20441225-in-man-en-cia

  • June 2020
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View 20441225-in-man-en-cia as PDF for free.

More details

  • Words: 4,585
  • Pages: 51
1

2

ENRIQUE BERNALES Moonlight Tibio atardecer de la sala vacía ventanas azotadas rosacruces florecen en mi jardín pentagonal corto las ramas del temple árbol hacia el oeste vertiré mis plegarias el aggar-thanatos espera yo kalícrates de diez mil días ofrendo mi graal los demonios ¿del cielo? planean en torno al último de los testigos contemplo la noche final la jerusalén

3

Sunset lágrima lunar desliza un girasol tus pies la arena

4

S/T “Hay aves que no esperan estación para migrar, lo hacen a cada momento, de noche y de día.” Kalícrates I tu desierto se pierde en mi sexo rincón furtivo allende el pozo, una burbuja que camina y estalla los huevos del destino como la resolana de la imaginación que sin viento conjura un vino vomita pescados y panes sobre tu canastilla II y no busques pestañas-mártires brotando de los espejos sudados hundidos en tus dedos, escamas que el tiempo frota sobre los alfileres del alma III yo soy el que recoge sobre tus bragas, pedacitos de cielo, los ecos de los ángeles sin dueño, de los no resucitados que retozan en mi frente, el batán sobre el que los sueños del evo muelen marfiles y caparazones

5

S/T Antonio es dios en todas las arenas como la tercera serpiente entre las sandalias del faraón es dios con el rostro mojado al filo de la alberca frente al cometa-estruendo que vuela desde Lira hasta las espaldas del mar ¡lo han abandonado! ¡lo han dejado! ¡lo han asesinado en apóstata conjura! ‘ora yace en mi vientre ‘ora yace en mi vientre a los pies de mi cama a los pies de los cielos que son los cielos que son mi cama los oficiales, sus camaradas, escucharon los plaños del desierto abriéndose en muchos, pronto se unirá con ellos la sensualidad no tiene sexo cuando nada detrás de tu estela cómo no beber de la botella que Gide llenó con la sombra del hiperbóreo Antonio: “¿POR QUÉ ESPERAS LA NOCHE CON SOÑAR?” “NO SABES QUE SOÑAR ES MORIR” “VELAR SÓLO VELAR” Antonio es dios, se ha arrancado los párpados, los ha incinerado sobre mi ombligo al fondo del pozo que se ha formado entre el vacío mar y mi vientre. El poeta, el cometa, porque arrojas en el envés del ser de los dados con tu boca, porque no es al gato ciego colgado en mi lóbulo derecho al que se le parte el rostro con tu aliento. Es a mí.

6

S/T Kalícrates “para todos los que llamo ángeles Y no tienen dueño” con los ojos no vividos en otros con un rostro impedido, la pileta desborda sus aguas. ¡Calma y Consuelo! como un pentágono apuntando a Sirio sobre el grass, soplan los vientos a mis odios, caballos que trepidan en las orillas de lo inconjurable: “Mu montaña blanca lagunilla tibia los pies callosos mis hirsutos cabellos” no tirando de los dados, de los dedos, de las dudas, con el cubilete en la mano miro al espejo. “la sonrisa de un niño: mezcla de presente y pasado” “una pupila enjabonada y el ángel con la antorcha encerrado en la capsula” ¿Cuándo naceremos con los pies bañados en lágrimas? naciendo sin rastros de barro en el cuerpo, con rastros de perfume en el empeine aboquinado. Es un soñar sin una forma de soñar, un ocaso propicio para el flirteo con mi sombra, luz acuosa. “aprendió a pegar con la boca: una, dos, tres, cuatro veces” a mitad de la sábana de camas oscuras. Y estabas allí con todas tus bocas en mis límites, escuchabas. Era un llamado. Y me mostrabas una llave hecha con mis huesos: “hace años se quemaron los relojes” nacido como yo había gato. “no dejes que la mañana te cubra con sus ridículos tintes” ¿hora de regresar?, es hora de masticar eclipses. Ahora callo y recuerdo al que me habló una vez.

