DANIEL ALCIDES CARRION Introducción Uno de los objetivos fundamentales de la historia de la medicina y quizás el más grato a los que nos dedicamos a ella, es el estudio del enfrentamiento del hombre a las enfermedades, para su conocimiento y dominio, a través de los tiempos. Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna como la conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la Oroya y verruga peruana, pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro continente y ha dado oportunidad a ser estudiada con originalidad y brillantez tal por los médicos suramericanos, que la entidad y su agente etiológico llevan los nombres de dos de sus ilustres figuras: Daniel Alcides Carrión y Alberto Barton. El presente breve estudio lo dedicamos a destacar el aporte al conocimiento clínico de la enfermedad llevado a cabo de una manera conmovedoramente dramática por el estudiante de medicina peruano Daniel Alcides Carrión, quien se inmoló para ello voluntariamente a la edad de 28 años, al pedir y ser inoculado con la sangre de un botón verrugoso, para dar al mundo la más completa descripción de su sintomatología, arrancada a los sufrimientos que le provocaba la forma grave de la enfermedad que lo llevó a la muerte. .
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DANIEL ALCIDES CARRION OBJETIVOS:
Conoceremos su vida de Daniel Alcides Carrión Analizaremos el experimento de Carrión Explicaremos de Carrión como base de la construcción de imaginario médico y un movimiento cultural Conoceremos las aportaciones que hizo Carrión para la medicina humana
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DANIEL ALCIDES CARRION Daniel Alcides Carrión. Auto-inoculación. Biografía: El 13 de agosto de 1857 nació en la ciudad de Cerro de Pasco (Perú), Daniel Alcides Carrión García, fueron sus padres don Baltasar Carrión, graduado de abogado y de médico en la Universidad de Guayaquil y su madre doña Dolores García Navarro, Peruana, oriunda de Quillacocha, Cerro de Pasco
Sus estudios primarios los realizó en su ciudad natal. A la edad de los 14 años se trasladó a la ciudad de Lima e ingresó al Colegio Nuestra Señora de Guadalupe, donde cursó de 1874 a 1878, estudios de educación secundaria y media con calificaciones excelentes. Una vez alcanzado el título de bachiller, se matriculó en 1878, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para cursar la carrera de Medicina Humana. Durante sus estudios médicos, sintió honda inquietud por conocer dos enfermedades características de algunos valles centrales peruanos: una de ellas, conocida con el nombre de “Fiebre de la Oroya”, caracterizada por fiebre y anemia progresiva que, pese al tratamiento que se efectuaba en esa época, tenía
una
letalidad
cercana
al
100%.
El otro proceso llamado “Verruga peruana”, tenía igual distribución geográfica, pero de evolución benigna; con la súbita aparición de nódulos cutáneos y escasos síntomas generales. Hasta entonces se consideraba que ambos cuadros
tenían
diferente
etiología.
Llevado por su espíritu de investigación, no vaciló en inocularse sangre macerada de una tumoración Verrucosa del enfermo Carmen Paredes, internado en la Sala de las Mercedes del Hospital Dos de Mayo de Lima, así el 27 de agosto de 1885 solicitó al Doctor Evaristo M. Chávez que le hiciera la inoculación. A los veintiún días sintió los primeros síntomas de la fiebre de la oroya, que continuó con su evolución característica, ante la angustia de sus profesores y amigos. Carrión escribió personalmente su historia clínica hasta el 26 de HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION septiembre de 1885, en que agobiado por la fiebre y la anemia grave, entró en delirio. A su solicitud, sus compañeros siguieron escribiendo el documento clínico que había iniciado. Carrión fue trasladado a la clínica francesa Maison de Santé (en Lima), el 4 de octubre de 1885 recibió como medida de último recurso inyecciones de ácido fénico endovenoso, entró en coma y falleció. Su muerte se produjo el 5 de octubre de 1885, fecha que todos los años es recordada como EL “DÍA DE LA MEDICINA
PERUANA”.
Habían
transcurrido
cuarenta
días
desde
la
inoculación. Alcanzó a expresar el deseo de que los estudios siguieran adelante, consciente de haber contribuido al mejor conocimiento de la dolencia que hoy lleva su nombre. Es indudable que Carrión con su experiencia científica aclaró el enigma de la Fiebre de la Oroya, dejando sentada la unidad de aquel fenómeno patológico: la anemia grave y la forma eruptiva son dos expresiones de una misma entidad.
El 7 de Octubre de 1991 el gobierno peruano promulga la Ley Nº 25342. que declara a Daniel Alcides Carrión García” Héroe Nacional”.
