A Pasar Al Blog

  • November 2019
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LAS NUEVE REVELACIONES (James Ranfield)

No miréis desde la mente, sino desde el corazón porque la vida venidera ya está entre nosotros, esperando a revelar el mundo, simplemente mirad más de cerca. Hayad los ojos para ver. De la 1era. Revelación -1Estamos volviendo a descubrir que vivimos en un mundo profundamente misterioso, lleno de coincidencias repentinas y encuentros sincronizados que parecen estar predestinados. -2Cuantos más despertemos a ese misterio, crearemos un concepto del mundo completamente nuevo, redefiniendo el universo como energético y sagrado. -3Descubriremos que todo a nuestro alrededor, toda la materia está formada y se origina de una energía divina que estamos empezando a ver y comprender. -4Desde esta perspectiva podemos ver que los humanos siempre se han sentido inseguros y desconectados de esta fuente sagrada y han intentado nutrirse de energía, dominándose unos a otros, esta pugna es la causante de todos los conflictos humanos. -5La única solución es cultivar una reconección personal con lo divino, una transformación mística que nos llene de energía y amor infinitos que amplíe nuestra percepción de la belleza y nos eleve a una conciencia de nuestro Yo Superior. -6En esta Conciencia podemos liberarnos de nuestro propio hábito

para controlar y descubrir una verdad específica, una misión que hemos venido a compartir para que ayude a la humanidad a evolucionar hacia este nivel nuevo de realidad. -7En la consecución de esta misión, podemos descubrir una intuición interior que nos muestra hacia dónde ir y qúe hacer y si solo hacemos interpretaciones positivas, derivará en un fluir de coincidencias que abrirá las puertas para que se revele nuestra misión. -8Cuando un número suficiente de nosotros entra en este flujo evolutivo, siempre dando energía al Yo Superior de todos con quienes nos encontramos, crearemos una cultura nueva, en la que nuestro cuerpo evolucionará hacia niveles de energía y percepción aún más elevados. -9De este modo participamos del largo viaje de la evolución desde el Big-Bang hasta el propósito final de la vida: energetizar nuestros cuerpos, generación tras generación hasta que entremos en un cielo que todos podemos ver por fin. Comparto con ustedes el resumen de las 9 revelaciones, en la que se nos invita a abrirnos para ver, percibir, sentir todo lo que nos rodea con los ojos del corazón donde radica un océano de amor y energía para nosotros mismos y para compartir con los demás, donde tomamos conciencia de nuestra sagrada unidad con Dios y con todo el universo. Según el autor el problema radica en que muchos seres humanos están cerrados y se dedican a robar energías a otras personas para así doblegarlas, debilitarlas, invadiendo agresivamente el campo de energía de éstas y sobre la que deseamos dominar u obtener poder (x ej. los gobiernos) porque desconocen que cada persona es un generador de ilimitada energía. Es como haber estado siempre viviendo en una casita de luz,

con algunas luces apagadas y evitando entrar a la habitación más importante... que es donde nos unimos con nuestro Yo Superior, nuestro Guía interior que si le escuchamos se manifiesta a través de coincidencias, intuiciones, premoniciones, imágenes o videncias del futuro o pasado, guiándonos dulcemente en nuestra misión y diario vivir; es fluir con toda forma de vida, de crear un mundo de posibilidades y manifestaciones. LA FUERZA DEL AMOR El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos. Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había. El amor nos da el valor de: - Luchar por nuestros sueños. - Dar la vida por los que llevamos en el corazón. - Modificar nuestra propia existencia. - Cambiar nuestro ser. - Rebasar el límite de nuestras potencialidades. El amor nos da la fuerza: - Para respetar a los seres que amamos. - Para sonreír a pesar de las adversidades. - De la humildad para pedir perdón. - La grandeza de la comprensión. - La nobleza de perdonar. El amor nos da el poder: - Para manifestar nuestras emociones. - Para alcanzar estrellas. - Para convertir nuestros sueños en realidades. - Entregar nuestra vida por un ideal.

El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible. El amor es la fuerza que Dios deposita en el corazón de todos los seres humanos, a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad. El amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos colaboradores en la grandeza de la creación. Pregúntate: Si de verdad amas, ¿estás luchando con todas tus fuerzas para conquistar lo que deseas? - El valor para luchar por tus hijos. - Cuidar de tus padres. - Hacer feliz a tu pareja. - Conceder el perdón a tu enemigo. - Pedir humildemente perdón a quien ofendiste. Pregúntate: ¿Tienes la fuerza para amarte a ti mismo, de convertirte en el ser que estás llamado a ser? ¿Te atreverías a hacer de tu vida una obra magistral digna de las manos que te crearon? ¿Tendrás el valor de ser un auténtico hijo de Dios? ¿Tienes la fuerza del amor? Ana L. De Rivera

La bolsa de agua caliente Una noche yo había trabajado mucho ayudando a una madre en su parto; pero a pesar de todo lo que hicimos, murió dejándonos un bebé prematuro y una hija de

dos años. Nos iba a resultar difícil mantener el bebé con vida porque no teníamos incubadora (¡no había electricidad para hacerla funcionar!), ni facilidades especiales para alimentarlo. Aunque vivíamos en el ecuador africano, las noches frecuentemente eran frías y con vientos traicioneros. Una estudiante de partera fue a buscar una cuna que teníamos para tales bebés, y la manta de lana con la que lo arroparíamos. Otra fue a llenar la bolsa de agua caliente. Volvió enseguida diciéndome irritada que al llenar la bolsa, había reventado. La goma se deteriora fácilmente en el clima tropical. "¡Y era la última bolsa que nos quedaba!", exclamó, y no hay farmacias en los senderos del bosque". "Muy bien", dije, "pongan al bebé lo más cerca posible del fuego y duerman entre él y el viento para protegerlo de éste. Su trabajo es mantener al bebé abrigado". Al mediodía siguiente, como hago muchas veces, fui a orar con los niños del orfanato que se querían reunir conmigo. Les hice a los niños varias sugerencias de motivos para orar y les conté lo del bebé prematuro. Les dije el problema que teníamos para mantenerlo abrigado y les mencioné que se había roto la bolsa de agua caliente y el bebé se podía morir fácilmente si tomaba frío. También les dije que su hermanita de dos años estaba llorando porque su mamá había muerto. Durante el tiempo de oración, Ruth, una niña de 10 años oró con la acostumbrada seguridad consciente de los niños africanos: "Por favor Dios", oró, "mándanos una bolsa de agua caliente. Mañana no servirá porque el bebé ya estará muerto. Por eso, Dios, mándala esta tarde". Mientras yo contenía el aliento por la audacia de su oración la niña agregó: "Y mientras te encargas de ello, ¿podrías mandar una muñeca para la pequeña, y

