Dicen que hay tres cosas que el hombre cree poder hacer sin aprendizaje previo: equitación, psicoanálisis y periodismo. Y el caballo es el único que se resiste. Yo celebro esta explosión tecnológica que masificó la posibilidad de que cada uno tenga su propio medio de comunicación. Es más, me habría gustado nacer en la era digital en vez de ser un inmigrante ilegal en este mundo, un inmigrante que aprende a hablar el idioma en oscuros callejones, que mezcla las nuevas palabras que incorpora cada día con nostálgicos términos de la era pre digital, y que nunca, por más que se esfuerce, logrará el acento de los nativos. Tuve la suerte de tener a mi alcance medios tecnológicos para no quedarme tan atrás, un privilegio del que no todos pueden gozar. Son muchas las personas que no tienen y probablemente no tendrán jamás una computadora. Es conveniente tenerlo presente para no dejarse ahogar por el microclima. Soy periodista del diario Río Negro desde hace 23 años, y desde marzo del 2008 tengo un blog llamado Fuera del Expediente. Antes de contar mi propia experiencia me gustaría mencionar algunos aspectos generales de los desafíos que enfrenta el periodismo en este tiempo. Ahora todo el mundo habla del periodista multimedia, o del periodista multiplataforma. Es aquel que escribe para la web, escribe para la edición impresa, toma fotografías y, entre una cosa y la otra, hace una columna en video para colgar de su blog. Hacia allí parece que vamos. Yo me pregunto cuánta calidad
tendrán esos trabajos multimediáticos. No podemos negar que el periodismo atraviesa una crisis de calidad. Basta con mirar cualquier noticiero de televisión y ver a los noteros a los codazos, balbuceando preguntas, buscando la reacción del entrevistado más que la respuesta. O leer diarios donde se venden como investigaciones especiales trabajos que son de otro, o meras denuncias que explotan un domingo y se olvidan durante la semana. Hacer un trabajo de calidad implica, entre muchos otros factores, invertir tiempo. Tiempo en la formación del periodista y tiempo en la elaboración del contenido. El tiempo nunca es generoso con los periodistas. Pero no es lo mismo correr contra la hora de cierre del diario luego de haber conseguido la nota, que hacerlo luego de haber conseguido más de una nota de distintos temas, luego de haber escrito para el on line, luego de haber grabado para la columna en video y luego de haber luchado con el Photoshop para mejorar la calidad de la foto. La cabeza de ese periodista no está en las mismas condiciones. Porque a eso le debemos agregar que entre cobertura y cobertura (nunca es una sola en el día) el periodista tiene una vida con la cual lidiar. Quizá esposa, hijos, vencimientos. Al momento de sentarse a escribir, un adjetivo exagerado, una afirmación donde debió primar la prudencia, una información sin chequear, pueden causar daño a personas, a nuestra credibilidad como periodistas y al medio para el cual trabajamos.
La mayoría de los errores se cometen, según mi experiencia de más de 20 años en la profesión, porque se trabaja sin tomarse la pausa necesaria para pensar y ubicar las cosas en su justo contexto. Y eso no siempre depende de los medios tecnológicos a nuestro alcance ni depende de que estamos corriendo contra la hora de cierre. Corremos contra muchas otras cosas. Por otra parte, esa noticia que subimos hoy temprano al on line es la misma que leerá mañana aquel que compre el diario en papel. A esa persona que mete la mano al bolsillo para sacar un billete con el cual comprará el diario tenemos que darle algo diferenciado. Ya sabemos todo ese rollo de que el periodista multimediático debe pensar y escribir distinto según sea para la web o para el papel. Pero lo importante es que debe actuar con tal rigor profesional que no debe estafar a los lectores del on line ni a los del papel. Quien nos lee en cualquier momento del día en la pantalla de su computadora debe quedar tan satisfecho como quien lo hace al otro día repasando el diario con el desayuno. Y más todavía si se trata de la misma persona. Dicho esto, una breve reseña de Fuera del Expediente. En 2008 había indicios de que empezaba a revertirse un proceso de deterioro sin precedentes en el Poder Judicial de Neuquén. Después de años nefastos de colonización del Poder Judicial por parte del poder político, con la llegada a puestos claves de
