cholo ebrio, embrutecido por el alcohol, fué imposible obbtener nada de él; pensamos fusilarlo, pero despues cambiando de opinión, seguimos con el prisionero”. “Unas cuantas cuadras ántes de San jerónimo encontramos al comandante Pinto Agüero, i sin pensar en nada, de repente, brutalmente, le comunicamos todo cuanto ocurria, todo cuanto habiamos visto: el incendio del cuartel, la descarga hecha, lo que Rivetti nos habia narrado”. “Nuestro jefe que era todo un soldado, bravo como un leon, ronca la voz, gritó; “Hagan avisar al coronel Canto lo que ocurre, i que para no perder tiempo marcho yo con la vanguardia sobre la Concepción; Usted, ayudante Salcedo, parte conmigo”. El coronel Canto, momentos despues, recibia a su vez la fatal noticia; ordenaba inmediatamente al mayor del 2.º de Línea, don Enrique del Canto, que con dos compañías de ese cuerpo, trepando las sierras del oriente, cayese a La Concepción por su flanco derecho. Los veteranos del 2.º, al trote, locos, tomaron el campo, empeñaron la maniobra. I la fatal nueva cundió por la hueste chilena con la rapidez del rayo. Prendió la cólera, la rabia satánica cual poderoso reguero de pólvora que enciende espantosa mina i un volcan de dicterios, de exclamaciones, de mueras, retos, vivas e imprecaciones, cubrió el espacio caldeado que rodeaba a aquella tropa. ¡Adelante!, Vivan los chacabucos! Viva Chile! Vivan los mártires de La Concepcion! Viva Carrera Pinto! Mueran los cholos! Abajo los montoneros! Mueran los frailes de Ocopa! Viva Chile! A la carga! Adelante! I mil i mil impreciaciones poblaron las filas de aquellos veteranos, a quienes cegaba la rabia, hacía estremecer el valor! Los enfermos abandonaban sus camillas i empuñaban las armas; i los buenos, los que custodiaban a los heridos i a los tifoideos olvidaron su misión, dejaron sin amparo a esos inválidos i fueron tambien a Concepción. Nadie queria quedarse i fué necesario todo el esfuerzo poderoso de los jefes del 2.º, Artillería, Santiago, Lautaro i Carabineros, para contener a nuestra tropa que queria en volandas, llegar a La Concepcion i vengar tamaña injuria, tan cruento sacrificio!
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Soto el Chacabuco i la compañía del Lautaro del capitan don Rómulo Correa no se contuvieron; i como hemos dicho, estando de vanguardia tuvieron la suerte de ser los primeros en entrar al pueblo, i tambien la de espectar ántes que nadie el espeluznante espectáculo de la matanza horrorosa; de la impudicia i lujuria gastada por nuestros enemigos para violar i profanar los cadáveres, las cenizas de aquellos heróicos soldados. Al combate habia seguido la profanacion; la befa inmunda, salvaje del ebrio, del cholo, del mulato cobarde, del indio estúpido, del montonero infame, soez i sanguinario con los muertos, que huye, arranca de los vivos. La asquerosa cobardía se cebaba como el inmundo gallinazo en los muertos, ave sagrada, representante fiel, retrato clásico i jenuino de la raza peruana, enjendro de negro, de indio i de coolí, rujia ahora e insultaba a aquellos yertos despojos porque sabia que el mudo silencio de los sepulcros, dominaba soberanamente a los 77 chacabucos! Lo hemos dicho, el Ejército entero tembló de rabia, rujió de coraje. En el inter el Comandante Pinto Agüero con los Chacabucos i Lautaro, corriendo, salvaban la distancia que los separaba de La Concepcion, i a las 4, de aquella fúnebre tarde, estaban ya en las goteras de la villa, con Salcedo, Molina, Correa, Villalobos i demas oficiales de aquel 6.º de Línea. El Coronel Canto, impartidas todas las órdenes del caso, con Larenas, Villotita i Mae-Kuchen, galopaba a su vez sobre Concepción. Está relacion, que está basada en los recuerdos de los oficiales de aquel tiempo, señores don Arturo Salcedo, don Absalon Giutiérrez, don Waldo Villarroel i otros mas, i en las publicaciones históricas del oficial del mismo Chacabuco, don Miguel Urrutia Ibáñez i en la obra citada de don Isidoro Palacios i de otros documentos mas, difiere en absoluto de esta otra version, de una que se publicó anónimamente, que se envió desde Lima, que enzalsa i exalta a un solo hombre, a quien nadie nombró en aquellos días i que vamos a copiar en parte. Ya veremos lucir la luz producida por el choque eléctrico de estos documentos, i a la verdad histórica alumbrando con nítida luz el fondo sombrío de este aterrante cuadro.
