288486605-veinte-petalos-i.pdf

  • Uploaded by: Daniela Alejandra Candia Villablanca
  • 0
  • 0
  • June 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View 288486605-veinte-petalos-i.pdf as PDF for free.

More details

  • Words: 7,489
  • Pages: 28
los veinte relatos que componen este volumen concentran su atención narrativa, principalmente, en el mundo adolescente y juvenil. Con una mirada descarnada, y a modo de imágenes cinematográficas que recortan dramáticamente la realidad a veces con un matiz fantástico, su joven autor propone, insinúa, a veces solo bosqueja con sencillas palabras, situaciones y personajes en los que se encarnan muchas experiencias que, en una sociedad vertiginosa, hedonista, individualista y temeraria, atentan contra la vida, el amor, la bondad, los proyectos y expectativas que los jóvenes forjan para su presente y para su anhelado futuro. Detrás de cada uno de estos cuadros, a veces crueles, que el autor llama "pétalos" -una metáfora sugerente referida a las distintas trampas con que una vida puede deshojarse arrastrada por el viento de la inconsciencia- laten simultáneamente una advertencia ética y un llamado a la reflexión que permitirá al lector repensar la vivencia juvenil, el sentido de la vida y la culpa, la responsabilidad por sí mismo y por los otros y, en suma, por la existencia.

~ea

VEINTE PÉTALOS

IIIII.,-edebé

Veinte pétalos Cristián Medel Dirección Dirección Asistente Dirección

general: Marisel Muñoz Pradenas editorial: Patricio Varetto Cabré de edición: Ángel Villalobos Faündez. de diseño y producción: Verónica Rosero González

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor.

© 2008 by EDITORIAL DON BOSCO S. A.

VEINTE PÉTALOS

CRISTIÁN MEDEL

Alameda del Libertador Bernardo O'Higgins 2373 Santiago Chile www.edebe.cl [email protected]

Inscripción 0167.846 ISBN: 978-956-18-0777-8

Se terminó de imprimir esta PRIMERA EDICIÓN en Salesianos Impresores, General Gana 1486, Santiago de Chile.

IMPRESO EN CHILE/PRINTED

IN CHILE

IIIII,,-edebé

ÍNDICE

"Si es cierto que los jóvenes y las jóvenes son sujetos de riesgo,

1. DARSE

CUENTA

.

¿se trata de un riesgo de qué? ¿De un riesgo de vivir, de un riesgo de no vivir, de un riesgo de morir? ¿Riesgo de fundir la identidad subjetiva? ¿Riesgo de convivir en medio del éxtasis colectivo, o de no encontrarse a simismos en la soledad del dormitorio? ¿Riesgo de hallar en esa búsqueda de socialidad normas que conlleven a la violencia, o riesgo de no encontrar normas? ¿Riesgo de no tener una familia o riesgo de encontrar una alternativa afectiva

2.

LA MALDICIÓN

3.

¿POR QUÉ?

4.

DESDE DENTRO

5.

LA NOVIA

6.

ESTE MUNDO.

7.

EL CUERVO.........

8.

EL FILO

.......

..7 13

...........................................................19 ... 25

en los socialmente temidos escenarios de la calle?"

........................................................ 29

Norma Alejandra Maluf

9. MI

. .

.

LA CARTA

11.

POR TI

....37 41

...45

MUSA

lO.

33

.............49 .

5

12 . ANIMAL 13.

SEGU

14.

SECRETO SEGURO

15.

EL FANTASMA

16.

DISTINTA

17. LA

DA OPORTU

.

!DAD ....

SOLEDAD

19.

AÚN RECUERDO

67 ......73

.

.............

ÚLTIMO PÉTALO

DARSE CUENTA

.83 .

,

1

79

.

ROSA...........

18.

20. Mi

61

.

.

.

.............. . .

89 95 99

L

a velocidad era demasiada, excesiva. Ella le decía que parara, que no valía la pena. Pero él solo miraba 1 auto que corría junto al suyo. No podía perder. Sabía que su vehículo era más rápido. lla solo gritaba que se detuviera, pero él, en si lencio, no escuchaba.

105

Las luces pasaban como cometas por su v ntana. Llegaron a la curva. Nunca vio el auto Iu venía de frente. El impacto fue enorme. El ot ro continuó sin detenerse.

6

7

t

Despertó en el hospital. Solo en una habitación. Intentó levantarse, pero no pudo. Hizo un segundo esfuerzo y se sentó. Miró a su alrededor. En una silla, en la esquina del cuarto, estaba su ropa. No recordaba nada después de la curva. Ni siquiera al auto que impactó. Después de unos minutos, pareció sentirse bien. Se levantó. Le extrañaba que lo hubieran dejado solo. Comenzó a preguntarse cuánto tiempo había estado ahí. Quizás mucho, y por eso nadie lo acompañaba. Entró al baño y se miró al espejo. No vió nada raro en su rostro. Se dirigió a la puerta y salió de la habitación. Pasaban las enfermeras y los médicos. Todos muy apurados. Todos lo ignoraban. Intentó hablar con un médico, pero este siguió de largo. Entonces recordó a su amada. ¿Dónde estaría? Comenzó a buscar. Recorrió todos los pasillos preguntando, pero nadie le contestaba. Llegó hasta las habitaciones de urgencia. Allí la encontró. Entró a su habitación. Contuvo un sollozo al ver a la mujer a la que amaba conectada a tantos cables y máquinas. Sintió ganas de llorar, pero no pudo. Sabía que era su 8

culpa, ella se lo había advertido. Se arrodilló a su lado, le besó la mano y le pidió perdón. En ese momento entró un médico a la habitación. Este, luego de preguntarle quién era, le explicó la grave situación en que se encontraba la chica. Salió de la habitación. Se sentía culpable. Era culpable. El doctor le había dicho que regresara al lugar donde pertenecía, ya que no podía hacer nada ahí. No entendió bien esas palabras. Volvió a su habitación. Se vistió con su ropa y salió a buscar un teléfono. Llamó a su casa. Nadie contestaba. Se sentó en la sala de espera. No sabía qué hacer. Un anciano se le acercó. - ¿Llevas mucho por aquí? - preguntó el hombre. - No, solo desperté hace algunas horas -contestó tartamudeando. =-Yo llevo muchísimo aquí, tanto que ya no sé qué hacer. -¿Cuánto tiempo? -Diez años.

