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U n texto básico que presenta al estudiante una esti mulante discusión de filo so fía educativa. Le ayudará, co m o futuro educador, a com prender, form ular y articular las prin* cipales cuestiones relativas a la educación. E s un exam en positivo, co nstru ctivo y cuidadoso de los problem as de la educación, asi c o m o de los méritos, debi* lidades y consecuencias de (os diversos m étodos em pleados para resolver esos problemas. S u objetivo es introducir al lee* tor al proceso de pensar filosóficam ente acerca de los proble mas didácticos, no im ponerle una filo so fía de la educación. S in embargo, el d o cto r B ro u d y exp one y apoya, con argu mentos, una solució n para cada u n o de los problem as presen tados. L o s problem as que trata son los generales, tales co m o los 'm e s de la educación y su relación co n la sociedad, y los específicos c o m o los planes de estudios, organización y móto dos, y los valores contra los que com para las posibles so lu ciones a esos problem as n o son solam ente intelectuales, morales y sociales, sin o tam bién religiosos y estéticos.
ISBN 968-18-0740-5
Harry S. Broudy
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Filosofía de la educación
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P H It.O S O P H Y
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C A T IO N
S e g u n d a e d ició n
1954, 1961, por Prentice-Hall, Inc., EngIcMroo
Derechoj rcjervados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización por escrito de la casa editora.
Versión española de; Ra f a s l C a s t il l o D ib il im x .
La pfesentsoon y a:sf>oskión on conjunto de UNA FILO SO FIA DE L A ED U CA C IÓ N son prooiedád (kn editof. Ninguna parís de esta obra sor rep^tcdvcids'. o transmuda, medarxo ningiin sistema o rríéíodo. síffcli'<5»vco o mecánicc O N CLU YEN D O BL FOTOCOPIACX3, la natación o eualqi^e srsterna do rcojfie'oción y al/naccnamíento de Mormadént. sin ccnscntimicoto por escrito dei ecHor. D e r e c h o s to s o r v a d o s :
e 1»91. ED ITO niA L ÜM U S A , S A. do C.V. BaidOfa» 95, P rin w piso. O W O . México, D.F. Tpt^fono 521 50-98 Pax 612-29 03 Télex 1762410 EU M E Miembro do la Cánara Nacioral de la Indust'ia Editorial Mexicana. Registro riúmero 121 Primera ediciór>; 1966 9nrr»fa roifrpfesión: 1977 Segunda reimpresión; I9d0 Tercera reimpresión- 1989 Cuaila reimpresión: 1991 impreso en México
IS B N
968-18-0740-5
A mi Padre
Contenido
P R IM E K A PARTE.
1
EL IIO M H K E , r.A SO C IE D A D Y LA ESCUELA
Definición y filosofía de 1ü educación
19
La educación como control
Definición de la filosofía dp la educación, 26 Kl
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Kcaumen, 3-1-
2 La vida buena como objetivo de la educación
37
Niveles de los ol.ijetivos de la educación, 38 lil concepto de la vida buena, 41 Estimaci¿n subjetiia de la lid a buena; Estimación objetiia de la vida buena; Heuni-in de laf eslirnaciones subjetiitís y ol/je^ tivas.
La ^ ida buena como objetivo de la educación, 5H Hesuracn, 55
3 La estructura y dinámica de la personalidad El principio apelilivo. 59 Loí deseos ccmo necesidades orgánicas; Los símbolos como objetos del deseo; I m educación y el principio apetitivo.
Autodeterminación, 65 Des(u¡>rÍ7nienlo del Yo y del otro; E l Yo como realidad y corno posibilidad; E l Vo como libertad; Libertad de albedrio.
59
12 CONTENIDO
13
CONTENIDO
Libertad natural y reflexiva, 74 Educación para ¡a iibertad natural; Educación para la libertad refiexiva.
Teoría general dcl vnlor, 148 La teoría experimentalista del l a h r ; Teorías emotivas del valor; Los valores como objetivo; L ai zonas de valor; Aspectos intrín secos e instrumentales; Valores positivos y negativos; Valores superiores e inferiores.
Autorrealización, 78 Las capacidadcí y íu dtsartollo} CrUitas de ía autoTrealización; Capacidades y facultades.
Autointegración, 83
Componentes de la educación en valores, 161 Resumen, 162
Principio de integración; Tipos de integración.
llcsunien, 88
4
T Los valores económicos, de la salud y recreativos
La educación en el orden social
165
91 Los valores económicos, 165
Organización social, 91 El papel del gobierno, 93
Comprensión de la estructura económica; Papel del individuo en el orden económico; Valores económicos y la autodetermi nación; Valores económicos y la autorrealización; Valores eco nómicos y ¡a autointegración.
Gobierno y educación.
El papel de la familia, 96
Los valores de la salud, 177
[.a familia y lo escuela; Papel de ¡a escuela y la famiUa en el adiestramiento.
Conocimiento y hábitos; Perspectiva en h s valores de la salud.
£1 papel de la iglesia, 102
Los valores recreativos, 180
P a p d social de la iglesia; Relación con la educación.
Los valores recreativos y la escuela; Perspectiva en hs valores recreativos.
La escuela como crítico social, 110 Autonomía para la educación, 112
Resumen, 186
Dertchos a la autonomía; Condiciones para apoyar las demandas.
Kesumen y replicas, 116
5
3
Los valores de asociación
189
Relaciones afectivas, 191
Realidad y conocimiento
121
Kl ser y el conocimiento, 121 Ciencia y metafísica, 124 Sensación y percepción, 127 Pensamientos y conceptos, 132 Resumen, 135
Aspectos intrínseco y de instrumento; Las relaciones afectivas y la escuela; Los alumnos como personas; Seguridad mediante confianza.
Asociaciones de posición, 197 Éxito y fracaso en lograr una posición.
Asociaciones funcionales, 199 La red de interdependencia económica; Efecto sobre el orden social y el individual; Efecto sobre el individuo.
El sueño democrático, 204
SEG U N O A P A R T E .
Democracia histórica; La nueva democracia; Argumentos en pro de la individualidad.
V A L O R E S EN LA EM PR ESA E ü LCA T IV A
La escuela y la democracia, 209 La fase cognoscitiva; E ! aspecto de la actitud.
Resumen, 216
Ó E ducación y valores La escuela y las normas de valor,
141 142
Algunas dificultades; Relatividad y obietiitidád de los valores; L a situación de la escuela.
Los valores estetícos La percepción estética, 219 E l sujeto estético; E l objeto estético; El acto estético.
219
14
CONTENIDO
15
CONTENIDO
Ija ctUicaclón y la percepción estética, 22S
Hábitos de usar el conocimiento, 318 Pensatyiiento anaütico; Habilidades deliberalitas; Hábitos de valuación.
Ji7 Ugo y e¡ conccídor; Expresión y producción tiiéticos; E l problema de la escuela y j u solución; h'iveles de apreciación estética; Normas y educación estética.
Híibitos de imaginación y apreciación, 322 Resumen, 323
Los valores i-jílólicos como instrumentos, 2-11 Perspííotiva on l
E l p laii de estudios I I
1 0 Los valores morales
327
Campos de estudio, 327 Formas de organización, 331 Kl plan de estudios, 335
249
El Juicio moral, 219 La obligación, lo justo y ¡o bueno; Interior y exterior.
Ciencia; Los estudios sociales; Curso de problemas; Loi Cidsieos; Orientación; Algunas objeciones; Educación especial.
E(}ucnción moral, 233 7./J etcutia y la formación del carácter; La «¡cuela y la educa ción motal.
Criterios de educación y deí*arrollo moral, 259 /iutodeterminación; Autorrealización; Auioinlegreción; La de' moeracia como nonna ético.
Resumen, 3'lfi
14* JVJefodología
Perspccllva en los valores morales, 267 Resumen, 269
351
Explicación razonada dcl método, 351 Método racional; L a sieohgia edueetita como raeiotialiíaeión del método; E l método y la teoría del conocimiento.
El proceso de enseñar y aprender, 356
1.1. Los valores religiosos
E i método, una preparación para la intuición y ¡a maestría; Ejemplos de métodos.
273
El &enli«iiento religioso, 273
Uesumen, 368
Penelración de h s lolorei reUgiotfs; F.l papel de los valores religiosos en la lid a ; Religión y raeionnlidad; El sentimiento religioso y la religión; Papel del ri.'ual; Religión y educación.
Perspectiva en los valores religioso.s 286
15
E l papel de la ciencia; E l papel de la religión.
O rg a n iza c ió n de u n sistema educativo
371
Alj^unos problemas de organización, 371
Resumen, 292
Organización por edades; Agrupamiento homogéneo.
La escuela elemental, 375 La escuela secundaria o pura adolescentes, 377
TEUCEUA 1‘A R IE .
y iie le t de estudio; Algunas ven*a}at; E t plantel de ajusta miento.
L A V ID A BUIONA Y LA KSCLELA
1 2 El plan cíe estudios I
Educación postsccundaria, 383 E t colegio nortearnericano; Escuelas técnicas po/tiecundariaf; La U nirenidad; La preparación de maeiiros; /.:i educación de maestros como educación pro/e:íonal; Educación de adultos.
297
Resumen S 9 í
Kl proWenia dcl plan de e^liidio?, 297 Plan de atudios por matefias; Planes de estudios centrado: en problemas.
l'n tercer concepto del plan de e.sludio.s, 305 Educación general. I^ s hábitos como forma? »niver.<>alcs rlc comporlamienlo, 307 Habilidades y símbolos Ungütttieos; Simbolos matemáficos; ÜUnbolos ardítieos; Hábitos de estudio; Ilabiiidades para la inieitií;cción.
16
Edifique su propia fiíosofía de la educación Bibliografía general. 399 índice, 413
397
( ^ p ítu lo
Definición y filosofía de la educación
L
a
e d u c a c ió n
pero co n y a
es a lg o
que
m a y o r fr e c u e n c ia
la s n a c io u e s .
se p r e s ta a se la ^ c u lp a
de q u e
de
T^as p a l a b r a s “ d e b i e r a ”
!< lo ncs < l i d á c l i c a s , d n i i d o l o s u n s r n s a c ió ji
d is c u s ió n .
a lg o
to n o
p o d r ía y
y
lo
“ debe”
im p e r a liv o
d e b e r ía
A
m enudo
< ju c o c u r r e
a
se la lo s
im p r e g n a n
y a p r e m ia n t e .
a la b a
hom bres l a s d is c u -
S e tie n e la
h a c e r s e a l r« '> p e c to , t a l v e z a l g o
sc c s t ú h a c i e n d o . Kjj una situar'ón así, siempre existe la perturba»lora posibilidad de que kb palabras que sc esl.ín u tar (indicar) las miomas artivídades ni transmitir los mismos significados a quienes disputan. I>a palabra “educación"’, en su largo viaje a través de la histoiia humana, ha adquirido lastre y remoras en forma de ideas subordinadas y parcialmente relacionadaí, que ihora viajan con ella como si fueran parte original de su quilla mi^ma. significado más conocido del término “educación’^ lo identifica con cl proceso de instrucción y adiestramiento que sc lleva a cabo en una institución docente, en una escuela. En los últimos cincuenta años se ha hecho familiar otro significado, aquel que se refiere al arte, cicncla, o ambas cosa?*, de impartir instruc* ción y adle<;tron»cnlo. Kn las universidades y escuelas normales hay departanientos de “t>tlucaciún” dedicados a estudiarla y enseñarla» en C4>le sentido de la palabra. Estas dos acepciones son bastante chiras. No es igualmente preciso el significado de educación cuando se leficre al resultado dcl adiestra* mientj c instrucción. Cuando decimos que un hombre tuvo una buena educación o que no tuvo la oportunidad de adquirirla, queremos decir, ya sea que asi&tió a una escutU, que no asistió, o que no estuvo en ella el tiempo suficiente. No e« infrecuente que observemos que fulano de lal pudo haber ido a un colegio, pero que no recibió en él mucha educación, o quo n<»3 admiremos un tanto de que zutano, que nunca vio la oficina d if e r e n t e d e lo q u e
19
20
KI. HOMBJIE, LA SOCIEDAD Y LA ESCl.'KI.A
mo p M s o n a m ilt a e in s lr u íd a .
Esla líger.i ambigüedad, rpftultante dcl herho de que I^s procows dií in*tnicción pueden dejar o no resultado? permanentes o de^cablcí, con* duf'C a un significado aún más confuMi do la “educación*’, que el ColU'ge Standard Diclionary do Funk y Vl’agnall llama ‘V! sisfemáiico desarníllo y cultivo de las facultades naturales, por inculcación, ejeni;jli\ etcétera/' El mismo diccionario da, como una de laí definiciones de “educa ción”, cl “adiestramiento de anímales”, pero en la discusión hace notar; “ ííablamos de la enseñanza, adiestramiento o discijílina, más bi«'n que de la educación o doma de un perro o un caballo” . Pero ¿para que tantos remilgos? Enseñar suertes a un caballo cs en realidad desarrollar máticamcnte sus facultades naturales. Para acrecentar la complejidad de los significados. ?e afirma común mente que el medio ambiente es “educativo”, como cuando se dice íiut* una persona ha recibido su educación en la escuel.i de las vicisitudes o en prisión, una educación que evidentemente no es de ninguna manera sistemática. Todo lo dicho hasta ahora tiene por objeto justificar el Intento de fijar un poco más precisamente cl significado de educación, al menos para el autor y lectores de este libro.
