Arnaldo Ponce y la piedra del curanto por Daryl Portak Capítulo 1 Entre gallos y medianoche En las playas de Guanaquero, un niño, hijo de un humilde pescador y una trabajadora temporera de la industria del pisco, pronto descubriría que él no iba a convertirse en un periodista científico que trabajaría haciendo los reportes de los descubrimientos de los observatorios astronómicos locales. La Virgen de Andacollo tenía otros planes para sus mandas, él recibiría la bendición de convertirse en el guerrero de la luz. Él combatiría con las fuerzas de la oscuridad que deambulan por los rincones del Valle del Elqui... se convertiría en un mago. Y sin duda, en uno de los mejores. Sus padres lo habían matriculado en el Liceo Municipal de la Serena a fin de año, había cumplido los 11 años el 21 de junio y entraría a séptimo básico. Era lo que siempre había soñado, estar cerca de la biblioteca para poder conseguir con más facilidad los libros que siempre había querido leer y que nunca pudo encontrar en su pequeña escuelita. No podía estar más agradecido de ellos, por todos los sacrificios que habían hecho por él y no hallaba la hora de que terminaran las vacaciones para demostrarles que no los iba a defraudar. Sus mejores amigos y compañeros de curso, Analí Sanhueza y Roberto Estay llegaron a su casa ese viernes en la tarde para contarle que estaban pololeando con permiso desde ayer. Arnaldo saltó de gusto, él ya sabía que desde hace varios meses que habían intentado convencer a sus padres, sin resultado.
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Decían que eran muy chicos, pero ya sabían muchas más cosas que el cuento de las abejitas que les relataron. No era que fueran unos expertos, pero ya sabían como venían los niños al mundo... y definitivamente no se iban a arriesgar a hacer la prueba. Sólo querían caminar de la mano y besarse apasionadamente de vez en cuando. -¡Felicitaciones!-fue todo lo que Arnaldo atinó a decir. -Gracias, Pela’o-le dijo el Beto, dándole una palmadita en la espalda. -Gracias, Naldito-lo besó la Ani, llenándole la mejilla con el rouge que le había sacado a su mamá para pintarse los labios. -No se te quita lo cariñosa, Ani. No se vaya a poner celoso el Beto y vaya a recibir algo más que una palmadita-sonrió Naldito. -No, tontito. Si tenemos las cosas bien clarasrespondió la Ani ayudándole a limpiarse las marcas de la mejilla. -Así que te vai pa’ La Serena, Pela’o-preguntó el Beto. -Si, poh... al Liceo Municipal. Pero todavía falta un mes...-respondió algo bajoneado el Naldito. Sus amigos se quedarían en la escuela, terminarían el octavo y entrarían de aprendices a algún taller. Se lamentaba que ellos no tuvieran la misma suerte que él. -Y hay que aprovecharlo, Naldito... mira que después sólo te vamos a ver por la tele cuando salgái haciendo tus reportajes de astronomía-trató de reconfortarlo la Ani. -Claro que nos vamos a ver de nuevo, no digan leseras...-respondió algo molesto por el comentario. Aunque sabía que tenía razón. -Ya, Pela’o, córtala. No te pongái tragicómico pa’tus cosas. Mira, te venimos a invitar a pasear a Andacollo. Vamos con los papás de la Ani, podís
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aprovechar de saludar a la Virgen. Le pagái las mandas y le pedís que te consiga una polola en el Liceo...interrumpió el Beto, guiñándole un ojo. Sabía que su amigo era más corto que viraje de colilargo. -Pero a mí no me gusta tocar el violín... ¿Cómo no van a querer pasar febrero solos como dos tortolitos?preguntó el Naldo, intentando buscar alguna excusa para arrancarse. -Oye, Naldito... No seai menso, si podemos estar solos en cualquier otro momento. Queremos pasarlo bien con nuestro mejor amigo antes que se vaya... ¿cachái?-le respondió la Ani-...gracias a ti y tus consejos bacanes pudimos convencer a nuestros papás que nos dieran permiso. Tuvo que aceptar, partirían el lunes a primera hora... Y para asegurarse que no se arrepintiera, la Ani y el Beto ya habían hecho que sus papás convencieran a los del Naldo que le dieran permiso. Cuando entró a la casa, su mamá estaba sirviendo la once... y había preparado brazo de reina relleno con dulce de membrillo, su favorito. -Naldito, que son simpáticos tus amigos al invitarte a Andacollo. Así no te vas aburrir aquí todo febrero. -Sí, mamá... Seguro me iba a aburrir aquí. Tengo varios libros para leer. -Hay más cosas en la vida que andar leyendo. Apenas tienes 11 años, yo a tu edad recién había dejado el chupete... -...y estabas empezando a salir a comprar sola...terminó Arnaldo-... ya me sé ese cuento de memoria. Nadie deja el chupete a los 11 años... -Mírame los dientes... ¿por qué crees que los tengo así? -Porqué yo te tomaba mucha leche, como a ti no te gustaba y no la reponías, te bajó el calcio.
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-Si es tan inteligente mi Naldito-le dijo, acariciándole el pelo cortado exageradamente al ras. Así le gustaba a ella y sobre éso no se discutía. Le puso medio brazo de reina en el plato y le llenó el tazón de leche con plátano a punto de congelarse. Arnaldo sabía que tendría que comérselo todo sino quería terminar intoxicado tras limpiar el asqueroso baño de la junta de vecinos, de la cuál su mamá era la tesorera. Nadie llevaba las cuentas mejor que ella y la poca plata que hacía con su marido se convertía en una fortuna en sus manos. Nunca se había pasado hambre en su casa y éso quedaba demostrado en la robusta contextura de Arnaldo, que por supuesto no hacía mucho deporte y tenía que seguir la dieta supercalórica y casi balanceada que le daba su madre. La entrada de su padre lo salvó de tener que tomar un segundo tazón de leche y terminar con los labios morados. -Papá...-saltó Arnaldo de la mesa, chocando con su mamá que estaba a punto de llenarle de nuevo el tazón, para correr a saludarlo. -Oso...-respondió el papá que no andaba con muchos ánimos de jugar a la lucha libre con su hijo el día de hoy, esquivándolo hábilmente. Pero Arnaldo fue más rápido y cogiendo a su papá de los talones lo hizo perder el equilibrio, haciéndolo caer de espaldas contra la puerta abierta que sonó tan fuerte al golpear contra el muro que salieron varios vecinos a ver que había pasado. Arnaldo, mientras tanto ya se había ubicado de pie junto a la cabeza de su papá, que yacía tendido en el suelo, para aplicarle el codazo del pueblo. Sin darse cuenta que todos lo observaban, levantó la ceja, corrió de costado a costado rebotando en un estante y un sillón para caer sobre su padre. A lo lejos se escucharon los aplausos de los niños del barrio y los gritos de: “Arny, Arny, Arny...”. La mamá estaba muerta de la risa y su hijo estaba más colorado que tomate, pero sacando fuerzas de flaqueza
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quiso completar el show y le gritó a su hermano chico, que andaba pichangueando por ahí y que por éso siempre llegaba tarde a tomar once: “¡Pepe!... ¡Cuenta!...”. Corrió lo más rápido que pudo, más de dos cuadras, su estado físico era mil veces mejor que el de su hermano. Se tiró de guata y comenzó: “1, 2, ...” y don Javier se sacudió. Agarró a los dos de una oreja, los hizo entrar, sonrió saludando estúpidamente a los vecinos y los siguió cerrando con fuerza la puerta. Afuera todos los estaban pifiando e incluso se acordaron, aunque no muy cariñosamente, de su santa madre. A la señora Josefa ya se le salía el delantal de tantas carcajadas. Don Javier no aguantó más y se puso a reir también, sacudiéndose un poco. -Te faltó poco, Rocky-dijo burlándose de Arnaldo. -Es que el Pepe se demoró mucho-respondió sacándose los pillos. -Sí, claro... “Campeón de la Pobla”-lo coronó su hermano. -Además contaste muy lento... parece que mi papá te dio más plata esta semana. -Por supuesto, Rocky... yo soy el dueño de la WWF: “Wanaqueros Wrestlin Federéichon”. Y por éso te voy a suspender el permiso para ir a Andacollo. De pronto el aire se puso muy denso. A Don Javier se le había pasado la alegría y estaba muy enojado. Y cuando éso pasaba, se ponía como tiburón. E incluso esos feroces peces hubieran salido corriendo despavoridos en sus aletas posteriores. Nadie lo iba a hacer cambiar de opinión, excepto su señora, claro. Pero esta vez, incluso a ella le iba a ser muy difícil. Encolerizado, Don Javier los mandó a los dos a acostarse... y recién eran las siete de la tarde. Se quedó conversando con su señora. -Oye, Chepa... -¿Qué le pasa a mi Virito?-dijo ella acariciándolo melosamente
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-...aunque me cortes el agua, el Naldo no va a ir a Andacollo-respondió rechazándola. -¿Pero por qué no, Virito?-intentó insistiendo. -Ya se le pasó la mano. Mira que dejarme en ridículo frente a todos los vecinos. -El Naldito es sólo un niño, Virito. No deberías ser tan duro con él...-dijo ella abrazándose a su espalda y tanteando entre camisa y pantalón-...mejor se “bien dura” conmigo. -Va a depender de cómo andes esta noche...respondió el rindiéndose a los deseos de su esposa. Recuperó el control y la besó como cuando recién estaban pololeando. -oA la mañana siguiente, se levantaron tarde. La señora Chepa, demasiado sonriente, le llevó a éso de las 11, el desayuno a sus hijos. Arnaldo y Pepe nunca la habían visto tan contenta... de hecho, nunca les traía el desayuno a la cama y nunca los dejaba dormir después de las 9 los fines de semana. -Naldito, Pepito, les traigo el desayuno-cantó melodiosamente. -Gracias, mamá-respondieron intercambiando miradas de incredulidad. -Les tengo una mala y una buena noticia. -La mala es que seguimos castigados y la buena es que el papá y tú se pusieron en la buena. -No, tontitos. Aunque en parte tienen razón. Van a seguir castigados hasta mañana, cuando los llevemos a la misa de las 8. Allí se van a confesar con el Padre Alberto y van a ayudarle el resto del día en lo que él les pida. Si está conforme con su cometido, su papá les va a levantar el castigo. Deben demostrar que son buenos niños y que están dispuestos a ayudar a su comunidad. -¿Y voy a poder ir a Andacollo?
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-¿Y yo al Estadio La Portada? -Claro, niños... de éso me encargo yo. Cómanse todo y ordenen sus cosas sin que su papá se dé cuenta. -¿Qué vas a hacer mamá? -Ya les explicaré después, ahora tengo que ir a hablar con unas comadres... ¿pueden hacer el aseo ustedes?-sonrió la señora Chepa mostrando sus postizos. -No nos queda otra... Ignorando el comentario, salió a atender sus asuntos. -¿Qué locura irá a hacer ahora?-preguntó Pepe. -No sé, bráder... tú sabes que con la mamá se puede esperar cualquier cosa. -Cachipún, al que pierde le toca el baño. Pepe sacó piedra y Naldo tijera. -Gané... -A la tercera-alegó su hermano. Pepe sacó tijera y Naldo papel. Pasaron el resto de la mañana haciendo el aseo. Con asco y disgusto, Naldo, dejó el baño reluciente... tanto que los destellos de sol del mediodía enceguecían por unos instantes al que entraba. Mientras el papá preparaba el almuerzo, subieron a su pieza diciéndole que iban a ordenarla... de hecho nunca había quedado tan bien. Comieron el arroz con pollo en silencio, la mamá no llegó. Don Javier no parecía del todo convencido del “cambio” que habían sufrido sus hijos y pensó que algo estaba tramando su señora. Mientras lavaban los platos, su padre salió a jugar unas mesitas de pool con los amigos. Al menos éso les dijo, pero en realidad partió a tratar de averiguar en que andaba la Chepa. Al rato entró ella a la casa, les guiñó el ojo y les dio un beso a cada uno pidiéndoles que bajaran sus cosas. Con un profundo halo de misterio y sin decir palabra tomó las mochilas y salió de nuevo.
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Al caer la tarde volvió el papá, con cara de no haber descubierto mucho acerca de los planes de su esposa. Contempló a sus hijos sentados en el sofá preparados para ver el capítulo de la lucha libre del sábado, los miró maliciosamente y se dejó caer en plancha sobre ellos, muerto de la risa. El Naldo y el Pepe intentaban defenderse con los cojines, cuando entró la señora Chepa acarreando algunas bolsas del supermercado. Con la que traía el helado le hizo un tremendo cariño a su marido en la cabeza. Aprovechándose de las circunstancias, sus hijos le cayeron encima haciéndole cosquillas. Don Javier se revolcaba como loco en la alfombra, mientras su señora le preguntaba si se rendía con voz de árbitra profesional. Siguiendo el juego y viendo que no le quedaba otra golpeó el piso. La señora Chepa había dejado abierta la puerta, porque venían unas amigas con ella, las hizo pasar mientras ayudaba a sus hijos a ponerse de pie levantándoles los brazos y dándolos como ganadores. -Aquí con las nuevas oficiales de la WWF hemos hecho una vaca y compramos el 51% de tus acciones, lindo-dijo sonriéndole irónicamente a su esposo-Ahora somos las dueñas... ¿cómo te quedó el ojo? Las amigas sabían que la Chepa hacía locuras de vez en cuando. Nunca olvidarían la vez que le cortó la parte de atrás de los pantalones al Director de la escuela, que se paseó varios recreos por el patio hasta que la Inspectora General se apiadó de él y lo llevó a su oficina. Siempre las hacía reír, pero hoy definitivamente se la estaba jugando. Así que se pararon detrás de ella, manos en jarra, cara de pocos amigos y pose de hembras dominantes. Don Javier se paró humillado nuevamente y saludó a la Paula y a la Jenny. Se sentó en el sofá entre sus hijos y se quedó viendo con ellos la lucha libre sin decir palabra. Ellas se fueron a copuchar a la cocina. El
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Naldo y el Pepe también se quedaron callados, no querían tener más problemas con su papá. -oFinalmente llegó la mañana del domingo y bien desayunados partieron al alba a la parroquia. A las ocho en punto entró el Padre Alberto a oficiar la liturgia. Tan flaco y tan alto era que parecía un tallarín, pero era un verdadero obeso en sabiduría y bondad. El sermón trató acerca de cómo los hijos debían honrar a su padre y a su madre, tal como lo había hecho Jesús con José y María. Pero también les recordó que siempre debían tratar con respeto a sus hijos, porque en los niños renace Cristo. La homilía concluyó apaciblemente y Naldo y Pepe se acercaron al confesionario. -Padre Alberto, nos acusamos de haber deshonrado a nuestros padres y de haber sido malos niños. -Oigan, serafines...-respondió el párroco-...desde cuando que se confiesan juntos. -Es que esta vez lo hicimos los dos. -¿Y de qué se trata ahora? Le relataron todos los detalles del incidente de ayer. El Padre Alberto tuvo que morderse la lengua para no matarse de la risa al imaginarse a Don Javier tirado en el suelo mientras sus hijos jugaban con él. Él consideraba todas las travesuras como accidentes, aquí no había desgracias, pues el Ángel Guardián de los niños siempre los cuida. -...así que por éso estamos aquí listos para recibir su penitencia. -Como ya limpiaron su casa no será necesario que lo hagan con la capilla, excepto recoger los cantorales... Pero habían cantado victoria muy pronto. -...y sacarle el moho a las campanas.
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Estarían hasta quizás que hora de la noche para sacarles las costras de mugre que tenían y quedarían tan cansados que mañana no iban a poder levantarse para salir. Todo el mundo sabía que era un trabajo de chinos y se hacían los locos. No estaban equivocados, y era casi lunes cuando habían terminado. Iban a bajar, cuando dos figuras con pasamontañas entraron por la ventana del campanario, echaron los badajos a unos sacos negros y se dejaron caer al patio para huir hacia la calle. Saltando de a varios escalones cada vez se apresuraron a avisarle al Padre Alberto, pero lo encontraron amordazado y atado de pies y manos en su despacho. Todo estaba revuelto. Lo liberaron y éste les explico que un grupo satánico había entrado a robar. Se habían llevado varios objetos consagrados. Naldo y Pepe les dijeron que también sacaron “las cosas que hacen que las campanas suenen”. -Pepe, tú que corres rápido trata de cachar para donde arrancaron...-ordenó Naldo-...yo voy a llamar al 133. Pepe salió corriendo, mientras el Padre Alberto intentaba convencerlo de que no se arriesgara al tiempo que trataba de reincorporarse. -Padre, quédese aquí yo voy a hacer la denuncia. Naldo se apresuró a salir al pasillo lateral que daba a las dependencias interiores y levantó el teléfono público para marcar, cuando se dio cuenta que no tenía tono y el cable estaba cortado. De pronto sintió una mano grande enguantada que le tapaba la boca y lo hacía entrar al salón de reuniones. Justo al centro vio unas velas negras, un dibujo hecho con sal de una estrella de cinco puntas encerrada en un círculo y un gallo decapitado en el centro. Estaba tan asustado y descompuesto que casi vomita. El asombro ayudó a que la voz que su mamá trataba de fingir sonara más convincente.
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-Vai a morir pollo caurito o te voy a mandar a saludar al cola’e flecha en persona-dijo la señora Chepa ahuecando la voz y soltándole suavemente la boca. Asintió con la cabeza. -Bien, éso te va a salvar hasta que te llevemos pa’sacrificarte. -¿Mmmme vvan a sssacrriificar? -Claro, pendejo. Al malulo... ¿cachái? -¿Ccccon uuunno ddde eeesssos ccuchichillos ddee llas peelículaas?? -No... con un punzón con harto ajo. Pa’que te duela hasta la tusa. En ese momento entró el Padre Alberto a hacer su parte de la escena. -Atrás, servidor de Satanás-increpó a la señora Chepa alzando su crucifijo. -Jajaja... vos créis que con tus chucherías me vai a asustar. Arnaldo, recuperando el control se escabulló hacia la capilla para recoger un poco de agua bendita. Volvió justo para ver cuando el demonio hacia volar el crucifijo de las manos del Padre Alberto con un gesto de su mano. Le arrojó el sagrado líquido al rostro cubierto y la bestia dio un gritillo agudo. La señora Chepa lo había ensayado varias veces en el taller de teatro de la escuela y nunca había pensado que le podría ser útil. Salió corriendo y saltó por la ventana para juntarse con la Paula y la Jenny que habían dejado caer los sacos negros unas cuadras más allá para que Pepe los encontrara. Don Javier, que no tenía idea de lo que estaba pasando y que sabía la penitencia que estaban realizando sus hijos, calculó que ya estarían listos. Se levantó a llamar a su señora, justo cuando ésta venía entrando por la puerta de la cocina con una taza humeante.
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-Virito... ¿te quieres tomar un café antes de ir a buscar a los niños? -Claro, Chepita. No alcanzó a poner los labios en la taza cuando sonó el teléfono. Era el Padre Alberto que llamaba para solicitarle que viniera pronto, porque había habido un atentado satánico en la capilla. Con la cara blanca, dejó caer la taza en la mesa y salió corriendo. La Chepa fue detrás de él preguntándole que pasaba. Él sólo le decía que se apurara, que los niños podían estar en peligro. Llegaron justo a tiempo para ver como el Padre Alberto los felicitaba por haber salvado la Casa de Dios del ataque de Satanás. Don Javier abrazó a sus hijos y les preguntó si estaban bien. Ellos respondieron con una sonrisa y sin que alguno de los tres lo notara, la señora Chepa le agradeció con la mirada al cura que ya iba para santo. Por el camino de regreso, Naldo y Pepe le fueron relatando a su papá los acontecimientos con la exageración clásica de los niños. Él mismo los pasó a dejar a esa hora, a sugerencia de su esposa, a las casas de los amigos con quienes debían salir por mañana. Nunca notó que jamás pasaron a recoger sus mochilas y que los recibieron muy amablemente para ser la una de la madrugada. En la bodega del salón de reuniones quedó guardada la escenografía y el gallo decapitado de esponja... nuevamente la Chepa se había salido con la suya y había asegurado la felicidad de toda su familia.