así pueda ver que Tú le amas realmente?" Frecuentemente las oraciones de los chicos me ponen en evidencia. ¿Podría decir honestamente "Amén" a esa oración? No creía que Dios pudiese hacerlo. Sí, claro, sé que Él puede hacer cualquier cosa. Pero hay límites, ¿no? Y yo tenía algunos grandes "peros". La única forma en la que Dios podía contestar esta oración en particular, era enviándome un paquete de mi tierra natal. Había ya estado en África casi cuatro años y nunca jamás recibí un paquete de mi casa. De todas maneras, si alguien llegara a mandar alguno, ¿quién iba a poner una bolsa de agua caliente? A media tarde cuando estaba enseñando en la escuela de enfermeras, me avisaron que había llegado un auto en la puerta de mi casa. Cuando llegué el auto ya se había ido, pero en la puerta había un enorme paquete de once kilos. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Por supuesto no iba abrir el paquete yo sola, así que invité a los chicos del orfanato a que juntos lo abriéramos. La emoción iba en aumento. Treinta o cuarenta pares de ojos estaban enfocados en la gran caja. Había vendas para los pacientes del leprosario y los chicos un poco aburridos. Luego saqué una caja con pasas de uvas variadas, lo que serviría para hacer una buena tanda de panecitos el fin de semana. Volví a meter la mano y sentí... ¿sería posible? La agarré y la saqué... ¡Sí, era una bolsa de agua caliente nueva! Lloré... Yo no le había pedido a Dios que mandase una bolsa de agua caliente, ni siquiera creía que Él podía hacerlo. Ruth estaba sentada en la primera fila, y se

abalanzó gritando: "¡Si Dios mandó la bolsa, también tuvo que mandar la muñeca!" Escarbé el fondo de la caja y saqué una hermosa muñequita. A Ruth le brillaban los ojos. Ella nunca había dudado. Me miró y dijo: "¿Puedo ir contigo a entregarle la muñeca a la niñita para que sepa que Dios la ama en verdad? Ese paquete había estado en camino por cinco meses. La había preparado mi antigua profesora de religión, quien había escuchado y obedecido la voz de Dios que la impulsó a mandarme la bolsa de agua caliente, a pesar de estar en el ecuador africano. Y una de las niñas había puesto una muñequita para alguna niñita africana cinco meses antes en respuesta a la oración de fe de una niña de diez años que la había pedido para esa misma tarde. Esto nos habla de la fuerza que tiene la oración que se hace con fe y confianza.

Nuestro conocimiento es necesariamente finito... Nuestra ignorancia es necesariamente infinita... Karl Raimund Popper (1902 - 1994)

EL HOMBRE SABIO El sabio se mantiene alejado de la rivalidad, De la codicia y de la confusión Producida por los deseos. El sabio es feliz al vivir, Es bondadoso y armoniza con todos,

Es sincero al hablar, equilibrado Y recto en el trabajo y en la vida. Cuando acaba su obra, se retira oportunamente, Su respiración es fresca como la de un niño, Y busca siempre beneficiar a los hombres. El sabio es difícil de comprender, Es cauteloso como quien atraviesa Un río en invierno, Prudente como quien tiene enemigos, reservado como el huésped de una casa, Sencillo como la madera, tranquilo como un valle Y profundo como las aguas de un lago. El sabio posee poco Porque se ha olvidado de las cosas, Su presencia es modelo para todos los hombres. No se muestra, por eso resplandece, No se vanagloria, por eso sobresale, No se exalta, por eso merece elogio, Es humilde y se mantiene íntegro. Permanece independiente, Aunque viva rodeado de gloria y esplendor Nunca pierde la paz. El sabio no es impetuoso, Y nunca pierde el dominio de sí mismo. El sabio no ofende a nadie, Y nunca halla motivo para rechazar a nadie. El sabio es aquel que se conoce a sí mismo, Que quiere conquistarse a sí mismo, más que conquistar a otros. El sabio, contemplado, No parece digno de ser mirado, oyéndolo, no parece digno de ser escuchado, Sin embargo, contiene en sí todas las virtudes. El sabio parece que no hace nada y, Sin embargo, nada queda sin realizar. El sabio hace del corazón de los demás

El suyo propio. Con el bueno obra de forma buena, Con el malo obra de buena forma. El sabio se parece a un niño, Nada ni nadie le daña. El sabio se da cuenta de las cosas Que para los demás pasan inadvertidas, Y estima por igual las grandes y las pequeñas. El sabio no combate, mas siempre vence, Y no teme a la muerte. El sabio es, en fin, quien está en armonía Con la naturaleza. (Tao Te King)

1. Mantente fresco cuando otros estén furiosos y pierdan la cabeza. Tienes el control sobre tus emociones, no lo pierdas. No se trata de no demostrar tu molestia, sino de hacerlo mesuradamente, sin después arrepentirte de una acción cometida en un momento de descontrol 2. Recuerda que cada discusión tiene al menos tres puntos de vista: el tuyo, el del otro y los de terceros, los cuales probablemente están más cerca de la objetividad. Siendo más versátil y viendo las cosas desde la perpectiva de los demás enriquecerás tu propio punto de vista. 3. Espera a calmarte antes de hablar. Ten en cuenta que la relación es más importante que la discusión. Dale más relevancia a las personas que a las opinones. 4. Trata a toda persona con la cual tengas contacto como si fuera un pariente rico, de quien esperas ser incluído en su testamento. Nunca te arrepientas de tratar muy bien a la gente. Es el mejor negocio en todos los sentidos. 5. Busca el lado positivo y agradable, aun de las situaciones más complicadas y dolorosas. Es una disciplina que te ayudadará a pasar más fácilmente, los momentos difíciles, y a convertir los problemas en oportunidades.