ÍA
KDUCACIÓN CO M O CO.VTROL DEL SABER
Como podría hacerlo un escultor, desechemos desorlamiento o estructura que son causados por maduración y accidentes físiicos. Esto nos deja un gran número de cambios de comporlamienlo que son debidos al saber. Dichos cambios difieren de los que se efectúan en la probeta de un químico o de aquellos a los que sirve de ejemplo una roca que cae sobre otra. Sin importar cuántas veces sc encuentren en una probeta determinadas cantidades de una baso y de ácido clorhídrico, si la.<( condiciones se mantienen constantes, se produce la misma sal. Ni
DEFLNICIÓN Y FILOSOFÍA DE L.\ EDUCACIÓN
21
la base, ni cl ácido, ni la probeta aprenden nada, no saben nada. De igual manera, nadie ha podido enseñar a una roca a “escabullirse” cuando olra está a punto de caerle encima. Pero arrójense suficientes piedras a un gato o perro y aprenden, podemos decir, a eludir los proyectiles. El aprendizaje, entonces, en su acepción más general, os la clase de cambio que usa los resultados de la experiencia anterior. El perro huye del brazo levantado de su verdugo, debido a lo que ha sufrido y hecho anterior mente. Si cl ácido cambiara repentinamente su actitud hacía la base, jamás se le ocurriría creer a un químico respetable que esto pudiera deberse a lo experimentado |X)r la base con cl ácido en pasadas ocasiones El aprendizaje continúa dondequiera que los tejidos vivos pueden retener su propia historia para usarla en circunstancias subsecuentes. Al gunos aprendizajes son conscientes, muchos no lo son.' Dado que los seres reliencn sus experiencias y como lo que se retiene d«i forma a las reac* ciones posteriores, aprender cs casi tan inevitable como respirar. Por lo tanto, es claro que la educación tiene cierta relación con el aprendizaje. ¿Es equivalente al mismo? ¿Es una división del aprendí* zaje o es éste una subdivisión de la educación? Si el hecho de sal)cr y ia educación se toman como equivalentes, de bemos estar dispuestos a llamar educación a todo conjunto de condiciones fortuitas, muchas de las cuales ocurren sin nuestro conocimiento ni el de nadie más. Si a la edad de tres años, la vista de un tomate coincidiera con ol recuerdo de una violenta perturbación gástrica, causante de que en lo sucesivo se aborrecieran lo» tomates, el aborrecimiento fue cierta mente el resultado de haber aprendido, pero ¿en qué sentido podría llamársele el resultado de la educación? Solamente en el sentido de que la educación de un hombre es la suma total de lo que ha aprendido. Pero si tenemos en mente que los hombres son afectos a ¿iscutir lo que la educación debiera ser, resulta evidente que sólo aquella fase de la educa ción que está bajo el control del hombre, es adecuada para la argumen tación. Como no todo lo que se aprende está bajo el control del hombre, parte de ello tiene que ser excluida de loda discusión fructífera acerca de la educación, precisamente aquella parte que no puede ser controlada. Esto nos deja con el término “educación” aplicable solamente a aque* lia parte dcl aprendizaje que en un sentido o en olro, está bajo el control de los hombres, variando ese grado de control de acuerdo con las circuns tancias. Por ío tanlo, podemos decir que hay varias ciases de educación. 1 Lo& sicólogos se refieren, por ejemplo, al aprendizaje latente y incom* cíente. Hace algunos Años hubo cierta agitación entre el público por los anuncios de televisión que usaban estlnuilos subllminales para i>ersuadir a! espectador, mediante sugestiones que él no podia concebir conscicnteniente.
22
KL iiOMUUI-, LA SOCIEDAD Y LA KSCL'EL-V UKFINICÍÓ.N Y FILOSOFÍA DE LA KDUCACIÓN
1. Kdrciíción del medio. Kxí&le unn clasí* líc iiprcndizaje que so »<• »• lizii casi automálicvimtnle. Ks a<í rotno hemoA a];rcii(Udo, visiblcmcjUr sin inlcrvcnoinn de nadie, a coinlnar p o r las aiu*ras. u comer cicrto^ nlinionlos y a no c i n c r u tioí, a vivir en casa;», otcétera. .míji manera*; liabituale» de h a c tr la> cosas cti u n a ouUuru dcierm itiaJa. Kn ulguui ocasión pudo l\al)*-r liabido razón p ara hacerlas así y no de otra in.incra. y lodavía puede ha!«;rla. Sí lus oondicioi\c!> económicas ím-raii apn>pia* da?, podríam os =in duda aprender a dc'lcitarnos comiendo ratas y de?:pordicios. l ’na socÍcdalc. A éí-ta se le puede llamar educación dcl nif'd h o educa* ciún por rontagío socú:!. 2. Educación ir.jorinal. ílay otjo» apiendizajeS' que se realizan con int<-nción con:¿e;et:lc. pero quienes los imparten están intercí^adoí príneipalinenti* en aeti'idaíles d»>^iintas de la Ín-«lruccÍóri. Pue<Jen in)pa»í¡r c'onocinucnlos o ínfomiaciún i iustvucción), o pueden ejercUnr ocasionalmente al alumno en la formaríón de un hábito (adiesIraTnientni ; ))oro éste no es su único o siquiera mi principal objeto. Kstn es la o<)uc.icióri informal. Kos pau público, (luando m* dice que la odneaeión no termina con lu escuela y que la escuela es a menudo la parte menos inipurtante de lu educación, se llene la intención de recaUur Va imporlancia de la educación iníorma) 3. Educación formal. Hay íinaimente la educación form al ett la que so ve claranienle la inten<-ión de enseñar, de adiestrar o de .'ind>a< cos-a:-. y en la que una in'stitución se dedica principalmente a esta lalM>r. La? escuelas, desde cl jardín de niños hasta la universidad, son ¡n.«t¡tu«-iones dedicadas a la educacjón formal. igleí^laSv cuando e«lableceu escue la?. so dedican a la educación form al; algunas de sus demá?« actividadc.*; pueden estar destinadas a fomentar el aprendizaje, pero lo más probabl es que éste sea informal. Iva distinción entre la eduiación formal y la informal es ¡nq«‘rtante. Kn primer lugar, jxirque en nuestro medio bay muchos factores que edu* can, los cuales pueden impartir enseííanzas que refuerzan las de l;i ocuc* la, que las estorban o que no tienen ninguna relación con ^■lln^. l ’ov ejem plo, el padre que predica las virtudes de la competencia econónn< ;i. pjirde estar contradiciendo al maestro de escuela que prcconi?;» bis de la rooporación económica.
23
Tenemos así ol problema de coordiunr diversas edueacionoj> que Pía* tón atacó de frente en la República. Kl estado, d<'CÍdi6 él, censuraría toda 1;. poesía, la n'úsica y el drama. Controlaría todas las empresas ediicaú\;i<, formales c informales, para que los futuros guardianes encontraran rn todas paites las mismas actitudes hacia el valor, la templanza, la sa* Itiduría y la justicia. Si tildamos la solución de Platón de autocrática, aiilidemocráli'-a y totalitaria no nos s importpnlc para establecer la diferencia entre la cdacación formal y la informal, es la comúnmente aceptada di^íinción entre ir a la escuela y aprender por uno mismo, o sea la autoopular en nuestra cultura, aun cuando esta cultura es el mejor cliente que las escuelas han tenido jamás. Pero no se necesita un gran sícoana* lista para encontrar su origen en una incómoda veneración por la escuela, l'n hombre, con titulo de una universidad bien conocida, puede ser iin torpe* y un fracasado, pero es probable que nos sorprenda que lo sea. Por lo crntrario, el autodiducla soporta cl j^cso do la prueba de que lo que obtuvo ]>or su propio esfuerzo es tan bueno como los productos de las marcas establecidas. Cuando resulta serlo, nos causa tanto asombro que nuiy bien podemos considerarlo como una rara ocurrencia. .Sin embargo, en genornl, la distinción es saludable. Impide a los educadores formales ufanarsí? de sus re.«ullado.s y nos baoe comprK'mh'r a todos las posibilida des e imj)orlanciy do la aulodidaxia. Kn realidad, las diferencias entre las i’.souol.is de Jilo.soíia educativa pueden reducirse a sus distintas res* )>u»'stas a esta pregunta: ¿Que clase de educación formal es la mejor garantía de una fructífera aulodidaxia en años subsecuentes? Por lo tanlo, en uso más amplio y general, educación es cl proceso o producto de nn inirnto deliberado de adaptar la e.tperiencia por medio de la dirección y contrU d tl aprendizaje. La educación formal es ese proco«o cuando se efectúa en las escuelas. De acuerdo con esta definición, sería inexacto hablar de un ‘‘medio ambiente educativo'’, a menos que se signifique que el medio estaba Iralamió, direcla o indirectamente, de enseñar algo a alguien. Decir que se aprende del medio sería cierto jx:ro no ilustrativo, porque no hay más 2 P a ta u n a defensa d e PK-itón, ver cl c a p ítu lo “ L a R evuelta c o n tra ia Filoso íía: L a Fascitjación d e Popper'*, en T h e R e h a n to Reason, d e R o b ert Jo rd á n , rd íia d o p
24
E L H O M B U E , L A SOCIEDAD Y L A ESCL'ELA
or la razón de que todo aprendizaje proviene de la experiencia y se obtiene por medio de ella.^ Algunas consideraciones prácíicas ¿Constituyen las definiciones de educación alguna diferencia on l.i práctica de la misma? Charles Pierce, precursor del pragmatismo norle* americano moderno, y W’illiam James, su más destacado publicista, convi nieron en que las definiciones que no constituyen diferencia en la práctica, para todos los fines prácticos y teóricos son iguales. No podemo.s cítar seguros de si la gente alinea sus prácticas para ajustarlas a sus dcíinicione$, o viceversa. Puede formular sus definiciones de manera de dar a lo que hace un respetable aire de congniencia teó rica. Sin embargo, concediendo esta ]X>sibilidad, la definición, una vez formulada, tiende a cristalizar y congelar la práctica que justifica, por lo que toda desviación posterior es dosaprobada, por no ser cnlcramenle respetable. En la definición dada en este capítulo hubo un admitido interno de restringir el uso del término “educación” a la deliberada dirección de las enseñanzas, o sea la dirección escogida por cl maestro, quienquiera que éste pueda ser en una situación determinada. Obviamente no se habría hecho hincapié en este punto si algunos educadores o filósofos de la edu cación no hubieran omitido hacer esta distinción. El equilibrio entre desarrollo, vida, aprendizaje y educación de que habla Dewey,^ aunque tal vez no deba tomarse literalmente, ha j)cr«uadido a muchos educadores profesionales de que los linderos entre la escuela y la comunidad deben ser suprimidos siempre que sea posible. Los ha persuadido y ellos han ayudado a persuadir a los padres de que los deberes dcl hogar, gobierno, iglesia y escuela sc traslapan tanto, que su separación es perniciosa mente atlificial y pueril. Ha sido la causa dcl sinfín de admoniciones a los maestros de escuelas públicas, ei\cl sentido de que su lespojisabilidad como profesores se extiende mucho mas allá del salón de clases. Iils im posible decir hasta dónde se extiende, jx)rque si toda la vida e« educación no hay razón lógica para fijar los linderos en cualquier punto de este lado de la tumba. 3 T o d o d e p en d e , p o r su p u eíto , del s ijn líic a d o q u e se d é a "experiencia” . Así, p a ra D ew ey, m ete r u n ded o en una lla n ta n o es experiencia sino h a s ta q u e percibim os la relación e n tre la l.'aina y cl dolor. D em ocracy a nd E d u e a tio n , p . 163. E n u n uso m ás com ún, experiencia se refiere a to d o a q u e llo d« q u e nos dam os c u e n ta , es d ecir, a todos y c a d a u n o d e los estados conscientes. O b ra c ita d a , p. 62.
IiK n.N IC lÓ N Y F IL O SO F ÍA DE L A EDUCACIO.N
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definición propuesta hace uiia distribución real entre enseñar y aprender, contraria a un modo de hablar bastante extendido. Muchos c*'lucadores pronuncian locuazmente el aforismo: “!^i no hay aprendizaje no fiay enseñanza” . Esta cs ?ólo una manera de hablar, porque tiingún «viurador cree realmente que oso sea cierto, o si ío crej'cra, debería ne garse con toda honradez a aceptar la mayor parte de su sueldo. Hay una líiferencta entre la enseñanza fructífera y la infnioliio.?a. cdrno la hay entre Im cirugía afortunada y desaforltuiada. Pero tanto las buenas como las malas opcracione.5 quirúrgicas son realizadas por personas llamadas ciruja nos, que cobran sus honorarios por los éxitos o los fracasos, indistintamente. Ensenar es tratar deliberadamente de fomentar ciertos aprendizajes. Cnando Intervienen otros factores que impiden dichos aprendizajes, la enst'ñanza fracasa. Algunas voces los íaclorcs están en el maestro, otras en el alumno y otras más en el aire mismo que ambos respiran, pero mientras el esfuerzo <*xÍ5ta, hay enseñanza.^ Es !)astanle extraño que aquellos filósofos de la educación que son los que mejor perciben la multiplicidad de factores que intervienen para decidir si se logrará o no el aprendizaje, son los que menos advierten el absurdo de haccr responsable al maestro de los factores que no Cítán bajo su dominio. Por supuesto que los maestros sc niegan usualmentc a aceptar esa responsabilidad, pero cuanto más scn.sibles son moralmente, más les remuerde la conciencia por cada fraca.«» en el aprendizaje. Mea culpa, claman en su interior; no pocos de los mejores maestros abandonan de finitivamente el campo porque han tomado lo que cuando más es un de.sr»idado cliché, como un imperativo moral y pedagógico, Aun si fuera cierto que no hay enseñanza donde no se aprende, lo contrario, es decir, que no se aprende si no hay enseñanza, sería falso, y si cl maestro moralmente serio sc siente desalentado por la falsedad de la primera declaración, el maestro moralmente indiferente se aprovecha de la falsedad de la segunda, ya que el saber se acumula, haya o no enseñanza. Al mantenerse la distinción se asigna al maestro un campo de res ponsabilidad definido. Hay procedimientos que legítimamente sc puede esperar que siga y hay resultados que él puede tratar conscientemente de lograr. Limitando su res)>on.sabilidad podemos dar un significado preciso a Ja que le asignamos. No hay significado sin limitación, o dicho más familiarmente, lo que a todos concierne no concierne a nadie. Maestro y alumno son dos términos efectivamente correlativos, como no lo son enseñar y aprender. El maestro, cuando enseña, siempre está enseñando a un alumno, y ser alumno significa estar siendo enseñado. 5 P a ra u n a discusión extensa sobre lo j aspectos liogüJsticos d e este p tjnto. c o n su lta r 7 'kc /.a n gu a g e a f E d u e a tio n , d e ScbefíJer, p p . 41 y « .
