Control Social En Los Establecimientos Educacionales

  • November 2019
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Control social en los establecimientos educacionales. Un engranaje necesario para la maquinaria estatal y capitalista. En el contexto de la tercera sesión del taller de pensamiento crítico y análisis sociopolítico, donde discutimos en torno al problema ligado a la educación, surgieron diversas vetas de análisis, las cuales pretendemos sintetizar en este texto. En una primera parte desarrollaremos lo que nosotros consideramos parte importante de la crisis educacional actual, para luego, en una segunda parte, proponer algunos elementos que creemos necesarios para la emergencia de una educación enfocada hacia las necesidades e intereses de las clases dominadas, por ende, una educación revolucionaria. Antes de comenzar, dejamos claro, que nos focalizaremos en desarrollar sólo algunas dimensiones del problema, por lo tanto, este texto no pretende ser un análisis acabado y completo sobre la crisis educacional, sino una mirada crítica desde nuestras perspectivas, que se desprenden de las conversaciones en el taller, que duraron aproximadamente 1 hora y media. A nuestro juicio, el rol del sistema educacional es preparar hombres y mujeres para su futuro desempeño laboral y personal, lo cual implica la inculcación de saberes, aptitudes, valores, destrezas, etc.; en breve, socializar al individuo, para que éste se pueda adaptar a la sociedad. Sin embargo, a partir de nuestras vivencias, hemos podido constatar que existen factores simbólicos que condicionan nuestros aprendizajes, para así hacernos sujetos funcionales a un determinado sistema de sociedad. Esto significa que el proceso de educar (enseñar-aprender), está constituido en función del orden social imperante; el sistema capitalista de clases. Sin la educación institucionalizada (es decir, impartida en establecimientos educacionales reconocidos por el Estado como aptos y necesarios para aquello), el sistema capitalista perdería una de sus principales fuentes de reproducción del mismo; la producción de sujetos en consonancia con sus intereses. De este modo, nos percatamos del hecho que la ideología capitalista está necesariamente ligada al proceso educativo. Aquello puede ser ejemplificado mediante los valores de competencia que nos inculcan desde pequeños, en el cual tu compañero no es un amigo, sino un individuo al que tienes que derrotar sacándote mejores notas. Este fenómeno se agudiza en las universidades, donde tu compañero es un adversario que te puede quitar la pega en el futuro próximo, lo que genera prácticas de acabronamiento de materiales y conocimiento (como no compartir textos y apuntes, borrar mails del curso, no soplar en las pruebas, etc.). Esto deja entrever el miedo que el capitalismo le tiene al amor, al respeto y la solidaridad, ya que si se inculcaran estos valores, estaríamos viviendo en otro tipo de sociedad. Otro elemento que forma parte de la violencia simbólica que ejercen los establecimientos educacionales, son los materiales de estudio, los contenidos de las clases y la forma de enseñanza, por nombrar sólo algunos. Los materiales de estudio (textos) están altamente ideologizados, sin embargo, los hacen pasar como si fueran objetivos y neutros. Los textos son realizados por personas que viven en un determinado contexto, tienen sus intereses y su historia personal, lo que genera que perciban el mundo de una manera propia