9

respiración. En ese momento vino el médico que había visto antes en la habitación de ella.

En ese momento vio pasar a sus padres corriendo por el pasillo.

-Sigues aquí -dijo.

- Disculpe -le dijo al viejo, ignorando sus últimas palabras. Se levantó y siguió a sus padres.

-¿Qué dido.

Intentó gritarles, pero una enfermera lo detuvo. Debía guardar silencio.

está pasando? -preguntó,

atur-

-¿No te diste cuenta?

Perdió de vista a sus padres. Pensó que ellos irían a buscarlo a su habitación. Se dirigió hacia allá. Pero se equivocó. No estaban allí. Comenzó a buscarlos por el hospital. Se hallaban fuera de la habitación de su amada, junto a los padres de la chica. Se acercó y les habló. Ellos no contestaron. No comprendió. Vió a su madre llorar y a su padre abrazarla, pero ¿por qué? Él estaba ahí. Se aproximó más a ellos y entonces fue cuando se dio cuenta. Sintió que algo escurría por su cara. Pasó su mano. Era sangre. Miró la habitación junto a la de ella. Ahí estaba él. O al menos, su cuerpo. Entró. Verse allí acostado lo dejó sin

11

10

t

2 LA MALDICIÓN A Carolina

hora todo pasaba por su mente. Recordaba aquella noche cuando lo vio. Parecía un tipo sano. Estaba -on un grupo de amigos en un bar. Ella, con us compañeras de curso. Aunque no había '11 mplido la mayoría de edad, era fácil entrar pedir unas cervezas. Cerca de las cinco de la I 1 rde la primera tapa resonó en el local vacío. I',ra muy temprano. Solo dos mesas estaban 11 -upadas. La de ella y la de él. De vez en cuando cruzaban algunas miraIlils entre el ir y venir de los vasos, los cigarros IlIs conversaciones absurdas que uno puede 13

tener junto a su grupo más cercano de amigos. ¿Amigos?, pensaba ahora. Las miradas eran cada vez más frecuentes. Una de las compañeras de la chica, la que estaba sentada a su lado, se dio cuenta del juego que esta tenía con el joven de la otra mesa y no esperó para hacerlo público. Al escuchado, los hombres que estaban con él comenzaron a reír y hacer bromas. Las risas resonaban en todo el local, combinándose con los gritos de ellas y el sonido de los vasos. Él se levantó de su mesa y se dirigió a la barra. Sus amigas la animaron a seguirlo. Ella se levantó. Este sería un juego más, como cualquier otro, igual a los juegos que hacía en las fiestas. Hablar y luego conseguir algunos besos. ¿Por qué? ¿Sentirse querida? Quizás ni ella misma lo sabía.

- Hola, preciosa, me llamo Jorge - parecía tenerlo todo planeado, seguro de sus movimientos y de lo que quería conseguir. De pronto, ella intentó buscar un por qué. Qué la impulsaba. Por un momento le parecieron tan estúpidos todos esos juegos, todos los conteos entre sus amigas. A quién le importa quién puede conseguir más parejas en una noche. A' ellas sí. A él, al parecer, también. Después de un par de horas la conversación seguía muy animada. Los dos creían saber lo que hacían. Los dos creían ser los cazadores. omenzaba a oscurecer. Sus amigas ya se habían ido sin que ella lo notara. El último de su amigos se despidió. Fue cuando él decidió l rminar el juego. - Es tarde, es mejor que nos vayamos. ¿Te ti 'jo en tu casa?

Se acercó a la barra. Se sentó a su lado. - Hola - comenzó la chica.

14

no

Ella asintió. Si no hubiese aceptado, quizás taría ahora aquí.

15

Subió al auto y le indicó donde vivía. Pero él no tenía intenciones de dejada en su casa. . Ella tampoco quería que lo hiciera. Ingresaron al motel. No era la primera vez que ella visitaba uno. Sabía qué haría ahora, sabía qué recibiría, sentía su supuesta victoria. Él también se sabía ganador. Había hecho esto cientos de veces, con muchas chicas distintas. La noche avanzaba rápido. La luz de la luna entraba por la diminuta ventana de la habitación, indiferente al movimiento bajo las sábanas. Las frases "te amo" y "me enamoré de ti" corrían por el aire acompañadas por el ruido de la vieja cama y de las palabras "para siempre". Cuando despertó, estaba sola. Cansada, pero se sentía bien. ¿Realmente? Quería llegar pronto a su casa y llamar a sus amigas para contarles su última hazaña. En el velador encontró una nota y un poco de dinero. Él pedía excusas por haberla dejado sola y el dinero era para que tomara un taxi hasta su casa. Llegó a su "hogar". Como era de esperarse, no había nadie, no había habido nadie en toda la

