Acciones Paralelas

  • July 2020
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Acciones paralelas Esa mañana a las cuatro treinta, como todos los días sonó el reloj despertador que Miguel tenía sobre la mesa de noche. El ruido lo sobresaltó. Dormía muy profundamente, pues estaba muy cansado últimamente. Se desperezó y se levantó muy despacio para no despertar a Blanca. Se puso unos pantalones gastados por el uso, unas zapatillas viejas, se abrigó porque hacía mucho frío y fue hacia la cocina. Encendió el fuego, abrió la puerta para salir afuera a buscar agua y vio que estaba lloviendo. «Pronto le haría a Blanca una cocina mejor con agua y pileta para que no tenga que salir a tomar frío y con un calefón, para que no tenga que andar calentando las ollas en el fuego para bañar a los chicos» Se lavó un poco, tomó unos mates con pan y manteca. Después, Comenzó a apurarse porque no quería perder el tren de las seis. Entró a la pieza a buscar la campera, miró a Blanca. «Mi pobre Blanca, cuánto trabaja con los chicos y las casas de familia» -Miguel. Me hubieras despertado así por lo menos tomábamos unos mates juntos y yo te los cebaba, que siempre te los tenés que cebar vos solo todos los días. -Seguí durmiendo mujer, que está lloviendo y hace mucho frío. Abrigá bien a los chicos para ir al colegio. -Sí, andá tranquilo y llevá el paraguas. -No. Mejor que lo lleven ellos. -Miguel. ¡Que mal estamos! Cuando pienso en la diferencia entre la vida que llevábamos antes y en la miseria por la que estamos pasando ahora, a veces siento que voy a volverme loca. Pobres los chicos, les hacen falta tantas cosas. Anoche no podía dormir pensando en todos los problemas que tenemos. Y vos, necesitás una campera y unas zapatillas nuevas. -Bueno ya mujer, yo también estoy preocupado, pero vamos a salir adelante, tenemos que salir de esto. Por los chicos, por vos. Ya no puedo verte trabajar como sirvienta y todo por ese hijo de puta… Bueno, que si seguimos hablando, voy a perder el colectivo de las cinco y media y el tren de las seis. –Le dio un beso en la mejilla, la arropó mejor y salió hacia la calle. Caminó dos cuadras bajo la lluvia, mirando hacia todos lados con el miedo acostumbrado de todas las mañanas a que de cualquier lado aparezca algún drogado y le saque las pocas monedas que llevaba para viajar. Llegó a la parada y por suerte vio que venía el colectivo. Subió, y como era normal, no había ningún asiento vacío. Se encontró con las mismas caras cansadas, tristes, apesadumbradas, cargadas de problemas como todos los días y se preguntó si no serían también su propio espejo. Sólo que alguna vez, él supo lo que era la ilusión, la alegría. La tranquilidad de estar bien económicamente. De pronto se dio cuenta que había llegado a la estación y que venía el tren. Bajó corriendo del colectivo, cruzó las vías sin mirar y pudo subir aunque colgado como siempre, pero eso ya era una cosa normal en su viaje desde Morón hasta Once. Con el ruido acompasado del tren y sin importarle que se estuviera mojando, se quedó como dormido recordando el pasado tan lejano pero tan presente. Capítulo 2 -¡Miguel, Blanca, lo sentimos tanto! -Mirta, Raúl, gracias por venir. -Somos amigos y tenemos que estar juntos, además, sabés que queríamos mucho a tu viejo, Miguel.

-Desde que murió mi mamá, se dejó estar, fue decayendo, no quería comer, y después ese maldito infarto del que no pudo ni quiso recuperarse, terminó matándolo. -Miguel, mi amor. Vos sabés que tu papá extrañaba mucho a tu mamá y que no se resignaba a su muerte. A lo mejor él también quería morirse. -Puede ser Blanca, pero ¿y los nietos? ¿Y nosotros? ¿Yo que era su hijo? ¿Qué significábamos para él? -No lo culpes viejo, quería mucho a tu mamá, siempre estaban juntos y no pudo resignarse a vivir sin ella. -Puede ser, pero no sé cómo voy a hacer para acostumbrarme a la idea de que en tres meses los perdí a los dos. Pasó un tiempo. Blanca y Miguel estaban cenando junto a Federico de ocho, Romina de seis y Marcelo de cuatro años, sus hijos. -Blanca. Estuve pensando en algo que no sé si te parece bien. Se trata de la casa de mis viejos. Víctor me contó que cerca de donde vive, se vende una casa grande y muy linda. -Pero eso es en la Capital. -Sí, es una idea un poco loca pero es un barrio tranquilo y estaríamos cerca de todo. Además hay muchos colegios para ustedes y podríamos salir a pasear, no como acá que ya a las seis de la tarde no hay nadie por la calle y tenemos que andar con cuidado. Acordate Blanca cuando estabas en el mercadito y entraron a robar. Allá la casa está sobre una avenida donde pasan muchos colectivos y a pocas cuadras pasa el subte. -¿En serio papi? -Sí Fede. Es un lindo barrio. -¿Por dónde es Miguel? -Es en Boedo. -Vos fuiste a conocer la casa. A mí no podés engañarme. -Es verdad, ya la conozco y también al dueño. Es un hombre muy importante. La que vive allí es su madre que es muy mayor para estar sola en una casa tan grande, entonces la lleva a un lugar más cómodo, no sé bien qué dijo porque yo estaba tan encantado con la casa, que no le prestaba atención. -¿Es linda pa? -Es hermosa Romi. Parece una mansión. Tiene unas arañas enormes y la del comedor, es preciosa. Además un hogar, unos espejos y una cocina grandísima. También tiene garaje para guardar el auto. -Cuando Osvaldo te lo deje. -Blanca, sabés que Osvaldo además de ser mi socio es mi amigo y si no traigo el auto acá, es porque si me lo roban sería tremendo, las dos familias vivimos del taxi. -¿Y voy a poder jugar a la pelota? -¡Claro que sí Marce! Hay una terraza muy grande y dos patios. Creo que va a haber suficiente espacio para todos. Blanca que habló muy poco y escuchó con mucha atención a Miguel, se levantó de la mesa, acostó a los chicos, los calmó pues estaban muy excitados por todo lo que su padre había contado de la casa de Boedo. Después, levantó los platos, los llevó a la cocina y luego de dejar todo limpio, preparó café y lo llevó al living donde Miguel estaba mirando televisión. -Apagá que quiero que hablemos pero en serio, sin entusiasmos locos Miguel. -No son locuras, Blanquita. Yo ya lo tengo todo pensado. -¿Y cómo sería? -Mirá. Vendemos las dos casas, compramos la de Boedo y encima nos sobra plata.

