Boletin 124 Reducido Paginas 1 A 15

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LAS PENAS

Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores Parroquia de San Vicente Mártir

Núm. 124 II Época

Noviembre 2006

SUMARIO

LAS PENAS BOLETÍN 124

Noviembre 2006

Edita Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores. Sede Canónica Parroquia de San Vicente Mártir. Casa Hermandad c/ Miguel Cid, 2 41002 Sevilla. Teléfono 954 907 288 Hermano Mayor Santiago Herrero León. Coordinación Alberto Romero Borreguero. Consejo de Redacción José A. Valderrama Pérez, Felipe Rivera Sosa, Manuel Molina Cano, Domingo Pozo Morón, Francisco Polo Blanco. Foto Central: Roberto Villarrica Méndez. Colaboraciones D. Carlos Amigo Vallejo - Cardenal-Arzobispo de Sevilla, D. Manuel Román Silva (Presidente Consejo HH y CC), D. Santiago Herrero León (Hermano Mayor), D. Juan Carrero García-Tapial, D. Manuel Hernández Medina, D. Rafael Martínez Retamero, D. José Luis Caballero Amoscotegui, D. Luis Aguado Sainz de la Maza, D. José Carlos Orta Cuevas, D. Francisco L. Polo Blanco, D. Rafael Narvaez García. Colaboradores Gráficos Francisco L. Polo Blanco, Domingo Pozo Morón, José A. Valderrama Pérez, Archivo de la Hermandad, Archivo privado familia Carrero. Web oficial

www.hermandaddelaspenas.org

PRÓXIMOS CULTOS PRÓXIMOS CULTOS SEPTIEMBRE 2006 15 a las 20,30 horas DICIEMBREDía 2006 Días 14, 15 yFUNCIÓN 16 a las 20,30 horas. RELIGIOSA TRIDUO EUCARÍSTICO FESTIVIDAD LITÚRGICA Día 27 a las 20,30 horas. DE LOS DOLORES GLORIOSOS MISA A SAN JUAN EVANGELISTA

DE LA VIRGEN

Correos electrónicos

ENERO 2007

[email protected] [email protected] [email protected]

los lunes año Santa DíasTodos 9,10,11,12 y 13 adel las 20,30 horas.Misa ante nuestros Sagrados Titulares a las 20,30 horas, QUINARIO A JESÚS DE LAS PENAS excepto festivos y sus vísperas. Día 14 a las 11 horas. FUNCIÓN PRINCIPAL DE INSTITUTO

Diseño y maquetación José A. Valderrama Pérez Impresión

Imprenta SAND, S.A. Deposito Legal SE-423 -1969

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Editorial 3 IN MEMORIAM JUAN CARRERO D. Santiago Herrero León, Hermano Mayor 4 Cardenal Amigo Vallejo, Arzobispo Sevilla 5 D. Juan Carrero Garcia-Tapial 6 D. Manuel Román, Presidente Consejo HHCC 7 D. Manuel Hernández, Hermano Mayor 8 D. Rafael Martínez, Hermano Mayor 9 D. José Luis Caballero, Hermano Mayor 10 D. Luis Aguado, Hermano Mayor 11 D. José Carlos Orta, Hermano Mayor 12 Hermano Anónimo 13 D. Francisco Polo 14 D. Rafael Narvaez 15 Memoria Gráfica 16 Bodas de oro y plata 20 Convocatoria Triduo Eucarístico 21 Convocatoria Quinario 22 Traslado Señor y Función San Juan 25 Memoria Gráfica Juan Carrero 26 Real Academia de Historia 30 Prologo Libro Palomero Páramo 31 Dossier prensa Juan Carrero 32 Anuncios y Convocatorias 36 Semana Cultural 39

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Todos los lunes del año Santa Misa ante nuestros Sagrados Titulares a las 20 horas, excepto vísperas y festivos.

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Un hombre que ha vivido virtuosamente ...

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scribía Miguel Ángel que “es falta de sentido celebrar una fiesta por quien acaba de nacer; hay que reservar la alegría para cuando muere un hombre que ha vivido virtuosamente”. Es sin duda una afirmación exacta y concluyente de lo que nos debería dictar nuestro espíritu cristiano, pero desde nuestra naturaleza humana, ¿cómo disfrutar al despedirnos de quien ha llenado tantos momentos de nuestra vida a través de décadas y más décadas? Para nosotros, todos y cada uno de cuantos hermanos se nos marcha constituye un vacío importante que habremos de notar, y lamentar, en nuestros cultos, en nuestros actos, en nuestra Misa de Hermandad de Lunes Santo o esa misma tarde cuando nos incorporemos a nuestro tramo en la Cofradía. Todos ellos suponen una ausencia importante y sentida. Pero cuando ese hermano ha estado diaria y permanentemente vinculado con nosotros, ha participado de todos nuestros actos y ha influido de manera importante, si no decisiva, en la formación cofrade de muchas generaciones, la ausencia se hace difícilmente soportable, a veces insufrible, a ratos molesta por intensa… Es lo que nos ocurre con Juan, lo que no ha dejado de sucedernos desde que hace unos meses terminara su vida entre nosotros y, no por esperado en las últimas semanas menos cierto, se hiciera entre todos un vacío al que pasará mucho tiempo antes de que lleguemos a acostumbrarnos. Dicen que sólo apreciamos lo que tenemos cuando llegamos a perderlo. Y aunque eran o éramos muchos los que siempre quisimos a Juan (y lo querremos), es ahora que se ha ido cuando más comprendemos qué impresionantes dimensiones tenían su persona