7

Getsemaní no hagamos lo que yo quiéranos lo que queremos tercera vez nos oramos pádrenos sangre derramada tenemos miedo antes alzamos el rostro del suelo miamos el ciélonos bruno no encontramos una voz que respóndanos despedimos grillos luna árboles estréllanos levantémonos nos acercamos nos traicionamos nos cago de risa

8

FLORENTINO DÍAZ Solve et Coagula La sangre pagana vuelve. Arthur Rimbaud Este aire nocturno desplaza la mente e inusitadas hojas descienden del silencio inexplicable a los arrojadizos bordes del sueño como lejanos cantos de ausencia inconfundible llenos de rojizo letargo flotan creándose a sí mismos y se alza suprema la ultima visión Invoco la aparición del sueño eterno he de deshacerme de lo sucio de estas alas y sumarme a las cenizas ahogadas del universo y he de convertirme en la nada de mi origen. Carecer de la conciencia de acción. Carecer de la conciencia misma. Llévame, llévame sueño eterno cae sobre mis ojos como cielo infinito. Solve et coagula. El disolver de la conciencia. El disolver de mi mismo. El disolver del Todo. El disolver del tiempo y del espacio. El disolver de lo lejano y lo pasado. El disolver de la disolución en un espasmo. Coagularse como universo en un frenético ritmo a los ojos de los no creyentes. Solve et coagula.

9

Abrazar la conciencia. Abrazar todas las conciencias. Abrazar la conciencia del Cosmos. La congelada muerte mirará de soslayo los gritos de mi furiosa agonía. Intuyo la tumefacción de mis respiros entrecortados. Solve et coagula. Isis sin velo ha clavado sus estacas púrpuras en mi alma estacionaria. Luminosa incineración la de mis restos, llama fortuita elevándose en desconocida gloria. El camino es agobiante. El oro eterno ha muerto. El aire eterno ha muerto. El agua eterna ha muerto. La tierra eterna ha muerto. El fuego, el fuego ha declarado imperioso la quinta esencia de su salvación. El fuego eterno ha muerto. Lo eterno ha muerto. El tiempo es sutil trampa que cercena pies cerosos en las puertas del infierno. El infierno es una pálida burbuja. Disolver cielo e infierno en su magnificencia. Castigar la locura de la soberbia, convertidos en polvo infames monolitos de silencio aplastan los deseos. Llamen al sueño eterno que ha fugado presuroso y el dorado cruel de la verdad me asista con su inevitable presencia y me destruya. Solve et coagula.

10

Sustancia primordial I Todo es extraño ahora las luces dando vueltas de estrellas en los hombres una figura dorada se asoma en la penumbra tiemblan los murmullos. De una forma obscura precipita el ángel sus ojos de hierro al clamor dormido de unas pieles quietud inmensa que asesina recuerdos. El rostro dorado se vuelve hacia atrás. Las llamas del cielo descienden sobre la tierra desnuda de espuma. Vacían las sombras gestos mudos.

11

II Se han tragado la luz los lagartos en el frío sonido de sus pieles. Sobre una esfera juegan los cerebros dioses de una memoria indescriptible. Tiemblan las alas de la última palabra. En el sueño sólo vibran las caricias voces de un desnudo cuerpo en la penumbra. Acumulan los deseos unos hilos vueltos al fuego de la noche. Paz regresa amada al corazón no te pierdas en las huellas serpenteantes.

12

III De la penumbra no saltan más los hilos vivos de aquellos los dormidos rostros a la espera esplendorosa de una voz murmullo de corazones que en las aguas cantan la virtud plena de un clamor doloroso. Los bosques se han ahogado y sumergido en tinieblas que exhalan caricias. La amante perdida ha tornado sus labios a la piedra, y en sus ojos se tiende acariciado el silencio. Por doquier el gemido de la peste a saciar de sus metales esa angustia. De las flores la advertencia en sus capullos grises el fuego que cruje al pie de puertas cerradas. Sobre un campanario el sol es contemplado y al caer la noche ilumina el bosque un cuerpo de luz que honra a las almas y calla, calla por tres veces le dice antes del amanecer a la muerte.

