El Ciclo Del Sexo

  • November 2019
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el ciclo del sexo i fases masculina y femenina de urano el estudio del largo ciclo que afecta al sexo es de inter�s especial porque nos ayuda a comprender mejor la manera general como act�an todos los ciclos semejantes. pues con toda evidencia, el sexo se encuentra siempre presente en el hombre como principio dominante y en todos los pa�ses y en todas las edades es la fuerza motriz de la mayor parte de sus ocupaciones y prop�sitos. a pesar de esto, toma formas muy diferentes, se cubre por s� mismo con modas diversas. ora es abierto e imp�dico, ora es muy oculto y disfrazado. m�s a�n, estas fases alternan y siendo su per�odo la mitad del ciclo de urano, que es de 84 a�os, tenemos el eterno espect�culo de los abuelos serios, consternados por los nietos descarriados, o el de las solteronas pudorosas que se sonrojan ante viejos verdes. siempre ha ocurrido as� y as� ocurrir� siempre. la actitud de una �poca hacia el sexo est� indicada muy claramente por su literatura, su poes�a, su arte y, sobre todo, por su vestido. ejemplos innumerables de una completa conversi�n de actitud hacia el sexo y las mujeres en el transcurso de cuarenta a�os, pueden reunirse en esta forma. un per�odo de esta clase separa a las et�reas mujeres de pinturricchio, inadvertidas tras sus cascadas de raso y brocados, de la sensual promiscuidad del 'venus, cupido, tonter�a y tiempo' de bronzino y la desnudez de moda de la escuela de fontainebleau. nuevamente, cuarenta a�os separan esto, de los austeros �ngeles y v�rgenes del greco, mientras que los cuarenta a�os subsiguientes nos traen la carnal desnudez de rubens. estos ejemplos se refieren a la sexualidad de las mujeres, pero evidentemente, esto no abarca sino la mitad del tema. y es interesante hacer notar que en los per�odos intermedios, cuando las mujeres se representan, se ve florecer a los hombres en colores alegres y ropajes fant�sticos o, cuando menos, posar ante el artista en actitudes vigorosas y excesivamente varoniles. al mismo tiempo que las mujeres an�micas de pinturricchio, tenemos una sexualidad casi c�mica que adorna la mitad inferior de la indumentaria masculina. en la edad de los �ngeles vestidos de cilicio del greco, los caballeros de la inglaterra de isabel marchan en colores de oro, de rub� y de zafiro, realzados con olanes, cortes, calzones bordados y elaborada joyer�a. per�odos en los cuales las mujeres se desvisten, parecen alternar con per�odos en los cuales los hombres se engalanan. porque, ciertamente, son �stas las tendencias fundamentales de la ostentaci�n sexual, tal como se aplican a los diferentes sexos. de todo esto parece m�s correcto considerar el ciclo de 84 a�os de urano, no tanto como una alternativa entre la sexualidad franca y la oculta, sino m�s bien como la alternativa entre una edad femenina y otra masculina. 1 si emprendemos ahora el estudio del planeta urano en s�, encontramos un paralelo astron�mico muy curioso para este estado de cosas. a diferencia de todos los dem�s planetas, cuyos ejes est�n m�s o menos en �ngulos rectos con el plano del sistema solar y que, por tanto, presentan sus ecuadores principalmente al sol y a sus compa�eros, el eje de urano est� casi al ras del plano de su �rbita. esto significa -�nico entre los planetas- que presenta sus polos directamente y en torno al sol y a la tierra. cada 84 a�os su polo positivo, iluminado por toda la radiaci�n solar, brilla verticalmente sobre la tierra, en tanto que su polo negativo queda oculto y en la oscuridad. en los per�odos intermedios es el polo negativo el que refleja hacia nosotros tan directamente la luz solar y el positivo el que queda oscurecido en la direcci�n del espacio exterior. si es cierto que los polos positivo y negativo de los planetas tienen alguna afinidad c�smica por la masculidad y la feminidad en general, podemos comprender, entonces, por qu� Urano - en raz�n de su movimiento �nico - es el planeta que gobierna la funci�n sexual del hombre y, adem�s, por qu� el est�mulo alternante de los dos sexos sobre la tie. rra, sigue el ritmo de 84 a�os que vemos claramente en la historia. ambos sexos est�n siempre presentes y siempre con fuerza exactamente igual, como