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y hasta su sombra para extenderse entre todos nosotros y especialmente entre la vida de la Hermandad, cuánto de sincero tenían unos consejos que, más acertados o menos acertados, siempre estaban presididos por la buena intención y la búsqueda de lo mejor, o de lo que creía mejor, para todos. Por eso hemos querido dedicarle buena parte de este Boletín que durante tantos años fuera suyo y que nunca llegará a dejar de serlo. Porque su labor de más de medio siglo lo merece, porque sus amigos de otro tanto tiempo así lo quieren o lo queremos en nuestro fuero interno, porque todos hemos coincidido en que queremos recordarlo, para volver a gozar con esos momentos suyos que son historia pura de nuestra Hermandad y de todos nosotros, y porque quisiéramos que las generaciones más jóvenes de hermanos y cuantos vengan en el futuro conozcan y sepan en un momento parte de lo que fue para nosotros Juan Carrero, un nombre que pensamos debe perpetuarse entre nosotros en los siglos venideros. Un recuerdo que quisiéramos vivo para siempre, porque siempre ha de estarlo Juan entre nosotros, en nuestra memoria y, sobre todo, en nuestros corazones. Un recuerdo que quisiéramos también alegre, sabedores como cristianos de que no ha existido para él muerte alguna sino tan sólo un tránsito de una vida llena de alegrías y miserias humanas a la eterna que nos abrió con su Pasión y Muerte nuestro Jesús de las Penas. Por eso, en este recuerdo, junto con nuestro cariño por él y los suyos, quisiéramos encontrar esa reserva de alegría que, como escribía Miguel Ángel, debemos tener para cuando muere un hombre que ha vivido virtuosamente.

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Nuestro hermano Juan Carrero N.H.D. Santiago Herrero León

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n cierta ocasión alguien escribió que se “podía llegar con el discurrir del tiempo a ser brillante, reconocido por quienes le rodean, favorecedor de quien lo solicite, consejero desprendido o bien dador para el que algo pide. Pero sin lugar a dudas, se nace cofrade”. Este aforismo se podía aplicar en toda su extensión a alguien que como Juan era cofrade de nacimiento y convencimiento, de cuerpo entero, cristiano que entendió que su puesto en la Iglesia de Dios se encontraba en la familia cofrade y a ella dedicó sus afanes y anhelos durante toda la vida. Mucho se ha escrito sobre la figura del cofrade Juan Carrero, amplia es la lista de artículos periodísticos que versan sobre su figura y su obra, que hablan de su personalidad notoria, pero es nuestra responsabilidad que la imagen pública no nos haga olvidar al hombre y al hermano por encima de su dimensión como referente en la historia de nuestras Hermandades. Persona recta, riguroso y sencillo, exigente, honesto con la dignidad que otorga el ir por la vida con su verdad por delante, concienzudo y meticuloso, luchador, de gran vida interior, de grandes sentimientos que no dudaba en revelar en cualquier caso y circunstancia, amigo de sus amigos, admirador del barroco pero nada cargado en sus formas, obstinado en el grado que le otorgaba el profundo amor por todo lo que rodeaba a su Hermandad. Este compendio de razones hacia de Juan una persona extremadamente particular, que no pasaba inadvertida en cualquier ámbito en el que desarrollaba su vida. 4

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En el plano público supo imprimir a su trabajo una prestancia y seriedad que han creado un estilo propio, aparentemente sencillo pero que constituye un testimonio innegable de vida entregada a las Cofradías. Juan Carrero era un gran cofrade, lección viva de perseverancia asentada en la fe, a cubierto de cualquier adversidad o crítica, patrimonio común de la Sevilla cofrade donde tantos y tantos hombres y mujeres han dedicado y dedican, como él lo hizo, toda su vida para que año tras año se produzca el milagro de nuestra Semana Santa. Tal vez ocurra que pretendamos analizar, con la premura innata a la condición humana, demasiado pronto la dimensión del trabajo de Juan Carrero. Será el tiempo el encargado de otorgar la verdadera magnitud del legado entregado a las generaciones venideras, tal y como Sevilla transmite sus patrimonios del alma, los entrañables, los que se valoran con el pasar inexorable de las primaveras. Quisiera aprovechar, desde las páginas del Boletín, para agradecer las innumerables muestras de sentimiento y condolencia recibidas de las Hermandades y Cofradías de Sevilla y de fuera de la ciudad, que nos llenan de gratitud a Dios por haber contado con su presencia y amistad y que nos consuelan por su pérdida. A todos gracias. A un hermano nunca se le dice adiós, porque un hermano, si sobre todo ha representado en su Hermandad lo que ha representado Juan Carrero, nunca se va aunque se nos ausente, por eso solo deseo que tu alma descanse en paz, máximo premio a los que, como tú, en este mundo buscaron sinceramente la fe y la vivieron reflejada en la mirada de Jesús de las Penas y de tu Virgen de los Dolores. Noviembre 2006

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Vivencias de un Carrero N.H.D. Juan Carrero García-Tapial (Fiscal 1º)

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ra un enamorado de las Cofradías y sobre todo de su Hermandad de las Penas. Toda su vida giraba en torno a ella: su forma de vivir, de pensar, su casa, su familia, sus amigos… todo para su cofradía. Contar o describir vivencias tenidas junto a mi padre es para mi una misión casi imposible, porque el día a día de Juan Carrero, estaba lleno de proyectos, ilusiones, pensamientos cofrades, recortes de prensa, escritos, etc. Recuerdo, junto a él, días de colegio, fines de semana o festivos, llegando solo a la camisería Lorite en Plaza del Duque, para desde ahí ir juntos a la Hermandad, por entonces una Sala, que era el bajo de nuestra actual Casa, y en el ahora almacén el bar que llevaba Rafael “El fontanero”, como cariñosamente lo llamaban, y donde se tenían las mejores tertulias “penosas” y cofrades que he conocido, con Pe pe Caballero, Miguel Gómez Fraguas, Ramón Moreno, Rafael Narváez, Manuel Pérez-Cerezal, Antonio Herrero, Antonio Pa n t i ó n , Jo r g e G a r c í a Dornaleteche, Julio Aguado, Saturnino Jiménez, José Martínez Luna, mi tío Paco… Todo era por y para Las Penas, hasta las botellas de vino tinto, con etiqueta con nazarenos dibujados y de nombre “Quitapena”. También cuando se estaba construyendo nuestra actual Casa Hermandad, y un día veo en mi casa una maqueta en relieve, realizada por él en cartulina, de todo el edificio, con la distribución desde la planta baja, con sus vitrinas, hasta la última planta con el bar. La midió tan escrupulosa y exactamente, que un domingo le faltaba una medida de la última planta, fuimos y subimos a través de sogas y pilares (yo tenía 9 años) para medir algo para él suficientemente importante 6