6. Establece el hábito de hacer preguntas y, sobre todo, de escuchar las respuestas. Pregunta antes de reaccionar. Algunas veces disparamos y después preguntamos. También preguntamos, pero escuchamos para contestar, y no para entender. 7. No hagas o digas nada que pueda herir o hacerle daño a otra persona. Aférrate al proverbio que dice que todo lo que uno haga, se devolverá. La gente no recuerda tanto lo que tú dices o haces, sino la intención con la que lo haces. 8. Sé consciente de la diferencia entre análisis amigable y crítica destructiva. Observa si el propósito de tus palabras es ayudar, desahogarte o hacer daño. 9. Ten presente que si toleras a los demás, ellos también serán pacientes contigo en los aspectos no muy gratos de tu personalidad. 10. El verdadero líder sabe reconocer sus errores y aceptar responsabilidad. No olvides que un conflicto bien manejado fortalece la relación, y te ayuda a aprender de las diferencias. EL pensamiento positivo es una disciplina que, ejercitada con constancia, te dará el poder de cambiar tu entorno y, por consiguiente, tu vida.

El dulce sabor de una mujer exquisita por Gabriel García Márquez Una mujer exquisita no es aquella que más hombres tiene a sus pies, Si no aquella que tiene uno solo que la hace realmente feliz. Una mujer hermosa no es la más joven, ni la más flaca, Ni la que tiene el cutis más terso o el cabello más llamativo, Es aquella que con tan solo una sonrisa y un buen consejo puede alegrarte la vida. Una mujer valiosa no es aquella que tiene más títulos, ni más cargos académicos Es aquella que sacrifica su sueño por hacer felices a los demás. Una mujer exquisita no es la más ardiente, Sino la que vibra al hacer al amor con el hombre que ama. Una mujer interesante no es aquella que se siente halagada Por ser admirada por su belleza y elegancia,

Es aquella mujer firme de carácter que puede decir NO. Y un hombre, un hombre exquisito es aquel que valora una mujer así.

TENER EL CORAJE DE IR MAS ALLA - Por Stuart Wilde

"Tener el coraje de ir más allá", es el acto de relajarse y permitir que tu vida entre en un fluir libre y espontáneo. Esto conlleva menos estructuración, más confianza y fe y tomar la vida tal y como te la encuentras, en vez de intentar encuadrarla en un patrón preconcebido y enfadarse cuando las cosas no resultan como esperabas. El ego es por naturaleza resistente a dejarse fluir. Quiere aferrarse a su sentimiento de poder y dominar tu vida y las vidas de los demás. Necesita del control porque se siente inseguro. Asà que puede darte miedo dejarte fluir, pero bajo mi punto de vista es más atemorizante permanecer donde estar. En el mundo del ego y del intelecto, no tienes que desarrollar una confianza ciega. Puedes confiar en tus experiencias pasadas y reflexionar las cosas y normalmente eso funciona para ti la mayor parte del tiempo. Pero como ser espiritual, confiar es vital. En el dinámico y asombroso mundo del Yo Infinito, vuelas a ciegas. No tiene lÃmites, asà que te llevará a terrenos que no te son familiares y eso precisamente es lo que hace el proceso tan fascinante. El viaje del ego al espÃritu conlleva resolver las paradojas dela existencia humana: •

Tenemos que aceptar la infinidad estando dentro de un cuerpo mortal.



Tenemos que creer en un Dios que no podemos ver.



Tenemos que aprender a amar en una dimensión donde hay tanto odio.



Tenemos que ver abundancia cuando la gente habla constantemente de carencia.



Tenemos que descubrir la libertad donde el control es la religión estatal.



Tenemos que desarrollar nuestra autovalÃa mientras la gente nos critica y empequeñece.



Tenemos que ver belleza donde hay fealdad



Tenemos que abrazar la amabilidad y las actitudes positivas cuando estamos rodeados de incertidumbre.



Tenemos que sentirnos a salvo a pesar de nuestras preocupaciones.