Advertencia I antes de entrar en materia, diremos que lo que con la linterna de la investigación histórica vamos a dilucidar es, si fue el Comandnte Pinto Agüero, jefe del Chacabuco, quien a la cabeza de fuerzas del 6.º de Línea i del Lautaro penetró antes que nadie a La Concepcion en la tarde del Lúnes 10 de Julio de 1882, en proteccion de la 4.ª compañía de Carrera Pinto, acompañado del capitan don Arturo Salcedo, don Luis Molina, subteniente Villalobos i demas oficiales; o si esa operacion fue dirijida única exclusivamente por el capitan don Jorje Boonen, héroe de esa jornada i único salvador i protector de los que pudieron encontrarse aun vivos dentro de la plaza.
Lo que dicen los documentos i publicaciones de la época respecto a quien penetró primero a La Concepción. Fieles historiadores copistas fieles tambien, tenemos aquí sobre nuestra mesa de labor, “La Retirada de Huancayo” i en su pájina 15 en el reglon 23 leemos: “Llgados a la cuesta que conduce al pueblo, pudimos ver una compañía del Chacabuco que al mando del Comandante Pinto Agüero se dirijia a la plaza, haciendo fuego en guerrillas”. Quien esto escribió en 1882, en Lima, ya lo hemos dicho, fue el secretario del coronel Canto don Isidoro Palacios, que vió lo acontecido; que tenia el deber de anotar i escribir aquellos fastos heróicos, i que, naturalmente de visu, presenció todo lo que historió después. Don Miguel Urrutia Ibáñez, subteniente de la 2.ª compañía, de la del capitan Boonen, publicó el 9 de Julio de 1887, en La Industria de Iquique, un conceptuoso trabajo sobre “LA ESPEDICION DEL CORONEL CANTO, COMBATE DE LA CONCEPCION DEL PERÚ EL 9 I 10 DE JULIO DE 1882”, que ha sido reproducido en La Mañana del Domingo 9 del mes en curso.
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Hemos leido i estudiado este artículo i oido aseverar al ex capitan del Chacabuco de 1882, don Arturo Salcedo, que esa relacion es verídica en todas sus partes, siendo la espresion real i de lo ocurrido en esa accion de guerra. Pues bien, don Miguel Urrutia Ibáñez, he aquí cómo cuenta lo que ocurrió, las medidas tomadas por el Comandante Pinto Agüero i la forma en que se efectuó el avance de su tropa. Urrutia Ibáñez se espresa así: “El Coronel Pinto Agüero, impuesto de tan grave acontecimiento avanzó al trote con dos compañías, la 2.ª de1 Chacabuco, su propio cuerpo, i otra del Lautaro, para proteger a sus soldados de la 4.ª de su mismo batallon, que aun creía a muchos con vida. Pero, desgraciadamente, su llegada fué demasiado tarde: la montonera, que inspeccionaba el avance de la Division desde que ésta venia a larga distancia, habia tenido tiempo mas que suficiente para emprender la retirada i dejar completamente concluida la obra de horror i salvajismo que efectuó en ese lugar”. Léase como se quiera ese parrafo, i se verá siempre que quien tomó el mando de la fuerza que partió en demanda de La Concepcion, a llevar por si acaso, socorro, fue el bravo Comandante don M. Pinto Agüero; anota al final que no hubo combate porque “la montonera que inspeccionaba el avance de la Division desde que ésta venia a larga distancia, habia tenido tiempo mas que suficiente para emprender la retirada”; í nos llama este parrafito la atención, porque el lector verá pronto, empeñado, en otra versión de que hemos hablado, al capitan Boonen, en un reñido combate habido en esos precisos momentos. Estudiando los partes de Lynch al Gobierno, de 15 de Julio; el de Canto datado e1 16 del mismo mes; leyendo detenidamente la cuenta que rinde el Comandante Pinto Agüero el 12 de Julio desde Jauja, no hemos encontrado un sólo dato, un parrafito por pequeño que sea, en que se de aviso oficial del combate trabado por las fuerzas del capitan Boonen, hoy Jeneral de Division de nuestro Ejército con los montoneros de Concepcion. En la foja 203, columna primera del tomo 7.