-¿Vender esta casa? ¿Nuestra casa? -Yo sé que vos la querés mucho, pero la otra es mucho más grande y además gorda, estoy cansado de viajar como ganado todos los días. -A mí me va a dar mucha tristeza irme de aquí. Haedo siempre fue mi lugar y el de tus padres. Pero si es lo mejor para vos y la casa es tan linda como contaste; intentémoslo. ¿Creés que será fácil vender las dos casas tan pronto como para poder comprar la otra? -El dueño es un hombre muy bueno, hasta se ofreció a ayudarnos y asesorarnos para que no nos quieran estafar. Es muy buena persona y eso que vive en barrio norte. ¿Cómo se llama? -Luis Mansilla. -¿Y por qué es tan importante? -Tiene un amigo que es el que se ocupa de mostrar la casa y me contó que Mansilla trabaja en la Bolsa de Comercio. Capítulo 3 No fue fácil vender las dos casas. El “doctor” Mansilla mientras tanto, solucionaba algunos problemas que tenía con la sucesión y algunos conflictos familiares, para que todo quede en orden y poder vender esa casa que tantos inconvenientes le traía. Así que no le preocupaba demasiado la demora de Miguel. Entre tanto, Blanca y los chicos fueron a conocer la famosa casa de Boedo. En realidad, les pareció hermosa. Y mucho más, con las arañas antiguas y con unos muebles que la hacían ver mucho más importante. -Mami, yo quiero que mi habitación sea la de la biblioteca pegada en la pared. -Dijo Federico. -Y yo, quiero que la mía sea la que tiene la araña más bonita. –Dijo Romina. -¿Van a dejar la biblioteca? –Preguntó Blanca. -Sí, está empotrada y además, ellos no necesitan nada de todo esto. –Dijo Ricardo, el amigo de Luis Mansilla. -¿Entonces, no se van a llevar las arañas? –Preguntó Romina. -No creo chiquita. Yo le voy a decir que te gusta la de la habitación que elegiste y te la va a dejar. –respondió Ricardo y a la nena se le iluminaron los ojos. Salieron de allí maravillados y haciendo miles de proyectos. Pasaron los días y finalmente Miguel pudo comprar la casa de Boedo y como había pensado, le sobró bastante dinero que colocó en una cuenta bancaria. Cuando tomaron posesión de la misma, la encontraron sin arañas, con la pared agujereada en el lugar donde estaba la biblioteca y llena de humedad y paredes caídas, falta de pintura y mucho por hacer. Cuando los chicos vieron eso, querían volver a su casa anterior totalmente desilusionados. -¡Miguel, no dejaron ni una lamparita! ¡Qué generoso el señor Mansilla! -No se preocupen. Yo voy a hacer que quede bonita y aquí, vamos a ser felices, ya van a ver. Sabíamos que había que hacerle algunos arreglos, así es que hablé con Rafael nuestro vecino que es albañil y en pocos días nos mudamos. Todo ocurrió como Miguel lo había planeado. Rafael hizo un muy buen trabajo y la casa quedó nueva. Pusieron todo en condiciones. Se cambiaron cañerías, bajo mesada, termo tanque, porque no funcionaba el agua caliente. Blanca con sus detalles, la dejó muy bonita.

-Miguel. ¿Cómo haría esa pobre señora para higienizarse sin agua caliente? ¿El hijo la llevaría a su casa del barrio River para que se bañe? -Blanca. No seas mala. Vaya uno a saber cómo eran las cosas entre ellos. A nosotros eso no nos interesa. Lo importante, es que ya estamos aquí y que los chicos están contentos. Bueno, yo también. -Y yo. No puedo creerlo. Hay supermercados por todas partes. Vos llegás más temprano y guardás el auto en el garaje. Nos sobró dinero, podemos pagar para que los chicos vayan a colegios privados, tener todo lo que queremos. Y por último Miguel, elegiste una casa maravillosa. ¡Te quiero mucho! -Y yo también mi gordita. –Se abrazan y se miran con mucha ternura y felicidad por la nueva vida que comienza para esa familia que sabe de privaciones, necesidades y sacrificios. Capítulo 4 Y sí comenzaba una nueva vida para Miguel y su familia. Una vida realmente inesperada. Se acercaban las fiestas y el comienzo del año dos mil. Blanca y los chicos armaron el pesebre y el árbol de navidad y lo pusieron en el comedor, junto a un gran ventanal que daba a la calle y estaban contentos porque todos lo miraban cuando de noche abrían las cortinas y se veían las luces encendidas de ese, que era para los chicos; el árbol mas maravilloso del mundo. Y así pasaron los días, las celebraciones, los reyes magos, los regalos para los chicos, las vacaciones en el mar. No había más que alegría y tranquilidad. Luego vino la etapa escolar y todo era más que perfecto para Blanca y Miguel con los colegios elegidos para sus hijos. No podían creer los cambios que habían surgido en tan corto tiempo. Ese año fue maravilloso, sobre todo para Blanca que llevaba a los chicos al cine, al teatro, a los grandes hipermercados y podían tener todo lo que querían sin privarse de nada. Miguel se sentía feliz, porque su familia también lo era. Estaba tranquilo porque si algo pasaba materialmente, no debía preocuparse porque era muy importante para él, saber que tenía suficiente dinero ahorrado como para solucionar cualquier inconveniente. Tener un respaldo económico para asegurar a su familia un bien estar, era fundamental. Hasta podía ayudar a Osvaldo y dejar que trabaje más el taxi. Ese año quería vivir un poco mejor y disfrutar de su familia y de su casa. Y para las fiestas poder cumplir el sueño con el regalo más grande e inesperado que les hizo a sus hijos. La computadora. En el dos mil uno, las cosas cambiaron mucho, sobre todo en la política y la economía del país. Era invierno y el gobierno del presidente Fernando de la Rúa, no estaba pasando por un buen momento. Hubo cambios de ministros de economía y cada uno tenía una nueva receta que hacía que el país se hundiera cada vez más. Miguel temía por sus ahorros depositados en el banco, pues entre las cosas que se decían, una era la imposibilidad de extraer el dinero de los plazos fijos por un término de tres meses, cosa que luego sucedió. Una tarde estaban tomando la merienda en la cocina y suena el teléfono. Atiende Miguel. -Hola. -Hola, ¿mamita? -¿Con quién quiere hablar, señor?

-¡Ay, disculpe! No me acostumbro al cambio de casa de mi mamá. Soy el doctor Mansilla. ¿Cómo le va? -¡Ah, doctor Mansilla! ¿Cómo está? -Y aquí me ve, un poco desubicado. Ya no sé ni el número que marco. Pero es que con las cosas que están pasando en el gobierno, estoy muy atareado asesorando a todo el mundo que viene a preguntarme qué hacer, o qué va a pasar con el dinero que tiene en los bancos. -¿Usted qué función cumple en la Bolsa de Comercio? -Yo soy asesor desde hace muchos años. No soy yo quien debe decirlo, pero creo que tengo cierto prestigio dentro y fuera de esa institución. Por eso lamentablemente, todos vienen a consultarme a mí. Y yo no puedo negarme. -Doctor. Necesitaría hablar con usted personalmente. Yo también estoy un poco desorientado y tengo miedo. Bueno, no quiero hablar por teléfono de esto. -¡Cómo no! Si no tiene inconveniente, cuando quiera paso por su casa y charlamos tranquilos. -Le agradezco doctor. Lo espero cuando quiera. -El martes al medio día tengo que andar por allá. ¿Le parece bien a las doce más o menos? -Sí, le agradezco muchísimo. Ya no puedo dormir por todo esto. -No se preocupe, que vamos a encontrar una solución. Tengo algunas ideas que pueden resultar muy favorables para usted. Pero el martes hablamos. Ahora tengo que ir a una reunión importante así que no puedo seguir hablando. -Por favor doctor. No pierda tiempo por mí. Hasta el martes. -Adiós adiós, reciba un abrazo. Miguel cortó la comunicación y volvió a sentarse. Blanca le alcanzó un mate, él lo tomó en silencio. -¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No se acuerda que la madre se mudó? -Pobre. Está muy mal con todo lo que está pasando con los bancos. Dice que toda la gente lo consulta a él sobre qué tiene que hacer y lo vuelven loco. -¿Y por qué a él? -Porque es un hombre muy importante. Dice que tiene muchos años trabajando en la Bolsa de Comercio y parece que tiene mucho prestigio ahí. -¿Prestigio? ¡Qué palabra! ¿Cómo sabés? -Me lo contó él recién. -¿Vos pensás que puede solucionarnos el problema de la plata en el banco y decirnos si hay peligro de que no podamos sacarla? -Ay mujer. No vamos a perder la plata. Te dije que por cualquier cosa, voy la saco y ya está. -Es mucha Miguel. ¿Y si te siguen cuando salís del banco? Sabés como están robando. Haber si te pasa algo y después… -No creas que no lo pensé. Además, tener en la casa tanta cantidad, es mucho riesgo. Esas malditas salideras y esos chorros hijos de puta, no quiero que me pase lo de ese hombre que también sacó lo que tenía en el plazo fijo y le entraron a la casa. Mi miedo es cuando llego a la noche y entro el auto en el garaje. No por mí, sino por vos y por los chicos. -Y lo peor, es que se sabe quienes son. -Acá, ya no podés creer en nadie. El auto tiene todos los papeles en regla. Cuando me para la cana, siempre le encuentra algo. La otra mañana tenía veinticinco pesos y doblo por una calle en Flores, creo que era Pergamino. Me paran y me dicen que ahí no se