dos polos cualquiera; pero entre la humanidad, como en el caso de los polos de urano, la luz de la moda brilla primero sobre uno y luego sobre otro, dejando invisible y eclipsado en cada fase al compa�ero- ahora la feminidad est� alumbrada; en 42 a�os la masculinidad estar� en su cenit; y en 84, nuevamente la feminidad. en tanto que en los a�os intermedios -dado que los dos polos de urano comparten la luz solar- los dos sexos deben brillar durante un corto lapso con brillantez igual. hemos tomado nuestras ilustraciones de la moda, porque �sta es el espejo m�s claro de las ideas sexuales de la gente o de un per�odo. el vestido es, por as� decirlo, la expresi�n art�stica natural del sexo. y el vestido de cada edad y de cada individuo, es una firma fiel de su sexualidad, sus sentimientos y sus ideas sobre el sexo. en esta forma cada uno sin excepci�n, expresan p�blicamente su yo sexual. al mismo tiempo, la idea de per�odos masculinos y femeninos alternativos, puede ser igualmente bien demostrada en cualquier campo del esfuerzo humano. la edad de isabel, del despliegue masculino, es tam. bi�n la edad de los filibusteros, cuya extra�a vida de piratas representa un aspecto muy definido de virilidad. ciertamente que en cada edad existen aventureros semejantes pero, en �sta, en cierta forma fueron aceptados, estuvieron de moda y representaron un ideal sexual y social. como vimos antes, el sexo puede combinarse con cada una de las dem�s funciones para producir interminable diversidad de expresi�n humana. y, en la misma forma, estas dos fases del ciclo sexual de urano pueden coincidir con cualquiera de los otros ciclos planetarios, pro duciendo toda idea y actitud concebible en este respecto. algunas veces los ciclos sexuales coincidir�n con ciclos de guerra o crimen, con ondas resultantes de sadismo y rapi�a. por otra parte, en algunos pa�ses donde el tipo racial es de una casta sensual -como en la india o en malaya- los ciclos sexuales pueden combinarse creadoramente con los ciclos 'espirituales'. en este caso, el sexo se convierte en un 'misterio' simb�lico del poder creador del universo y en un 'camino' hacia la experiencia m�stica y la uni�n con dios- aunque la idea es extra�a para los tipos raciales m�s intelectuales y menos sensuales del occidente, la uni�n f�sica puede usarse en ciertos per�odos como un verdadero sacramento; y que las intensas energ�as liberadas de este modo, se aumenten deliberadamente para desarrollar la conciencia. encontramos claros indicios de tal ense�anza en la escultura de la civilizaci�n Kushan del siglo ii en la india meridional; y, otra vez, en los templos shiva�tas del siglo viii, los placeres m�sticos de un mundosuperf�sico est�n representados en las figuras de sensuales jovencitas para cuyo regocijo el adorador, representado como un hombrecillo, suspira a distancia. otra vez m�s, en otras �pocas entre los sufis persas, por ejemplo- un aspecto m�s emocional del sexo ha servido de insinuaci�n y alegor�a de la m�s alta posibilidad del hombre. tales desarrollos s�lo parecen posibles durante la fase femenina del ciclo de urano y, entonces, s�lo entre razas de tipo f�sico sensual. en cualquier caso, estas posibilidades implican evidentemente gran comprensi�n, una emocionalidad muy especial y la absoluta purificaci�n del sexo de la m�s leve mezcla de verg�enza o de violencia. aparte del conocimiento secreto de la alta fisiolog�a requerida por tales 'caminos', aun estas condiciones externas son pr�cticamente imposibles para los tipos occidentales, de educaci�n occidental y habituados a las costumbres sociales del occidente. no obstante esto, muchos individuos, digamos por casualidad, alcanzan su m�s alto grado de conciencia en el sexo; y merced al sexo adquieren su primera intuici�n de su desarrollo potencial. ii la psicolog�A del sexo uno de los aspectos extra�os en el ciclo de 84 a�os del sexo, gobernado por urano, es su casi exacta correspondencia con la duraci�n media de la vida humana. significa que. un hombre de larga existencia o, m�s significativam�nte, cualquier generaci�n dada, muere en una atm�sfera sexual an�loga a aqu�lla en que naci�. En