Capítulo 2 La Virgen de Andacollo Era poco más de la una y media cuando llegó el Naldo donde la Ani y el Beto. Estaban esperándolo
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despiertos, porque todo el pueblo ya se había enterado de lo que había pasado en la capilla. -Buena, Pela’o...-lo felicitó el Beto-...así que el “guerrero de la luz” salvó al Padre Alberto. -Bien hecho, Naldito...-lo abrazó la Ani y le dio un sonoro beso en la mejilla-...demás que ahora la Virgen de Andacollo te cumple todas las mandas. -Ya, simpáticos... si no es para tanto. Cualquiera sabe que hay que tirarle agua bendita a un demonio pa’espantarlo-respondió el Naldo. -Oye, Pela’o. No seai modesto, hay que ser más valiente que la chu...-alcanzó a decir antes que la Ani lo mirara feo-...bueno, muy valiente, para haber hecho lo que tú hiciste. -Ustedes saben, la situación, el instinto de sobrevivencia, la adrenalina, todo se conjuga para que...-empezó el Naldo. -Ya, Naldito...-lo interrumpió la Ani-...no empieces con detalles técnicos y cuenta lo interesante. Allí, lo más calladitos posible, para no despertar a la Panchita y provocar su lloriqueo de guagua de 3 meses, comenzó el Naldo a relatar los acontecimientos de la capilla. Cuando iba a llegar a la parte del gallo decapitado sonó un quiquiriqueo a la distancia y casi se mueren del susto. La señora Delia, que ya tenía el desayuno servido, los invitó a bajar. Don Carlos le dio un beso a su hija y tremendos apretones de mano al Beto y al Naldo, luego les pidió que se sentaran a la mesa. Tomaron un delicioso chocolate caliente y panqueques con miel, mientras conversaban. A las siete en punto subieron a la camioneta y se dirigieron a tomar la carretera. El viaje a Andacollo no dura más de media hora, así que a las ocho ya estaban instalados en la Residencial de Doña Virginia. Una señora viuda que a pesar de los años no había perdido el encanto de su juventud y seguía atrayendo a los caballeros... le agradaba mucho, pero siempre les
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coqueteaba sin comprometerse. Le gustaba jugar con ellos, pero seguía amando a su difunto esposo y no iba a mancillar su honor con cualquiera. La señora Delia y Don Carlos estaban conversando amenamente con Doña Virginia, mientras los niños estaban organizándose para salir a dar una vuelta al pueblo durante la mañana. Venían a pedir permiso cuando entró el suplementero a dejarle “La Cuarta” a la dueña de casa. Estaba en primera plana con letras rojas: “Ángel salva la parroquia de Guanaqueros” y arriba más pequeño: “Niño bendito espantó al cola’e flecha”. Trataron de escabullirse, pero ya era demasiado tarde. -Claro... si éso era lo que Arnaldo iba a contarle, Doña Virginia-le indicó la señora Delia. -Salimos temprano, para que no nos pillaran los reporteros. Deben haber entrevistado al Padre Albertoacotó Don Carlos. -Venga para acá...-dijo Doña Virginia, apretujando a Arnaldo-...mi angelito. Que yo le voy a hacer un altar. -Ppppppphmmmodría soltarme, por favor-suplicó muy asfixiado el Naldo. Tuvo que contar la historia de nuevo, mientras Doña Virginia revisaba el diario para ver si le habían cambiado algo. Cuando hubo terminado y tras haber satisfecho todas sus dudas, tomó el teléfono e hizo dos llamadas. La primera, al carpintero para que le hiciera un letrero nuevo: “Residencial: El Ángel de Guanaqueros” y la segunda, a la prensa. Los niños consiguieron el permiso, pero debían estar de vuelta a la una para almorzar y con todo el jaleo que se había armado ya eran más de las diez. Caminaron un par de cuadras antes de llegar a la plaza y dejarse caer en un banco. -Buena, Pela’o...-palmeó el Beto la espalda del Naldo, más fuerte que otras veces-...ahora sí que vai a ser famoso.
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-Y yo voy a tener el primer autógrafo de la estrella...-dijo la Ani sacando un cuaderno y un lápiz-... en algunos años valdrá millones. -Yo quería pasar piola... todo se funó ahora.-se lamentó el Naldo. -No seai tan tímido, Pela’o...-lo consoló el Beto-... ahora vai a tener un montón de admiradoras. Te van a despedazar las minas del Liceo. -Ya, poh, Naldito... fírmame aquí: “con mucho amor para mi queridísima amiga Ani”. -Está bien...-respondió haciendo una mosca a regañadientes-...pero te va a costar las 40 velas que necesito prenderle a la Virgen. -Vamos al supermercado entonces, Pela’o. Nos compramos un helado a la salida-sugirió el Beto. La Ani guardó su cuaderno haciendo un exagerado gesto de fanática de Paolo Meneguzzi, cerró su mochila, tomó de la mano a su pololo y se encaminaron a la puerta. El Naldo se rezagó a propósito para echarle una mirada a una malabarista muy hermosa que estaba practicando, parecía tener un talento increíble. De hecho, tras mirar con detención parecía que realmente las clavas volaran y nunca tocaran realmente sus dedos. Los llamados de sus amigos comenzaron a desvanecerse y el tiempo se puso muy lento. Por unos instantes ella lo miró fijamente, sin perder el encanto ni el control de su juego y le sonrió. -Hola, Arnaldo. -¿Cómo sabe Usted mi nombre, señora? -Señorita, para ti. -Señora o señorita, lo que sea... ¿Cómo supo mi nombre? -Leo el diario como todo el mundo. -Pero si en el diario no sale mi foto... Oiga... ¿Cómo sabe que soy yo él del diario? -No importa, pero tus amigos te esperan.
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La marcha del reloj comenzó de nuevo y se sintió desorientado. Vio a sus amigos en la entrada del supermercado que lo llamaban, caminó sin detenerse al pasar junto a la malabarista ni recordar que habían hablado y los alcanzó. Compraron las velas, salieron y le pidieron tres Chirimoya Alegre al heladero. -Oigan... ¿Dónde se fue la malabarista?-preguntó el Naldo. -¿Quién?-respondieron a coro la Ani y el Beto. -Había una aquí hace un momento. -Te está afectando tu encuentro con el diablo, Pela’o-sentenció el Beto. -Está teniendo visiones apocalípticas...-añadió riéndose la Ani-...mujeres demonio que dan vuelta la cabeza. -Yaaaa... si estuvo buena la talla.-rogó el Naldo. -¿Qué talla, Pela’o?-respondió el Beto. -Obvio que vieron a la malabarista y me están tomando el poco pelo que tengo-sugirió el Naldo. -No, Naldito... si no te estamos agarrando...concilió la Ani-...no había una malabarista aquí. -Disculpe, señor...-dijo el Naldo dirigiéndose al heladero-...¿Podría decirle a mis chistosos amigos que todos los días viene una malabarista a ensayar? -No, no puedo, joven-respondió el anciano. -¿Por qué no?...-indagó el Naldo-...¡Ah!, ya sé. Mis amigos están coludidos con Usted. -No es éso, joven...-continuó el vendedor-...Llevo 50 años con mi carrito en esta plaza y en toda mi vida he visto un malabarista. -Era una mujer-hizo notar el Naldo. -Menos-concluyó Don Mino, como lo conocían todos en el pueblo. Para cuando terminaron los helados y bastante convencidos de que el Naldo se estaba volviendo loco, ya eran diez para la una. Se apresuraron en volver y tras pasar bajo el reluciente letrero nuevo entraron a la
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Residencial. No alcanzaron a probar el postre, porque antes de que pudieran clavarle el tenedor a la torta de chocolate llegó la horda de periodistas, acompañados como siempre de fotógrafos y la televisión. El Naldo quería desvanecerse... y así fue, desapareció frente a las cámaras, a vista y paciencia de todo el mundo. No entendía lo que estaba pasando, todos corrían sin notarlo, mientras él trataba de llamar la atención. -El Naldito debe haberse escondido porque es muy tímido, mamá-sugirió la Ani. -Claro, tía. Al Pela’o le tiritan las rodillas cuando lo va a ver la Conny-agregó el Beto. -No lo ayuden a ganar tiempo, pillines...-concluyó la señora Delia-...¿díganme dónde se escondió? -No te van a decir, Delia...-respondió Don Carlos-...son uña y mugre. No lo van a traicionar. -Pero si le juramos que no tenemos idea...suplicaron-...andaba medio raro. Dice que vio una malabarista en la plaza. Habían metido la pata. Los periodistas venían por una pequeña noticia y ésto se estaba empezando a poner bueno. Ahora el niño héroe estaba teniendo visiones, podían inventar que era alguna animita que se le apareció. Se los llevaron frente a las cámaras y comenzaron a bombardearlos a preguntas, mientras Arnaldo seguía intentando hablar con alguien. Fue cuando se dio cuenta que junto al móvil estaba la malabarista. Se cansó de gritarle a un camarógrafo y decidió darle un golpe a la cámara para que apuntara hacia donde él quería. No pareció notarlo y sin que se hubiera percatado volvió a tomar el cuadro de la entrevista a sus amigos. Indignado se dirigió donde la mujer y cuando llegó donde estaba ella... desapareció frente a sus ojos. Entonces, todo pareció volver a la normalidad, la Ani y el Beto fueron los primeros en volver a verlo. Para empeorar aún más las cosas le indicaron a los periodistas donde estaba y comenzaron
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a enfocarlo. Salió corriendo hacia la plaza y se escondió en un confesionario. -Hijo mío, ¿qué te aflige?-preguntó una voz cálida y dulce que lo reconfortaba. -Glup, Padre...-respondió el Naldo-...parece que estoy poseído. -¿Qué te hace pensar éso? -Es que estoy viendo cosas raras. La prensa irrumpió en la capilla, obligando al Padre Diego a solicitarles amablemente que se retiraran. Éste les indicó que no había visto a tal niño y que en éstos momentos atendía una confesión. Salieron a seguir buscando, pero algunos se quedaron cerca por si volvía. -¿Cómo te llamas? -Arnaldo, Padre. Pero todos me dicen Naldo. -Esos periodistas te andaban buscando. -Sí, es que soy el niño de Guanaqueros. -Así que tú eres el angelito. -Sí, yo mismo. Pero no me está gustando. He tenido puros problemas. -Dios tiene formas misteriosas de mostrarse. -¿Cómo una malabarista? -¿Una qué? -Una malabarista muy hermosa que yo vi y nadie más. -Deben ser los nervios, Naldito. -Qué nervios ni que ocho cuartos, Padre. Estaba allí en la plaza y junto al móvil de la tele. -Tranquilízate. Respira hondo y cuenta hasta diez. -No puedo hacerlo. Me da vueltas la cabeza. Estoy mareado. Se había desmayado. El sacerdote fue a examinarlo y notó que estaba sufriendo una horrible conmoción: pupilas dilatadas y taquicardia. Lo tomó en brazos y salió corriendo al consultorio, esquivando a los incansablemente insistentes periodistas por el trayecto.
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Lo dejó con la Alejandra, una de las mejores enfermeras del pueblo. Ella lo puso en una camilla y lo ingresó al box del médico de turno. Volvió donde el Padre Diego que se defendía del acoso de la prensa, lo cogió del brazo y lo llevó adentro. -Me salvó, Janita. Gracias. -No se preocupe, Padre Diego. Son muy cargantes. -¿Y cómo está el Naldito? -¿Así se llama el niño? -Arnaldo Sanhueza. -¿Él de Guanaqueros? -Exactamente. -Ahora nuestro consultorio va a ser el más famoso de la región. Quizás hasta cuando van a estar haciendo notas. -Piensa positivo. En una de esas, el ministro se apiada de nosotros y nos envía las camillas nuevas que necesitamos. -Sí, claro. Justo después que nos instalen el escáner. -Oiga, hija... pero cómo está. -Lo tenemos bajo control. Le dimos un calmante y le pusimos oxígeno. Nada grave. De pronto, de la puerta batiente entró una avalancha de periodistas que sólo pudo ser contenida cuando el médico de turno: José González salió de su oficina. -Dr. González, díganos como está el angelito. Manteniendo la compostura y tomándose su tiempo respondió. -El paciente sufrió un shock y su ritmo cardíaco se elevó preocupantemente. -¿Le dio un ataque? -Si me permiten continuar... -¿Está bien?
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-Si van a dar la explicación por mí, mejor váyanse. Hubo silencio. -Así está mejor. Al menor se le ha diagnosticado tensión nerviosa elevada y se le recomendará a sus padres que debe guardar reposo. Se le ha administrado el tratamiento apropiado, consistente... Y siguió dando la explicación técnica a los medios, mientras el Beto, la Ani, sus papás y Doña Virginia se escurrían junto con el Padre Diego a una sala interior del consultorio para escapar por unos instantes del ajetreo. Al rato se les unió la Janita, mientras el párroco explicaba el estado del Naldo. Los periodistas se fueron a preparar la edición de noticias de la tarde y se sorprendieron al ver las imágenes. Todo el tiempo Arnaldo Ponce había estado ahí con ellos, había tratado de enfocar algo detrás del móvil y se había alejado corriendo hacia la capilla. El director estaba indignado y exigió a los técnicos que borraran todo rastro del niño de la cinta, de otro modo serían el hazmerreír de todo Chile. La nota, apropiadamente recortada, salió al aire con todos los adornos y los condimentos para deleitar a cualquiera. Naldo pasó el resto del día en la tranquilidad del consultorio acompañado de la Janita y la Sole. Lo trataron como a un rey, le dieron todos los dulces que pudo comer, le prestaron varias revistas científicas y lo fueron a dejar a la Residencial al anochecer. Allá lo esperaban todos para seguir hinchándolo de sangre azul. Cuando por fin se quedó solo con la Ani y el Beto se sintió más tranquilo. Jugaron al bachillerato, mientras comentaban los incidentes y planeaban lo que harían mañana. La señora Delia los vino a buscar y le dio las buenas noches al Naldo. Durmió plácidamente, pero alguien se apareció en sus sueños. -o-
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El aire nebuloso del mundo onírico se deslizó sutilmente en los pulmones del Naldo, rozó sus párpados y le mostró el paisaje mágico: un bosque enorme cubierto de una densa bruma. Incorporándose, contempló el hermoso cuadro y caminó entre los árboles. Se detuvo a mirar detenidamente las gotas de rocío en las hojas que eran bebidas por las chinitas. Los rayos del Sol de la mañana se colaban entre el dosel e iluminaban el piso cubierto por la hojarasca y algunos hongos que comenzaban a aparecer. Algunas enredaderas floridas trepaban por los troncos tratando de alcanzar el cielo. Todo parecía magnífico cuando de pronto la vio a ella: la malabarista. Le sonrió ampliamente y poco a poco se elevó graciosamente sobre el suelo y se mantuvo allí flotando. De un momento a otro un brillo intenso la cubrió y en un destello sus ropajes se volvieron iguales a los de la Virgen de Andacollo. Naldo pensó que había encontrado todas las respuestas que andaba buscando, pero estaba muy lejos. Ella le contó una historia increíble acerca de ciertas características de su linaje que se remontaban a la región española de León y al famoso Mío Cid. Instantes después aparecieron muchas clavas que volaron de sus manos en perfecta armonía, a pesar que nunca antes lo intentara, casi tan bien como lo había hecho ella en plaza. Lo último que escuchó antes de despertar y sentir como se alejaba el aroma húmedo de la tierra fue algo acerca de que él iba a convertirse en mago. Sus amigos entraron con el desayuno. -Disculpa, Naldito...-lo besó en la mejilla la Ani-... te traíamos el desayuno. -Puchas, Pela’o...-se disculpó el Beto-...metimos la pata pesa’o. -No se preocupen...-dijo reconciliadoramente el Naldo-...es culpa mía por querer escapar de mi destino. -A éste ya se le subieron los humos, Betito.
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-Sí, ahora cree que de verdad es el “elegido”. -Oigan. Soñé con la malabarista y se transformó en la Virgen de Andacollo. -Has estado muy presionado, Naldito. Tu mente se está liberando. -Sí, Pela’o. Cuando uno duerme las neuronas se sacuden para descargarse de la tensión acumulada. -Quizás tengan razón. Pero recuerdan a los tres niños de Lourdes que vieron a la Virgen. -Sí, pero éso es Francia. Aquí estamos en Chilito no más, Naldito. -Claro, Pela’o. Allá están al lado del Papa, así que es harto más fácil que se aparezca. -Pero si igual tenemos una santa: Teresa de Los Andes y uno que está a punto de serlo: Alberto Hurtado. Además acá somos bien creyentes, ¿por qué no podríamos atraer la atención del Señor? Cuando iban a responderle, entró la señora Delia para llevárselos mientras la Janita se disponía a examinar al Naldo. Éste pensó comentarle lo del sueño; pero se dio cuenta que si sus amigos no le creyeron, ella tampoco lo haría. Le tomó el pulso y la presión, le revisó el chichón que le había salido con el golpe que se dio en el confesionario y notó que la hinchazón estaba cediendo. Le pidió que terminara el desayuno y le indicó que podría levantarse para ir a tomar un poco de aire. Pensó si en realidad no debería quedarse en cama para evitar a los periodistas, pero meditándolo mejor decidió que era tiempo de enfrentarse a sus miedos. Se vistió, puso las velas en su mochila y bajo a la sala de estar. Sus amigos se le unieron al tiempo que pedía permiso para ir a pagar sus mandas. Se sorprendieron al darse cuenta que la prensa ya no estaba, según averiguaron al parecer habían quedado satisfechos. Al pasar por la plaza, el Naldo notó que no estaba la malabarista y concluyó que había sido sólo un sueño.
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Don Mino, el heladero, les regaló un Chirimoya Alegre a cada uno cuando pasaron. Al acercarse al Santuario, el Naldo se sintió mareado de nuevo. Sus amigos se dieron cuenta inmediatamente y lo sentaron en una banca. El Beto le dio un trago de agua, mientras la Ani le echaba aire con su cuaderno autografiado. Inhaló profundo y bebió ávidamente, pero todo seguía dándole vueltas. Decidieron llevarlo a la enfermería, donde les sugirieron que fueran al consultorio. Naldo dijo que no se iría mientras no le encendiera las velas a la Virgen. Y tambaleando entró al templo, hizo la Señal de la Cruz y se arrodilló frente a la imagen. Le agradeció lo bien que se había portado con él y le prometió que seguiría siendo un buen niño. Entonces sacó las velas y las puso una a una en los candelabros especialmente preparados. Cuando iba a encenderlas se dio cuenta que no había traído fósforos y le preguntó a sus amigos si tenían. Iban a responderle, cuando las velas se encendieron solas y el rostro de la Virgen se iluminó. -No tengan miedo, niños. Dejen que el corazón los guíe. Miraron a todos lados y nadie más estaba con ellos. Volvieron la vista a la imagen y descubrieron que ya no estaba. En su lugar había una gruta que se abría hacía el interior del cerro que estaba detrás de la capilla. Estaba tenuemente alumbrada por una luz blanquecina, pálida pero acogedora. De la abertura manaba un perfume intenso de rosas que hizo desaparecer las dudas de los tres amigos y todos los achaques del Naldo. Subieron los escalones que los separaban de la entrada y a medida que se acercaban fueron escuchando el ruido sereno de una vertiente en el túnel. Caminaron lentamente a través del pasillo hasta que llegaron al lugar de donde surgía el agua y llenaba un pequeño arroyuelo que al parecer desaguaba en algún río subterráneo que debía escurrir
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bajo el cerro. Allí estaba ella, sentada en una roca con los pies descalzos jugueteando con la superficie cristalina del estanque. Las ropas blancas relucientes y ligeras parecían hechas de vapor. Llevaba la cabeza cubierta con un velo y parecía complacida de que hubieran venido. Los invitó a acercarse, notaron que su rostro era muy hermoso y sus ojos titilaban como estrellas al atardecer. -Gracias por venir, niños. Éso me demuestra que tienen Verdadera Fe. Estaban tan sorprendidos que sólo pudieron mover la cabeza para asentir. Ya no tenían miedo, sólo asombro. -He visto la pureza de sus almas y por éso me he revelado a ustedes. Analí y Roberto: su amor los va a llevar muy lejos, pero también los va a obligar a superar muchos momentos difíciles; de cualquier forma, nadie va a conseguir separarlos, porque tienen mi bendición. En cuanto a ti, Naldo, a ti te va a tocar seguir un camino mucho más difícil. Uno que va a significar muchos sacrificios, pero que te otorgará grandes recompensas espirituales. Recibirás una carta, no una cualquiera, pues no la dejará el cartero ni tendrá una estampilla. La llevará un zorzal a tu casa en Guanaquero. Al principio ni tus padres ni tú podrán comprenderlo, pero al final todo será distinto. Recibe mis bienaventuranzas, Arnaldo Ponce, hoy que tu vida cambiará para siempre. Ahora, pueden regresar. Se dejó caer suavemente en el agua y desapareció en un destello. Recuperando el control sobre sí mismos volvieron sobre sus pasos y siguieron sin detenerse hasta salir del templo. Se demoraron un poco en acostumbrar sus ojos nuevamente a los rayos del sol de la tarde y para cuando lo hicieron ya iban rumbo a la Residencial con un enorme secreto a cuestas.
