La Izquierda que tira hacia abajo.En el fragmento de “La Biblia del idiota”, del ensayo: “Manual del perfecto idiota latinoamericano” se expone la historia de un idiota más. La del fracaso glorioso de Galeano. ¿Por qué fracaso? Y ¿por qué glorioso? Glorioso porque Galeano es un soñador digno de respeto que ha llegado a conseguir una conmoción latente o aparentemente latente en la clase media latinoamericana; pero conmoción al fin. ¿Por qué en la clase media? Porque esta clase entiende de forma bastante tangible la dinámica del fenómeno llamado movilidad social. Y el razonamiento previo al actuar de esta clase, que fue el conflicto para la teoría de Marx, presenta un contraste entre lo galeánico y lo maquiavélico, lo que hace a los individuos de esta clase las victimas perfectas para el prototipo del perfecto idiota latinoamericano. La clase media es a nivel internacional la fábrica de los perfectos idiotas. Mientras que en el primer mundo esta masa de idiotas se mueve en un mismo sentido con mayor proyección, siendo el cambio de sentido algo factible pero no violento; en Latinoamérica la respectiva masa de idiotas se encuentra constantemente girando y saltando en círculos. Ambas tienen en común, que cada individuo que las compone es incapaz de darse dirección por si mismo. El lente con que estos miran el exterior es un lente que empañado por intereses egoístamente lucrativos, da la perspectiva de que se esta mirando un mundo ajeno. Aquellos que han visto mejor, desempañando un poco el lente, quienes se supone ya no son idiotas, conservan por comodidad su ya bien conocida y rutinaria dinámica de grupo. Esto porque su percepción aún se concibe bajo el mismo contraste: el egoísmo “realista” que ha corrompido las utopías convirtiéndolas en madres de rencores. En este fenómeno se observa el fracaso de Galeano. Las utopías en su calidad de vírgenes son inútiles para el cambio, y cuando se cambian a calidad de corruptas y mueven a las masas, ya no son utopías aunque así se ha pretendido llamarlas, sino pesadillas. Se entiende entonces que tienen lugar dos clases de izquierdas, ya que de Galeano venimos hablando. Una, la de los buenos y la otra la de los malos. En este sentido hay que agradecer la existencia de la insensible derecha que permite que exista un caótico equilibrio. El problema de la izquierda de los buenos es que todos son soñadores, y el problema de la de los malos es que todos son rencorosos. Y el problema de la izquierda en general es que fue concebida bajo la perspectiva del poder. Una vez más quedando entonces comprobado que el pensamiento del hombre es de continuo siempre el egoísmo, y que sus justicias son como trapo de inmundicia. La evolución como la plantea Darwin es entonces el fundamento tanto para los planteamientos de la izquierda, como para sus fracasos. Los soñadores, entre ellos Galeano, sueñan, no viven, y estando despiertos denuncian, no sugieren. Los rencorosos hieren, no concilian. Los rencorosos alimentan su rencor con los sueños frustrados de los soñadores, pero, ¿cómo fueron concebidos estos? Por la parte maquiavélica del contraste, el factor poder. La teoría de Darwin es una condena al fracaso de las utopías de la izquierda, pero aún así un paradigma revocable, siendo las mismas utopías como concepciones cognitivas el sustento de la esperanza, que no ha surgido como paradigma, pero tampoco está extinta. El fracaso de Galeano no es total, sino es más bien una semilla echada en tierra fértil, pero a la cual no se le ha dado el cultivo apropiado. La semilla es la denuncia que Galeano hace constantemente, el cultivo apropiado, son las sugerencias y actuaciones con las que no se supo proceder. Tanto la izquierda como la derecha son marionetas del factor poder, por tanto juegan para un mismo bando. Por eso hablamos de la izquierda que tira hacia abajo. La armonía podría darse en el consenso entre derecha e izquierda que deje de lado el egoísmo. El cáncer de toda sociedad se manifiesta en la carencia de consenso. Si se habla de una Biblia del idiota es por los oportunistas que adoptan la perspectiva del poder, ¡que no diferencia entre izquierda y derecha! Estos saben que ambas son funcionales para sus intenciones y útiles para el egoísmo. La izquierda de los buenos no tiene fuerzas para tirar hacia arriba, pero es el consenso lo que consigue hacerlo. Este consenso es eficaz en la manera en que es contextual e interno primero antes que abierto. Es la conciliación entre lo esencial y lo sustancial. Lo exterior no nos es ajeno, pero lo más interior nos es más propio, más original y menos trillado.