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para que la obra pudiera continuar. Terminada la Casa, le ayudé también a pintar en las paredes la distribución de las vitrinas a tamaño natural, con todos los enseres: Manto, palio, Cruz de guía, peana… Todo para que fuera los mas digna y exacta posible. Entrañables y, por qué no decirlo, momentos divertidos, cuando íbamos con él a pegar las convocatorias de los cultos, en su Renault 4L verde. Emilio Samaniego, José María Sáinz, Alberto Romero y José Moreno Sánchez, entre otros, recorríamos la mayor parte de los templos de Sevilla, incluida la Catedral, donde nos distribuíamos para colocar el mayor número de c o n vo c a t o r i a s e n l a s columnas. No podría terminar estas vivencias, sin recordar las visitas a los talleres que realizaban trabajos para la Hermandad, como Jesús Domínguez, Antonio Vega, Rafael Barbero (de ahí me quedaría con los olores de cada taller: en el de Jesús Domínguez plata fundida, en Antonio Vega madera tallada y en el de Rafael Barbero barro mojado) y el ímpetu y exigencia que tenia mi padre con cada uno de ellos, con mucha más ilusión que si realizara las obras para su propia casa. Pero si hay algo que desde pequeño he vivido con más intensidad, es el bis a bis con la Santísima Virgen de los Dolores. Cuando él la vestía, siempre estuve a su lado; y “sin enseñarme” si me marcó cómo se tenia que vestir y el sello característico que debía llevar nuestra Titular. Cuando la vista a partir de ahora, será cuando más lo eche de menos, porque no podré escucharle “Esa toca...”. Maria Santísima de los Dolores, ruega por él y por nosotros. Noviembre 2006

Honra y memoría de Juan Carrero D. Manuel Román Silva Presidente del Consejo Gral. de Hermandades y Cofradías de Sevilla

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uando entré en el Consejo de Cofradías, algunos amigos que me antecedieron destacaban como una de las experiencias más enriquecedoras de su paso por él la visión de conjunto que ésta daba de nuestras Hermandades y Cofradías. Una panorámica que abarcaba no solo la visión global, de la totalidad, sino que permitía asomarse, desde un lugar de privilegio, a la riqueza de muchas de sus realidades particulares. Riqueza de vida corporativa y de tesoros humanos, de personas entregadas en cuerpo y alma a nuestras Hermandades dedicando su tiempo, sus fuerzas y su ilusión a ellas como un lugar donde contribuyen a construir el día a día que, en muchos casos dura ya siglos, y en el que sienten que su aportación es útil y beneficiosa. Todo ello iluminado por la devoción a sus Sagrados Titulares, con una fidelidad muchas veces verdaderamente admirable y ejemplar. Hablamos tanto de personas anónimas como de destacados cofrades en quienes a menudo descubrimos, con el trato cercano y personal, matices y valores que antes desconocíamos. Juan Carrero fue uno de estos cofrades relevantes con el que tuve la fortuna de profundizar en trato y amistad. Juan ha sido uno de esos cofrades que en cada generación dan nuestras Hermandades como paradigmas, referentes, pilares. Siempre me admiró su entrega absoluta a las Hermandades y Cofradías desde todos los ámbitos de su vida como cofrade. Apasionado, intenso, minucioso, incansable, con su tenacidad nos ha enseñado, entre otras muchas cosas, que nuestro mundo está vivo, que se desarrolla y crece. Por eso Juan nunca se daba por satisfecho con la última publicación realizada, porque era el primero que llevaba muchos años comprobando cómo las Cofradías tampoco se paran, y que una cosa son siglos de historia y otra muy distinta quedarse mirándose complacientes cada una en su propio pasado. Junto a su familia, para Juan lo principal era su Hermandad de las Penas, las Cofradías de Sevilla y su Semana Santa como argumento de estudio e investigación, para seguir incluso profundizando al cabo de los años ampliando horizontes en el estudio de otras Semanas Santas, en una generosa labor de enriquecimiento paulatino y compendiador de conocimientos. Dentro de su dedicación a la Semana Santa, ocupa un lugar principal su dilatada trayectoria en el Boletín de las Cofradías de Sevilla, órgano oficial de la institución que presido y que, además de haber sido un referente entre las publicaciones de su género, fue durante muchos años prácticamente la única publica-