W u N JC ió.v y f i l o s o f í a p e j.a k))U caciós
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E L H O M BH K. L \ SOCiKD.VD Y L A K S ( U i;l.\
l,a cdiicación, como a.{iií se la define, implica sií'injjro una situación on qiU! int«'rvieni n > y yKinir.o. Atin en la aiitodidaxia exis-te la rola* ción, aunque la (U^liiición oMá dculro ona!e«? Nos nventur.imos aquí en apuas filosóficas más profundas. F«tninf*s pregtmtando si las definiciones son convencionales (acuerdos sobre el ufo de Ifis pal.'ibrasU o reales (quf* reflejan las estructuras de la realidad m i'm a ). Creo desde luego que esla <Íof\nieión es basta cierto punto leaí, (pie so ajH*"a a la arlíeulacíón de la sociedad en diferentes sectores, cada uno de 'os cualc»' tiene un pape) específico que desempeñar o una función que realizar. í.a educación es una de tales instituciones y tiene su propia ftinción primarla. Ksta función la distingue de otras instituciones con sus rc5j>ectÍvos papeles. (Ver ol capítulo 'I.) Esta creencia tiene j>u s raíces <*n la doctrina metafísica do que bay un orden natural en cl universo, que sc asemeja a la división del trabajo existenle en toda vida orgánica y aun en el reino inorgánico. Alguna de estas ideas serán tratadas con mayor amplitud en capítulos posteriores, pero sólo es justo rlcjar que ol lector s«-pa por qué se prefiere una definición a otra. Dado que este es un libro sobre filosofía de la educación, no puede simplemente re^'i«lr«r las pn ícrencías del autor, que pticden ser interesantes y satisínclorius pero qne, a menos que e=-lén basadas en alguna teoría acerca dr la naturale/a de la realidad, de la verdad y de la bondad, diíícilmentc pueden sor filosóficas.
D k f in jc ió n
p e la
F il o s o f ía
d e t.a
E d u c a c ió n
l ’na vez definida la educación, estamos preparados para inve.slipar el significado de la filosofía de la educación. I.ejc« de ser una cucítión
urti. jHa, esta investigación lift ocupado los «'rios eüfíicrzos <Jc ca«ii todos ídóS4>fos proftsiomdeí de ’.a educación durante muchos años. Sin fmbnrgo, lo? re.'ultado> inui ■■ir.'iff que ningún libro sobro la materia pue de jviunir con ei‘il»i.i que baya n?» eiUendímiento e<»nuin a«^rca del al«•.n • . método y (i(« r<({u;v. ile la filosofía de la ciluc.ición. i'tftdii l'>n:i!n;ento, i.t filosofía ttrniea ba romprendido la# siguientes mau'iiv s prineipaUs: Mí'fn/Ístca. Si lion'-brrr^ r.u.ioa fu»Taii « fígañados {wr su expcncíicia. jamás se les ocurfirí.j pu'guntar >i alc«.’ es real o si)lamcnte una apa riencia. Si nur.í'a iiiriéramos esi pioj^untn, jumca desarrollaríamos )a fieuria o \ -. fílf'soíí.i. P<‘ri' ' >mo la varilla recta parece quebrada en el ami:», como )a j>rome^a no se cuníple y como los hombiX's dicen um cosa > luu en otra, indag.mios lo que e; n'ul y lo que solamente lo I arecc. 1.a metafÍRi.a escudrina nuestras nivoncias acerca de la realidad; ¡i' crca de la realidad de árl«.!-i y cielos, de njueite y libertad, del mundo > el íJ'r. ¿Tiene la mente la mismn clase de í?er que los objetos materiaN»? ¿Tiene Dios la ini«ma clase de ser que lis mobVulas y electrones? ¿Hay un #cr inmulubie, así como uno mutable? ¿Qué caraclerí'=»(icas debe tener cualquier cosa para existir, para cambiar? ¿Hay nn designio r propósito detrás de cada cambio, o se deben todos o algujios de olios a la casualidad? Esto* sr^ti alamos de los temas estudiados en metafísica (a la que algunas veces sc Hama también ontología o la ciencia dcl ser). .Mpunas de estas rueslíones w? tratarán en cl capítulo 5. Kpifí* inologia. Ksla es U rama do la filosofía qu«* estudia la estruc* t ' i j , métodos y validez do nuestro conocimiento, o como Hocking (en Typcs of Philosojfiiy) lo expresa, la epistemología traía de las ‘‘creencias aterca de la creencia”. ¿Es rcniiwblc el verdadero conocimiento? Nues tros sentidos yerran y nuestra ra/ón nos lleva a conclusiones contradic torias. ¿Podemos confiar on una u olra cosa o en ambas? Kl escéptico dice “No” . (^Iros filósofos dicen, de manera más optimista, que podemos ftahct algunas co.sas pero no otra». Con respecto a la fuente d? nuestro to:uMÍnuento podemos preguntar: ¿Proviene de la experiencia de mies* tros sentidos, éc la razón o de alguna conl^iiiación ric ambas? ¿Obte nemos diferentes clascs de conocimiento de esas dw fuentes? ¿Con cuánto contribuyen respecíivamcnte ol sor consciente y c) o))joto a la o.xpcricnci.í final dcl saber? ¿Cuál es el criterio de verdad que usamos o debiéramos usar para estimar la veracidad osíciouc5 se relacionan unas con otras, para que podamos juzgar si nuestro razonamiento es
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EL HOM BRE, LA SOCIEDAD Y LA ESCUELA
válido O no, ¡ndcpcndientempntc de lo que las proposiciones afirman. Por ejVmplo: Si Boston está al Mir de Miami, y si Miamí cplá al sur ondad y maldad, de virtud y vicio. En sunjn, trata de los princi pios de conducta que nos ayudan a juzgar si una elección o acción cs buena o correcta. Para una más amplia discusión de problemas éticos, véase cl capítttlo 10. Estética. Esta disciplina presenta la cuestión de que es lo que nos hace juzgar bello o feo un objeto. ¿Es esta una cuestión de mero gusto individua! o hay principios a los que podemos recurrir para apoyar nues tro juicio? ¿Tiene una escuela, por ejemplo, el derecho de formar cl gusto del alumno en arle y música? Estos problemas sc tratarán más ampliamente en el capítulo 9. Estas son las disciplinas que se estudiarían como materia principal en “filosofía”, en un colegio o universidad. Si preguntáramos qué cosa puede ser una filosofía de la educación, la más obvia respuesta sería: Es la filosofía aplicada a la educación, lo cual es bastante correcto, siempre y cuando podamos estar seguros del sentido en que debe tomarse el tér mino “aplicada”. Hay dos de tales sentidos que se sugieren por sí mismos. 1. Dado que la educación tiene como objetivo algo que se llama la vida buena, cs en la ética, la metafísica y la epistemología donde de bemos encontrar la fórmula para lograrla. Escojamos una filosofía y veamos que clase de educación se necesita para protlucir esa clase de vida buena. El modelo de esta manera de proceder es la República, de Pla tón. En ella pregimta: Si la justicia es lo que he hallado que es, ¿qué clase de eslado requiere? ¿ Y qué clase de sistema educativo producirá al individuo que haga jwsiblc tal estado? Al usar este método [>odemos hacer llegar toda posición filosófica basta sus consecuencias educativas, si las tiene, tales como el idealismo, escolasticismo, materialismo dialéc tico, pragmatismo, existencialismo, etcétera.* Comenzamos por preguntar qué es lo que tiene que decir determinado sistema filosófico acerca de la naturaleza de la realidad (metafísica), de la naturaleza del conocimien^ La Sociedad Nacional para el Estudio de la Educación: Cuadragésimo primer Anuario, Parte 1. Pkiloiophifs of E ducalhn y cl quincuagésimo cuarto Anuario, Pane I, Sfoíiérn Phihsophies and Edueation, son buenos ejemplos de este méio
DKFJNICIÓN Y FILOSOFÍA DK LA EDUCACIÓN
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lo (epistemología) y de la naturaleza de la bondad (ética^, y en seguiila «loducimos la clase de plan de estudios, método y organl/ación escolar ipic sc seguiría de él. En otras palabras, este método nos induce a creer que «i sa)>cmos cuál cs la filosofía de un educador, podrmo.*i prcdrcir Ja rUsc de escuela que a]ioyará. 2. Otra manera de aplicar la filosofía a la educación cs usar los Instrumentos de la filosofía técnica para discutir rrítieamcnte las teorías educativas. Por ejemplo: en un libro sobre principios de educación, cl autor podría insíslir en que l;js e.seuelas reflejen la voluntad de la mayo ría, pero a condición de que ésta se mantenga firme en lo que sabe que <s correcto. ¿Según qué teoría, si la hay, puedo apegaríM? a c'-tos dos '■oneeptos sin incurrir en su propia contradicción? O, tomando otro ejemplo, el filósofo de Ki educación podría concentraren analizar el lenguaje usado en ia literatura educativa. Necesidades, intereses, la niñez en general y aprender haciendo, son unos cuantos de los términos que sc encuentran en la discusión didáctica. ¿Qué significan rfahnentc? ¿Significan lo que sus autores prc.suponen? ¿Se refieren a nlgo que podamos locali/ar on la experiencia, o soji fra.vs \acias? E«tc úllimo mclodo puede llamarse “analiiico” y está recibiendo firme apoyo, especialmente enlre algunos de los trabajadores más jóvenes en este campo.^ Fl segundo mclodo es siempre valioso porque siempre cs bueno ser crítico, lógicamente cauto y estar dispucs'.o a e.^aminar todos los datos que puedan tener relación con el problema de que sc trate; reduce las necedades que se profieren en nombre de la discusión didáctica y ceba por tierra los lemas que con tanta facilidad y pasión adoptan los trabaja dores de este campo. Este método indaga las causas de mal enlcndimienlo y pone a prueba “ nuevas” s')lucioncs, en idea, antes de que tengan oporliHúdad de causar mucho daíio en la práctica. .No obstanlo, la segunda «lase de “aplicación” conserva en gran parle su sentirlf) vigilante y ero cada uno de ellos deja algo que dcíear. Kl primero se concentra en denominar conceptos acerca de la educación con un apropiado “ ismo" tomado de la filosofía general. Posible mente algimas personas consideren que esto es imjK>rtanle. Oe.saforlunadnmcnle, saber que un educador en particular, v. gr. Jacqucs .Marilain, debe ser considerado como un tomista, o que Kilpatrick es un experimentalista, nos dice poco acerca de cómo opinarán uno y otro sobre los pro* 7 Ver An Introduciion to the Phihfophy of Edueation, de O'Connor, The I.anguage of Edueation, de Sehcíílcr, PhHojophy ar.d Edueation, dcl mismo au tor, así como una colección de ensayos de varios otros, titulada Languag« and Concpeti ií; Edueation. editada por B. O. Smith y Rohert Ennis.