podía doblar. Les digo que sí y justo dobla un ochenta i seis. Entonces uno me dice, que doblé en infracción y me empieza a hacer la boleta. Para terminar, me llevaron todo lo que había recaudado. Y siempre es igual. -¿Vos creés que Mansilla podrá ayudarnos? -Si no sabe él, que es doctor en ciencias económicas… -¿Doctor o licenciado? Esperemos que no sea como el que está ahora. -Tengamos un poco de fe gorda. Vas a ver que Mansilla nos va a decir lo que tenemos que hacer. -Esperemos que sí, porque ya no podemos seguir con esta preocupación. No puedo verte dando vueltas en la cama sin poder dormir. -Todo va a salir bien negrita. Después de tanto sacrificio, ahora que tenemos esa plata y estamos tan bien, no podemos perderla. Capítulo 5 Eran las doce treinta del martes en que Mansilla vendría a la casa de Miguel. Blanca preparó café para esperarlo. Miguel, aunque no le gustaba trabajar de noche, cambió el turno con Osvaldo, valía la pena, con tal de solucionar ese problema. -Adelante doctor. Gracias por venir. -No, por favor. Para mí es un placer poder ayudarlos. Además, el hecho de que vivan en la casa que fue de mi madre, significa mucho afectivamente para mí. Así que para el doctor Mansilla, ya son una familia muy querida. Entra Blanca, trayendo una bandeja con café. -Doctor, pensé que le gustaría tomar un cafecito caliente. -¡No pudo pensar mejor y qué bien huele! -Bueno, yo les sirvo y los dejo para que conversen tranquilos. -Quedate, esto nos interesa a los dos. -No Miguel, hablá vos con el doctor, tengo que preparar el almuerzo para los chicos y llevar a Marcelo al colegio. Cualquier cosa que necesiten, me llaman. -Dijo Blanca y se retiró del comedor, cerrando la puerta. -¿Cómo es que no está trabajando el taxi? -Hoy trabajo de noche y ahora lo maneja mi socio. -No debe ser fácil como están las cosas, estar arriba de un taxi todo el día. Y más si no es solamente de uno. -Pero, hay que trabajar. Además mi socio, es muy buena persona y somos amigos desde la infancia. -¿Ve? Eso sí que es importante. No todos tienen la suerte de tener un buen amigo. Yo tengo muchos amigos porque la amistad también se genera haciendo el bien y yo soy una persona que vivo tratando siempre de ayudar a la gente. Y más ahora, con todo lo que está pasando en este bendito país. -Justamente de eso quería hablar con usted doctor. Cuando vendí las dos casas para poder comprar esta, me pagaron muy bien por la casa de mis padres y me sobró bastante dinero que puse en el banco. No es mucho, pero no es tan poco como para dejarlo en casa. -¿No pensó en comprar su propio taxi? -Muchas veces lo pensé. Pero con todos los gastos, no me alcanzaría para pagarlo al contado y en cuotas, no podría mantener la casa.

-¿Cuánto dinero tiene? Perdone pero tengo que saberlo para poder ayudarlo. -Está bien doctor, confío en usted. Un poco más de treinta mil dólares. Y usted sabe. Siempre pueden servir para algo. Si se rompe el auto, si se enferma algún chico, es un respaldo, una seguridad aunque no sea mucho. Cuando Mansilla escuchó la cantidad, abrió grandes los ojos, pero trató de disimular. -Mire Tolosa. Si yo tuviera que darle un consejo, le diría que saque el dinero del banco lo más pronto posible. Sé de muy buena fuente, que va a haber restricciones para las extracciones de los plazos fijos y de las cuentas bancarias. No sé por cuanto tiempo. -¿Es posible que puedan hacer eso con nuestra plata? -Lamentablemente si. Y si se les ocurre no devolvérsela lo van a hacer. -Entonces quiere decir que si yo voy a sacar lo que tengo en el banco no me lo van a dar. -Espere Tolosa, quédese tranquilo. Todavía estamos a tiempo aunque no se sabe cuando van a empezar con esto. Yo, si usted quiere lo acompaño y sacamos el dinero de el banco. Vamos a hacerlo en dos veces para no llamar la atención y con respecto a la cantidad que tiene, aunque no es tanta, porque yo trabajo con gente que tiene mucho más y está en su misma situación creo que tengo una solución que lo va a beneficiar mucho. -¿Invertir en la Bolsa? -Si -¿Sabe cuántas veces lo hablábamos con mi señora y nos imaginábamos comprando acciones en esas grandes empresas como cuando muestran las cotizaciones por televisión? Mansilla sonríe: -¿Y por qué no? Le aseguro que la solución que le ofrezco le va a dar una muy buena renta, mucha más ganancia de la que se imagina. Ahora háblelo con su señora. Esta noche yo lo llamo de casa y si deciden aceptar lo que yo les propongo vemos cuando retiramos el dinero del banco. Tiene que ser pronto porque en una o dos semanas creo que esta gente va a hacer algo y tengo miedo que ya no pueda recuperar su dinero. Mire, a mí todo el mundo me conoce. Yo soy Luis Mansilla. Usted puede ir a la Bolsa y preguntar por mí. No voy a arriesgar mi trayectoria de toda la vida aprovechándome de la gente como usted. -Ya lo sé doctor. Por eso es que pensé en usted cuando escuché eso de que por tres meses no se podría sacar el dinero de los bancos. -Yo le agradezco que haya pensado en mí, porque además lo que usted tiene se va a multiplicar y usted se va a convertir en un inversor, ya va a ver como esto lo va a beneficiar. -Le agradezco que pueda ayudarme, doctor. -No, por favor. Bueno, ahora tengo que irme. Esta noche lo llamo. -Hola, habla el doctor Mansilla. -Hola doctor, buenas noches. -Ah, buenas noches Tolosa. ¿Cómo anda la familia? -Bien, bien. -Me alegro. Bueno, lo llamo como habíamos quedado, para que me diga si está de acuerdo con lo que hablamos esta tarde. -Sí. Lo conversamos con mi señora y vamos a hacer lo que usted nos aconsejó. Quiero decir, vamos a aceptar su ayuda. Si está de acuerdo, claro. -Pero por supuesto que sí. Ya le dije que para mí ayudarlos es un placer, que me siento feliz, haciendo el bien. Es mi meta que Dios me premie por eso. -Gracias doctor, estábamos muy preocupados mi señora y yo.