un cap�tulo ulterior, cuando tratamos de penetrar el misterio del amor y la muerte, o de la muerte y la concepci�n, comprenderemos que este hecho puede tener significado muy especial. el mismo hecho implica, tambi�n, que en la flor de la vida, cuando es m�s plena la comprensi�n del sexo por el hombre o la mujer y es m�s profunda, �l o �lla viven en la atm�sfera sexual opuesta a la de su nacimiento, es decir, en una atm�sfera de est�mulo m�ximo. esto explica el hecho raramente admitido de que los sentimientos sexuales son muy a menudo m�s vigorosos y ricos a los cuarenta que a los treinta. entretanto, el estudio de varias modalidades sexuales en el pasadoapenas podr� tener algo m�s que inter�s acad�mico o er�tico para la gente com�n, que no tiene m�s alternativa que vivir en la atm�sfera sexual de su propia �poca y adaptar su comprensi�n individual del sexo de aqu�lla, en la mejor forma posible. lo primero que debe comprenderse por ellos acerca del sexo es que debiera ser la funci�n creadora m�s elevada, resultante de la armonizaci�n de todas las dem�s funciones - sea ya en la creaci�n de ni�os, con la imagen f�sica de sus padres, ya en la creaci�n de las artes o simplemente en la creaci�n del verdadero papel en la vida del individuo. desafortunadamente, en mucha gente el sexo, lejos de armonizar las funciones, las obstruye, interfiere con ellas, les impide llevar adelante su tarea propia. debe recordarse que la energ�a sexual es la energ�a m�s fina que normalmente se produce y conduce a trav�s del cuerpo humano. esto significa, tambi�n, que es la m�s vol�til, la m�s dif�cil de almacenar o conservar bajo control. como una reserva de gasolina, su presencia significa una fuente de inmenso poder y potencialidad y, tambi�n, un peligro constante de explosi�n catastr�fica. en cualquier momento puede infiltrarse en el mecanismo de otras funciones y, como la gasolina al infiltrarse en el sistema calor�fico o en el interior de un almac�n, dar lugar s�bitamente a grandes incendios que en pocos segundos pueden destruir reservas largamente acumuladas de otros materiales y a�n da�ar la estructura fundamental del edificio. empero, generalmente estas manifestaciones violentas y destructoras de energ�a sexual se derivan directa o indirectamente, de una actitud negativa hacia el sexo en general - es decir, la sospecha, el miedo, un sentido c�nico, brutal u obsceno del sexo- porque esas actitudes negativas impiden que el sexo encuentre su expresi�n apropiada y natural y fuerzan su energ�a dentro de canales y funciones para las que es demasiado fuerte. esto puede manifestarse en una actividad violenta, desma�ada y sin sentido, que conduce con frecuencia al accidente f�sico y a la destrucci�n. o en llamaradas de ira apasionada, en amarga r�plica nociva, en imaginaci�n ardiente, en violentas denuncias de otros o en la imposici�n a los dem�s de tareas y disciplinas imposibles. todos estos y otros incontables aspectos desagradables del comportamiento humano resultan de que la energ�a sexual es forzada en sistemas aptos para energ�as m�s bastas requeridas por el pensamiento, la acci�n o la fisiolog�a. recorriendo estos sistemas, la energ�a sexual recuerda a la corriente el�ctrica que pasa a trav�s de un cable demasiado peque�o para conducirla - el cable se calienta, primero, y por fin, puede fundirse del todo. aqu�llos que comprenden emocionalmente la idea del sexo como fuerza que armoniza a todas las dem�s funciones y que saben vivir su vida seg�n esta comprensi�n, aunque obviamente no pueden verse enteramente libres de las manifestaciones desagradables antes descritas, nunca ser�n dominados por ellas en la misma forma. en cualquier caso, ellos nunca justificar�n tal violencia ni pretender�n que pueda tener alguna funci�n �til, porque se dar�n cuenta de su origen y naturaleza. en dos formas el sexo puede convertirse en un elemento destructivo en vez de ser integrador de la vida del hombre - puede desempe�ar un papel demasiado extenso o uno demasiado peque�o. huntington traza una sorprendente descripci�n de las condiciones sociales en un distrito tropical de centroam�rica, en donde los j�venes gastan todo su tiempo en planear c�mo poseer a cierta mujer o c�mo descansar despu�s del �xito de tales