(subjetiva, no objetiva). Por lo tanto, es imposible que al momento de escribir un texto, se desprendan de su humanidad (subjetividad). En consecuencia, lo que uno lee, por ejemplo, en los libros de historia, no es la verdad objetiva de lo que pasó realmente, sino lo que estamos leyendo, es la interpretación que el autor del texto hace del fenómeno que explica. Y como la historia oficial la realiza la clase dominante, a los niños y adolescentes se les enseña a comprender la vida, a partir de las interpretaciones de la clase adinerada. Otro ejemplo que está estrechamente ligado a lo anterior, es el autoritarismo que ejercen la mayoría de los profesores para establecer la verdad, su verdad (o mejor dicho, la verdad del establecimiento educacional, del capitalismo y del Estado). Pocas veces nos han tocado profesores que nos hacen reflexionar y realizar críticas constructivas sobre lo enseñado. Por lo tanto, este ejercicio de autoritarismo si te lo repiten constantemente toda tu niñez y adolescencia, genera en la gran mayoría, individuos sumisos, acostumbrados a acatar órdenes y no cuestionar lo que te imponen como verdad, por muy ridículo que sea. En consonancia con lo anterior, podemos agregar que los establecimientos educacionales cumplen el rol de disciplinar a la sociedad, mediante el control y la ejercitación de pequeños pero constantes castigos, los cuales apuntan a hacer al sujetos sumiso (en términos políticos) y fuertes (en términos económicos). “En el taller, en la escuela, en el ejército, reina una verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias, interrupciones de tareas), de la actividad (falta de atención, descuido, falta de celo), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes “incorrectas”, gestos impertinentes, suciedad), de la sexualidad (falta de recato, indecencia).”1 No obstante, este mecanismo disciplinario (el sistema educacional), no es parejo para todos. Mientras al rico le enseñan cómo mandar, al pobre se le enseña para ser una mano de obra barata. Ejemplo de aquello, es la PSU donde existe una clara división clasista en cuanto a las oportunidades de ingreso a la Universidad. Tal como se adelantaba en la introducción, la segunda parte de este ensayo consiste en proponer algunas consideraciones, para realizar transformaciones en las prácticas educativas. Primero que todo, si queremos cambiar este sistema, el cambio debe partir de uno mismo. Sería una inconsecuencia, tener un discurso anti-autoritario y del mismo modo tener prácticas autoritarias. Por ende, una transformación de raíz, exige cambiar las actitudes que lamentablemente uno puede tener, producto de la socialización capitalista que recibimos constantemente a través de varios mecanismos (como la TV, la misma educación, quizá nuestras familias, etc.). De esta forma, la autocrítica constante tiene que ser uno de los pilares fundamentales de la nueva educación que pretendemos construir. Es así como identificamos el problema de la educación, como parte de un conflicto mayor; es decir, el problema educacional está ligado con la sociedad en general, por tanto, un cambio en la educación tiene que ir a la par con un cambio en la sociedad entera. En consecuencia, un paso importante y básico, sería modificar la valoración social que se tiene comúnmente respecto a los distintos trabajos u oficios, pues existe una valoración diferencial (por ejemplo, entre un médico o abogado respecto a un técnico o barrendero). 1

Michel Foucault; “Vigilar y Castigar”; Siglo xxi Veintiuno Editores; México; 2005; Pág. 183

Otro pilar fundamental que las nuevas prácticas educativas deberían poseer, sería que los ejes valóricos no giren en torno al individualismo, la competencia, la fama y la acumulación de dinero como actualmente lo es bajo los patrones culturales del capitalismo, sino que sea el amor, la solidaridad, el respeto y la conciencia –por nombrar algunos-, las expresiones culturales que guíen la enseñanza y el aprendizaje. En síntesis, se debe enseñar a ser cada día mejores personas. En cuanto a la práctica educativa en sí, proponemos que los educadores inciten la reflexión y crítica de los estudiantes, abriéndoles la mente para que conozcan nuevas experiencias, en vez de imponer conocimientos, para que después lo reciten como loros en las pruebas. Esto tendría que estar ligado a enseñanzas que estén en consonancia con los intereses y necesidades de los individuos que aprenden, además de vincularlo con talleres más prácticos que las típicas clases teóricas basadas en el dictado de materia. Además, concebimos que el proceso de educar tendría que ser mucho más dialéctico en el sentido que no sólo el profesor enseña y los estudiantes aprenden, sino que los estudiantes también podemos enseñar y los profesores aprender. En consecuencia, la distinción entre profesoresestudiantes tendería a desaparecer, en la medida que el individuo vaya adquiriendo conocimientos y saberes prácticos, y sea capaz de transmitirlos a los demás. Es así como se configuraría una práctica educativa donde cualquiera pueda ser “profesor” y todo el tiempo se es estudiante. En vista de lo anterior, otro punto fundamental sería concebir la educación como un proceso diferencial. Diferencial en cuanto a temas enseñados (como se dijo antes) y diferencial respecto a la composición de las salas de clases (o donde se realice el acto de enseñanza). Esto último significa que los educadores ejerzan un trato diferencial con los estudiantes, ya que cada individuo aprende y asimila contenidos de distinta manera, y asimismo, posee distintos intereses. Además esto quiere decir, que los estudiantes que tengan algún problema motriz o cognitivo, también sean integrados junto a los demás estudiantes que no tienen dichas dificultades. Por consiguiente, se generaría un ambiente de inclusión al diferente (tolerancia) y del mismo modo, los “diferentes” no se sentirían excluidos del resto. Naturalmente esta discusión tiene muchos matices, pero aquí sólo los presentaremos de manera breve.

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