DE SINGLY Martuccelli, D. y de Singly, F. (2012). “Las sociologías del Individuo”. Santiago: LOM. El interés de este libro es hacer un recorrido por la construcción de la sociología del individuo, explorando a los individuos en medio de contextos sociales que acentúan fuertemente su individualización (citando a Berman con su noción de modernidad como la de una experiencia particular, en medio de una multitud de experiencias, temporalidades y espacios diferentes, de promesas y peligros constantes). Con la modernidad, las sociedades occidentales otorgan un lugar amplio al individuo. El autor se referirá a las nociones de individualismo en distintos autores clásicos. Por ejemplo en Durkheim: idea de que el individualismo se ha convertido en la base de nuestro catecismo moral, afirmando que el individualismo es una religión. Es una sociología del individuo que no se confunde con una microsociología; el lugar del individuo resulta de las normas sociales y las leyes. Durkheim distingue dos individualismos: el negativo o egoísta, que rinde homenaje al individuo en particular, mientras que el positivo respeta en cada uno de nosotros a un representante de la humanidad y de la razón. En este último sentido del término, el individualismo es la “glorificación” no del yo, sino del individuo en general. Tiene como foco, no el egoísmo, sino la simpatía por todo lo que es el hombre. El individuo ideal debe ser enmarcado por la sociedad que le propone instituciones para contenerlo y para evitar sus desviaciones egoístas. Para Durkheim, en las sociedades en que existe una fuerte división del trabajo, sus miembros se hacen cada vez más dependientes entre sí, pero al mismo tiempo son capaces de diferenciarse cada vez más. Simmel distingue también dos tipos de individualismos: la “independencia individual” que corresponde al individualismo en abstracto, es decir, a la emancipación, y por otra parte, “la diferencia personal” que remite a una definición original de sí mismo, por parte de cada uno. Para Simmel, en una comunidad los lazos son tan estrechos que cada uno tiene una existencia que se prolonga en ese o esos grupos de pertenencia, en cambio en la sociedad, el individuo pertenece a una serie de círculos sociales que no están necesariamente unidos ente ellos. “La especificidad de la individualidad (debe ser) garantizada por la combinación de círculos que puede ser diferente en cada caso”. El individuo está dividido al interior de él mismo, enmarcado por diferentes pertenencias sociales y gracias a la multiplicación de los círculos puede ser él mismo. Individualismo Institucional A partir de los años 80 se extiende la idea de que por el hecho de que la sociedad o las instituciones ya no transmiten de manera armoniosa las normas de acción a seguir, les
corresponde a los individuos darle sentido a sus trayectorias. Si el individuo recibe tanta centralidad, es porque su proceso de constitución permite describir una nueva manera de hacer sociedad. Beck considera que la segunda modernidad o modernidad avanzada corresponde a la obligación social que tienen los individuos de “elegir” su vida. En este individualismo institucional, el hombre o la mujer, el adulto o el joven “deben buscar soluciones biográficas a las contradicciones sistémicas de la sociedad moderna”. Tradiciones Nacionales del Individualismo Norbert Elias dirá que todo análisis sociológico y sobre todo, el proceso de fabricación de los individuos, es indisociable de una tradición nacional. Bajo esta premisa, de Sinlgy va a presentar el marco de problemas y modos de análisis recurrentes en cada tradición. NORTEAMERICA: El individualismo norteamericano organiza alrededor del individuo la posibilidad de una sociedad fundada en la igualdad de derechos y la implicación de los ciudadanos en la vida social. En este sentido, el individualismo es parte relevante de la identidad norteamericana. La oposición entre el individuo y el colectivo no existe. El individuo es para la sociedad. Distintos perfiles de individualismo: 1. Tradición bíblica y republicana de los padres fundadores, asocia valores cristianos y participación ciudadana. 2. Self-Made man: independencia personal como valor central del individualismo. 3. Individualismo gerencial con raíces del utilitarismo. 4. Individualismo terapéutico: autodesarrollo personal Doble influencia de la concepción moral del individuo autónomo y de las virtudes de la asociación entre individuos. Individualismo fuertemente moral que hace de la conciencia y la autonomía del individuo el pivote del orden social. Particularidad de la vida asociativa en USA, encontrando en ella las raíces de la individualidad personal. El individuo no es un signo de la disolución de la sociedad, sino al contrario es la posibilidad de construir una sociedad que solamente existe apoyándose en su conciencia moral.