personajes oscuros, elegidos mediante el uso de mecanismos opacos y sin participación popular, se abría la expectativa de un proceso en reversa. No es este el espacio adecuado para mencionar las razones que tuvo Jorge Sapag para autorizar y lo digo en estos términos, para autorizar a que se avanzara en un proceso de renovación de parte del Tribunal Superior de Justicia. La cuestión es que la renovación, aún con defectos, comenzó. En ese contexto nació Fuera del Expediente. Es un blog dedicado a información judicial, no necesariamente jurídica, hecho por un periodista y no por un abogado. En el blog se amplía información que aparece en los diarios, se publican documentos completos de escasa difusión, y se promueve el debate sobre temas no siempre jurídicos. Pretende dirigirse al público en general interesado en estos temas: la independencia judicial, la transparencia en el manejo de la cosa pública, el acceso a la información. Como cualquiera que tenga un blog, yo quiero que a mi blog lo lea la mayor cantidad de gente posible. He aprendido en la práctica algunos mecanismos, todos legítimos, para lograrlo. Primero que nada, hay que hacer un producto de calidad. Incluir información seria, veraz, interesante, con un estilo ameno y ágil. A algunos quizá les suene familiar. Es, ni más ni menos, que la fórmula recomendada en los 60 por el padre del nuevo periodismo, Tom Wolfe: informar, divertir, innovar. Porque el blog, creo yo, no es más que una nueva herramienta para hacer lo que los periodistas hacemos siempre: contar
aquello que alguien trata de que no se conozca. Y hacerlo de la manera más clara e interesante posible. A la difusión del blog contibuyeron también dos o tres amigos y más de un enemigo que se enteró de su existencia y comenzó a difundirlo boca a boca. Por supuesto que ayudó mucho que haya un enlace en el sitio web del diario Río Negro, visitado a diario por miles de personas. Debo reconocer que no hice un gran esfuerzo de difusión, y hoy tiene la modesta suma de 2.000 a 2.500 visitas mensuales. Esa pequeña audiencia es, sin embargo, fiel, y la cuido publicando información variada, interesante, expuesta de la manera más clara posible. No me han abandonado, de modo que algún atractivo encuentran. Me consta que el blog es bastante popular dentro del Poder Judicial, que es lo más parecido al Ejército que se pueda concebir. Es una institución verticalista, endogámica, y con pocos canales de expresión. El blog se convirtió en uno de ellos.
Otro método para mantener audiencias: hay que ser constante y publicar lo más seguido que se pueda. Todos los días es ideal. No porque todos los lectores vayan a ingresar a diario (aunque me consta que algunos lo hacen) sino porque cuando entran, deben encontrar información nueva. Nada hay más desalentador que ingresar a un blog una y otra vez y encontrarlo sin actualizar. El blog tiene otro atractivo para los lectores que significa,
muchas veces, un dolor de cabeza para mí: los comentarios. Pocas veces he logrado el objetivo de que el blog sea un espacio donde se discuten ideas. La más de las veces se convirtió en un potrero donde bravucones enmascarados insultan a todo el que piense distinto. Hay una imagen que me gusta mucho: quisiera que el blog sea una plaza a la cual asiste la gente a escuchar, debatir, aplaudir o criticar, en términos civilizados y para sacar alguna conclusión provechosa. Lamentablemente muchos toman al blog como un paredón en el cual pueden pintar insultantes graffittis anónimos. Más allá de la cuestión legal, tema arduo y para nada cerrado, he descubierto que publicar insultos anónimos espanta a los lectores. No resulta agradable ingresar a un sitio cargado de agresiones disparadas desde las sombras. Algunos tendrán sus razones para mantener el anonimato, pero no se puede justificar todo. Y por otra parte, los lectores asumen que si autorizo determinados comentarios es porque estoy de acuerdo con ellos, y no hay aclaración que sirva para sacarlos de esa presunción. En consecuencia, ejerzo el poder de veto sobre muchísimos comentarios. Eso no me ha hecho perder lectores, sino que obligó a los comentaristas a ser más moderados, y creo que todos salimos ganando. En este año que llevo escribiendo para el blog he aprendido mucho sobre el periodismo, sobre los lectores, y sobre mí. Aprendí a manejar nuevas herramientas, nuevos lenguajes,
conocí más personas y obtuve información que de otra manera habría ignorado. Por eso seguiría haciendo el blog aunque tuviera una cantidad mínima de lectores, y siempre con el mismo empeño. Algún día muy cercano los periodistas no tendremos currículum, tendremos blogs. Yo los invito a visitar el mío.