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Ana Sofía Molina S. 510379 Expresión Verbal en el Ámbito Profesional Profa. Nora Elena Céspedes Feb. 9, 2009.
La Era del Consumo Ilimitado Mucho se ha hablado sobre el fenómeno del consumo. Sobre la manera en que muchas veces nos vemos empujados a adquirir, aún por encima de nuestra voluntad, bienes y servicios ajenos a las necesidades elementales, impulsados por la inculcación de mecanismos como la publicidad y la educación. Convencidos de que tener éxito es poder tener carros, ropa, accesorios, etc., y eso nos proporcionará felicidad. Este estilo de vida abarca múltiples ámbitos en términos económicos, sociales, culturales, éticos, psicológicos, etc. y se relaciona con la búsqueda de identificación en un mundo globalizado, de acuerdo con el autor Eduardo Haro Tecglen. Es por eso que como grupo elegimos este tema ya que lo consideramos de amplio interés, que comprende muchos aspectos sobre los que se pueden discutir y además es algo que ocurre todos los días y que muchas veces hemos practicado. Con esto, el propósito de la siguiente investigación es aclarar interrogantes sobre éste fenómeno, y dar a conocer su impacto en los diferentes aspectos de la vida para determinar cuáles serán sus futuras repercusiones en la sociedad. Los subtemas que se tratarán incluyen: sus causas y efectos; su relación con la juventud, el patrón psicológico del consumismo y la manía de comprar como enfermedad. Por esta razón, se debe establecer el límite dónde dejamos de consumir para satisfacer nuestras necesidades humanas hasta llegar a ser lo que somos hoy en día: una sociedad consumista. Para conocer sobre su origen, se han realizado múltiples estudios que analizan sus causas y su trascendencia en los ámbitos sociales, políticos y ecológicos, que cada vez son más notables en las sociedades industriales. Se analiza que el consumismo coincide con el nacimiento del modelo industrial en América, en el siglo XIX. Los progresos en la manufactura permitieron una producción cada vez mayor de objetos, sustituyendo a los métodos tradicionales poco eficientes, para permitir realizar trabajos nunca antes vistos y migraciones que rompieron con el antiguo estilo de vida. Mientras que el sistema industrial de los dos primeros siglos se basó en la satisfacción de las necesidades humanas (no
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sólo esenciales sino también secundarias), tras la 2da Guerra Mundial se adoptó un proceso de producción muy superior, de la saturación de la demanda. Es decir, se fabricaba más de lo que se necesitaba. El problema fue entonces, cómo elevar el consumo. Cubrir los aspectos vitales básicos, no bastaban para alimentar la oferta de las industrias. El principio quizá implícito que se buscaba, parecía ser: la gente no puede o debe contentarse con poco; que la abundancia y la insatisfacción eran la razón que permitía marchar a la sociedad. Ya que si no se compra constantemente, es imposible que aumente la producción y se genere, en consecuencia, mayores ganancias. Ésta idea de crecimiento económico sólo plantea un modelo de ascendencia sostenida, pero no sostenible para el futuro. Con los avances en la comunicación, la tecnología, la educación y la llegada de la mercadotecnia han influido en gran mediad en como el humano consume. Los medios de comunicación, son el enlace a un nivel mundial, representan el portavoz principal que nos direccionan a merced de los intereses económicos. La publicidad, sobre todo, se encarga del terreno psicológico, con imágenes y sonidos que se quedan grabados en nuestra mente, para despertar algún interés y originar el deseo de compra. Vemos en la TV cosas prometedoras que nos garantizan “felicidad” y esto causa un estímulo en el cerebro y lo queremos adquirir. La motivación principal a consumir es la necesidad de identificación; tener como propio lo que vemos idealizado en una posición social a la que quisiéramos pertenecer para sentirnos aceptados por los demás, con el afán de superar a quienes persiguen lo mismo y tampoco quieren ser excluidos. Por eso siempre nos comparamos con otros. Buscamos en él cosas que no tenemos, y cuando vemos que el otro tiene algo distinto, consciente o inconscientemente empezamos a desearlo. “Aunque comprar calme la angustia de pertenencia e identificación, la satisfacción resulta efímera y da lugar al deseo de adquirir más. Esto resulta en lo siguiente: yo soy lo que tengo y consumo.” (Cortina, 2003). Esto entre los jóvenes, resulta más notable debido al ambiente social actual en el que nos desenvolvemos, influenciado por todas las anteriores causas. El afán de emulación es todavía más grande. Otro afán es el de compensación. De acuerdo con el Nóbel de Economía en 1998, Amartya Sen, ésta necesidad recae en el ideal de tener “éxito”, en acceder a los bienes de consumo costosos, demostrando que se ha tenido éxito. Sólo se busca la salvación aquí en la vida terrestre y luego ya no hay nada más. La educación en