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DANIEL Y LA MEDICINA La figura del mártir de medicina peruana, Daniel Alcides Carrión (1857-1885) ha sido distorsionada, desde el momento mismo de su deceso, por historiadores o por espontáneos panegiristas; todos, con el propósito de satisfacer su propias ideas y creencias, olvidando la realidad demostrada en las fuentes originales. Este fenómeno se observa desde aquel día, en octubre de 1885, en el que los profesores de Carrión se defendieron de la acusación penal, sin pruebas sólidas, por haber, supuestamente, colaborado en el fatal experimento de su alumno, hasta quienes, en octubre de 2005, han mandado estampar, en un mural la desfigurada imagen de su rostro, con el objeto de mostrarlo con cara de “gente decente”, como dirían las viejas miraflorinas, linajudas sobrevivientes de la época de oro de ese limeño distrito, en el que ubica, el local del Colegio Médico donde está ubicado el aludido mural. Carrión, el Daniel Alcides, héroe de nuestra peruana medicina, fue un serrano auténtico, lo que se llama un “nuevo indio”, vale decir un producto del mestizaje, esencialmente cultural antes que genético, de ese que ocurre como resultado de la eclosión entre dos civilizaciones en el escenario agreste de los Andes. El nacio de una relación extra matrimonial con Dolores García, entonces una atractiva adolescente nativa de Huancayo, que había llegado con su padre al centro minero en busca, también, de las vetas del ansiado mineral de plata. De esa unión nació nuestro Daniel Alcides, quien nunca fue reconocido por el padre, como es costumbre inveterada, hasta ahora. Doña Dolores, sobrellevó, con enaltecedora dignidad la tarea de madre soltera y abandonada. Es necesario exponer las características del escenario en el que se desarrolló la infancia y la temprana adolescencia, de 1857 hasta principios de la década de 1870, en la que fue enviado a Lima a terminar su educación escolar. El viajero Charles Wiener estuvo, poco antes de 1880 en Cerro de Pasco y dijo: C’est de beaucoup la ville la plus animée que j’aie ou Pérou, en exceptant Lima… Así fue la ciudad de Cerro de Pasco, la cuna de Carrión. Fue una villa que causó la admiración de todos los que llegaron allí, mucho antes que el ferrocarril fuera construido, cuando su madre, su padrastro y sus hermanos maternos vivieron en Cerro de Pasco, dentro de una mediana prosperidad. Hay testimonios de HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION observadores, algunos eran médicos, que por escrito o con ilustraciones atestiguaron sobre la realidad de ese centro minero, que había sido un inhóspito paraje, que con la fiebre de oro y plata que se desató hacia la mitad del siglo XIX, en el continente americano, se convirtió rápidamente en un atractivo lugar. Los viajeros encontraron abismales diferencias entre sus habitantes; al lado de la opulencia de los propietarios de minas o de comerciantes que especulaban con los productos secundarios de la prosperidad, había infrahumanas condiciones de vida de los obreros nativos. Esa ciudad está, un poco por encima de los 4 000 metros de altitud sobre el nivel del mar. En su entorno ecológico no crece ninguna vegetación comestible. La principal y única fuente de riqueza y prosperidad es la minería. En esos tiempos la plata era buscada y encontrada con facilidad. Era una población sin trazo urbano ya que los pequeños mineros asentaban sus viviendas encima de las vetas que hallaban después de una febril prospección. Paz Soldán, Raimondi, Gerstäcker, Tsudi y otros, peruanos y extranjeros, estuvieron allí, desde la década del nacimiento de Carrión hasta la de su muerte. Todos coincidieron en describirla como una singular villa. Dicen que se consumía ingentes cantidades de champaña y otros finos licores importados. Había tiendas donde expendían ropa de la londinense Regent Street (es posible que el fino atuendo, de corte inglés, que Daniel exhibe en la fotografía, sin retoque, que Courret le tomó, haya sido comprada por su familia en Cerro de Pasco) o establecimientos donde se encontraba finos relojes y vajilla importada. A eso se sumaban con igual énfasis los nativos que acudían a obtener buena paga, en las épocas de bonanza, que vivían en condiciones verdaderamente miserables y que sucumbían víctimas de la neumoconiosis o de intoxicaciones por plomo y mercurio. Había magnífico mercado para bares, boliches, burdeles o billares. Los ‘indios’ aprendieron con rapidez la economía de consumo, en su lado más sórdido y asqueroso. Les vendían joyas, relojes y ropa fina sin conocer su uso. En las residencias de los potentados los viajeros encontraban los más exclusivos implementos del buen vivir. Las mulas, de regreso de trasportar el mineral, al puerto de Callao, llevaban a esa ciudad los más lujosos enseres. La familia de Carrión, de clase media, con ese mestizaje propio de una localidad en la que no existió una estratificación muy diferenciada –como
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DANIEL ALCIDES CARRION en Lima y otras ciudades importantes del Perú de esos años– desde que todos sus habitantes, sin excepción, eran inmigrantes de todos los rincones del país y del mundo. J. J. von Tschudi, a principios de la década de 1840, dijo “la población de Cerro de Pasco muestra un conglomerado de seres humanos, que difícilmente se podría encontrar, en una ciudad a 14 000 pies sobre el nivel del mar y encerrada por agrestes montañas. El Viejo y el Nuevo Mundo parece que se dan la mano, y casi ninguna nación de Europa o América deja de tener un representante en Cerro de Pasco. Los suecos y los sicilianos, los canadienses y los argentinos están unidos por un solo propósito (la minería)”. Daniel Carrión durante su niñez y temprana adolescencia vivió en un medio en el que todos sus
habitantes
eran
inmigrantes
insuficientemente
arraigados
y,
por