16

noche. Su madre andaba de vacaciones con su amante, como ella sabía, y su padre debía estar trabajando aún. Siempre era así. No tenía que pensar en excusas. ¿A quién dárselas? Siempre había hecho lo que quería y nunca tuvo que decir por qué lo hacía. Nunca lo había pensado. Así era feliz. 0, por lo menos, eso creía ella. Ahora lo pensaba. Ahora deseaba que alguien la hubiera reprendido. Ahora deseaba dar excusas. Miraba de reojo a su padre y a su madre de pie frente a su cama, abrazándose de dolor. No recordaba hacía cuánto tiempo que no se hablaban y era triste que solo se reunieran ahora. Llevaba dos meses en este estado y ni una de las que se hacían llamar "sus amigas" había aparecido. Unas pocas lágrimas intentaban e caparse de sus ojos, pero ya ni siquiera tenía suficientes fuerzas para expulsadas. Al reverso de la nota que encontró en el v clador del motel había un número de teléfono. N estaba registrado. Pensó que así sería mejor, 110 volver a vedo, solo una aventura. De aventura

17

en aventura había vivido hasta ese momento, y no pensaba cambiar. Ahora quería, quería cambiar, quería retrocederlo todo. Habría deseado vede la cara al infeliz que la tenía en ese estado. Aunque, claro, no solo él era el culpable, ella habría podido decir "no". Después de un tiempo comenzó a sentirse mal. Las enfermedades aparecían y desaparecían. Estuvo cerca de seis meses así. Hasta que un simple resfriado la empeoró. Su padre la llevó a una clínica. Era solo un resfriado; qué tan grave podría ser. Pero se debilitaba cada día más, nadie sabía por qué, nadie se imaginaba por qué. En ese momento, los hechos que habían ocurrido esa noche ya estaban olvidados. Pero pronto saldrían a la luz. Ahora, sin poder moverse, tirada en esa cama, luchando por su vida, conectada a cientos de cables, recordaba cada segundo de esa noche y al joven que había marcado su vida, o más bien, su muerte.

18

3

¿POR

QUÉ?

or qué?", era lo único que ella podía pensar. No escuchaba nada. No podía moverse. Solo veía pasar sombras de un lado a otro delante de Ila. A veces distinguía luces lejanas. Su cuerpo mpezaba a sentir cada herida de lo ocurrido. Recordaba la fiesta. Habían estado celebrando el último año de colegio. En dos semanas todas saldrían de ese edificio cercado en qu habían permanecido doce años. También, lid ilantaban dos celebraciones. La primera, d -ntro de unas semanas, cuando ella cumpl i .ra dieciocho años. La segunda, dentro de 19

poco más de un mes, su mejor amiga tendría su primer hijo. En ese momento la recordó. Intentó mover la cabeza para buscada, pero su cuello no reaccionaba, solo sentía un dolor intenso que comenzaba a bajar por su cuerpo y luego subía hasta su cabeza. Era una gran celebración. Ella y su mejor amiga fueron las únicas que no bebieron esa noche. A ella no le agradaba el alcohol y su mejor amiga se cuidaba, para evitar que algo pudiera ocurrirle al bebé. Las luces comenzaron a moverse alrededor. Pudo estirar los dedos y alcanzó a tocar lo que creía que era la mano de su amiga, las dos iban juntas. Consiguió abrir un poco los ojos, pero una gota de sangre cayó sobre sus párpados, obligándola a cerrarlos. Habían salido en grupo. Una de ellas conducía y las llevaría de regreso a sus casas. Menos a ella, que se quedaría donde su amiga embarazada. Estuvo toda la noche mirándola. Sentía una especie de melancolía y envidia. 20

Melancolía, porque sabía que dentro de muy poco era posible que no la volviera a ver, y envidia, porque la veía tan feliz ahora, su novio había prometido quedarse con ella y harían todo lo posible para salir adelante con el bebé. Sus oídos empezaron a reaccionar. Solo escuchaba murmullos y un chillido ensordecedor. Una sombra se le acercó y comenzó a tocada. Luego, llegaron más sombras. Sentía que la movían, pero con cada movimiento aparecía un nuevo dolor que la hacía gritar, aunque su garganta no emitía ni un sonido. Solo abría la boca. La vista empezó a aclarar. Habían salido de la fiesta cerca de las dos de la mañana. Iban cinco personas en el auto. Pamela, que manejaba; atrás iban ella y Natalia, su mejor amiga, y adelante, juntas en el asiento del copiloto, Andrea y Claudia. Habían recorrido varias cuadras. Las calles e taban vacías. Aún seguían cantando y celebrando, felices. Fue entonces cuando todo se borró. Solo r cordaba la luz roja del semáforo.

21

Ahora el dolor se hacía más pronunciado. Sus ojos se abrieron y recién tuvo conciencia de lo que había ocurrido. Otro auto había impactado frontalmente contra el suyo.

,

, I ,

Miró su pierna y uno de los fierros se le había incrustado, atravesando su tobillo y su pantorrilla. El dolor era insoportable. Sintió que la subían a la camilla. Miró a su izquierda. Estaban subiendo a su mejor amiga a otra camilla. Por suerte ella había quedado dentro del auto, los asientos la detuvieron. -¡Perderá voces.

el bebé! -gritó

una de las

Las lágrimas, mezcladas con sangre, se deslizaron por sus mejillas hasta llegar a su boca, dejándole un sabor ácido, solo superado por la angustia que sentía.

Miró a su derecha y vio a Pamela tirada sobre la vereda. Cuando los autos impactaron, ella salió por el parabrisas. Vio que metían a otra ambulancia dos cuerpos cubiertos por sábanas blancas. Claudia se estrelló contra el parabrisas, y su delgado cuerpo quedó sobre el capot del auto. Andrea había tenido una suerte similar. Había salido disparada por sobre el otro auto, cayendo en la acera, a unos cuantos metros del accidente. Comenzó a llorar. No por el dolor, sino por sus amigas. -No muevas el cuello -le dijo una de las voces. ¿Me oyes? La estaban subiendo a la ambulancia cuando otra de las voces gritó: - ¡Rápido! ¡La estamos perdiendo!