planes- obviamente, en un estado as�, no es posible ninguna civilizaci�n, ninguna cultura, ni siquiera el mejoramiento material. por otra parte, grandes cantidades de personas en ciudades altamente civilizadas, de hecho emplean el mismo tiempo en so�ar no en la mujer deseada o en el hombre deseado, sino en el sexo en general o sobre el sexo en relaci�n con alguna figura imaginaria de la escena o la pantalla. ellos no se dan cuenta de que esos sue�os utilizan el fino ma. terial del verdadero sexo gast�ndolo m�s r�pidamente que en la satisfacci�n inmediata. m�s a�n, esa imaginaci�n produce una especie de impotencia psicosexual que hace que, cuando los hombres se enfrentan a las urgencias sexuales de la vida -que nunca, en ninguna forma corresponden a la imaginaci�n- se hallan confusos e incapaces de responder a aqu�llas en alg�n modo normal. el sentido sexual es extraordinariamente sutil, actuando a gran velocidad merced a su fina energ�a. la mayor parte de sus manifestaciones tienen lugar en un nivel molecular, donde los impulsos son transmitidos miles de veces m�s r�pidamente que los de la mente. los efectos del aroma que tambi�n tienen lugar en un nivel molecular y, por tanto, tienen una estrecha afinidad con la funci�n sexual y poder sobre ella, nos pueden ense�ar mucho sobre esta velocidad y sutileza extraordinarias del sexo. por ejemplo, un perfume puede difundirse a trav�s de todo el volumen de una extensa habitaci�n en un instante inmensurablemente breve; esto es, instant�neamente puede envolver todo en el interior de esa habitaci�n, desde todos los lados al mismo tiempo- capacidades an�logas corresponden al funcionamiento adecuado del sexo- la idea del amor a primera vista, de ocurrir realmente, est� basada en el hecho de que en ciertos casos la funci�n sexual puede percibir cuanto puede saberse de una persona en un solo instante- esto se relaciona con su velocidad de acci�n y con la naturaleza del estado molecular de la materia con que opera. la mente l�gica o la imaginativa es mucho m�s lenta para percepciones de esta clase. no puede seguir, controlar o estimular el trabajo de la funci�n sexual. s�lo puede inhibir su acci�n, interferir con ella. y esto casi invariablemente resulta cuando la mente se ocupa mucho del sexo, ya sea imagin�ndolo o ya razon�ndolo. el verdadero sexo no puede ser mejorado en forma alguna por la imaginaci�n o por la raz�n y, pr�cticamente, siempre es destru�do por �llas o �stas lo vuelven est�ril. ya hemos mencionado a este. respecto el efecto de la imaginaci�n. pero es necesario comprender que la introducci�n de demasiada 'raz�n o demasiada 'voluntad' en los asuntos sexuales, tiene exactamente el mismo efecto. evidentemente, un hombre debe tener el suficiente autocontrol para conservar dentro de ciertos l�mites su expresi�n sexual y no gastar demasiado esta energ�a fina con mucha promiscuidad, o no le quedar� nada para emprender otra actividad creadora. por otra parte, es tan vol�til la naturaleza de la energ�a sexual, que el hombre que decide 'controlarla' para ejercitar su 'voluntad' sobre ella, para 'sublimarla' o algo parecido, pronto se da cuenta que no le queda tiempo para ninguna otra cosa. la lucha por conservar el sexo 'en su lugar', sin expresi�n, es como un intento de circunscribir un aroma al rinc�n de un cuarto. es completamente imposible. as� que el hombre que se aprecia a s� mismo de tener mayor auto-control emplea con frecuencia mucho m�s pensamiento, tiempo, energ�a e ingenio en el sexo que ning�n otro. nunca puede apartar el sexo de su mente y, por tanto, nunca es capaz de considerar imparcialmente cualquier otro aspecto de la vida. cada problema, hasta el m�s trivial o acad�mico, se decide en �l sobre la base de la oportunidad sexual que ofrezca o prohiba. en esta forma toda su vida resulta envenenada y �l sacrifica a�n posibilidades y oportunidades ordinarias. un hombre as�, es el esclavo m�s abyecto del sexo, y sin ning�n provecho ni placer. la llave de la comprensi�n del sexo es el conocimiento de que la energ�a sexual es la m�s fina y sutil producida naturalmente en el organismo humano. por tanto, la energ�a sexual puede aplicarse a cualquier prop�sito, se puede expresar por s� misma en cualquier nivel. contiene la potencialidad de formas m�s elevadas de