consiguiente, sin una identidad de clase o de raza, salvo los indios que eran casi esclavos. El darwinismo social no existía allí, como una inspiración de auto valoración. Cuando el joven Carrión llegó a Lima para ingresar como alumno interno al Colegio Guadalupe - el mejor del país, donde se educaba a los hijos de las clases altas y pudientes – le chocó ser discriminado por su apariencia racial nativa. En su ciudad natal él era “alguien”, allí las diferencias de alcurnia estaban borrosas, gringos, gauchos, blancos hispanos, cholos y aún indios se mezclaban sin mirarse el matiz de la piel. Por otro lado, en la Lima de la segunda mitad del siglo XIX - como ocurrió casi en toda América, especialmente en Brasil, Argentina y Perú - dominó el llamado “darwinismo social”, postulado por Herbert Spencer, el filósofo discípulo de Aguste Comte (el creador del positivismo científico y de la sociología como disciplina); Spencer postuló la idea que la especie humana evolucionaba siguiendo las supuestas reglas de la selección de las especies, por las cuales existirían “razas humanas superiores”. Postuló una sociología basada en esas ideas. Fue recibido como un ídolo por los racistas y esclavistas del sur de EE UU Poco antes de la llegada de nuestro Daniel a Lima, en el Perú, había triunfado, en elecciones populares, que por primera se realizaban, el líder del Partido Civil, cuya ideología se basaba en el darwinismo social. Él fue Manuel Pardo, cuando nuestro Daniel entró al colegio Guadalupe. Pardo hacía poco había entregado el gobierno a su sucesor, electo por votación (cosa nunca vista HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION antes). Toda la juventud estudiosa, en Lima, era civilista y rechazaba al militarismo corrupto y opresor, pero, al mismo tiempo era racista. El profesor de griego de Carrión, en Guadalupe, por ejemplo, escribió en su Diccionario de Peruanismos, al definir el vocablo Cholo: Una de las muchas castas que infestan el Perú… seguida de una larga disquisición sobre las características sociológicas denigrantes, según dicho autor, de la casta que “infesta” nuestro país. En el salón de clases, con seguridad, ese entonces joven nieto de Hipólito Unanue e hijo de un patriarca de ascendencia española como Mateo Paz Soldán, vio sentado a su alumno cholo Carrión, que hablaba con acento serrano y que tenía graves dificultades, seguramente, en pronunciar el griego. En 1880, en plena guerra con Chile, con todos los puertos de nuestro extenso litoral bloqueados por la armada enemiga, incluido el Monitor Huáscar, para entonces en manos chilenas, el puerto del Callao era bombardeado todos los días. Así, en abril de dicho año, fue aceptado como alumno en la Facultad de Medicina el postulante Daniel Carrión, quien había sido rechazado el año anterior. Esta vez, aprobó previo examen por el jurado permanente, presidido por el profesor de Anatomía General e introductor del positivismo científico y fervoroso civilista, el doctor Celso Bambarén, quien años antes, cuando ocupaba una curul parlamentaria, durante un encendido debate sobre la libertad de cultos, se declaró “enemigo personal de Jesucristo”. Algunos panegiristas de Carrión han creído que, por eso él fue positivista, cuando en realidad fue su víctima. La Facultad de Medicina, de la Universidad de San Marcos, cuando Carrión entró a estudiar, estaba en grave crisis, que venía de dos años antes de la guerra con Chile. Durante los gobiernos de Manuel Pardo y de su sucesor Mariano Ignacio Prado sobrevino un grave colapso económico Los
gobiernos
peruanos
fracasaron
en
las
negociaciones
de
la
comercialización del guano y el salitre. Fue tan severa la inopia fiscal que se dejó de pagar los sueldos del sector público. Es así que los profesores de la Facultad de Medicina dejaron de percibir sus sueldos desde 1878. Se les abonaba unas notas de pago para ser redimidas cuando hubiese fondos. Así llegó la guerra, algunos profesores de la facultad organizaron batallones de lucha. El servicio de sanidad, en teatro de operaciones del sur de territorio, en Tarapacá, estuvo a cargo de la Cruz Roja Internacional La Facultad de
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DANIEL ALCIDES CARRION Medicina durante los años de la guerra profundizó, aun más, su crisis institucional. Fueron los años de formación de Carrión. Durante el primer año, en 1880, el precario mando de la república cambió. Nicolás de Piérola, aun joven y en la etapa más demagógica de su vida, después de un cruento golpe de estado con derramamiento de sangre en las calles de Lima, mientras los chilenos bloqueaban el Callao, el gobierno de Mariano Ignacio Prado fue derrocado. A fines de diciembre de 1879, cuando la derrota de Angamos y la invasión del sur del territorio, hasta Arica, se esperaba la invasión chilena a Lima. Carrión se alistó en un regimiento militar. Carrión estudió en las más lamentables condiciones. El local de la Facultad de Medicina fue depredado por el ejército invasor chileno y ocupado su local para servir de cuartel y caballeriza. Cuando alguna vez se averiguó con el jefe del ejército invasor, la incomprensible destrucción del país enemigo, la respuesta fue que Chile se tenía que asegurar, en aras de la preservación de la paz, que el Perú no se recuperase por cien años. El bloqueo de los puertos peruanos desde octubre de 1879 hasta diciembre de 1883 trajo consigo un período de oscurantismo en conocimiento de los avances de la ciencia médica en el resto del mundo. Precisamente en ese etapa, por un azar del destino la biomedicina dio un salto espectacular hacia el futuro. Desde 1879, hacia delante, se comenzó a asombrar al mundo culto del planeta con los descubrimientos sobre la causa de las enfermedades infecciosas. Ya no era producto de efluvios miasmáticos o cambios de factores ambientales las causas de esas enfermedades, porque Pasteur, Koch o Lister encontraron que los verdaderos causantes de las infecciones eran microbios y cada enfermedad, era causada por cepa especifica de esos microbios, que se denominaron bacterias. Carrión, sus compañeros y sus profesores desconocían todo eso, hasta que a partir de enero de 1884, cuando nuestro héroe cursaba el quinto ciclo de estudios, llegaron las noticias, como una avalancha, sobre las bacterias, sobre los bacilos, cocos o espirilos y las maneras y modos de identificarlos y combatirlos, especialmente con vacunas o sueros que contenían sustancias que mataban a las mortíferas bacterias. Despertó la admiración de los médicos y estudiantes de medicina, especialmente de los jóvenes imaginativos. Había que ensayar algo así en el Perú. En la Facultad de Medicina, a parte de haber sido destruida