-Quédense tranquilos y confíen en mí que todo va a ir bien y le aseguro que se van a beneficiar muchísimo. Eso sí. Le pido que esto no lo comente con nadie. Yo no lo hago siempre. Con ustedes sí, porque veo que están necesitando una solución rápida. No se sabe que puede pasar acá. -No se preocupe doctor. Yo no hablo con nadie de estas cosas. - Bueno Tolosa. Cuando usted quiera hacemos esa operación, como convinimos esta tarde. -Sí doctor. Y justamente esta semana vencen los plazos fijos. -Perfecto. Entonces, el día que tenga que ir al banco, lo acompaño para su mayor seguridad y yo me llevo la primera parte. Dejamos el resto por una semana más y retiramos el total. ¿Le parece bien? -Sí sí. - Bueno Tolosa. Me llaman a comer. Cualquier cosa, usted tiene el número de mi casa, mi celular y el número de la Bolsa. -Le pido que el lunes, que es el día de los vencimientos venga un poco antes. No me quedan claras algunas cosas. -Sí, no quiero que se quede con ninguna duda. Mire, el lunes a las once, estoy en su casa y aclaramos todo. Cualquier cosa, me llama a la Bolsa. Sí doctor. Hasta el lunes. -Hasta el lunes, un abrazo. Miguel cortó la comunicación y se quedó pensativo. -¿Por qué te quedaste así? ¿Hay algo que no te gusta? -Me pregunto si estará bien lo que estamos por hacer. -Estamos a tiempo, Miguel. Si no estás seguro, no lo hagas. -No me hagas caso. Son cosas que se me cruzan por la cabeza y… -Pensalo bien. Todavía estamos a tiempo. -Pero Blanca. No se va a arriesgar a robarnos. No te olvides que está en la Bolsa y me dio todos los números de teléfono, incluso el de ahí y hasta el de la casa. Lo que pasa es que uno desconfía de todo el mundo. No creo que ese hombre nos haga nada malo. -No me mires como si fuera yo quien duda. Vos fuiste el que demostró no estar seguro. No te apures. Esperá un poco y decidí con más tranquilidad qué hacer. -No hay tiempo Blanca. Si el gobierno no deja sacar la plata de los bancos y nos quedamos sin nada… ¿Pueden hacer eso sin dejar que la gente saque sus ahorros? -A ellos no les importa la gente ni el sacrificio de ahorrar para tener algo. No creo que Mansilla nos estafe. Además si la madre vivía acá, lo debe conocer todo el barrio. -Sí, tenés razón. No hablemos más y vamos a comer que ya está la cena. -Yo no voy a cenar. Ya tengo que irme a trabajar. -Te hice un churrasquito con ensalada. Eso es liviano. Comés y después te vas ¿sí? -Está bien mi gordita. Vamos. Capítulo 6 -Discúlpeme el retrazo, pero vengo de una reunión en el Congreso y no pude llegar antes. -Está bien, no se preocupe. ¿Estuvo en el Congreso?

-Sí, siempre voy allí y me llaman para hablar sobre la difícil situación del país. Digamos que soy una especie de asesor del Congreso. Volviendo a lo nuestro. ¿Cuáles eran las dudas que tenía Tolosa? -No entiendo bien en qué voy a invertir mi dinero. -Mire. Ahora estamos invirtiendo en las empresas más importantes y de mayor prestigio. Una cadena de música de un nombre conocido, dos empresas multinacionales de gran renombre y otras pymes que se acercaron a mi consultora y ahora están más que agradecidas por los beneficios que tuvieron. Usted, de acuerdo a la cantidad que manejamos, va a tener una renta de cuatrocientos sesenta dólares o pesos, es lo mismo por el uno a uno. A eso le agregamos un interés mucho mayor que el que dan los bancos, cifras que irán aumentando más que considerablemente el capital. -¿Y si alguna vez necesito una cantidad de ese capital o todo? -Me lo dice y lo tiene en cuanto lo pida. El dinero es suyo Tolosa. A partir de ahora usted es un inversor. Ya no sé que decirle para que confíe en mí. A mi madre la conocían y la querían en todo el barrio. A mí, me conocen como don Luis. Toda mi vida tuve una conducta intachable y a esta edad, no voy a cambiar. Una noche de estas quiero que venga con su familia a cenar a casa así conocen a mi señora. A ella le gusta hacer cosas para los demás. Hace mucha beneficencia. Tengo hijos y nietos que son mi orgullo. -Está bien doctor Mansilla, no es necesario que me de tantas explicaciones. Yo solamente quería que me explique en qué forma iba a invertir mi dinero. Ahora vamos al banco y yo después me voy a seguir trabajando. Fueron al banco, hicieron la extracción y dejaron una cantidad para ser extraída la semana siguiente. -¿Doctor, no tiene miedo de andar por la calle con tanto dinero? - No se preocupe Tolosa. Tengo gente que me está esperando. Mansilla guardó el dinero que Miguel le entregó, se despidió rápidamente y se alejó. Miguel caminó lentamente hacia su casa, entró a la cocina donde estaba Blanca y se sentó sin hablar. Blanca: -¿Qué tenés Miguel? ¿Pasó algo? Contestáme por favor, no me asustes. -Nada, mujer. No te preocupes. Es que tengo la espantosa sensación de haber hecho algo de lo que voy a arrepentirme toda mi vida. Pero no me hagas caso, como digo siempre: son cosas que se me ponen en la cabeza. -Si desconfiabas, ¿por qué lo hiciste? -No desconfío, es simplemente una sensación extraña. Mejor me voy a seguir trabajando. Se levantó y se fue esquivando la mirada de Blanca o cualquier otra cosa que pudiera decirle. Capítulo 7 Pasaron varios días. Miguel le entregó el resto del dinero que tenía en el banco a Mansilla. Y una semana después recibió la renta enviada por su secretario, el señor Rolmi. Miguel ya no tenía la sensación de desconfianza hacia Mansilla. Todo lo acordado entre ellos marchaba más que bien. Era sábado por la tarde y estaban tomando mate Blanca, Miguel, Osvaldo y su esposa Elisa que estaban de visita con sus cuatro hijos (tres nenas y un varón). - Me imagino que se quedan a cenar.- Dice Blanca