[,

-Está viva -gritó están las otras tres?

otra voz-o ¿Cómo

-No sobrevivieron -respondió más allá.

22

una voz,

Cerró los ojos y todo se oscureció, sus oídos dejaron de escuchar y el dolor desapareció. Despertó en el hospital. No podía mover las piernas; una venda le cubría la zona superior d la cabeza y un ojo. Tenía los brazos enye-

23

sados. Cuando intentó moverse apareció una enfermera. -¿Dónde rada.

están? -preguntó,

desespe-

4

-Tu amiga está en la otra habitación, tranquilízate. Pero había visto el cuerpo de sus otras tres amigas y sabía que Natalia había perdido el bebé que tanto esperaba. Ya se habían hecho la idea de cuidado juntas, pasear, vedo crecer. Eso nunca ocurriría, ahora es imposible. Supo que dos hombres jóvenes viajaban en el otro auto. Los dos estaban bien, se recuperarían de sus lesiones leves. Ambos iban ebrios. Se reconoció que ellos eran los infractores. ¿Por qué?, fue lo que pensó. ¿Por qué ellas si ellos fueron los culpables? ¿Por qué?

24

DESDE DENTRO

• cómo

explicárselo? Era todo lo que pensaba. Pero también intentaba decidir qué hacer. Estaba solamente en segundo medio. ¿La expulsarían del colegio? ¿Cómo reaccionarían sus padres?

l

Al mismo tiempo, su mente se enfocaba en otra persona ahora. Pensaba en él. Cada vez que buscaba una palabra para decírselo, altaban un millón de interrogantes. Si él la abandonaba, sería demasiado duro. Pero, ¿cómo culpado?

25

Llegó al colegio, subió las escaleras; un profesor se le acercó para preguntarle qué le pasaba, con preocupación, pero ella solo balbuceó unas palabras evasivas y continuó subien~o. Entró a su sala, vio a todas sus compañeras, VIO a sus amigas, conversando y riendo. Nadie lo sabía y, al parecer, era mejor así. Se sentó en su banco. Sus amigas se pusieron alrededor. Aunque no escuchaba bien lo que ellas decían, sabía que eran cosas tan banales que no le importaban. Ahora, ya no le importaban. Este día sería el más largo de su vida, recién eran las ocho de la mañana y solo a las cuatro se podría reunir con él. Miró por la ventana y pensó en lo que ocurría. Realmente no entendía. Por su parte, él también se sentía inquieto. La conversación del día anterior había sido distinta a todas las otras. Por algún motivo, la había sentido deprimida, débil. ¿Qué quería decirle hoy? El día transcurría lentamente' para ella. No puso atención en ninguna de las clases. Se sentía nerviosa. Quería que llegara la hora de salida, pero, a la vez, quería que el tiempo se

26

detuviera. Estuvo toda esa jornada inmóvil en su puesto, mirando por la ventana como ausente. Sus amigas se extrañaron. Verla ahí sentada sin decir una palabra no era normal en ella, pero cada vez que le preguntaban algo, no respondía. Sonó la última campana. No la escuchó, no reaccionó. Una de sus amigas se le acercó y la sacó de ese trance que la mantenía alejada de todo el mundo. Cuando se dio cuenta de qué hora era, sintió un gran dolor dentro de ella. Como si todo se retorciera en su interior. Quiso correr, y así lo hizo. Llegó hasta la puerta y una vez en la calle continuó corriendo. Solo faltaban unas pocas cuadras para verlo. Él salía antes que ella. La estaba esperando a la entrada de su olegio. No sabía de qué se trataba, por qué quería hablar con él, y no se lo podía imaginar. r ntentaba hacer memoria y no recordaba que algo hubiera cambiado. Ella llegó jadeando. Al verlo, se detuvo. Los dos se quedaron mirando por unos segun-

27

dos. Él sentía algo extraño. De improviso, ella lo abrazó. Al fin las lágrimas asomaron a sus ojos. Pero aun así no podía abrir la boca. Caminaron una cuadra más arriba, hasta la plaza. Se detuvieron. Ella seguía llorando, aunque en silencio, abrazada a él.

5 LA NOVIA

Se sentaron en el pasto. Ella le contó todo, entre lágrimas y con la voz entrecortada. Su cara palideció. No sabía qué responder. No sabía qué hacer. Quería arrancar, pero veía ahí, entre sus brazos, llorando, a la niña que quería, que amaba. Entonces hizo lo que pocos harían. Se levantó. La miró a los ojos. Respiró profundamente. Repetía su respuesta paso por paso. Ella también se paró, frente a él, esperando su reacción. Pensó que saldría corriendo. Él miró al cielo. Rápidamente pasaron por su mente todos los momentos vividos juntos. Luego la miró con los ojos humedecidos, mientras el viento desordenaba algunos mechones de su pelo rubio. La abrazó y le dijo: - No te preocupes, siempre estaré contigo, en todo, siempre.

28

C

aminaba por las callejuelas de la ciud~d. j Cómo/había ocurrido esto! La vida es asi. Cuando lo tienes todo, te lo quita con una facilidad sorprendente. Pero esta vez había sido muy cruel. Se casarían ese mismo día. El chofer de su auto no vio la luz roja. La enterraron con su vestido de novia. Solo había pasado una semana. Él seguía caminado todas las noches por los callejones. ¿Qué buscaba en la oscuridad? Sabía que no la recuperaría, pero no podía contener su angustia.