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Capítulo 3 Un zorzal en el jardín El final de febrero no se hizo esperar y significó el regreso de los tres amigos a Guanaquero. El notición y el acoso de los periodistas había sido llevado por el viento. La visión de la Virgen de Andacollo poco a poco había desaparecido de sus recuerdos, convirtiéndose en algo menos que trazas de un sueño lejano. En su lugar se grabaron todos los buenos momentos que pasaron juntos, mientras duró su viaje. Ya de regreso en sus casas y preparándose para volver a la escuela fue cuando la profecía se hizo realidad. Un zorzal se había posado en el césped mojado del jardín de Arnaldo. De pronto las imágenes en su mente se hicieron un torbellino y poco a poco se fueron apareciendo en su retina: el rito satánico, la noche en la casa de la Analí, la malabarista en la plaza, su propia desaparición en la residencial, el sueño, las velas que se encendieron solas, la gruta misteriosa y la voz de la Virgen. Todo pasó espectacularmente, como en una gran película exhibida en el mejor cine y con el mejor presupuesto. Nada había de extraño en la pequeña ave, picoteaba el suelo buscando gusanos, indiferente de la presencia de Naldo. De hecho, cuando éste se atrevió a acercarse un poco, retrocedió unos pasos y continuó su desayuno. Mirándolo con más atención, notó que en la pata izquierda llevaba un pequeño tubo metálico que al parecer contenía una nota, como el de las palomas mensajeras. Entró a recoger algunos trozos de pan para intentar atraer al zorzal y hacerse con el mensaje. Hizo un camino de migas que terminaba bajo el alero de la cocina, de modo que si intentaba alzar el vuelo le daría algún que otro problema. Su táctica parecía funcionar a las mil maravillas, el zorzal estaba ahí junto a él. Con mucho cuidado se
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acerco por detrás, pero se escurrió al interior de la cocina justo cuando su mamá estaba sacando la basura. La señora Chepa se quedó mirando como su hijo pasaba junto a ella siguiendo un pájaro que estaba ahora en el líving. Saltó al sofá de las eternas luchas con su papá y su hermano, y allí pudo atraparlo finalmente. No parecía asustado, incluso pudo acariciarlo. Cogió el papel enrollado, salió al jardín y dejó que el zorzal emprendiera el vuelo, luego volvió a entrar y se puso a leer. "Señor Arnaldo Ponce, casa pequeña junto a la dulcería, segunda habitación del segundo piso, cama de la izquierda, Guanaqueros. Querido Naldo: espero que no hayas tenido problemas para atrapar a Cus-cus. A veces se asusta de los extraños, pero nunca ha extraviado una carta. Sé que este momento debes tener un mar de dudas azotando tu cabeza, pero te darás cuenta que poco a poco va a desvanecerse como la espuma en la arena. Había olvidado decirte quien soy, pues ni más ni menos que tu tío Luis de acá de La Serena. Él mismo con quien ibas a vivir mientras estuvieras estudiando acá. Quien se te ha aparecido como la Virgen de Andacollo o la malabarista, no es ni más ni menos que la profesora de Encantamientos de la Academia de Magia Sacsahuamán, la mejor de todo el Nuevo Mundo, a pesar de lo que puedan alegar nuestros colegas de Brasil o Haití (quienes han graduado a una cantidad impresionante de magos que se han vuelto oscuros). El Directorio te ha concedido una beca para estudiar con nosotros. Tu mamá y mi cuñado siempre supieron que existía la posibilidad de que la Ley se manifestara en ti. Soy el único mago de la familia, pero algunos de tus antepasados en León (como el Cid) se convirtieron en leyendas. Pasaré a buscarte mañana miércoles por la noche, pues el jueves a las 20:30 debes estar en la estación con todos tus materiales listo para tomar el tren. Las clases
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comenzarán a las 8:00 del viernes 1 de marzo. Se despide tu Tío Luis". Enrolló el mensaje y levantó la vista para contemplar a sus padres abrazados que lo observaban con una extraña mezcla de alegría y pena en sus miradas. Lo que siempre habían deseado y temido a la vez, estaba ocurriendo. Sabían que ser un mago era algo maravilloso, pero que podía transformarse en una carga. Su hijo había sido escogido y ya sabían lo que tenían que hacer: dejarlo ir. De cualquier manera ellos sabían que estaba muy agradecido de ellos por todos sus sacrificios y que ya fuera en el Liceo de La Serena o en la Academia de Magia, él pondría todo de su parte para no decepcionarlos. Naldo corrió a abrazarlos y pensó si debía decirle a sus amigos. No iban a entenderlo, así que sólo fue a despedirse haciendo alusión a una carta de su Tío, en la que le pedía que se viniera antes para arreglar algunos asuntos. -Voy a escribirles apenas llegue, amigos-dijo Naldo con una pena infinita. -¿Escribirnos? No puedes llamarnos por teléfono, mejor, Pel'ao-respondió extrañado el Beto. -Sí, Naldito ¿No crees que éso sería mejor?concluyó la Ani. -Es que...-comenzó el Naldo-...mi tío no tiene. -Oye, Pel'ao. Por una moneda puedes hablar de cualquier teléfono público-sentenció el Beto. -Ya sé lo que te pasa Naldito, tienes mucha penita en el corazón-dijo la Ani abrazándolo y dándole uno de sus sonoros besos. -Está bien, voy a decirles la verdad aunque crean que estoy loco. No voy al Liceo, sino a una Academia de Magia. Acabo de enterarme que mi tío es un mago y que conseguí una beca porque tengo algún antepasado notable en el mundo mágico. Y allá no hay teléfonos, sólo zorzales-confesó el Naldo. -¿Zorzales?-respondieron los tórtolos a coro.
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-Sí, la carta me la trajo en la pata un zorzal mensajero-respondió Naldo sacando el pequeño rollo. Ahora resultaba que tenían un amigo que iba a ser mago y que tenía buena pasta para serlo si el Cid era uno de sus antepasados. Se despidieron de él diciéndole que estarían esperando su zorzal. Sus padres hicieron lo mismo cuando el Tío Luis pasó a buscarlo el día siguiente. No hubo lágrimas, pero tampoco sonrisas. Sólo conformidad por algo que no podía cambiar y que no traía la seguridad de un futuro tranquilo. -oEl tío Luis llegó con una alfombra enrollada bajo el brazo, que extendió en el suelo tan pronto hubieron salido del pueblo. -Naldo, lo primero que debes saber es que la magia no es algo que deba tomarse a la ligera. No a todo el mundo le cae bien el cuento o puede entenderlo. -De hecho ni a mí todavía me cabe en la cabeza éso de ser mago, tío. -Es sencillo, al resto de los ojos del mundo la magia no existe. Sólo para quienes son capaces de abrir su mente y sus corazones. -Por éso fue que sólo yo pude ver a la malabarista y desaparecer de las cámaras. -Es cierto, a veces la magia se manifiesta de formas extrañas cuando uno recién la está conociendo. Y lo cierto, es que uno nunca termina de hacerlo. -¿Y para qué voy a la escuela entonces? -Para aprender lo básico, lo demás queda para ti y tu conciencia. Voy a lanzar dos encantamientos sobre la alfombra. El primero para que vuele y el segundo para que no seamos vistos. De ese modo llegaremos más pronto a La Serena y tendremos tiempo suficiente para descansar un poco antes de que amanezca. Y
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montados en el viento cruzaron la noche con rumbo hacia su destino. Descendieron en el patio de la casa de su tío. Al día siguiente llevó a Naldo a pasear por la ciudad, evitando el Liceo Municipal. Al anochecer siguiente alzaron el vuelo nuevamente, pero no a cualquier lugar de la ciudad. Se dirigían al Jardín del Corazón, un parque ambientado al estilo japonés bastante visitado y que servía de perfecta pantalla para ocultar el centro de gobierno y el mercado del mundo mágico. Descendieron junto a una de las Casas de descanso ubicada a unos metros del centro de la parte norte de la reja que rodeaba el lugar. El tío Luis se acercó a la banca, sacó su varita y golpeó una vez en cada extremo. La mitad izquierda de ella pareció introducirse en la de la derecha sin que mostrara alguna modificación visible. Luego toco las esquinas del cuadro de una dama japonesa y el muro comenzó a desvanecerse, dejando al descubierto un callejón que conducía al reino mágico. Tras avanzar algunos pasos, todo volvió a la normalidad a sus espaldas. Un mundo maravilloso se abrió ante los ojos de Naldo, lleno de objetos que nunca había visto antes. De gente que irradiaba una luz mágica y otros que la tenían algo más opaca. Se dirigieron sin rodeos hacía el banco, mientras todo el mundo parecía ignorar a su tío, lo saludaban como el heredero del Cid. Su tío se acercó a lo que parecía una máquina cualquiera para consultas de saldo, lo único que lo distinguía de una normal era que flotaba algunos centímetros sobre el suelo y ocupaban un cuarto del espacio. -Parece que estamos algo cortos, vamos a tener que ir a probar suerte al casino para ver si completamos. De otro modo, tendríamos que pedirle un giro a tus padres. Al costado del banco había un edificio de varios pisos, muchos avisos luminosos destelleantes como
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antorchas y muchos colores que parecían moverse a través de toda la estructura. Se acercaron a una de las mesas sin patas que se mantenían suspendidas en el aire. El tío Luis dejó caer algunas monedas doradas en lo que parecía ser una extraña ruleta. Dibujos de criaturas extrañas en lugar de números, un trozo de carne en lugar de bolita. El croupière lo tocó con su varita y de él surgieron dos pequeños apéndices a modo de pies. Corrió a través de las figuras, que de pronto cobraron vida, intentando evitar ser devorado por ellas. De pronto, fue alcanzado por una especie de lagartija gigante con seis patas y la mesa volvió a la normalidad. Sobre las monedas de oro del tío Luis apareció una torre de ellas. Había ganado el premio mayor. -Con ésto tendremos más que suficiente, Naldo. Pero el niño se había alejado de la mesa, perdido entre el alucinante enjambre de juegos mágicos. Su tío Luis comenzó a buscarlo, pero al parecer había demasiada gente así que se dirigió a la caseta de seguridad, mientras Naldo llegaba a una especie de tragamonedas que regalaba dulces. Para su suerte había una pequeña moneda de plata atascada en la ranura. Le dió un golpecito y cayó activándose el mecanismo. Comenzaron a salir de ella unas frutas gigantes girando en el aire que pronto lo hicieron alrededor de su cintura hasta detenerse en forma de tres calaveras negras. Apenas si un guardia alcanzó a cogerlo antes de que escupieran fuego sobre él. Sin embargo, las llamas parecieron desvanecerse y convertirse en una lluvia de dulces que cubrió el piso. El tío Luis miró asombrado, Naldo había logrado revertir una derrota en la flamamomedas, lo que demostraba su potencial. Sin embargo, el guardia tocó los dulces con su varita y se desvanecieron. -Está prohibido usar magia con las máquinas de juego, jovencito.
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Y se alejó a atender sus asuntos. -¿Usar magia? -Mostraste que puedes hacerlo, aunque todavía no puedas controlarlo. Ahora tenemos cosas más importantes que hacer que andar jugando, debemos comprar tus útiles. Y volvieron al callejón; deteniéndose en las tiendas de libros, de capas y de varitas. Aunque el tío Luis intentara terminar sus trámites lo más pronto posible para dejar a su sobrino en la estación y regresar a sus preocupaciones habituales, para Naldo era una verdadera aventura. La librería Zapa Inca extendió sus milenarios tomos ante los ojos del niño. Ya se le derretían del deseo de leerlos. Podía decirse que quería devorárselos. Hubiera sido capaz de pasar en ese lugar el resto de su vida. Su tío pagó por los ejemplares de primer año y tuvo que arrastrarlo para poder sacarlo de allí. El librero le regaló una pequeña monografía sobre su antepasado El Cid, lo que no descubriría hasta que fuera el momento de desempacar. La tienda de capas fue un problema aparte. No habían del tamaño apropiado para su voluminosa contextura, y el ajuste mágico de talla significaría un enorme recargo. Afortunadamente, el sastre reconoció al heredero del Cid y decidió darle un crédito a su tío. Sólo faltaba lo más importante. La tienda de varitas estaba atestada de niños y niñas destrozando anaqueles con los rayos que hacían surgir al intentar conseguir la que les fuera apropiada. No hubo puesto Naldo un pie adentro cuando todos los adultos lo contemplaron impresionados. Los murmullos se convirtieron en un estruendo. El varitador llamó a la calma y le pidió al del antepasado notable que se acercara al mostrador. No tuvo que pensar mucho, le entregó la de madera de tamarugo con corazón de basilisco de 27 y 1/4 cm. Naldo sintió como si hubiera
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metido los dedos al enchufe cuando la empuñadura tocó su palma y la dejó caer. -¿Está seguro que ésta es para mí, señor? -Claro, pequeño. Ya sabía que vendrías. -Pero si ni siquiera puedo tomarla. -Recógela sin temor. El miedo la bloquea. Abre tu mente y tu corazón. Inhaló profundo y vinieron a su mente las visiones de la malabarista en sus sueños. Acercó lentamente sus dedos regordetes a la varita y está se levantó suavemente del suelo hasta hacer contacto con ellos. La cogió con firmeza y se sintió conforme. La agitó un par de veces y recuperó la calma. -Tenía razón, señor. -Llevo tres mil años aquí. Debo haber aprendido algo en todo ese tiempo. No alcanzó a responder cuando su tío Luis ya lo estaba sacando, tenían que empacar las cosas para dirigirse a la estación. Compró un carrito de camino a una cantina y mientras él bebía algún licor extraño, Naldo metía sus útiles dentro al mismo tiempo que sorbía un jugo de todos los sabores. Cambiaba de color con cada chupada, era grandioso. Su tío pagó las bebidas y volvieron al Jardín del Corazón. Montaron en la alfombra y descendieron junto a la puerta del terminal ferroviario abandonado. -Oye, tío. Parece que hace tiempo que no pasa el tren por aquí. -No de los que tú conoces, al menos. Él que debes tomar está esperándote y saldrá en unos cuantos minutos. Observó como su tío traspasaba la reja caminando a través de ella como si fuera un fantasma, pidiéndole que lo siguiera. Se acercó lentamente y dejando el miedo atrás superó el obstáculo y se encontró en el andén. -Genial. No te golpeaste.
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-Claro, tío. Recordé lo que me había dicho el varitero sobre la confianza. -Varitador, Naldo. -Éso... ¿pero dónde está el tren? No respondió. Sólo se dirigió a la boletería, hizo girar la perilla y la abrió. Dejó pasar a Naldo y se despidió. Su sobrino se quedó sólo entre un tropel de estudiantes de magia de todos los cursos. Un zorzal se posó en su hombro. Traía una nota de su tío: "te dejo a Cus-cus. Si necesitas ayuda me envías una carta con él. Un abrazo y suerte". Una voz chillona y desafinada indicaba los vagones de los diferentes cursos. Una señora casi tan flaca con el Padre Alberto, pero más pequeña, con una especie de megáfono mágico. -Los alumnos de primer año en el coche A3... Buscó entre los letreros el correspondiente y se puso a la fila. Quedó entre dos niñas, definitivamente mucho más hermosas que la Constanza (la única que podía hacerlo descomponerse completamente) y al parecer lo miraban mucho... como si lo reconocieran. -Hola, soy Berina y mi amiga que está detrás tuyo es Laura. Tú debes ser el Ángel de Guanaquero, heredero del Cid. -Uno no puede pasar de incógnito con antepasados así. Soy Arnaldo Ponce, pero éso ya deben saberlo. -Apareciste en "El valle del encanto", el diario mágico. Su conversación fue interrumpida por la voz del conductor que les indicaba que debían subir, dejar sus bultos en los anaqueles superiores y ocupar sus asientos. Aparte de la rubia Berina de labios dulces y de la morena Laura de mirada sugerente, en el cuarto asiento se ubicó alguien a quién Naldo no esperaba.
Capítulo 4 Un viaje lleno de sorpresas
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Nada menos que Ernestina, la prima de la Constanza. Era lo último que se había imaginado... pero terminó de sorprenderse cuando ella le entregó una carta perfumada sellada con un hermoso corazón rojo. Casi a punto de desmayarse por la emoción, se desplomó pesadamente en el asiento y abrió el sobre. “Querido Naldo. Si todo va bien, mi prima se encontrará contigo en el tren. Ya sé que te sorprende todo ésto... pero se pone aún mejor. Ernestina parece estar mejor informada que tú y ya sabe que los fines de semana las alumnas y alumnos vuelven a sus casas. Pues bien, yo si voy a estudiar en el Liceo Municipal de La Serena y estaré viviendo con mi papá en una casa que le prestarán mis tíos... y cómo yo ya sé que no tienes donde quedarte: lo harás con nosotros. Todo está arreglado. Tus papás y los míos están de acuerdo. Nos vemos muy pronto, tesoro. Y sí... esta carta es mi declaración oficial de amor por ti ¿quieres ser mi pololo? Me respondes el sábado, aún tienes bastante tiempo para pensarlo. Y estoy seguro que tomarás la decisión correcta. Un beso en la mejilla (por ahora) de tu amiga (por ahora)... Constanza”. Miró con cara de idiota a sus compañeras de viaje y como pudo escondió la carta entre sus ropas. -¡Eeehhh! Gracias, Ernestina- tartamudeó Naldo. -Claro, don Juan. No hay problema- dijo su futura prima, que sabía que no podría rechazar la propuesta. Todos en Guanaqueros desde el primer momento supieron que los dos siempre se gustaron mucho. -Sí, primero ella y después seré yo-insinuó Berina mostrando sus relucientes y blancos dientes. -Nadie puede resistirse a tus encantos, heredero del Cid-coronó Laura. Justo en ese momento el miembro más joven de la conocida familia Irarrázabal, famosa e influyente
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dentro del mundo mágico, se giró para contemplar a la leyenda con sus propios anteojos de marco dorado. -Así que esta soberana gordura es Arnaldo Ponce...-sentenció Domingo Antonio-…parece que heredaste los rollos de tu antepasado. -Estee... ¿nos conocemos? -Por supuesto que no, guanaquerino de tercera... yo, que sin duda debería haber estudiado en Hogwarts o en Beauxbatôns sino fuera por el capricho de mi padre y mi tío que insistieron, soy demasiado importante para codearme con pueblerinos como tú. -Para que tú sepas... Guanaqueros es una ciudad y es lo suficientemente famosa como para que la WWF tenga su edificio corporativo allí. -¿Qué es la WWF, ángelillo obeso? Arnaldo se trepó al respaldo de su asiento y trató de conectarle una patada voladora a Irarrázabal. Éste sólo giró ligeramente su hombro y lo ayudó a caer pesadamente y deslizarse por el pasillo para tomar rumbo a azotar su trasero contra la puerta que comunicaba con el otro carro. Sin embargo, ésta justo comenzaba abrirse para dar paso a Nazca Cui, la guardiana de la Huaca de la Luna, que fue derribada en el acto por el voluminoso obstáculo móvil en el que Naldo se había convertido. Su galán Huáscar Coya, el guardián de la Huaca del Sol, le ofreció ayuda para levantarme. Ella, que hace un rato se había peleado con él por un asunto de un fantasma que no podía entrar al vagón, se alzó con mucha agilidad y se sacudió sola echando una mirada penetrante que apaciguó todas las risas. -Atiende tus asuntos, Huáscar... yo atenderé los míos-desdeñó Nazca a su marido. -Como tu quieras, Nazquita-respondió meloso él. -Ya cállate pedazo de maíz comido por los cerdos. La respuesta de Huáscar fue sólo un beso lanzado al aire y una sonrisa que decía lo linda que se veía
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cuando se enojaba. Levantó a Naldo y tomó rumbo hacia el otro vagón cerrando la puerta tras de sí, sin volver la vista. -Yo podría arreglar su problema, Guardiana...insinuó Irarrázabal. -¿Qué te traes entre manos diablillo? Le susurró al oído algo sobre dejarlo plantado por la noche... dejándole una nota con la dueña del fantasma. Mientras las amigas de Naldo le explicaban acerca de las Huacas de la Luna y el Sol. -Mmmm... suena interesante. Quizás sea una buena lección para el hombrecillo ése -¿Lo conoce?-preguntó estúpidamente Irarrázabal, que rebosaba de ingenio y agudeza. -¿Qué si conozco a mi esposo? -Ah, su esposo. Parece que no se llevan muy bien... ¿ha pensado en el divorcio? -¿Y qué él se quede con todo? -Hay muy buenos abogados en mi familia... podría hacer los contactos. -Disculpe que los interrumpa...-comenzó Naldo-... pero creo que esta discusión no lleva buen rumbo. Si usted es la Guardiana de la Luna, según entiendo... su esposo es el Guardián del Sol. -¿Y éso qué, alfombra arrugada?-preguntó idiotamente Irarrázabal. -Simple... si se rompe el vínculo entre los guardianes las fuerzas de la oscuridad aprovecharán la debilidad de las defensas para sembrar sus semillas negras-respondió académicamente Naldo, sin saber de donde había sacado esa conclusión. -Tienes razón, Naldito...-le sonrió la guardiana-... pero aún así debo recordarte que no se debe hacer lucha libre en el pasillo. Si quieres mejorar tu técnica, puedes usar el ring mágico que está en la escuela... pero te aseguró que no es para principiantes.
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-¿Lucha libre? ¿Ring mágico?-preguntó el corto de luces. -Sí... éso mismo. Deberías leer más acerca de deportes, Domingo Antonio. Y ahora por favor ve a tu asiento y quédate allí. Ni corto ni perezoso y con su aire de confianza superior recogió su mochila y desapareció en uno de los reservados. Al tiempo que Nazca se marchaba para arreglar cuentas con Huáscar... quien sabe como lo haría. El viaje prosiguió sin mayores contratiempos, salvo los paseos de los guardianes para comprobar que todo estuviera bien. -oTan pronto como el tren se detuvo, se organizaron grupos de a cuatro para montarse en unos vehículos que no parecían otra cosa que enormes carros de supermercados con velas náuticas triangulares. -Fascinante-comentó Naldo. -¿El paisaje?-preguntó Laura. -¿Mi belleza?-contrarió Berina. -No, no es éso. Son estas cosas-dijo apuntando a los transportes. -¡Ah!... Los areneólos...-contestó Ernestina-se usan para el trayecto final hasta Sacsahuamán. -Pero si aquí no hay viento...-dijo alzando el brazo al tiempo que su capa se deslizaba por su muñeca mostrándole su reloj detenido- Ya se descompuso... -No, Naldo. Aquí no funcionan los objetos mundanos-respondieron las tres a coro. -¿Los qué? -Los objetos no mágicos... y súbamonos pronto, pues ésto va a ser muy divertido. Tomaron sus posiciones y esperaron hasta que Nazca accionara el mecanismo mágico pronunciando
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las palabras adecuadas. Una nube apareció detrás de cada vehículo... la que comenzó a soplar hasta hinchar las velas. Sin embargo, no se movían... o al menos éso parecía. En realidad marchaban a una velocidad vertiginosa, bamboléandose hacia todos lados al surcar la ondulante superficie del desierto. -Guau, ésto es fascinante-exclamó Naldo. -¿Qué ésto es qué?-trató de gritar Ernestina contra el viento. -No importa, es sólo que... Justo en ese momento el arenéolo chocaba su rueda delantera izquierda contra una roca, haciendo volar a nuestro héroe por los aires que cayó al fondo de una quebrada. Los gritos de sus compañeras no fueron suficientes para alertar a los guardianes, así que decidieron detenerse para ver como se encontraba Naldo. Sin embargo, en su apuro no se fijaron que rumbo habían tomado los demás... y las arenas del desierto se encargaron de borrar las huellas. Algo aturdido en el fondo de la quebrada, Naldo se reincorporó y se sintió afortunado de que su grasa extra hubiera amortiguado el golpe. Sólo tenía ligeros rasguños y notó que las rasgaduras de su capa comenzaban a sellarse solas cuando aparecieron las chicas. -Naldito, estás bien...-preguntó Ernestina-mi prima me mata si te pasa algo. -Y no nos tocaría nuestro turno-completaron Laura y Berina. -Estoy algo desorientado, sólo éso...-respondió Naldo-¿ahora cómo vamos a llegar? -Nosotras sabemos manejar el arenéolo... es sólo que ¿dónde está Sacsahuamán? Estaban allí los tres solos, junto al vehículo mágico y comenzaban a sentir el frío de la noche que les calaba los huesos. Cortaron algunas ramas y
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prepararon una fogata. Encontaron una pequeña caverna al fondo de la quebrada a unos metros donde había caído Naldo. Se acomodaron juntitos y se arrimaron al fuego a medida que las estrellas comenzaban a aparecer dando sus lejanos destellos de esperanza. -Nos vamos a morir de hambre...-dijo Naldo que ya empezaba a echar de menos las contundentes comidas que le preparaba su mamá. -Tenemos dulces mágicos...-respondió Ernestina-...no son muy nutritivos pero si los calientas lo suficiente en el fuego se hinchan. Y comenzaron a engordar su merienda, acercando las varitas con los tesoros en la punta hacia las llamas que danzaban rompiendo la oscuridad... Lo que no contaban era que la madera que estaban usando tendría demasiado poder calórico. Al cabo de unos segundos y tras una pegajosa explosión fueron empujados hacia el interior de la caverna rompiendo una estructura cartilaginosa, parecida a una úvula. Se golpearon con el fondo y rodaron pendiente abajo hasta detenerse en una cornisa que comunicaba con un puente de rocas que cruzaba un río subterráneo. Encendiendo sus varitas y sabiendo que sólo había un camino que seguir lo atravesaron lentamente, estremeciéndose al ver una masa de guano de murciélago que goteaba desde el techo.