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DANIEL ALCIDES CARRION por el enemigo a punto que cada alumno tuvo que llevar su propia mesa y silla para sentarse y escribir, se produjo una revuelta de los profesores, ¡Oh, males de la idiosincrasia!, contra el gobierno dictatorial de turno; cuatro meses después que los chilenos se fueron, la Facultad se quedó sin personal docente calificado, mal que bien, era lo único que había en el medio. Fueron cambiados, mano militarmente, por otros improvisados y sin los requisitos de grado académico. La Academia Libre de Medicina –fundada en julio de 1885 por los prestigiosos renunciantes y fervorosos partidarios de Andrés Cáceres, el general que iba a deponer al odiado Iglesias– convocó a un concurso para el mejor trabajo sobre la enfermedad que se denominaba ‘verruga peruana’. Se especulaba que esa enfermedad era producto de emanaciones miasmáticas del cascajo de La Oroya o por el agua que emanaba de los numerosos manantiales de las quebradas del valle del río Rímac. Daniel Alcides Carrión, el cholo estudiante de medicina, que vestía importados trajes caros, el que regaló un puño de oro para bastón, en octubre de 1879, como parte de las erogaciones que la ciudadanía hizo para reemplazar el monitor Huáscar, perdido en la heroica epopeya de Angamos, fue tocado por la fascinación de la nueva ciencia. Quería ser también un cazador de microbios. Comenzó a trabajar en el estudio que pensó que lo llevaría a la palestra por encima de los que lo miraban con aprensión racista. Tenia que demostrar que la enfermedad era causada por un germen susceptible de ser transmitido de un ser vivo a otro. Ese era el primer paso en una investigación de este tipo. Por lo demás no se contaba con ninguna facilidad, no existía un laboratorio con los indispensables implementos para conducir un trabajo como los que leyó, con avidez, en las revistas que llegaron de Europa. Tanto él como sus profesores no tenían experiencia personal en el cultivo, aislamiento y reproducción experimental de enfermedades. Sólo a un cholo que vivió en un ambiente de aventura perpetua, en su nativa Cerro de Pasco como era la búsqueda del tesoro escondido en las entrañas de la tierra, se le pudo ocurrir que la inoculación de brazo a brazo demostraría la ‘inoculabilidad’ de la enfermedad. Como dijo, un moderno historiador de la medicina, Altamann, el estudiante peruano de medicina peruano Daniel Alcides Carrión es un ejemplo, el primero en la historia de la medicina, que muestra que cuando se requiere el uso de humanos en un
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DANIEL ALCIDES CARRION experimento biológico el primero en ser usado debe ser el propio experimentador. Se inoculó, o se mandó inocular, eso no importa, el hecho es que se jugó sólo él. Sus profesores no lo asistieron ni les interesó científica o caritativamente. Algunos de sus compañeros provincianos de clase lo asistieron con conmovedor cariño. Cuando él murió sus prestigiosos profesores salvaron su responsabilidad al declarar solemnemente: esta inoculación se hizo desautorizada, o por lo menos, no se siguió el consejo de los hombres serenos que nunca hubieran permitido un experimento que descuidó todo principio científico… Muy pronto, antes de ser enterrado surgió sobre su cadáver una agria disputa entre los dos grupos de profesores enfrentados por razones políticas. Los de la Facultad oficialista acusaron a los de Academia, a los que dijeron que el cholito Carrión cometió la tontería de realizar un experimento que descuidó todo ‘principio científico’, de ser cómplices en la muerte del infortunado estudiante. Pronto saltó su figura del anonimato, para los civilistas, caceristas, darwinistosociales, él representó el espíritu científico que ellos preconizaron. Lo hicieron miembro póstumo de cuanta corporación científica existente. Mandaron hacer retratos con facciones europeas, porque nadie con la cara de nativo que tuvo, según ellos, podría realizar cosa valiosa alguna
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DANIEL ALCIDES CARRION Daniel Alcides Carrión y su aporte al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y verruga peruana
Conocida por los incas como sirki, los conquistadores españoles le llamaron verrugas, berrugas o tumores sangrantes y posteriormente en sus estudios, los médicos la denominaron verruga peruana, fiebre de la Oroya, enfermedad de Carrión, fiebre grave de Carrión, anemia grave de Carrión y bartonellosis. Geográficamente su endemicidad se extiende desde los 2 · de latitud norte hasta los 13 · de latitud sur, distancia aproximada de 1 600 km, en general de menos de 150 km de ancho y circunscrita aún más a una banda estrecha entre 750 y 2 500 metros de altura sobre la vertiente occidental de Los Andes en Perú, Ecuador y Colombia. La enfermedad de Carrión es una infección general exclusivamente humana, endémica, no contagiosa, inoculable al hombre, trasmitida por phlebotomus y causada por la Bartonella bacilliformis. Su período de incubación es aproximadamente de tres semanas, aunque puede prolongarse hasta cinco. Los síntomas iniciales son fiebre y dolores en los huesos, articulaciones y músculos. Después del estadío inicial, el paciente desarrolla en algunos días o meses una de las dos variedades típicas y muy diferentes de la enfermedad: la fiebre de la Oroya y la verruga peruana. La fiebre de la Oroya es una variedad altamente letal, caracterizada clínicamente por fiebre, dolores musculares y óseos difusos y severos y anemia hemolítica con pérdidas globulares diarias de 180 000 y aún de 360 000 y en algunos casos, muy graves, puede alcanzar cifras inferiores a 1 millón de eritrocitos por milímetro cúbico de sangre en cuatro o cinco días. Muchos de los síntomas y signos son producidos por la hemólisis, rápidamente progresiva y a la anemia resultante. Son típicas la hepatoesplenomegalia y la infección secundaria terminal por salmonella. La verruga peruana es una variedad crónica no letal que se desarrolla ya sea en personas que se han recuperado de la fiebre de la Oroya o bien en casos sin evidencias clínicas previas de bartonellosis. Se caracteriza por la presencia HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION de verrugas angiomatosas localizadas o generalizadas que varían en dimensión y grado de superficialidad. Pueden alcanzar el tamaño de un huevo de gallina y por su histología aparecen con frecuencia de color rojo brillante. Como
manifestaciones
clínicas
generales
presentan
fiebre,
dolores
generalizados y malestar, aunque menos frecuente que en la fiebre de la Oroya. La erupción dura de meses a dos años, con promedio de 4 a 6 meses. La infección da como resultado una respuesta inmunológica de diversos grados de resistencia a la enfermedad e infección posteriores. Se piensa que la fiebre de la Oroya ocurre en el individuo totalmente susceptible, mientras que la verruga peruana, probablemente signifique un estado de inmunidad parcial. En cuanto al control y al tratamiento de la enfermedad de Carrión, a partir de los años de la década de 1940 el desarrollo de vacunas cesó cuando se hizo evidente que los antibióticos, como el cloranfenicol, penicilina y tetraciclinas, eran curativos y que el vector podía controlarse localmente por medio de DDT.