- No Blanca, por favor. Nos quedamos un rato, yo hablo algo con Miguel y nos vamos. - Ni se te ocurra Osvaldo, los chicos están jugando muy entretenidos ¿por qué los vas a hacer ir? Elisa y yo preparamos unas pizzas y no se hable más. Después Blanca y Elisa se fueron a la cocina. Miguel y Osvaldo se quedaron en el living. -¿Qué te pasa Osvaldo? Hace días que te noto preocupado. -Tengo un problema Miguel y muy serio. -¿Qué pasa hermano? - Como durante todo este tiempo vos estuviste con todo lo de tu casa y la muerte de tus viejos, la mudanza, yo no quise preocuparte. Víctor y Raúl lo saben. -¿Qué saben? -Es Manu –se le llenan los ojos de lágrimas- parece que no le funciona un riñón. Le hicieron muchos estudios y le dan muchos medicamentos pero no mejora, Miguel. No mejora… y estoy desesperado. -¿Vos me estás hablando de Manuel, tu hijo? -Sí. Ya le empezaron a hacer diálisis y tiene nueve años Miguel. El problema es que no puedo con todos los gastos. Lo que gano con el taxi no me alcanza para nada y vos sabés como es todo en este país. Para que el nene tenga una buena atención hay que pagar. Ahora me están hablando de un posible transplante, que a lo mejor alguien de la familia puede ser compatible… que se yo. ¡Por qué no me pasó a mí! ¡Por qué a mi hijo, que tiene toda una vida por delante! - Tranquilizate Osvaldo. - No puedo porque debo mucha plata, por la enfermedad de mi hijo y cada vez me estoy enterrando más. -¡Por qué no me lo dijiste antes! -Vos tenías lo tuyo y no quería molestarte. -Pero es que si me lo hubieras dicho antes habría podido ayudarte. Yo tenía bastante dinero ahorrado en el banco y lo invertí por miedo a que después no lo pudiera sacar como se rumorea. -No, me entendiste mal Miguelito. Yo no te estoy pidiendo plata, te estoy contando que las horas que trabajo no me alcanzan para solucionar el problema económico que tengo y pagar los gastos del nene -¡Por qué no me lo dijiste antes Osvaldo! La plata se la di a un tipo que me hizo invertir en la Bolsa y eso me da una buena renta. Yo voy a trabajar menos el auto y parte de lo que saque, te lo doy a vos. -No puedo permitir que hagas eso. El taxi es tuyo también. -Todo va a salir bien. Voy a hablar con este hombre y le voy a pedir la cantidad que necesitás. Seguro me la da. -¡Gracias Miguel! No sabés el peso que me sacás de encima. Siempre te portaste como un hermano. -¿Y qué somos? –Dice Miguel y se abrazan fuerte. -Hola, doctor Mansilla soy Miguel Tolosa. Disculpe que lo moleste, pero necesito hablar con usted. -Por favor. No es ninguna molestia. Justamente voy a ver a mi madre que vive cerca de allí y si quiere paso por su casa. Estoy en camino. -Sí, lo espero y le agradezco doctor. -No. Hasta luego, un abrazo. Miguel le contó a Mansilla el problema que tenía su amigo con el hijo.

-Yo trato de ayudarlo con la recaudación de todos los días. Pero a él no le alcanza. Como me dio mucha tristeza ver la situación por la que está pasando, le ofrecí dinero para que pueda pagar la deuda que tiene por los gastos de la enfermedad del nene. Tiene tres nenas y un solo varón, justo el que tiene problemas con el riñón. -Yo entiendo y me da mucha pena lo que le pasa a su amigo. Pero, ¿cómo le ofreció dinero sin consultarme antes? -Usted me dijo que si yo necesitaba dinero no tenía más que decirle y lo tenía. Además, se venden algunas acciones y ya está. No importa cuanto pierda, es más que un amigo. Es como un hermano para mí. Y su familia es la mía. -Yo lo entiendo Tolosa. Pero me parece que usted no entendió bien las cosas. Nosotros no invertimos en la forma que usted piensa. En ningún momento hablé de comprar acciones. -¿Cómo invertimos en esas empresas tan importantes, entonces? -Por favor, no se ponga nervioso y escúcheme bien. La cantidad que usted me dio, que no es mucha comparándola con otras mucho más importantes que me dan otros inversores, esto no significa que su dinero no sea importante. Bueno. Con todo ese paquete nosotros les efectuamos préstamos a esas empresas que le mencioné el otro día y de los pagos que ellos nos hacen, nosotros tenemos la renta y los intereses que van al capital. Por eso la renta es tan alta al igual que los intereses. Pero, mientras le explicaba esto, estaba pensando una solución posible para su amigo que creo, creo, lo va a beneficiar a usted también. Porque siempre me pasa que por mi profesión tengo que explicar y buscar las soluciones al mismo tiempo. Como le decía. A usted le quedó un resto de dinero que no me dio ¿verdad? -sí. Pero no es mucho. -Espere y no me entienda mal. El taxi que tiene con su amigo no es tan nuevo. -No, la verdad que ya el pobre nos da bastante trabajo y ese es otro problema. Los arreglos que hubo que hacerle. Se gastó mucha plata en eso y tuvimos que pagar de a poco. -¿Por qué no le deja el taxi a su amigo y usted se compra uno nuevo? Da como anticipo el capital que tiene y las cuotas las paga con la renta. Entonces además de ayudar a su amigo, usted es dueño de el taxi que va a comprar ahora y parte del que tiene con él, aunque por el momento, no participe de las ganancias. Miguel lo miró desconcertado, porque no sabía qué pensar, qué decir. No imaginó que Mansilla le daría esa solución tan tentadora que a su vez podría ayudar a Osvaldo y hacer realidad la ilusión de tener su propio taxi. Influyeron de tal manera las palabras de Mansilla, que ni pensó en la forma en que invertía su dinero. Sólo le preguntó, ya con absoluta confianza en él: -¿Y si pasa algo en el país? ¿Si viene la devaluación, doctor? -De ninguna manera, yo, el doctor Mansilla le haría realizar una operación de esta magnitud si supiera que va a pasar algo así. No se preocupe Tolosa. En este país las cosas no andan nada bien, pero saben que sería más que una locura devaluar y yo sé de muy buena fuente, que no tienen la menor intención de hacerlo. Quédese tranquilo y piense en la solución que le propuse. Háblelo con su señora y cualquier cosa me llama. Conozco una concesionaria… -Le agradezco. Pero tengo un amigo que el hermano tiene una concesionaria y seguro me van a ayudar para que salga todo rápido. Ya demasiado hizo por mí. -No. Todos tenemos una misión en la tierra y siempre pensé que la mía era hacer el bien. Eso me lo dicen las monjitas de un convento a las que siempre voy a visitar porque también es un colegio y ahí iban mis hijas y ahora van mis nietas. -Gracias por todo doctor, cualquier cosa lo llamo.

-O lo llamo yo porque quiero saber cómo van las cosas y la salud del hijo de su amigo. Además, estuve pensando que tengo un grupo de personas asociadas a un sistema de emergencias y eso les puede ser muy útil a su amigo y también a ustedes. -Pero no creo que puedan pagar. -¿Y quién habla de pagar? Son personas de mi absoluta estima con las que yo comparto esto, porque soy socio fundador de esta emergencia y el nene, pobrecito la va a necesitar. Anóteme los datos de su familia y los datos de la familia de su amigo y los vengo a buscar cuando los tenga listos. Luego, les traigo las credenciales lo más pronto posible. -Gracias doctor. No tengo palabras para agradecerle tantas molestias. -A su familia la estimo mucho y hay que ayudar a ese chico, pobrecito. -Blanca. Estuve pensando, qué mierda es esta vida. -¿Por qué lo decís? -Por Osvaldo. Un buen tipo, que no mira más que para su familia y venir a pasarle esto. ¿No es una mierda la vida, justo tener que enfermarse Manu? -La verdad que sí. ¿Y qué te dijo Mansilla? ¿Te va a dar la plata para poder ayudarlos? -Ni te imaginás la idea que me dio. -¿Pero te va a dar la plata sí o no? -¡Esperá mujer, no seas apurada! ¿Te acordás de lo que nos quedó en los ahorros, que no le dimos a Mansilla? -Sí. ¿Qué pasa con eso? -Voy a darlo como anticipo para comprar un taxi nuevo. -Miguel, ni se te ocurra hacer semejante locura. Estamos bien así. ¿Cómo pensás pagar las cuotas del taxi? ¿No será con el dinero que Mansilla te dio para Osvaldo? -Blanca. Nunca le haría algo así a Osvaldo. Voy a comprar el auto y pago las cuotas con el dinero de la renta. -¿Y Osvaldo? -Ya tengo la solución para él. -Esa idea te la dio Mansilla. -Sí. -¿Pero vos le pediste la plata? -Sí. -¿Y él que te dijo? -Que tenía que habérselo consultado antes. -Pero, si la plata es nuestra. Decime Miguel. ¿Cómo invirtió nuestro dinero? ¿En qué forma? -¿Cómo en qué forma? En empresas. -¿En empresas, pero cómo? ¿En acciones, bonos, en qué? -Me dijo que se le dan préstamos a las empresas y que de ahí nos da la renta. -¿Y esas cosas también se hacen en la Bolsa? -Si lo hace, debe ser que sí. Pero no desconfíes de él gorda. Es un buen hombre. Hasta nos puso a nosotros y a la familia de Osvaldo en el servicio de emergencias médicas que él integra y no tenemos que pagar nada. Dice que se siente bien ayudando a la gente y es muy creyente. Yo antes desconfiaba, pero ahora ya no. Se preocupó mucho por Manu y por Osvaldo. -¿y cómo vas a resolver eso? -Mansilla dice que es bueno ser dueño de mi auto y también de la mitad del otro, pero yo pienso otra cosa y si estás de acuerdo, lo llamo y se lo digo.

