Cohen

  • June 2020
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LA VOZ DEL INTERIOR

ENTREVISTA con

7 C

Cultura

CÓRDOBA. JUEVES 4 DE AGOSTO DE 2005

Marcelo Cohen

Escritor y traductor

“Necesitamos ficciones que nos inquieten” El autor dirige la colección de literatura fantástica Línea C, un catálogo con toques exquisitos que busca recuperar la tradición de traducir a escritores contemporáneos en versiones afines con el lector argentino. Por Emanuel Rodríguez (Especial) GENTILEZA REVISTA Ñ

laro que no creo que vaya a haber millones de lectores en la Argentina, un viaje en subte te dice francamente lo contrario, pero también te dice que algunos lectores hay, esos que están parados y no pueden salir del libro”. El escritor y traductor Marcelo Cohen explica así una de las razones de la apuesta en la que está trabajando junto a Interzona Editora: la colección de literatura fantástica y de ciencia ficción Línea C. Cohen (Buenos Aires, 1951) es autor de novelas como El país de la dama eléctrica y Hombres amables, y ha traducido más de 40 libros de ensayo y literatura, del inglés, el francés, el italiano, el portugués y el catalán. Además, es especialista en literatura fantástica y sus ensayos al respecto han sido recopilados en Realmente fantástico. Desde su estudio en Buenos Aires, conversó telefónicamente con LA VOZ DEL INTERIOR sobre su nuevo proyecto, la traducción en la Argentina y las posibilidades de la ficción en un mapa de libros dominado por el neorrevisionismo histórico y la investigación periodística.

“C

Actualizar es la tarea

«

Hasta ahora, los títulos de Línea C son tres: Preparativos de viaje, una colección de relatos del británico M. John Harrison; la novela post apocalíptica premiada con el Casa de las Américas 2002, Plop, del argentino Rafael Pinedo; y August Eschenburg, la nouvelle de Steven Millhauser. El panorama abierto da cuenta de las principales preocupaciones de sus gestores: retomar la tradición de elegir lo que se quiere publicar de entre la literatura universal contemporánea, traducir algunos de los narradores contemporáneos más relevantes del género fantástico, y publicarlos junto a autores latinoamericanos. –¿Cómo se gestó Línea C? –Interzona me propuso hacer una colección y yo les dije que lo que más me importa en este momento y lo que me parece que hay que hacer en la Argentina, ahora que hay un repunte de la edición, es traducir. Pero no traducir cualquier cosa como hacen las editoriales pequeñas, que retraducen o traducen libros que ya no pagan derechos, sino hacer un esfuerzo por traducir literatura contemporánea. Porque me parece que lo que ha perdido la Argentina es la relación de primera mano del lector y del escritor local con la producción contemporánea de otros países, algo que siempre fue un impulso fundamental para la literatura nacional de Sarmiento en adelante, y por supuesto para Borges.

Las ficciones fantásticas tienen un humor, una tragedia, una disposición a la ensoñación que mucha gente está dispuesta a aceptar”.

Elegir, traducir y leer “Soy de una generación que se formó leyendo mucha literatura traducida contemporánea a esa generación”, explica Cohen. Y señala: “Pero ahora, desde la deba-

Una profesión devaluada –¿Qué importancia tiene reactivar la traducción en el país? –Es muy importante para nosotros. Lo que pasa es que la traducción es un trabajo infamemente pago en la Argentina. Entonces el traductor trabaja muy rápido, a disgusto, no mira dos veces la frase, y las traducciones no salen tan bien como debieran, y en muchos casos salen mal. Aparte, como muchos traductores buenos ya no quieren trabajar a esos precios, se contrata gente muy bisoña. Y yo no soy de los que lloran por la decadencia del idioma argentino, pero cuando uno ve cómo traduce la gente nueva, que todavía no está bien formada, se da cuenta de que el nivel ha decaído mucho. Porque el traductor se forma trabajando mucho más que en la universidad, el traductor profesional aprende muchas cosas sobre la marcha, cosas incluso culturales, referencias que se escapan. Y las editoriales, con tal de pagar menos, muchas veces contratan gente muy inexperta. De manera que para toda colección nueva que contrata libros extranjeros que cuestan tan caros, es importante que la traducción sea buena.

Hace casi dos décadas que leemos literatura contemporánea traducida en España, se queja Cohen.

LIBROS Hasta ahora, la colección Línea C incluye tres títulos: Preparativos de viaje, de M. John Harrison; Plop, del argentino Rafael Pinedo; y August Eschenburg, nouvelle de Steven Millhauser. De próxima aparición. La maravillosa historia de Peter Schlemihl, de Adalbert von Chamisso; y Paz, de Gene Wolfe. cle de la industria editorial argentina, con la cual la propia industria y los propios empresarios colaboraron mucho, hace ya casi dos décadas que leemos la literatura contemporánea en libros que vienen de España. Ahora, además, esos libros son caros y la gente acá no puede comprarlos. Muchos no llegan y cuando llegan son poco accesibles, y encima están elegidos por lectores españoles que no tienen las mismas necesidades ni los mismos criterios que nosotros”. –Y el fantástico y la ciencia ficción vienen de sus preocupaciones particulares... –Sí, claro. Yo me especializo en literatura fantástica y por eso lo propuse. De todas formas, tratamos de que no tenga un límite genérico muy grande, publicamos libros raros que en cierto modo cabalgan o se nutren de esos géneros sin respetarlos a rajatabla. También es importante decir que publicamos autores contemporáneos vivos. De vez en cuando vamos a publicar algún clásico y la mayoría de los títulos son traducciones pero también entran autores contemporáneos argentinos. –¿Cuáles son las principales dificultades de traducir y publicar literatura contemporánea? –Hay dificultades de varias clases. En primer lugar, hay editoriales españolas que tienen mucho poder económico, editan mucho y muchos de los autores que a mí me gustaría editar ya están contratados. Además, para vender aquí a precios accesibles es muy difícil llegar a un equilibrio cuando hay que pagar derechos y la traducción. Nosotros podemos editar muy pocos libros por año, no más de cinco, porque los tenemos que vender a no más de $ 25. Pero aun en el caso de los que no están contratados, libros que a los españoles no les interesan y que a nosotros nos parecen muy importantes, hay que explicarles a los agentes, que están muy acostumbrados a vender los derechos para toda el habla española, que si ellos no reparten los derechos entre