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el hogar y los medios masivos por otro lado, son la influencia primaria, en nuestra etapa de crecimiento y como resultado desde niños nos vemos influenciados por culturas extranjeras y llegamos a adquirir formas de hablar, gustos y modas, sacadas de las TV intentando imitar las tendencias impuestas por la publicidad. Al igual que toda actitud consumista, también es ambigua, y en los jóvenes puede verse reflejada por completo en su estilo de vida de forma negativa, y llegar a desarrollar desórdenes alimenticios, así como el querer ser y tener todo lo que se les presenta en los medios. También a nivel global produce efectos negativos que llegan a afectar a un mayor número de personas y a diferentes esferas de la vida. Con el paso del tiempo y desarrollo de la tecnología, cada acto de consumo ha tenido consecuencias, y sus efectos han sido devastadores: desigualdades sociales y daños al medio ambiente. En el mundo se aprecia como el consumismo y la pobreza conviven en un mundo desigual, en el que muchos gobiernos no se preocupan en frenar el consumismo de unos y elevar el nivel de vida de quienes más lo necesitan. Un estudio de la organización World Watch en el 2004, señala que, mientras que casi 3.000 millones de personas sobreviven con menos de US$2 diarios, más de 1.700 millones, o sea más del 25% de la población mundial, ha adoptado un estilo de vida que en el pasado era exclusivo de los ricos. El Instituto Worldwatch dice que el creciente consumo en el mundo industrializado y en los países en vías de desarrollo ha ejercido presiones sin precedentes en los recursos del planeta. Si los hábitos de consumo de los 1.700 millones de consumidores se extendiesen a toda la población mundial, la situación sería insostenible, a causa del consumo de agua, energía, madera, minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la deforestación y el cambio climático. Entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles fósiles se ha quintuplicado, el de carne creció un 550%, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%, el comercio mundial creció un 1.568%, el gasto mundial en publicidad creció un 965%, el no. de automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en 2002. Las importantes ganancias en eficiencia se ven rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. Las viviendas son cada vez mayores y los automóviles cada vez más potentes. Si bien, la sensación de seguridad siempre a acompañado al hombre que tuvo las condiciones materiales con la posibilidad de reservar para el futuro, ésta sensación se ha
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potencializado para dar paso a la otorgada por el cambio permanente, hasta llegar a comprometer su propio futuro con el fin de mantener el ritmo de vida presente. En conclusión, como sociedad no debemos de basar el consumo en la acumulación indefinida de bienes del mercado, ni fijar nuestro valor personal en los objetos que poseemos, ya que estos no poseen un valor intrínseco, sino como sociedad, se los asignamos a partir de estándares culturales. Debido a la influencia de los medios masivos y la búsqueda de identificación en un mundo globalizado, siempre nos vemos impactados por culturas extranjeras ya que cada vez se van uniendo fronteras y muchas veces tomamos elementos prestados que nos abren posibilidades de conseguir mayor relevancia con lo que ocurre en otros países. Al mismo tiempo como ciudadanos debemos ser conscientes sobre las decisiones que influyen nuestro estilo de vida y adoptar un consumo liberador, justo y co-responsable (Cortina, 2003). De tal forma que estas decisiones no pongan en peligro la sostenibilidad de nuestra sociedad y del medio ambiente. A la vez los gobiernos deben buscar igualdad en las condiciones materiales, económicas e informativas para que todos los integrantes de la sociedad tengan las mismas posibilidades de consumo. Fuentes: Haro Tecglen, Eduardo. La sociedad del consumo. Barcelona: Salvat Editores, 1973. Cortina, Adela. “Consumo, luego existo”. Claves de la Razón Práctica. Mayo de 2003. Consumismo no significa felicidad. José Santamarta Flórez. Enero 2004. BBC Mundo.com. WorldWatch. Accesado en Febrero 8, 2009. <www.nodo50.org/worldwatch>