El punto crucial es la confianza. Tienes que tener la valentÃa de tomar una idea, creerla, aceptarla y, antes de que tengas alguna prueba real de que la energÃa está allà para tÃ, o de que la idea funcionará. Has de dejar ir ese mal hábito intelectual que dice que tu ego-personalidad siempre sabe más. Dándole al infinito dentro de ti tu aceptación, le das poder para que entre en tu vida. Es casi como si te perdieras un poco a ti mismo para encontrarte nuevamente en un nivel de energÃa mayor. Si no te dejas ir un poco, tu ego-personalidad bloqueará constantemente tu poder interior y te perderás el beneficio de la sutil consciencia y de la percepción extrasensorial de los que entás investido como ser espiritual que eres. Hemos llegado a rechazar esos mensajes interiores, ¿verdad?. Es parte de cómo el ego juega sus juegos. El infinito en tà es como un viento celestial; soplará suavemente en tu dirección y te apoyará, pero sólo cuando aquietes la mente y controles el ego. La gente me pregunta ¿eso es la intuición? Sà y no. Es más que intuición. La intuición espontánea es como se manifiesta en sus estados iniciales. Mas tarde, el diálogo con el yo infinito viene a través de un conocimiento completo, de una información espontánea derivada de una sensibilidad incrementada. Crece conforme te vas enfocando y te disciplinas a ti mismo y cuando sabes y crees que tú eres infinito. Una vez que eres capaz de ver el mundo como lo que es, el poder de tu Yo Infinito se te une. Te enseña hora tras hora, dÃa tras dÃa, mostrándote constantemente la naturaleza sutil de las cosas de un modo verdaderamente magneficiente. Te trae la gente a la que necesitas asociarte. Te muestra cómo modificar tus creencias y cuáles de ellas necesitas dejar atrás. Te ayuda en tu bienestar y te muestra modos de hacer tu modo de vida menos oneroso y restrictivo. La profundidad de su percepción te lleva de un paso al siguiente. Será una pena si no la escuchas. Mientras el ego domina y aprieta, la espiritualidad interior se retira y espera hasta que la mundana lógica de la vida te agote. Por tanto, estar de acuerdo en escuchar es importante; actuar en lo que escuchas lo es incluso más. No importa si, al principio, te vienen cosas un poco mezcladas, si no estás seguro de qué es lo que procede de tu yo infinito y qué procede de la mente. Tienes que empezar desde algún punto, esa es la importancia de dar el primer paso. Si no escuchas y te abres, el mundo que creas vÃa tu personalidad y sus preferencias, y la percepción que tienes del mundo que te rodea, empieza a disminuir en energÃa. Agotas el poder disponible para ti. La energÃa del lugar dónde vives, de tus circunstancias, tu trabajo y tus relaciones, todo empieza a bajar a un nivel de energÃa menor porque no fluyen energÃas nuevas para sostenerlo. Gradualmente te haces menos seguro, entrando en una zona de estancamiento que es la manifestación externa de una mente cansada y sin vida. Cada dÃa hay menos energÃa que antes, menos excitación, más aburrimiento e irritación. A menudo este efecto será sofocante; te sentirás atrapado. La vida entra en encefalograma plano.

En el estancamiento el peligro crece; tu seguridad y protección se debilitan por la inmovilidad que te rodea. (…) Las restricciones de una situación sin vida como esta pueden causar ansiedad y acabar resultando en efermedades o conductas negligentes. Puede conducir a la desesperanza y a una muerte temprana. Comprométete contigo mismo, en un tranquilo momento de oración o contemplación, que tu tienes el coraje de ser diferente. Cambiarás y lucharás contra la falta de energÃa del ego abrazando un puñado de ideas nuevas. Puede que la gente de tu alrededor te critique por querer cambiar, ¿y qué? En una situación de estancamiento cualquier cosa es mejor que seguir donde se está. Lo siguiente es tener el coraje de aceptar y manejar el dolor y los problemas que, sin duda, el ego te pondrá para intentar que no le saques el poder. No le va a gustar lo que está pasando. Protestará con argumentos que suenan lógicos, esperando que te eches atrás. Cuando esto suceda sigue tu decisión con firmeza y pon en práctica una disciplina que no le guste al ego. Echarte a nadar al rÃo a las 4 de la mañana todos los dÃas durante una semana. ¡Eso lo arreglará pronto! En conclusión, al coraje de ir más allá, yo añadirÃa el coraje de ser vulnerable. Conforme cambies y crezcas el ego se sentirá asediado y amenazado. Si tienes poca o ninguna resistencia, estarás bien; si te resistes y luchas, dolerá un montón. Asà que sé valiente. PermÃtete ser vulnerable. Deja a un lado la insistente psicologÃa del macho que sufre la mayorÃa de la gente. En vez de eso penetra en la intensa belleza espiritual de moverte y fluir sin saber necesariamente qué camino tomar o cómo llegarás allÃ. Cree, Cree, Cree.

La Última Tentación

La doble sustancia de Cristo siempre fue para mí un misterio profundo e impenetrable: el deseo apasionado de los hombres, tan humano, tan sobrehumano, de llegar hasta Dios o, más exactamente, de retornar a Dios para identificarse con él. Esta nostalgia, a la vez tan misteriosa y tan real, ha abierto en mí hondas heridas y también fluyentes y profundos

manantiales: la lucha incesante e implacable entre la carne y el espíritu.

Llevo en mí las fuerzas tenebrosas del Maligno, antiguas, tan viejas como el hombre y aun más viejas que éste; llevo en mí las fuerzas luminosas de Dios, antiguas, tan viejas como el hombre y más viejas que este. Y mi alma es el campo de batalla donde se enfrentaban ambos ejércitos.

La angustia ha sido abrumadora. Amaba mi cuerpo y no deseaba que se perdiera; amaba mi alma y no quería verla envilecida. He luchado para reconciliar estas dos fuerzas cósmicas antagónicas, para hacerlas comprender que no son enemigas sino que, por el contrario, están asociadas, de manera que pueden reconciliarse de forma armoniosa, y de este modo yo podré reconciliarme con ellas.

Todo hombre participa de la divina naturaleza, tanto en su carne como en su espíritu. Por ello el misterio de Cristo no es sólo el misterio de un culto particular, sino que alcanza a todos los hombres. En cada hombre estalla la lucha entre Dios y el hombre, inseparable el deseo de reconciliación. Casi siempre esta lucha es inconsciente y dura poco, pues un alma débil carece de fuerzas para resistir por largo tiempo a la carne; el alma pierde entonces levedad, acaba por transformarse en carne y la lucha toca su fin. Pero en los hombres responsables, que mantienen día y noche los ojos fijos en el Deber supremo, tal lucha entre la carne y el espíritu estalla sin misericordia y puede perdurar hasta la muerte.

Cuanto más potentes son el alma y la carne, más fecunda

es la lucha y más rica la armonía final. Dios no ama las almas débiles ni los cuerpos sin consistencia. El espíritu ansía luchar con una carne potente, llena de resistencias.

Lucha entre la carne y el espíritu, rebelión y resistencia, reconciliación y sumisión, y, en suma, lo que constituye el fin supremo de la lucha, es decir, la unión con Dios; tal es la ascensión seguida por Cristo, el cual nos invita a seguirle marchando tras las huellas sangrientas de sus pasos.