Capítulo 5 Encrucijadas y tirabuzones Rápidamente, las chicas impermeabilizaron sus capas con un encantamiento... demorando lo suficiente para que Arnaldo luciera una hermosa y olorosa
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melena. Cuando lo vieron, dejaron escapar algunas risas que quedaron inconclusas al contemplar que del otro lado la caverna se hacía profundamente pantanosa y no dejaba de emanar vapores sulfurosos. -¿Qué esperan?-dijo Naldo haciendo caso omiso de la mugre en su cabeza y cruzando el umbral. -Pero... Laura y Berina no tuvieron más remedio que seguir a Ernestina. Ella debía cuidar a Naldito para su prima y, siendo sus amigas, sólo les quedaba apoyarla aunque lo que se venía fuera a todas vistas lúgubre y tenebroso. Al hundirse en las cenagosas aguas subterráneas, cientos de burbujas les rodearon. Un instante después comenzaron a flotar extrañas criaturas semejantes a rayas, pero con la espalda cubierta de pelos. A Arnaldo le parecieron de lo más tiernas y, sin especial cautela, se acercó a acariciar a una de hermoso color chocolate y algunas manchas color vainilla... en realidad era café y amarillo, pero en alguien tan hambriento las concepciones cromáticas cambian radicalmente. No hizo más que posar la mano tras sus ojos, cuando ya estaba encima de él en un mortal abrazo espinoso. Sus amigas ahogaron un grito y se pusieron espalda contra espalda, preparadas para defenderse si las demás las atacaban a ellas... la luz de sus varitas se apagó de pronto y todo quedó completamente a oscuras. Arnaldo, protegido por su capa de grasa no sentía más que un hormigueo... la criatura no era lo suficientemente grande ni fuerte para envolverlo completamente. Expandiendo su panza, tórax, hombros y brazos, no tuvo inconvenientes en liberarse... expulsando a su cariñosa amiga contra lo que al sonar vibró como una estalagmita. -Pacha k’anchai, pacha k’anchai...-gritaron las tres niñas a coro y pudieron contemplar la escena con
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nitidez. Ernestina y Berina vomitaron la mezcla de bilis con dulces mágicos, pero Laura con una familiaridad intrigante se acercó a ver el cadáver de la criatura atravesada en el pecho por la formación rocosa y la sangre azul viscosa que se derramaba en su cara inferior cubierta de filosas púas. -Vaya, creo que con este encuentro ya tenemos asegurados nuestros sietes en Búsqueda y cuidado de criaturas mágicas y en Defensa contra las artes tenebrosas-comentó Laura. -¿Sietes en qué?-preguntó Arnaldo. -Dos de las asignaturas que estudiaremos en Sacsahuamán, Naldito-respondió Laura, al tiempo que ayudaba a sus amigas a incorporarse. Ellas todavía estaban profundamente consternadas por el incidente. -¿Y a ustedes, qué les pasó? ¿son bulímicas?-rió Arnaldo. -No te burles, mi estómago se revolvió-tosió Berina. -Yo sólo vomité porque me dio asco verla a ella-se excusó Ernestina. -¿No me digan que nunca habían atrapado alguna criaturita mágica para disectarla cuando eran más pequeñas?-consultó Laura. Arnaldo retiró a la criatura de la estalagmita y se la puso por el lado de la piel, dejando las púas hacia fuera... a modo de trofeo. Siguió avanzando, mientras el resto de la manada se alejaba y volvía a hundirse... al parecer, la muestra de fortaleza del humano fue suficiente para cesar el ataque y esperar a alguna otra presa que ofreciera menos resistencia. El nivel del lodo, que al comienzo les llegaba hasta los muslos... poco a poco retrocedió hasta las plantas de sus pies, para luego desaparecer completamente cuando se hallaron en un túnel tallado en la roca de las paredes. Negra y brillante... sus siluetas se reflejaban desfiguradas en ellas.
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-Hematita-pronunció una voz que venía de más allá del final del túnel. Arnaldo cruzó un largo trecho hasta llegar junto a una pequeña forma humanoide que no le llegaba más arriba del muslo, con espesa barba blanca, mejillas sonrosadas, nariz abultada y un sombrero cónico de color rojo. -¡Un gnomo!-saltó Arnaldo y cuidadosamente lo levantó entre sus manos. Las chicas se miraron confundidas... Ellas, a lo más, habían escuchado acerca de ellos. Habitantes de los bosques europeos y, en la superficie, sólo había desierto y algo de jaral. -¿No sois acaso el buen Arnaldo Ponce?-preguntó el gnomo. Y ahora, más encima sabe su nombre... Pensó, con fastidio, la escolta de la “Leyenda viviente” como lo habían bautizado en “El valle del encanto”. -Sí, soy el famoso Arnaldo Ponce...-respondió risueño-...aunque no tenga ni la más mínima idea de porqué. Ser descendiente del Cid no significa mucho, el ayudó a sellar la paz en la península ibérica y... -Cállate, Arnaldo...-lo detuvo Ernestina-...no aburras al gnomo. -Noble damita, la historia que vuestro amigo comenzaba a relatarme no la conozco tan bien como quisiera... al menos no como mis parientes que viven en España. Pero yo creo que es bastante tarde, el cansancio debe estaros agobiando, por favor seguidme a mi morada. Arnaldo dejó al gnomo en el suelo y procedió a seguirlo. Sus acompañantes, no muy convencidas, apuraron el paso al ver que para su tamaño... la criaturilla ésa era bastante veloz. La enorme bóveda que se abría tras el túnel pronto se mostró como una gigantesca colonia de hongos subterráneos de tamaño colosal para seres de ese reino: casi de la altura de
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Arnaldo hasta sus sombreros y con un diámetro de sus talos casi como su cintura. De pronto, las chicas comenzaron a reírse muy divertidas. -Ja, ja, ja...-explicaron a coro-...tienes muchos parientes, Naldo. Naldo las ignoró y se detuvo junto al hongo que parecía ser la casa de su nuevo amigo el gnomo. -Esperen un momento, traeré la poción reductora para que puedan entrar...-dijo y volviendo vertiginosamente tras unos segundos se las extendió-... sólo beban un sorbo. Arnaldo tomó la botella de base esférica y cuello alargado, no más larga que su palma y siguió las instrucciones. Las chicas, ya resignadas, hicieron lo mismo... y al devolverle la botella al gnomo, se dieron cuenta que tenían que mirar hacia arriba para encontrar el rostro de su anfitrión. El trofeo de Arnaldo no se encogió y quedó tirado afuera como terrible choapino. -Pasen, pasen...-invitó el gnomo. Un austero pero acogedor salón con mullidos sillones de piel, una escalera de caracol a un costado y un hogar con brasas ardiendo en el otro. Un caldero pendía desde un trípode sobre el fuego. -Oh, que olvidadizo soy...-recordó de pronto el gnomo-...no nos hemos presentado. Yo soy Pakaytokuy. -Mucho gusto, señor...-respondió Arnaldo. -Pak... nada de señor aquí-indicó Pakay-tokuy. -Hola, Pak...-saludaron las chicas a coro. Pak les sirvió delicioso té de hongos hervido en agua de pantano, pero se aseguró de no nombrarle sus ingredientes. También les entregó pan fabricado con harina de raíces y queso de hormigas. Fue una apetitosa cena, durante la cual pudieron explicarle a Pak como es que habían llegado hasta allí.
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-No se preocupen, por ahora deben descansar...dijo Pak levantándose y al mover su mano sobre los sillones aparecieron varias mantas. Arnaldo ya estaba seco, pero cubierto de tierra. Caminó hacia la puerta, verificó que estuviera su trofeo y se sacudió un poco. Para cuando regresó, sus amigas dormían plácidamente en sus improvisadas camas. -Que tengáis buenas noches, Arnaldo-se despidió Pak antes de marcharse por la escalera. Arnaldo se acomodó en el sofá, que gentilmente sus amigas le habían cedido, pero no pudo acomodarse... siempre algo de su voluminosa anatomía se desparramaba por algún costado. Cansado de dar vueltas, tiró los cojines al piso y los envolvió en la alfombra... se acomodó y pudo finalmente dejarse llevar por los brazos de Morfeo. -o-Ya es hora...-anunció Pak-...arriba Arnaldo, chicas... que ya se acaba el efecto de la poción. Se levantaron de un salto, sintiendo como si hubieran dormido por días. Siguieron a Pak hacia el exterior... y fue justo a tiempo, pues de un chasquido volvieron a su tamaño humano. Arnaldo vistió su chaqueta... -Pak... ¿por casualidad conoces esta criatura?intentó averiguar. -Trelkewecufe... ya aprenderás más en clases...respondió apresurando el paso. Varios túneles quedaron atrás, varias aldeas de gnomos en medio de bosques de hongos... hasta que finalmente alcanzaron un pasaje de piedra tallada, completamente distinto a los anteriores. -Hey... ¡ésta es una construcción inca!-exclamó Naldo fascinado.
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-No puede ser... ¿estamos debajo de Sacsahuamán?-preguntaron las chicas a coro. -Muy bien... hasta aquí llego yo, no se me permite ir más lejos sin permiso de la directora. Ya son casi las 7... quizás consigan un buen desayuno-hizo notar Pak, para desaparecer vertiginosamente antes que pudieran hacerle más preguntas. Arnaldo y sus amigas continuaron su travesía hasta que se encontraron con un enorme muro con el tallado de un enorme complejo radicular de un tamarugo. -Son las raíces de un árbol de la pampa-comentó Naldo Las chicas no respondieron... Arnaldo deslizó su manos por cada cuarto, una región con rayos de Sol... otra con polen... la tercera con huesos... y la última con conchas marinas. -¿Saben de qué se trata ésto?-insistió Naldo. Las chicas iban a responder, cuando el enorme muro frente a ellos se partió irregularmente en el centro y como dos hojas de una gran puerta corrediza comenzaron a desaparecer en los lados del pasillo... que ahora continuaba flanqueado por estantes llenos de libros. Avanzaron un poco y el muro volvió a cerrarse tras ellos. -¡Estamos en la biblioteca de Sacsahuamán!saltaron las tres chicas de emoción. Arnaldo no se movía, y con su enorme cuerpo impedía el paso a sus amigas... estaba completamente absorto mirando a cada costado contemplando los lomos de los libros y leyendo sus títulos y autores. -¡Genial! Libros... quién quiere desayuno cuando se puede leer-gritó extasiado Naldo. Cuatro figuras etéreas transpasaron los estantes e hicieron callar al gordito. Él los miró con detenimiento y habló con suavidad.
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-¡Fantasmas! ¡Increíble!... un momento...-se quedó pensando al mirar al que vestía traje de cuello alto con dos calaveras en las puntas-...usted aparece en los billetes de $2.000. -¡Claro!...-sonrío Manuel Rodríguez-...soy el legendario fundador de Los húsares de la muerte, abogado y guerrillero. Arnaldo intentó estrechar su mano, pero sólo pudo coger el aire. -Lo siento... olvide que estaba...-se interrumpió. -¿Muerto?...-completó Rodríguez-...Cierto, pero ahora soy uno de los 4 bibliotecarios de Sacsahuamán. -Yo soy el cacique Chena del ayllú Supai, encargado de la trascendente sección de Adivinación y Botánica-se presentó el primero. -Yo soy la machi Ayllelén del ayllú Urcaguary, encargada de la valiosa sección de Búsqueda y cuidado de criaturas mágicas, Defensa contra las artes tenebrosas y Encantamientos-se presentó la única mujer del grupo. -Y yo soy el cacique Lampa del ayllú Capac, encargado de la notable sección de Historia de la magia e Invocaciones-dijó el último. -A mí, ya me conocen... soy del ayllú Chasca, encargado de la poética sección de Pociones, Transformaciones y Vuelo-cerró la presentación Rodríguez. -Mucho gusto...-saludaron las chicas a coro. -¿Ustedes no deberían haber llegado anoche?preguntó Lampa. -Es que sufrimos un insignificante accidente con nuestro arenéolo...-respondió Ernestina-... afortunadamente pude guiarlos hasta aquí. -¡Fue Pak quién nos ayudó!-contradijó Naldo a su amiga-Es un gnomo muy simpático, nos dio de cenar y nos alojó en su casa... claro que primero nos hizo beber
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una poción de empequeñecimiento para que pudiéramos entrar. Ernestina hizo como si no hubiera escuchado. -¿Pak? ¿Ése ladronzuelo?-comentó Ayllelén. -Tranquila...-la calmó Rodríguez-...no creo que haya podido robarles algo. Menos considerando la chaqueta que trae Arnaldo Ponce. -Es un trelkewecufe muerto...-indicó Laura-...quizá podríamos disecarlo, sin duda la profesora de Encantamientos podría ayudarnos con éso. -¡Sí, por favor! Me encantaría verla...-saltó Naldo-...otra vez. -¡Oh, cierto!...-comentó irónico Lampa-...verdad que ya la conoces. -Debe considerarlo realmente valioso...-agregó convencida Ayllelén-...un verdadero tesoro viviente. -Los tesoros son inútiles si no sirven para crear leyendas...-finalizó Chena-...que sean recordadas milenios después. -Muy bien, dejemos las discusiones para otro momento... por ahora, haremos como si no los hubiéramos visto... sigan derecho y suban esa escalera...-indicó Rodríguez-...los llevará a la entrada de Sacashuamán. En silencio, subieron la escalera y abrieron la doble trampilla... Finalmente habían llegado. Tan pronto pusieron los pies en la tierra, la puerta en el suelo se cerró y pudieron contemplar la magnificencia arquitectónica de la fortaleza inca que ahora era la sede de una famosa escuela. -Vaya...-sonrieron el guardián y la guardiana de las Huacas del Sol y la Luna-...ya era hora. Estuvimos toda la noche en su búsqueda. No sabían que responder... sólo balbuceaban disculpas incomprensibles. -Arnaldo, ve con la profesora de Encantamientos... mira que ese cadáver que traes por
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chaqueta ya está oliendo mal...-apuntó Huáscar, indicándole como llegar a su oficina. -Y ustedes, niñas... vayan al comedor a desayunar. Arnaldo las alcanzará después-sugirió Nazca. Ernestina no se movió... sus amigas entraron rápidamente. -¿Por qué se queda ahí, srta. Duarte?-preguntó intrigado Huáscar. -Le prometí a mi prima que lo cuidaría... por favor, permítanme acompañarlo a ver a la profesora... si vamos de a dos, no se perderá.-sugirió Ernestina. -No será necesario...-sonrió Nazca-...¡Hola Emelina! -Hola, Huáscar... Hola, Nazca...-saludó la profesora Vertforêt. La guardiana y el guardián hicieron reverencias y se retiraron a sus Huacas. -¡Eh! Profesora...-se apresuró Ernestina mostrando el trelkewecufe muerto sobre los hombros de Arnaldo. -¡Thuntichiy!-exclamó la profesora apuntando su varita hacia el cadáver. Que prontamente se tornó completamente rígido y seco, amoldado a la gordura de Arnaldo. Entonces hizo un gesto con la mano que Ernestina comprendió al instante y tomando a su amigo de la mano lo condujo al interior de la fortaleza.
Capítulo 6 Un larguísimo viernes La directora daba un aburrido discurso de bienvenida, que sólo parecían apreciar en toda su
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magnificencia estudiantes de 7° del ayllú Chasca. Lleno de frases sencillas, pero de profundo contenido... reveladoras, sin duda, pues ella había participado en un taller del poeta Charles Baudelaire cuando era el bibliotecario de Hogwarts por allá en los años ’70. Afortunadamente ya estaba concluyendo y, por mucho que intentaron no hacerse notar, Naldo y sus amigas recibieron una cordial alusión. -Muy bien...-dijo la directora-...y ustedes 4; sr. Ponce, srta. Duarte, srta. Torres y srta. Donoso, no olviden mi nombre: Berta Roussignol. La próxima vez que decidan perderse en la noche me aseguraré que no regresen a Sacsahuamán y rompan sus varitas. No se detuvieron hasta llegar acomodarse con el resto de estudiantes de 1° al fondo del comedor. Recibieron algunos codazos, hasta ubicarse justo donde estaba su nombre mágicamente inscrito en el piso. Melissa Jones, la zorzalera, una mujer de pocas palabras y bastante delgada... ojos pequeños e inquisitivos, de un color hematita brillante... rostro alargado y mirada perdida, liberó a la bandada agitando su varita. Pocos momentos después, revoloteaban sobre sus cabezas. Esperanza Aguilera recibió un trozo de concha en sus manos, dejada caer por uno de los zorzales... había sido seleccionada para el ayllú Urcaguary, quienes buscan alcanzar la satisfacción a través de la riqueza. Danielle Marie Âmedoux, recién llegada de Suiza, no se sobresaltó al recibir una astilla de hueso... el símbolo del ayllú Supai, quienes desean trascender más allá de la muerte dejando sus huellas en las arenas del tiempo. Esteban Benítez sería su compañero. Lucía Berríos quedó cubierta de polen... estaría en el ayllú Chasca, quienes aman las flores y buscan la tolerancia, la paz y las buenas relaciones. Tara Blake, deslumbrantemente bella chica inglesa, marcharía también a Supai. Joseph Cochrane, sobrino del profesor de Historia de la magia,
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y Françoise Armande Deschamps, de una dulzura e ingenuidad sólo comparables con su melodioso acento nativo francés, iban juntos a Urcaguary. Los zorzales seguían dejando el símbolo de cada ayllú con cada estudiante escogido. Así Laura se quedaba en Supai, Berina y Arnaldo en Chasca junto al irlandés Andrew Timothy O’Connor. Rayos de Sol iluminaban a Ernestina, Domingo Antonio y al escocés Jeremy McBride; para ser conducidos a Capac, donde se reúnen quienes creen que sólo hay dos roles en el mundo: señor y sirviente... y se tiene el poder para estar arriba o se carece de él para estar abajo. Terminada la selección, marcharon a sus respectivas mesas a disfrutar del desayuno, donde Berina le indicó a Arnaldo como debía aparecer leche en su tazón y un pan en su plato mediante el uso del simple encantamiento Yanuy mikuy... advirtiéndole que había raciones limitadas y que si las gastaba todas ahora, no tendría almuerzo ni cena. No, en Chile no hay presupuesto para tener elfos domésticos... pero Sacsahuamán se las ha arreglado bastante bien sin ellos. -oLa profesora Ochlo Coya, experta en Defensa contra las artes tenebrosas y líder del ayllú Supai, entraba a la sala. Veinte estudiantes de 1°, con una mezcla de susto y curiosidad, la esperaban ordenadamente en sus asientos individuales. Estaba por presentarse cuando reparó en la chaqueta de trelkewecufe que vestía Arnaldo... caminó hacia él y arqueó la nariz al ver a la criatura muerta y disecada. -Lástima, sr. Ponce que le haya tocado el polen...comentó la profesora. -¿Qué tiene de malo estar en Chasca?-se indignó Arnaldo.
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-Nada, nada... es sólo que, esperaba que quedara en mi ayllú... nada más-lamentó la profesora concluyendo la discusión, diciendo su nombre y comenzando a pasar lista. Con un leve gesto de su varita atrajo hacia sí la chaqueta de Arnaldo y la afirmó con unos gruesos chinches al pizarrón. Ernestina detuvo cualquier posible comentario de su protegido... no quería tener que explicarle a su prima porqué se había quedado castigado el fin de semana. -¿Algún problema, srta. Duarte? -Ninguno, profesora... sólo me preguntaba como es posible que Arnaldo haya podido derrotar a tan poderosa criatura tenebrosa con tanta facilidad. -¿A qué se refiere? -¡Lo hizo sin magia! La profesora se quedó muda... y tomó aliento para continuar. -¿Sin magia? Creo que su grasa corporal no pudo ser atravesada por las púas de esta trelkewecufe. Arnaldo se quedó pensativo al saber que había matado una hembra y permaneció profundamente meditativo el resto de la clase... buscando la forma de conseguir encontrar a sus posibles crías y cuidarlas él mismo en compensación por su repugnante acto de asesinato. Era un trelkewecuficida y de los peores... su conciencia no lo dejaba tranquilo. Ernestina lo tuvo que sacar de su trance para arrastrarlo hasta la sala de Botánica. El profesor Gregorio Argomedo también se mostró desilusionado al ver el polen sobre Arnaldo, quien no hizo más que dejarse caer en el pasto que cubría la sala y contemplar la flor que le había tocado: una añañuca. Nunca escuchó explicación alguna, salvo la parte en que se hacía notar que la infusión concentrada servía de repelente para los trelkewecufe. Otra vez se sintió agobiado... un par de lágrimas inundaron las raíces de
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Panchita, siguiendo la indicación del profesor de darle un nombre a su “trabajo semestral”. Si moría, su ayllú perdería 500 puntos... si sobrevivía, sería evaluado y recibiría el puntaje y la nota que mereciera... pero no le importaba que Panchita se muriera, temía por la vida de quienes había dejado huérfanos. Ernestina debió esforzarse todavía más para conseguir llevarlo a Búsqueda y cuidado de criaturas mágicas. El profesor Pailán Caraqueo aprovechó, igual que la profesora Coya, la hazaña de Arnaldo... quien esta vez intentó poner más atención sobre la anatomía de su chaqueta. No duró mucho más que antes, pues tras la mención de que había parido recientemente a 8 bebés lo sumió en una pena profunda. Ernestina tuvo que contenerlo para que no saliera corriendo a buscarlos... sólo por respeto a su futura polola no le pasó por encima a su prima. La clase concluyó con él incidente, Caraqueo se retiró en silencio. -¡Debo encontrarlos! Pobrecitos...-gritó Arnaldo-... debo encontrarlos y alimentarlos. -¿De qué estás hablando, Naldito? No puedes volver a la caverna... Ya tuvimos suficientes dificultades allí. Si nos descubren... Constanza me matará-suplicó Ernestina. Laura y Berina se fueron a almorzar, mientras Ernestina aceptó acompañar a Arnaldo a la biblioteca. Por el momento había decidido estudiar todo acerca del ciclo reproductivo de los trelkewecufe... ya el lunes intentaría algo más osado, por ahora debía saber bien a que se atendría. Por lo menos supo que las otras hembras de una manada cuidan a las crías ajenas por un par de días si la madre se ausenta... desgraciadamente, las devoran si no regresa al cabo de cuatro. -¡Vamos, Naldito!-interrumpió Ernestina-¡A Historia de la magia!