29

Pero hoy la vida le daría un cambio. Un gIro. Caminaba por las callejuelas cercanas a su casa cuando lo escuchó. Era el llanto de una mujer. Intentó descubrir de dónde provenía, pero los sollozos se alejaban. Como escapando de él. No sabía qué era, pero algo lo llamaba a seguirlos. La noche estaba oscura y fría. A veces una nube juguetona cubría la luna, oscureciendo totalmente su camino, y solo podía guiarse por los lamentos. Las nubes comenzaron a reunirse en torno a la luna, como en una ronda, moviéndose de un lado a otro. El viento corría y unas pequeñas gotas caían en su cara, pero él persistía en su persecución. Fue en una esquina donde la divisó. Era una mujer delgada, vestida de blanco, de piel muy pálida y pelo largo, muy claro. La imagen de su amada recorrió su mente. Era imposible, no podía ser ella. Pero lo era. ¿Es que acaso la vida le estaba dando una segunda oportunidad? No sabía, pero si era así, no la

30

desperdiciaría. Comenzó a correr hacia ella, pero cuando iba alcanzarla, desapareció y el llanto comenzó de nuevo, junto con la lluvia, que ahora oscurecía más el camino. Pero era su amor, no podía dejarla escapar. Los recuerdos de los últimos días desaparecerían. Para él, ella nunca había muerto. Ella estaba viva, ella estaba aquí. Continuó corriendo. No sabía adónde se dirigía, solo debía alcanzarla. Se detuvo en una esquina, confundido. No logró ver por dónde se había ido y la lluvia ayudaba a que sus esperanzas se desvanecieran. Miró a su alrededor y se dio cuenta del lugar en donde estaba. En esa esquina se habían conocido. En esa esquina se besaron por primera vez y, pasado un tiempo, él la había llevado a esa misma esquina para proponerle matrimonio. Aún se distinguía en el muro el corazón dibujado, donde estaban escritos su nombre junto al de ella. Pero algo había cambiado. El nombre de ella apenas se distinguía. La lluvia, de alguna forma, lo había borrado. El suyo, en cambio, aparecía con nitidez. 31

Sintió que alguien susurraba su nombre. Volvió la cabeza en todas direcciones. Era la voz de su amada. Miró al otro lado de la calle y ahí estaba. Con ese vestido hermoso.

6

Corrió hacia ella, pero cuando pensó que la había alcanzado, desapareció nuevamente. Ahora el llanto era más fuerte y más claro. Sabía de dónde venía. Cruzó unas calles, internándose en un callejón. Se detuvo en una esquina para orientarse. Continuó corriendo, tras los lamentos de su amada. De pronto cesaron. Instantáneamente se detuvo. Descubrió que se encontraba en la calle donde ella había tenido el accidente. Un auto pasó sin percatarse de su presencia. Lo último que él vio fue la imagen de su amada. La lluvia borró por completo el corazón dibujado en el muro de aquella esquina. El llanto terminó y se convirtió en risa. La muerte, esta vez, le tendió una mano para que se reencontrase con su amor.

32

ESTE MUNDO

ntre papeles y tintas ha estado toda su vida. Ellos son sus mejores amigos. Siempre con una sonrisa en la cara. Ha estado allí más de lo que todos recuerdan. Ha visto gente llegar. Ha visto gente irse. Muchos se preguntan si tiene familia. La tuvo alguna vez. Cuando cumplió treinta años e casó. Un año después, su esposa murió en el parto junto a su primer y único hijo. Aun así, siempre se le ve con una sonrisa. Otros se preguntan desde cuándo trabaja ahí. Comenzó junto con su padre. Tenía solo dieciséis años. Ahora tiene setenta y dos. Nunca ha sido aseen-

E

33

Ii

dido y ha ganado el mismo salario durante todos estos años, pero nunca reclamó. Veía a los jóvenes ir y venir. Llegaban esperanzados y se iban por trabajos mejores. Conoció a mucha gente. Y dejó de ver a mucha más. Algunos se preguntaban si era feliz. Al parecer, lo era. Cada día se levantaba temprano. Se vestía con uno de sus trajes pasados de moda y se arreglaba el gran bigote. Se ponía un pequeño sombrero para proteger su calvicie del frío, tomaba su bastón y salía. Tardaba una hora en micro en llegar al trabajo. Pero siempre se le veía con una sonrisa. Otros se preguntaban si se sentía solo. Nunca se casó de nuevo. Su primer amor fue su único amor. Es más, todos los sábados cami.naba desde su casa, junto a su viejo pero fiel perro, hasta el cementerio. Se sentaba junto a la tumba de su esposa y de su hijo y hablaba con ellos de todo lo que le había ocurrido en la semana. De vez en cuando le contaba a su hijo una de esas historias que parten con "cuando yo tenía esa edad". Luego de estar horas allí, regresaba a casa por el camino del parque. A

34

paso lento, miraba a las parejas sentadas en el pasto. Recordaba tiempos que no volverían. Su vida siempre había sido igual. Muy tranquila. Era feliz así. Pero este día cambiaría todo. Al llegar al trabajo esa mañana, todos estaban esperando al nuevo jefe. El nieto de quien lo contrató y el hijo del hombre para el que había trabajado los últimos veinte años. Recordaba muy bien su primer día de trabajo. y recordaría muy bien este día también. Hubo una bienvenida al nuevo jefe. Un joven recién egresado de la universidad. Un chico correcto, lleno de ideas y expectativas. Como todos los recién egresados, creía tener el mundo a sus pies. Luego de la celebración, todos regresaron a sus puestos. Él prendió las impresoras y las fotocopiadoras. Llenó de tinta los tubos y se sentó a esperar a que el primer oficinista le pidiera una impresión o fotocopia. Se abrió la puerta y se levantó con mucho esfuerzo. Era uno de los ejecutivos. El jefe quería vedo.