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t»KKJNIC!ON y FILOSOFIA I)F I.A KI>L’CACION KL HOMBHK, LA SÜCILDAÜ Y LA ESCt'KÍ.A
usar así cl conocimiento cs cu fí «na de las más importantes virtudes. . Pero como trnílremos ocasión de observar, el método de impartir cl oo*^ nocimiento y cl rio formar cl carácler ílas virtudes) difieren en muclios respectos, c inevitablemente surgirá la cuestión de qué puede bacer la educación formal en cuanto ii la formación dcl carácter. \emos cntonccí} cómo cs iK rel="nofollow">sibIe que el stñor X estime que 5u vida cs buena o no, y que siti embargo encuentre que sus iguales no concuerdan con sn estimación. Kn este punto, podríamos simplemente afirmar la primaría del juicio del grupo y decir al señor X que se ponga a tono con su universo, sin importar cómo se sienta. Pero ¿con qué fundamento podcmoí afirmarla, de manera que resulte convincente para cl señor X ? Como veremos, tiene quo ser con cl fundamento de que la vida virtuosa necesariamente debe ser una vida agradable y ciertamente feliz, dado que la viporlamictito puede aficionarse a provocar incen dios. Contrariamente, cl sujeto puede ocultar tan bien su in?epuridad,, que le es po^ible .«entirse bastante feliz la mayor parte de> tiempo, aunque «íu com])orlamirnlo externo provoque rl escrutinio del siquiatra y hasta cl
i.\ VIDA BVEXA COMO OnjKTlVO DK LA EDUCACIÓN
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ilrl Ip{»o perspicaz. Así, el modelo de bendición doméstira puede ufanarse t.in asiduamente en perfeccionar sus cualidades de ama de casa, que su • •mportamiento se vuelve rígido y exiecnte: el piso debe lavarse cada emana, dosp\iés cada día y finalmente do& veres al día. 0 puede ocultar t.m bien el deseo de fugarse con el truhán del pueblo, que sólo lo revela rn su excesivo celo por prohibir la literíilura obscena. P,^ra el educador, cl problema de lu vida on este terreno, se divide tma vez más en dos partes. Es claro que algunos temores y ansiedades l'uedcn mitigarse nifdinnto rl conocimiento y la dcjtr<*za, pero ¿qué puede «lecirso acerca de los desajustes cmocionalrs que tieuon su origen en lo que los sirólogos Ibm an aníoldamirntos de la niñez o infancia? ¿Qué arerca del niño que se siente rechazado ¡>or sus padres y que considera i|ue siempre será rechazado? ¿Qué del niño cuyas facultades físicas son t in escasas quo cs constantemente repelido jvor su« compañeros? ¿ Y de la persona en quien la compensación por su inse«:uridad ba llegado tan lejos qne nadie sc atreve a amarla Ubrementc'í' I jds bieienistns mentales tienen ciertamente razón i-n este punto y el i-ducador sc las concede. Pero este problema, como cl de la formación de! • arácter. tiene distintos siprjificado<» para diferentes conceptos de educaI ión. ¿Ks liil>or de la educación formal educar a los padres jóvenes? ¿Es [>robKnia de l l escuela o cs del hogar, el correcto ajuste emocional de los niños? Si ol hogar n«i cumple con su deber a ose re?pe<-to, ¿se convierte la rectificación de sus errores en la hlior primordial de la escuela? 3. Sobre cl tercer criterio, o sea la sensación de valer y ser capaz de realizar, tampoco hay discrepancia en cuanto a su importacia, sino sólo acerca do lo que constituye esa Ronsación. En cMe caso, el juicio objetivo tiene en «vente las demandas de la s^x^iedad y lu forma en que el indivi duo las satisface. La vida de un hombre no sc cont^idera nvuy buena si no puede sostenerse a sí mismo y a su familia, o si no puede prestar los ser vicios que !e han sido asignaclos por la comunidad, el país y los amigos. Kl juicio objotivo va más allá. Gradúa la l>ondad de la? vidas por la cantidad de servicios así prestados. No sc juzga qiie im campesino que mantiene su r.ivel de subíisteneia. que paga sus reducidos impuestos y quo desempeña su pcíjueño papel en e! ejército, la iglesia y la comunidad, haya vivido una vida lan buena l siendo las demás cosas ¡guales) como la de los grandes héroes, caudillos, hombres de ciencia, de estado y artÍRtas. En olrns pahibras. el concepto fie Ja <ÍiferencÍa de capacidades inter viene en el juicio. Kn toda ocasión cs preferible que un hombre utilice sus |)osibilidadt's para la vida buena y quo no deje de hacerlo, y a este rcsperto. héroes v campesinos obtienen nm!>ys una calificación de “A ” j.v>r su esfuerzo. Pero si aquel cjue pudiera haber sido un buen cic?ilífico se contenta eon llevar la vida de un simple campesino, nuestro juicio no
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EL HO.MBUi:, LA SOCIEDAD Y L\ hSCl.KLA
?crá licucvolo. La potenrialidacl no aprovechada es vista coií oi-eadumbre y a menudo con impaciente enojo. Por deliciosa qur pueda a delicia sus aptitudrs son dcc. En cambio, l>)s t?cHrÍos do grandeza y las exrií',ervi»la.« asp¡racÍL'i.ecliva desde la cual se juzga la vida e^ un tanto diferente de la del individuo. Puede sentirse aburrimiento y monotonía debido a falta de variedad en la vida. Ha?ta los banquetes y alegres celebraciones, si son continuos y constantes, llegan a hastiar. Puede encontrarse que la vida es insípida porque cl futuro no guarda nada que se di*see murho o no tiene sorpresas relacionadas con su obtención. La aficiqn inveterada al juego de muy bien puede ser síntoma de una vida que h.i perdido su capacidad para la sorpresa o la tensión. K¡ jue^o satisface e^is afi* ciones como lo hacen las campañas políticas y los eventos deportivos. Desde el punto de vista objetivo, para que uria vida sea buena nu sólo debe tener tensión, sino que esta tensión tiene que ser de cierta clase, o más bien, porvenir de cierta clase de aetiviilad. Para que purda ser cali ficada como buena, la tensión debe emanar del esíuerzo por llegar a una meta que en alguna forma contribuya al bien común. Un hombre que ha llevado «nu vida iiUercsajilc saltando de uil empleo a otro, de tm país a otro, o de un amorío a otro; puede despertar secreta envidia, pero sí acaso llegamos o admirarlo, es porque mueslra una despreot «pación por la sej^ridad y las cosas convencionales, una especie de valor y atreví* miento que jjosotros no jioseemos. Y sin embargo, bay reventimiento mez clado con esa admiración, porque comprendemos que su lil)»;rtad y des preocupación son comprados a costa de nuestra vfclavíUid y timidez. P\u-de permitirse no tejer ni hilar jK>rque nosotros hilamos y tejemos por él. Demandamos por tanlo en nuestros juicios reflexivos, que la calidad de interesante de la vida derive del empeño por alcanzar grandes ñutos, que desarrollen las facultades del jndividuo para el bien común. Tales emperlos requieren valor, y la certeza de alcanzar las metas no es tan grande como para eliminar el riesgo y la excitación que acompañan a ias tareas difíciles. Este juicio es un reproche a la naturaleza del hombre;
I V VÍDA UUrNA COMO OBJETIVO DE LA EI'lJCACIüN
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•) di' que su dim»‘i)5 ión jn.ís importante e.** la del futuro y no la del presente. I I dimensión imjwrtante «le su vida es “lo que podría y lo que debiera ‘*m ’\m is bierí que lo que es y lo que debe ser. !'•' {(kIo c«to .se de.sprende claramente que nuestras estimaeione.'s objetúa*; y s»ibji;li\as de lo quo hace la buena ^ida, acaso no coincidan. N uíís tra vara de mevlría llamárseles en pencral. grado*» de eomplaceneia. Predecir cuál e\] orirncia rc«ulrnr.T satisfactoria o no, rs in»p<>sible hasta para el propio in*ú\iduo. por ícr tanto lo que dej>ende de !« que él aporta a la experiencrsona y él es la m.ixima autoridad para juzgar lo que encuentra cuando la aplica. L.i eslimacióíi objetiva, en cambio, se basa en lo que concebimos que sería satisfactoiir» para el grupo en general, y a la larga. Del grupo aprendemos qué cnaildadr? de caráríer y comy>ortamiento ha decidido, tras siglos i.’'mos y a oxigínioslas, níí coni" a íleriandarlas de ios demás. Kn suma, se convierte en una iacuerdo con la socÍc«lad, o a la inversa, qur (a .^«Kiedad e? tan eorrornpidj que si<*mpr<* está envileciendo n sus miembros. fi-.unión de ia i f^límurtoru's subjethxis y objiHiras Cualquier concepto que separe demasiado las c>limaciüncs subjetivas y olijeli\as so mete on dificultades, tanto en teoría como en la práctica. Teóricamente, un univer-co en cl que lu bondad o rectitud individual se contraponi: a lu bondad en sociedad, es un uniserso incongruente y torpc.^ 7 Níancct K»^ni. compicndíendo esto, a Hios, M lihcíjad y la in* mo.talid.id L.e maticru tal. que las discrepancias entre rl n'.érítu y la frlirttlad en este nmndo puedan corrci^iiíc en cl olro. Critica Ht ta Rnzón ?«»a, üxtrina TwcvmícnUil del Métotlo, C'ap. II. Secc. 2.
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EL HOMBRE, L\ SOCIEDAD Y LA ESCLBLA
Prácticamente, una separación Ir.n radical hacc casi iinix;«i!>lc itulucir al individuo a corregir o modifirnr sus propias acciones, cuando van en con tra de sus impulsos y deseo?. Podemos ciertamente admirar y respetar a una alma recta aunque infeliz, pero no oslamos dispuestos a cambiarnw por ella. La fiolución, al parecer, tslú en la promesa de que si onleiiamos nues tra conducta de acuerdo con ciertos principios, no sólo olilcndrcmos la aprobación de nuestros semejantes sino taml)icn experimer.taremos placer, y este placer será mayor, más perdurable y satisfactorio que los placeres que acompañan a la acción no ordenada así. Dicha promc-sa está implícita en el prinripio establecido por Ari>tó* leles en su doctrina del placer. Él sosliene que toda actividad es complc* mentada por su correspondiente placer. Cada uno de los sentidos y todo acto corporal o mental va acoini>añado de un placer.® Hay placer en ver, oír, comcr, correr y pensar» y cada actividad es intensificada por su propio placer y obstaculizada por los placeres que acompañan a otras actividades, “ ...p u e s las personas a quienes gu«la tocar la flauta son incapaces dé prestar atención a los argumentos si escuclian a alguien tocar la flauta”.^ placeres ajenos hacen casi lo mismo que las penas propias, “ya que las actividades son destruidus por sus'propias ponas”. Por lo tanto, el placer es señal de que alguna función se está ejecu tando bien, el dolor es señal de la situación contraria. El placer no es malo en sí, realmente os señal dc' cierto prado de bondad. Pero los place res varían en calidad a la par con las actividades que completan: cuanto más alta es la actividad, más elevado cs el placer. ¿Cuáb-s son, entonces, las aftividades “más alias” ? Para .\ristóteles las actividades supremas del hombre son aquellas que, como las dcl pensamiento, lo distinguen de otras formas de vida orgánica. Consecuentcjnente, la actividad dc escoger nuestros actos a la luz del pensamiento (pnidencia o el uso de la razón práctica) y la dc usar la razón para comprender la naturaleza de las cosas (su actividad teórica), son las activiiladcs más altas, y los placeres que las acompañan son los placeres más elevados.^ El hombre virtuoso sc convierte en la vara de medir la vida buena, y es una vara que hacc justicia, tanlo a la estimación individual subjetiva como a la social objetiva. Ucpresenta la bústiueda de la felicidad y el * Dft la Ética de Sic&maco, traducida por W. í>. Ross. Clarcnion Press Libro X , Cap. 4, 1175a. 21-22. 9 M is m a c b ra ,
1175b, 3-5.
íO Misma obra, 1175b, 16*17. H ^ í» m a oI>ra. Libro X , Caps. 5-8. Debe observarse que la fcüridad no cs cl equivalente ni dcl placer ni dc la virtud. !..■» amjjiad, algunos bienes mate riales y una poca de suerte, así como la virtud, son r.eccsario* para alcanzar la felicidad.
LA VIDA BUENA COMO OBJETIVO DE LA EDUCACIÓN
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placer, pero es una búsqueda ilustrada y reflexiva. Es como un correctivo para el capricho indivin mínimo de fricción y desperdicio. En esle caso» el grupo sc convieilc en una sociedad buena, y el individuo no sólo satisface sus demandas sino que es verdaderamente feliz al hacerlo.
L a VIDA BUENA CO M O O B JE T IV O DE LA EDUCACIÓN
Nadie estaría en desacuerdo con lo que se Ha dicho acerca de la conveniencia dc íorn)arnos una visión de la vida buena, como objetivo fundamental dc la educación, pero a pesar de ello, sc presentarían algimas serias objeciones. 1. Se objetaría que “vida buena” es una expresión muy amplia y que poner la mira en ella es como ponerla en cl cielo. Para que pueda dirigir la actividad, un objetivo tiene que excluir mucho más que lo que inclu ye; el blanco cs siempre una diminuta porción de lo que potlemos ver. En un sentido, esla o!)jeción ha sido refutada por el análÍ5Ís de las estimaciones objetivas y subjetivas de la vida buena, on cl que se ha tra tado de demostrar que hay un modo de unir a las dos. El mayor o menor éxito que tengamos on vencer esla objeción, depende de la claridad con que podamos indicar las clases dc comportamiento que dan a la \ida la calidad de bondad y las que no se la dan. En otras palabras, tendremos que indicar lo que significamos al decir que una capacidad o función liumana está trabajando bien o mal. Por ejemplo: ¿Cuándo está funcio nando bien la facultad humana dc pensar? ¿Puede asimismo funcionar menos bíetj? Dc ser así, ¿cuáles son los síntomas de esc mal funciona miento? ¿Cómo es que en una función humana puede dcscmj)cñar tanto bien como mal? La mayor o menor utilidad tpic cl conceplo de ima vida buena habrá de lener para la educación, dc|íondc también dcl acierto con que podamos identificar y estimar las potencialidades de cada alumno en cada una de las principales facultades humanas. ¿Podemos estimar la facultad de pen sar? ¿Podemos diagnosticar la capacidad dcl individuo para comprender los valores económicos, sociales, estéticos y religiosos? Además, aun en el caso de que las capacidades del individuo puedan ser estimadas, ¿hay algo que la escuela pueda hacer para fomentar esas facultades en una di rección íleierininada? ¿Puede mejorar la escuela las facultades de pen samiento, sentimiento c imaginación?
KL H OM BUH , LA SÜClKDAl) ^
LA i;Si:UKLA
Si estas cosas pueden hacerse, la objeción a la demasiada amplitud y también a la imposibilidad de predecir el cxito, quedarán refutadas, al menos en j>arle. Xo podemos predecir con prerisión los actc« ii:edianle los que cada uhimiio en particular, tendrá o dejará de tener éxito en alcanzar la seguridad, la liberación del dolor y una sensación ílc re.'illzacíón; pero tal vez podamos preccdir la forma que tales actividades tendrán que adoptar para que la vida leáuhanle sea juzgada como buena. Mn anticipación a los capítulos que siguen, llamaremos a estas formas auiodclerminación, autorrealización y anloiuf^gración. Trataremos de or ol bien común cuando mi propio bien es claro e imperativo? ¿Por qué habrían de convertirse a nucslro sistema de valores nijcstros enemigos? Por supuesto que podemos forzar al recalcitrante «himno, vecino, con ciudadano o enemigo a hacer nuestra voluntad, si tenemos el poder y queremos ejercerlo. Este es un famoso argumento, argumf'iilum ad hacahim (el argumento del garrote), y es uno de los asombrosas inislorios do la vida humana que no lo aceptemos como válido. Los nnúnales inrnra discuten la realidad social ni la validez de la fuerza bruta. Pero la única alternativa al garrote (y ésle puede ser sicológico y sutil, tanto como físico y brutal) es la persuasión, es haccr un llantado a las facultades racionales de nuestro adversario. Solam<*nlo si somos capaces de demostrarle que s»is valores van en contra
I.A VIÜA BUENA C O M O O B JET ÍV O DE LA EDUCACIÓN
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Dicho de otra manera, la tarca a que se enfrenta cualquier punto de viiita que se apegue a un concepto objetivo de la vida buena, es demostrar que la naturaleza humana tiene una estructura que en todas partes ee la misma y que esa estructura demanda para su propia conservación, la forma dr arción característica de la vida “ buena” . Algunos escritores que no se apegan al concepto de una forma inmu table de la vida bi:ena, quo sostienen más bien que es bueno todo aquello que una cullura define como lal, o que una persona considera que lo os, o que las circunsUncias así lo dictan, no se enfrentan a esa tarea. En cambio, lam|K)co necesitan realmente una fdosofia de educación, ya que ésta solamente cs necesaria cuando se está tratando de argumentar que «n sistema de valores o una forma de vida cs realmente supíírior a otra, y que un concepto de la naturaleza humana es más verdadero que otro. Pero los filósofos serios, que sostienen la relatividad de la experiencia liumana, se empeñan también en encontrar normas que distinguen clara mente enlre el bien y el mal y sus intentos para dar validez a tales normas sin la ayuda de principios absolutos, es una empresa intelectual de no escaso mcrilo. El éxito que puedan alcanzar es otra cueslión, pero sus intentos prueban que los conceptos de la vida buena y de la naturaleza hiimana, no son nociones carentes de significado.
