Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas Existe el amor natural, este es el de mundo y de la carne, el mundo ama a quienes lo aman y aborrece a quienes lo aborrecen. Luego el amor sobrenatural, el del espíritu, este es el amor de Cristo a través de nosotros, es solo a través de este amor que podemos amar no solo a quienes nos aman sino también a quienes nos aborrecen, es solo a través de este amor que podemos perdonar a quienes nos lastiman, es solo a través de este amor que podemos dar la vida por quienes no lo merecen. El primero es un amor carnal, el segundo espiritual. Cuando no podemos amar es porque estamos usando nuestro amor natural. Cuando amamos con la carne y las emociones el cerebro libera dopamina, la llamada hormona de la felicidad. Cuando amamos en la carne nos hacemos adicto a esa sustancia y en realidad no amamos a nadie más que a esa segregación, buscanos por todos los medios liberar esa sustancia, damos la vida por ella, es en sí un amor egoísta que busca satisfacer el deseo de uno mismo. Por eso Dios no quiere que lo amemos con la carne, porque el amor sobrenatural con el que debemos amar no tiene que ver en nada con la carne, sino con el espíritu. Es el amor de Jesús a través de nosotro que nos hace amar sobrenaturalmente. Adán en el principio dijo sobre Eva: “eres carne de carne”. Pero Cristo dice de la Iglesia: “tú y yo somos uno en espíritu.” Pablo entonces decía que había crucificado su carne, esto implica todo lo que tiene que ver con ella, sus deseos buenos o malos. El significado de llevar la cruz es morir a la carne al cederle la voluntad completa a Dios para que él opere en nosotros. Entonces si toda nuestra carne está crucificada todo nuestro amor natural también. Lo perfecto de esto es que solo cuando crucificamos nuestra carne Jesús puede ser el “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”. Es muy importante esto, que él viva en nosotros le da el derecho completo de hacer lo que quiera con nosotros, y él decide amar a través de nosotros al Padre. Entonces lo que vivo en la carne ahora en realidad lo vivo crucificado con Cristo, esto es que mi carne solo hace lo que Cristo le pida que haga. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Fil 2:5 Jesús pudo tener su pasión sólo porque tenía un amor sobrenatural, su pasión era amar a Dios por sobre todo y buscar complacerlo. Fue su amor a su Padre que resultó en querer exaltarlo, y fue su amor sobrenatural que le permitió amarlo a tal punto de otorgarle su volunta. Ya que Dios nos amó con amor eterno, pero mucho más se amó a sí mismo. Porque su supremacía hace que él se ame a sí mismo, y siendo completamente Justo, hace justicia cumpliendo su más grande mandamiento: “amarás al Señor tu Dios con todo tu ser”. Dios es Dios y Señor de sí mismo, lo que hace que se ame con todo su Ser. Y su amor a sí mismo lo impulsa a adorarse y exaltarse por sobre todo. Ahora bien, desde la eternidad Dios sabe que amando a la humanidad es cuando más es exaltado por esta. Puesto que Dios no le debe nada a nadie, nos bendice por amor y no por deber. Es sabido que cuando alguien nos bendice por amor es más exaltado por nosotro que quien lo hace por deber. Dios conoce esto, y por eso nos ama, para ser exaltado por todos. Cristo, amando completamente a Dios, decidió amar a la humanidad salvándola con su vida, y su salvación resultó en la exaltación de quienes la aceptan hacia Dios. Entonces su amor hacia el mundo es por su adoración a Dios. Ese era su sentir, la búsqueda de la exaltación a Dios, por todos, y esa búsqueda resultó en nuestra salvación y nuestra salvación en su exaltación. Ese es el amor sobrenatural que operó en Cristo y es el que debe operar en nosotros. Cristo cargó la cruz para amar sobrenaturalmente, para amar de esa manera tenemos que cargar la cruz. La diferencia entre el amor natural del hombre y su amor sobrenatural se hace evidente en la rebeldía de la humanidad hacia Dios. El hombre no puede amar a Dios con su amor natural a causa de su pecado. Como dice: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” Romanos 8: 7-8 RVR1960. Solo podemos amar a Dios porque “Él nos amó primero”, en otras palabras, solo cuando su amor sobrenatural, el espiritual, nos invade, es cuando podemos amarlo de una manera que le agrade. Porque nadie se acerca a Dios por mérito propio, ya que el hombre no busca a Dios, sino que Este último es quien busca al hombre. La gente que trata de acercarse a la religión no busca a Dios, busca
la solución a sus pesares, pero cuando entienden que seguir a Dios requiere darlo todo no pueden. Por otro lado, solo podemos tener fe en Él cuando su amor está en nosotros. Su palabra nos dice que no hay temor en el amor [sobrenatural], porque este lo quita, y también que es imposible agradar a Dios sin fe, o sea sin temor (en el sentido de confiar en él), porque el temor es falta de fe o confianza en Dios. Pero cuando el amor de Cristo nos invade echa fuera nuestras dudas y temores, y así podemos confiar y tener fe en Él, como dice: “Cristo, autor y consumador de la fe.” Por consiguiente agradarle. Es por eso que solo a través de su amor sobrenatural es que podemos acercarnos y tener fe en Él. Y esta es la prueba de que nuestro amor natural, el de la carne, no puede amar a Dios ni agradarle, y que solo podemos hacerlo cuando Cristo ama a través de nosotros. El que no ama no ha conocido a Dios… 1 Corintios 13 El amor no busca lo suyo Ahora bien, es verdad que muchas veces no sabremos distinguir si estamos amando con amor natural o con el sobrenatural, especialmente cuando amamos a quienes nos aman. Pero el amor sobrenatural se nota más cuando amamos a quienes nos aborrecen, porque “donde abunda el pecado sobreabunda la gracia” y la gracia es amor. El amor sobrenatural es la luz de Cristo alumbrando a través de nosotros, y es en la oscuridad donde más se ve la luz. El amor alumbra más donde hay pecado. Y solo podemos amar con este amor cuando morimos a nosotros mismo hasta que ya no seamos nosotros, sino Cristo amando en nosotros.