35

En su oficina, el joven estaba con su hoja de trabajo en la mano. Él se sentó. El joven comenzó a hablarle sobre la modernidad y la productividad. Luego, sobre currículos y títulos universitarios. Habló de personal capacitado y entrenamiento en las nuevas tecnologías. Él no entendió mucho lo que el joven quería decir, pero sabía adónde quería llegar.

7 EL

CUERVO

Luego de darle su último cheque y su pago por los años de trabajo, le pidió que sacara sus cosas de lo que sería ahora una bodega más. Todos los oficinistas miraron cómo el viejo, con la misma sonrisa de siempre, tomó sus pertenencias y se dirigió a la puerta. Se despidió del portero y del conserje, hombres tan viejos como él y quizás sus únicos amigos. Echó una última mirada a la empresa a la que había servido toda su vida y luego vio la máquina que lo remplazaría. Movió la cabeza de un lado a otro, cogió su abrigo, se puso el sombrero, tomó su bastón y salió caminando lentamente. Todos miraron cómo se iba. El anciano siguió caminando, moviendo su bigote de un lado a otro y pensando "este ya no es mi mundo".

36

C

ada día lo veía por la ventana. Le encantaban sus alas azules. Imaginaba ser el cuervo y volar por los aires, mirando a la gente pasar o a los autos desplazándose por las calles de la gran ciudad. Un portazo lo hacía regresar a su cama y, a la vez, asustaba al cuervo. La enfermera, una mujer gorda y vieja, sin ánimos, entraba pesadamente a la habitación, y sin decir una palabra, arrastraba una silla de ruedas del armario y sacaba al pobre anciano de la habitación. El paseo por el pasillo era más que rutinario. Una aburrida y deprimente demostración de

37

lo que ocurría con los seres humanos cuando se transformaban en ancianos. Sabía claramente qué sucedía en cada una de las habitaciones, y aunque su memoria no fuera la de hace veinte años, recordaba cada uno de los nombres de los hombres y mujeres de esas piezas.

El cuervo no comprendía. Miraba y miraba al anciano y se preguntaba por qué los hombres eran abandonados sin culpa. Movía su cabeza de lado a lado. Volaba alrededor del viejo, aleteando rápido, analizándolo. No entendía la causa de su abandono. Era cierto, ya no podía volar, ya no le servía a la bandada.

La enfermera lo dejaba en el patio, en el mismo lugar de siempre. Uno podría pensar que ver el mismo panorama, día tras día, debía ser hasta agobiante, pero había algo allí que lo llenaba de vida. El cuervo, el mismo cuervo que cada mañana lo recibía en la tierra de los vivos, lo visitaba en el patio. El anciano veía como el pequeño pajarito color mar bajaba de rama en rama y se paseaba por el jardín, aleteando y dando pequeños saltos. Se introducía en el tronco hueco donde las señoras se sentaban a tejer, y sacaba con su pico unos cuantos gusanos. 11

'

Pero ¿era cierto que no volaba o es que volaba más que nosotros mismos pero nosotros no lo reconocíamos? El cuervo bajó de la rama y se paró al lado del hombre. Lo miró fijamente. Luego, saltó a su hombro. Dio un leve graznido en su oído. El anciano cerró los ojos y voló junto al ave una vez más. La enfermera salió espantada de la casa, dando gritos y apurando su voluminosa humanidad todo cuanto pudo. El cuervo voló a la rama, se paró y ahí se quedó.

Mirando al pajarillo, todos sus dolores se desvanecían. Cerraba los ojos e imaginaba que volaba junto al cuervo. Podía estar horas observando al ave,y el cuervo podía estar horas observando al viejo.

Era tarde.La enfermera desvistió al anciano y le puso un pijama nuevo. Este sintió como si fuera un montón de manzanas y le cambiaran el saco.

38

39 ,11..

Se acomodó como pudo en la cama y cerró los ojos. El cuervo estaba ahí esperándolo, detrás de sus párpados. Le preguntó si estaba listo para volar. El viejo asintió. De pronto, los brazos del hombre se transformaron en alas, crecieron plumas en todo su cuerpo y comenzó a volar junto a su nuevo viejo amigo. La enfermera entró estrepitosamente a la habitación. Era primera vez que encontraba al viejo durmiendo. Se acercó para despertado. Imperturbable, como siempre, lo movió de un lado a otro. Pero esta vez, el viejo no despertó. Llovía muy fuerte. Los paraguas negros y los trajes de luto componían un paisaje lúgubre y silencioso en el cementerio. No hubo más de quince personas.

I

I

Sobre un árbol, con una sonrisa enorme, miraban dos cuervos. Uno de ellos, el más joven, rozó con su ala al otro. "Es mejor así, ahora puedo volar", respondió el otro. Los dos cuervos volaron lejos del cementerio y nunca más se vieron cerca del asilo. 40

8 EL FILO

odo está oscuro y silencioso. El ambienteideal. Es así como comienza el juego de la cacería, un juego comúnmente llamado "vida". El joven, con todas las expectativas de vida por delante, amina por esta calle, este camino, mientras o curece. Hoy le han pagado y llegará a celebrar con su esposa y su hijo. Es lindo saber que llegarás a casa y serás recibido como un rey. \.ola llevan dos meses de casados. Hay mucho amor. Su hijo, de un año, espera ansioso la llegada del padre para poder jugar. Sí, es una linda vida.

41

El joven continúa su camino por la calle oscura y silenciosa. Escondido en el callejón, intentando escapar de los problemas, adormeciéndose con droga, espera el hombre. Espera por su trabajo, por su paga. Hace dos días que no ve a su mujer. Y para qué, ¿para golpearla de nuevo?, ¿para abusar de ella, como siempre? Ya no se pregunta por qué lo hace. Quizás es por la impotencia de saber que no puede alimentar a su hija. Aunque muchas veces el alcohol en su sangre es mayor que el amor en su corazón. Queda poco para llegar a casa. En la mente del joven ya están su esposa abrazándolo y su hijo estirando los brazos desde la cuna para que juegue con él. Son el motivo de su sonrisa y de su alegría interior.

