CUENTO DE NAVIDAD.-YA NO ES LO MISMO. Ernesto, aquella Navidad ya había cumplido no hacía mucho 76 años, y le faltaba desde hace algo más de diez Aurora, su amiga, su confidente, su esposa y en definitiva su compañera de toda la vida. Su profesión en la que había alcanzado la jubilación poco antes de que ésta falleciera, era la de funcionario de Correos en calidad de cartero. Con Aurora había creado una familia compuesta por ellos y dos hijos, Maruja y Paco, siendo con éste y con su mujer Encarna, con los que desde no hacía mucho convivía, ya que Maruja tenía establecida su residencia por circunstancias profesionales de su marido Emilio en otra ciudad. Mientras la mañana del 22 de Diciembre Ernesto se acicalaba, escuchaba cómo música de fondo en el aparato de radio que su nuera tenía en la cocina, el sonsonete que representaba el canto por los Niños del Colegio de San Ildefonso de los premios del Sorteo de la Lotería de Navidad, preludio habitual e inequívoco de las Fiestas que se aproximaban, pensando para sus adentros que desde la implantación del Euro la sonoridad del canto del Sorteo no era la misma que con la añorada y nunca olvidada Peseta, y así se lo comentaba mientras desayunaba a su nuera a lo que ésta le respondía – Abuelo ya todo no es lo mismo y hay que admitirlo, no podemos oponernos a los cambios a los cuales la vida sucesivamente nos va sometiendo- y mascullando ésta reflexión que la mujer de su hijo le había hecho, salió de casa con dirección a la sede de la Asociación de Jubilados que a diario frecuentaba para examinar la prensa diaria y compartir allí la mañana con sus amigos habituales. Cómo siempre mediada la mañana y alrededor de la mesa que el grupo de amigos habitualmente compartían, se estableció como de costumbre de manera espontánea la consabida tertulia, surgiendo cómo tema obligado la forma y el espíritu actual de la celebración de las Fiestas que se aproximaban, y todos de una forma u otra coincidían que ahora ya no es lo mismo, pues el recuerdo en la forma de vivirlas que todos tenían de ellas a lo largo de sus ya dilatadas vidas era diferente, coincidiendo muy poco con lo que ahora cada uno observaba en sus respectivas casas y ambientes más próximos. Eustaquio un veterano ferroviario jubilado decía –no se parecen en nada la celebración de estos días ni los olores, ni los sabores, ni las formas, ni los sonidos-, extremo que también corroboraba Juan, un artista en su tiempo de la linotipia, quien decía –hoy con tanta tecnología en las cocinas, los congelados, precocinados y tanta receta maravillosa, ya no se distinguen los guisos de la Navidad de los del resto del año, por lo que el encanto y la sorpresa de los menús de estos días ya no es lo mismo- y Daniel hombre afable pero serio, pues había trabajado toda su vida en una Notaría afirmaba –hoy no hay nada comparable respecto los regalos cómo la maravilla que representaba un caja de mazapán artísticamente decorada que motivaba que se valorase más el continente que el contenido, al igual que el sonido que para alegrar la fiesta emitía de manera tan singular el
rasgado de una botella de anís con un objeto metálico – y de ésta forma todos acababan coincidiendo que ya no es lo mismo. Mientras Ernesto regresaba a casa acompañado de Jacinto, una bellísima persona y un verdadero amigo, al cual la vida no le había tratado de una forma justa considerando su extraordinaria calidad cómo persona, hecho que realmente se produce con demasiada frecuencia, comentaban los diferentes aspectos del contenido de la tertulia a la que ambos acababan de asistir y si bien los dos coincidían que ya no es lo mismo, Jacinto le hacía saber a su amigo y también su mejor confidente –cómo habrás observado no he participado mucho en la conversación pues de sobra sabes que desde hace mucho tiempo mis preocupaciones son otras y mi ideal e ilusión de éstas Fiesta es otro- de sobra sabía Ernesto las dificultades que afrontaba su amigo, pues no desconocía que a pesar de haber sido un gran oficial cerrajero tuvo que acceder a la jubilación después de bastantes años de paro, lo que le había originado una pensión muy escasa, con la cual se veía obligado a sostener una casa en la que convivía con su mujer Eugenia, la cual desde hace tiempo padecía una importante enfermedad crónica, y con el matrimonio formado por su hija Felisa y el marido de ésta Amalio, el cual a pesar de ser un cualificado electricista no encontraba empleo por su constante afición al alcohol, contando éstos a su vez con una hija especialmente seria y formal, pero que a pesar de haber sido una buena estudiante y hallarse bastante bien preparada no acababa de encontrar empleo. Mientras Ernesto comía compartiendo la mesa con Paco y Encarna, así como con sus nietos los hijos de éstos, Elisa de 18 años y Andrés de 15, no conseguía quitarse de la cabeza los problemas y dificultades de su entrañable amigo Jacinto, y mientras en la mesa el motivo de la conversación eran los pormenores y las anécdotas del Sorteo de la Lotería, él pensaba que verdaderamente ya no es lo mismo, que cómo iba a transmitir a su familia su inquietud por su amigo, pues ellos entendía que tendrían sus propios problemas, proyectos y también dificultades, cómo para plantear él las ansias que albergaba de poder ayudar a su amigo especialmente en aquella fechas previas a la celebración de la Navidad. El día siguiente del Sorteo víspera de la Nochebuena Ernesto se despertó sobresaltado al oír a su nuera que se hallaba en la cocina bastante alterada, comprobando de manera inmediata que el alboroto no era por ningún contratiempo sino por todo lo contrario, pues acababa de llamarla Paco desde la fábrica dónde desempeñaba el cargo de gerente, diciéndole que comprobada la lista del Sorteo de la Lotería, a todos los miembros de la casa, pues todos participaban con alguna cantidad en el número agraciado, les había correspondido un premio aunque no muy grande lo suficiente para darse cada uno en éstas fiestas una pequeña satisfacción. Cuando aquel día toda la familia de Ernesto se hallaba entorno a le mesa dispuesta a comer, su hijo Paco leyó a todos la Felicitación de Navidad que había recibido de su hermana Encarna y del marido de ésta, y todos se