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DANIEL ALCIDES CARRION Historia del conocimiento de la enfermedad de Carrión La verruga peruana era conocida por los incas, los que tenían palabras para designarla y se le ha encontrado representada en figuras de cerámica (huacos) y los primeros españoles conquistadores y misioneros las padecieron, pero la fiebre de la Oroya no se describió claramente hasta mediados del siglo XIX.3 Los relatos que han dejado los cronistas de Indias de las epidemias de verrugas que sufrieron los conquistadores, principalmente, en el valle ecuatoriano
de
Coaque,
pueden
considerarse,
anatomopatólogo
peruano
profesor
Pedro
según
Weiss,
como
el
notable
verdaderas
descripciones clínicas en las que se hacen resaltar los síntomas más característicos de la enfermedad. En ellas aparecen, la fiebre, los edemas, las hemorragias, los dolores, como síntomas que caracterizan a la infección verrucosa y términos de la época como tullimientos, calenturas o hinchazones, son mencionados por Pedro Cieza de León en La Crónica General del Perú, Amberes, 1554; El Inca Garcilaso de la Vega en Comentarios Reales de los Incas, Lisboa, 1609 y su segunda parte Historia General de los Incas , Córdoba, 1617; Miguel Estete en sus manuscritos transcritos por el Inca Garcilaso de la Vega; Antonio de Herrera en Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, Madrid, 1729-1730; Agustín de Zárate en Historia del descubrimiento y conquista del Perú, Madrid, 1749; Pedro Pizarro, el conquistador y cronista que en su Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, escribió que "las berrugas dan grandes dolores en la noche"
y
el
famoso
historiador
Guillermo
G.
Prescott
que
en
su
imprescindible Historia de la conquista del Perú con observaciones preliminares sobre la civilización de los Incas, Madrid, 1851, refiere los padecimientos de la enfermedad por las tropas de don Francisco Pizarro en 1531 y por las del pacificador don Pedro de Gasca en 1546. En 1870 se produjo un hecho de gran repercusión en la historia de esta enfermedad, cuando las obras del ferrocarril de la Ciudad de Lima a la Ciudad de Oroya alcanzaron la zona montañosa endémica y se produjo una epidemia entre los obreros expatriados en el Valle de la Oroya, que causó cientos de HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION casos y la mortalidad alcanzó el 40 %. Esta epidemia marcó el comienzo de los estudios científicos sobre la enfermedad y por primera vez los médicos de Lima tuvieron en las clínicas y hospitales un gran número de enfermos que les permitió observar muchos aspectos hasta entonces desconocidos de la infección. Junto a los casos habituales de verruga eruptiva, conocidos desde la conquista, se producían otros, casi siempre fatales, de una fiebre anemizante de extraordinaria gravedad y a la que se dio el nombre de fiebre de la Oroya. Posteriormente se observó la forma eruptiva de la enfermedad en algunos de los sobrevivientes y también en individuos que no habían presentado la fiebre. Las epidemias subsiguientes fueron muy similares y los focos de actividad endémica notables por su estabilidad durante años. Con posterioridad a Carrión el doctor García Rosel se infectó accidentalmente con la sangre de un enfermo grave y desarrolló una forma febril benigna y muchos años más tarde el doctor Maxim H. Kiecynski-Godard, residente en el Perú, se inoculó cultivos del agente etiológico y no adquirió la enfermedad. En 1909 el también médico peruano Alberto L. Barton observa por primera vez los microorganismos causantes de la enfermedad en el interior de eritrocitos en casos de fiebre de la Oroya y los considera de naturaleza protozoaria. Este mismo investigador demostró que microorganismos paratíficos otros coliformes cultivados en sangre no eran la causa de la enfermedad. Muy importantes fueron los estudios realizados, cuatro años más tarde, sobre la histología del botón verrucoso y de algunas formas intracelulares del germen por el profesor Emilio de Rocha Lima y después por el profesor David Mackehenie y si a esto agregamos la publicación en 1898 del libro de Enrique Odriozola La maladie de Carrión considerado la mejor fuente escrita de observaciones clínicas, tenemos que aceptar que hasta la segunda década del presente siglo el mayor conocimiento sobre la enfermedad lo aportaron los médicos suramericanos. En 1913 la Universidad de Harvard, EUA, envió a Perú una comisión presidida por el eminente profesor Richard Pearson Strong e integrada además, entre otros, por los no menos importantes bacteriólogos Tysser y Sellards, la que HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION confirmó y amplió las observaciones de Barton y consideró que los microorganismos descubiertos por éste eran muy similares a los encontrados en
especies
animales,
clasificados
hoy
como Grahamella
talpae,
Haemobartonella muris y canis y Eperythrozoon coccoides y en honor del bacteriólogo peruano les llamó Bartonella bacilliformis, nombre que conserva hasta el presente. Las
bartonellas
son
pequeñas
bacterias,
gramnegativas,
móviles
y