creaci�n y, tambi�n, contiene la posibilidad de destruir a un hombre, de quebrantarlo, f�sica, moral y emocionalmente. puede combinarse con el lado m�s bestial del hombre, con criminales impulsos de crueldad, odio o temor, o puede combinarse con las aspiraciones m�s refinadas y las sensibilidades m�s intensas. y, en cualquier caso, elevar� inmensamente la tendencia a la que se encuentra agregado. en forma muy misteriosa la energ�a sexual contiene dentro de s� misma, en un nivel molecular, el sello universal o el dise�o c�smico. este dise�o c�smico puede estar cubierto de carne, en la forma de criaturas f�sicas engendradas por la energ�a sexual de los padres. pero, tambi�n, puede transmutarse en alguna expresi�n art�stica o literaria de este dise�o c�smico o de cualquier aspecto de �l que pueda llamar al artista. la energ�a sexual contiene la imagen de toda verdad; de ella cada hombre deriva toda la verdad de que es capaz. este hecho de que la energ�a sexual contiene dentro de s� una imagen c�smica completa y, particularmente, la imagen c�smica completa del individuo del que emana, tiene otro aspecto. cuando en el acto sexual un hombre o una mujer se abandonan, separados de su energia sexual, significa que en forma extra�a ellos son separados, puestos aparte de s� mismos. el acto sexual es un extra�o simbolismo de la muerte cuando el hombre y la mujer son separados, no s�lo de su simiente, sino de todo su cuerpo f�sico, del que esa simiente es sello microsc�pico. muchas analog�as, tanto f�sicas como psicol�gicas, sugieren que el �xtasis sexual, en el que se reconcilian los contrarios, donde el sentido de uni�n est� en proporci�n con el sentido de aniquilamiento y donde uno parece perderse y encontrarse a s� mismo al mismo tiempo, puede ser un verdadero anticipo de lo que puede esperarse de la muerte. y as� como un hombre que se separa de su semen en el acto sexual tiene al instante la revelaci�n o la experiencia de todo su ser, cae en olvido, es dominado por la desesperaci�n o es tansportado en �xtasis, as� puede un hombre que se separa de su cuerpo en la muerte, ser revelado y premiado - no s�lo durante una hora, sino durante toda una vida. al mismo tiempo, en la uni�n sexual el hombre y la mujer sin saberlo crean una imagen c�smica del todo. las mitades separadas, divorciadas desde el amanecer de la vida, devienen por un momento una criatura perfecta, miran sus ojos a la tierra y el cielo simult�neamente, unido el ritmo de sus corazones, respirando sus propios alientos, satisfaciendo sus propios anhelos y complet�ndose - es una nueva criatura purgada del mal y del yo y plena de un solo �xtasis, imagen de un cosmos en su perfecci�n. por tanto, para cada individuo, el sexo da un presentimiento de la muerte y un presentimiento de la vida perfecta- en las palabras de la par�bola, es su 'talento' donado por la naturaleza y con el que puede hacer todo lo que apetezca su ser. en esta forma el sexo proporciona una prueba o examen universal de cada ser humano y, mediante su uso, determina sus posibilidades futuras. iii la atracci�N de los opuestos consideramos al sexo como la funci�n que, trabajando adecuadamente, armoniza en el individuo a todas las otras funciones. esto es, puede producir acuerdo entre todas las diferentes funciones y procesos y lograr de ellos la potencialidad m�s alta del material asequible. pero esta capacidad armonizadora tiene otro aspecto. por su naturaleza, la funci�n sexual busca la perfecci�n. no s�lo pugna por crear armon�a entre las otras funciones de su organismo sino que, tambi�n, procura completar cada una de estas funciones, para suplir, lo que en ellas hace falta, para corregir alguna deficiencia y, por tanto, para crear un todo perfecto. este todo perfecto ser� logrado al encontrar otro ser que puede suplir exactamente lo que hace falta a su propio organismo, funci�n por funci�n y que, combinado con �l, constituir� el hombre completo o perfecto. luego, el sexo literalmente es la facultad por la que, como lo expresa plat�n, "las almas buscan la otra mitad de la que fueron separadas en la creaci�n".