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-Qué emocionante-respondió Arnaldo resignadorecogiendo los libros y dejándoselos a Ayllelén, cuando ella le explicó que en 1° no se permitía sacarlos de la biblioteca. -Maravilloso...-gruñó Arnaldo-...vendré cada recreo, así que téngalos a mano Machi. La tarde se le hizo eterna. Tras la clase del profesor Cochrane, corrió a continuar su lectura. Ernestina ya mostraba signos de cansancio por no haber almorzado. Arnaldo sabía que no estaría en paz consigo mismo sino hacía lo que debía. El profesor de Pociones, de apellido Perimán, siguió abrumándolo... sin saberlo claro. Explicó la preparación del ünguento anti-calor a partir de la sangre de trelkewecufe, tal como lo hacía cada año con la gente de 1°. Era necesario para que no ocurrieran accidentes en Los baños del toro, un gran manantial de aguas termales que estaba dentro de los límites de Sacsahuamán. Afortunadamente, el viernes ya llegaba a su fín. Sólo quedaba la clase de Transformaciones. La profesora Inés González, una señora mayor de pelo finísimo y con canas plata-verdoso, se presentó como la líder de Urcaguary... lamentando también, por supuesto, no tener a Arnaldo Ponce en su ayllú. Él ya no quería saber más, su corazón se había encogido a un cuarto del tamaño de Pak y no se había detenido, sólo porque en un par de horas más vería a Constanza. Ernestina se desmayó en la biblioteca durante la hora de la cena. Arnaldo apenas y se dio cuenta, de tan concentrado y absorto que estaba en su indagación personal, sólo porque terminó el último libro. Llegaron Laura y Berina a buscarles... aprovecharon de reanimar a su amiga con unas galletitas y partieron a abordar sus arenéolos. -Huayra pukuy-marchaban recitando Nazca y Huáscar-dándole movimiento a los arenéolos.
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Arnaldo guiaba esta vez... no podía permitirse volver a perderse. Pronto estaría junto a Constanza y la besaría... le contaría lo que le había ocurrido y ella, sin duda, le brindaría su apoyo y le ayudaría a conseguir lo que necesitara para los pobres trekewelcufitos bebés durante el fin de semana. Desmontó y sin prestar mucha atención a sus amigas, corrió hacia el tren. Quería estar ya en la estación... ya era medianoche cuando volvieron a La Serena. En la alfombra familiar de Ernestina, estaban su nana Fernanda y su gato Bizcocho... cuando Arnaldo escuchó que la llamaban, saludó y subió sin pronunciar palabra... no volvería a abrir los labios hasta después de besar a Constanza. Bizcocho saltó a los brazos de Ernestina y apenas ambos estuvieron arriba... emprendieron el vuelo. -oPasaron sobre el Jardín del corazón, sobre gran parte de la ciudad hasta una parcela muy alejada... más allá del aeropuerto. La casa de su futura prima política era enorme, aunque sólo tenía 2 pisos. Un pequeño escarabajo gris esperaba junto a la puerta, de éste bajó Constanza corriendo tan pronto vio acercarse la alfombra... saltó sobre Arnaldo y lo besó. Rodaron un momento sobre el pasto y permanecieron unidos por lo que pareció una eternidad. Don Raúl, el papá de Constanza, la ayudó a levantarse... y luego a Arnaldo. -¿Algo que decirme, jovencito?-le preguntó. -Pues sí... ¿me permite pololear con su hija?respondió. -Depende de si mi hija está de acuerdo o no-río y le frotó la cabeza a su nuevo futuro yerno. Le parecía extraño saber que conocería más del mundo mágico ahora que “El ángel de Guanaqueros” viviría en su
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casa... pero sólo le importaba la felicidad de su única hija. Miró al cielo y rezó en silencio por el alma de su esposa. Él era viudo desde hace 5 años y aún vestía riguroso negro... seguía amando a Verónica. -Vamos, Naldito mi amor-le tomó la mano Constanza y lo condujo al auto. Se sentaron juntos en la parte de atrás... estuvieron todo el viaje en un tierno abrazo, mirando fijamente sus ojos brillantes y llenos de verdaderos sentimientos. Ya se conocían desde el kínder y, siempre habían estado topándose en el colegio. Y cada vez que ocurría, intercambiaban suspiros y pocas palabras. Sabían que había algo muy fuerte que los unía, que había una profunda razón por la que debían estar juntos... y, lo mejor de todo, es que ahora pasarían todos los fines de semana bajo el mismo techo. Arnaldo pensó si podría acostumbrarse... pero sólo por un instante, hasta que se detuvieron en medio de La Serena. Don Raúl bajó a abrir el portón y entró el auto, indicándole a Constanza que le mostrara su habitación a Arnaldo. El barrio era acogedor... lleno de casas pequeñas, niños y niñas jugando en los alrededores. Se respiraba tranquilidad en el ambiente... pero el corazón de Arnaldo seguía agitado. Sin embargo, esta vez tenía un motivo distinto... no eran las luchas con su papá y su hermano, ni las visiones de la Virgen de Andacollo, ni su sorpresa al descubrir que su tío era mago. No, ahora había alguien a su lado... alguien a quien amaba profundamente y que, sin siquiera pedírselo, generosamente le brindaba un espacio en su casa y lo hacía sentir de la familia. -Naldito...-explicó Constanza, tras llegar al fondo del patio donde había una habitación-...ésta era la pieza de mi nana. Ella enfermó cuando murió mi mamá, ahora reside en el hospital siquiátrico de La Serena. -Oh, lo siento... corazón-la abrazó.
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-Mi amor, no te preocupes...-le explicó-...mi mamá está conmigo siempre y me cuida desde el Cielo. Cuando yo era más chica, me dijo que no te perdiera de vista... que algún día serías importante para mí. -Gracias-la besó. Ambos se quedaron mirando otra vez a los ojos, como si no existiera el tiempo. Don Raúl les recordó que era hora de dormir... mañana irían de paseo. -Que tengas buenas noches, mi amor-le dijo Arnaldo al contemplar a su polola que se alejaba dentro de la casa con su futuro suegro. No dejaba de sorprenderse de tanta amabilidad... Y, sin pensarlo, elevó una plegaria por el eterno descanso de la mamá de Constanza. Se dejó caer sobre la cama y se quedó mirando el techo... se durmió casi instantáneamente, sumido en un confuso sueño. Caminaba por la caverna donde había estado en la noche anterior... ya no había barro, ni hongos, ni casitas de gnomos... Pasillo tras pasillo, sólo encontraba trelkewecufes adultos muertos. Como si una horrorosa plaga hubiera atacado aquel lugar. De pronto notó un pequeño nido tras una formación de estalagmitas... Allí estaban... los ocho... y sus ojos llenos de lágrimas lo hacían sentir todavía más horrible. Busco en su mochila y sacó varios trozos de carne que arrojó... los bebés, envolviéndo cada uno el suyo, fueron saboreando delicadamente su desayuno en el sublime abrazo alimenticio de su especie. La imagen se desvanecía y cambiaba de pronto a un enorme criadero de trelkewecufes, que el administraba. Como si de un momento a otro, hubiera convencido a toda la gente mágica que son excelentes mascotas. Constanza, vestida con un hermoso par de pantalones azules y una polera con sutiles flores, se acercaba con un carrito... Allí estaba él, su hijo Rodrigo dormido.
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Besaba a su esposa y acariciaba la cabeza del bebé... cuando un desperfecto en el sistema eléctrico hacía que todas las jaulas se abrieran. El personal, infructuosamente, trataba de controlar a los trelkewecufes no entrenados... pero poco a poco eran devorados. Constanza intentaba proteger a Rodrigo, mientras el combatía... Su sueño acabó con un sobresalto, al ver que uno engullía a su hijo con todo y coche. Casi se golpea la cabeza en una repisa... respiraba agitado. Miro un reloj de la habítación... marcaba justo la medianoche. Finalmente, el viernes había acabado. Ya no tenía sueño, así que busco entre los libros que había allí y se quedó leyendo hasta el amanecer... cuando don Raúl lo invitaba a pasar a servirse el desayuno, tras golpear su puerta. Salió al instante... -¿No encontraste el piyama, Arnaldo?-preguntó. -La verdad no pude dormir, sr. Galdamesrespondió. -¡Nada de sr. Galdames aquí! Soy Raúl-aclaró. Arnaldo no respondió y caminó hacia el comedor.
Capítulo 7 Desayuno de campeones El la mesa había jugos naturales, galletas de soda, quesillo, una bandeja con fruta fresca, un tazón de leche, cereales… todo un banquete. Sin embargo, lo mejor no estaba entre tan deliciosos alimentos… estaba al otro lado. La hermosa Constanza vestida con una hermosa falda verde esmeralda y una blusa en el tono. Sus ojos verde mar brillaban como nunca antes. Su cabello negro azulado se dejaba caer en suaves cascadas sobre sus hombros. Por un momento pensó
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que todavía dormía… que estaba en el consultorio de Andacollo bajo el efecto de los sedantes. -Siéntate, Arnaldo-era el papá de Constanza que le comprobaba que estaba despierto. -Sí, Raúl-respondió. Su polola ponía un trozo de quesillo entre dos galletas y lo dejaba en el plato de Arnaldo, sonriéndole. -Vamos, corazón… -invitaba Constanza- … disfrutemos de nuestra primera mañana juntos. Arnaldo agradeció el gesto, pero al tomar el sándwich que le había preparado… se le rompió entre los dedos. Estaba acostumbrado al pan gordo, grasoso y esponjoso que le servía su mamá; habitualmente con un trozo de jamón y otro de queso… por lo que las delicadas galletas no soportaron tanta presión. Intentando que no se escapara el quesillo, volcó su tazón de leche sobre los pantalones de Raúl. -Vaya yerno torpe que me tocó-murmuró antes de levantarse y marcharse a su habitación para cambiarse la ropa. Antes que pudiera reaccionar, Constanza besó a Arnaldo apasionadamente… por tanto tiempo que a él le pareció que nunca iba a terminar. Se dejó llevar, sintió como el pecho no podía contener tanta emoción y tanta dulzura… -Je, je, je… -río Constanza-… besas muy bien. -¿No soy el primero? -Pues no… ya lo había hecho antes en 2° con Fernando Luna. -¿Ése que tenía los dientes chuecos? -El mismo… al final terminó mordiéndome. Arnaldo se quedó pensativo… en realidad que importaba lo que hubiera hecho Constanza hace 5 años. Estaba en su casa y cada fin de semana volvería allí. Podría enviarle zorzales desde Sacsahuamán en los recreos en que no estuviera estudiando… en ese
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instante volvió a su memoria el recuerdo del horrible sueño. -Mi amor… -comenzó Arnaldo. -¿Te ocurre algo, lindo? -Quería contarte algo que me ocurrió la noche que viaje rumbo a la escuela… -Claro, me encantaría saber más… -sonrió Constanza, justo cuando escuchaba venir a su papá. Se apresuró en limpiar el desastre de Naldo y volvió a su asiento. -¡Qué curioso!... -apareció Raúl- …a mí también me interesarían los detalles de tu viaje a San Zebulón. Constanza dejó escapar una risilla… -¿Tengo cara de payaso, hija? -No, papá… es que la escuela de Naldito se llama Sacsahuamán… -no alcanzó a terminar, pues él tomó la palabra. -San Zebulón, Zarzaparrilla, da igual… cuéntame, Arnaldo. Tomó aliento y procedió a relatarles los acontecimientos. Mientras hablaba, aprendía a no destrozar las galletas y bebía jugo de frutillas cuando se le secaba la boca. -…Y así fue que llegamos al interior de la caverna, cuando… Raúl miró el reloj del comedor y comprobó que ya era bastante tarde. -Ya nos seguirás contando… por favor, aséate y cámbiate de ropa. Arnaldo se percató que había dejado sus cosas en la escuela… no tenía que ponerse. -No me digas que olvidaste tu mochila… El papá de Constanza se levantó otra vez y volvió con un par de prendas suyas que sin duda le sentarían muy bien a Arnaldo… de hecho, le quedaban mejor que a él. Fue a preparar el escarabajo, mientras su hija y su futuro yerno levantaban la mesa y lavaban la losa.
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-Tanchi… sabes… en la caverna, yo maté a la mamá de 8 crías… Constanza se sobresaltó y se salpicó los ojos con detergente… Arnaldo intentaba ayudarle, lavándolos con agua limpia. Sin embargo, terminó mojándole la parte superior de la blusa… algo de su primer sostén se vislumbraba a través de la, ahora transparente, tela. Constanza lo apartó y cruzó los brazos sobre su pecho. -¿Una perrita? ¿una gatita? ¿una conejita? Arnaldo se volteó, avergonzado. -Una trelkewecufe. -Ah, una tonta criatura mágica. Raúl entró a la cocina y se encontró con la discusión… -¿Jugando en vez de terminar de una vez, para que salgamos? Iban a responder, pero fueron interrumpidos… el timbre había sonado. -No importa… sácate esa blusa mojada y vayan los dos al auto… ¡Ahora! Tanchi y Naldito desaparecieron rápidamente y al entrar al escarabajo seguían sonrojados. -Lo siento, Naldito. -Lo siento, Tanchi. Se abrazaron y se besaron otra vez… -¿Qué es un trelkewecufe? Estaba a punto de responder cuando subió Raúl. -¿Quién era papá? -Nadie… sólo había un zorzal en el patio. -¡Cus-cus! Arnaldo bajó precipitadamente, estrellándose de cara con el pavimento y rompiéndose la nariz en el proceso. Cogió a la pobre avecilla que se asustó al verlo sangrando y extrajo el mensaje… ella luego se elevó y voló alejándose rápidamente. Raúl había contemplado toda la escena y decidió bajar para comprobar si estaba bien… Constanza corrió a buscar algodón al botiquín.
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-Ahora me vas a decir que el zorzal tocó el timbre. -No sabía que era tan mágico. -Yo creo que no fue él quien tocó el timbre. -Quizás fue un encantamiento que venía con el mensaje. -¿Mensaje? Arnaldo abrió el rollito de papel y se lo pasó a Raúl. -¿Te estás burlando de mí? Este papel está en blanco… Arnaldo lo miró y comprobó que realmente nada había escrito en él. -Quizás tiene otro encantamiento que oculta las letras. -Ya he tenido suficiente de encantamientos por hoy… Constanza llegó justo a tiempo para curar a su pololo y evitar que su papá lo retara por retrasarlo. No le gustaba llegar tarde, todos los años iba a la misma hora al cementerio a visitar a su esposa. Poco después estuvieron todos en el auto otra vez y Raúl aceleró vertiginosamente, olvidando cerrar el portón. Arnaldo iba a avisarle, pero un dedo de Constanza perpendicular a sus labios lo detuvo. -¿Qué pasa?-murmuró -Es mejor que no hagas comentarios. -Está bien. Anastasia había fallecido de un extraño mal, Raúl gastó mucho dinero en médicos y tratamientos… pero tras varios meses de constantes dolores y sufrimientos, murió. Cada aniversario de su muerte, el 2 de marzo, visitaba su tumba y le dejaba sus flores favoritas: jazmines. Se detuvo a comprarlas por el camino, momento que aprovecho Arnaldo para intentar hacer visible el mensaje que había recibido. Pensó unos instantes, sacó su varita del bolsillo y la agitó sobre el papel, recitando suavemente: “thuntichiy“.
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-¿Qué haces, mi amor? -No lo sé, es lo primero que se me ocurrió… Lo usó la profesora de Encantamientos sobre el cadáver de la trelkewecufe que maté para desecarlo e impedir que siguiera descomponiéndose. -¿Y éso que tiene que ver con… No alcanzó a terminar la frase cuando un destello de luz absorbió toda el agua del papel al interior de la madera de la varita de Naldo que, apenas perceptiblemente y por sus propiedades higroscópicas, aumentó algunos milímetros de diámetro. Precisamente donde la tinta había humedecido el papel al momento de escribir el mensaje, quedaron zonas vacías con la forma de la escritura. -…éso? ¡Qué genial, tesoro! Lo acerco al oscuro anverso del asiento delantero del conductor y pudo leer sin inconvenientes. “Arnaldo, por ningún motivo te acerques al cementerio… Estarías en grave peligro. Ha habido un saqueo de tumbas y sospechamos que hay personas mágicas de mala reputación involucradas. Quizás todavía estén allí… varios aurores a mi cargo estaremos vigilando la ciudad. Atentamente, Emelina Vertforêt”. -¡Ay, mi amor, qué susto! Raúl subió al auto y puso marcha al cementerio antes que pudieran intentar detenerlo. Arnaldo le susurró algo al oído a Constanza y ella, menos voluminosa, se cambió al asiento del copiloto con el mensaje en la mano, que apoyó sobre la guantera para que su papá pudiera leerlo. Al detenerse, ya estaban en el estacionamiento de la necrópolis… y misteriosamente, las nubes tenues de la mañana ce cerraron y oscurecieron de pronto para dejar caer una fina llovizna. -¿Emelina Vertforêt? ¿Todavía hace clases en Sacsahuamán? Pensé que la habían expulsado después
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de los incidentes ocurridos cuando mi cuñada estudiaba allá. -¿Mi tía es bruja? -Sí, Constanza… la única entre todos las numerosas hermanas y hermanos de tu mamá. Mi suegro era el de los genes mágicos… Nunca se lo confesó a mi suegra, murió durante la primera guerra contra Voldemort y mi cuñada recibió la carta para estudiar magia sólo unos días antes que se supiera la noticia de la muerte de tu abuelo. Así que tu abuela estaba sola cuando descubrió que su esposo no andaba en un viaje de negocios, sino que había decidido salir de su retiro como auror e ir a combatir. -¿Qué es un auror?-preguntaron Naldo y Tanchi a coro. -Una especie de agente secreto del mundo mágico… nunca supe que Emelina era una de ellos. Anastasia siempre me había comentado que a su hermana la trataba muy mal… demás está decir que tu tía no era muy buena, que digamos, en sus estudios. Repitió 3 cursos: 5°, 6° y 7°… y casi había sido expulsada en varias ocasiones por conductas inadecuadas. Se interrumpió a sí mismo de pronto, cuando una silueta comenzaba a acercarse al escarabajo. -Esperen aquí… Raúl salió al encuentro de quien parecía ser el guardia del estacionamiento. Arnaldo y Constanza se abrazaron asustados; pero al ver cuando su suegro y papá se golpeaba contra una lápida que se hizo trizas con la fuerza que fue arrojado por su atacante, salieron corriendo del auto. -¡Deja a mi papá!-gritó Constanza antes de resbalarse en el suelo húmedo y caer a los pies de la horrorosa criatura. -¡Pacha k’anchai!-exclamó Arnaldo, apuntando su varita, que comenzaba a irradiar luz por su extremo, al
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amasijo de carnes y huesos que estaba a punto de pisar a su amada. Se cubrió levemente el rostro y dio un tremendo zarpazo a la muñeca del heredero del Cid… varios cortes comenzaron a sangrar profusamente, pero ignorando el dolor se acercó aún más y canalizó toda su energía hacia su varita que destelleó unos instantes haciendo que la criatura retrocediera tropezándose contra una lápida. Arnaldo tomó impulso y se trepó a un mausoleo cercano para caerle encima y atravesarle el pecho con su varita. Lo único que pudo ver Constanza fue un brillo enceguecedor, al tiempo que llegaba junto a su padre que respiraba apenas pues aparentemente se había roto varias costillas en la caída. Para cuando pudo ver otra vez, Arnaldo estaba sobre un montón de ceniza negra y pegajosa, muy parecida al asfalto; apenas respiraba. Su mano izquierda era sólo una mancha carmesí y comenzaba a oler mal… como si se estuviera pudriendo. No sabía que hacer, estaba aterrorizada, su padre y su pololo heridos y ella allí sola, justo cuando una niebla comenzaba a levantarse desde el suelo del camposanto. Instintivamente tomó la varita de Arnaldo y trato de iluminar alrededor. Varias siluetas aparecieron formando un círculo a su alrededor… también cargaban varitas encendidas. Cayó de rodillas y suplicó por sus vidas, pero su voz no consiguió salir de su boca. Era como si de pronto le hubieran sacado todo el aire de los pulmones al mismo tiempo que habían cortado sus cuerdas vocales. Una mujer daba las órdenes… eran 7 en total. Y en parejas fueron levantándoles del piso frío y húmedo para llevarlos a otro lugar. Constanza no pudo soportar más la conmoción y terminó por perder el conocimiento.