I

Quedaba muy poco amor en el hombre. ¿Regresaría a casa? De nuevo con las manos vacías y la mente en blanco. Que más da, así es su vida. Su esposa le gritaría, discutirían, él la golpearía y todo terminaría con él saliendo de casa en medio de llantos y portazos. Su hija se encerraría en su pieza. Últimamente, lo único que ella hace es llorar.

42 I

¿Esas dos vidas tan distintas se podrían cruzar? En la esquina de esa calle estaba la respuesta. Desde el callejón vio al joven avanzando por la acera. Su felicidad delataba sus riquezas, o por lo menos así lo pensó. "Es joven, no debe tener otra familia más que sus padres y un hermano. No hará mucha falta". Sentado en la cuneta, junto a un basurero, en ese húmedo y oscuro callejón, con un cigarro en la mano y la otra dentro del bolsillo, el joven observó al hombre. "Debe de ser un indigente. Quizás no tiene familia. Qué tristeza, qué pena debe sentir su corazón". El hombre se levantó del piso. El joven no vio este movimiento. Lentamente cruzó la calle y comenzó a seguirlo. Era peligroso hacerlo aquí, aún había gente. Solo unas cuadras adelante había otro callejón más apartado, que le serviría para realizar su trabajo. Solo unos metros. El joven no sospechaba nada. Cuando fue el momento, el hombre, con la sorpresiva rapidez de un felino sobre su presa, lo tomó por la espalda y lo lanzó contra el piso. 43

1

I

Este se resistió, era joven y no iba a doblegarse tan fácilmente. Y continuó resistiéndose. El cansancio y la embriaguez del hombre hicieron que entrara en desesperación. Lo que el joven portaba era más que dinero, era su entrada a casa, era.el alimento de su hija, era la felicidad de su amor y el amor de su mujer. Sacó una navaja del bolsillo y se la hundió en el cuerpo. Repitió el movimiento una y otra vez hasta que el joven dejó de oponérsele. Buscó con sus manos ensangrentadas el más preciado tesoro. Lo tenía en sus manos, sabía qué hacer con él. Esa noche llegó temprano a casa. Esa noche quedó un niño sin jugar con su padre y una niña pudo comer por primera vez en una semana y no fue golpeada por su progenitor. Esa noche una mujer perdió su amor y otra recuperó el suyo. Con esta acción se rompió una familia en pedazos y, aunque sea por muy poco tiempo, se rehizo otra. El hombre robó más que el dinero ...

44

9 MI MUSA

l sol caía en el horizonte. Mis pasos eran cada vez más lentos y cansados. Otra vez mi día había sido marcado por el fracaso. Me detuve en una esquina. Miré el departamento. El cielo rojo se rendía frente a la oscuridad como mi corazón se rendía ante la desilusión. Pero sabía que dentro de esos cuatro muros, a los que llamo hogar, me esperaba mi amor, con los brazos abiertos, sin importar lo que hubiera ocurrido aquel día. Di un paso más. Otra nube robó el rojo del sol. No había nadie en la calle más que yo, el viento y el desánimo de mi espíritu. Di otro paso. Una

E

45

estrella apareció en el cielo. Una estrella roja. La primera de la noche. Apreté los puños y caminé hasta la puerta. "Mi amor debe estar esperándome con felicidad y yo solo vengo con malas noticias. No quiero entrar, no quiero arruinar su felicidad". El sonido de la llave en la cerradura rompió el silencio. Entré. El olor de su perfume aún estaba detenido en la puerta. Hacía poco que había llegado. Caminé hacia la habitación. El sonido de la llave había hecho que ella se levantara y caminara hacia la puerta. La encontré en el pasillo. Aún con el uniforme de trabajo, sin zapatos y despeinada. -¿Cómo -No

La despertaron mis gritos. La botella de ron estaba casi vacía. A esa hora ya no era nadie, al igual que el sol de medianoche, solo un mito, solo una historia. Había prendido fuego a todas mis obras. Ella corrió hasta el living. Intentó detenerme. Con su dulce voz y su preocupación conmovedora. Tomé las últimas cinco hojas y las lancé al fuego, junto con sus últimas cinco lágrimas. Caí al suelo. La botella estaba tan vacía como yo. Ella se sentó en el piso y me abrazó. Me dijo que todo estaría bien, que no me preocupara. Su sueldo aún alcanzaba. Pero lo que me aniquilaba no era la falta de dinero, sino el sentimiento de frustración. Sentía un vacío dentro de mí. Ella ni siquiera trabajaba en la actividad para la que había estudiado, en la que tenía su título. Pero lo hacía.

te fue? -preguntó.

me aceptaron -respondí.

Me abrazó sin decir una palabra. Es su forma de expresarme su apoyo. Sabe que no es fácil. Me senté frente a la máquina de escribir. Me puse los lentes y comencé.

Ese día)había visitado tres colegios y una universidad. Ninguno me aceptó. Todo 10 que hacía era escribir. Y cada vez que leía algo que escribía, el mismo vacío aparecía en mí, la ira por el tiempo derrochado en algo que hasta yo encontraba inmundo. Todo lo que escribía era basura. Todo era desechable. Sentía sus lágrimas caer en mi mano y las cenizas de las

Terminé cerca de la medianoche. Tomé las cinco hojas. Las leí cuidadosamente. Todo estaba en orden y caminé hacia la cocina.