en el cap�tulo sobre los elementos qu�micos vimos c�mo estos elementos eran atra�dos juntos o tend�an a combinarse, de acuerdo con el n�mero complementario de electrones en su cubierta externa. estando constitu�da la cubierta perfecta por un n�mero definido de electrones, el sodio, con un electr�n sobrante, corre irresistiblemente al abrazo delcloro, al que falta uno. por otra parte, el sodio con su electr�n extra, jam�s podr�a combinarse con otros �lcalis compuestos de modo an�logo. este era el principio del matrimonio de los elementos y la base de toda la qu�mica. exactamente el mismo principio se aplica a la atracci�n y matrimonio de hombres y mujeres. s�lo que en este caso la b�squeda de un complemento ocurre en cada funci�n y el sentido de atracci�n, indiferencia o repulsi�n entre un hombre y una mujer es, por as� decirlo, el resultado de un c�lculo altamente complicado del factor de reciprocidad existente en cada funci�n y del promedio o total de todos estos factores juntos. afortunadamente este c�lculo abstruso no tiene que ser hecho por la mente l�gica sino mediante la funci�n sexual, que puede obtener un resultado correcto en cosa de un segundo o aun menos. es digno de recordarse, del cap�tulo sobre el hombre como microcosmos, c�mo las diferentes gl�ndulas y sus sistemas y funciones dependientes, act�an por pares, una controlando una caracter�stica masculina y la otra, una femenina. el ejemplo m�s obvio puede apreciarse en la pituitaria, en donde el l�bulo anterior est� relacionado con la raz�n, la voluntad, el poder de coordinaci�n y dominio, tanto sobre el propio organismo de uno como de sus alrededores; y el l�bulo posterior, con los procesos internos del cuerpo, el poder del organismo para cuidarse y curarse, y para curar y cuidar a otros. evidentemente el l�bulo anterior afecta los instintos masculinos y el posterior, los femeninos o maternales, como lo expresan los endocrin�logos. estas dos partes juntas, forman un solo �rgano. en la misma forma la tiroides y las paratiroides, o las gl�ndulas del movimiento y el crecimiento; y la corteza y la m�dula de las suprarrenales, induciendo respectivamente a la lucha y la hu�da, representan contrapartes masculinas y femeninas. esta uni�n de los dos elementos sexuales en cada una de las gl�ndulas del cuerpo est� bien representada en las im�genes del tantracismo tibetano, en donde cada 'dios' o 'poder' puede estar representado en uni�n de su shakti o contraparte femenina. ahora bien, cada hombre y mujer tendr�n dominante uno u otro de estos dos aspectos en cada funci�n -en proporciones infinitamente variadas. y en cada funci�n �l o ella buscar� instintivamente a uno del sexo opuesto que tenga una proporci�n exactamente complementaria. m�s a�n, puede encontrar una compa�era que es precisamente el rec�proco de una funci�n, pero de ning�n modo el de las dem�s- de esto sederiva la infinita complejidad de las relaciones sexuales humanas - las 'amistades plat�nicas', las ligas puramente f�sicas, la 'amiti� amoureuse', etc. tambi�n explica por qu� hombres y mujeres pueden no sentir contradicci�n alguna en varias relaciones con el sexo opuesto y, sin embargo, hallar totalmente imposible justificar este sentimiento ante lo convencional o ante la cr�tica. las mismas causas se encuentran detr�s del eterno argumento en que a ama a b, pero b, sin corresponderle, quiere a c. verdaderamente, un hombre cuyo centro de gravedad reside en una funci�n puede encontrar a una mujer que sea en �sta su complemento y que, por tanto, despierta su excitaci�n m�s aguda. pero ella, la mujer, aunque en esa determinada funci�n es una verdadera compa�era, puede tener su pro. pio centro de gravedad en una funci�n totalmente diferente, a la que �l, el hombre, nada puede ofrecerle y donde las necesidades instintivas de la mujer pueden ser satisfechas por alg�n otro hombre. de nuevo, el trabajo de estas relaciones naturales todav�a se complica y confunde m�s con las representaciones sexuales por completo imaginarias que pueden existir en la mente del hombre - en cuanto a �l mismo y a la compa�era deseable- estas rpresentaciones, modeladas seg�n h�roes y hero�nas de libros, obras teatrales o cinematogr�ficas, e influ�das por consideraciones de 'buen tono' o de moda, hacen a quienes creen en ellas particularmente sensibles a la pseudos-sexualidad del maquillaje exagerado, del vestido provocativo, de la conversaci�n sugestiva, etc.