º.de la Colección de documentos de don P. Ahumada Moreno, se publica “Una carta de un oficial”, fechada en Tarma el 12 de Julio de 1882, i hablando del punto histórico que dilucidamos, dice: El comandante Pinto, que venia al mando de la vanguardia, compuesta del Chacabuco i 50 hombres del Lautaro, destacó 50 soldados en descubierta i con encargo de averiguar lo pudieran de Concepcion, que se decía habia sido tomado”. “Esta descubierta llegó casi hasta el mismo pueblo citado; pero viendo las calles cubiertas de jente armada de rifles, lanzas i palos, hizo alto para averiguar lo que ocurría”. Del pueblo mandaron un indio para que dijiese que la guarnicion se estaba batiendo i que fuesen a protejerla; pero como el capitan que mandaba la avanzada no oyese tiros, tomo el partido de retirarse unas diez o quince cuadras del pueblo, i ahí esperó al resto de la tropa”. “Llegada ésta, reorganizaron dos compañías en guerrillas i se procedió a atacar el pueblo. “Este oficial anónimo narra en seguida que hubo lijera resistencia; que tuvieron un herido, que mataron a varios i en seguida agrega “que cuando entramos a la poblacion estaba completamente desierta”. Lo repetimos, esta publicacion es anónima.
Un corresponsal anónimo de “El Mercurio” asevera que el capitan Boonen fué quien triunfalmente penetro a La Concepcion. Al Editor del El Mercurio se le envió desde Lima el 22 de Julio de 1882, una larguísima correspondencia, tambien anónima, que narra el combate de la Concepcion, que es un ataque a fondo al coronel Canto, que todavía no llegaba con su ejército a Lima, ciudad a la que entró el 28 del mismo mes, nó en el estado en que lo presenta el oculto corresponsal, sino conduciendo todos sus enfermos i salvando su ejército de la muerte i de la derrota, de que se hace el despiadado i artero noticioso del diario porteño. Esta correspondencia llega en su ataque al coronel Canto, hasta negar la presencia de los 400 i tantos enfermos que tenia su ejército; que condujo i salvó de la muerte, a traves de montañas altísinias, de abismos i desfiladeros en que solo Dios i el valor temerario de los nuestros, pudo vencer esos obstáculos. ¿Quién escribió este documento que puede leerse en Ahumada Moreno, tomo 7.º de fojas 196 a 202? No lo sabemos: firma “E Corresponsal”
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Mucho conocimos al intelijente cronista Caviedes de “El Mercurio” el corresponsal de 1879 i 1881; pero no es la pluma brillante de ese escritor, que no se particularizaba, ni atacaba escondiendo la mano i escapando el bulto; porque siempre Caviares firmaba sus correspondencias, que jamas negó i que sostuvo con entereza i altivez. No sabemos quien sea el autor; pero si podemos avanzar i quien lea esas columnas pensará lo mismo que nosotros, que el héroe a quien ensalza i levanta sobre al paves de la fama, la pieza aludida, no es otro que el capitan del Chacaburo, don Jorje Boonen para quien parece fuera escrita esa correspondencia, en que se ensalza tanto su nombre, como el de Carrera Pinto, Montt, Cruz 1 Pérez Canto. ______________ I aquí tienen nuestros lectores copiado una parte de ese documento que a la letra dice: “Formaban la primera descubierta de nuestras fuerzas los escasos restos de dos compañías del Chacabuco, mandadas por el capitan de la 2.ª don Jorje Boonen, i a ésta seguia una segunda descubierta o avanzada, formada tambien por algunos hombres del Lautaro al mando del capitan Correa. Estas descubiertas tenian órden de llegar hasta el lugarejo de San Jerónimo, situado entre Huancayo i Concepción, siguiendo por la cumbre de una cuchilla de cerros que dominan el camino. El pueblecito de San Jerónimo dista de Huancayo unas cuatro leguas, se halla a la vista de Concepcion i solo a una legua de distancia de esta ciudad. El total de las fuerzas que mandaba el capitan Correa ascendia solo a 19 hombres, i la del capitan Boonen a 20, formando un total de 30. Naturalmente, Boonen, que temia como todos por la suerte de sus compañeros, i “con mayor razon que los demas”, por pertenecer al mismo cuerpo, hizo la marcha con toda celeridad, a fin de tener lo mas pronto posible noticias de ellos. En cuanto llegó a San