excesivamente polimorfas que constituyen la única especie dentro del género Bartonella y el único microorganismo de significación médica humana en la actual familia Bartonellaceae. En 1927 el bacteriólogo doctor Telémaco Battistini logró cultivar y aislar por primera vez las bartonellas e inocular la sangre proveniente de verrugas en monos. Strong y la Comisión Harvard no encontraron las bartonellas en cortes histopatológicos de las verrugas y esto los llevó a dudar de la teoría unicista de los médicos peruanos. La idea predominante en aquellos años era que la fiebre de la Oroya constituía los períodos iniciales de la verruga peruanas y que si el enfermo sobrevivía a la pirexia inicial muy grave, presentaba más tarde la erupción característica de verruga. Strong llevó a cabo entonces la siguiente experimentación: un voluntario que se prestó a ello fue inoculado con extractos de verruga y 16 días después presentó lesiones verrucosas típicas sin traza alguna de pirexia preliminar o de la anemia tan característica de la fiebre de la Oroya. Por esta experiencia la Comisión Harvard negó las conclusiones de Carrión y estableció que las dos tan diferentes formas clínicas respondían a etiologías distintas, lo que fue aceptado por los principales centros médicos de la época. En 1926 Hideyo Noguchi, eminente bacteriólogo e investigador japonés, trabajó en New York con muestras enviadas desde el Perú, aisló microorganismos idénticos de muestras de sangre de personas con fiebre de la Oroya y de verrugas extirpadas de pacientes con la forma eruptiva de la enfermedad. Con microorganismos cultivados de cualquiera de las dos fuentes pudo producir verrugas en monos y reaislar el microorganismo en cultivos puros provenientes HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION de las lesiones de dichos animales. Con esta brillante aplicación de los principios de Koch actualizaba Noguchi el descubrimiento de Carrión. Su trabajo fue confirmado repetidamente por numerosos investigadores y se impuso de nuevo la verdad de Carrión en el mundo de la ciencia. En busca de la forma de transmisión de la enfermedad los médicos peruanos habían estudiado las llamadas "aguas verrucógenas" que la tradición popular asociaba con el origen de la entidad nosológica. La Facultad de Medicina de Lima nombró a los doctores León y de los Ríos para estudiar si dichas aguas producían la enfermedad y el doctor León se sometió a la prueba experimental de beber el agua y no sólo no presentó síntoma alguno, sino que para asombro de todos contrajo la enfermedad el doctor de los Ríos que no había ingerido dichas aguas. Pero, no fue hasta 1913, que Townsend, investigador norteamericano al servicio del gobierno peruano, asignó la transmisión de la enfermedad de Carrión a las titiras o moscas de los valles de endemicidad, a las que clasificó como Phlebotomus verrucarum y descartó además como posibles vectores las garrapatas, chinches y otros ectozoos ordinarios humanos. Los estudios de Townsend recibidos con dudas por los médicos peruanos fueron confirmados en 1929 por Noguchi, Shannon, Tilden y Tyler; en 1931 por Battistini y poco después por M. Herting y A. Herrer. Hoy se acepta que en condiciones naturales la infección se transmite de hombre a hombre por picadura
de Phlebotomus
verrucarum en
Perú
y
de Phlebotomus
colombianum en Colombia, pero no han podido obtenerse experimentos más concluyentes y completos de transmisión debido a la dificultad de colonización de phlebotomus en el laboratorio y a la incompleta expresión de la infección por Bartonella bacilliformis en animales de laboratorio a pesar de la lista de experiencias que incluye: en monos, con triturados de botones verrucosos (Kolle, Seiffer, Jadassohn, Strong, Mackehenie), con cultivos puros (Noguchi, Battistini, Márquez de Cunha) y con sangre parasitada (Battistini); se ha tratado de reproducir la fase hemática en monos normales (Battistini) y en monos esplenectomizados (Mayer y Kikuth) y se ha logrado obtener granulomas
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DANIEL ALCIDES CARRION locales, con estructura muy semejante a la del botón verrucoso, en perros, conejos, cabras y burros (Mackehenie, Arce y Ribeiro). En la amplia bibliografía suramericana sobre el tema se destacan el ya citado libro de Enrique Odriozola La maladie de Carrión (1898), fuente riquísima de observaciones clínicas; la obra de Pedro WeissHacia una concepción de la verruga peruana (1927), en que se describe la enfermedad en relación con las lesiones anatomopatológicas y los cambios inmunológicos de las diversas fases; la monografía de A. Hurtado, J. Pons y C. Merino La anemia en la enfermedad de Carrión (1938), en la que se define la anemia y se hace un amplio
estudio
de
su
patogenia
y
la
obra
de
conjunto
de
Raúl
Rebagliati Verruga peruana (1940), que con muchas ideas propias, reúne todo lo que se había escrito sobre la entidad hasta la fecha de su publicación. En la década de los años 1940-1950 con la introducción del DDT como insecticida, se inicia la campaña contra los vectores de la enfermedad con resultados muy satisfactorios, y en la siguiente década de 1950-1960 con el descubrimiento de la acción de la terapia antibiótica contra las enfermedades infecciosas, se aplicó con éxito en la curación de la enfermedad, primero la penicilina en inyecciones y luego la streptimicina, el cloranfenicol y las tetracilinas; en nuestros días la enfermedad de Carrión es una entidad nosológica curable, evitable y circunscrita a su zona histórica de endemicidad.