Este es el Deber supremo del hombre que lucha: alcanzar el elevado pináculo que Cristo, el primogénito de la salvación, coronó. ¿Cómo podemos iniciar el ascenso? Para poder seguirle es preciso que poseamos un conocimiento profundo de su lucha, que vivamos su angustia, que sepamos cómo venció las celadas floridas de la tierra, cómo sacrificó las pequeñas y las grandes alegrías del hombre y cómo ascendió, de sacrificio en sacrificio, de hazaña en hazaña, hasta la cima de su martirio: la Cruz.

Porque para ascender a la cima del sacrificio, a la Cruz, a la cima de la inmaterialidad, a Dios, Cristo pasó por todas las pruebas que debe pasar el hombre que lucha. Esta es la razón por la cual su sufrimiento nos resulta tan familiar, y por la que su victoria final se nos antoja nuestra propia victoria futura. Esta parte de la naturaleza de Cristo, tan profundamente humana, nos ayuda a comprenderlo, a amarlo y a seguir su Pasión como si se tratara de nuestra propia pasión. Si no poseyera dentro de él el calor de este elemento humano, jamás podría conmover nuestro corazón con tanta seguridad y ternura, jamás podría convertirse en un modelo para nuestra vida. Luchamos, lo vemos luchar como nosotros y cobramos valor. Vemos que nos encontramos solos en el mundo y que

él, sea como fuere, lucha a nuestro lado.

Cada instante de la vida de Cristo es una lucha y una victoria. Triunfó del irresistible encanto de las sencillas alegrías humanas, triunfo de la tentación; transformó incesantemente la carne en espíritu y continuó su ascensión; llegó a la cima del Gólgota, subió a la Cruz.

Pero ni siquiera aquí acabó su combate. En la cruz lo esperaba otra tentación, la última tentación. Como en un relámpago, el espíritu del Maligno desplegó ante los ojos desfallecientes del Crucificado la engañosa visión de una vida apacible y dichosa: había seguido – así creyó- el sendero suave y fácil del hombre; se había casado, había tenido hijos, los hombres lo amaban y respetaban; y ahora, ya viejo, estaba sentado a la puerta de su casa, recordaba las pasiones de su juventud y sonreía satisfecho. ¡Qué bien había procedido! ¡Qué sabiduría haber seguido el sendero del hombre y qué insensatez era querer salvar el mundo! ¡Qué alegría haber escapado a las tribulaciones, al martirio y a la Cruz!

Esta fue la última tentación que durante los segundos de un relámpago turbó los instantes finales del Salvador. Pero bruscamente Jesús sacudió la cabeza, abrió los ojos. Vio: no, no era un traidor, ¡alabado sea Dios!, no había desertado, había cumplido la misión que Dios le había confiado. No se había casado, no había vivido dichoso, había llegado a la cima del sacrificio: estaba clavado en la Cruz.

Cerró los ojos, satisfecho. Entonces se oyó el grito triunfal:

¡Todo se ha consumado!

Es decir, terminé mi misión, fui crucificado, no sucumbí a la tentación.

*De la novela de Nikos Kazantzakis: La última tentación

EL MAR MAYOR Mi alma y yo fuimos a bañarnos al gran mar. Y al llegar a la playa, empezamos a buscar un sitio solitario y escondido. Pero mientras caminábamos por la playa vimos a un hombre sentado en una roca gris, que tomaba de un saco puñados de sal y los arrojaba al mar. -Este es el pesimista -dijo mi alma-. Vámonos de aquí, pues no podemos bañarnos en presencia del pesimista. Seguimos caminando, hasta llegar a una caleta; allí vimos, de pie en una roca blanca, a un hombre que llevaba un cofre enjoyado, del que tomaba azúcar para arrojarla al mar. -Y este es el optimista -dijo mi alma-, tampoco él debe ver nuestros cuerpos desnudos. Seguimos caminando. Y en otro lugar de la playa vimos a un hombre que tomaba con la mano peces muertos, y los devolvía al agua. -Tampoco podemos bañarnos enfrente de este hombre -dijo mi alma-, pues este es el filántropo. Y seguimos nuestro camino. Luego nos encontramos a un hombre que trazaba el contorno de su sombra en la arena. Llegaban grandes olas y borraban el trazo; sin embargo, aquel hombre seguía una y otra vez dibujando su sombra. -Este es el místico -dijo mi alma-. Apartémonos de él. Y seguimos caminando, hasta que en otra calmada ensenada vimos a otro hombre, que recogía espuma del mar y la vertía en un vaso de alabastro. -Este es el idealista -dijo mi alma-. De ninguna manera debe ver nuestra desnudez. Y seguimos caminando. De pronto, oímos una voz, que gritaba: - ¡Este es el mar; el vasto y poderoso mar! Y al acercarnos vimos que era un hombre que daba la espalda al mar y que aplicaba un caracol a su oído, para oír el murmullo marino. -Pasemos de largo -dijo mi alma-. Este es el realista; el que da la espalda a todo lo que no puede abarcar de una mirada, y se contenta con un fragmento del todo. Y pasamos de largo. Y en un lugar lleno de maleza, entre las rocas, un hombre había enterrado su cabeza en la arena. Y le dije a mi alma: -Nos podemos bañar aquí, pues este hombre no puede vernos. -No -dijo mi alma-. Porque éste es el más mortífero de todos los hombres; es el puritano. -Luego, una gran tristeza se reflejó en el rostro de mi alma, y también entristeció su voz. -Vámonos de aquí -dijo-. Pues no hay ningún solitario y oculto lugar donde podamos bañarnos. No dejaré que este viento juegue con mi cabellera de oro, ni dejaré que este viento acaricie mi seno desnudo, ni que esta luz descubra mi sagrada desnudez. Y luego abandonamos aquel mar, para ir en busca del Mar Mayor. EL ASTRÓNOMO A la sombra del templo mi amigo y yo vimos a un ciego, sentado allí, solitario.