13

IV No existen torres de marfil. Los hombres se bañan en las aguas del limbo. Sus cuerpos se han tornado envolturas crepitantes. Un mar de fuego se agita, truenan los metales. El rugido ardiente del cielo estremece enormes gargantas. La materia se revela en su misterio y sucumbe. Y es desde el fondo de la noche donde él despierta. Y una enorme ola como rugido de bestias se clava en la cara opuesta de las almas.

14

V La gracia es contemplada. Dolorosas las estacas en pieles de gigantes. Salientes de la arena los huesos puesta la mirada en el insomnio del aire. Se vuelven los amantes al rostro del viento en el cielo derramado. Y los invita a beber del labio negro de la tierra la savia exquisita regalo de la noche. El insecto en sus alas muestra el zumbido luminoso del deseo infinito. Se parte el cuerpo y no llega a contenerlo. Se parte el alma en el deleite al fuego. Un crujir de espadas delata surcos en el tiempo. Sobre la Luna, mármol pendiente el seno de la amada clama el corazón camino entero al sino radiante del cósmico vientre. Un aullido de estrellas dibuja sombras en las espaldas de hojas como cuerpos extendidas. Del bosque tupidas ramas se enlazan dádivas de brillo en las entrañas. En pleno centro el corazón respira sueños que en sueños despierta la voz viva del mundo. Calladas ondas de la raíz oculta acuestan líquida desconocida música. Los cuerpos fuego, las pupilas noche honda noche de la noche destellan los espíritus, y como espigas crece la penumbra del temblor divino de la tierra.

15

VI La voz se hace espíritu en el brillo, todo temblor cesa, la energía emana de inagotables ríos para dar vida al contemplador. El ser que descansa se rodea de viento, deja caer el gran círculo la sombra para empezar el rito de los cuerpos. Abre nuestros ojos para verte florecer. En cada pétalo de tu gloria sobre toda la tierra, porción de tiempo de la raíz más profunda al cielo limpio. Abre nuestros ojos para verte florecer.

16

VII Entonces el rostro de Dios es visto para deshacer en el hombre toda oscuridad. En sus ojos habita inmutable hasta ser escuchado.

17

ARTURO GONZÁLEZ Juramento Que nuestros ojos no vean nada más que nuestros ojos. Que nuestra sangre no nade más que en nuestra propia sangre. Que nuestros labios padezcan únicamente nuestros labios. Que la cuchilla disfrute de tus flancos.

18

Jesús Amigo mío camino a tu lado largo tiempo han ocultado el sonido confuso de tu gracia. Sangran tus pasos bendito quien fije el olvido de tus huellas ¡el Cielo en la Tierra! Aquí viene nos tu reino hermano perdido sombra en mi frente. Acepto el vino y el pan sin migajas lejos nos llevará en impronta nocturna fuga.

19

Inmortal El paraíso viene sin entusiasmo el aliento es y será presa del ayer. Ángeles se petrifican en el cielo el halo en el tiempo del milagro deja somnoliento aterrizarse el eterno aburrimiento. Nunca pierdas la esencia.

20

Ella Mi mujer es artilugio en las tenazas del olvido. ¡No la atraparon! Solía buscarla a los jardines en los que embelesada destruía heliotropos con sus pies desnudos. La belleza acaba con la belleza. Eran tardes destinadas, prolíferas de colores, de sustancias. Los valles eran míos, compartidos, dejaron de serlo. Pero una sombra vino a posarse entre nosotros. No le dimos importancia. Hubo días en los que intenté atrapar la esencia del viento, pleno de esperanzas me esforcé, casi, casi. Mis languideces estallaron entre sí, el Sol fue testigo, el augurio se hizo real. En estos océanos desperté al flujo de la vida.