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ción periódica que trataba de forma regular la vida de nuestras corporaciones desde distintos ámbitos como la actualidad, la historia, la doctrina, el arte o la evocación literaria. En este punto debo reseñar su entrañable cariño, que no mera relación de colaboración, con el Boletín, donde Juan fue, casi desde sus primeros años, una de sus firmas más fieles, constantes, insignes y fundamentales y así quisimos constatarlo públicamente en el homenaje que se le tributó en el año 2000 con motivo del número quinientos de la publicación. Asimismo, además de impartir su magisterio en su Boletín de las Cofradías, la firma de Juan Carrero había alumbrado con su conocimiento las páginas de la prensa sevillana ya en aquellos años en que la información sobre cofradías no era muy habitual. Desde aquella primera edición de comienzos de los ochenta de su Diccionario Cofrade, hoy joya bibliográfica, hasta su reciente y postrera cuarta edición, bajo el título Gran Diccionario de la Semana Santa, ha cambiado mucho nuestra realidad, aún siendo esencialmente la misma, pues permanece inalterable lo que da sentido último a nuestra Hermandades. De ahí la puesta al día meticulosa y enriquecedora que llevaba a cabo en cada nueva publicación, tanto actualizando sus imprescindibles Anales, como con su serie de Hemeroteca Cofradiera. Y siempre, cada libro que Juan nos ofrecía, suponía para él una nueva inyección de animosidad, de ilusión y de bríos renovados. Juan Carrero, lo hemos dicho en más de una ocasión, incluso en la presentación de alguna de sus obras, ha entregado su vida sin reservas a las Hermandades y Cofradías desde su Hermandad de las Penas y desde las páginas de sus libros y sus colaboraciones durante tantos años. Por eso, los cofrades tenemos una deuda de gratitud con él, y el Boletín de su Hermandad es, sin duda, el mejor sitio para reconocerlo, ya que vosotros convivisteis con él cada día, y sabéis mucho mejor que nadie de sus afanes, sus proyectos, sus empeños y sus ilusiones. Quiera Dios que la labor de nuestras Hermandades, sustentada sobre la implicación personal de cofrades como Juan Carrero Rodríguez, propicie cada vez más una conciencia de fraternidad y de ejercicio de ayuda mutua (como rasgos básicos que él destacaba del origen de nuestras corporaciones), con las que, en medio de tanta confusión y tentaciones que desvirtúan nuestra razón de ser, nos vuelvan siempre hacia la búsqueda, tan necesaria hoy, de la verdadera autenticidad.

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Juan Carrero en el recuerdo N.H.D. Manuel Hernández Medina Hermano Mayor 1979 - 1983

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ay días de triste amanecer, como cuando nos enteramos del fallecimiento de algún familiar o de un gran amigo, y este tristísimo hecho fue, para el que esto escribe, cuando de forma inesperada, aunque por desgracia sí algo presentida, me comunicaron que Juan Carrero había ido ya al encuentro del Padre Celestial. Porque con su muerte perdía a un admirado y querido amigo, hermano en Cristo y persona que siempre me distinguió con sus mejores consejos y su verdadera amistad. En todo momento que lo necesité me apoyó con su rica experiencia y sus grandes conocimientos de todo lo relativo a Sevilla y a su querida Semana Santa, y con su ejemplo supo infundirme el gran amor que sentía por Nuestros Amadísimos Titulares. Quiso tanto a la Hermandad, que llegó a renunciar a la posibilidad que tuvo, en su momento, de presentarse a la elección de Hermano Mayor, con grandes perspectivas de salir elegido; porque, según él, sus circunstancias no se lo aconsejaban. “¡Que más quisiera yo!”, me dijo con pena; y aunque no la compartía, no había más remedio que aceptar su sacrificada decisión. Siempre quiso lo mejor para ella aún a costa de su sacrificio. Lo dio todo a cambio de la satisfacción del deber cumplido, que nunca se le podrá negar porque “por sus obras los conoceréis” y sus obras, a cual mejor, ahí están, para admiración de todo el mundo cofrade y de los más entendidos en arte y narrativa del mundo religioso y de las cofradías. ¡Cuánto tenemos que agradecer todos los hermanos de las Penas que, desde tan privilegiadas cualidades como Él dotó a Juan, hayan quedado, para la posteridad, para el disfrute de ésta y de 8

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generaciones sucesivas, obras tan importantes y de tanto valor artístico y sentimental como él supo crear! “Por el bien de todos trabajan y se esfuerzan los mejores” (Séneca); y tú, amigo Juan, fuiste de los mejores. Y he dejado a propósito para el final, por ser lo más importante, su vida espiritual en la Hermandad. No me cabe duda de que iba totalmente al unísono, con su vertiente artística y de escritor. Porque era hombre de profundas convicciones religiosas, que seguía y cumplía el proyecto de Jesús de Nazareth y con sus Santos Evangelios, de ahí que dedicara todo su saber y sus grandes conocimientos a ensalzar la Divinidad de Dios, con todo lo mejor y más bello que podía salir de su pluma y de su gran complicidad con el arte. Pienso, estoy seguro de ello, por haber conocido y vivido durante años su trayectoria en los distintos cargos que, de forma continuada, ocupó en Juntas de Gobierno con una dedicación plena, aún a costa de su trabajo y hasta, me atrevería a decir, de no poder estar con su familia todo el tiempo que él quisiera, que nunca, nunca, se podrá disociar a Juan de las Penas de San Vicente. Tú, querido Juan, ya habrás tenido tú merecida recompensa en la Casa del Padre y, ahora, espero que la tengas también en la tierra con la dedicación en tu querida y alabada Sevilla de una calle y de una placa en la casa de Hermandad. Y no quiero terminar sin pedirte, como admirador y buen amigo, un favor, un gran favor: “Que ya que tú has conocido la LUZ DEL ROSTRO DE JESÚS DE LAS PENAS, pidas por nosotros”. Noviembre 2006