R esum en
Es frccuontc que las controversias sobre educación no conduzcí.n a nada, j>orque los contendientes tienen en perspectiva objetivos didácticos que no están en el mismo nivel de generalidad. El nivel más elevado de tales objetivos es dar una n'X’íón de ia vida buena. Cuando tratamos de formular esa noción, descubrimos que, aunque estamos muy de acuerdo s«jbre las características de una vida que se juzga buena, empleamos una \ara para medir nuestras propias vidas y otra un tanto diferente para medir las vidas de los demás. La estimación subjetiva se basa princi palmente en lo placenteras o sallsfaclorias que nos parezcan nuestras propias vidas. Las eslimaciones objetivas también insisten en la compla cencia, pero la subordinan al deber hacia el bienestar común, a la calidad del carácter y a una noción aproximada acerca de lo que tenemos derecho a esperar de la vida en un conjunto normal de circunstancias. Las estimaciones subjetivas y objetivas pueden unirse según la doctrina aristotélica de que cl perfecto funcionamiento de cualquier capacidad humana, va acompañado del placer. La vida feliz es, por lanío, el resub lado de la vida virtuosa, y ésta, a su vez, se logra cuando cultivamos n\ieslras capacidades humanas hasta el máximo. En consecuencia, para
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El. JIOMDRL-, LA SOCIEDAD Y lA ESCUELA!
la educación, la vida Ijuena como un objclivo se traduce en un programa para ayudar ii cada individuo a sentar los cimientos de tal cultivo. dos principales objeciones a esle concepto son: 1) que la vida buena cs una noción demasiado general para ser valiosa en la ilireccióii dc la educación, y 2) que no j)uede ser defendido con fundamentos ra* cionales. Los capítulos resitante^ están dedicados en gran parle a refutar esas objeciones.
P r O B ( ,£ M A &
ta ra
d is c u s ió n
E IN V B S T IO A C tÓ N
1. Estudie las páginas 161-193 dc Hcltcíic Philoiophy of Educaíitn dc Brnbacher, sobre diversos conceptos ncs de mesa redonda o preparadas de antemano. 6. Estudie la lisia de objetiN-os de un plan dc estudios para algún sistema escolar. Véase si se pvicde disponer en orden jerárquico los objetivos anotados en esla lista, basándose en los niveles dc gcncialidad.
S u O G S T IO N E S
VARA
l.K C T L 'R A S
MÁS
EXTEN SAS
Para una información bibliográfica más completa acerca de las obras que se anotan a continuación, véase la bibliografía general. Brubachcr, Edeclic PhUosophy of Educalion, Tema 8. ----- , M odttn Phiiosophies of Educalion, pp. 105*112. Para el método realista clásico: .‘Vrislóteics, Ético de Xicómaco, Libro X. Platón, La Repáblica. 400 C * 403 C, 521 C - 531 C. W ild, An I n i T o d u c í i o n l o Realislic Philosophy, Cap. 2. Para tomar muestras de conceptos instnnncnialistas o expcrimenialistas: Childs, Educalion and Aforáis, Caps. 2, 3. Dewey, Detnocracy and Educalion, Caps. 4, 8. Masón, Educalional Ideáis in American Socieiy. Wynne, Philoiophies of Edueation, Cap. 10. Para algunos otros conceptos: Bagley, Educational Valuet, passim. (Esencialismo). Cunningham, P iiotal Problems of Edueation, Cap. 8 (Católico romano.)
|.\ VIDA BUENA COMO OUJETIVO DE J.V EDUCACIÓN
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Fir.ney, A Soeiologicaí Philosophy of Educalion, Cap. 4. (Conscn-ador y centrado en (as insticucioncí.} KiielJcr, Exiil/nliaüsm and Educalion, Cap. 5. Uüch. Fujtí/aweftfcíf of Democratic Educalion, Caps. 3, 4. (Idealismo.) U n examen crítico dc diversos co»junlos dc objetivos didácticos sc encon trará en: Sniith y otros, Fundameniah of Curriculum Developmtnt, Cap. 7.
r 3 La estructura y dinámica de la personalidad
H eñios kSbozado las caiaclcrísllcas ele la vida buena como objetivo íun* ilnmonlal de la educación, y lo hicimos después de examinar lo que los hombres juzgan que es bueno, al estimar sus propias vidas y las de los de* más. Llegamos a la conclusión que. aunque las estimaciones subjetivas y oh* j«’tlvas difieren con frecuencia, quizá siempre, hay una unidad subyaccn* le de la que amha« estimaciones emergen. Podemos llamar a esta unidad la naturaleza del hombre o la estruclura de la personalidad humana. Por lo lanío, debemos buscar aquellos rasgos generales que caracte rizan a lodos los hombres, independientemente de sus variaciones. Kl educador efcclúa su labor con individuos, pero sólo los comprenderá y entenderá su propia labor, cuando los vea como especímenes de la huma nidad en general. E l fkincjpiü apetjtivo
El deseo, la e.«cascz, l.i carencia y la necesidad, inician y mantieneri toda vida. Todos estos términos son nombres con que se designa un estado transitorio en cl organismo, que producR tensión, lal como el cml>alsa* miento de un río, cl estiramiento de un resorte o la compresión de un gas producen una tensión qu« concentra energío. Kbla energía, cuando es liberada, efectúa un trabajo, constituye una fuerza. Io d a filosofía reconoce esle principio motor como la condición básica de cualqtiler vida. Ko que distingue los numerosos grados de vida, son las formas que toma este principio apetitivo. Una col necesita la tierra, el agua y la luz del sol para nutrirse; un gusano neccsila una col. Les deseos como nrct'sidades orgániras Al nivel más simple, el principio apcíitivo se revela como una necesidad de aquello que mantenga y reproduzca los tejidos, a la que se ha dado el 59
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EL H O M D H R , LA SOCIEDAD Y LA E S C U L I ^ B
nonilífc de impulsos fisiológicos o necesidades orgánicas. Nitiguna vi es po&ible a menos que se satisfagan dichas necesidades orgánicas. P lo lanío, estamos en lo justo «f llamarlas condiciones ní'cesarias de la vid )iuniana. La historia enseña que hay dos reaccitmcs extremas a este hecho b sico. Hay una larga y respotnhle tradición, que data cuando menos dcs<*i Sócrates, en cl sentido de que, aunque las necc.sidades orgánicas pueden ser condicioncs necesarias para la vida, son también males necesario Muchas formas de religión consideran estos apetitos dcl cuerpo como oh., lácnlos a la vida espiritual, que deben ser reducidos al mínimo, discipll nados y controlados para que estorben lo menos posible a los más elcvadoj, deseos del alma y a las func\one$ de la mente. Sin embargo, ningima de esas religiones, ]>or mucho que puedan aprobar que el alma se libere del cuerpo, aconseja deliberadamente el suicidio. La otra reacción a las necesidades orgánicas es que sólo ellas son básicas, que tod.is las formas llamadas “su¡>criores” tlel deseo y lu \ida» se originan en esas necesidades, y que nunca pueden elevarse tan j>or encima de sus orígenes como el hombre quisiera creer. Desde el antiguo' materialismo griego de Dcmócrito y Epicuro, hasta el marxismo moder* no, esta tradición lia considerado como parte de la sabiduría, ver la vída Inimana como un efímero tránsito dcl polvo al polvo. Ese tránsito puede hacerse más tolerable facilitando y asegurando más la satisfacción de las necesidades orgánicas. No es enteramente justo decir que el materialista quiere vivir de pan solamente, |>ero a menos que se le j)roj)orcionc el suficiente, es seguro que se impacientará con los artificios que se empleen para pasarse sin cl. Tales diferencias en los puntos de vista acerca de las necesidades fisio* lógicas, nos dan a conocer que en el hombre al menos, los deseos sobre* pasan el nivel de las necesidades orgánicos. Una col privada de lo que necesita, muere apaciblemente. No la compadecemos porque suponemos que es inconsciente, tanto de su vida cowo de su destrucción. Una col ])uedc necesitar la luz solar jx t o no su.spira jK»r ella. Consecuentemente, la percepción o senf-ibilidfld es el primer requisito para hacer algo acerca de las necesidades orgánicas, excepto darlas por acopladas. SI dar satisfacción a las necesidades orgánicas no prodvíjcra placer, y negárselas no causara dolor, serían mecanismos inconscientes que ocurrieron o no; ní los espiritualistas las deplorarían ni los materia* listas ins exaltarían. í,a sensibilidad o facultad de sentir las necesidades y su alivio, no es bastante para explicar cl estratégico papel que desempeñan los deseos. Imaginemos una vida en la que nunca se experimenta nada más que el momento inmediatamente presente. Yo siento hambre y un ligero dolor,
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»ST K U CrtH A Y DIN ÁM ICA DE l.\ PERSONALIDAD
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il>•(<«('« más liambrc y más incomodidad, luego encuentro alimento y siento •li\iü, después me viene cl sueño y duermo. Siento frío ahora y más tarde ■if'ir, etcétera. Es muy posible que existan algunas espeeie.s animales en ■•!«’ plano, pero con seguridad no se preocupan acerca do si sus deseos líhirran ser satisfechos y cómo. En realidad, .«i)n futuro ni pasado, ¿qué xlría significar j>ara ellos la preocupación? K;i consecuencia, tenemos que ol'íervar otro he<'ho de la vida. Kl de '(>if el protoplasma puede retener placeres y dolores m a s (tUá de su inmeocurrencia. Algunas de las circunstancias en lasque las necesidades <•1 '.inicas fueron sentidas y satisfechas en el pasado, pueden llegar a servir Kinw señales o avisos de que la satisfacción se aproxima. Cuando esto •turre, deciinus que el organismo ha aprendido algo, L’na rata que ha í|>rcndi(Ío a recorrer un laberinto en su proce
«liando el experimentador está frustrando sus esfuerzos. Así, la simple necesidad orgánica de nutrición se ha exlrndido hasta tiicluir un deseo de ciertas experiencias en el laberinto. Puede haber liu'-ta un deseo de ver al experimentador. Estos nuevos deseos no fueron ■teados por las necesidades orgánicas nusmas, sinu más bien |Xir el hecho ilf que las actividades del pasado no se han Iwrrado enteramente en el ►¡^leraa nervioso de la rata, y continúan obrando en cada “presenle” que ftc va sucediendo. ix*s sicólogos llaman a esta ligazón un tanlo simple de elementos que antes estaban separados, un acondicionamiento, como cuanlio un perro aprende a responder al sonido de una campana romo si fuera comida o señal de que la llegada de la misma es inminente.^ Nuestras simples necesidades físicas naturales se ramifican en deseos adquiridos, ya no meramente de alimento, sino de ciertos sal>ore3. arreglos de la mesa y utensilios. Kl deseo de actividad sexual no es nteramenlc una reacción a la actividad de las hormonas, sino que puede ser dcsj.>crtado |Kir pensamientos acerca del sexo opucílo, por ver partes de la anatomía no habilualmcnlc visibles, por el sonido de una voz o jx)r ciertas prendas de vestir. El número y la variedad de objetos que pueden convertirse en símbolos de la actividad sexual es lan grande, que es imposible decir a prior i qué objeto, si alguno hay, que en circunstancias apropiadas no pueda Jicgar a serlo. 1 Para u]U completa exposición de ias modernas teorías de aprender por acondicionainiciuo, ver Learning Thtory and fiekaiior, de Mawrcr.
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L L n O M U IlK . LA SOCIEDAD Y LA E S r.l'E L '^ M f
I.os stniiofos eonuf objftos del dt'SfO Loíi liotnlírcs no sólo desean lo que ?iis organismos demandan; gradual mciUf Megan a amar con igual ardor las señales y símbolos dn tal .«atis facción. Estas «añales alcanzan una aulonoinía ^ y poder propios, que on gran parte son iiKlcpendienles de íu origen y con frccuer.cia es difícil «iaber de dónde provienen, l ’n marido llega a casa candado c irritablej Su esposa le sir\e un platillo mal condimcnlado. Si el marido se encoleriza» no es porque ^u nutrición haya sufrido s^ino por que el platillo njal ^ui>ado simboliza «na cíposa q\io incompetente o que uo lo ama, o ambas cosa^ Pero una es¡josa quo no a n u a su marido simboliza a }*u ver im marido desafortunado o indigno de «imor. Testamos muy lejos de las neccfidades oraánicas, ]>ero no por ello son mrno.« verdaderas la cólera e, jníelieidad del marido. Esta expansión de los deseos mediante el aprendizaje, la imaginación y la siml>olÍ2 aeÍón. tiene cuando menos dos resultados, l ’no de ellos es que no lodos los ríeseos son “necesarios” en el sentido en que el alimento es “necesario” para )a vida. Si acaso sc les llama “n«’cesarios'’. es en el sentido de la neei*«5dad sicológica de conservar la personalios culturales complican las ro««.s n»ás todavía.^ 2 lx> qii« G. Allport ha üamado "aulonoinía íur.cional”. i r.n Hutaun Poti'ttUlüif^. ííardncr Mnrpliy « rcíieri; a esas coníorit;aciones rulturales c-omo segunda i:aturalc;'A humana.
l\ » ST K U C Ti:i!A ^ DIN AM ICA DE L A PERSONALIDAD
Otra caraclerística dí'l elemento deseante en la naturaleza hun'..ina, es Exisle lo que Cannon ^ ha Ifiinaílo la “sabiduría del cucrjKi”, aquel notable sistema de frenos y equi librios para el inantcnimienlo de la cconomía corporal. Pero es una sabi•l'iría relativamente fija, y por lo tanto, miope. Las secreciones glándulaque baí.en que cl cuerpo esté preparado par;» hacer frente a una • "rtingencia. pueden hacer de los hombres hcroe.e de fútbol, pero lambién •-‘ •■•U-n producirles úlceras c’iando llegan a funcionarios ejcculivos. La diiduría dcl c\ie»’p*< es insufici'i'te para reconocer ios vei'.enos por el • ibor, o j)ara ilar aviso anticiparlo de la inminencia de virus dañino, de JMmore.s cancerosos o de radiaeiones atómicas. Decir (jue \ui deseo es ciego, no es sino decir que un apelito es impei.itivo en «US demandas de satisfacción iimiediata. No prevé de por sí que esta puede conducir al dolor, al exceso, a la saciedad y hasta a la r«*pugiuinciu. No ve que puede rstar en conflicto con otra*» necesidades •ll (<*guera. aunque ésta no cs completa.^
V deseos.