ALEMANIA: Alemania como la tradición de la alienación. Forma particular de alienación entre individuo y sociedad. Como el mundo moderno se caracteriza por la expansión de la racionalidad en toda la esfera social, resultan dominios de acción autónomos y fuertemente restrictivos para los individuos. Los actores están orientados por sus intereses instrumentales (acciones racionales en relación a los fines: Weber) El estudio del individuo queda marcado por una profunda ambivalencia: entre una visión completamente mecánica y opresiva de la modernidad y afirmaciones sobre sus posibilidades de emancipación. El individualismo alemán gira en torno al destino virtualmente trágico del individuo. Una modernidad que ha traicionado el proyecto emancipador de la ilustración. Para Marcuse las sociedades administradas engendran un exceso de represión y para Elias el proceso de civilización es portador de un exceso de autocontrol que lleva a nuevas formas de violencia. La individuación alcanza un grado tal que se alza un verdadero muro entre los individuos. Todas las teorías tienen su lado de alienación: son las contradicciones de peligros de la modernidad los que llaman su atención. Elias en su libro “la sociedad de los individuos” apunta a explicar cómo la reunión de distintas personas puede formar algo diferente a la simple suma de ellas. Quiere superar la dicotomía entre sociedad e individuo con su propuesta de configuración. La configuración se define contra la representación de un individuo separado de lo social y contra la representación de una sociedad independiente de los individuos. Mientras más la socialización toma la forma de un control interiorizado, más se percibe al individuo como el autor de su vida y sus opciones, más se ve como sujeto. El proceso de civilización se manifiesta por la interiorización progresiva de prohibiciones y controles pulsionales, lo que provoca un estado psíquico de autocontrol que aumenta indefinidamente. Y este autocontrol proporciona a los individuos las bases de la representación de un individuo que se piensa más allá del colectivo, de un “yo” separado de un “nosotros” y opuesto a él, encerrado en sí mismo y en su interioridad (Elias 1970 en de Singly) La conciencia de sí explica el corte entre su yo y el mundo. No toma a los individuos, sus representaciones y emociones, sino como un síntoma de un modo de evolución y de un tipo de configuración social e histórica.
INGLATERRA: libertades y protecciones. Representación social del mercado, revolución industrial y libertades parlamentarias. Evocar al individuo para la sociología británica consiste en el equilibrio entre las protecciones y las libertades, a través de un tratamiento civil por el derecho y la ley. Ocupa un lugar particular el individuo y su psicología para explicar fenómenos sociales, pero la misma preocupación por preservar su independencia y diseñar políticas públicas con ese objetivo. FRANCIA: lo particular y lo universal. El individuo es inseparable del universalismo dado por la República. Se describen los individuos en función de sus espacios de pertenencia social. Combinación de un individualismo universal concebido a partir de lo político y de una etnografía del individuo. Dialéctica permanente entre el universalismo de la igualdad, el individualismo amenazante y la suerte del individuo íntimo. El yo construido por las pruebas: Dubet La prueba es un importante instrumento analítico para la sociología del individuo en la medida en que propone una articulación particular entre el actor y el sistema, tras la crisis de la idea misma de sociedad. La prueba es una noción teórica que busca articular los problemas personales con las estructuras sociales que los crean o amplifican. Dubet (1994) dirá que todo individuo está sometido a una prueba permanente que designa con el término de experiencia, la que se caracteriza por el esfuerzo que hace el actor para combinar y articular tres grandes lógicas estructurales de acción (integración, subjetivación y estrategia). El individuo debe a la vez pertenecer a una comunidad (integración), defender sus intereses en tal o cual mercado (estrategia) y desarrollar una actividad crítica (subjetivación). La idea de base es que la heterogeneidad de la vida social ya no puede ser captada con las categorías de la idea de sociedad, en tanto no es sino a partir de la observación y análisis de la experiencia social que ella puede ser reconstruida. Las pruebas de la individuación: Martuccelli En el proceso de individuación los actores enfrentan un conjunto de pruebas estructurales comunes a todos los miembros de un colectivo, pero desde posiciones diversas y a través de experiencias disímiles. Las pruebas son desafíos históricos, socialmente producidos, culturalmente representados, desigualmente distribuidos que los individuos están obligados a enfrentar en el seno de un proceso estructural de individuación. La noción de prueba propone, pues, una articulación analítica particular entre grandes procesos societales y experiencias personales, entre la estandarización estructural y la singularización de experiencias.
François de Singly, 2003, “Les uns avec les autres”, éd. A. Colin.