21

Sueño de un Mortal 1 Soñé la dulce amiga protectora en sus labios mecido por las aguas protegido y lejos de todo lo mundano bailando descalzos entre nubes. 2 Acaricié sus dulces cabellos protectores escuchando el poema inaudito de Leonor esquivamos nuestros abismos en sus cálidos ojos descansé y observamos las manadas de Dios acariciado de sus puros brazos. 3 Por cisnes alcanzados, su canto caminando cubiertos en lino blanco descubrí la terrible felicidad del ser navegando por tersos cielos ya nunca desperté.

22

Sensación El cielo riela las aves desnudas como niños entonan sus quimeras. Pero dime ¿cómo sientes? Es en este cielo —poeta— que me acurruco y no permito a mi ser desgarrar la placenta.

23

Razón Y en otro cuerpo perdió su esmero el amor lo envaneció y maldijo desde su infancia no ser otro, aquél que se pierde y navega, en otro pecho.

24

Sombra de esos días Siendo niños las laderas de mi casa, entre praderas jugando con espaditas congeladas asombrados, qué enormes las vacas, los caballos en dulces barcas ríos de invierno despertamos a perseguir los truenos el equino muerto en lo alto del cerro enrostrados un beso: tú serás siempre las plumas de almohadones chapoteamos, ensuciamos, nos cansamos.

25

El cuervo Las landas, los océanos, los desiertos sobre las cabezas. Las sombras proyectan paneles de misterio, despierta el hombre en féretros de Luna. Me pierdo en estos paraísos en un hermoso cadáver de mujer. Yo, que he disfrutado las bellas cuestas y alguna caída de agua en aquellos horizontes me he perdido. El niño me saluda con dulces brillos. Toda variante de cielo es una tragedia en pedazos toda nube transporta acumuladas las iras ilusiones, marchitas quimeras. Y no me agoto. Muerte, tu promesa en el suelo ha de hallarse. En una estrechez que obscena aclara la noche vi los coágulos de crímenes perfectos la austera ventisca de recuerdos. Si una mañana despierte la sencilla obstinación de vagar no seré más vehículo de pestes, ni maldigos. Y no bastan saberes

26

nuevos planos, persecuciones la víctima ha de recordarnos el ocaso que se aplasta en su propia sensatez. Busco una ráfaga la visión de un atardecer que me devuelva.

27

Dijo Dios Dijo Dios: existo un segundo, he de crearme un segundo sea el ídolo, el templo, el poema.

28

Ad Portas El extraño ha llegado se pasea entre salas es la noche de los partos dolorosa y sanguínea. En los pasillos encuentra sombras no vertidas la frescura de lo ignoto susurros opuestos al ayer. La espera se deshace en drogas, en callejuelas no se aguarda el vil desvío y falta en el aire los espías que nos decantan.

29

CARLOS VILLACORTA Poema Esta noche seremos como una ballena paladar del aire un dorso incinerado arco que bifurca en cráneo y las palabras gimiendo llenas de arpazos.

30

Cuerpo eterno I Y no mirar tus labios que son la forma de lo eterno II Que es lo eterno la noche de cada cuerpo III Es mi voz casa del silencio IV Donde la noche ha expulsado la sonrisa de los muertos V Y sólo mi palabra es la voz que en tu cuerpo es silencio de lo eterno.

31

Sentencias El poema es una batalla en el útero, la hoja. El cuerpo es siempre ojo que muerde la sombra. La muerte es un acto de fe en el cementerio de los hombres. Sólo el hombre es un remolino de nombres que borra el desierto. La infinitud es un río que, vomitado, arde como la zarza de Dios.

32

Padre El corazon hermano era un feto que golpe a golpe ha abierto sus ojos y en sus yemas su padre fue blanca hoja poema del invierno.

33

La cuerda interior Pequeña o grande sólo existe en mí esa sombra que gira y grita en el desierto.

34

Crepúsculo Un arlequín muerde tu agua mar que viola el poniente sol desenrrollando su lengua la arena vibrante o la última sonrisa de tu cuerpo.