España y Argentina esos libros no van a llegar nunca acá o van a llegar carísimos. Después hay que decirles que consideren que este es un peso devaluado, que el círculo de lectores es limitado, que nosotros no podemos tirar más de 1.500 o dos mil ejemplares. Finalmente, después de todo eso, comprenden, y autores muy importantes como M. John Harrison o Millhauser aceptaron, les dijeron a sus agentes que sí, que les interesaba publicar en la Argentina y en América latina. Entonces finalmente, con mucha paciencia, sudor, explicaciones y contando con que los autores que nos interesan son gente inteligente, algunas veces lo conseguimos. No siempre.

Fuentes de inquietud Marcelo Cohen está convencido de que a pesar de que hoy por hoy los libros más vendidos son los de no ficción, los de historia argentina y los de investigaciones periodísticas, una colección de ficciones fantásticas puede hacerse un lugar en el mercado. “Creo que la fábula y el relato y la invención son irreemplazables –explica–. En primer lugar, porque la literatura ve cosas que ni el periodismo, ni el documental ni la investigación ven. La literatura trabaja con más soltura, se distrae más, y por lo tanto es capaz de fijar más la atención en detalles. En los detalles está la previsión. Y también es capaz de unir detalles de una manera que el pensamiento sistemático a veces no se puede permitir. Y de la unión de detalles muy diversos, que a veces parecen divorciados entre sí en la vida pero en un relato aparecen unidos, surge lo nuevo”. –¿Esto tiene que ver con el carácter a veces profético del fantástico? –No creo que necesariamente la literatura fantástica tenga que ser profética, pero eso nuevo es algo que de alguna manera está, a veces fantasmalmente, en potencia, en embrión en el mundo, y la literatura lo manifiesta. Además, muchas cosas que no podemos explicar se explican con relatos de ficción. Si la misma identidad es un invento, no veo por qué no necesitamos ficciones. Ficciones que no sean ficciones paradigmáticas, que no nos hagan a todos ser lo mismo.

Traduzca nacional Uno de los principales atractivos de las obras traducidas en Línea C tiene que ver con la cuestión del lenguaje. Cuando el personaje de La ciencia y las artes, de M. John Harrison, dice por ejemplo “Me llevé las tazas y apagué la tele”, hay en la traducción casi un acto de justicia que el lector argentino resignado al vosotros por ustedes y al cojín por almohadón sabrá agradecer. –Las traducciones trabajan un lenguaje más cercano al lector argentino. ¿A qué se debe ese interés? –Que haya cierta familiaridad de esa lengua con el lector argentino es muy importante para nosotros. Ahora, particularmente no soy muy amigo de traducir, ni siquiera lo muy contemporáneo, a lenguas locales. Si traduzco un libro que está escrito en argot, lo traduzco a argot. No cabe duda de que un argot no se puede traducir sino a un argot local. Por ejemplo, el caso del último libro que publicamos, el de Millhauser: es una fábula de un autor contemporáneo, pero escrita en una lengua un poco más neutra, más clásica. Por supuesto que cuando traduzco uso sustantivos que son de aquí y eso ya cambia todo, no es “un melocotón” sino “un durazno”. Pero hay otras cosas que yo no tengo problema en que suenen poco argentinas, porque creo que hay una tradición de la lengua traducida que debemos respetar. Es internacional. Hay cosas que ya son patrimonio de una lengua que no es exactamente la argentina sino que es el idioma traducido a argentino.

–¿Quiere decir que hay una necesidad de ficción? –Es indudable que mucha de la gente que lee el diario todos los días no lo lee porque quiere estar informado sino porque le gusta levantarse y que le cuenten historias. El diario es una fuente de historias. Nosotros nos creemos que nos hace estar cerca de la realidad, y a veces eso es verdad, pero la mayor parte de las veces no, porque en ese caso uno no leería atrocidades mientras moja la medialuna en el café con leche. De manera que es evidente que necesitamos historias, y cuando se presentan buenas fábulas contemporáneas, escritas con pensamiento contemporáneo, la gente las lee. Ciertamente la lectura ha decaído muchísimo en la Argentina, pero yo creo que leer ficciones es una necesidad consustancial al hombre ya a esta altura. Las ficciones fantásticas tienen un humor, una tragedia, un estado de alerta, una disposición a la ensoñación y al vuelo y al descubrimiento que mucha gente está dispuesta a aceptar. Y, por otra parte, pueden ser enormemente inquietantes, y visto que ya las noticias más graves no nos inquietan tanto, necesitamos otras fuentes de inquietud para que el pensamiento se active, y el corazón también.

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