Fl deseo, la fuerza que hay detrás de toda acción humana, se revela ■imo un n:'ic!co de necwidades orgánicas y síquicas indispensables, rodeaib» de lo que aprendemos a amar u odiar mediante la educación, mediante r ii-'tras facultades de imaginación y mediante más o menos al azar E« por lo tanto rlnro que al nivel humano. 10*1 deseos, ya sea dcl cuerpo o il<‘ la personalidad, no sc organizarán automáticamente dentro rlc la \ida liuona. No [>odemo$ confiar en el deseo para distinguir entre las nci'csidades realeos dcl intlividuo y sus necesidades “ sentidas’*. E«to nos Heva, por consiguiente, a la segimda etapa de nuestra búsqueda, o sea la de los principio’^ pí)T los que se controla y se organiza la fuerza motriz del deseo. Im educación y el principio apetitivo foinm más rl.^ra de dicho control se encuentra en el adiestramicnlo que cada niño recibe acerca de lo ((ue debe amar y lo que debe odiar. Platón. cM í.(i Hepública, reconoció esto tan claramente ((ue prescribió para la infancia y niñez de sus reyes filósofos, uu riguro-io períoilo de ncondicionamicnto que ios hiciera amar y odiar lo que sus mentores quisienu’ que an-aran y odiaran. Estableció también una censura de loda Ültraluta, drama y música, para que la población aduíta no pu'Hera con taminar fácilmente ese adiestramiento. Platón ha sido duramente criticado por ello. Imponer gustos y aver siones de adultos a niños indefensos, huele a simio autoritarismo. Des* .■\r¡st<ítelcj ob<''n--ó que algunos de nuestrot apc:itos tienen tcndcncia a obedecer el principio rartonal. 5 ('atuion The U'isdom of tke DoJy.
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EL irOMBIÍE, LA SOCIEDAD Y I.A i:sr.rKLA
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I \ i:STfU:CTlHA Y DINÁ:.flCA DE LA I'EKSONALID a I)
aíorUinnflnmi’ntc. nadie ha cncotilrailo una ahernativa razonable. Cada comuniilad Ucnc un conjunlo de actitudes, frustos y aversiones ya forma* das, que ini|>onc a la joven generaci«>n con mayor o menor éxili'». sin pensar mucho cji ello. l-!n cn.'ihjuier cultura, democrática o aulíM'r/itica, la imposición d<- normas de amor y odio es la regla y no la execpción. Si desechamos la riguroí-a y radical .«olución de l*laU'»n a esic proMe* ma, uo lo hacemos doaparcrer. solamente lo lurnnmu' a lo.< paendientes de ese amor. Aristóteles vio desde hace mu cho que la aproximación al medio, entre tales extremo^», na es una cues* tión de cálculo exacto. Sólo por experit iicia ])odemos reconocer cl mo mento preciso en que mi niño puede soportar una ligera íru^tración. No hay prinripio o fórnnda que pueda .'iu'.liluir a la exi>erieneia. Ksto sig nifica que los errores en la crianza del niño .^on inevitables y que los accidentes son ineludibles. Conviene reconocer estas limitaciones desde cl principin. en bien de padres e hijos por igual. Xuc.erjudicial. o benéfico. í.a protección contra la frustración y dolor innecesarios engendra en el niño un amor al padre, que fomenta la seguridad emocional: el desa rrollo dc SMS íacuUades engendra \ina sensación de iipliUul. Si se le dan estas dos ventajas, el niño comprende las actitudes de los ]»adres haci;i los valores dc la vida, cualesquiera que estos .sean, fil amaría lo que ellos amen, temerá lo que temaii y odiará lo que odien. Kn au?encia dc cslas actitin!e«, <‘l aprendizaje también se efectúa, y rápidamente, pero lo que el niño aprende es a tomar venganza en sus pariros o compañero?. Se convierte en un niño neurótico. Xo atañe a una filosofía dc la e»luraeión explicar lo.« detalles del cui dado Y adiestramicnlo Infantil. Sin embargo, debe tenerse en mente que, por numerosas que sean las precauciones tomada? por los padres, no será posible eliminar totalmente lo«; factores fortuitos que intervienen en oi desarrollo de una personalidad humana. Los padres sólo pueden ejercer
tii; liir.itadu control sobre la comunidad y los compañeros de juegos do hijos. Su justificación ]>ara imponer avbilrarianionie actitu<,l'*s a mjs li;¡<»s, debe provenir de la facultad que tengan para eriticar propia*» ti'iides a la luz dcl conocimiento y la razón, cosa qu<í sus hijos no j'iJL'deii haccr todavía. La educación dc loa nifv:.' cs, en el mejor «le ios . foi. (tn juego de azar: los padres só)o pueden hacer eso juego tan rarioítal como sea j>o.^ible. Esifi- di^ijosiciones simple.'-, espontáneas y uo razonabU;, del scntimien* lo. son la materia prima que la escuela y la creclenlc inlcligencia del niño r ]i-den Irans^formai, si las circunstancias smi propicias, e;i una comliicta i-uonadj y reflexiva. La escuela ya ha do.^cubj^rto que el conocimienlo \la exhoitación coi;siguon ]>oco cu ausencia dc esla 1nena materia prinja. Mionlja*^ la escuela paM? por alto este ho(-ho, continuará proniellendo lo iiue a menudo no puede cumplir: una reforma d il oar.'iclor. La impor* i.ij.-i' (JUC dan los modernos nwvlmienlo.< de la hii:V'nc nv’nlnl a la salud ‘ m«-.cionaÍ, cs efetliva, pero la insislencia en que e.4a es ln labor primor* din! dc ia cicucla, es m.ís dudow. escuela rara vez representa im :ii‘>go sicoh'isleo paia I - niños que t.-lán emocionnlmente ^ano.s y rara l.'i im remedio para los que no lo (>-lán. l,a responsabilidad de la •• vnmu la dc los jnulrts, es no frus.trar indebi-iiio ayudarlo a cargar la Impedimonl.t
A i .t o d k ie í in i in a c j ó n I
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p o r u n e o n ju a l o d c de>e<’5 q u e sí* o r i g in a n -n i;í • *>id.i
i>‘ ro qui* l e n n i u u n , ':racia'> a la m tju i i l a o ;;i> -.u n a e jó n , e n u n « ‘ i l\a
d e careii« í.:--
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■ n úu'.ti!». .sin nii {«ara -•'‘ i'L'. . la .'II i-.i qiii .' ‘niüa d.'. -ilii.ii ti’r • •'•.%i".« y :t>.¡ .ulos. I.'" i|. .m , 1 .-.I un,'; i-'i.. -.‘v ''h-fí';-s li .i-'rla t'V'-''‘a .! • -i'^e • • 4- r príncíp í ol V-. y •'
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EL
HOMBRE,
LA
SOCIEDAD
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E SCU F.LA
deseos fuera automáticamente salisfccho, yo tio sentiría el esfuer/o ni el obstáculo. No tendría ocasión de distinguirme de lo que me rodoa. Pero muy pronto tropezamos, en el proceso de desear, con cl hccho <Je que unos deseos se satisfacen y otros no. Tardo o temprano cntoniramos objetos que no podemos mo\er con la fuerza de que disponemos, ni siquie ra llorando a gritos y por largo licmpo. Esto señala el descubrimíetito <)‘;1 Otro, o de aquello que no puedo controlar. La personalidad y la frustración, si bien no son inseparables, no están en verdad muy lejos una de otra. Si no hubiera frustración de ningún deseo, ni siquiera la frustra ción de Ift tardanza» sería difícil concebir cómo pudieran couMero hay ei^Ttos hechos de la experiencia humana que necesitan ser explii ados, 6 U r.a in tc r c u n te exposición de este p rin c ip io , psiede cn co r.traric en cl tr.iiam ie n to q u e d a A as u b c l a la d e v a lu a c ió n dcl ego, en Jig o D e t n h p m e n i a n d i h t P^rfortaU iy DisordtTs, C a p S in e n b a r g o , c ito n o h a c ía leli'¿ a H u .tic , p u c i «observa que, “ X i pucd-^ corrcfcjr isiis cpit.ioncs anteriores, ni sé c ó m o h ac cr’as com patibles” . A T r f s t i -4 o f H u m a n S a tu r e , V o l. I I , p. 317.
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V para liac^rlo es necesaria alguna clase de teoría acerca del ser. Por f■je^^p)o. existe el hccho d<» que Ja e.vperiencía humana lienc cierta conlinuidad. a pesar de las lagunas que le son impuestas )>or el sueño y la inconsciencia. Entre los diarios cambios y avetiluras, el grueso de mi «‘Xj>er{cncia parece agruparse en lomo a un ntlclco, la que hoy se arre piente de haberla cometido y la que mañana volverá tal vez a cometerla. No sólo recuerdo lo que me ocurrió hacc una semana, sino que lo recuerdo romo experiencia mía y no de mí vecino.® V illiam James ^ opinó que osla continuidad podría ser explicada por encadenamiento o por una especie de empalmadura de una experiencia eon la que la sigue, de manera que en tni momento dado, eualesquier dos motivos de experiencia tendrían algo en común, líergson.^® creyen do que toda nuestra experiencia anterior se conserva de algún modo en el ]>resente, con''ibió al ser como algo que sólo puede eoptarsc en un acto de intuición. Podemoí? comprender estos hechos observando que cada ser humano es un individuo real, con un estilo de existencia peculiar a los seres. Pode mos llamar a este estilo su estructura formal, tsta estructura permanece igual mientras el individuo continúe vi\iendo. .4sí, él tiene cierta clase de cueq» con ciertas clases de órganos que mantienen la vida de ciertas maneras. Tiene también ciertos modos de sal>er, sentir, recordar c ima ginar. Estos pueden variar en diferentes hombres y, por tanlo, lo que '‘abemos, recordumos, imaginamos y sentimos, camlda de momento a mo mento. Pero la estructura no cambia mientras el individuo siga siendo tm hombre, Podemos llamar a esta estruclura la .sustancia o la naturaleza "«ustaiieial del hombre. Kl ser es también sustancial en este sentido. El «cr no e.s un trozo sóli
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El. ilrt.M R R i:,
SOCIEDAD Y LA KSCUÍI.\
IA
ESIRUCTUUV Y DIN A M ICA DE LA PERSONALIDAD
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' •■•mo si, en cl lenguaje de Arislólele**, cl alma nulritivn, ol mol«!o corpoTí), haya aMUnido cl m a n d o . H a y j)crsonas gravcmenfc cnfom .ií que sijíucn viviendo cuando la conciencia ha dc.«apaiccido, y hasta los módico? húhian de una voluntad de v í'ir que aparentenioiite no tiene nada que ver con los peníonucnlos dcl paciente acerca de la cuestión.
Ser. existir en esa forma particular que llamamos “ humana*’, es prov^'-'^ar nuestro yo, del [ircscnte real hacia un futuro inexistente pero no ohst.iu’c concebible. Es el yo como un símbolu.
Í7 Yo como realidad y como ¡>osibilidad.