esto conduce, a su vez, a la pornograf�a, que en nada corresponde a la naturaleza esencial del organismo y s�lo puede frustrar en cada ocasi�n sus verdaderos deseos. como quiera que sea, el instinto sexual de cada individuo debe continuar en la b�squeda de un ejemplar del sexo opuesto que pueda proporcionar simult�neamente su completo a cada funci�n. y la atracci�n se experimentar� con intensidad creciente a medida que la mujer (o el hombre) encontrada se aproxim� a este ideal. una mujer que es su complemento o casi su complemento en todas las funciones, siempre dar� origen en el hombre a un sentido inagotable de fascinaci�n y misterio, y siempre deber� constituir para �l un ideal, esto es, aqu�l por el que �l mismo se completa y perfecciona. cuando hombres y mujeres escuchan por primera vez esta idea, comienzan de inmediato a so�ar en tal compa�ero ideal, en �xtasis imaginativo de complementaci�n y sobre su infortunio de tener un compa�ero real tan alejado de este ideal. este es un gran error. porque en la vida real tales atracciones intensas, si se encuentran por casualidad, se ve que con m�s frecuencia acarrean desastre y tragedia que satisfacci�n completa. y aunque traigan alg�n breve per�odo de intenso �xtasis y comprensi�n, todav�a el complemento perfecto puede ser muy inapropiado compa�ero de vida. pues aquel ocupar� demasiado la atenci�n del hombre, impidi�ndole pensar seriamente en algo m�s o que aprecie otras posibilidades y deberes en su verdadero valor. el ser de la mayor�a de hombres y mujeres no es suficientemente fuerte para enfrentarse a los problemas que derivan del encuentro del complemento de cada uno. m�s a�n, esos sue�os impiden muy efectivamente al so�ador reconocer al hombre o mujer real que constituye su complemento, aun en el caso de encontrarlo. porque so�ando as� estar� dormido, y dormido no podr� reconocer ni lo que m�s desee. las relaciones entre los sexos s�lo pueden comprenderse bajo la base de tipos planetarios. y los tipos planetarios s�lo pueden reconocerse si uno est� despierto. tres de estos tipos -el lunar, el venusino y el jovial- son predominantemente femeninos en su naturaleza y el ideal m�s generalizado de belleza y perfecci�n femenina gira eternamente entre ellos. diana representa el ideal de mujer lunar; afrodita de mujer venusina; juno, de mujer jovial. mientras que en forma complementaria, el ideal popular masculino se desplaza de uno a otro de los tres tipos viriles - el mercurial, el marcial y el saturnino. una vez m�s es el arte el que nos proporciona muchos indicios acerca de estos tipos y de la atracci�n sexual natural existente entre ellos. porque el artista siempre se inclina a pintar hombres de su propio tipo, y mujeres del tipo que m�s intensamente le atr�e. y el artista triunfador, deliberada o casualmente expresa los tipos ideales de su �poca, por. que precisamente en el reconocimiento de �stos reside su �xito. de este modo, con mucha frecuencia el arte revela las leyes fundamentales del tipo, con mucha mejor claridad que la vida, donde son raros los tipos puros y la infinidad entre los tipos se confunde p�r la imaginaci�n, el convencionalismo, el temor, la pretensi�n y el inter�s material. divagando por galer�as de pinturas, notamos pronto que la mayor�a de los artistas no s�lo pintan siempre los mismos tipos sino que pintan el mismo tipo de hombre en combinaci�n con el mismo tipo de mujer- por ejemplo, vemos que durero y el greco pintan hombres altos, enjutos, asc�ticos, saturninos, con mujeres apacibles, redondeadas, p�lidas, lunares- que el veron�s y rubens pintan hombres fieros, rudos, marciales con mujeres llamativas y junescas. que correggio, fragonard y boucher pintan j�venes delgados, mercuriales con tiernas diosas venu. sinas. y esto no es accidental, porque tales combinaciones de tipo son verdaderamente naturales y fundamentales. sin embargo, en la vida la situaci�n no es tan sencilla. porque, como sabemos, gente de cualquier sexo puede pertenecer a cualquiera de los seis tipos y puede haber mujeres mercuriales o marciales, que a�n siguen siendo muy mujeres, y hombres lunares o joviales que, empero, siguen siendo muy hombres. al mismo