-Mira -dijo mi amigo-: ese es el hombre más sabio de nuestra tierra. Me separé de mi amigo y me acerqué al ciego. Lo saludé. Y conversamos. Poco después le dije: -Perdona mi pregunta: ¿desde cuándo eres ciego? -Desde que nací -fue su respuesta. -¿Y qué sendero de sabiduría sigues? -le dije entonces. -Soy astrónomo -me contestó el ciego. -Luego, se llevó la mano al pecho, y dijo:-Sí; observo todos estos soles, y estas lunas, y estas estrellas. "EL MUNDO PERFECTO" Dios de las almas perdidas, tú que estás perdido entre los dioses, escúchame: Vivo entre una raza de hombres perfecta, yo, el más imperfecto de los hombres. Yo, un caos humano, nebulosa de confusos elementos, deambulo entre mundos perfectamente acabados; entre pueblos que se rigen por leyes bien elaboradas y que obedecen un orden puro, cuyos pensamientos están catalogados, cuyos sueños son ordenados, y cuyas visiones están inscritas y registradas. Sus virtudes, ¡oh Dios!, están medidas, sus pecados están bien calculados por su peso, y aun los innumerables actos que suceden en el nebuloso crepúsculo de lo que no es pecado ni virtud están registrados y catalogados. En este mundo, las noches y los días están convenientemente divididos en estaciones de conducta y están gobernados por normas de impecable exactitud. Comer, beber, dormir, cubrir la propia desnudez, y luego cansarse, todo a su debido tiempo. Trabajar, jugar, cantar, bailar, y luego yacer tranquilo, cuando el reloj da la hora para ello. Pensar esto, sentir aquello, y luego dejar de pensar y de sentir cuando cierta estrella se alza en el horizonte. Robar al vecino con una sonrisa, dar regalos con un gracioso ademán, elogiar prudentemente, acusar con cautela, destruir un alma con una palabra, quemar un cuerpo con el aliento, y luego lavarse las manos, cuando se ha terminado el trabajo del día. Amar según el orden establecido, entretenerse en lo mejor de uno mismo según cierta manera prefabricada, rendir culto a los dioses con el debido decoro, intrigar y engañar a los demonios diestramente, y luego olvidarlo todo, como si la memoria hubiese muerto. Imaginar con un motivo determinado; proyectar con consideración; ser feliz dulcemente; sufrir con nobleza; y luego, vaciar la copa, de manera que mañana podamos llenarla otra vez. Todas estas cosas, ¡oh Dios!¡, están concebidas con preclara visión, han nacido con un propósito firme, se mantienen con esmero y exactitud, se gobiernan según las normas y la razón, y luego se asesinan y se entierran según el método prescrito. Y aun sus silenciosas tumbas que yacen dentro del alma humana, cada una tiene su marca y su número. Es un mundo perfecto; de maravillas; el más maduro fruto del jardín de Dios; el pensamiento rector del universo. Pero dime, ¡oh Dios!, ¿por qué tengo que estar allí, yo, semilla de pasión insatisfecha, loca tempestad que no va en pos del oriente ni del occidente, aturdido fragmento de un planeta que pereció en las llamas? ¿Por qué estoy aquí, ¡oh Dios! de las almas perdidas? Dímelo tú, oh Dios, que te encuentras perdido entre los demás dioses...

EL VAGABUNDO VESTIDURAS Cierto día Belleza y Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron: -Bañémonos en el mar. Entonces se desvistieron y nadaron en las aguas. Instantes más tarde Fealdad regresó a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, y luego partió. Belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y era demasiado tímida para quedarse desnuda, así que se vistió con las ropas de Fealdad. Y Belleza también siguió su camino.

Y hasta hoy día hombres y mujeres confunden una con la otra. Sin embargo, algunos hay que contemplan el rostro de Belleza y saben que no lleva sus vestiduras. Y algunos otros que conocen el rostro de Fealdad, y sus ropas, no lo ocultan a sus ojos. LA PERLA Dijo una ostra a otra ostra vecina: -Siento un gran dolor dentro de mí. Es pesado y redondo y me lastima. Y la otra ostra replicó con arrogante complacencia: -Alabados sean los cielos y el mar. Yo no siento dolor dentro de mí. Me siento bien e intacta por dentro y por fuera. En ese momento, un cangrejo que por allí pasaba escuchó a las dos ostras, y dijo a la que estaba bien por dentro y por fuera: -Sí, te sientes bien e intacta; mas él dolor que soporta tu vecina es una perla de inigualable belleza.

EL TRUEQUE Una vez en el cruce de un camino, un Poeta pobre encontró a un rico Estúpido, y conversaron. Y todo lo que decían revelaba el descontento de ambos. Entonces el Ángel del Camino se acercó y posó su mano sobre el hombro de los dos hombres. Y, creedlo, un milagro se produjo; ambos intercambiaron sus posesiones. Y se alejaron. Pero, cosa difícil de relatar, el Poeta miró y encontró sólo arena seca en sus manos; y el Estúpido cerró sus ojos y sintió nada más que nubes en su corazón. LAS RANAS Cierto día de verano una rana dijo a su compañero: -Temo que la gente que vive en aquella casa de la costa esté molesta por nuestro canto. Y su compañero respondió: -Bueno, ¿acaso no nos molestan ellos con sus conversaciones durante nuestro silencio diurno? -No olvidemos que a veces cantamos demasiado por la noche -dijo la rana. -No olvidemos que ellos charlan y gritan mucho más durante el día -respondió su amigo. Dijo entonces la rana: -¿Y qué hay del escuerzo que molesta a todo el vecindario con su croar prohibido por Dios? -Mas -replicó su amigo-, ¿qué me dices del político y el sacerdote y el científico que llegan a estas costas y pueblan el aire con molestos ruidos? -Bien -dijo entonces el primero-, pero seamos mejores que estos seres humanos. Guardemos silencio por la noche y mantengamos las canciones en nuestros corazones, aún cuando la luna reclame nuestro ritmo y las estrellas nuestra rima. Al menos callemos por una noche, o dos, o aún por tres noches. -Muy bien -dijo su compañero-, estoy de acuerdo. Veremos que nos trae después tu generoso corazón. Aquella noche las ranas callaron y permanecieron silenciosas la noche siguiente y nuevamente la tercera noche. Y, aunque resulte difícil de relatar, la mujer charlatana que vivía en la casa junto al lago bajó para el desayuno al tercer día y gritó a su marido: -No he dormido estas tres noches. Me sentía segura durmiendo con el canto de las ranas en mis oídos. Pero algo debe haber sucedido. Pues, no han cantado por tres noches; y estoy casi medio loca por falta de sueño. La rana oyó esto y volviéndose hacia su compañero, dijo guiñando un ojo: -Y nosotros casi enloquecemos por nuestro silencio, ¿no es cierto? Y su compañero respondió: -Sí, el silencio de la noche pesaba sobre nosotros., y ahora me doy cuenta de que no es necesario cesar nuestro canto por la comodidad de aquellos que necesitan llenar su vacío con ruidos. Y aquella noche la luna no reclamó vanamente sus ritmos, ni las estrellas sus rimas.

