Quien disfruta despertando celos es siempre un celoso. Por una parte siente que si el otro lo cela no es él el celoso, y además a través de los celos le llega el reconocimiento de que es tenido en cuenta por el otro. "Si me cela es porque le importo." Es un típico ejemplo de lo que es abusar del condimento. Como todos sabemos, para que enriquezca el sabor de la comida debe estar presente en su justa medida, si no termina arruinándola. Con los celos ocurre lo mismo. Si amar es desear la felicidad del otro, ¿quien cela puede amar plenamente? Un antiguo poema respondió breve y bellamente a esta pregunta: Los celos son un hilo de temor, tan delgado y tan sutil, que si no fuera tan vil, podría confundirse con amor... Desde una mirada más psicológica hoy podemos agregar que el celoso ama hasta donde puede y como puede. Es un amor con características infantiles. El niño ama a sus padres y puede hacer un gran berrinche porque están atendiendo a su hermanito... Para comprender los temas del amor es necesario incluir la noción de grados y de niveles de crecimiento. Por lo tanto hay amores más infantiles y otros más adultos. Naturalmente, cuanto más crecido, más pleno es el amor. ¿Pueden los celos funcionar como profecía autocumplida? Sí. Y no por algún castigo mágico. Simplemente porque si quien cela produce reacciones que van dañando al vínculo, es ese deterioro el que va produciendo alejamiento... Y una de las consecuencias del alejamiento es que aparezca una nueva relación. ¿Todos los celosos reaccionan en la misma forma? La vivencia central de sentirse excluido y abandonado es muy semejante pero puede cambiar la forma de expresión, y eso depende de la personalidad de cada uno. Si es introvertido e hipersensible lo más frecuente es que se retraiga, se distancie emocionalmente y acumule enojo retenido. Si es expansivo extrovertido puede hacer una escena de celos y tener actitudes de buscar pruebas: mirar bolsillos, revisar el correo, entre otras. ¿Qué diferencia hay entre celos y envidia? Todas las emociones se interpenetran y no hay emociones separadas y puras en las que uno pueda decir: ¡Acá hay sólo celos...! Intentar hacerlo es como pretender alambrar el mar. Es imposible.
De todos modos, hecha esta salvedad podemos dar algunos rasgos que las distinguen. En la envidia puede no haber un tercero explícito: siento dolor y enojo al escuchar a un conocido que me cuenta que ganó un premio que yo también anhelaba y no obtuve... Acá no hay tanto el dolor de perder el cariño por la presencia de un tercero sino el tremendo impacto del contraste que me remite a lo que no tengo, a lo que no he logrado. Si siento celos porque imagino que me van a abandonar, ¿es porque estoy proyectando en el otro mis propios deseos de abandonarlo?