alegraron al saber que a ésta parte de la familia todo les iba afortunadamente bien, pues no es que hubiera un excesivo contacto con ella pero en éstas Fiestas nunca faltaba la acostumbrada felicitación y a la vez noticias relativas a lo que la vida les iba deparando. A pesar del bienestar que podía representar tanto la fortuna obtenida en el reciente Sorteo de la Lotería, cómo las gratas noticias recibidas de su hija, Ernesto no acababa de hallarse a gusto y su familia lo detectaba pues no era habitual en él que no se mostrara participativo en las charlas que se establecían cuando toda la familia se encontraba en torno de la mesa, y por ello Encarna que con la convivencia había logrado conocer bastante bien a su suegro no pudo contenerse y le dijo –abuelo ¿se puede saber que le sucede, que durante toda la comida apenas nos ha dicho nada y se muestra un tanto apesadumbrado?, y todos le conocemos lo suficiente como para saber que en Vd. no es habitual que se comporte así-,lo cual inmediatamente provocó que también tanto su hijo cómo los dos nietos manifestaran su inquietud. Ernesto cuando ya acababa la comida, se decidió a contarles el motivo de la contrariedad que le preocupaba y que no era otro que ante el bienestar que el disfrutaba y que toda su familia allí presente día a día le proporcionaban, no encontraba la forma de poder ayudar a su amigo Jacinto, pasando a continuación a exponerles los pormenores de la precaria situación en la que éste desde hacía tiempo se encontraba, de la cual Paco y Encarna ya sabían pues en alguna ocasión algo les había contado, y acabó diciéndoles –mi amigo el problema lo sufre todo el año pero parece que en éstas fechas navideñas la sensibilidad es más intensa y mi disposición de ayudarle es mayor pero no acierto a encontrar la forma de hacerlo-,y con esto finalizó la sobremesa , partiendo cada uno hacia sus respectivas obligaciones. Aquella tarde después de comer, Ernesto no conseguía conciliar el sueño en la pequeña siesta que tenía por costumbre disfrutar todos los días en su sillón preferido, dándole vueltas una y otra vez a la situación en la que su entrañable amigo se hallaba, y pensaba -no se para que les he contado todo esto a mi gente pues bastante tienen ellos con sus obligaciones y responsabilidades diarias- y continuaba reflexionando, -a veces creo que la vida es cómo antes y ya no es lo mismo, cada uno afronta sus problemas y no es que tenga disposición de ayudar a los demás, es que no se tiene ni para escuchar ó propiciar una palabra que pueda reconfortar-. La mañana del día de Nochebuena cuando Ernesto se disponía a salir para felicitar las fiestas a su cuadrilla de amigos Encarna le dijo –abuelo espere un momento que tengo un encargo de Paco y de Elisa para Vd.- y entonces le dijo que Paco había conseguido en la fábrica un puesto de administrativa para la nieta de Jacinto al que se tenía que incorporar el próximo 1º de Enero, y a la vez le dio para Amalio, el yerno de su amigo, una tarjeta con una dirección a la que inmediatamente se tendría que presentar para un posible trabajo, y finalmente Encarna le hizo saber que su nieta Elisa estaba gestionando por medio de una Asociación de Ayuda Social que desde hace
tiempo frecuentaba, el que a la familia de su amigo se le proporcionara una persona que pudiera ayudarles en su domicilio y paliar de ésta forma el desacarreo que tanto él como su hija Felisa tenían con la enfermedad se su mujer. No se había recuperado todavía Ernesto de la alegría que representaba poder transmitir un día como aquel tan buenas noticias a Jacinto, su amigo del alma, cuando su nuera le hizo entrega de una aparatosa bolsa de un supermercado cercano llena de productos y viandas propias de aquellos días de Navidad, diciéndole –esto se lo haga llegar a su amigo de la manera más discreta, y para evitar herirle en su justificado orgullo, le dice que cómo omitimos darle una participación en el numero de la Lotería que resultó premiado, que admita éste obsequio cómo disculpa junto con la felicitación de las fiestas navideñas de toda la familia-. Abrumado por la comprensión y disposición que de manera tan inmediata Ernesto había hallado en su querida familia, decidió encaminarse a casa de su amigo Jacinto antes de visitar el Hogar de la Asociación, y mientras caminaba pensaba que si bien ya todo no es lo mismo, tal vez esto fuera solo afortunadamente en lo superficial y que la sociedad actual todavía, al margen de la aparente frivolidad que pudiera apreciarse, conservaba en lo más íntimo sentimientos cómo los buenos deseos hacia los demás, la solidaridad, la sincera amistad, y sobre todo el respeto, y si la Navidad al margen de la fe y de las creencias más ó menos profundas y siempre respetables que cada uno pueda tener servía para demostrar estos, bienvenidas fueran siempre éstas celebraciones, en las que muy bien el hombre cada año pueda aprovecharlas para renovar sus buenos propósitos, y concluía Ernesto en su íntima reflexión mientras se acercaba a la casa de su amigo Jacinto, si bien todo ya no es lo mismo tal vez sea porque en el ánimo del hombre está el cambiar constantemente y ojalá siempre lo consiga para mejor.