Testimonio de gratitud N.H.D. Rafael Martinez Retamero Hermano Mayor 1983 - 1988

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Querido Juan: sirvan estas líneas, dentro de la brevedad a que me obliga el espacio que me asignan, para dejar publico testimonio del agradecimiento que te debemos los que formamos la nómina de nuestra Hermandad y también los cofrades sevillanos, por la inmensa labor que durante toda tu vida llevaste a cabo para engrandecer a tu Hermandad y con ella a la Semana Santa de nuestra tierra. Al volver la vista atrás, vienen a mi memoria las primeras andanzas cofrades alrededor de maestros inolvidables que fueron forjando un estilo, sobre todo en ti, que ya no te abandonaría nunca. Tu carácter y tu vehemencia, te acarrearon no pocos problemas en el transcurso de los años, pero tus objetivos los tuviste siempre muy claros y no cejabas en tu empeño hasta llegar al final. Y sin duda gracias a eso, hoy cuenta nuestra Hermandad con el acerbo artístico que tiene y que ciertamente nos acerca a las mejores de Sevilla. Y si es en tu faceta de investigador y estudioso sobre todo lo relacionado con nuestra Semana Mayor, no cabrían en esta carta la extensísima producción de tu ingente trabajo que como gozosa herencia nos has dejado. Cuando en el año 1984 me pedías que te prologara la Primera Edición de los Anales de las Cofradías Sevillanas, no dudé en asegurar que esos inicios de investigación cofrade serían la base de lo que hoy, veintidós años después, es justo considerar como verdaderas obras maestras, y me consta, porque así me lo mostrases en mi ultima visita al Hospital, que en esos momentos llevabas entre manos otro importantísimo trabajo que lamentablemente no llegaste a terminar. A tan dilatada vida de honesto trabajo, te dedicamos aquí en la tierra nuestro testimonio de gratitud, sabedores de que el auténtico premio a tu vida ya lo estarás gozando en el cielo junto a los componentes de la Junta de Gobierno Celestial de la, que seguro estoy, ya te habrán nombrado Secretario Perpetuo. Noviembre 2006

No cabría en esta carta la extensísima producción de tu ingente trabajo que como gozosa herencia nos has dejado.

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Sentimiento cofrade en recuerdo de Juan Carrero N.H.D. José Luis Caballero Amoscótegui Hermano Mayor 1988 - 1992 cado de los alumnos, el que más supo aprovechar s muy difícil reflejar tantos sentimientos, sus enseñanzas, el que fue más capaz de asimilar pensamientos, pesares por su ausencia y lo mejor de cado uno de ellos, para postevivencias cuando aún estaba entre nosotros riormente aplicarlo en el desarrollo de los años hacia mi hermano Juan, en una carilla de de tu ejecutoría en la Hermandad y en tu vida, una carta. Porque resulta imposible irradiar toda una “porque esa era tu vida” principalmente, molvida junto a un amigo; reflexiono y condensar todo en deando el barro de nuestros corazones para tan corto espacio resulta de verdad imposible. llegar a aunar los deseos de mayor esplendor en

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Llego pues a una encrucijada de sentimientos provocados por los recuerdos que desde nuestra niñez compartimos Juan y yo en nuestra queridísima Hermandad de “Las Penas” con todos aquellos hermanos, incluidos los insustituibles “Maestros”. Unos “Maestros” con los que tú, Juan, te encuentras tú ahora en la eternidad, admirando y viviendo la bendita Gloria Divina del Redentor y de su Santísima Madre, por lo que te ruego que les pidas por todas las Hermandades y sus cofrades, aunque conociéndote se que ya has de estarlo haciendo, (seguro que primero por la tuya, por los “dolorosos” y después por los “penosos”…), que ya estarás intercediendo por todos nosotros, para que nuestras vidas sean más ejemplares, compartiendo con nuestros hermanos todo lo que Dios nos ha dado y sigue dándonos. Son tantas las cosas, Juan, por las que no podré olvidarte nunca, lo mismo que nunca pudimos olvidar nosotros a nuestros queridísimos “maestros cofrades”, porque fueron muchos, muchísimos, todos aquellos momentos compartidos, vividos, gozados y sufridos en las priostías, secretarías y mayordomías durante un periodo de hermanamiento que, felizmente, fue muy dilatado en el tiempo. Qué buenos “maestros cofrades” tuvimos, querido amigo, aunque admito, igual que tendría que admitir cualquiera, que tú fuiste el más apli10

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todos nuestros cultos, tanto internos como externos, con una entrega incansable, consiguiendo por fortuna unos maravillosos e inolvidables “Lunes Santos”, aprovechando el legado de esos nuestros “maestros”, para llegar a unirlos con el tuyo hasta extremos imprevisibles, y siempre al servicio de tu Hermandad, las veinticuatro horas del día, sin suplantaciones temporales, ni deserciones ridículas. Sin escapadas por propia conveniencia personal, ni acomodamientos a los pluses de rentas, nunca justificables. Tu excepcional celo, capaz de maravillarnos como “investigador”, “escritor” y “diseñador” haciéndonos participes y testigos directos en todos los acontecimientos vividos y compartidos en esta llamada que elige el sino de nuestra Hermandad y Cofradía, con la gracia y fuerza de esta llamada de Dios a través de las benditas Imágenes de nuestros titulares “Jesus de las Penas” y “María Santísima de los Dolores”. No. No te olvidaré nunca, ni a ti, ni a nuestros mayores. Pedid por nuestra Hermandad y sus miembros, para que cada día estemos más unidos y llenos de Dios, con un mayor convencimiento de su infinita misericordia, siendo más justos y dándole gracias por las que Él nos concede diariamente y haciéndonos estar dispuestos al servicio de nuestro prójimo como obligación permanente y deseada. Gracias Juan por haber sido mi amigo y hermano. Noviembre 2006

Juan Carrero y Las Penas N.H.D. Luis Aguado Sainz de la Maza Hermano Mayor 1992 - 1996