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DANIEL ALCIDES CARRION Aporte de Daniel Alcides Carrión al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y verruga peruana Con el título de Apuntes sobre la verruga peruana redactó Carrión una minuciosa monografía que comprende los siguientes acápites: sinonimia; definición; etiología; síntomas; primer período; segundo período; invasión; dolores; fiebre; pulso; orina; tercer período; erupción; cuarto período; diagnóstico y tratamiento. Incluye además, como casuística, nueve historias clínicas. En este estudio Carrión demuestra que conocía en detalles la evolución de la entidad en sus cuatro períodos y establecía como unidad nosológica las dos fases de la enfermedad; la febril, con toda su sintomatología y la eruptiva o de verruga. Valoró certeramente sus complicaciones, especialmente la anemia grave, y llama la atención su opinión concerniente al pronóstico. Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya y de verruga peruana, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos médicos peruanos, en su propia persona con la autoinoculación de la enfermedad. Con ese fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones Carrión trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital "Dos de Mayo", aunque siempre habían podido hacerlo desistir de su empeño, pero, el 27 de agosto de 1885, a las 10 de la mañana, se presentó en la sala Nuestra Señora de las Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató de hacerse la autoinoculación alegando que "suceda lo que sucediere, no importa, quiero inocularme". El doctor Evaristo M. Chávez para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario tomó de manos del estudiante la lanceta y le practicó cuatro inoculaciones, dos en cada brazo, en el sitio común de la vacunación. Dichas inoculaciones se hicieron con la sangre inmediatamente extraída por rasgadura de un tumor verrucoso de color rojo, situado en la región superciliar derecha del paciente Carmen Paredes, ingresado en la cama No.5. Según el doctor Villar HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION este paciente "debía proximamente irse de alta a la calle que era joven de 14 años de edad aproximadamente, de buena constitución, exento de toda diátesis y que su verruga era discreta, de la que sólo tenía dos en estado de atrofia, una en el carrillo externo y otra en la extremidad externa del arco superciliar derecho". Cuando ocurrió la inoculación estaban presentes el doctor Villar y los alumnos de su servicio, interno Julián Arce y externo José Sebastián Rodríguez. Desde aquel mismo momento Carrión fue escribiendo una minuciosa historia clínica de su enfermedad. El propio 27 de agosto, después de la inoculación, escribiría, "A los 20 minutos comenzaron a manifestarse algunos síntomas locales, tales como una comezón bastante notable, seguida después de dolores pasajeros que desaparecieron a las 2 horas siguientes. No han habido síntomas de inflamación, todo ha desaparecido sin dejar vestigio alguno." Carrión continuó haciendo su vida normal hasta tres semanas más tarde, en que pasado el período de incubación —con su experiencia quedaba determinado—, comenzaron a aparecer los primeros síntomas. Sobre ello anotó, "Hasta el 17 de septiembre en la mañana, no he tenido absolutamente nada; en la tarde de ese día he tenido un ligero malestar y dolor de la articulación tibio tarsiana izquierda, que me molestaba la marcha. Durante la noche he dormido perfectamente bien". Dos días después, el 19 de septiembre, se manifestaba el período de estado de la enfermedad con todos sus síntomas: calambres fuertes, fiebre con escalofríos, decaimiento, postración, dolores generalizados en la totalidad del cuerpo, que él va describiendo con brevedad y rigor científico, así como las características del pulso, las deposiciones y la orina. Permanece en su domicilio, la casa de su madrina, sin permitir que nadie lo acompañe de noche. El 22 de septiembre le aparece un tinte ictérico y petequias en la cara, poliuria, hematuria, cefalea intensa, signos y síntomas que van en aumento, con palidez considerable de la piel y la mucosa. La anemia hemolítica hacía su aparición para agravar el cuadro clínico.
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DANIEL ALCIDES CARRION El 26 de septiembre su estado de postración es tal que escribe, "A partir de hoy me observarán mis compañeros pues por mi parte confieso me sería muy difícil hacerlo". Desde entonces continúan la historia clínica sus fieles condiscípulos: Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julián Arce, Mariano Alcedan, Manuel Montero y Ricardo Miranda. Desde la cama dicta sus síntomas y sigue el curso de la enfermedad. El 28 escriben sus compañeros, "Admirable es en verdad la marcha tan rápida que en él ha seguido la anemia, que a partir de este día domina por completo el cuadro sintomático". Desde la noche del 30, no obstante la protesta del enfermo, lo velan sus amigo. Cuando se siente mejor habla de su familia y comenta, "Sí, lo que tengo es fiebre de la Oroya, aquella fiebre de que murió Orihuela, mejor es no pensar en esto, fumemos un cigarro". El 2 de octubre dándose cuenta de su gravedad y valorando certeramente su cuadro clínico le dijo a sus compañeros, "Hasta hoy había creído que me encontraba tan solo en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi inoculación, es decir, en aquel período anemizante que precede a la erupción; pero ahora me encuentro firmemente persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que murió nuestro amigo Orihuela; he aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga, reconocen el mismo origen, como una vez le oí decir al doctor Alaco". Y a los amigos que trataban de convencerlo de que estaba en un error les recalcó, "Les doy a ustedes las gracias por su deseo y siento decirles no conseguirán convencerme de que la enfermedad que hoy me acosa no sea la fiebre de la Oroya". El 4 de octubre, con su aprobación, es trasladado a la Maison de Santé (Hospital Francés) y todavía en su domicilio le dice al señor Isaguirre, alumno del primer año de medicina que está a su lado, "Aún no he muerto, amigo mio, ahora