tiempo, en estos casos, el sentido del sexo no est� tan claramente definido, no es tan exclusivo, por as� decirlo. y si consideramos que venus sea el ejemplo de mayor feminidad y el de saturno el de mayor masculinidad, podremos comprender por qu� la mayor�a de las tendencias hacia la homosexualidad se encuentran, por una parte, entre hombres venusinos y, por otra, entre mujeres saturninas. esto no obstante, el c�rculo de tipos que elaboramos cuando estudia. mos la psicolog�a humana y que, entonces, mostramos que reflejan un modelo c�smico, puede arojar una gran cantidad de luz sobre esta cuesti�n de la atracci�n de los contrarios- pues, si doblamos este c�rculo por la mitad, es claro que los tipos se disponen por s� mismos -tanto diagramticalmente como en realidad - en tres parejas de esa clase. el saturnino es el contrario del lunar; el jovial es el contrario del mercurial y el marcial es el contrario del venusino. esto representa la combinaci�n de la atracci�n m�xima. tales parejas gravitan naturalmente juntas, sea ya en el amor sexual, en la amisdarle el gusto de la rapidez, la ligereza, la agilidad y la dedicaci�n de que ella carece. y en la misma forma la mujer jovial, que ama y admira el valor del hombre marcial, puede comenzar a dominar su violencia y conducirlo hacia la comprensi�n y la tolerancia. al estudiar a hombres y mujeres en la vida real a la luz de esta secuencia, vemos que la asociaci�n m�s duradera y permanente surge cuando una de las partes -el dirigente, por decirlo as�- est� toda una etapa m�s adelante de la otra. as� Venus puede conducir a la luna, mercurio conducir a venus, saturno conducir a mercurio, marte conducir a j�piter. porque en tales combinaciones, si ambos procuran por igual moverse avanzando hacia el tipo siguiente, ambos quedar�n tan mutuamente atra�dos entre s� y tan completarios como antes. y sola mente si uno deviene fijo y queda atr�s, cesar�n de poseerse y de ayudarse el uno al otro. en verdad son posibles otras combinaciones sexuales de tipos, y aun pueden provocar el �xtasis y gran comprensi�n. pero pocas tendr�n la permanencia y calidad de asegurar la creatividad que pertenece a la uni�n de aqu�llos que naturalmente siguen el uno del otro. de �stas puede decirse que producen crecimiento, donde las producen explosi�n. todav�a entre otros tipos las relaciones sexuales son ileg�timas de un modo diferente - ileg�timas porque no existe en absoluto el sentimiento sexual; y, si se las intenta, solamente podr�an violar la naturaleza sexual de los interesados, dej�ndoles profundas heridas ps�quicas dif�ciles de cicatrizar- porque la funci�n sexual es de aqu�llas en la que es muy peligroso el fingimiento. y la mayor�a de las anormalidades resultan de fingir que no existe atracci�n sexual, donde debe existir por raz�n de tipo, o que exista la atracci�n, donde por raz�n de tipo no puede existir. por otro lado, merced al sexo -donde �ste se conserva puro y sin pervertirse- se da a hombres y mujeres la comprensi�n de las m�s grandes leyes del universo y, como si fuera, por derecho de nacimiento. por esta fuerza, si la respetan, est�n capacitados para discriminar entre lo que es bueno y lo que es malo para ellos. por esta fuerza, si permiten que les ense�e, pueden ser conducidos por la senda del desarrollo humano, a trav�s de todos los tipos, hacia la perfecci�n. por esta fuerza, si mantienen lejos de s� cuanto es negativo, les est� concedido gustar por breves momentos y en una conexi�n, aquellas sensaciones de �xtasis y de uni�n, que son de la naturaleza de la conciencia m�s alta. por el sexo puro el hombre ordinario puede ganar en un momento lo que el asceta se niega durante a�os a alcanzar, lo que el santo implora sentir durante una vida. pero esto solamente a condici�n de que se aproxime al sexo libre del temor, de la violencia y de la codicia. y a condici�n, tambi�n, de que no niegue despu�s de todo cuanto ha aprendido en el sexo sino, por el contrario, permita la comprensi�n alcanzada pase a todos los otros aspectos de su vida, madur�ndolos, armoniz�ndolos y tambi�n enriqueci�ndolos. para el hombre la mujer debe ser aquello que le recuerde de donde vino. para la mujer el hombre debe ser aquello que le recuerde hacia donde ir� en adelante.

juntos deben recordar el uno al otro del principio y el fin, del todo y de la perfecci�n. 1 v�ase ap�ndice viii, 'el ciclo del sexo'.

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