LAS LEYES Años atrás existía un poderoso rey muy sabio que deseaba redactar un conjunto de leyes para sus súbditos. Convocó a mi sabios pertenecientes a mil tribus diferentes y los hizo venir a su castillo para redactar las leyes. Y ellos cumplieron con su trabajo. Pero cuando las mil leyes escritas sobre pergamino fueron entregadas al rey, y luego de éste haberlas leído, su alma lloró amargamente, pues ignoraba que hubiera mil formas de crimen en su reino. Entonces llamó al escriba, y con una sonrisa en los labios, él mismo dictó sus leyes. Y éstas no fueron más que siete. Y los mil hombres sabios se retiraron enojados y regresaron a sus tribus con las leyes -que habían redactado. Y cada tribu obedeció las leyes de sus hombres sabios. Por ello es que poseen mil leyes aún en nuestros días. Es un gran país, pero tiene mil cárceles y las prisiones están llenas de mujeres y hombres, infractores de mil leyes. Es realmente un gran país, pero ese pueblo desciende de mil legisladores y de un solo rey sabio.

EL PROFETA ERMITAÑO Hubo una vez un profeta ermitaño que cada tres lunas bajaba hasta la ciudad y en las plazas del mercado predicaba el dar y compartir entre la gente. Y era elocuente y su fama se expandía por sobre la tierra. Una tarde, tres hombres llegaron a su ermita y lo saludaron. -Tú predicas el dar y compartir -le dijeron-. Y buscas enseñar a quienes tienen mucho para dar a los que poseen poco; y no dudamos que tu fama te ha brindado riquezas. Ahora ven y danos de tus riquezas, pues tamos necesitados. -Amigos míos -les contestó el ermitaño-, no tengo más que esta cama, esta estera y esta jarra de agua. Lleváoslo si así lo deseáis. No tengo ni oro ni plata. Entonces lo miraron desdeñosos y dieron vuelta sus caras, y el último hombre se detuvo en la puerta un momento y gritó: -¡Impostor! ¡Embustero! Tú enseñas y predicas aquello que tú mismo no practicas.

EL FILÓSOFO Y EL REMENDÓN Un filósofo llegó un día al taller de un- zapatero remendón con unos zapatos gastados. Y el filósofo dijo al remendón: -Por favor, remienda mis zapatos. -Ahora estoy remendando zapatos de otros hombres -respondió éste-, y hay todavía más para reparar antes de que pueda ocuparme de los tuyos. Pero deja tus zapatos aquí, y usa este otro par por hoy, y ven mañana a buscar los tuyos. -No uso zapatos que no son míos -protestó indignado el filósofo. -Pues bien -dijo el remendón-, ¿en verdad eres tú un filósofo y no puedes calzarte con zapatos de otro hombre? Al final de esta calle hay otro remendón que comprende a los filósofos mejor que yo. Recurre a él para remiendos. LA SENDA Una mujer y su hijo vivían entre las colinas; este era su primer y único hijo. El niño murió de una fiebre mientras el médico lo vigilaba. La madre, destruida por la tristeza, gritó al médico diciendo: -Dime, dime, ¿qué es lo que hizo aquietar su fortaleza y silenciar su canción? Y el médico respondió: -Fue la fiebre. Y la madre dijo: -¿Qué es la fiebre?

Y también el médico respondió: -No puedo explicártelo. Es algo infinitamente pequeño que visita el cuerpo y que no podemos ver con nuestros ojos humanos. Luego el médico se fue y ella continuó repitiendo para sí: -Algo infinitamente pequeño que no podemos ver con nuestros ojos humanos. Por la tarde el sacerdote llegó para consolarla. Y ella lloró y gritó diciendo: - ¡Oh! ¿Por qué he perdido a mi hijo, mi único hijo, mi primer hijo? -Y el sacerdote respondió: -Hija mía, es la voluntad de Dios. -¿Qué es Dios y dónde está Dios? -preguntó entonces la mujer-. Quiero ver a Dios y rasgarme el pecho delante de El y hacerme brotar sangre de mi corazón a sus pies. Dime dónde encontrarlo. -Dios es infinitamente grande -contestó el sacerdote-: No puede ser visto con nuestros ojos humanos. - ¡Lo infinitamente pequeño asesinó a mi hijo por voluntad de lo infinitamente grande! -gritó la mujer-. Dime, ¿qué somos nosotros? En ese momento entró la madre de la mujer con el sudario para el niño muerto, y oyó las palabras del sacerdote y el llanto de su hija. Deposito el sudario y tomó entre sus manos la mano de su hija y le dijo: -Hija mía, nosotros mismos somos lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, y somos la senda entre ambos.