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Capítulo 8 Sábado por la noche Despertaron en una sala con varias camas. Tan pronto abrieron los ojos, trataron de incorporarse y se cruzaron sus miradas. Constanza saltó sobre Arnaldo que se quejó suavemente antes de besarla. -¡Estás bien!-dijo contemplando su mano vendada, que había aplastado levemente al caerle encima… -Claro que lo está-interrumpió Emelina, acompañada de Raúl y el tío Luis. -¡Y tú también, papá!-salió corriendo a sus brazos. -Por fortuna la profesora estaba cerca-comentó Raúl. -¡Para la próxima deberías hacerle caso a los mensajes!-lo increpó Luis. -¿Y qué iba a saber yo?-respondió molesto Raúl. -Tío, no es su culpa-lo defendió Arnaldo. -Papá, por favor-suplicó Constanza. -Muy bien… basta de discusiones-concluyó Emelina. Arnaldo bajó de su cama y tomó con su mano buena la de su polola. Juntos se acercaron a la profesora. -Lo lamento mucho-se excusó Constanza. -No es tu culpa, niña… -aclaró Emelina- …no debí haberme descuidado. Debería haber previsto ésto. Pero, claro, si en Hogwarts un chico de 11 años como Arnaldo era capaz de hacer proezas dignas de un adulto muy entrenado… como lo decía su profecía. No podía ser menos quien fue señalado por las estrellas aquí en Chile. -¿Hogwarts? ¿La escuela de magia donde quería ir Domingo Antonio?-preguntó Arnaldo.
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-A quién le importan las escuelas europeas… -pensó un momento Emelina- ...aún no entiendo porqué mi primo Antoine puede disfrutar tanto cuidando cisnes en Beauxbatôns. -También le hubiera gustado ir allá… ¿cisnes? -Cada escuela usa distintos animales como mensajeros. Pero éso no es importante ahora. Ya que nos iremos a mi casa… -¿¡Qué!?-preguntaron a coro Raúl y el tío Luis. -Sí, tal como lo oyen… nos vamos a Andacollo, pasaremos la noche del sábado allá y dejaremos al sr. Ponce en Sacsahuamán la noche del domingo. La profesora abrió un armario y sacó una gran alfombra. La extendió en el piso, sentándose en la parte de atrás y con un gesto les indicó al resto que subieran. A regañadientes, Raúl y el tío Luis se sentaron delante de Emelina. Tanchi y Naldo quedaron al frente. Ocultos por el encantamiento invisibilizador, volaron rápidamente hacia su destino. -oEmelina les dejó estrictas indicaciones de no abandonar el lugar hasta que ella regresara. Le indicó al tío Luis donde estaba la cocina y el traslador a Sacsahuamán, una pluma de Yuc-yuc (el dios zorzal), por si ocurría alguna emergencia. Apenas y almorzaron, de verdad el hambre se les había ido con el susto de la mañana. Raúl se sentó debajo de un sauce a rezar por su esposa, mientras el tío Luis se quedó en el tejado haciendo guardia. Constanza y Arnaldo se quedaron solos en la casa… les hubiera gustado salir, pero cada puerta y cada ventana estaba mágicamente sellada. -Toma, mi amor-Tanchi le devolvía su varita a Naldo, quien se sorprendió al recibirla. -Menos mal que no la perdí.
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-La recogí para tratar de iluminarme a través de la bruma, cuando aparecieron 7 personas… no supe quienes eran. Pero es probable que hayan sido la profesora y su grupo de aurores. -Por fortuna estaban cerca del cementerio. Nunca pensé que un simple hechizo para iluminar pudiera contra esa pútrida criatura que nos atacó. -Fue un destello enceguecedor, tesoro… apenas podía ver. -¿Yo hice éso, corazón? -Claro… estaba tan sorprendida como tú. Pero seguramente, la profesora lo estaba más todavía. -A todo ésto… ¿quién habrá sido ese tal Voldemort contra el que combatió tu abuelo? Al parecer fue hace mucho tiempo. -Quizás alguna de esas “personas mágicas de mala reputación” -Me huele a pésima reputación… pues en francés quiere decir algo así como “saqueo de tumbas” y a todo ésto… ¿quién será ése niño de 11 años como yo con una profecía en Hogwarts? -No sé, quizás podríamos enviarle un zorzal a mi prima. -Tienes razón, mi amor. Arnaldo llamó a Cus-cus… bajó desde una viga del techo hasta su mano. Había algunas hojas sobre una mesa que tomó y con un lápiz que las acompañaba escribió una breve carta a Ernestina sin mucho detalle sobre el incidente. Incluyó sus consultas, especificando explícitamente que deseaba pronta respuesta. El zorzal se coló por un hueco en la madera y salió volando a dejar el mensaje. -oPasaron el resto de la tarde conversando y divirtiéndose entre juegos de ingenio y besos tiernos…
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Ya estaba oscureciendo y todavía no volvían ni el tío Luis, ni Raúl, ni la profesora… ¡Ni tampoco Cus-cus! Pronto las estrellas llenaron el firmamento, haciendo que Tanchi y Naldo se acercaran a mirar a través de la ventana. Él, le contaba acerca de las constelaciones… nombrando las estrellas que la componían. Recordó que alguna vez había querido hacer reportajes sobre descubrimientos astronómicos, pero tras los últimos eventos… incluyendo el saber que era un mago dejaba todo éso atrás. Una lágrima se arrastró lentamente por su mejilla… la mano cariñosa de su polola la secó. -¿Qué pasa, tesoro? ¿Por qué la penita? -Es que recordé mi sueño de ser periodista científico… y ahora es… imposible. -¿No tienen un diario mágico? -¡Tienes razón! ¡El valle del encanto! Justo en ése momento regresabas Cus-cus con su cargamento de información… pues no sólo traía un largo mensaje con sus respuestas, además había una copia de la última edición del diario. El titular los hizo temblar… “¡Dragón dienteviperino escapa de magizoológico de la escuela ‘Nôite amazónica’ de Brasil”. …y con razón, pues el tío Luis atravesó el techo con la criatura sobre él. Allí, donde había conseguido morderlo, su piel se había tornado cobriza y escamosa… producto, seguramente, de algún potente veneno mágico. -¡Vayan a la biblioteca, en el segundo piso… cojan la pluma que está bajo la bola de cristal!-gritó antes que el dragón, de casi 5 metros de alto, lo devorara de un solo mordisco. La puerta principal se abrió de par en par y Raúl saltó desde la mesa para golpearlo con un enorme madero en el cuello, tan fuerte que lo hizo caer sobre su costado rompiendo el piso y estrellándolo contra las
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rocas del suelo del sótano. Tomó la mano de su hija y corrieron los tres hacia la escalera… llegando justo a tiempo al traslador. El dragón había saltado desde el sótano hasta llegar al segundo piso, destrozando todo a su paso… pero sólo alcanzó a golpear la bola de cristal que tras romper una ventana, amortiguó su caída en el pasto y rodó ladera abajo hasta que alguien que pasaba por el lugar la cogió para llevársela. Nadie pudo ver quien había sido. -oAparecieron justo en la entrada principal de Sacsahuamán, donde salieron a su encuentro Nazca y Huáscar. Les causó gran sorpresa ver Arnaldo acompañado de dos personas no-mágicas. -¿Qué hacen aquí ellos, sr. Ponce?-inquirieron apuntando a Raúl y su hija. -Vinimos en el traslador de la profesora Vertforêtrespondió Naldo mostrando la pluma que torpemente dejó caer. -¿Qué hacían ustedes en su casa? -Ella nos indicó que sería un lugar seguro… hasta que llegó el dienteviperino y… Sin dejarlo terminar, Nazca tomó a Raúl y a su hija para conducirles hasta su Huaca. Huáscar hizo lo propio con Arnaldo. Volvieron a reunirse en la puerta principal y usaron el traslador para llegar a la casa de Emelina. Y fue justo a tiempo para inclinar la balanza de los aurores a su favor. Todos apuntando simultáneamente sus varitas, recitaron un encantamiento debilitador y empequeñecedor. Fue suficiente para capturarlo en una pequeña jaula que traía la profesora. Volvieron rápidamente a Sacsahuamán, pero ésta vez a través de la caverna de los trelkewecufes, directo hacia la casa de Pak.
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El gnomo se sorprendió al verlos, pero recibió el paquete y las instrucciones. Corrió a través del laberinto de callejuelas que formaban los hongos gigantes y desapareció en la distancia. -Quizás todavía puedan salvar a Luis-comentó Emelina. -Que Viracocha escuche nuestras plegariascomenzaron a rezar el guardián y la guardiana. Los aurores se desplegaron en torno a la aldea gnómica y la profesora se dirigió a Sacsahuamán a través del pasaje que conducía a la biblioteca. Lo que más temía, había ocurrido… el sello estaba roto y los fantasmas inmovilizados con cadenas de la muerte. Tras liberarles, pudieron verificar que varios libros importantes habían sido robados… Ya muy lejos, cerca del santuario de la Virgen de Andacollo, una figura solitaria sonreía con una bola de cristal en una mano y una mochila llena en la espalda.
Capítulo 9 Visitas inesperadas Una bandada de alfombras se posó directamente sobre el techo de Sacsahuamán sin pedir autorización alguna. La directora indignada subió hasta allí para recibir al grupo tan poco cordial de viajeros, el subdirector la seguía de cerca intentando calmarla… sabiendo, de antemano, que nada de lo que dijera podría bajarle los humos. Roussignol era sinónimo de pura tranquilidad y diplomacia, digno ejemplo de su ayllú… sin embargo, tamaña intromisión sin previo aviso la había sacado de sus casillas y si tenía que declarar una guerra para recuperar la paz de su escuela, lo haría.
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-No me importa que sea el Ministro de magia de Brasil quien los envíe… No me importa si es el Presidente de la Comunidad procooperación mágica internacional… Ni aunque fuera el Secretario general de la ONU... ¡Nadie! ¡Nadie, en esta Tierra, puede usar mi techo como estacionamiento de alfombras! -Disculpen el exabrupto... -intentó conciliar el subdirector. -¡Cállate, Irarrázabal! ¡No he pedido tu opinión ni tu ayuda! -Pero, directora... –trató nuevamente. -¡Basta, Irarrázabal! ¡No lo repetiré! Se tragó su orgullo y permaneció en completo silencio junto a Roussignol. En ese mismo instante, de la alfombra central se irguieron las tres personalidades antes mencionadas por ella. Caminaron entre los supremii, la guardia de élite compuesta por los 17 mejores aurores veteranos de todo el Mundo mágico (incluyendo a Rufus Scrimgeour, ex-Ministro de magia británico, y a Kingsley Shacklebolt), sin perder su grandeza ni su compostura. Éstos les iban dejando el paso libre a medida que avanzaban hacia la directora. Así, se detuvieron frente a ella… primero, Humberto de Alençar Castello Branco, Ministro de magia de Brasil (también ex-presidente del mismo país). Luego, Percy Weasley, elegido recientemente Presidente de la CPMI (ex-asistente de Cornelius Fudge, ex-Ministro de magia británico). Y, finalmente; Kofi Annan, Secretario general de la ONU (ex-director de Chui nyeupe, Leopardo blanco en castellano, la escuela de magia sudafricana). La directora quedó pasmada y de inmediato estrechó sucesivamente las manos de sus ilustres visitantes. No podía creer que de pronto Sacsahuamán, su humilde escuela, se hubiera convertido en el centro de atención de una comitiva de tal envergadura. Jamás
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en su vida podría haber imaginado que tal evento alguna vez ocurriría. -Lamentamos llegar tan de improviso, Madame Roussignol... -dijo, en perfecto castellano, Castello Branco- ...pero se nos ha notificado que ha habido un avistamiento draconil en las cercanías de su escuela. Más precisamente en Andacollo... pueblo que, según me han informado, es un centro religioso local... y precisamente hace unas horas, cuando una multitud de fieles se dirigía a elevar sus plegarias. -Es de suma importancia que nos contacte con el Ministro de magia de Chile para que la CPMI tome cartas en el asunto, pues sabemos que su país no cuenta con suficiente personal para enfrentar la situación-agregó Weasley con su tosco acento gringo. -Desde mi oficina en la ONU, estamos haciendo lo posible por transformar el incidente en un vulgar avistamiento de ovnis-concluyó Annan con tono severo. Roussignol tragó saliva y trató de buscar las mejores palabras para intentar responder a la solicitud. -Sr. Castello Branco, sr. Weasley y sr. Annan... -comenzó la directora- ...les ruego me disculpen por mi actitud inicial. Ustedes comprenderán que es todo un acontecimiento para nosotros tener a personas tan importantes aquí de visita. Sin embargo, lamento informarles que hace tan sólo un par de semanas fue depuesto por el Consejo mágico de Chile y aún no se realizan las elecciones pertinentes. De hecho, anteayer, en la última reunión en la que estuve presente; pude notar claro interés en no volver a tener un Ministro de magia y dejar todo el poder político en el Presidente del Consejo. -Éso sin duda complica bastante el asunto, que ya era gravísimo-indicó Castello Branco. -Quizás, sr. Annan, sería necesario que desde la ONU fueran algo más drásticos... quizás mover los hilos de la CIA para derrocar al sr. Lagos e instalar una nueva
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dictadura militar como se hizo durante la primera guerra contra Quien-no-debe-ser-nombrado, para aislar a la población-sugirió Weasley. -No, ésta vez no podemos sacrificar sangre inocente por un fin superior... Ya sufrieron bastante con Pinochet y no me gustaría que Sacsahuamán volviera a cerrar por 17 años. Cuantos magos y brujas talentosos tuvieron que dejar su tierra natal y estudiar en Salem o en alguna de las escuelas europeas, para nunca más volver. Considerando que, por aquélla época, Nôite amazónica y Ville de la lumière no eran más que refugios para los seguidores de Voldemort-rectificó Annan. -Éso es algo que siempre lamentamos en mi paísconcluyó avergonzado Castello Branco. -¿Alguna sugerencia, Madame Roussignol?preguntó Weasley. De pronto la directora se sintió abrumada y confundida, miles de pensamientos se atropellaban uno tras otro en su mente... era incapaz de lograr concentrarse, estaba completamente perturbada y sentía como su respiración se agitaba. Afortunadamente para ella; Nazca, Huáscar y la profesora Vertforêt hicieron su entrada en ese momento, para informarle que el dragón ya había sido capturado. -Muy bien... ya estamos avanzando-sonrió Annan y con un par de gestos, 4 supremii montaron en sus alfombras para ir buscar a todos los integrantes del Consejo mágico de Chile. El resto enrolló las suyas y formó un círculo alrededor. -¿Y nuestro dragón?-preguntó Castello Branco. -Debería irse con mi hermano Charlie a la reserva de Rumania por un tiempo-sugirió Weasley. -Concuerdo con usted, joven... siempre y cuando el Ministro nos dé su autorización-inquirió Annan.
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-Que así sea... ya es hora de que mi país pueda limpiar sus manos y levantar la cara-asintió Castello Branco. -No esperaba menos de usted-se alegró Weasley. -Madame Roussignol, según entiendo sus estudiantes vuelven mañana por la noche... intentaremos terminar la reunión con el Consejo mágico antes de ese atardecer... -indicó Annan- ...pero si no fuera posible, deberá asegurarse que nuestra presencia pase inadvertida. Los supremii escoltaron a sus protegidos a la sala de profesores, excepto Scrimgeour y Shacklebolt, que permanecerían con Roussignol e Irarrázabal para prevenir cualquier inconveniente. La directora y su subalterno no tenían alternativa, sabían que no podían protestar... así que marcharon rápidamente a sus oficinas para enviar zorzales a los profesores con avisos de la intervención de la escuela y las precauciones que deberían tomar a consecuencia de ello. Nazca, Huáscar y la profesora Verforêt tendrían que resolver por sí mismos el problema con Arnaldo, Constanza y Raúl. No podían, sencillamente, aplicarles encantamientos de olvido... pues lo que habían presenciado no podría ser borrado de sus mentes con facilidad. Tarde o temprano reafloraría con mayor fuerza y terminaría por enloquecerlos o, peor aún, provocarles catatonia. Se quedaron en el techo de Sacsahuamán pasado el mediodía, intentando hallar una solución... pero el asunto de los libros y la bola de cristal subyacía a cada momento de su discusión, sin dejarlos tranquilos. -oLa larga columna de fieles se retiraba ya del santuario de la Virgen de Andacollo; cuando en su interior se producía el intercambio: la bola de cristal y
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la mochila llena por un maletín mágico con 1.000.000 de galeones. Sin duda, quien había hecho el encargo, tenía urgencia por obtener tales objetos... y había contratado al mejor para el trabajo. Claramente, no los utilizaría con los mejores propósitos... quizás, según su criterio, era lo mejor para sí mismo y para sus retorcidos planes. El brillo de su sonrisa se alejó en sentido contrario, hacia donde hace algunos minutos se había dirigido su contacto... bien, valía la pena poder recuperar su nombre y su memoria. Abordó un taxi y le dio 100 dólares al conductor para pagar su discreción y su silencio. Llegó a La Serena pasado el mediodía y, según sus cálculos, Sacsahuamán ya debía estar hecho un verdadero nido de ratas en época de celo. Sólo debía esperar el momento oportuno para concluir el ritual que le aseguraría muchísimo más que lo que jamás habría podido conseguir con sus viejos métodos. Se bajó un par de cuadras antes y caminó hacia la casa de Luis, el tío de Arnaldo, pues era hora de poner en marcha la segunda parte de su plan. -oNazca y Huáscar, también recibieron zorzales... debían sacar a Raúl y Constanza, lo más discretamente posible. Arnaldo podría permanecer en la biblioteca, que fue a donde lo condujeron y, por lo cual, no pudo despedirse de su polola. Mientras tanto, prepararon una poción multijugos para transformar a Raúl en él y a Constanza en ella... como guardián y guardiana, podían entrar y salir de Sacsahuamán, sin despertar sospechas. Con sus instrucciones claras, Raúl y Constanza bebieron sus pociones y esperaron la transformación... subieron a ver a la directora. -Sra. Roussignol... -dijo Raúl, un tanto intimidado por quienes sabía eran aurores y eventualmente
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podrían descubrirlo- ...debemos dirigirnos a La Serena a realizar aquéllo que nos ha indicado. -Muy bien, Huáscar.... -indicó la directora- ...de verdad necesito esa provisión de papayas, nada me calma los nervios con tanta eficiencia como esas deliciosas frutas. -Es cierto... -aseguró el subdirector, manteniendo la seriedad para no despertar la sospecha de sus vigilantes- ...de verdad le haría muy bien, ni usted ni yo queremos dejar a Sacsahuamán en ridículo en la reunión. -Pues entonces Shacklebolt y yo les acompañaremos-sentenció Scrimgeour. -No será necesario, estimados... -terció Constanza- ...viajaremos por medios no mágicos. Satisfechos, Shacklebolt y Scrimgeour, se alejaron con la directora y el subdirector a la sala de reuniones a supervisar los preparativos y realizar las labores de seguridad preventiva. Siguiendo las instrucciones de Nazca y Huáscar, caminaron por el sendero que serpentea junto a la Quebrada del calvario, para llegar hasta la localidad rural de Chapilca. Allí podrían encontrar transporte para volver a La Serena, tan pronto hubieran recuperado sus aspectos originales... no tuvieron que esperar mucho, pues las dosis estaban calculadas con gran exactitud. Sin problemas, llegaron al cementerio... Raúl y su hija visitaron la tumba de Anastasia, dejándole los algo marchitos jazmines sobre ella y agradeciéndole la protección que les había brindado hoy. Volvieron al escarabajo y regresaron a casa, bastante entrada la noche... comieron una cena frugal y se fueron a dormir.
Capítulo 10 Lecturas nocturnas
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Arnaldo no reparó ni en cansancio ni en hambre ni en sueño. Pasó toda la noche del sábado y la madrugada del domingo leyendo sobre los trelkewecufe, pero aún así no podía dejar de pensar en Constanza. Lamentaba mucho no haberse podido despedir, pero comprendía que su papá y ella debían marcharse lo más pronto posible. Nunca supo si la reunión terminó a tiempo, pero Ayllelén lo hizo marcharse al dormitorio Chasca poco después del mediodía del domingo. Descendió por la solitaria escalera de caracol, avanzó por el pasillo que daba una vuelta y se encontró con el sello de su ayllú. Un enorme campo de flores, donde varios suri podían observarse en actitud de carrera. Abrió la base de su varita y los granos de polen de la ceremonia de selección cayeron en su mano, que luego esparció sobre el muro que comenzó a abrirse. Tras entrar, se selló tras él y el polen volvió a su mano. Lo regresó a su varita y la cerró, se dirigió a su cama para sacar sus utensilios de aseo. Se duchó, se colocó el piyama y descubrió la monografía del Cid que le había dejado el librero. Se tendió a leer sobre la cubrecama y se impresionó al ver la cantidad de hazañas mágicas que había hecho su antepasado mientras estuvo vivo. No avanzó más que un capítulo, pues el agotamiento lo venció y se quedó dormido. Lo despertó el bullicio del resto de su ayllú que llegaba al anochecer… Berina lo saludó muy feliz. -Naldito... -sonrió- ...que bueno que estás bien. Ernestina estaba preocupadísima. -Sé que ella tiene que cuidarme... -respondió todavía amodorrado- ...pero te aseguró que la profesora Vertforêt y sus aurores han hecho un buen trabajo. -En el “Valle del encanto” de hoy aparecieron los detalles de tu encuentro con el dragón dienteviperino.
