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DOMINGO, 28 DE JUNIO DE 2009. NÚMERO 4.158
Precio: 1,70 euros
DIARIO INDEPENDIENTE
Las tropas españolas disparan ayer salvas, en plena plaza del Pan, durante la recepción oficial a las tropas. / MANU REINO
Con todos los
honores DEPORTES/38
de las tropas, con cerca de 300 participantes, se convirtieron en un vistoso aperitivo de la Batalla que se va a desarrollar hoy Cuadernillo. El relato de la Batalla, por Javier Moreno, y el gráfico del movimiento de tropas TALAVERA4A10 EDITORIAL: «LA BATALLA VICTORIOSA»
Y ADEMÁS… CASTILLA LA MANCHA 24
Bautista se cae al chocar con Aoyama y le cede el liderato
OBRAS
El piloto talaverano no pudo terminar la carrera de ayer en Assem. En Moto GP, Rossi celebró su victoria número 100 en el Mundial.
POLÍTICA
CRISIS
Rajoy dice que la alternativa de Gobierno es «una necesidad imperiosa» para el país
La crisis incrementa las rebajas veraniegas para llegar a más consumidores ECONOMÍA35
Tino Muñoz confía en cerrar pronto un acuerdo: «El Talavera no está muerto»
4Brillante prólogo. El desfile y la recepción
El helipuerto del Hospital estará acabado el próximo mes de septiembre Las obras de construcción del servicio de helipuerto del Nuestra Señora del Prado se iniciaron a finales de mayo y en estos momentos se encuentran en las labores de cimentación. TALAVERA16
ESPAÑA31
SANIDAD INTERNACIONAL
Iraq espera con inquietud la retirada de EEUU MUNDO36
Sanidad confirma dos nuevos casos de gripe A, uno de ellos en una embarazada SOCIEDAD45
Los ex consejeros de CCM dicen que no aprobaron las últimas cuentas 4UGT, presente en la Asamblea, dio el visto bueno «por responsabilidad» La Caixa crea en CastillaLa Mancha un Equipo de Atención a Enfermos Avanzados
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HOY CON LA TRIBUNA AGUSTÍN DÍAZ YANES
ADALID DEL CINE NEGRO ESPAÑOL
14TALAVERA
LA TRIBUNA DE TALAVERA DOMINGO 28 DE JUNIO DE 2009
TALAVERA15
DOMINGO 28 DE JUNIO DE 2009 LA TRIBUNA DE TALAVERA
REPORTAJE GRÁFICO: MANU REINO
DE T A L A V E R A
LaTribuna
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los arroyos de La Taberna y de La Atalaya, quedando cientos de muertos de ambos bandos esparcidos entre los primeros bloques de granito y la tierra de Cervines. La mañana pasó en silencio. Sólo algún disparo contra los buitres que se acercaban a los cadáveres del campo de batalla, despertaba del sopor a los hombres atrincherados. La tierra, ya segada, ofrecía poco escondite frente al sol que caía sin piedad y las balas de los cañones. Los soldados, originarios de media Europa, observaban la torre árabe erguida con orgullo sobre el campo de batalla; los hablaba de tiempos pasados en los que los hombres, a buen seguro, también habrían peleado por esa misma tierra. El agua escaseaba. En las labranzas arrasadas de la retaguardia los heridos se acumulaban, mientras la ciudad, punteada de torres de iglesias y pegada al Tajo, vivía enclaustrada dentro de las murallas. Víctor atacó de nuevo al mediodía cuando el sol jugaba a robar la sombra de los hombres. Era la ofensiva definitiva. Las tropas alemanas del general francés Leval se lanzaban sobre el Pajar de Vergara; las divisiones de Sebastiani y Lapisse hacían lo propio sobre la ladera sur del Cerro Medellín, mientras que los restos de las unidades que habían entrado en combate durante los días anteriores, intentan envolver por el norte a las tropas inglesas y portuguesas, reforzadas a última hora por la caballería de Alburquerque. A las seis de la tarde todo había acabado. Los dos ejércitos se retiran, dejando sobre lo que ahora es el embalse de La Portiña y sus inmediaciones los cadáveres de catorce mil hombres. Cuando se van a cumplir ciento noventa años de la batalla de Talavera, el escenario de la contienda presenta un aspecto muy distinto al que tendría en los primeros años del siglo XIX. El agua embalsada que anega el valle de La Portiña y las encinas que ganan cada día terreno a los antiguos campos de cereal contribuyen a ello. Pero sí que hay algo que en el atardecer de los últimos días de julio, cuando los chotacabras y alcaravanes lanzan su canto lúgubre y repetido, parece emanar del ambiente de este paraje natural y cultural singular de Talavera. Puede que sea el recuerdo de los hombres que perdieron la vida al pie de una torre morisca, en un país que no conocían y al que muchos de ellos no sabían a que habían ido; o puede que sea la certidumbre de que sólo hay algo más absurdo que las guerras que pasaron: las que han de venir.
MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ
26 Y 27 DE JULIO. Habían sido días duros. Wellesley había ordenado retroceder al ejército de ingleses, portugueses y españoles que días atrás se había lanzado tras el general Víctor, al que había obligado a abandonar Talavera y retirarse camino de Madrid. Pero la falta de coordinación entre el general Cuesta y el propio Wellesley, empeñado el primero en perseguir a Víctor más allá de Torrijos y el segundo, más prudente, permaneciendo en las inmediaciones del Alberche, había dado pie al francés a contraatacar con fuerza sobre las voluntariosas fuerzas españolas, que no habían tenido más remedio que volver a cruzar con muchos apuros el Alberche, por el puente de la carretera, mientras que los ingleses lo hacían más al norte, en las inmediaciones de las Casas de Salinas. Al atardecer del día veintiséis, Wellesley montaba una línea defensiva de urgencia con el puesto de mando situado sobre el cerro Medellín, y que se extendía desde la Ermita del Prado, en las afueras de la ciudad, hasta poco más abajo de la torre morisca levantada, al norte, sobre la sierrezuela granítica en la que algún escuálido chaparro sobresalía entre las grises piedras. Los ingleses y portugueses se instalaron sobre el Cerro Medellín y subiendo por la ladera del berrocal; los españoles, separados de los anteriores por una batería inglesa de diez piezas sobre el Pajar de Vergara, al sur. El día veintisiete discurrió mientras los hombres se ubicaban y los generales estudiaban la situación. Tres divisiones francesas al mando del mariscal Víctor se posicionaron sobre el cerro del Cascajal, mientras que las divisiones de caballería de Latour, Maubourg, Milhaud y Merlin, lo hicieron frente a los españoles, en las proximidades de Talavera. El arroyo de La Portiña hasta entrar en la ciudad y ésta misma, marcaban la divisoria del frente. Cuando la noche acabó de cerrarse sobre los campos secos y sin vida, cien mil hombres intentaron acomodarse sobre lo que sabían que sería el terreno donde habrían de enfrentarse los dos ejércitos. A las nueve de la noche Víctor, para probar la fuerza de los aliados, manda atacar a tres divisiones el Cerro de Medellín. Fueron rechazadas ladera bajo por las tropas del general Hill. La batalla había comenzado. 28 DE JULIO. Cuando el alba rayaba a Levante, a las cinco de la mañana, Víctor manda nuevamente a los hombres a su mando contra los ingleses. La división Ruffin cruza La Portiña, protegida por un intenso fuego de artillería, hasta chocar con la división Hill, que los rechaza entre las vaguadas de
Una pareja se despide ayer, víspera de la Batalla. / MANU REINO
Este artículo se publicó por primera vez en La Tribuna de Talavera el 26 de julio de 1999