-Hola miguel. Como me llamaste y me dijiste que viniera lo más rápido posible, dejé al pasajero que llevaba y vine. -Mirá hermano. Lo hablamos con Blanca y estamos de acuerdo en que te quedes con el auto. -¿Cómo si vos también tenés que trabajar y mantener tu casa? Miguel. Yo no sé cuánto tiempo va a durar la enfermedad de Manu y el taxi es de los dos. Ninguno es rico, viejo. Así que si me das unas horas más, te lo voy a agradecer muchísimo. Por lo menos hasta poder achicar la deuda con el tratamiento y los impuestos. Estoy un poco apretado y con esto del nene, creo que voy a volverme loco. -Osvaldo. El auto es tuyo. -¡Estás loco, no bromees! -No bromea. El auto desde ahora, es tuyo. -Pero Blanca, no puede ser. -Sí. Los ahorros que me quedaron no alcanzaban para pagar la deuda que vos tenés. Pero sí como entrega para comprar otro y con la plata que me da el tipo que maneja el otro dinero que invertí, pago las cuotas. -¿Pero y tu parte? La mitad del auto es tuya Miguelito. -Dejate de joder y pensá que si no nos ayudamos entre nosotros, para qué somos amigos de la infancia. Capítulo 8 Miguel compró su taxi nuevo y todo iba más que bien. Comenzó a pagar las cuotas con lo que Mansilla le entregaba por mes y no necesitaba trabajar tanto, pues lo que recaudaba era suficiente para los gastos de la casa y la familia. Las cosas en el gobierno y en el país, iban cada vez peor. Domingo Caballo se había hecho cargo del ministerio de economía y comenzó el llamado Corralón. Las empresas se habían llevado todo el dinero de los bancos y según decían, lo trasladaban en contenedores hasta el aeropuerto. La gente tenía restricciones para extraer sus ahorros de los plazos fijos y luego en el corralito, hasta los salarios se pagaban en cuotas, es decir según el límite de sueldo. Era todo un caos. La masacre del veinte de diciembre, la renuncia de de la Rúa, el descontrol, los saqueos, luego las cortas e ineficaces presidencias de Puerta y Rodríguez Saa, los cacerolazos, porque la gente no podía recuperar su dinero depositado en los bancos, dinero para tratamientos por enfermedades, intervenciones quirúrgicas, por cáncer. Se quedaron con el dinero que tantas personas tardaron años de sacrificio en ahorrar. Pero los grandes ahorristas y empresarios, no pasaron por lo mismo, pues la mayoría pudo escapar a tiempo del corralito. Después, llegó el gobierno de Eduardo Duhalde y con él, la maldita devaluación y la ley de pesificación, donde todo lo que era dólar se convertía en pesos. Cuentas bancarias, deudas, pagos. Claro que no siempre era respetada. Se manejaba de acuerdo a las conveniencias de los acreedores, perjudicando a mucha gente. Entre ellos a Miguel. Capítulo 9 Un día, antes que todo esto sucediera, Miguel llegó de trabajar. Blanca lo estaba esperando con la cena lista, ya los chicos estaban durmiendo. -Llegaste tarde hoy.

-Sí. Cuando venía para acá, me paró un pasajero y lo llevé hasta Belgrano. ¿Y los chicos? -Duermen. Sentate que te sirvo la cena. -¿Qué pasa gorda, estás enojada? Ya sé que es tarde, pero no pensé que me iban a llevar tan lejos. Mañana vengo más temprano, te lo prometo. -No es por eso Miguel. -¿Entonces?, ¿por qué estás así? -A los chicos se les rompió la computadora. -¿Cómo fue? ¡Qué le hicieron! -No grites y no los culpes, porque ellos no hicieron nada. Sabés muy bien como la cuidan. Estaban haciendo un trabajo para el colegio y vino un golpe fuerte de tensión. La computadora dejó de andar y se quemó todo. Estuvimos sin luz hasta hace un rato porque explotó la cámara de la cuadra. A los otros negocios también se les apagaron las computadoras, pero después volvieron a andar normalmente. La llevamos al muchacho de la galería y dijo que no tiene solución porque se quemó. ¡No sabés cómo lloraban los chicos pobrecitos! -¿Y si les compramos otra? -Yo estuve averiguando y lo que me dijo el muchacho es cierto. Son muy caras Miguel. Porque ahora son más modernas y no son compatibles con el teclado que tenemos, ni con la impresora, ni con el scanner porque, según me comentó el muchacho, los puertos que tenía la nuestra eran anticuados y ahora las nuevas tienen otros puertos que no coinciden para nada con los de las máquinas que tenemos nosotros. Esperá, por ahí te estoy confundiendo. Los puertos son por ejemplo, fijate en la impresora, ¿viste el final del cable? Donde se conecta al gabinete, la caja vertical que se quemó. Eso se llama puerto. Y los nuestros son más grandes y no entran en una computadora moderna. -¿Entonces hay que comprar todo nuevo? ¿Eso es lo que vos querés decir? ¿Todos los aparatos nuevos? ¿Y ninguno puede servir? -No. Ya te expliqué porque. -Mirá gorda. La verdad que a mí me da mucha lástima por los chicos pero no vamos a poder comprarles todo eso. -Miguel. Yo sé que cuesta mucho, que no tenemos plata ahorrada pero los chicos necesitan su computadora para el colegio. Entonces estuve pensando y creo que la única solución es pedirle a Mansilla que nos de la plata. Después de todo es nuestra ¿no? Miguel la miró desconcertado y sin saber qué decir. -Está bien. Mañana lo llamo y le digo que quiero hablar con él. -Buen día doctor, adelante. No se hubiera molestado en venir hasta acá. Mi esposo podía haber ido a la Bolsa. -No se preocupe señora. Para mí es un placer venir a esta casa. Además a ustedes los estimo mucho y de todos modos, tenía que venir a ver a mi madre. ¿Su esposo? -Lo espera en el comedor. -¿Me va a convidar con ese cafecito tan rico que usted sabe hacer? -Por supuesto. Ya está preparado. -Buen día Tolosa. -Buen día doctor Mansilla. Siéntese por favor. -Acá traigo el café. -Quedate Blanca. No te vayas. -No pensaba irme Miguel. –Blanca sirve el café y se sienta. -¿Cómo está el chiquito de su amigo que estaba enfermito? -Mucho mejor. Ya lo trasplantaron y se está recuperando. –contestó Miguel.