Liegaiiv. alí' ia a otra etapa en el d?;cubr¡niM'nto del Yo v d»l Curo. Ya iicmos hecho notar qtte la frustrarlón cs •.) rcrorte de la personalidad. Tenemos roncirncia dol yo cuan'S qul«ioran que lo fni'ram»v. Y de u n golpe, lodo im<'stro -t tii-ne en .'ílta eMinia í-1 que [*f'ilnmos liberamos de la frustración. Al principio, la frustración dcl deseo «e con?idera mala porque o* do!oto«a. pero do?pués. cuando hemos llegado sal>er que algunos dfs*H» pr^duí’t'n dolor, no es lfl!:to lo (jue nos reiríamos contra la fnisira'-ión df'l deseo como contra la fru'-lra'.ión d'; la voluntad o la desaprobación de nu- nr.N pr^ÍT^ncia'. T'na preferencia no es meranvjile un deseo de hacor n tenor, es I stleeción de tal o cunl ol>jcto, a con^cuencia de la tencvi m, indecisión y deliberación. Y cv.ando 'tl''''ion;irnos «iempre cscogemi j 1.) mejor, h; acuerdo con las circunstancias y hasta donde nuestio stber .-^•an¿a. Ahora bien, si la persona siem)>íc esco(!e lo cpae conrüiií- como »>v*j(,r, cualquier cosa que frustra o impid? llevar a cabo la íelercicn. ic párete inah. F-^lo cs lo que entendemos por l¡l«?itad de albedrío; no cs h facultad de hac<-r cualquier coí-í que queramos o deseamos, sino la lib ri.id tU- ejuentar nu<*?lr.is deoisioncs deliberada*. Por lo tanto, c-i ii* bci tiid es cl piim<"t bien y avjucilio qn • la íínpido cs el primer mal. l ’na mti', ; q u i‘ t-1 ser? F.l ^.or i^s >u lii « itad. son f-u.> ])roye<*tn« .‘'^bidanií’M?! o-'.«.j;Ídos. íU elección de un phiu ¿v awión. Hasta dondr • m<* [UTirnta Cí4a libertad, sc inc deja ser; iia.-ta donde se me restrinja, M.* rcdu* uil .'jCt. Si prefiero ir-i^enic ro en \c/. de dc'Ctor y las circunslarK’ > me impiden lle\ar calio este proyctu». parte de mí ha siilo dfí-truida. Para con*’nuar como un ser, tcn^’co q»K- rchacemie en \m nu-'vo
En cuahjuicr momento, yo, como individuo real y verdadero, ?oy cl resultado de rni historia total. Todas ias co«as que he hecho, pensado, .«OMtido, recordadc, creído e imaginado, quedan registradas en mí. No como ocurrieron originainícnte. para ser fxacto, sino como eíecloa de e^as ocurrencias. L'na re-^puesta a la pregunta ‘'¿Q ué soy yo?” es “Tú eves lo qu*' has sido”. I'ero, t*n cada inMantí-. a lo largo de esa historia, yo estaba en tensión hncia cl siguiente jnornfnto. hacia el futuro, y lo mismo estaba cada cé lula de mi cuerpo. Kl organií*mo entero y cada una de sus partes cataba .¡atando, con.scií*ntcniente o no, do conservar su carácter, ejercer sus /arul tadrs y extend'.-r ?us efectos de niatiera de segurar su fifturo. Sin esta tensión hacia el futuro, difícilmonte jKídrlainos di'tinguír ios objeto^ ani mados de ios imnimados. io* vivo.s de los muertos.^.\sí, al nivrl d** la vida lujnianfl, en que no j=ólo ]K)dcmos vivir hacía el futuro sino también tener cor.eicnria de que Ío estamos haciendo, cl yo jiicde címsidexarse como constituido por sus {>osibiiitladcs concebible*. ¿Qué soy yo rtabnente? Quizá lo que verdadoriniu’ntc me exprese sca>t mis esperanzas y planes, lo que querría ser en ei siguienic momento fie mi lidu. Esta visión cs formao ha sido reacoinodado y coní<-r\Kdo .^imhtUicamonle *‘ii lus . ranra« y planes que leneo para una vida que tuda\ía no he vivido. A ía«í ■momt nto proyccte nú p.í^idc haci.i u»m j»:!¡'iiir-pi.T. j'eculiar u in«iividu.il nunera df ¿er, I j (|u.- uie l;i/' :?cr dccir qu^ soy "yo" y ;'.idie i;iós ■ 4 UC yo. Dbíérvcse qne el materia^ para mi proyección nc :ue oro.td* ;>ov • que I ?die inÁs podría oarme >‘ la |Hruliar proyoi’cion. t i pji ' iIf-menle lo que Sartre sig nift'i fuando habla de ntí corr.o mi pi V‘ c‘ • H D4 t2
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pn>yeeto. i l i ^mas HoLbcs t clocó al de.>eo de pa/. como medio para la propia í^ovserva' ióii, 4 .1 cl ])tinier lugar entre ins l« yes de la naUiralcza. Poro l« propia con‘}tTvaeión siísiníica r«.ahnente la oonseiTocióo del sor, y cl pt r no e-í «ó|o la vida que vivimos on cualquier níumenlo, sino la proyec* ri-'n de cllu como u'ia iK>s¡!>ilidad con respecto a nuestra tireferencia. os •iecjr. a nuestra libertad. De aquí que el primer clereclio del hombro la rdK'rtad. v que renunciar a cíte derecho oíjuivalga a ce^'ir de existii^ eom<' un -¡ct hamano, ICs un suicidio espiiitual. l n suicidio de esa !nd(^
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E L IIO M H R K , L\ SOCIKI>\D Y L\ K S C f K L s
no cs imjwsible, el luíbito hcclio rutina, la narcomanía o cl excesivo amor a la conformi(l,vl, son pasos que sc dan en esa «lirección. V puede haber cosa l«\ como tm asesínalo osj/irilual. Es )a destrucción del ser como creador de posibilidad. í>as tiranías modernas han comprendido que la destrucción de sus enenugos es dos veces más efectiva con ei asesitialo espiritual que con cl material. Kti resíimen: lan pronto como tenga conciencia de sí mismo y tan pronto como ¡nicda reílexionar y escoger, cada liombre dcl>c conifiderar su libertad de albedrío como un bien fundamental, y su frujtración como un mal. Podemos no convenir con él en cuanto a lo cjue escoge y podemos no concederle la liberlítd que anhela, pero esto no altera su derecho a esa libertad. Todo lo cual nos lleva a la conclusión r deseos sopesados y escogidos ¡Mr un ser ¡yensante, ¡xirte de cuya sustancia y esencia mismas son las posibilidades dc conterlirse eii lo que pueda imaginar. l.ib*'rtad de albedrío ?uj>ongamos qu<* un hciníbrc cs el hijo favorito de la fortuna, qiu? las circunslancias concurren de manera que sin esfuerzo de su parle le llega la riqueza, ln íama, la hermosura \ todo otro Vñen. Ciertamente sería envidiado jx>r twlos aquellos a quienes esos bienes los llegan iliflcilnientc o no les llegan del todo. Pero, ¿ju/^a cl beneficiarlo de lan generosa buena suerte «^u vida como buena? ¿Como agradable? Sí por cierto, aunque, no senlir nunca que lo que le ocurre es el resultado dc lo que él hace, ni poílor jamás lener mrrilo en alguna reali/ación, es simpleine?>le decir que él equivale a cero. Kl no cs tmda p<írque él no hace nada, es solamente un conduelo j>or el que pasan los hechos, sin <juc inlenle siquie ra afectar su corriente. ¿I*^ on verdad humana una vida así? En cambio, ha liabido vidas en las que las circunstancias parecían empeñadas en doslniir al individuo, y sin embargo, tal“s vidas han sido juzgadas como buenas, hasta por quienes las han sufrido. La vida dc Kpietoto. que fue esclavo, pudo no haber íido particularmente agradable; ciertamente la vida de Job no fue siempre alegre y la de Espinosa fue agobiada por el sufrimiento. Sin embargo, nítiguno de ellos ni de quienes los obscnaron, dudarían en juzgar qu , en cienos rospeclos, sus vidas
r.V E S T R U C T IR A Y D IN Á M IC A DK L A PK U S O N A L ID A D
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íui nm buoi:as. La clave de la solución en esle caso, es la misma que en el dcl favorito dc la fortuna, o sea la existencia de un ser, que i^or sus esfuerzos, dio aviso al mundo de que había uua parle de realidad que lomar on cuenta. ¿Ks posible la libertad? ¿Qué es ol ser que lanto deseamos mantener libre? ¿?on las ocluales definiciones y nociones de la libertad, congruen* los Y c o m p a tib le s ?
Recordemos que con llhcrlad de albedrío queremos decir n.\da más la libertaergistcn en retornar a nueslra coníicncia. Basándose en eslo. algunos niegan totalmente ia existencia de libertad on ol hombre. Argumentan que nuestras preferencias mismas son deter minadas por fuerzas sobre las que no tenemos dominio y que si sentimos que somoí? libres y que realmente estamos escogiendo, ese sentimiento se debe a nttoslra ignorancia do las; causas que nos liacen senlir así. Hay, alegarían, un dctcrminÍ5mo sicológico, fisiológico y lógico que decide |>or nosotios. Si hay un completo determinismo en la naturaleza y en el hombre, obviamej)le es de una índole que permite mucha variación, y si premuníamos cómo ocurren esas variaciones, encontramos que cl determinismo no es tan rígido o absoluto como algunas veces se cree. Si por determinismo ontendcmo;* que todo tiene tina cíiusa, Jiingún hambre racional lo negaría. \o p<-*dríamos explicar nada si este principio fuera falso. En canibio. si {Hir determinismo se entiende que toda nuestra experiencia es resultado do fuer/as físicas, por lo que nuestras preferencias son tan predetermina rlas como ol próximo eclipse solar, cuando menos un elemento de nuestra experiencia, o sea nuestra í.ioultad de siml>olizar no lo confirma. Observamos anteriorraenle en este capítulo que ios deseos se multípUcan porque los hombres pueden recordar e imaginar. Crcvcmente dicho, una experiencia deja algo de sí misma para futura referencia. Hace un» semana conocí a un hombre qxie me fue enteramente desagradable. No ho vuelto a verlo desde entonces, y sin embargo me rehusó a asistir a una fle.'íta en la que íc me dice que estará presente. Es claro que lo que cslá Ver -4 Motifrn Introduelion lo phihsophy, Cap. 5, de Edwardj y Pap.
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EL HOM nUi:, L V SOCIEDAD Y I A KSí;i'i:i.A
dirigif ndo mi acción lu» es la prcscncia física do c«'.* lK>n)(>ro. sino in.í« bien una espccic de experiencia prc^onlo rjue o r^'pr^>s^*n!^t al honíhrc y a lo qtie sentí hacc «na ícniana. Kn esc momento puedo com* binar c«te símliolo con Is'» imágcne-i que comcíIv) tic cn^'o^trarmo nn> ’anicnlc roM cl y , adopta una vida de siíiiificndo que sus anlcpa«;idos ncur.i* lee nn tenían. Kti resumen, !• ? «ímbolr^ pueden ser manipulados y com* binado?, lo que no piiede hacerse con aquellas cosas a que se refieren Ho que representar.». Pue»!.• ])en‘»ar en mía montaña de oro. en rl crímcti jy-rfeeto o en la mM)t* má* hella dol mnndo, sin necesidad de e?j>erar a que esas entidader- llrpuen a existir. IxM berhos innttym míos en otros jkto *io se significan recíprocamen te. Nf) s
I \ K¡iTUl.T l Uf
i.t; ioNC y un poeta escribe una descripción que lodos los niños y niñas tíf escuela tendrán que aprender de mf'moria. ;.Qué es entonces la lil eitad humana? Ks precis.imenh* esta posibi* lldid de variar nuc'lras reaccione» a las fuerzas que no controlamos, de rr'ar nn mundo de posif rel="nofollow">¡c^ reacciones, mediante la repn scTitación sim* !>ólica de los hechos, tela de nuestra memoria y de nuestra imap:Ína* r;ón ritA tejida con esos hilos, que se prcslan a muchos, muchos dibujos. ¿Por q;ié es que mi idra drl puente de nrf»oíclyn no lionc l.imaño ni r -'so propios? ;.Por que puetlo. ‘*n mi imagi?.;!'i-jn. desarmarlo en un •lí-ítantr? ¿Por qué p\i':d'j verme airojáiidomo de.s hechos materiales |>or la otra. Aquí hay una dualidad íunflamental entre dos órdenes de .H>r. fio.í'Mnos. como lr»s malerialislas. reducirlo lo'nen. ni podemos, como ios ide.ilislas, in«ii?tír en que >-:r r-. .‘r rono<” ilo^ \ que ••'r conocido es tener la clase dr •»er que mía 0 un •*í .^>Ik '1o tiene. Po
sr*nl. >iiu medusa, el color an-uillo o Ja rclaci<‘'n ‘‘más fjramlc »on r.! -*i:no de cHo* d« o arerca de ninguna c o » Son -'n»* clloi nii«'‘-:Oi. P. \ma Para ser exactot. '•I concepto de la medusa es de o acftca d<* r lh , miuna no e« de .= acerca de niju-unn otra coía.l?
Ni los con*'cpl*»s. ni Vas ideas, ni siqtiiera las ¡másícnc's existen como las cosas maleri.il* =. (>bran -n miestros arlo? de saKer y jx-nKar para referirnos a coscts rcalr- o uuos a olios. Copoedirndo que «n o n>> ííene nr.da que decir accroa de íe n tir ham b re o no 'la s células y la q u ím ic a >lel cuerpo se encarcan de cll«’'', no hay dos hombres qu e sati*ifa"an el ham bre d r la m ism a m anera. a«{ í'^m o no duermen n i bii^.MM .'•u® ¡'arejas .sexuales ili l m i*m o m odo. P m d o uno iinaainarse que com'* x-acando cl alim ento de u n a lata, o f p u n restaurante costoso o In.'-ta que om ile lotalincnte comer.
Xo p’.ii'd*' uno di jar de procurar )a se"urida o estar scsniro de que ese amor no se perderá. Pem no hay dos homhr-- qur l.i procuren de la misma manera, lo cual es la dcsc'iperaciór r«r muere de ftío en ella, otro aprovecha la oportunida«l para leer sin iiiterru|X'ión, un tercero liace una fortuna con las m.áquinas ha* 55 IIcnr>' B. Vcatrh. ’P >r una T-ógif* Realista’'. Tht Utturn lo ^Vild. ed., p. 180.