les toca a ustedes terminar la obra ya comenzada, siguiendo el camino que les he trazado". Unos momentos después de su ingreso una junta médica formada por los doctores Villar, Romero, Flores y Chávez discutió el estado de su enfermedad y no obstante la opinión de la mayoría en favor de la transfusión sanguínea, para HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION lo cual todo se hallaba preparado , -un transfusor de Oré, que el doctor Villar había llevado y uno de sus compañeros decidido a donar la sangre necesariala indicación se pospuso para el próximo día, quedando el enfermo sometido al tratamiento siguiente: inyecciones intravenosas de ácido férrico y 20 centígrados de albuminato de hierro cada 2 horas; se continuaron las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones de ácido férrico; como líquido , agua gaseosa y como alimentación caldo y polvos de carne. Estas serían las últimas indicaciones que se le prescribieron a Carrión, pues al día siguiente, 5 de octubre, entraba en coma, interrumpido en algunos momentos por quejidos entremezclados con palabras incomprensibles. Sus compañeros terminarían ese mismo día su historia clínica con estas sentidas y hermosas palabras: "A las 11½ de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para los que le rodeaban la señal de que este mártir al abandonarnos iba a ocupar en lo infinito el sitio que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las virtudes: la Caridad". El doctor Luis A. León connotado tropicalista e historiador médico ecuatoriano, conocedor profundo de la enfermedad de Carrión, ha señalado los siguientes factores que su juicio determinaron la muerte del estudiante peruano: "1.A que el organismo de él debía haber estado débil por los trabajos forzados a que había sido objeto meses antes, con motivo de la invasión de las tropas chilenas a la ciudad de Lima y las correspondientes privaciones alimenticias. 2.A que las cuatro inoculaciones practicadas en sus brazos con sangre extraída de la verruga del paciente Carmen Paredes equivalían a centenares de picaduras, con condicionese normales, por mosquitos flebotomos infectados, lo cual acortó el período de invasión y agravó la virulencia del proceso infeccioso. 3.A que las defensas inmunológicas de Carrión eran escasas o nulas, factor muy importante que se observa en las zonas endémicas de la enfermedad. 4.A que esta enfermedad en los brotes epidémicos ha sido causante de una alta mortalidad, como se registró en la Bahía de Coaque, Manabí, en el Valle de la Oroya y en el Valle del Guáitara en Colombia. HISTORIA DE LA MEDICINA Y MEDICINA TRADICIONAL
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DANIEL ALCIDES CARRION 5.A la falta de atención oportuna y a la carencia de entonces de una medicación específica. La administración prolongada e ineficaz de sulfato de quinina, así como también las inyecciones de ácido férrico, debían haber agravado la enfermedad del paciente". Un año después de la desaparición física de Carrión sus compañeros, los que continuaron las anotaciones, publicaban en Lima (1886), en un pequeño volumen sus Apuntes sobre la verruga peruana y la historia clínica de su enfermedad llevada por él. Este libro, que constituye hoy un documento clásico de la historia de la medicina mundial, desconocido para la inmensa mayoría de los médicos de América, debería ser, en ediciones actuales, lectura obligatoria de todos los estudiantes de medicina latinoamericanos.
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DANIEL ALCIDES CARRION Reconocimiento de su aporte a la medicina
Desde el momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir consciente de las ciencias médicas y la prensa de Lima se hizo eco de la trascendencia de su sacrificio en aras del conocimiento de una de las enfermedadees endémicas de más alta mortalidad en su país. Su sepelio fue una sentida manifestación de dolor popular, pero sobre todo del estudiantado y de los médicos peruanos. En el cementerio levantaron sus voces conmovidas dos profesores notables de la Facultad de Medicina, los doctores Macedo y Almenara y dejó escuchar sus palabras entrecortadas por el llanto el estudiante Manuel I. Galdo. El nombre de Carrión ha pasado a ser no sólo un símbolo de la nación peruana, sino también de la medicina latinoamericana y de la infectología mundial, citado en todos los grandes libros de texto de microbiología, medicina tropical, medicina interna e historia de la medicina. En La Habana, en el Museo de Historia de las Ciencias Carlos J. Finlay, un hermoso busto nos recuerda a todos los cubanos este singular mártir, que ofrendó su vida para demostrar la unidad nosológica de la fiebre de la Oroya y la verruga peruana y darnos una descripción clínica acabada de la enfermedad que lleva su nombre.
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DANIEL ALCIDES CARRION CONCLUSIONES:
En este trabajo de investigación concluimos con los siguientes puntos :
Daniel Alcides Carrión conocimos que fue el que se contagió con la enfermedad de la verruga (Bartonella bacilliformis) y ahora en la actualidad es conocida como la enfermedad de Carrión
También conocimos la otra enfermedad que fue la fiebre de la oroya fue una enfermedad aparentemente distinta a la de la verruga.
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Referencias : 1. León LA. Daniel Alcides Carrión. Héroe y mártir de la Medicina Latinoamericana. Serie Historia de la Medicina Latinoamericana. No.1 Quito, 1987. 2. Anónimo: Daniel Carrión. Artículo aparecido en el Diario La Opinión Nacional Quito (sin fecha), Reproducido en Loc. cit. (12). pp.61-4. 3. Villar L. Informe sobre la muerte de Daniel A. Carrión, Reproducido en Loc. cit. (12). pp.74-8. 4. Carrión DA. Historia de la enfermedad de Carrión, llevada por él mismo. Reproducida en Loc. cit. (12). pp.28-45. 5. León A. Loc. cit.(12). pp. 48-49. 6. Trabajo presentado ante el I Congreso Nacional de Historia de la Ciencia y la Técnica. La Habana, Noviembre 15 de 1994. 7. Historiador Médico del MINSAP. Jefe del Departamento de Historia de la Salud Pública de la Facultad de Salud Pública. 8. Doctora en Medicina.
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