-¡Qué suerte! ¿Encontró donante? -Sí. Un donante anónimo. Por suerte todavía queda gente buena. –dijo Blanca. -Doctor, nosotros queremos hablar con usted porque tenemos un problema. La computadora de mis hijos se rompió y ellos la necesitan para el colegio. –dijo Miguel y mientras hablaba, iba cambiando el rostro de Mansilla. La distensión del principio, se transformó en un dureza y seriedad. –El dinero que tenía ahorrado, lo invertí en el taxi nuevo, con la renta pago las cuotas y lo que gano me alcanza para vivir más o menos bien y poder pagar el colegio de los chicos. Así es que doctor, ahora sí, voy a necesitar un poco de el dinero que le di para poder comprar una computadora nueva. Mansilla permaneció unos minutos en silencio mientras tomaba su café. Luego comenzó a hablar. -Mire tolosa. Yo siento mucho lo que les pasó, pero todos tenemos problemas. Quiero decir, el país está pasando por un momento de intranquilidad y las empresas a las que nosotros les prestamos el dinero también están preocupadas porque el gobierno con las medidas que está tomando no les brinda mucha seguridad. Ya me pasó con otra persona que necesitaba dinero y lamentablemente tuve que decirle lo mismo que a ustedes. Por el momento es imposible, por lo menos hasta que las cosas se calmen un poco y este hombre haga algo para tranquilizar a la gente. La única forma sería disminuir un poco la renta y así sí, poder darle el dinero para la computadora. Pero no sería conveniente para usted Tolosa. -¿Quiere decir que mi dinero corre peligro? ¿Qué podemos perderlo? En absoluto. Es que no hay movimiento de dinero por ahora. No se preocupe que su capital está seguro. Además yo respondo por usted. No se olvide que tiene un cheque por la cantidad que me dio. Y está a mi nombre y el de mi señora. -¿Y si llega a pasar algo? Se tendrá que responder aunque sea con una vivienda por el valor que usted invirtió. -Entonces no puede darnos ninguna solución y no podemos disponer ni siquiera de lo que es nuestro para cuando lo necesitamos. No es la primera vez que nos hace esto doctor Mansilla, por eso yo tengo cierta desconfianza en todo lo que usted le dice a mi marido sobre lo que hace con nuestro dinero y dónde está realmente. -Lo siento señora. Yo no puedo hacer nada para que usted confíe en mí, pero lo que le dije a su esposo es la verdad. -Permítame dudarlo. Capítulo 10 Vinieron momentos difíciles para Miguel y su familia. Blanca vendió un antiguo reloj de pared que era de su madre para poder comprarles la computadora a sus hijos. Llegó la devaluación y todo se convirtió en problemas que ciertamente transformaban a la gente en animales resignados, encerrados en un corral sin salida. Mansilla ya no iba a la casa de Miguel, así que tenía que ir a la Bolsa para cobrar la renta. Entonces mientras esperaba que viniera Mansilla, se dio cuenta de que allí había muchos como él y también se vio reflejado en muchos otros que discutían reclamando lo que era suyo inútilmente. Mansilla dijo que la deuda se convertía de dólares a pesos y la renta sería de ciento cincuenta dólares. También dijo que de acuerdo a sus cálculos basándose en la tabla del coeficiente de estabilización de referencia (cer), el total de la deuda podría cancelarse en marzo del dos mil cinco e hizo un documento mal redactado y con muy pocas garantías de poder ser ejecutado en caso de no cumplimiento.

En la financiera le dijeron a Miguel que las cuotas del auto se mantenían en dólares y Mansilla no cumplía con los pagos de la renta. -Blanca, ya no puedo seguir pagando el taxi y sacando para los gastos de la casa. -Miguel, yo también estuve haciendo cuentas y con lo que me das no podremos seguir pagando los colegios de los chicos. Este mes tuve que pagar algunos servicios con recargo. -Si vendo el taxi me lo pagan en pesos y después, ¿de qué vivimos? -Llamó Mansilla y dijo que desde la semana que viene podrá cumplir con la renta regularmente como antes y preguntó cómo estábamos. Me dieron unas ganas de insultarlo. -No gorda. A mí muchas veces me dieron ganas de reventarlo a trompadas, pero él tiene nuestra plata y tengo miedo que se quede con todo y no nos devuelva nada. -¿Y vos creés que nos va a devolver algo? -No sé. Quiero creer que sí. La renta es una ayuda pero de todos modos, la plata no alcanza gorda. Algo vamos a tener que hacer porque ya debo dos cuotas del auto. -¿Y por qué no me lo dijiste? -Para qué preocuparte más. -Voy a hablar con los chicos y explicarles que ya no podrán seguir yendo a colegios privados. Van a tener que entender, no son malos nuestros hijos Miguel. -Maldita la hora en que decidimos hipotecar la casa para terminar de pagar el taxi porque las cuotas de la financiera eran más bajas. Si no pago perdemos la casa. ¡Cómo pude cometer semejante locura! -No te pongas así. Nadie pensaba en ese momento que iba a pasar esto con el país. Mansilla seguía pagando la renta y lo extraño era que el dinero lo iba a buscar al banco de la Bolsa de Comercio. Una de las veces que fue Miguel, encontró a Mansilla reunido alrededor de una mesa convenciendo a un grupo de personas del interior de cómo podían invertir su dinero. Se acerca un hombre que trabajaba allí y conocía a Miguel. -¿Lo viste? Mirá como los está convenciendo y como lo escuchan. ¡Pobres incautos, no saben con quién se están metiendo y dónde! -Yo sí lo sé y estoy sufriendo las consecuencias. -No tiene piedad de nadie. Acá viene un muchacho ciego que vaya a saber cuanto le sacó y le hace como a todos llámeme mañana, venga el lunes, el lunes no puedo. Nosotros atendemos los teléfonos y cuando escuchamos lo que le hace a ese pobre hombre, no sabés la bronca que nos da. Pero acá no se apiadan de nadie. Otro día en que Miguel fue a buscar la renta, esperó en otro salón y allí pudo ver y oír más de cerca como operaban los hombres de Bolsa. Escuchó una conversación entre un señor mayor que necesitaba dinero para mantener su campo y otro que le decía que de acuerdo a las hectáreas que tenía era el préstamo que podían hacerle y que su escritura quedaba como garantía. El mismo caso con una mujer que tenía un departamento tipo casa y necesitaba el dinero para un familiar que no podía venir porque estaba enfermo y en silla de ruedas. También necesitaba un préstamo. La mujer dijo que quien necesitaba el dinero era jubilado y entonces el hombre de la Bolsa redijo que si no podía pagar tendría que quedarse con su propiedad. Miguel pensó si allí estaba su dinero. Mansilla siempre le decía que guarde rápido la plata porque allí estaba prohibido manejar dinero. ¡Qué ironía! Pasó el tiempo y por supuesto la tablita del Cer de Mansilla no se modificaba y por lo tanto no aumentaba el capital de Miguel. Lo que sí se incrementaban eran sus deudas.