Cuando duele el corazón... La depresión y las enfermedades del corazón son compañeras de ruta. La investigación ha demostrado que existen muchos vínculos entre ellas ya que las personas deprimidas son más propensas a desarrollar una enfermedad del corazón y las personas con alguna enfermedad del corazón y las personas con alguna enfermedad cardiaca son más propensas a deprimirse. Se llama variabilidad del ritmo cardiaco a la habilidad que tiene el corazón para adaptarse a determinadas circunstancias. Por ejemplo, cuando una persona hace ejercicio físico, el corazón necesita latir más rápido para bombear mas oxigeno a los músculos, mientras que al dormir, por el contrario, se necesita un ritmo cardiaco más lento. Una variabilidad del ritmo cardiaco decreciente significa que el corazón tiene menos capacidad para adaptarse a la exigencia de un cambio. Los expertos encontraron, precisamente, que las personas con depresión son mas susceptibles a tener una variabilidad del ritmo cardiaco decreciente, aunque no se detectaran evidencias de que existiera esta condición antes de la depresión. Esto significa que el estado depresivo tiene un efecto directo sobre el sistema nervioso que controla el funcionamiento cardiaco. El vínculo entre depresión y enfermedad cardiovascular se sustenta en bases biológicas relacionadas con cambios químicos, hormonales y en la actividad inflamatoria incrementada que acontece en los enfermos depresivos. En ellos se produce una mayor activación de las plaquetas (células responsables de la coagulación) por lo que están predispuestos a episodios de trombosis o embolias. Asimismo, se constata una mayor producción de esteroides y liberación de catecolaminas, sustancias que producen un incremento de la presión arterias y de la constricción de las arterias coronarias. Al mismo tiempo, se producen otros importantes cambios hormonales con aumento del cortisol, de la ACTH y un menor efecto de la insulina. A la inversa, las afecciones cardiacas pueden provocar la aparición de una depresión, dado que hay áreas del cerebro que son especialmente vulnerables al déficit de riego sanguíneo, que conlleva el mal funcionamiento de la bomba cardiaca. Estas áreas son las que están involucradas en la aparición de la enfermedad depresiva. Esta interrelación se presenta tanto en los hombres como en las mujeres. Quienes tienen sentimientos de hostilidad reprimida generan niveles más altos de colesterol LDL (malo) y niveles más bajos de HDL (bueno), comparados con los que tiene menos sentimientos de este tipo. Por lo tanto, aunque se tienda pensar que la enfermedad del corazón esta relacionada

solamente con la falta de ejercicio, una dieta inadecuada, o fumar y beber en exceso – factores sin duda muy importantes- los pensamientos, las actitudes y las emociones depresivas son igual de importantes. Para los médicos ya resulta evidente que la depresión es un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, independientemente de que una persona deprimida se alimente mal, no tenga ganas de hacer ejercicio o que, que frecuencia, fume. Es así que las investigaciones sobre el vínculo corazón-cerebro se multiplicaron en todo el mundo, junto con otras que apuntan a evaluar los efectos sobre el corazón de tros estados emocionales como los miedos, la ira, la ansiedad o el estrés postraumático. Dr. Elías Norberto Abdala norbertoabdala gmail.com

Lo mejor esta por venir Decía el filosofo Séneca (50 a.C.) que el anhelo de curación constituía a mitad del estado de salud de una persona. Afirma lo que la ciencia hoy conforma: los pensamientos y las emociones positivas tienen calaros beneficios sobre la salud. Ante cualquier enfermedad, ante una actitud esperanzada estimula los dispositivos naturales de defensa del organismo, al mismo tiempo que ayuda al paciente a adoptar hábitos de vida saludables. El hombre es una criatura muy vinculada al mañana, es decir que las suposiciones acercadle futuro producen un gran impacto en el presente. Es por eso que la esperanza tiene un papel tan importante de una enfermedad. Si bien todavía no se conocen con precisión los mecanismos que establecen la conexión esperanza-cura, investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, en 2004, demostraron que la sola expectativa de alivio produce cambios en el Orebro que se detectan a través de la resonancia magnética de ese órgano. El origen de esa relación beneficiosa parecería depender de la mayor actividad del lado izquierdo de la corteza cerebral prefrontal –zona relacionada con las emocionales positivas- que se constata en las persona optimistas respecto de las pesimistas. Las actitudes y emociones positivas generan un aumento en la inmunidad celular que protege de las enfermedades, mientras que el pesimismo, a la inversa, inhibe las defensas naturales. Las personas esperanzadas pueden prolongar su vida ante enfermedades graves o malignas (cáncer, sida, esclerosis múltiple y otras). Así, pacientes que padecen enfermedades terminales logran prolongar sus vidas ilusionados con llegar a participar de eventos que son muy significativos para ellos, como el nacimiento de un hijo. Aunque esta claro que nadie se curara solo por pensarlo (salvo algunos casos muy particulares), los factores mentales ayudan, y mucho, a la hora de la recuperación de una enfermedad. Pocos médicos dudan ya de la importancia que tiene en el paciente entender, aceptar y adoptar una actitud de lucha contra la enfermedad, como, por el contrario, lo nefasto que puede resultar dejarse llevar por la fatalidad. Un estudio de departamento de Epidemiología de la Universidad de Yale (EE.UU.) comprobó que las personas con baja autoestima y actitudes negativas viven en promedio siete años menos que las personas optimistas. El prestigioso psicólogo Martín Seligman afirma que hay cuatro razones por las que el optimismo ayuda a una mayor longevidad, los optimistas son mas activos que los pesimistas y menos propensos a desarrollar respuestas negativas ante las adversidades, practican mas medidas de medicina preventiva, sufren menos de depresión que los pesimistas (y la depresión esta asociada con mayor mortalidad) y, a su vez, se ha demostrado que el sistema inmune de los optimistas funciona de manera

mas efectiva que el de los pesimistas.

norbertoabdala gmail.com

Dr. Elías Norberto Abdala

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