Me como las alas de la paloma que pulula en tu ventana abierta. Te tapo los ojos con mis pechos para que al abrirlos puedas ver mi corazón y veas el mundo nuevamente y de otra forma; sin estatuillas doradas, ni cuerpos de concreto, ni vidas basadas en mentiras.
El escorpión se descongela para seguir viviendo. El veneno del aguijón se dispara sin aviso; amorata la piel, deshace los músculos, quiebra los huesos. El alacrán come pasteles verdes y los tambores redoblan tecnológicos bañados en microchips; amenaza la red de la araña.
Chupo tus pies para lavarlos con mi pelo que el sol nace este día, al medio día, cuando es otoño, cuando crujen las hojas anunciando cambio, cuando el aire se lleva el olor a óxido. Huele a humano, quema carne. Desguínzame la lengua con tu aguijón
que me tienes aprisionada siempre en tu rincón y aunque el veneno se te acabe y quieras soltarme, me he tragado la llave de la destrucción. He elegido quedarme en tu cubierta marrón; tapándote los ojos con los pechos, ensordeciéndote con mis manos en tus oídos. Mezclando mi aliento con el tuyo, sellando tu alma con mis besos; siendo el hielo que te encarcela y mantiene vivo en la eternidad del sol de media noche y los destellos cromáticos del arcoíris estelar para nacer otra vez, donde no tengamos miedo y ya no me necesites para arrullarte.
110409 Adania Reyes ©