-Papá. ¡Qué suerte que llegaste! -¿Qué pasa Romi? -Llegó una carta y mamá está llorando en la cocina. Cuando Miguel entra a la cocina, ve a Blanca sentada sollozando desconsoladamente, al borde de una crisis de nervios. -¡Blanca, negrita, calmate por favor y decime qué pasa! –Él la abraza fuerte y ella quiere hablar y no puede. -Miguel, llegó una intimación. Dice que si en un mes no nos ponemos al día con las cuotas de la financiera, nos desalojan. -¡Pero, no puede ser! -Sí puede ser. La deuda es en dólares y es tanto lo que se acumuló entre el capital y los intereses, que sería imposible pensar en poder saldarla. Ya vendimos todo Miguel. Basta. No podemos más. –Los chicos, que escucharon lo que su madre decía, comenzaron a llorar desesperados y Miguel, al ver así a su familia no pudo contener las lágrimas lleno de impotencia e indignación. -Voy a llamar a Mansilla. Él tiene que solucionar esto. –Llamó, pero le dijeron que estaba enfermo y no podía atenderlo. -Ese viejo hijo de puta hace rato que tenía que cancelar la deuda y me dice que tengo que esperar que se pongan de acuerdo para decidir cuánto me van a dar porque pensar que me van a devolver todo mi dinero, es imposible y además hace un tiempo que ya no me paga la renta. Mañana voy a la Bolsa y si no me da la plata para la financiera, creo que lo mato. -Hola Miguel. ¿Buscás a Mansilla? -Sí. -No vino. Parece que le pegaron y está con un brazo fracturado y algunos golpes. Aunque él dice que tuvo un accidente, pero acá no es la primera vez que alguien se accidenta. -¿Quién me ganó de mano? -Seguro que ahora desaparece por un tiempo, aunque ya no viene tan seguido. -¡Qué hijo de puta, a mí también me la hizo! -Miguel llamó a Mansilla y ningún teléfono contestaba. Lo fue a buscar a su casa pero el personal de vigilancia del edificio, le dijo que desde hacía unas semanas que no estaba allí. Todo cuanto hizo para encontrarlo, fue inútil. La última vez que fue a la Bolsa para ver si estaba, se encontró con el muchacho ciego del que le habían hablado que también lo buscaba porque le había hecho lo mismo que a él. Miguel le dice: -Hola, ¿vos también viniste a buscar a Mansilla? -¿Quién es usted? -No te asustes, me llamo Miguel Tolosa y también lo estoy buscando porque según me dijeron acá, a vos también te estafó igual que a mí. -Yo soy Omar Aguada. ¿A vos también te cagó? -Sí. Pero es un viejo hijo de puta. Porque a un tipo que se burla y se aprovecha de alguien como vos no se le puede decir otra cosa. -Uh. Si supieras la forma en que me fue enredando. -¿Qué te parece si vamos a tomar un café y me contás, así nos desahogamos juntos? -Vamos. -Mirá Miguel, yo estoy al frente de una institución que está cerca de Boedo.-Dijo Omar. -Ah, por eso veo tantos no videntes por el barrio.

-Un día, hablando con un pariente de Mansilla, estábamos comentando el problema que había con el dinero, los bancos y le decía que para mí era una responsabilidad, en ese momento, tener que resolver sobre los fondos de la institución. Claro, yo hablaba como un boludo y no sabía que había llegado Mansilla y estaba escuchando todo. Entonces me pidió disculpas por haber oído sin querer la conversación, se abrazó con el familiar, me dijo que lo conocía todo el barrio, que la madre vivía cerca, era asesor de la Bolsa de Comercio y que si quería podíamos charlar sobre el tema porque él podría darme una solución. También me dijo que era peligroso dejar el dinero en los bancos, que él podía hacerme invertir para beneficio de la institución porque era el primer interesado en hacer el bien y mucho más a personas como nosotros, los ciegos. Yo consulté con los integrantes de la comisión, se los presenté y bien sabés la forma que tiene de convencer a los incautos como nosotros. Quedaron encantados. Me acompañó a retirar el dinero del banco. - ¡Igual que a mí! -Me dijo que iba a invertirlo en la Bolsa, que iba a darnos una renta muy beneficiosa y que la institución iba a crecer notablemente. ¿Qué más puedo contarte? A mí también me sacó todos los ahorros que tenía. Cada vez que le pedía dinero porque se necesitaba, sobre todo después de la devaluación. Decía que era imposible, que no se podía en ese momento y con mi dinero era exactamente igual. Para terminar la historia, la institución y unos cuantos ciegos que le dimos nuestros ahorros, quedamos en la quiebra. Estoy cansado de venirlo a buscar y que me quiere envolver con todos sus argumentos. Y en definitiva, todo es inútil porque desapareció. ¿Sabés los cheques que me dio para cobrar y cuando llegaba la fecha no había fondos en la cuenta? Este tipo no se apiada de nadie. - Yo que iba a contarte lo que me hizo, me quedo sin palabras. -Pero muchos en la Bolsa trabajan así, ¿sabés la cantidad de veces que escuché a gente que venía a reclamar el dinero que había “invertido” como nosotros y les decían que no se preocupen, que les daban un boleto de compra-venta para que tengan confianza hasta que recuperaran su capital sino le pagaban con una propiedad? Y ¡Cómo convencían a los que venían a pedir un préstamo! -Si, Omar. Algo de eso escuché yo también. Pero si vos pudieras verles las caras… son todos iguales. Viejos que vos los mirás y se visten y actúan de la misma manera. Con una seguridad y una inteligencia para manejar y convencer a gente como nosotros que parecen haber ido todos a la misma escuela caza incautos. Omar y Miguel se separaron yéndose cada uno por su lado. ¿Cuántos Mansillas hay dentro de la Bolsa de Comercio, que utilizando el nombre de esa institución atraen con mucha habilidad y se aprovechan de quienes por inocencia y necesidad son estafados en acciones paralelas? Capítulo 11 Cuando recordaba la tristeza que les causó tener que dejar la casa del barrio de Boedo y vender el auto para poder comprar otra casa a medio terminar en una zona muy humilde de Morón; el freno brusco del tren lo volvió a la realidad. Alguien se había arrojado a las vías y el tren lo atropelló. El servicio quedó interrumpido. Miguel sentía sus piernas pesadas y un cansancio que lo vencía y anulaba sus fuerzas. Entonces decidió regresar a su casa. Tenía frío y estaba todo mojado por la lluvia, además deseaba estar con su familia. Quería ver a Blanca y llegar antes de que los chicos fueran al colegio para decirles que se queden en la cama y también para que ella no vaya a trabajar. Quería que estén todos con él ese día.

-Miguel. ¿Qué pasó? ¿Por qué volviste? -¿Y los chicos? -Duermen. Me dio lástima levantarlos con este tiempo. Además, es peligroso que salgan así, les puede pasar cualquier cosa y yo no estaría tranquila, sobre todo por la nena. -Vos también quedate. -¿Te sentís mal? Estás pálido. Acostate que te preparo unos mates. ¿Qué te pasó negrito? -El tren atropelló a una persona y te juro gorda, me hubiera gustado que fuera a mí. -¡Por favor Miguel, no vuelvas a decir eso nunca más! ¿Y tus hijos, y yo? Estamos juntos, eso es lo que importa. Los chicos siguen estudiando y son muy buenos nuestros hijos. Ayer fui a la municipalidad y creo que me van a dar un plan de jefes y jefas, también una beca para los estudios de los chicos. -¿Cómo conseguiste eso? -El marido de la vecina de al lado conoce a un concejal y fuimos a verlo. Por lo menos son unos pesos más y van a ayudarnos un poco. -Quién iba a decir que terminaríamos así. -Somos pobres, pero vos tenés trabajo gracias a la bondad de Osvaldo que vino enseguida y te obligó a ser socios del taxi como antes. -Pero nosotros estábamos bien, teníamos dinero, vivíamos sin privaciones y todo por ese viejo hijo de… -Mirá Miguel. Nosotros de alguna manera vamos a salir adelante, pero yo te aseguro que Mansilla nunca va a ser feliz. Las cosas se pagan en vida y ¿quién sabe cómo va a terminar él la suya? Ahora tomá el mate y abrazame, que seguro, seguro; se te va a pasar el frío. FIN Esta historia está basada en un hecho real aunque algunos nombres y circunstancias se han modificado preservando su privacidad.

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