Conocete A Ti Mismo

  • November 2019
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Co n ó c e t e a Ti M i s m o : Formando una Identidad Bíblica y Veraz Durante los años de la pubertad y la adolescencia, los jóvenes experimentan cambios y confusión en la transición de niño a adulto. Mucho de este proceso consiste en descubrir quiénes son en realidad y quiénes quieren llegar a ser. El temperamento innato y la personalidad propias del adolescente, así como las experiencias vividas, los amigos, la familia, los maestros, los medios, y ojalá que también la iglesia, contribuyen a la formación de la identidad de una persona. La meta de esta serie de estudios es ayudar a los jóvenes a formar una percepción bíblica y La meta de esta veraz de ellos mismos y de su propio valor. serie de estudios

es ayudar a los

El mundo y la gente que nos rodea nos valora y define por lo que podemos jóvenes a formar ofrecer: si somos ricos, nuestro valor e identidad recaen en nuestro dinero; una percepción si somos bien parecidos, recae en nuestra apariencia; si somos inteligentes, rápidos o fuertes, recae en nuestras habilidades. Desgraciadamente, aun en bíblica y veraz de las iglesias, valoramos a la gente de acuerdo a su apariencia o por lo que ellos mismos y de pueden ofrecer. Esta equivocación es devastadora en dos sentidos. su propio valor en Primero, perpetúa la mentira de que nuestro valor proviene de lo que el contexto de su podemos ofrecer. Aquellos que son dotados o bien parecidos pueden relación con Dios y fácilmente depender de sí mismos en lugar de depender de Cristo para con las otras encontrar su identidad y valor, y pueden tener un sentir exagerado de su personas. propia importancia; mientras que aquellos que parecen menos dotados o no tan agraciados, luchan con su autoestima creyendo que tienen menos valor. En segundo lugar, perpetúa la creencia de que lo que haces determina lo que eres, que es contraria a la percepción bíblica, de que lo que eres determina lo que haces. Satanás utiliza esta mentira para estorbar a los cristianos a alcanzar la libertad en Cristo y la madurez espiritual. Aunque dentro de la iglesia frecuentemente actuamos de la misma manera que lo hace el mundo, cuando enseñamos a los jóvenes acerca de la autoestima o de la identidad y valor personal, generalmente decimos que estos deberían provenir solamente de nuestra relación con Dios en lugar de basarse en la opinión de los que nos rodean. Pero al estar convencidos de que lo que hacemos determina lo que somos, el saber que cometemos pecados se nos hace difícil de sentirnos bien con nosotros mismos con base solamente en el amor que Dios nos tiene y nos desmoralizamos aún más. O, en el caso de la gente que ya tiene una percepción exagerada de su propio valor, les reafirma que Dios les ama porque ellos son gente muy especial. ¿Cómo podemos ayudar a los jóvenes a descubrir una perspectiva adecuada y balanceada de su identidad y su valor? Ayudándoles a formar una identidad bíblica y veraz en el contexto de su relación con Dios y con las otras personas. Sabemos que antes de crear a la humanidad, Dios estaba completo, y era amor, porque tiene relaciones consigo mismo. Su misma identidad proviene de esas relaciones: no puede haber Padre sin un Hijo, ni Hijo sin un Padre, y el Espíritu no puede existir sin ser espíritu de alguien. Parte de lo que significa que los seres humanos estemos hechos a la imagen de Dios está en que nuestra identidad también deriva de las relaciones: de nuestra relación con Dios y nuestras relaciones con los demás. Al igual que la gente no puede saber cómo luce, hasta que se mira en un espejo, Dios y las otras personas son espejos en los que debemos mirar para conocer acerca de nosotros mismos.

Pero, ¿qué hay de las mentiras que la gente que nos rodea dice acerca de nosotros, cuando dicen que no tenemos valor o somos insignificantes, a menos que produzcamos o generemos lo que ellos quieren de nosotros? Bueno, al igual que el resto de la hermosa creación de Dios, esta forma de aprendizaje sobre nosotros mismos está dañada por la caída en pecado de Adán. El pecado en la vida de otras personas, ocasiona que se distorsione la manera de percibir y reflejar nuestra imagen. Por ejemplo, una persona manipuladora o abusiva hará sentir a otros que no valen o son insignificantes sin la base en el valor real de aquel que hacen objeto de su abuso. Mientras que un padre o abuelo orgulloso puede sobreestimar los talentos o virtudes de su prole, y dar lugar, por ejemplo, a muchachos mimados y vanagloriosos que piensen que están llenos de talentos y virtudes. Con muchísima frecuencia, lo que la gente refleja de nosotros tiene mucho más que ver con lo que ellos piensan de sí mismos o lo que están viviendo en ese momento, que con quienes somos realmente. Un padre alcohólico puede provocar que su hijo piense que si fuera más obediente o si peleara menos con sus hermanos su padre dejaría de beber, pero es claro para las otras personas que la forma de beber del padre no depende del comportamiento de un niño. Pero la dificultad para vernos claramente en relación con aquellos que nos rodean no es solo de la reflexión distorsionada que nos dan – hasta en el una casa de los espejos en una feria es posible decir cuál es el color de tu cabello. Es difícil para nosotros vernos claramente, en parte porque en muchos casos no interpretamos bien lo que otros nos están comunicando, o porque no somos capaces, o no queremos vernos a nosotros mismos como realmente somos. Nuestra idea del mundo y de nosotros mismos forma una especie de filtro o lente a través del cual pasan todas nuestras percepciones. Este filtro ocasiona que tengamos ciertas maneras de percibir nuestras experiencias en la vida que distorsionan lo que sucede en realidad. Es más fácil ver esta percepción selectiva en aquellos que nos rodean que en nosotros mismos. Piensa en alguien que conoces que es completamente ciego a la realidad sobre sí mismo, una realidad bien conocida por todos los demás, pero que nadie se atreve a decírsela, porque saben que no sólo no la entendería sino que mencionarlo acarrearía una situación muy desagradable.