Jerónimo, viendo que nada podia descubrir de allí, sino una siniestra humareda que se levantaba desde la plaza del pueblo, se sintió presa presa de los mas graves temores, sobre todo al notar el estraño silencio i falta de jente por los alrededores de la ciudad. No pudiendo resistir a la ansiedad que lo dominaba, tomó cuatro hombres de su tropa i con ellos se adelantó a recorrer el pueblo. Marchando con precaucion, llegó hasta cerca de las primeras calles, en un punto donde concluyen los ranchos diseminados i principia el empedrado. Hasta ese momento habia notado ya algunas circunstancias extraordinarias, i entre ellas llamaba la atencion la humareda que se levantaba en la plaza, la falta de jente en los ranchos i en las calles, i el no venir a encontrarlos ningun soldado chileno. Por esta causa sus temores se aumentaron, i se detuvo allí con el objeto de hacer indagaciones i de no aventurarse imprudentemente a una emboscada. “A los pocos instantes, notando sin duda su vacilacion, asomaron por una calle cercana algunos cholos. Uno de ellos traia rifle i los demas estaban armados con lanzas i garrotes. No manifestaron, sin embargo, intenciones hostiles, sino que adelantando paso a paso, gritaron con voz melosa: “Entren, chilenitos, entren i dejen las armas. Mandan decir los de la compañía que vayan”. Aquello de dejar las armas era demasiado injenuo para no dar lugar a las sospechas del capitan Boonen. Principió a interrogarlos, diciéndoles que se acercaran, pero los cholos rehusaban hacerlo. Por el contrario, viendo que el capitan chileno los llamaba, principiaron a alejarse. Poco después, desde uno de los potrerillos cercanos se hacia una descarga de fusilería sobre el capitan Boonen i sus cuatro soldados, i esto manifestaba claramente que la ciudad de Concepción se encontraba en poder del enemigo. Boonen i sus soldados regresaban presurosos a reunirse con las descubiertas del Chacabuco i del Lautaro, que se adelantaban a protejerlos. Los cholos, miéntras tanto, los perseguian de cerca dirijiéndoles continuos disparos. Inmediatamente se mandó aviso al Comandante Pinto Agüero de lo que pasaba. Reunidas en seguida las fuerzas de los dos capitanes, hicieron frente a los cholos que los perseguian, i cargando repentinamente sobre un grupo de ellos, lograron tomar a cuatro prisioneros. Por éstos se supo la terrible verdad de los dolorosos sucesos ocurridos ese mismo día en La Concepción. Esta relacion nos dejó a todos consternados.
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En cuanto a los prisioneros, fueron colocados junto al cerro i fusilados en el instante. Avanzaron entonces apresuradamente las restantes compañías del Chacabuco, i reunidas con ellas las descubiertas, emprendieron en son de batalla la marcha sobre el pueblo. El capitan Boonen i sus hombres que ya habian reconocido el terreno, llevaban la delantera. El pueblo, mientras tanto, hervia de jente. Aparecieron montoneros en todas las calles que daban entrada a la ciudad. Un gran número de soldados regularmente vestidos, equipados i armados de rifles Peabody, estaban apoyados en compacta masa de cholos e indios, que cargaban hondas, lanzas i garrotes. Nuestras tropas se avalanzaron ciegas al ataque. El enemigo no pudo, a pesar de su número, resistir por un momento aquel irresistible empuje.Los soldados del Chacabuco fueron los primeros en penetrar la ciudad, i a la cabeza de ella el capitan Boonen. El fue tambien el primero que pudo llegar a la plaza i contemplar el horrible espectáculo que ofrecia aquel teatro de las horribles escenas de heroísmo i sacrificio. Fueron cojidos 60 prisioneros, fuera de los 15 o 20 muertos que costó al enemigo aquel ataque. En el instante de quedar dueños de la plaza, los 60 fueron fusilados. El enemigo, mientras tanto, huia desolado para acogerse a los cerros vecinos. Quedábamos, pues dueños del pueblo de Concepción, en donde 77 chilenos se habian sacrificado heroicamente en pro de la gloria de nuestras armas i como víctimas de ajenas faltas”. ______________ Los que nos leen podrán ahora discutir el punto, i decirnos si no fluye del estudio de lo trascrito la idea fija, absoluta de que el capitan Boonen de 1882, fue el único heróico defensor de los mártires de la Concepción. Don Jorje Boonen, motu propio, sin consultar a nadie, sin recibir órdenes del Comandante Pinto Agüero, ni mucho menos del Coronel don Estanislao del Canto, ni de Arturo Salcedo, ni de nadie, tomó a su cargo i bajo su responsabilidad única la proteccion, asalto i toma de La Concepcion, accion de guerra que suponemos anote su foja de servicios. Cierto tambien es que, en la relacion que analizamos, no todas son flores para el hoi jeneral, porque confiesa, el corresponsal, que el Capitan Boonen, que marchaba con los restos de la 2.ª i 6.ª compañías i con la Compañía del Lautaro, que tenia por jefe a todo un bravo mozo, que jamás ha sido tachado de cobarde, el Capitan don Rómulo Correa, hubo de replegarse ante el enemigo que los perseguian de cerca dirijiéndole continuos disparos. Nosotros copiamos, historiamos; los señores: don Estanislao del Canto, los que guardan relijiosamente la sagrada memoria del pundonoroso i valiente Jeneral í jefe que mandaba en 1882 al Chacabuco, don Marcial Pinto Agüero, los señores oficiales de esa época que formaban en las filas del Lautaro i del Chacabuco, que aparecen arrancando ante el enemigo i fusilando sin piedad a los prisioneros; los señores Miguel Santos, Eusebio Latham, Arturo Salcedo, Alejandro Villalobos, Alberto Herrera, Absalon Gutiérrez i Waldo Villarroel; don Rómulo Correa i la oficialidad del Lautaro; don Ismael Larenas, ayudante de campo del Coronel Canto, los señores Vicente del Solar, hoi distinguido Jeneral de la República i Miguel Anjel Reyes, E., oficiales de Carabineros en ese tiempo, que en la Division andaban i tantos otros mas, podrán decirnos la verdad, contarnos lo que realmente ocurrió. I ántes de continuar esta disertacion que hemos hecho por narrar tal cual fué este oscuro hecho de armas, declararemos que jamas hemos anidado en nuestra alma la idea de que los señores Canto, Pinto Agüero, Villalobos, Correa, del Solar, Reyes E., Salcedo, Santos, Gutiérrez, Larenas, Herrera i tantos jefes i oficiales mas, hayan ni por un momento mirado a la muerte con miedo i dejándose tomar por la flanqueza impropia en soldados chilenos, que la historia, se sabe, los tiene a todos por valientes. I hoi que nos lean pensarán como nosotros, que el largo acápite trascrito, deja penosa impresion, porque en él se presenta si los Directores de aquella memorable campaña i especialmente del episodio del día diez, desmedrados, cohibidos, casi ocultos. I luego aparece el capitan Boonen, hoy General de Division de la República, huyendo del enemigo, que no venció a la heróica hueste chacabucana, porque después de veinte horas de homérica lucha, murieron todos antes de rendirse. Creemos que el señor Boonen debe levantar el cargo que le hace “El Mercurio” de 1882; i tambien esperamos que los sobrevivientes de aquella campaña algo nos digan respecto de su actuación, de lo que vieron, de lo que oyeron.
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La hora de la justicia ha sonado i no hai que tenerle miedo al miedo. Chile necesita jenerales que no se rindan; que no sepan lo que es miedo, que ni siquiera hayan leído esa palabra maldita (En el Apéndice del 2.º Tomo damos varias cartas referentes a la cobarde actuacin del General Boonen en La Concepción como Capitan del Chacabuco).
FIN DEL TOMO PRIMERO Fotografía que nuestra la gloriosa bandera de La Concepción, cuyas medidas son apenas 55 por 38 cms. Foto captada hace unos 15 años, que muestra el lugar donde se levantaba el cuartel chileno en La Concepción y sobre el cual la República del Perú ha levantado un monumento recordatorio, cuya placa dice: “Concepción, a sus heróicos hijos del glorioso 9 de julio de 1882” “Vivieron para el pueblo, lucharon por la patria, por la gloria del pueblo”
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