¡¿“CERTIFICADO DE POBREZA”?! La llegada de la última factura de gas deparó –para muchísimos usuarios- una verdadera sorpresa por lo inesperada. El total a pagar resulta ser en algunos casos la tercera parte de lo que hoy se conoce como salario mínimo, por lo que se deduce que el resto de ése salario sería posiblemente destinado a gastos fijos mensuales como lo son un alquiler, la factura de luz, de teléfono (en caso de poseer una línea), del canal de cable (en caso de gozar de él), y los de comida y vestimenta, haciendo la salvedad de que estos últimos resultan más que necesarios no para llevar una vida de reyes sino como para hacer más llevadero el acto de vivir…y no morir de hambre o de frío en el intento. Miles de ciudadanos a más de no salir del asombro, están desde hace días imaginando, pergeñando diríamos, la forma de afrontar el impensado por sideral gasto. No faltó la predisposición de algunos partidos políticos que intentaron poner paños fríos sobre los acalorados reclamos manifestados, factura en mano, por doquier. La respuesta más expeditiva que se halló fue elevar a la firma Camuzzi una suerte de pedido de clemencia…que se traduce en que -de todos modos- estamos obligados a pagar una suma absolutamente desproporcionada respecto de nuestro consumo pero el proveedor del servicio deberá reintegrar el importe que corresponde al (demencial) decreto rechazado de cuajo obviamente por varias razones. Ahora bien ¿Quiénes son o cuántos los que podrían reunir la suma requerida antes del vencimiento de las facturas en cuestión? ¿Alguna vez terminaremos con aquello de “pague ahora y reclame después”? ¿Podremos acabar en este país con el “tiene razón pero marche preso”?. No es de perspicaces el hecho de darnos cuenta de que Camuzzi nos está pasando la factura porque este año el invierno comenzó más tarde de lo dictado por la naturaleza y los calefactores empezaron a funcionar acorde a la sensación térmica de cada hogar. Tampoco nos convierte en los más de los sagaces si sabemos que lo recaudado hasta su posible reintegro seguramente vaya a parar a alguna cueva financiera de las que abundan actualmente en nuestro país… Y sí, todo es posible en el país de los enriquecimientos ilícitos. Lo que no es lícito es que además de disponer de nuestro dinero pretendan que asumamos calladitos y a las buenas que el hecho de tener gas no es un lujo que pueden darse todos los argentinos…Ahora bien, la empresa citada sugirió a los ciudadanos que no pueden pagar el actual aumento, se dirijan a sus oficinas a fin de justificar fehacientemente ( por declaración jurada) tal situación. Y la novedad señores, es que hay que presentar un “certificado de pobreza”. ¿No son pobres aquellos que sobreviven con una ínfima jubilación? ¿No es un pobre hombre aquél ciudadano con trabajos esporádicos que lo convierten en un desocupado estructural? ¿No es pobre la mujer que tiene que higienizar hogares ajenos para procurar alimento para el suyo? ¿No somos pobres ingenuos al creer que votando siempre a los mismos nuestra vida va a mejorar?... Así están las cosas: No a la ventaja de poseer celular. No a la ostentación de un canal de cable. No a la posibilidad de un pago lógico por el consumo de gas. No a pretender llevar una vida de ciudadanos comunes. No, señores. Parece no ser suficiente el sometimiento cotidiano, ni para las empresas ni para los que nos gobiernan. No les basta el poder. No les alcanza todo el dinero del pueblo. Son insaciables. Ahora estamos obligados a ser un país “garrafero” o en última instancia gozar del gas natural pero con certificado de pobreza!