Educar a un gato:
Reaccionar siempre del mismo modo. Si riñe al gato de formas muy distintas como “¡No!”, “¡Fuera!”, “¡Déjalo!”, “¡Maldito gato!”, etc., lo único que conseguirá es desorientarlo por completo. Emplee siempre la misma expresión, como por ejemplo “¡No!” y su gato enseguida sabrá a qué atenerse. Reacción inmediata. El gato solamente relaciona una mala experiencia con algo que ha hecho en ese preciso instante. Si usted le riñe media hora después de haberle robado una salchicha, cuando está haciendo tranquilamente la digestión acostado en su cesta, él solamente relacionará su enfado con el hecho de estar en su cesta, y eso le irritará bastante. Si usted descubre alguna travesura demasiado tarde, por esa vez no va a tener más remedio que tragar bilis y aguantarse con el único propósito de no darle al minino ninguna posibilidad de volver a repetirlo en el futuro. Premiarlo cuando se porta bien. Los gatos no hacen nada por pura generosidad o para complacer a su dueño, lo único que les estimula es la recompensa. Y ésta no tiene por qué ser siempre algo comestible, también le encanta que lo acaricien o que jueguen un rato con él. Ocúpese de que a su gato “le salga a cuenta” portarse bien en casa.
Trastornos en los que se manifiesta el estrés En la mayoría de las ocasiones no es posible encontrar la causa inicial que provocó ese cambio. Pero a veces son cosas tan simples como haber llevado al gato al veterinario, un viaje, una hospitalización del animal, un olor extraño, la visita de alguien desconocido; o más graves como problemas de socialización temprana, separación prematura de la madre, el no respeto de el etograma propio de la especie o la introducción de ungato tras otro en una casa con el consiguiente problema de territorio.
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