46

47 b

hojas cerca de mi pelo. La abracé también. Me ayudó a llegar hasta la habitación. Me tendí en la cama. Ella se acostó junto a mí y comenzó a decir cuánto me quería, cuánto amaba estar a mi lado, aunque las cosas no funcionaran siempre, cuánto me apoyaba y que siempre estaría ahí. Siempre ha estado. Me habló hasta quedarse profundamente dormida. No me liberé de sus brazos en toda la noche. Yo no pude conciliar el sueño. Solo pensaba en las cenizas que ahora eran mis palabras. El trabajo de varios días había desaparecido. Pero, ¿lo podía llamar trabajo? Comenzó a amanecer. Ella despertó y me besó. Solo con un "te amo" me levantó. Yo, entre penas y desilusiones, entre rabias y resaca, quería desaparecer. Mi corazón quería dejar de latir. Pero al mirarla, al sentir su calor junto a mí, al sentir su olor, al escuchar sus palabras y al recordar sus lágrimas por lo sucedido en esa noche, la esperanza renació en mí. Un sinfín de ideas nuevas comenzaron a llegar a mi cabeza. Sentí que podía salir de nuevo a la calle, y triunfar. Ella inspiraba mi vida. Ella era mi musa.

48

10 LA CARTA

E

sta carta es para. contarte lo último que me ha ocurndo. Me he reunido con nuestro grupo de amigos unas cuantas veces, pero solo nos sentamos y permanecemos callados. A veces hablamos de ti y de cuánto te ext~añamos. Yo,por mi lado, pienso en ti cada día ... Creo que estoy llorando mientras intento escribir estas primeras palabras ...

Hace unos días cumplí la promesa que te h ice antes de que te marcharas y fui a buscar, iI tu casa, lo que me encargaste. En el camino m detuve en la florería de aquella esquina

49

donde te di el primer beso. Recordé, también, la primera vez que te llevé rosas y estornudaste. Había olvidado que eras alérgica, pero te veías tan linda ... Al llegar a tu casa tu madre me abrió la puerta. Se ve más tranquila ahora. Pero ella te extraña tanto como yo y no lo puede ocultar. Entré a tu pieza. Estaba todo tal como lo dejaste. Hasta el anillo que te regalé para tu cumpleaños se encuentra sobre el velador. Aunque no estés, tu madre cambia las flores de la cómoda cada día. Ella sabe que te gustaba mantener ordenada la pieza. Caminé hasta la cómoda y abrí el primer cajón. Ahí estaba la carta, en un sobre rosado, con una estampilla de esas que vienen en las agendas, que dice: "te amo" y aparecen dos osos abrazados. Abrí la carta y la leí. Comencé a llorar. Fue como si cada palabra me la dijeras tú, a mi lado. Tu madre se me acercó, me abrazó y me dijo que no era mi culpa, pero no lo creo así. Aún siento que es mi culpa. Le pregunté cuándo habías escrito esta carta. Ella me respondió que al momento de recuperar la conciencia. ¿Cómo supiste que terminarías así? Salí de tu pieza con los ojos 50

hinchados. Afuera me encontré con tu padre. Tu madre se quedó e-n tu habitación, sentada en la cama, llorando abrazada a la muñeca que hizo para ti cuando cumpliste doce, esa que tenía un vestido rosado con tu nombre bordado y cabellos de lana amarilla. Tu padre no quiso mirarme. Solo murmuró algo semejante a un saludo. ¿Qué fue lo que le dijiste? Él t.ambién me culpa. Y es que yo iba manejando, esa noche. Dicen que el imprudente fue el otro conductor, que iba ebrio o drogado, no recuerdo bien todo lo que he escuchado, pero yo debí ser más cuidadoso. A una cuadra de tu casa me encontré con tu pequeña hermana. Me preguntó si volverías. No pude responderle. Luego me preguntó dónde estabas. Ella aún te espera para jugar, como le prometiste ese día antes de salir. Recuerdo cuando te iba a ver a la clínica. Recorrer esos enormes pasillos blancos me ponía nervioso. Pensaba que para los médicos, tú eras solo una cifra, un número, un código en su base de datos. Recuerdo tu habitación.

51

La 208. La primera vez que entré, casi me puse a llorar. Estabas inconsciente, llena de cables y tubos, y el incesante sonido de las máquinas me hacía sentir atrapado, el remordimiento me ahogaba, ¿Por qué no tuve más cuidado? El último día que te visité te veías mejor. ¿Recuerdas que me senté a tu lado y te di la mano? Me dijiste que no llorara. Intenté contenerme, pero era inevitable. Sonreías, sabías que iba a ocurrir y sonreías, para que yo no me sintiera culpable. Pensar que nunca más veré tu hermosa sonrisa, no podré tomar tus manos, nunca más podremos sentarnos en el parque y estar ahí, sonriendo en silencio, o riéndonos de nosotros mismos ... Ese día, los doctores me dijeron que no podían detener tu hemorragia, que no sanarías.

habitación por habitación. ¿Cómo será enfrentar la muerte a los cinco años? Ahora estoy más tranquilo, aunque el papel se ha humedecido con mis lágrimas. Eso ha ocurrido estas dos semanas. No sabes cuánto te amé y te sigo amando, aun cuando ya no estés. Esperaré el día en que podamos reecontrarnos. ¿Por qué te fuiste? ... Te extraño tanto ...

*** Ayer vmieron tu madre y tu hermana. Querían saber cómo me encontraba. Tu madre sonreía, aunque no pudo contener el llanto cuando vio las fotos que nos tomamos en nuestro último paseo a la playa. Tu hermana buscó por toda la casa, esperando encontrarte,

52

53

More Documents from "Daniela Alejandra Candia Villablanca"