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-Ah, éso... -y recién entonces cayó en cuenta que quizás no volvería a ver a su tío y una lágrima se deslizó por su mejilla- ...quizás los gnomos puedan salvarlo. -Ay, Naldito... -lo abrazó- ...por supuesto que lo harán. No pudo seguir hablando, la voz se le hundió en el pecho... la pesadumbre se apoderó de él. Berina lo besó en la mejilla y se marchó a su cama. Lloró silenciosamente hasta entrada la madrugada del lunes, entonces retomó la lectura de la monografía que terminó poco antes del amanecer. Se vistió presuroso y corrió a la zorzalería a buscar a Cus-cus, le escribió un largo mensaje a Constanza y no pudo evitar mancharlo con sus lágrimas. Lo enrolló y lo depositó en la patita del avecilla que se marchó volando rauda como el viento de la mañana. Se unió a sus compañeras y compañeros a tomar desayuno... tenía tanta hambre, que agotó todas sus raciones, sólo cuando Ernestina se lo hizo notar supo que se quedaría sin comida el resto del día. Pero si había soportado casi todo el fin de semana con el desayuno del papá de Constanza, seguro podría aguantar hasta mañana. Ya era hora de su segunda clase de Defensa contra las artes tenebrosas, era hora de concentrarse más y mejor... su conocimiento expandido de los trelkewecufe, tras sus noches de estudio, era hora de ser puesto a prueba. En ese instante, la profesora Coya, entraba a la sala con su paso lánguido, dejando sus libros en el escritorio. Comenzó a pasar lista, deteniéndose unos minutos en cada estudiante para hacerle algunas preguntas sobre lo que recordaba de la clase anterior y de su fin de semana. -Parece que la única persona que hizo algo interesante fue el sr. Ponce y éso me hace seguir preguntándome porqué está en Chasca y no en Supai.
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La fila Supai miró a Arnaldo con una mezcla de envidia, sorpresa y resignación. La fila Chasca, en cambio, permaneció en silencio... ya estaba enterada de todos los acontecimientos y con detalles. La fila Urcaguary no se molestó siquiera en poner atención y la fila Capac se dedicó a susurrar comentarios ácidos sobre el favoritismo de la profesora por “El heredero del Cid”, salvo Ernestina que intentó defender a Naldito infructuosamente. -Silencio, srta. Duarte... creo que su amigo puede ayudarse a sí mismo. Cuéntenos, sr. Ponce... ¿qué sintió cuando el dienteviperino devoró a su tío? -Con todo respeto, profesora... ¿no cree que todavía estoy consternado por éso como para que usted me ande preguntando? -Usted sabe que es lo que nos interesa en Supai, sr. Ponce... Responda o serán 50 puntos menos para su ayllú. -Pues adelante, no tardaré en recuperarlos. -¿Se atreve a desafiar mi autoridad como profesora, sr. Ponce? -No, en ningún caso... ¿no me estará confundiendo con alguna otra persona? -¡No toleraré sus sarcasmos, sr. Ponce! 50 puntos menos no bastan... que sean 100 y váyase inmediatamente a Inspectoría general. -Muy bien, profesora. -¡Ah! Por supuesto, tendrá castigo conmigo todos los fines de semana de este mes. Arnaldo suspiró de rabia, tragó saliva y prefirió mantener la boca cerrada. Se retiró tranquilamente de la sala. -¿Alguien más tiene algún comentario? -Claro, profesora... -respondió Ernestina- ...si desea castigar a alguien, hágalo conmigo. Naldito no se lo merece. -¿Intenta salvar a su amiguito?
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-Pues... -No me importa, usted tendrá el gusto de acompañarlo... Váyase a Inspectoría general, srta. Duarte. Ernestina se puso de pie y sin mirar a la profesora, dejó su asiento y se fue corriendo tras Arnaldo. -Son 50 puntos menos para Capac y me gustaría no tener que seguir con ésto. La clase permaneció silenciosa, mientras la profesora se dedicó el resto de la clase a comentar su viaje al magizoológico de Nôite amazónica durante el verano. Como había disfrutado su estadía en casa de su colega brasileño: Braulio Arcángel, ex-supremus y de quien se declaraba su más fiel admiradora. El profesor Arcángel, había escrito varios libros acerca de los dienteviperino y los mejores métodos de defensa contra ellos. Se suponía que seguirían con su estudio de los trelkewecufe, pero al parecer la profesora había cambiado de idea después del acto de rebeldía de Arnaldo. -Éso sería todo por hoy, estudiantes... para la próxima clase quiero un ensayo de 500 palabras sobre los dienteviperino y serán -10 puntos por cada palabra que falte. -oErnestina alcanzó a Arnaldo antes que saliera de la escuela y lo miró con ojos tristes. -Lamento que te haya ocurrido ésto, Naldito. -¿Qué haces aquí, Nesti? -Pues, no pasarás tu castigo solo. -¡Qué! ¿A ti también? ¿Y tú que hiciste? -Sólo te defendí.
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-Gracias, pero creo que hablaré con el Inspector general para que reconsidere tu castigo. No te lo mereces. -No, Naldito... ¡Tú eres quién no se lo merece! ¿Cómo se le ocurre preguntarte por tu tío? -No creo que lo haya hecho con mala intención, creo que todavía no acepta que no sea parte de su ayllú. -Éso no justifica su comportamiento. -Tampoco el mío. Siguieron caminando en silencio hacia la Inspectoría general, era una mañana fresca y el Sol comenzaba recién a elevarse. Poco antes de llegar se toparon con Shacklebolt y Scrimgeour... -¿Qué hacen fuera de clases, jóvenes?-preguntó solemne éste último. -La profesora Coya nos mandó a Inspectoría general, tendremos castigo todos los fines de semana de este mes con ella. -Me temo que tendremos que hablar con ella, Rufus-susurró Kingsley en inglés. -Sigan su camino... ¿cuáles son sus nombres? -Arnaldo Ponce. -Ernestina Duarte. -Sr. Ponce, srta. Duarte. Los supremii se alejaron en dirección a la escuela, tras hacerles una sutil reverencia. -¿Y ellos quienes son, Nesti? -¿No lo sabes? Se detuvo un instante y llevó a Arnaldo detrás de unos arbustos. -¿Qué ocurre? -No estoy segura, pero creo que son parte de la élite de aurores, los supremii… quienes protegen a personas importantes del mundo mágico. -¿Y qué hacen aquí en Sacsahuamán?
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-No lo sé, pero creo que debe estar relacionado con el asunto del dienteviperino. -Pues entonces tendremos que averiguar de que se trata. -¡Estás loco! Son asuntos oficiales... -Mi único asunto oficial es saber que rayos hacía un dragón en casa de la profesora Vertforêt y como se las arregló para escapar. Ernestina suspiró comprendiendo que no podría hacer cambiar de opinión a Arnaldo. Volvieron al sendero y continuaron avanzando hacia la Inspectoría general. -oLa reunión cumplía su tercer día y todavía no había indicios de un posible acuerdo. Quienes integraban el Consejo de magia de Chile no se dejarían intimidar tan fácilmente, después de todo... la responsabilidad recaía en el Ministro de magia brasileño. Una grulla voló sobre Kofi Annan y le dejó caer un mensaje que, definitivamente, no era muy alentador: “Sr. Annan, lamentamos informarle que nuestro director ha sido secuestrado, sólo recibimos una llamada anónima de un grupo muggle que se autodenomina ‘Muerte a la magia’ y que exige el inmediato cierre de todas las escuelas del mundo o se encargarán de destruírlas una a una. Aseguran que conocen sus ubicaciones exactas y que cuentan con el poder de fuego necesario para llevar a cabo su amenaza, incluyendo dispositivos anti-mágicos. Creemos que es un asunto de suma importancia y lamentamos interrumpir su reunión. AtentamenteYurimi Karuto, subdirectora de Ryu no kokoro”. Le entregó el mensaje a Percy Weasley y le indicó que el asunto quedaría en sus manos. Éste se marchó
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rápidamente acompañado por 3 supremii, volando sobre Ernestina y Arnaldo. -¿Más supremii, Nesti? -Así parece, Naldito. -Vayamos pronto donde el Inspector general para terminar de una vez con ésto y volver a nuestros asuntos. -Me temo que no podremos... Ernestina contuvo un grito al ver el despacho con la puerta rota y mucha sangre desparramada por todos lados, como si hubiera habido un ataque de alguna poderosa criatura mágica tenebrosa. -¡Qué ha ocurrido aquí! -Al parecer se lo han llevado, han dejado una nota. -¿Qué dice? -Es de un tal grupo “Muerte a la magia”... ¿muggles? -Vaya... ¿cuántas personas no-mágicas saben que les llamamos así? -¿A qué te refieres? -Pues creo que muy pocas personas no-mágicas saben de nuestra existencia y todavía menos la forma en que les llamamos. -¿Crees qué es una distracción? -Más que éso, es una conspiración que viene de nuestras propias filas... Alguien desea provocar inestabilidad dentro del Gobierno mágico mundial y aprovecharse de alguna manera de ello. -¿Y quién sería capaz de éso? -Pues, la verdad no tengo idea... pero por lo visto tiene un plan muy bien elaborado. Y, claramente tiene personas que le ayudan y se coordinan a la perfección. -¿Qué hacemos entonces? -Avisarle a la directora... ¿qué otra cosa? -No sabemos donde está.
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-Es cierto, pero creo que podríamos enviarle un mensaje. -Hay que intentarlo, vamos... Ernestina y Arnaldo corrieron a la zorzalería. La mayoría de las jaulas estaban vacías, sólo quedaban un par de pequeños que quizás todavía no volaban muy bien. Ambos escribieron el mismo texto y lo colocaron en los tubitos de Valentino y Violeta. Los vieron entrar a la escuela con movimientos bastante erráticos... quien sabe si alguno llegaría a destino.
Capítulo 11 La casa de la profesora Coya La profesora Verforêt casi se estrella con su colega. -¿Qué ocurre, Emelina? -Busco al sr. Ponce. -Pues lo mandé a Inspectoría general. -Creo que no estará allí. -¿De qué hablas? -Ha habido un secuestro. -¿No se supone que hay supremii en la escuela? -Por lo visto alguien encontró la manera de despistarles. -¡Éso es imposible! -Imposible hasta ahora... te ruego que vayas por el sr. Ponce. Creo que debe estar en la zorzalería, si no me equivoco. Debo informarle a la directora... asegúrate de llevarlo a algún lugar más seguro. -Pero, Emelina... La profesora Vertforêt ya se había marchado. Sabía que era un asunto complicado y siguió las instrucciones de la aurora. Tal como ella lo había previsto, encontró al sr. Ponce en el lugar indicado.
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Acompañado, como era de esperarse, por la srta. Duarte. -Profesora... ¡Han secuestrado al Inspector general! -Ya estoy al tanto, sr. Ponce. Así que procure mantener la boca cerrada y sígame. -¿Adónde? -A mí casa... tengo órdenes de protegerlo. -Yo voy con él. -Srta. Duarte, usted debe irse a clases. -Creo que no se separará de mí, profesora... es mi guardaespaldas-rió Arnaldo. -No estamos para bromas, sr. Ponce... pero si es así, deberá guardar silencio. -Seré una tumba. -Rápido, suban. Desplegó una alfombra y esperó a que estuvieran arriba. Aplicó los encantamientos necesarios y surcaron los cielos hacia Tongoy... allí, en una callejuela junto a un exclusivo condominio descendieron. Al acercarse, el guardia sin siquiera mirarles les abrió la puerta... como si de alguna manera, la profesora Coya lo controlara con su mente. Al menos éso fue lo que pensó Arnaldo y no estaba equivocado. Avanzaron con paso firme por el laberinto de pasajes hasta que se hallaron en frente de una casa pintada de gris y que parecía deshabitada, visiblemente deteriorada en su estructura. Si no se había desmoronado y nadie había reparado en ella... quizás era porque estaba protegida por un incontable número de encantamientos. -Vamos, jóvenes... no tenemos todo el día. Entraron a la casa sin que alguien de la cuadra pareciera reparar en su presencia. La puerta lateral por la que ingresaron los llevó a una gran sala, llena de muebles cubiertos de telarañas y polvo. Al pasar junto a
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ellos, volvían a verse nuevos por unos instantes y luego recuperaban su estado añoso. -Si tocan algo, haré que los expulsen de la escuela. Arnaldo y Ernestina comprendieron el mensaje y apresuraron el paso. Sin duda había demasiado tiempo y magia invertidos en la morada de la profesora Coya, pero no era momento de estar haciendo preguntas. Subieron al segundo piso por una escalera de caracol que aparentaba estar cubierta de óxido, pero que probó estar en excelentes condiciones cuando treparon a través de sus escalones. Otra sala, algo más pequeña que la del primer piso, pero que lucía mucho más normal les recibió. -Muy bien... La puerta al fondo del pasillo es el baño y la que está a la mitad a la izquierda es la cocina. Mi zorzal, Lautaro, está en su jaula en el balcón... no me escriban a menos que de verdad sea urgente. Intentaré estar de regreso antes del almuerzo... ¡No salgan! Entre la seguridad muggle y los encantamientos que he dispuesto, no deberían tener inconvenientes. -Profesora... ¿podemos ver sus libros? -No, sr. Ponce... ni lo sueñe. -¿Y qué haremos entonces? -¿No se le ocurre, srta. Duarte? Yo la ayudaré: hacer sus tareas. Un ensayo de 500 páginas sobre los dienteviperino. Aprovechen su tiempo... Antes que pudieran hacerle más preguntas, bajo precipitadamente la escalera y se quedaron solos. -Por lo visto, la profesora tiene una fijación especial por los dragones. -No lo creo, Nesti... debe ser sólo para mantenernos haciendo alguna cosa para que no investiguemos lo que ocurre por nuestra cuenta. -¿Acaso quieres que volvamos a la escuela, Naldito?
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-No precisamente, prefiero que vayamos a un lugar en que realmente podamos mantenernos lejos de problemas. -Yo creo que estamos más que bien aquí... -Si el dragón encontró la casa de la profesora Vertforêt, seguro quien está detrás de todo ésto podría llegar hasta aquí. -Tienes razón, podría enviar a Lautaro a mi casa para que nos vengan a buscar. -Tenía en mente un lugar aún mejor que tu casa... -¿No estarás pensando en ir donde mi prima? -Exacto... Caminó hacia el balcón antes que Ernestina pudiera detenerlo y le envío un mensaje a Constanza para que vinieran a buscarles. Lautaro se alejó con tal velocidad que muy pronto se les perdió de vista. -¿Y ahora qué? -Salir del condominio. Tomó la mano de su amiga y la hizo saltar por el balcón... pero antes que ella pudiera gritar, ya habían caído sobre unos mullidos arbustos que estaban justo debajo. Atravesaron la entrada de la casa y se dirigieron de vuelta a la puerta principal. Una camioneta venía entrando y caminaron hacia la calle aprovechando el momento. El guardia, aparentemente distraído, salió de su puesto e intentó detenerlos infructuosamente... ya habían corrido más allá la esquina y estaban fuera de su alcance. -¿Por qué nos habrá seguido, Naldito? -Debe estar encantado por la profesora Coya, sin duda. -¿Y no le avisará? -No lo creo... no al menos hasta que ella regrese y ya estaremos muy lejos de aquí. Un par de cuadras más allá, en un pequeño negocio encontraron un teléfono. Arnaldo llamó a Constanza y ella se alegró mucho al escucharlo.
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-¿Estás bien, mi amor? -Sí, preciosa... ¿ya vienes en camino? -Claro, mi papá me acaba de sacar del liceo... yo creo que a más tardar en 1 hora estaremos con ustedes. -Gracias, Tanchi... te mando un besito enorme. -Yo también a ti... te amo. -Te amo. -¿Crees que Ernestina pueda usar el teléfono? Arnaldo le ayudó a manejar lo que para su amiga, era un artefacto sumamente extraño e incomprensible. La voz de Constanza salía encantada desde un lado y la suya, al parecer, viajaba por el otro. -¿Constanza? -Primita... ¡Queda poco tiempo! Sólo quería agradecerte por cuidar a Naldito. -De nada, pero me debes un favor. -Sí, lo sé... No te fallaré. -Éso espero... ¿Constanza? ¿estás ahí? Arnaldo colgó el teléfono y alejó a Ernestina del aparato, explicándole que la comunicación sólo duraba un tiempo limitado y que no traía más monedas con él. Le preguntaron al dueño, que les miró bastante extrañado por su comportamiento, como llegar a la carretera. Éste, tras pensarlo por unos instantes, les dio las indicaciones para ir hasta allá. Media hora más tarde y con paso tranquilo alcanzaron su destino, cruzaron la pasarela y se sentaron en el paradero a esperar a Constanza y su papá. -¿Qué es este lugar, Naldito? -Es la ruta 5 Norte. -¿Y cómo es que andan tantos autos por aquí? -Para éso fue diseñada... sirve para desplazarse de una ciudad a otra. No pudo seguir su explicación, pues un camión cargado de ácido sulfúrico pasó raudo, y con el rumbo ya desviado, frente a ellos. Se estrelló de lleno con la
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estructura de la pasarela que cedió ante tan tamaño impacto dejando caer varios bloques de cemento sobre el tanque, provocándole varias grietas por donde comenzó a manar el peligroso líquido que contenía. Sin pensarlo dos veces y antes que Ernestina pudiera detenerlo, Arnaldo sacó su varita y apuntó hacia el camión recitó un encantamiento. -¡Thuntichiy! -¿Qué haces, Naldito? -Intento evitar que el ácido se derrame. -Sólo le quitarás el agua. Ernestina tenía razón, el vapor de sulfuro de hidrógeno se elevó y empujado por el viento como una enorme nube tóxica se dirigió hacia el sur. El conductor del camión, al intentar bajar, se desplomó sangrante sobre la berma... para cuando llegaron a su lado ya estaba muerto. -Espero que Constanza y su papá lleguen pronto. -Yo también. -Ojalá antes que aparezcan los carabineros. -¿Quiénes? -Mmm... nuestra versión de los aurores. Se encargan de la investigación de accidentes camineros y otros asuntos relacionados con la alteración de la ley. -Deberíamos mover el cadáver. -No... de éso se encargarán ellos. En realidad, deberíamos salir de aquí... caminemos hasta el otro paradero, una pasarela más al norte. -Estoy cansada. Arnaldo puso una rodilla en tierra y elevó a Ernestina sobre sus hombros en una tomada de bombero. Caminó rápido, casi corriendo, con su amiga a cuestas que no paraba de alegar. -No armes un alboroto, Ernestina. -¿No deberías haberme preguntado primero si me cargabas? -No hay tiempo...
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La bajo al piso justo cuando el escarabajo gris se detuvo junto a ellos, dejándola de copiloto junto al papá de Constanza... por supuesto que él iría atrás con ella. -¿No iban a estar en la otra pasarela, Arnaldo? -Hubo un pequeño inconveniente, Raúl... además, le queda más cómodo para tomar la pista de retorno a La Serena. -¿Qué pasó? -Un camión con ácido sulfúrico tuvo un accidente. -Siempre tan listo... Pisó a fondo el acelerador y, en menos de 5 minutos ya iba de regreso a La Serena. Constanza besó a Arnaldo y lo abrazó fuerte... diciéndole que lo había echado mucho de menos. -Yo también te echaré de menos, Tanchi. -¿Porqué, mi amor? -Estaré castigado todos los fines de semana de este mes... -No te preocupes, prima... estaré con él. -¿Y qué hicieron? -Nada importante... es sólo que la profesora Coya había tenido un mal día y justo nos escogió para descargarse. -No, Ernestina... creo que no fue por éso, de otro modo no nos habría llevado a su casa. -¿Estuvieron en su casa, Naldito? ¡No deberían haberse quedado allí? -Mi amor... ¿recuerdas lo que ocurrió en la casa de la profesora Vertforêt? -Por supuesto, tesoro... ¿supiste algo de tu tío? -Nada todavía... Tras dejar a Ernestina en su casa, apoyó su cabeza sobre el hombro de Constanza y el escarabajo gris siguió hasta su destino. Entraron rápidamente y respiraron aliviados...
Capítulo 12
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De la sartén al fuego La sonrisa brilló otra vez, tras una cortina… y con paso garboso se acercó al living donde estaban Arnaldo, Raúl y su hija; que finalmente no tuvieron tiempo para recuperar su aliento. -¿Quién es usted? ¿qué hace en mi casa? Intentó acercarse al teléfono, pero éste se hizo polvo cuando intentó levantarse... un rayo reductor que venía de la varita del visitante inesperado era la causa de ello. -¡Fermaportus! La puerta se selló al instante y con una mueca de victoria quedó frente al sofá apuntándoles y hablándoles un pésimo castellano. -Ni intentarlo, sr. Ponce... ¡Expelliarmus! La varita de Arnaldo voló por los aires, perdiéndose bajo la mesa. -¿Cómo sabe mi nombre? -¿Quién no conocer Cid’s heir? -Otra vez éso... No soy especial -Para mí lo eres, Naldito. -Novia suya tener mucha razón... Naldito. -Veo que la tiene... Arnaldo le arrojó un cojín al rostro y tuvo tiempo suficiente para lanzársele encima, dándole varios puñetazos en el rostro. Antes de ser aturdido por la lluvia de golpes, alcanzó a intentar lanzar un encantamiento que, si bien no dio en su objetivo, dejó a Constanza con la mirada perdida y baba corriéndole por la boca. Éso le bastó para quitarse a su agresor de encima. -¡Pretrificus totalus! Arnaldo cayó como una columna de cemento al piso y Raúl intentaba hacer volver en sí a su hija. -¡Qué le ha hecho a Constanza!