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uiero comenzar dando las gracias a nuestro querido Hermano Mayor y a su Junta de Gobierno por brindarme la oportunidad de poder expresar desde mi punto de vista, lo que ha significado Juan, en nuestra Hermandad de las Penas. Sabéis sobradamente la unión sincera que mi familia, y yo personalmente, teníamos con este infatigable cofrade y se haría interminable hablar de su trayectoria en nuestra querida Hermandad, durante más de 50 años, y deseo ante todo expresar a su querida esposa Carmen, a su hijo Juan y a sus hijas, mi más profundo agradecimiento por haberlo siempre apoyado en ese dar hasta su vida por nuestra Her`mandad. Conocí a Juan, cuando se reunían todos los domingos en Heliópolis, por los años 60, en la bodeguita Jamaica, mi padre en su primer mandato de Hermano Mayor y Domingo Bellido (insigne cofrade), para hablar de la Hermandad día a día. Yo acompañaba a mi padre y Domingo Bellido llegaba con su discípulo, nuestro amigo Juan, a unas reuniones en las que todo era respeto y cariño para tratarlo todo, en las que ya se palpaba con el empuje que venía un Juan (que a partir de ahí siempre me fue guiando) hasta llegar un día a la Junta de nuestra Hermandad, allá en 1969. Juan, ha sido el verdadero artífice de nuestra Cofradía. Para él no había días ni horas y su dedicación llego a ser exclusiva para su Hermandad, por lo que os podéis imaginar la enorme suerte que hemos tenido durante tantos años. La pena ha sido que quien debía sucederle, nuestro queridísimo Emilio Samaniego, entregado a su Hermandad y amigo de sus amigos, Dios nuestro Señor, quiso que también Noviembre 2006

estuviese a su lado. Puedo dar fe de cómo nuestro amigo Juan sufrió tremendamente la pérdida de Emilio. Hablar de Juan Carrero, cofrade de las Penas, se haría interminable: era persona de bien, cariñoso y siempre preocupado por todos los hermanos, como lo demostraba constantemente cuando se producía algún contratiempo para alguno; siempre era el primero en llamarte o visitarte, estuvieras donde estuvieses y eso jamás podremos olvidarlo. Cuántas llamadas recibíamos tanto mi padre (q.e.p.d.) como yo, cuando fuimos elegidos hermanos mayores… que siguieron cuando ya no lo éramos. Sé que él confiaba plenamente en mi familia y sabia del cariño mutuo que nos profesábamos. Son muchos mis recuerdos de nuestro amigo Juan: tertulias del Rinconcillo, llenas de sabor cofrade, cenas con cofrades de Sevilla en Casa Manolo de Triana... ¡Qué buenos recuerdos! Yo era un simple estudiante, disponía de mucho tiempo y mi excusa a mi padre es que “estaba con Juan Carrero”, alguien junto al cual, decía, nunca te equivocabas, y que vivió tanto para la Hermandad que fue merecedor, sin ninguna duda, de la única medalla de oro que nuestra Hermandad ha concedido. Querido Juan, has dejado un buen legado en nuestra Hermandad, aunque sentimos no saber quién será la persona que desde ahora nos anime y nos empuje a seguir consiguiendo las metas que tú proponías. Confiemos en Nuestro Padre Jesús de las Penas y su Bendita Madre de los Dolores. Sólo esperar, Juan, que cuando estemos juntos nuevamente, seguiremos hablando de nuestra Hermandad, y agradecerte públicamente todo lo bueno que diste a nuestra Hermandad y hacerme sentir feliz por pertenecer a ella. Te echaremos de menos todos los días del año.

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Unos geranios diariamente regados N.H.D. José Carlos Orta Cuevas Hermano Mayor 1996 - 2000

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uan era una de esas personas de las que pensamos que siempre van a estar ahí. Por eso cuando llega el momento de la ausencia nos cuesta asumir la realidad.

Parece que lo estoy viendo la primera vez que pisé la Casa de Hermandad. Allí estaba (como todos los días), en la puerta, maletín en mano y cigarro en los labios acompañado, en cuanto empezaba hablar, de ese gesto tan característico suyo de golpearse con la mano la solapa para sacudirse la inevitable ceniza. No voy a comentar nada de sus múltiples facetas como profundo conocedor de las artes y oficios relacionados con nuestras cofradías, cronista, historiador, conferenciante, escritor, diseñador, etcétera. Son tantas, que sería imposible hacerlo constreñido a unas líneas y además son de sobra conocidas por todos. Solo quiero hoy recordar, emocionadamente, algunos de los aspectos que desde que se fue se me vienen a la memoria. Hace 18 años tuve el privilegio de entrar, de su mano, como Secretario segundo en la Junta que presidía José Luis Caballero Amoscótegui. Creo no equivocarme al decir que era la Secretaría el puesto que más le gustaba ocupar. En época sin ordenadores aquello no podía estar más al día de lo que estaba. En esos años comprobé muchas de sus constantes en el trabajo diario por la Hermandad: la constancia, el orden, la meticulosidad, la programación de las tareas, el no dejar nunca para mañana lo que podía hacerse ese día y el estar, en definitiva, pendiente de todo los 365 días del año. Juan era el cuidado con el detalle, la sonrisa medio pícara cuando se conseguía algo nuevo para la Hermandad, la cara de niño feliz del día de la Función Principal o del Lunes Santo. Era ese

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papelito, no sé cuantas veces doblado, donde anotaba el contenido de la predicación de cada día de culto (¿dónde los tendrás guardados?). Era también la visita diaria al taller de bordados o al orfebre (pobrecillos) vigilante permanente de que lo que fuera para la Hermandad fuera siempre lo mejor de lo que los mejores artesanos podían ofrecer (por la cuenta que les traía y a ver si no). Para algunos, quizá, Juan solo se ocupaba de lo externo, de lo ornamental; pero nada más lejos de la verdad. Cuántas veces nos enteramos por él de los problemas de algún hermano. Siempre estuvo dispuesto (y se enfadaba si no se le avisaba) para acudir junto a la cama del hermano enfermo y siempre estuvo presente acompañando a la familia en los dolorosos momentos del trance supremo. Pero lo que más recuerdo de él desde que nos dejó es una aparente tontería. Cuando llegaba cada día a la Casa de Hermandad ¿sabéis lo que hacía? Antes de abrir el co-rreo, de ponerse con los Libros, con los Anales, o con la máquina la terraza y se dedicaba a regar los geranios. Y eso todos los días durante decenas de años, hasta que la edad se lo impidió. En ese sencillo gesto veo resumida toda una vida de entrega, sin reservas y sin excusas. Hoy no voy a decir esa descreída cursilada del “allá donde estés” porque sabemos perfectamente donde estás..., por cierto, déjame hacerte una pregunta: El tocado ¿cómo lo lleva? Seguro que es como Doña Concha imaginó y como tú después y ahora tu hijo lo habéis seguido disponiendo. ¿a que sí? Desde el privilegiado y bien merecido puesto que ahora ocupas no me cabe duda de que cuidarás de tu Hermandad y de que estarás pendiente de que siempre haya quien riegue los geranios de la Casa. Nosotros, mientras tanto, te echaremos de menos. Y ahora, y ya sí para acabar, ¡GRACIAS JUAN!