En las ciencias sociales se ha hablado mucho de una sociedad que está en una crisis del vínculo social. En este contexto, el nuevo tipo de individuo característico de las sociedades contemporáneas requiere de sociedades con un nuevo tipo de lazo social, que sea compatible con la libertad de las personas. Este nuevo lazo social, propio de sociedades individualistas y democráticas, concilian lo individual y lo colectivo, denominándolo “individualismo relacional”. Este proceso de individualización de las personas no significa que quieran estar solas, sino al contrario, aprecian pertenecer a diversos grupos, filiaciones y lugares, manteniendo a los individuos y a la sociedad juntas. Para de Singly, el proceso de individualización se refiere a un proceso de desafiliación voluntaria que permite la construcción de identidades personales; una construcción gradual de la autonomía, de reflexividad y pensamiento crítico. El individuo individualizado se afirma/sostiene de dos maneras: el “yo primero” que es el “verdadero yo” y el “rol a desempeñar” en una situación concreta. El individuo es consciente de tener el control de esa diferencia. Así, la imposición de una identidad dominante que no corresponde a la situación, es considerada un abuso de poder. El lazo social debe crearse entre individuos libres. Lo social proporciona el marco (las posibilidades) y los actores hacen el resto. El autor se preocupa de mostrar que el vínculo o lazo social puede existir entre individuos individualizados y que las normas en sociedades modernas no están ausentes, sino que más bien el problema es el de la coexistencia de multiplicidad de normas. Las sociedades contemporáneas solo pueden ser vivibles si pueden proporcionar condiciones para que las personas individualizadas vivan juntas. Todos somos únicos y todos aspiran a una vida juntos. El individuo no excluye lo común; solo impone ciertas formas que el colectivo debe tomar. La individualización no suprimió lo social. "El nuevo ideal del vínculo social que combina la libertad de cada uno y el respeto mutuo se basa en otra forma de civismo. Un "nosotros" que sabe cómo respetar al "yo" en su libertad y en su identidad compleja”
François de Singly, L’individualisme est un humanisme, éd. de l’Aube, 2015
Fruto de un pensamiento desarrollado desde el Renacimiento, según de Singly el individualismo es un proyecto de sociedad en el que todos deberían encontrar las mejores condiciones para su realización y desarrollo. El autor dirá que la primera modernidad (desde el siglo XIX hasta la década de 1960) inventó el universalismo abstracto, que definió todo lo que los individuos tenían en común, mientras que la segunda modernidad incorpora un individualismo más "concreto" que valora la construcción de las identidades de cada persona. En efecto, dirá que la emancipación de las mujeres surge de este período. El corazón de su tesis se basa en esta distinción filosófica entre dos individualismos, el concreto y el abstracto. El individualismo abstracto, heredero de la razón cartesiana, es el modelo intelectual de la Revolución Francesa (que suprime los entes intermedios de la sociedad para que no haya nada entre el individuo-ciudadano y el Estado). Un individualismo abstracto que tiende a buscar en cada individuo una tendencia hacia el interés general. El individualismo concreto, por su parte, viene desde el romanticismo alemán. En este individualismo concreto, que llamará también “individualismo relacional” basa la organización social en la búsqueda del reconocimiento por parte de los demás de una "autoverdad", y debe diferenciarse del individualismo competitivo, que incluye individuos en competencia permanente. La tradición republicana francesa valora el individualismo abstracto en la esfera pública, mientras que confina el individualismo concreto a la esfera privada, lo que lleva a una representación del mundo social donde la esfera pública tiene un valor superior a la esfera privada, en nombre de la razón y del progreso. El autor dirá que la idea republicana, estrechamente asociada con el individualismo abstracto, parece estar perdiendo impulso, desde las demandas de la década de 1960, cuando los individuos demandan reconocimiento. Las luchas feministas, las demandas de las minorías étnicas plantean peculiaridades individuales que la República dejó hasta ahora fuera del campo político. El individualismo tiene mala imagen, ya que se asocia a la dictadura del mercado, de la lucha de uno contra uno, del egoísmo, de la indiferencia con el otro y la falta de civilidad. Este libro intenta mostrar que este diagnóstico es erróneo, ya que el individualismo sostiene también la democracia representativa y los derechos del hombre. En este sentido el autor se preguntará, ¿Cómo justificar el trabajo de Amnistía Internacional o de la lucha feminista sin apelar a la libertad de expresión contra la razón del Estado y a los derechos de cada uno(a) de disponer de su cuerpo? ¿Cómo justificar la indignación frente a los matrimonios arreglados sin hacer referencia al derecho de cada uno(a) de elegir a su pareja?. En este contexto, el autor plantea la relevancia de que todo individuo amerita respeto, dignidad y consideración.
Con el modelo de un individuo emancipado, el individualismo es un humanismo, en tanto cada ser humano puede ser él mismo, desligándose de las obligaciones sociales impuestas. Este individuo emancipado no es un individuo alejado de todo lazo social, más bien, tiene idealmente el poder de definir sus afiliaciones, de decidir sobre su vida, de resistir a las identidades impuestas por otros. El individualismo es político, situándose en el campo opuesto al liberalismo político y económico, porque debe crear las condiciones para que todo individuo, sea cual sea su color, nacionalidad, origen social, género, edad, etc, tenga el derecho de ser un “hombre” (en el sentido de los derechos del hombre). Es un individualismo que tiene por objetivo que cada persona pueda ser un individuo emancipado, que refute toda identidad involuntaria.