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-Tranquilo, ella estará bien y no recordará aquí ocurrir... si alguna vez recobrar memoria. Desde el piso, Arnaldo recuperaba su movilidad y pateaba con todas sus fuerzas en la entrepierna al extraño hombre de sonrisa maléfica que, instantáneamente, cayó de rodillas. Apenas y emitía algunos gemidos de dolor, lo que aprovechó para quitarle la varita. -¡Huayra pukuy! La feroz ráfaga de viento lo elevó desde el piso y lo hizo caer de espaldas contra la mesa, partiéndola por la mitad y azotándose violentamente contra el piso. Apenas consciente, estiró la mano para coger la varita de Arnaldo y contraatacar. -¡Obliviate! Mareadísimo cayó a los pies de Raúl, que seguía abrazado a Constanza. Lentamente, el malherido visitante, se puso de pie y recuperó su varita. -Mucho bien, ser suficiente. -Ni siquiera sabe hablar castellano, imbécil. -No preocupar éso, mi objetivo estar completo. Desapareció en el aire, llevándose la varita de Naldo en el proceso. Raúl se quedó solo sin saber que hacer... -Nag bleg urg nuk-musitó Constanza. -Tocn gir fet daut-balbuceó Arnaldo. Raúl se paseaba por el living, mientras oía como su hija y su futuro yerno hablaban incoherencias. Intento forzar la puerta pero estaba firme como una roca, sin embargo no tuvo problemas con la ventana... salvo por los barrotes. Constanza se puso de pie y caminó como borracha hasta tropezarse con los restos de la mesa y caer de cara contra el piso quedando aturdida en el proceso. Raúl tomó a su hija en brazos, la llevó a su habitación y la fijó a su cama con varios de sus cinturones. Al salir vio a Arnaldo gateando escalera arriba, golpeándose alternadamente con el muro y la
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baranda... le faltaba poco para llegar cuando perdió el equilibrio y rodó hasta el descanso. Un ruido sordo le avisó que la puerta había sido abierta... bajó hasta quedar delante de Arnaldo, justo un hombre gordo y pelirrojo le apuntaba con su varita. -Vamos, conviértame en idiota también... Su amigo de la sonrisa ya se encargó de mi hija y su pololo. -¿De qué hablar usted, señor? -Lo único que me faltaba... otro gringo. -¿Gringo? -Otro estúpido que no habla castellano. -Disculpar mi mal castellano, pero no ha sido mi intención ofender usted. No ser estúpido, ser inglés. -Sabe, probablemente el otro gringo también fuera inglés... tenía su mismo acento. -No saber de quien hablar usted, pero mi hijo Percy avisarme que heredero del Cid desaparecer de casa profesora. Madame Roussignol supuso que deber estar aquí casa usted. -La directora de Salsadeguarén... estoy harto de este asunto de abracadabra y patas de cabra. -¿No querer decir Sacsahuamán? -No me importa como se llame esa cosa que se supone da educación mágica... no después que viene el sonrisitas ése y ya sabe el resto de la historia. -Mi lamentar mucho lo ocurrir usted, yo sólo venir prestar ayuda. -Pues entonces comience a agitar su palito ése y a decir su cantinela de palabritas poderosas para quitarles el embrujo a mi hija y a su pololo. -La verdad mi no poder... -¿Y a qué chu... No alcanzó a terminar su insulto cuando vio a Madame Roussignol entrar. -Cuide su vocabulario, sr. Galdames. -Me llamo Raúl, vieja con....
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Nuevamente fue interrumpido, ésta vez por Arnaldo que jugueteando le había bajado los pantalones. -Sr. Weasley, por favor haga que lleven a Arnaldo a Sacsahuamán.-dijo la directora en perfecto inglés. Arnaldo fue sacado en andas, mientras Raúl subía su cierre. -Sahe, señora Escobillón, ya no hay palabra en buen chileno que alcance para decirle todas las cosas que me gustaría... -Lo sé, sr. Galdames... Y, créame que sé lo que siente. -¿¡Qué va tener idea!? -Yo también he tenido varias sorpresas últimamente y le aseguró que profundamente más ingratas que las suyas. -¿Y éso qué? -No me importa si lo entiende o no, sr. Galdames... pero intentaré explicárselo-comenzó la directora. -Hable, ya no tengo que más hacer que escucharla... -Usted y yo sabemos que el golpe militar fue inevitable y que Pinochet no es un santo. Raúl se encogió de hombros al tiempo que Weasley volvía a entrar. -Scrimegour y Shacklebolt se han hecho cargo del transporte del sr. Ponce, directora. -Muy bien, por favor ordene el desastre que hay aquí...–respondiendo en inglés y volviendo con soltura al castellano-…como le decía, sr. Galdames, ha ocurrido algo similar en el mundo mágico. Un tirano está ahora a cargo del gobierno chileno. La mesa rota recuperaba su estado original tras un rápido encantamiento Reparo, pronunciado por el sr. Weasley.
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-¿Y éso a mí qué? Ustedes no se meten con nosotros... -¡Lo de Pinochet fue para protegerlos! -Ahora me insinúa que su gente planeó el golpe... ¿y dónde quedó su política de no interferir? -¿No interferir? Más bien de no hacernos notar, sr. Galdames. -Claro, justamente por éso un dragón nos ataca. -De verdad créame que siento mucho lo que le ha ocurrido, pero le aseguro que las muertes provocadas por Pinochet no se comparan con las que podrían venir desde el nuevo régimen mágico. -¿Y éso que tiene que ver conmigo? -Pues usted sabe de nuestra existencia, sin contar que su hija sale con uno de mis estudiantes. -¿Acaso va a prohibir las relaciones de pareja entre humanos y hechiceros? -Peor, sr. Galdames... Intentará matar a cualquiera que sepa de la existencia de la magia. La frente de Raúl se desfrunció y sus ojos se abrieron como plato con profunda sorpresa. -¡Éso no puede ser! ¿No tienen alguna ONU mágica que impida esas situaciones? -Kofi Annan es un mago... -Y mi hijo Percy, ser Presidente de la Comunidad procooperación mágica internacional-concluyó Weasley. -¡Genial! Pero... ¿qué hicieron ellos por mi hija y su pololo? ¡Nada! -Le agradecería muchísimo, sr. Galdames, que fuera a buscar a Constanza y nos acompañara. -Ella y yo no nos moveremos de aquí... Y no me venga con el asunto ése de la seguridad. Por lo visto parece que tendré que excavar un refugio subterráneo en el patio y sellarlo desde adentro para que los ridículos edictos mágicos que lanzará su nuevo tirano no nos afecten. -Mi lamentar ésto, sr. Galdames.
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Weasley ya había encerrado a Raúl en una jaula mágica con el encantamiento Incarcifors. -¿Qué? ¡Ah! barrotes invisibles... me llevará a la fuerza. No esperaba menos de usted, sra. Chicharrón... -¡Upallay tukuy! Es suficiente, sr. Galdames... intenté ser amable, pero usted no es capaz de apreciar nuestra buena voluntad. La directora había levantado su varita para enmudecer a Raúl... lo que no impidió que la insultara con un gesto. -Vamos, sr. Weasley. Lleve la jaula mágica a la alfombra antes que finalice el encantamiento. Yo me encargaré de la srta. Galdames.
Capítulo 13 El heraldo de la oscuridad Caía la tarde en la playa de Tongoy y una conocida sonrisa se apagaba con el ocaso. Allí en una cabaña sin muchas comodidades, para no llamar la atención, bebía genuino té indio y comía sabrosas galletas danesas. Su memoria había vuelto en plenitud y ahora que contaba con la gentil, pero no sabida, colaboración de Arthur Weasley.... su plan marchaba viento en popa. Él nunca descubriría que sus buenas intenciones le servían a un propósito maligno. Una garza negra se posaba en la terraza y entregaba el mensaje que anunciaba la pronta llegada de Yubei Gomen, otra generosa e involuntaria herramienta para sus retorcidos fines. Se frotó las manos, terminó la taza y comprobó que en la caja quedaban sólo migas. Levantó la bandeja que estaba sobre la mesita y la llevó a la cocina, sacó su varita y dejó todo limpio en unos segundos. Justo a tiempo, pues ya golpeaban la puerta... extraña puntualidad
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para una chilena, sólo 15 minutos tarde, cuando esperaba por lo menos una hora. -¡Ah! El señor Gilderoy Lockhart...-dijo la visitante en un tosco inglés-...Braulio tenía mucha razón al decirme que usted era tan encantador. -El profesor Arcángel fue uno de mis mayores inspiradores para dedicarme a la carrera literaria. -Y vaya que si tomó una excelente decisión... -Por favor, pase... ¿gusta una taza de té con galletas? -No, muchas gracias. Como ya le había comentado, sólo puedo permanecer aquí un momento. Debo regresar a Sacsahuamán. -¡Oh, sí! Por supuesto, no me cabe duda que gracias a usted es la mejor escuela de América. -Yo sólo soy una profesora más... no puedo adjudicarme el mérito. -No sea modesta, ya quisieran en Hogwarts contar con sus notables habilidades pedagógicas. -Quizás así sea... pero ésta es mi tierra y estoy unida a ella. Si la dejara, no podría soportar más que un par de semanas. Los deseos de regresar me invaden demasiado pronto. -Los de su sangre, según he leído, se caracterizan por ser gente luchadora... me imagino que, al menos, espera ser directora pronto. -No, ésas cosas administrativas no son para mí... Amo mi clase y a mis estudiantes. Lástima que el heredero del Cid no esté en mi ayllú. -¿Se refiere a Arnaldo Ponce? Desde que llegué a Chile no he parado de escuchar acerca de él y su profecía. -Es sólo un niño malcriado... nada más. De otro modo, no lo habrían seleccionado en Chasca. -Pues si yo hubiera estudiado aquí, seguro hubiera recibido el polen.
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-Y si yo hubiera ido a Hogwarts, tampoco habría sido su compañera de casa. -Usted se ve muy joven, seguro usted iba en primero cuando yo ya me había graduado de la Academia de Aurores. -No se engañe... le doblo la edad. Pero entiendo ése sentido caballeresco en que los de su isla utilizan tal alabanza. -La verdad es que jamás se me habría pasado por la mente... tengo mucho que aprender de usted. -¿De mí? Sólo soy una vieja pasada de moda... no tengo gran cosa que ofrecer a una celebridad. -Ésto de la fama realmente nunca me ha resultado enteramente satisfactorio. Me ayuda a poner comida en la mesa, pero me ha acarreado muchas dificultades. -Ya lo creo, pero si es cierto lo que me indicó que tenía antes de venir... le estaré eternamente agradecida. Su sonrisa destelleó en la pupila de la embobada mujer, se disculpó y pronto volvió con un paquete que le entregó. -Tenga... es lo menos que puedo ofrecerle por su hospitalidad, bella dama. Sonrojada revisó su contenido y agradeció el cumplido; para luego retirarse con una breve, pero cordial despedida. Lockhart se quitó la ropa y vistió un sencillo piyama blanco a rayas. Durmió plácidamente, despertó temprano y desayunó sin prisas... a las 8 en punto llegaron sus agentes con el japonés bajo una capa de invisibilidad. Pagó otro millón de galeones por el servicio y el objeto mágico. Descubrió a su visita tras sentarla en el sillón, donde su calva brillante ensombrecía su blanquísima dentadura de anfitrión no esperado ni deseado... -o-
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Al regresar a Sacsahuamán, tras enviar a Arnaldo y Constanza donde los gnomos para que por lo menos recuperaran el habla, se encontró con la profesora Coya que venía llegando. -Ochlo... Te esperaba hace una hora. -Perdón, directora... me entretuve en el camino. -No es el momento. -No podía dejar pasar la oportunidad. -¿De qué hablas? Sacó el libro autografiado y se lo mostró. -Es “Mi mágico yo”. -¿Autoayuda? -Más o menos. -¿Y desde cuándo que tienes problemas de autoestima? -Pues... -No importa. Me imagino que estás al tanto de que el sr. Ponce huyó de tu casa. -¡¿Qué!? -Tal como lo oyes... -¿Y dónde está ahora? -Recibiendo tratamiento adecuado para contrarrestar un poderoso encantamiento olvidador. -¿Qué ocurrió? -Más complicaciones a la insostenible situación actual. -¿Insostenible? Un zorzal voló sobre la directora y tras posarse en su mano, extrajo el mensaje. -Exactamente... He aquí el primer edicto de Bernardo Irarrázabal. -¿Escuché bien? -Ni más ni menos, ha habido un golpe de estado y el Consejo mágico le ha otorgado poderes absolutos. -¿Qué dice?
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-Básicamente que cualquier conducta que auspicie alguna duda a su autoridad será castigada con la ejecución inmediata. -¡No puede hacer éso! -Es sólo el comienzo... nada nos permitirá prepararnos para lo que viene. Contando la cantidad de estudiantes que tienen parientes muggles. -Pero los supremii están aquí, no van a quedarse de brazos cruzados. -No pueden interferir, a menos que el Consejo mágico desee deponer al tirano. -Sabemos que éso no sucederá. -No, a menos que recuperemos la varita del sr. Ponce. -¿La perdió? -Fue robada. -¿Y tiene alguna idea de quién habrá sido? -Tengo una lista. La profesora de Defensa recibió el pergamino. -No tengo inconvenientes en hacerme cargo. -Muy bien, así Emelina podrá concentrarse en lo suyo. La directora se retiró a su oficina y Ochlo Coya se dirigió a la biblioteca para recopilar la información necesaria para llevar a cabo su investigación. -oEl sr. Weasley dejaba a Raúl en un calabozo y le echaba llave. -¿Por qué hace esto? -Vaya, haber recuperado voz... No creo que pueda entender, míster Galdames. -Claro, ése afán de ustedes de mirarnos por encima del hombro. -Debe ser modismo chileno, no quedarme claro. -No importa.
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Se dejó caer en la litera y quedó mirando fijamente el techo. Su cabeza no acababa de procesar tanta información. De cualquier manera, estaba seguro que no estaría allí mucho tiempo. Con un tirano mágico suelto, o lo mataban o lo dejaban morir de hambre. -Adiós, míster Galdames. Se alejó por el estrecho corredor hacia la puerta secreta que conducía hacia al comedor. La cerró y la ocultó con un oportuno encantamiento Video nihilis y se dirigió a ver a su hijo, pero fue detenido antes de llegar allí. Dos aurores chilenos, vestidos de riguroso azul le explicaban la situación. -Sr. Weasley. Tenemos una orden de captura en su contra firmada por Don Bernardo Irarrázabal, Director supremo del Consejo mágico de Chile-comenzó el primero. -Tener mi pasaporte diplomático. -Pues de acuerdo al Edicto oficial n°2...-continuó el segundo-...los pasaportes diplomáticos están nulos desde hace 10 minutos. -¡Éso no ser posible! -Por favor, no oponga resistencia y entréguenos su varita. Respiró profundo y pensó por un momento en Molly, seguro sufriría un colapso al enterarse de que estaba en Wenupillán, la cárcel mágica del fin del mundo. Azkabán era un jardín infantil en comparación, pues estaba cuidada por criaturas traídas del mismo infierno. Extendió su mano con la varita apuntando hacia sí. El primer auror la tomó, mientras el segundo le colocaba las esposas... como si fuera un vulgar delincuente. Lo llevaron al techo de la escuela, donde las 3 visitas se hallaban en igual condición que él... por lo menos, estaría con Percy, pensaba para consolarse. Nunca se había sentido tan quebrado y abatido antes. Ni siquiera cuando Bill fue mordido por Greyback, pero
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sabía que de alguna manera Lockhart lo sacaría de esa situación.
Capítulo 14 Visiones y silencio Cuando abrió los ojos, sólo pudo contemplar la más profunda oscuridad. Aguzó el oído y todo el silencio a su alrededor devoró vorazmente sus entrañas. Intentó mover los labios y hacer vibrar sus cuerdas vocales para comunicarse, pero en realidad nunca pudo saber si había alguien con él allí. Todavía tenía grabada la imagen de una babosa Constanza y su vano intento de defenderla... A él era a quien buscaban, pero al esconderse en su casa todo se había convertido en una pesadilla. Una sola luz brillaba en su interior... la de su inagotable esperanza. Un sonido se coló finalmente hasta su cerebro y la voz no le resultaba familiar del todo, pero similar en el acento agudo y rítmico. -Hola, Arnaldo. Veo que has despertado. -¿Arnaldo? Oh, cierto... ése es mi nombre, pero... ¿quién eres? -Soy Huilluk Noguy, puedes decirme Hui... soy prima de Pak. -¿Cómo están Constanza, su papá y mi tío? -Lo siento, Naldito... pero la verdad es que no he recibido información al respecto. La puerta se abrió de par en par. -Un momento, alguien más ha llegado. -Claro, Arnaldo... ¿a quién esperabas? ¿a la señora Trelkewecufe? Se quedó meditando un instante y respondió. -¿Tío Luis?
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-No, soy el vómito de un dienteviperino. Tu mamá te envió un pequeño regalo. Se acercó a la cama y lo colocó sobre su regazo. Tanteando descubrió al instante lo que era... -¡Es brazo de reina! -Lo siento, pero no pude evitar probarlo... -Por supuesto, ni siquiera el sonrisitas podría resistirse... -¿El sonrisitas? -Él gringo que me lanzó el encantamiento olvidador y se llevó mi varita. -¡Ah! Es cierto... Por favor conserva la mía hasta que hallen la tuya. Arnaldo alargó su mano intuitivamente, con los ojos de su mente, a donde su tío se la extendía. -Muchas gracias... -Creo que tienen mucho de que hablar... Mejórate pronto, Naldito. Hui dejaba la habitación. -Por favor, hágale llegar mis saludos a Pak. No hubo respuesta... -No creo que pueda... Hallaron el huevo de Yucyuc en su poder. -¿Y éso qué? Seguro lo están inculpando. -Siempre tan agudo... desgraciadamente, con el tirano al mando... todo el mundo es culpable hasta que se pruebe lo contrario. -¿No debería ser al revés?... un momento, tío... ¡dijiste tirano! -Oh, cierto... Bernardo Irarrázabal está a cargo, con plenos poderes, de la sociedad mágica chilena. -¿Y quién es él? -El Presidente del Consejo mágico... una suerte de parlamento. -¿Y qué pasó con el Ministro? -Lo obligaron a renunciar... -¿Por qué?
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-Por lo del dienteviperino que no pudo conmigo... -¿Y no pueden hacer algo? -Me temo que ya es tarde. Varios supremii fueron detenidos al caducar sus pasaportes, según el Edicto oficial n°2. Dos aurores chilenos, vestidos de riguroso azul hicieron su entrada. -Tenemos una orden de detención para usted sr. Ponce. -¡No pueden hacerlo! Sólo soy un niño... -Creo que se refieren a mí, Naldito. -¡Pero si acabas de salvarnos del dienteviperino! -Lo lamento, sr. Ponce... según el Edicto oficial n°3, vigente hace 1 hora, estamos autorizados para capturar a cualquier integrante de la sociedad mágica que tenga tratos con muggles. Sin oponer resistencia, Luis simplemente le apretó la mano a Arnaldo a modo de despedida y dejó la habitación. Él, que ya no veía todo negro, sino más bien brumoso; se percató que se hallaba dentro de una casa-hongo. Respiró profundo e intentó levantarse, pero las fuerzas no lo acompañaron y se desplomó sobre el piso. Hizo suficiente ruido para atraer la atención de Hui, que entró rápidamente a ayudarlo. -¿Qué estás haciendo, Naldito? Debes descansar. -¿¡Descansar?! Mi tío me salvó la vida y lo detienen... -Pues al lugar donde va, estará bien acompañado. -Es una cárcel. Habrá criminales mágicos... ¿a qué buena compañía se refiere? -A la delegación extranjera que estaba de visita, que incluye a varios supremii y líderes de organizaciones mágicas internacionales. -Gran consuelo... -El dienteviperino que atacó a tu tío fue llevado a la reserva de dragones en Rumania.
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-Por lo menos, nadie más pasará por sus intestinos. -Ya estás siendo más positivo. -Sí, claro... -Ten, debes beber esta pócima... o destrozarás mi hogar si vuelves a crecer. -No será necesario, volveré a clases. -Estás en malas condiciones, debes descansar. -¿Descansar? ¡Hay un tirano mágico que es peor que Pinochet! Él mató a casi toda la familia de mi abuela materna... lo menos que puedo hacer es estar preparado para resistir. -Eres sólo un niño... no tienes poder suficiente para ello. -Si hubo alguien como yo, en Hogwarts, que logró derrotar a ese Voldemort... yo, como heredero del Cid, no puedo hacer menos que intentarlo. Y la mejor manera es expandiendo mis conocimientos. -La directora se enojará conmigo... -No lo creo... ¡Huayra pukuy! Otra potente ráfaga de aire hizo volar a Hui y tras golpearse contra el muro quedó aturdida. Arnaldo, tambaleante y con algo más de visión, se dirigió al pasaje que le conduciría a la biblioteca y de regreso a clases. -oDomingo Antonio observaba, oculto tras un gran hongo, como Pak era llevado detenido por un grupo de aurores. Satisfecho y seguro que los extranjeros, juzgados como cómplices y encubridores deberían volver a sus países de origen. Si él no pudo estudiar en Europa, ellos no estarían en Chile. Además, ahora que su abuelo era el Director supremo del Consejo mágico, tenía carta blanca para hacer de Sacsahuamán un lugar mejor... al menos, el
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que su escaso ingenio le permitía considerar. Siguió sigilosamente a Arnaldo, pero desgraciadamente ya era tarde. Había entrado a la sala... -Vaya, el heredero del Cid en persona. -Oh, un pariente del tirano. -Mi abuelo es un hombre de estado, mejorará notablemente Sacsahuamán y a la sociedad mágica. -¿Así que eres su nieto? Pues bien... Los edictos no son aplicables a menores de edad. Lo que sea que intentes, será entre tú y yo. -No me esperaba menos de ti -¿A qué te refieres? -Crees que puedes impresionar a la profesora Coya, con tu linaje... pero lo que es a mí, después de ver tanta torpeza en tus movimientos... sé que puedo dar cuenta de ti sin usar magia alguna. -Pareces muy seguro. Inténtalo... -No necesito pruebas... ¡Tuntichiy! Arnaldo se desplomó, su piel se tornó negruzca y sus ojos se hundieron en su cráneo. Tan efectivo había sido el encantamiento de Domingo Antonio, que por poco lo mata. Sólo se salvo por el agua retenida entre sus depósitos de grasa. Ésa no pudo salir. Berina entró a la sala y no alcanzó a reaccionar, pues ya había sido silenciada con un oportuno encantamiento Upallay tokuy. El nieto del tirano, aprovechando su impunidad, dejaba la sala y sonreía complacido.
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