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Hasta luego Un Hermano iéndote a los pies de esas imágenes a las que quisiste por encima de todo y de todos, había dolor en las miradas de la mayoría, compartida en algunos casos con la incredulidad de aquellos a los que había sorprendido la noticia porque no habían llegado a saber de la lucha que durante semanas mantuviste entre quedarte con los tuyos, con nosotros, aquí en la tierra, o dejarte llevar al seno de nuestra Santísima Virgen de los Dolores que tan amorosa te esperaba que tal vez fuera el único semblante de entre todos en los que el dolor traslucía una escondida y serena sonrisa por tenerte ya por siempre con Ella.

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Medio siglo con nosotros. Cincuenta años para enseñarnos a todos, que todos, aún quien no quiera reconocerlo, tenemos que aceptar que hemos aprendido cosas de ti día tras día, año tras año, los que te hemos seguido y seguro que también muchos de los que te antecedieron, porque has sido historia viva entre nosotros, porque has sembrado tanto (algunas veces casi atropellando y sabes que te lo comenté en más de una ocasión durante tantos años) que es imposible que no se dieran los frutos simplemente porque la semilla era una mezcla de amor, con más amor, y aún con más amor… Por eso había tanto dolor esa mañana en todos, sintiendo tu cuerpo reposar a los pies de Ellos, hablando contigo, musitando casi en silencio una oración por ti y por nosotros mismos. Pero ¿qué te voy a contar que tú no sepas, si estabas más con nosotros que nunca, si todos y cada uno te advertíamos cerca, muy cerca, tan cerca que te habías introducido en nuestro propio ser para no dejar de ser mi hermano y el de todos y cada uno por nunca jamás? ¿Qué te voy a contar, si sólo ese saberte dentro impidió que brotaran muchas más lágrimas de las que aún así se derramaron?

Medio siglo con nosotros. Cincuenta años para enseñarnos a todos, porque todos aprendimos cosas de ti.

Apenas hablábamos entre nosotros, porque creo que todos lo hacíamos contigo desde el silencio que tu marcha nos había impuesto, desde el recogimiento causado por el dolor de la pérdida, compartiendo el de tu mujer, el de tu hijo, el de tu hermano, incapaces de aceptar no volver a verte en cualquiera de nuestros actos y nuestros cultos, tal vez pidiéndote un último consejo cofradiero, quizás demandándote perdón por no haberte sabido comprender del todo. Porque yo, que era aún un niño cuando tu hermano y tú ya empezabais a trabajar por nuestra Hermandad, a la que personalmente entregaste más de medio siglo de vida ininterrumpida (pocos podrán jamás decir lo mismo), se que no siempre se ha sabido entender la fortaleza de un carácter que sustentado por un amor inmenso te llevó a enfrentarte con unos y con otros, sin aceptar a veces estar equivocado porque tus impulsos estaban dictados tan desde dentro, eran fruto de una devoción tan grande que cegaba la posibilidad de cualquier razonamiento porque siempre, por encima de todo, tuviste el convencimiento cierto de estar buscando lo mejor para Ellos. Noviembre 2006

Lo que sí quiero contarte es que, después de tantos años, no puedes engañarme, que sé que no te has ido porque vas a permanecer, a través de todos nosotros, en nuestra querida Hermandad. Porque sé que cuando pase el tiempo que tenga que pasar, todos y cada uno de nosotros iremos llegando hasta donde tú has llegado ahora para seguir siendo la Hermandad que somos, reunidos con todos los que nos precedieron y te han precedido a ti. Aunque te has ido, estás; y a donde has ido iremos. Por eso no puedo, ni quiero, ni debo decirte adiós, sino hasta luego.