35

En el campo Otra vez la batalla un hombre sepulta la mano de un pez vientre abierto que devora las aguas. Al alba la mentira de sus piernas retardan su sombra o sus piernas sosteniendo el alba o el alba resbalando sus piernas. Un rostro arranca su lomo y el abismo de su carne retiene la arena el torso de una mujer donde el hombre besa la tumba el día o un párpado que cierra todo intento de grito.

36

Banquete Estas moscas interior asiento reloj de las horas que nada en la lágrima o la disyunción del océano quietud que devora mi resonancia sol estallando la cuerda o el eclipse las patas de estas moscas engullendo mi cuerpo o una trompa que besa los remolinos de todo hombre los ojos de dios.

37

Gólgota En mediodía el cadáver volteó sus ojos al cielo y sonrió porque el silencio era suyo. Entonces cayó la noche porque nada es más cierto que lo muerto.

38

El signo de Caín Abordando los bordes del desidio atraparé los colapsos del destino en mi blanca mano llena de caballos.

39

Año cero Soy un guarismo ocaso del hombre cuerpo que nace en dios bifurcación de Eva noche que multiplicó la serpiente las grietas de Jerusalén la cruz pentagonal: Jesús En cada gota se ha desangrado la tierra el cauce o el esqueleto es un laberinto traspasado por venablos y mis siete voces predicen la octava: —“dios ha muerto”. Una oreja marchita la boca del hombre ahora una máscara es la sonrisa que yace en útero de mujer. Soy un guarismo principio del hombre cementerio que parió María el beso de las serpientes la Jerusalén sepultada.

40

CHRYSTIAN ZEGARRA Naturaleza muerta Alguien se agita encerrado en la membrana de la noche. Su grito eriza mi piel, la desintegra en su propio eco proyectado al infinito. La noche es laxa como una caricia. Sin peso, me he dejado arrastrar hacia el oscuro reposo de la hierba. Mis labios intuyen la poética del silencio de los árboles. En sus secos tallos, la savia coagulada revela la opacidad del tiempo: saber que un fragmento de memoria es el tatuaje de la ausencia. La noche me absorbe, cual la placenta al feto que ella nombra. (Cojo una piedra, su desnudez envuelve en polvo las cuencas vacías de mis ojos). La forma más pura del deseo es siempre una mutilación.

41

Hierogamia Unos ojos de hierro y forjados los míos. Emilio Adolfo Westphalen Tú de pie entre la lava de tu sangre, acéfalo buitre engullendo fuego en sus entrañas; pulsa la daga que repta como sierpe en tus altares. Cremaron los ídolos de hueso; ahora, bajo cenizas un cuerpo esculpe su placenta, un cuerpo que en mi pecho ha modelado tus máscaras de barro. Mordías mis ojos; esta vez mi mano desoló arenas, criptas que en silencio renacen sobre un no creado suelo. Ofrendo a un dios tu cabeza, tu anfibia cabeza brotando de áureas sepulturas; y enceguecido por el coágulo de luz de tu boca púrpura, aguijoneado por el puñal de ópalo de tu nombre, caigo al hielo de la fragua, a la humedad de lenguas devorando mi venosa membrana. Y tú te agitas sin voz entre la lumbre, bajo memorias que vomitan alguna otra noche: sexos como frutos violentos esparcidos en la bruma, mutiladas carnes lloviendo de un cielo sepultado por el velo de los astros. Y tú, sagrario de ti mismo, de pie entre brasas, piedras, incorpóreos resplandores; desollando el bulbo primigenio de mi piel; estallas, vuelves a rodar sin tiempo a lomo de huracanes; transparente sol, dorada estalactita. Ahora, alguien brama entre mis huesos, alguien dispersa el aire en la boveda de hierro. Sólo la lava derretida en tus dos rostros, sólo los árboles y su perfume a sangre calcinada.