Es difícil para nosotros vernos claramente, en parte porque en muchos casos no interpretamos bien lo que otros nos están comunicando, o porque no somos capaces, o no queremos vernos a nosotros mismos como realmente somos.

En el estudio enfocamos en cuatro tipos de “filtros”, es decir expectativas que pueden distorsionar nuestras percepciones: temor al fracaso, al rechazo, al castigo y sentimientos de vergüenza. Desde la caída, la humanidad ha experimentando estos sentimientos con razón, ya que hemos fracasado y nos hemos avergonzados al pecar, lo cual nos acarreó el justo rechazo y castigo de parte de Dios. Pero cuando nacemos de nuevo, todo el castigo que merecemos es vertido sobre Jesucristo; nuestro fracaso es remplazado por la perfecta rectitud de Cristo, dejamos de ser rechazados y somos adoptados para ingresar a la familia de Dios; y no hay razón para la vergüenza porque ya somos una nueva creación en Cristo. Cuando podemos, con la ayuda de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, empezar a vernos de la manera que Dios nos ve, empezamos a experimentar la sanidad en nuestra manera de vernos, y en nuestras relaciones con Dios y con los demás. Este puede ser un proceso lento ya que nuestra manera de pensar y de ver el mundo está profundamente arraigada. Si podemos ayudar a la gente a verse de la manera que Dios los ve – lejos de Cristo, como una creación de Dios gloriosa pero caída; en Cristo, como justificados y muy amados — y en tanto que sean todavía jóvenes, cuando estén en el proceso de formar sus “filtros” y antes de que tengan años de heridas, este proceso puede ser más rápido y efectivo.

El llegar a estar convencidos de nuestra identidad en Cristo es un paso significativo hacia la madurez y libertad espiritual. Nos ayuda a ponernos la armadura de Dios que para que podemos hacer frente a las maquinaciones del diablo, especialmente en su papel de acusador, que utiliza nuestros pecados para hacernos dudar del amor que Dios nos tiene y de la efectividad del trabajo de santificación de su Espíritu en nuestras vidas. También fortalece nuestro amor y relación con Dios. Siempre que estamos inseguros sobre lo que alguien piensa de nosotros, o si pensamos que está enojado con nosotros, lo evitamos. Pero cuando alguien se preocupa por nosotros, cree en nosotros y nos anima, queremos pasar tiempo con esa persona. Así es con Dios, cuando lo vemos como despreocupado o enojado con nosotros y sólo buscando nuestras fallas para castigarnos, lo tratamos de la misma forma como los paganos a sus “dioses”: con respeto y hasta temor, buscando apaciguarlo con las cosas que pensamos que quiere –rituales religiosos y ceremonias como ir a la iglesia y tratar de “ser bueno”. Somos como los israelitas de los que se lamentó el Señor por medio del profeta Isaías, “Este pueblo me alaba con su boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es mas que un mandato enseñado por hombres.” (Isa. 29:13) Por toda la Escritura, Dios nos llama, no a conformarnos externamente a un montón de reglas, sino a entablar una relación intima con él. Una vez que empezamos a comprender la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de su amor por nosotros, queremos pasar tiempo con él y ser más como él. La gente critica con frecuencia a los jóvenes por no obedecer todas las reglas o por no dar “buen testimonio”, pero en nuestra enseñanza a ellos debemos seguir la fuerte exhortación de Jesús a los líderes religiosos de su tiempo, “¡Ay de vosotros maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y así quedará también por fuera limpio.” (Mt. 23:25,26) En cuanto ayudamos a la gente a nuestro cargo a “limpiar lo de dentro de su vaso” a través de comunicar claramente lo que significa nacer de nuevo y cómo es su identidad de hijos adoptivos de Dios, les ayudamos a acercarse a Dios de corazón. Y de esa relación cercana fluirá el deseo y el poder para vivir de una manera digna de su identidad. Conocerse tal como son afectará profundamente la forma en que viven. Con la percepción adecuada de sí mismos, fundada en cómo los ve Dios, ellos puedan caminar en medio de los espejos distorsionados en el mundo que les rodea y tratar de discernir la verdad sobre ellos mismos en las imágenes que ven allí, y también reflejar la perspectiva de Dios a los que les rodean.

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