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Herencia de juventud N.H.D. Francisco L. Polo Blanco ¿Quien no le recuerda junto a alguna de las vitrinas a la llegada de alguno de los nuevos enseres, aquellos que como en el caso de los varales con tanto esfuerzo conseguimos sacar adelante, con la mirada ilusionada como si de otro joven más se tratase? ¿Quién no le recuerda sentado en el segundo banco de la iglesia frente al besamanos del Señor observando el cariñoso quehacer de los servidores? ¿O quién no le ha acercado la escalera para subir al palio a darle el último toque mágico a la Señora? Generaciones como la mía y otras muchas hemos tenido en Juan a una persona que, bajo la falsa imagen En definitiva, todos los Generaciones como de seriedad e intransigencia, que como yo algún día escondía a un cofrade deseoso de pertenecimos a una juvenla mía y otras transmitir sus conocimientos, sus tud emprendedora, todos, vivencias y su cariño por la muchas hemos nos sentimos orgullosos de Hermandad. A todos nos hizo las raíces de nuestros tenido en Juan a una prometer que seguiríamos con maestros. En muchos casos la sangre transmitiría el persona que, bajo la los anales, que nunca podríamos perder el sello ni dejar de sentimiento de cariño por la transmitir a los más pequeños lo Hermandad; en otros tantos falsa imagen de que otros nos habían translo sería la entrega de los mitido. Entre la persona que seriedad e infatigables diputados de sonreía orgullosa en la Campana juventud, mayordomos, intransigencia, al ver pasar a los según él “mejor secretarios y hermanos cuerpo de acólitos de Sevilla” y la mayores que llegaron a escondía a un que nos encontramos aquel día convertirse en nuestros cofrade deseoso de sobre la cama del hospital no segundos padres. Todos había cambiado nada. Mientras unidos con un mismo fin: transmitir sus que los años de aquellos que hacer Hermandad. fuimos jóvenes nos hicieron conocimientos, sus madurar, a Juan le hicieron ser Pues bien, en toda esta nebulosa de experiencias aun más tenaz. que acompañaron el crecer vivencias y su cariño Sin duda alguna se va un gran de nuestro grupo joven plapor la Hermandad. maestro, amigo y hermano, pero neaba perenne, como si de tal y como él quería queda en algo innato se tratase, la nosotros su legado, su cariño a la Hermandad figura de una persona como referente obligado transmitido durante años a tantos y tantos jóvenes. para todo aquel que quisiera saber algo de nuestro Aquellos que nos formamos junto a él, nos vemos pasado, presente o futuro de la Hermandad de las hoy ante la obligación y el reto de crear referentes Penas. La figura de Juan, o como cariñosamente le para los nuevos jóvenes, de escribir nuevas páginas llamábamos, “el Carrero”, con su maletín, el de vivencias cofrades que desde el cielo, seguro, tú portarrollos de dibujos, o el bote de cola blanca y Juan te encargarás de recopilar para unos nuevos los recortes de periódico. Persona entrañable con anales. Y todo ello, sin duda, será de nuevo bajo el la que conocimos los talleres de orfebres, manto de la Señora, la cruz de carey... bordadores o escultores.

urantes años y años, generaciones enteras hemos crecido bajo el manto de la Señora que preside la sala de enseres de nuestra querida Hermandad, la cruz de carey de la sala de juntas o las latas de atún, los montaditos y el pescaíto del rincón penoso. Hemos vivido entre bambalinas, pegadas de convocatorias y flores de cultos. Nos hemos formado como personas y como cofrades, como cristianos y penosos o dolorosos. La voz de nuestros mayores nos ha ilusionado, su ejemplo diario de entrega y amistad nos ha cimentado en la vida de Hermandad.

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Recuerdos de un amigo y hermano N.H.D. Rafael Narvaez García (Diputado de Pastoral)

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e dicen de la redacción de este Boletín que, como he sido el Oficial de Junta de Gobierno que más tiempo he estado en la misma con Juan Carrero (q.e.p.d.), recientemente fallecido, sería el más indicado para escribir sobre el día a día ó vivencias con Juan en la Hermandad. Me tengo que remontar a finales de los años cincuenta, del siglo pasado, cuando empiezan mis contactos con Juan Carrero en nuestra Hermandad. Ya nos conocíamos desde niños, pero es con motivo de la realización de la corona para la Santísima Virgen de los Dolores cuando nos reunimos con cierta frecuencia. Por cierto, las reuniones eran en lo que entonces teníamos por Sala Capitular, lo que hoy es el almacenillo frente a la Casa de Hermandad. Juan pertenecía ya a la Junta de Gobierno y fue el alma de aquella obra. Seguidamente entré a formar parte de la Junta de Gobierno, y ya como compañeros en la misma, nos veíamos casi a diario. Estamos en los años sesenta y, a través de Juan, llega el ofrecimiento que hace el profesor de Bellas Artes Ricardo Comas de la Cruz de Carey, que estaba en una Hermandad de Écija. Consideraba que era el Señor de las Penas, la imagen apropiada para lucirla, por su postura y el tamaño de la Cruz. Carrero mueve el asunto… hasta que consigue traer la Cruz. Recuerdo también su intervención en la obra de la Cruz de Guía, con reuniones constantes con Antonio Vega, para poder estrenarla en su momento. Cuando estuvo terminada, hizo hasta un ensayo para que se supiera como había que llevarla. Pero es a partir de la Junta de Gobierno que preside José González Reina, siendo Juan MayorNoviembre 2006

domo Segundo, con Caballero Amoscótegui de Mayordomo Primero y el que suscribe de Secretario Primero, cuando despega en sus inquietudes artísticas, que siempre tuvo. Es el comienzo de las modificaciones en el paso de Palio, de respiraderos de metal a faldónrespiradero bordado, que se hacen poco a poco. Se celebra por aquella época, el Sínodo Diocesano y al principio, no contaron con las cofradías, pero de pronto, nos llaman a participar, con unos programas de reuniones, encuestas, etc. que nos venían un poco apretados. Para estar en primera fila, como siempre quería Juan para nuestra Hermandad, esto lo cuento como anécdota, llenábamos nuestros coches de la gente joven, y nos dedicábamos a llevarlos de un lado para otro, para que asistieran a los actos programados. Es el tiempo también de la realización del Altar de Quinario, con reuniones en el taller de Jesús Domínguez, en el de Esperanza Elena Caro y otras tertulias con cofrades de distintas hermandades. Igualmente viví con Juan sus principios como investig ador y escritor de temas cofrades, sus primeros Anales y Diccionario Cofrade. Y quiero destacar especialmente el portentoso archivo cofrade que ha dejado. Como se puede apreciar, no es este articulo una reseña de la obra artística de Juan Carrero, pues ya habrá otros que se encarguen de ello, y aunque no siempre coincidían nuestras opiniones y teníamos puntos de vista distintos en algunos temas, creo haber perdido un compañero, un hermano y un buen amigo de toda la vida, por lo que ofrezco estas líneas como recuerdo y homenaje al gran cofrade que fue Juan Carrero Rodríguez (q.e.p.d.).

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