42

Díptico 1 Una mano sepultada en otra mano, un ojo contemplado por su pupila venenosa; atrás, caen muros y una hoja extiende su delgadez en el lomo de la bestia desollando su espinazo. “Han anclado barcas de humo” —dice—, y el chasquido de las manos dibuja signos en el polvo. En el grito, la sangre acuchilla una garganta petrificada, una lengua de ceniza en el centro de su disolución. Para morir, un desierto se oculta en la coraza de su sexo como memoria de lumbre. 2 Huyo al silencio mientras tu voz segrega el aire con su marea de piedra. Huyo con mi cabeza segada bajo la lluvia. Ecos; un animal embalsamado se incrusta entre mis flancos, súbito rodar entre arenas rezumantes de savia y soledad. No basta el olvido si un cuerpo se revuelve, no bastan las costillas, el cráneo, los ojos marchitos escondidos en el musgo. Alguien descuelga astros de la cúpula de acero, astros que iluminan un torso a contraluz creándose en el barro. Ahora, su desnudez me ciega y este cielo no existe.

43

Trinidad 1 Acunado en un leve curso de agua hurgando furtivo el lecho del caracol al centro del naufragio. 2 La infancia crece con la lluvia, con la hierba la frente santa y el incendio de tu canción terrestre. 3 Volver al polvo no es volver al origen: es crear el polvo del origen.

44

Cántico Así mira un dios lo que ha creado. Luis Cernuda La Amada encuentra a su Esposo dormitando en arenales sin sexo. La Amada teme reconocer en aquel rostro su perdurable esencia, la soledad de su estirpe. Lo contempla desde sus ojos enloquecidos, desde la pequeñez de su pelaje de paloma. Desnudado en la mirada, el hombre añora cielos, silencios, paraísos. —“Amado, háblame del deseo; salí tras ti clamando, y ya eras ido”. El hombre gira su melena de heliotropo, un abismo surca la noche aún celeste de sus ojos. —“Amada, no me busques en cornisas derruidas, ni en la quietud de los cuerpos en vela; alza tus brazos incendiarios, decapita nubes; tiéndete despacio en la floresta y aguarda, aguarda que cieguen los últimos espejos, que en el mar broten los astros bajo tu pecho”. La Amada cruza un cerco de pájaros y lirios, se tiende de bruces sobre el cuerpo verde de su Esposo, sobre sus miembros sosegados. Al alba, aves de sangre entierran el pico en la maraña de los huesos; el silencio se enhebra con furia entre la vida recobrada.

45

Infancia Lo que se cubre de espuma, vivo hasta el cansancio. Lo que es pinza en un pulmón deshabitado por el viento. Lo de ayer, temporal sonaja, potro en llamas que emerge de la lluvia y es deseo. Lo sin rostro, abisal marea, gruta donde amparo mi bóveda, mi cauce. Mudez de oráculos, abrevaderos, piel sobre aguijones; el púlpito en verde olivo abrazo, el alma incrustada de maleza. El vaso vacío para lo que huele a cebo, a tierra, a sangre, a orilla. Lo hecho trizas en levedad o pavesa. Lo perfumado tras un vientre que no vuelve: memoria dibujada en un vidrio, sola, polvo. Lo inmaterial, lo inmarchito, lo incendio, lo nada.

46

Madre La voz que habla bajo los ventanales no pertenece al árbol de la amnesia. Ya no buscarse en caretas de polvo porque el vacío es un ojo rasgando la madura ceniza de la piedra. Y no clames al desollar insectos en el estuario de la madrugada, o al ver que desfiguran tu boca en un gesto de saliva y veneno. El horizonte es una mano acuática, un silencio de ombligos devorados, la arenisca para secar raíces en la corteza de lo no vivido. Es turbio el graznido de los pájaros en mi oreja de mimbre. Ya no busques, caminando de espaldas a tu frente, el hijo que procrea la inconciencia, la anulación del agua o tu sexo.

47

Visión del destierro No nombro esta ciudadela de espejos. Un aguacero mitifica el lomo de la lagartija sobre la tierra caníbal. En el árbol incestuoso de la madre yace en muñones el hijo mentido: —“Los vi cabalgar laguna abajo entre los lirios y los excrementos”. Ahora se alza sobre sus cuatro cascos, expulsa un vocablo envuelto en espinas de hierba; su paladar marchito, el oráculo de su boca abierta al caos. No nombro la convulsión de ese cuerpo en medio de los manzanales. Ya gime, repta, eyacula alaridos hacia la sombra de la hembra: matriz dual de su carne mutilada. Después inflama todo centro. Al huracán del alba, nadie niega el horizonte de su grito.

48

Soliloquio En el oleaje y el azul, ni una estría. Eugenio Montale No habla quien gira el rostro envuelto en verde. No oculta secreto a voces sobre la oruga deslenguada, ni arteria fresca de corazón ninguno. Mas oirás sus pasos que reptan en la rampa, un ruido de adormideras o meandros tibios para el que anida aferrado entre barrotes. Oye, las algas despiertan, y un río de escamas trota hacia las laderas del miedo: un incinerarse de acueductos en la sangre, un sepulcro vivo donde incuban soles y corazas. Y es como enmudecer de golpe observado por anguilas, en la quietud de un precipicio que no dice, bajo el jadeo de peces aún ciegos; cuando la tarde se consume en rescoldos y el sigue mirando al cielo de su éxtasis. Embriagarse, entonces, en cicatrices que rasgan las costuras de una imagen o un cuerpo; aunque el verdor inflame, aunque las venas no cesen de agitar el horizonte en la marejada de los árboles.

49

Antimemoria Lo que importa es esto: hueco. Mundo solo. Desembocadura. Federico García Lorca Aspira polvo en vasijas desnudas, donde principian el ser y sus máscaras o el vientre del cuerpo madre; lejos de toda deidad y los árboles de la infancia. Así alza la memoria el vuelo hacia ninguna parte, así los muelles y rampas ahogan rostros que se desconocen bajo el señuelo de dios. Emerjo mago entre mis pieles: cuerpo de agua en el cántaro vacío. Y juego a reconocerme en la escritura de mi dios que no es presente sino lago sumergido en otros lagos que lo niegan. Acaso el silencio, una palabra sucia sobre las copas de los algarrobos, la danza de las avispas que no cesa en torno del papel homicida. Todo dolor se corresponde con la memoria de lo no visto. Almácigos de lluvia, aves incubando frutas tejidas por el sol. Y en el deseo hay un tiempo otro, una mesa sin baraja donde el cuerpo se expone en desnudez, aún antes de los ídolos y la oscuridad de los disfraces. Ocupa mi mesa y se engendra de espaldas a mis objetos: el animal de la cintura vacía, el que jugaba en su jardín a ser humano, el que nombró su cuerpo en una silueta de ausencia bajo las nubes imaginarias. Y siempre era como buscar un centro, y luego devorarlo

50

en la carnicería del lenguaje. Y estas calles de nuevo que no conozco. Y este niño que huye tras caballos enmascarados y los cabalga. Y en un rincón sin nombre, el grito del feto que no aprendió a callar, a huir de su propia efigie envuelta en barro. Resucita en ti mismo el cadáver de lo absoluto, habítalo sin miedo en su morada. Tú procreas todo desvarío, toda transparencia más alla del cielo inubicable. Busca en tierra ajena el origen de sus manos y el aullido de sus criaturas. Se desfigura en el acto de abrazar un tronco que es él mismo. El eco y la agonía del espejo me dibujan ahora en el pantano, ante el columpio que mece hilachas de infancia, el desorden y la vuelta a las primeras mutaciones. Para que despierte otra vez el mundo, expulso mi cuerpo al sol que lo calcina. Es hora de anclar miembros en el vientre de la madre imperecedera. Ojo que me devora en impiedad. Ojo deshilando las orugas que me pueblan. Ya que todo centro para siempre es el inicio y es la nada.

51