John
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íiir^oliración es el acto cwnc:al de la mente, y que la mer.tc ajimila
: que lü <;uo Cí—únjnenic se llama pensamiento... En caf’a mente r:ay enomie pro%iiión de ^*tn> niatejial simbólico, qi;c K il'dica .•» diferemc» o que q u i z á n o k u sa p a r a n a d a , u n f o n d o d e r c K r v a d e c o n c e p to s, ’jii ‘ •pe>-.ivít d e riqtieia incistal.^* 1'
I..' fo rm a en q u e <:sos dos ó rd e n e s de srr lle g a n a ju n ta r s e e n el cono* ; ij,. i i i ! '’. e« un p ro b le m a lécríico
t|r
iij ,-rnos en este p u n to (v e r c ;ip ílu lo 5). Que se ju n te n e.s s in eoiV ' he cho de im p '> rla n c ia v ita l p a r a la e s t iu t lu r a ue b |»er:ionalidad. mediante una i.Mnipulación tic .ímbolos llamada “pcr.samienlo científico” como rl iiombie ba podido concebirse roniy niá.s que anima!, como de origen divino, o como ur a fuonle de* Ixuulad. ¡unor y l*cllcza. Y medinnle la manipulación de símbolos ha exfoliado sus deseos en una muliitud de ant«ji>s y capricho.*. H.» concebido ha.«ta máquinas terrible* nicnt'* deslruclor.is j»ara aumentar .'U i'jfelicidad, a.'ii romo temores y a^.M^^tlades i>arn nublar sus horas de sueño o de vigilLi. .\sí pues, dich» • jrosibiHdades sind>ólitas son U materia prima para la cK« ' ión y drrifión: algun;is posibilidailrs son mojorrs que otras, p'jru la clase de libertad de que i'mos estado hablando es anterior a ambas. La iiberUd de pulabta. de empresa, do gubierno autónomo y de religión, son
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Rei'r<4vicido con per de los editores, de P! iío:<'phy in a Seu- Kty, úc Siiiannc K. Lanjier. p. 1! Cambridge. Mas».: Imprenta de la Universidad de Harvard. Dcrr-vlios lejcrvieus en 1942 y 19ÍI [M cl prcsidenic y jnicíulros del (Colegio Harvard.
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E L IIO M H RR, LA SOCIEDAD V L A ESCUE l B
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C S fK U C T l.'riA Y DINÁM ICA PK L A I’ KKSONAI.JPAD
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justamente aprecióla», no porque siempie originen iinenos actos o dccisiCnes, sino porque sin lilícrlad se restringe la creoción y dislribución do las posibilidades de cualquier clase. Cada hombre cs un fabricante pcitcn< cial de )K)SÍbílldarí. restringirlo es limitar la ]>os)b¡lidad» cs encoger al ser] líumano.*^
orquc están de acuerdo con osa estructura y otras podrán funcionar por la razón contraria. Ciorlos comportamientos inducirán a la jialud física y otro» no. Ciertos compoítamienlos nos harán 'rllces y oíros no. Ciertas organizaciones sociales pron nuestra gnía para preferir o rcchacomo la posibilidad de que haya posibilidades, supongo que la buena libertad es aquella que seleccione las alternativas “'realemnle buenas” u x nueslros sueños, deseos y visiones. Uesulla un tanto paradójico que para cl pensamiento y la acción. Ks posible, por ejemplo, alimentarse tuanlo más nos sujetemos a esas discij>linas. mayor será nuestra verdadera mendÍHando, rebuscando en los depósitos de basura o trabajando. Si cl lilierlad. Pero esos yugos, guías o carriles, nunca pueden ser impuestos traba], es la mejor posibilidad, debe serio porque alimenta más constante l"ir un iiombre a olro; o sc les acepta libremente o no se les acepta de Y seguramente que ias otras alternativas, porque a la larga produce menos ningún modo. frustraciones que ellas. Do acuerdo con el mismo razonamiento, juzga •Al revisar sus objetivos, el educador coloca la libertad o autodelermiríamos que el riesgo artificial es una posibilidad “ mejor” que el sacrificio j Wtión en los primeros lugares de su lista, l’ero después de analizar el de uu cordero a los dioses de la lluvia. •isfiiíioado y naturaleza de la llbfrtad. conjpíende que s<- necesitan do? Por lo lanío, |)odemos distinguir enlre la Uberiad natural que cs sim ■l.ises un lanío distintas de eilucación para fomentar la libertad que plemente la multiplicación de cosas posibles (por cualquier medio, la lii'nios llamado natural y la qiu? consideramos reflexiva. ciencia, cl capricho, el deseo o el ensueño), y la libertad reflexiva, que mide ci valor de las posibilidades en lo que respecta a sus consecuencias Eduración para la Uberiad natural para la vida buena como un todo. l.a primera es condición previa de la última, pero ésta es la que debe cultivarse en beneficio de aquélla. De La capaeldnil pai* i-tiiender síjnliolos es esencial para la libertad naaquí que podamos decir <jue lodo homi>re tiene el derecho natura! de pen torción con las alt'.Tnativas d«' sar como quiera y tal vez de decir lo que quiera, pero que deberia pensar rieeción que pueda concebir. ¿Cónjo puede fomentarse esta facilidad y decir aqtieilo que. tras de haber reflexionado, crea que es cierto y va lie eoncejwión simbólica mediante la educación? lioso. Cuanto más restringimos esle derecho natural, menos son las posibi lidades de enlre las cuales podemos escoger en nuestra libertad reflexiva. L Tenemos <(ue aprender lo ([ue son esos símbyb>s. A medida c(ue el Podemos ver ya que la verdadera libertad consisto un la elección y niño crcce. las cosas se van ligando a sus n-spectivos nombres. E. del IcnI.^s posibilidades, efímeras como son, obtienen su sustancia de la f¡uajc adecuado para expresar ligeros cambios de significación son adqui estructura de un mundo que uo cs efímero. Ciertas combinaciones de ridos, y rara vez sin osfuerzo c instrucción. E» quÍ7^ a csla íacuhad creadora a la que Gardiier Murphy se refiere romo la torcera naturaleza huir.ana, siendo la primera su estmctura biológica, y la segunda su coberUira cultural. (Hum an Potentialitia.)
John W ü d ‘ ’T ffr.d c n c w : el Campo O n tü l^ ic o de ¡a f.tica” , The J'^urnal «•/ Philoíoph}, X I .Í X : 14. 3 d ^ julio de 1952, p. 473.
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KSTRCCTCIU Y DINAMICA DE LA PERSONALIDAD
EL HOMBKK, L\ SOCIKDAD Y LV ESCUEI
q u e o c u r r e c o n lo s síitiIkíIo» )¡n g ¡iís i¡c o s e s n iá a e v id e n te a ú n f n
1 ,0
n i.'ilc ria d e f^íinUolos n in le n iá lic o s . A q u í c l < \c sa rro llo a u lo m á li c o i*k n i u j |> cíjucño y la i r s l r u c c i ó n iiU''a
Kxi'ton latnl»icn los síinholus iiJados en las bellas arleí. í^ s mo\iinicr»^ tos do la fbn/a son ui>a e^pi’cie de .•‘Íniholoí!. c igualmente lo son la« notA» muslcaloo. los ad' nianes «iramático?, los colores y Ins líneas. I.a bandera, ln láividu do una Uiniba» cl jardíti bien cuidado v los uniforme.' del \v> liria y la enfermera son símbolos, todos ellos, de aclividades o \aluroí corrientes en una sociedair :';la última clase tic símbolos, n«> «re debe a que soan mei'o* útiles para la vitla sino solamente a f|Uc son aprendidos con bastante fí*i» liílad. sin iii>tiucción formal. IVro sin un esfuerzo intensivo y delibera«k>, ci niño bien |iUrde )>crmanccer relativamente ignorante de la mayoría cl^ Jot :i«:tema5 de símbolos. 2. Sin emUatí^. la sola inoiUdar>o«ícÍ<^n para \i*ar esta habilidad en la prod ie«, ci»>n de nuevas combinaciones. Afortiniadamente el niño pe«jiu-ño ti-ha dote* v avidez a c?te respecto, en gran parte ]>orquc no ha «iilo variado todavír. fn ríjjidos molde* de coniportainienlo por ¡“Us m ayrr:'. No ribj Innle. < <^poutaneidad qui-da prov.to sujeta a presione’- dol h.Vi.ii^ y la co.*tumí're. poi lo que para
T o -u m en . |) o r lo q o e r e s p e c ta a la l i b e r t a d
n a t u r a l , el i d u c » i - i
a* i l- r.i y a n ijih '.i e l c o n o c im ie n to d e l o i sim b o io .s p o r m e d io d e la c i l u r í , c ió n , y f o m e n ta l a f a c u l ta d c r e a t i v a d e l n iñ o , d á n d o le a b u n d a n l r s o p o p t u n id a d c s d e c je r c e r l a . P o r d i-íffra c ia , Ia l i b e r t a d n a t u r a l e n s í c« n n lu jo d« l a i n f a n c ia .
\y
i m j w r l a m u c h o lo q u e e l n i ñ o i m a g i n a , su-'-ña o p h n ie a . p o rí(u e .su a / - 1 Tn e u ia d a
y .'. v g u r a d a p o r s u s niH yore>.
I..i» e o n s c c u e n c ia s d c p í .n ; '^
d c f c a b r l l a d a s y lie d e s ro p i n c o n v e n ie n tf s. n o r e c a e n jir a v e m e n tc s o b r í é o « o b re U s o c ie d a d .
Sit'. embarso. ciiando sc retira esa protección, como tarde o tcmpiar»¿ tiet •' que fí'r. lo imjv>riaiite no es ya tener una ric|uo«:ri de merns j*osibiú dalles, sino Ss^bír seleccionar, dc entre í‘>a riqne/n. las posibilidades rra Icr^. lía IN'i'.'kdu «.-I momcíito de la imajíinación en bíer. de la activid i
■./*frtc/rn para la libertad tcfUxiva
Para una inf'ianacíón m is con:pJeta s -bte obras anauda^ a contin;;3ción, «i.n-'lítese la bil rel="nofollow">!’c^rr.ií& generalírubacher, Ü clecif Phii'.-sofh) c f HducMitn, Tenia 27. ■ , U-’rfírj. I'l:ih-.t0phi<s of Fid ícuiion. Cap. 9.
Ihwcy,
Kduí'^tL.n, Caps. I i , 19, 23.
I\,iett. .VÍsA»'tf» V u lu t», pp. I8á-I99,
<- . .•■, Th/ rij} ■'/
R esum en
En 05tc capítulo hemos examinado Ires cla^^s de valores: cconcmic de In salud y de la recreación. Con respecto a cada imo de eilo5, indaga lo relativo a sus fases intrínseca e instnimental, a sus relaciones con olia zonas de valor y a los problemas qije presentan a la escuela. Con respecto a cada zona, vimos tjue hay un elemí*nto dt* conociniien to o habilidad que puede ser enseriado, y encontramos que la educaciónl general proporciona el conocimi-nto y comprensión reqftyridos. Oliser» vamos que, en cambio, la educación formal liene gran dificultad para dar' las oportundíades de formar y perfeccionar algunos oíros hábitos que se requieren para la consecución de esos valore?. Finalmente, con respecto a cada clase de valor, inleníamos esbozar o indicar una perspectiva desde la que pudieran verse sus relaciones con oíros valores v con la vida buena.
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I N V E S T IO A C IÓ N
1. Obtenga ejemplarcí de una domínjcal del S t u IVrH; Times o de a!sún Otro gran periódico metropolitana o ejemplares de re\*iitas semanarias tale» como T im t o Seivstvfek. Lea la» «cccionei mercantiles y financierai. ¿Cuán-1 t'} puede usted entender de ellas? ¿Con qué frecuencia lee usted esa clase de matrrial? 2. ¿Q ué piensa usted del argumento presentado sobre la prudencia dcl consumidor? Puede usted demostrar la ct>nvenicRCÍa de crear un c»irso espei;ial de educación del consumidor? ¿Q u é forma se le daría? 3. Organice uii debate o discusión en corrillo sobre alguna crntroversi» económica actual. Analice cuidadosamente los tesuhadoi educativos que deru'en de ella. Si no hay ninguno, ¿por qué? 4. Analice su propia perspectiva con respecto a l-i$ valores económicos, de la salud y recreativos. 5. Lea la biografía de algún norteamericano notable y vea si puede ex tractar el cuadro de valores del hombre.
Huizinga, Ilotno L u d r’^t. A Study of lite Play-Klement in Cultute. ■{ocierlaU .loJjn Pfv\<*y. Q uintv Anuario, Educcti’^n in the United Síatetj Cap y passiin. ' ' jjian & Witty, Pr,(hology cf PLy A cliiU ití, passim. I’itrick. T ht Viy'11. Fducntion and the .^fcdertt Wvrld, Caps. 10, 11. 13. \i.llen. Theory of th* Ltisurt C ’>3ss, Cap. 14.
mpituio
8 Los valores de asociación
(Uksde e l PiU M rft ALIENTO hcsla el último suspiro , los hombres pauscamos lo que los sicólogos llaman “seguridad emocional” , o sea la seguridad de que K>mos amados por nosotros mismos, como persona», y no meramente por I i que damos a otros. Es la claái^ de aféelo que demandamos en nu:*^lra infancia y que tememos perder más tardi*. en la vida (ver capítulo 3). L í umi$>tad, el amor paternal, el romúnlico y el mavita), son especies de este tipo general de asociación. 2. Asociaciones de posición. Nos afiliamos, o a veces nos encontra mos en agrupaciones que dan prestigio a sus miembros. Pertenecer no sólo & círculos sociales selectos, sitio también a ciertas clnse.s soci«]e$, razas, vecindarios y sociedades, proporciona grados variables de j)Osíción V prestigio. 3. Asociacioncs funcionales. Algunas asociaciones se forman para alcanzar ciertas molas. En unas de ellas, .«limplemenlc nacrmos, v. gr., la familia y el clan. En otras ingresamos delíbera
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\ a O K E S D£ VALORES
I;N l a
EN fPK K SA
ASOCIACIO N
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liija df] patrono, y jütjorar su posición y pcrsppcíivas económicas caí . dofe con cila.* Sin embargo, cciuicne di¡itli);'uir entre tila?, -j^oniuc uÉ asociación j)ucde producir ima ciase d<* valor y no ncce&ariamfntc otros. El matrimonio puede liaccr adelantar nuestros planes econóniirt o puedft no hacerlo así. Pertenecer al club canipesstn* piu-de liarnos pi tigio, pero puede laminen ser un eslorbo j>ara conservar las nmií-taí de la infancia y las ajociacíont-s económicas que son iticompaíiblcs los clubs campe-stres. .\dcmns, cada lipo de asociación demanda algo diferente de nosoli y de la educarión. Lo que sc necesita para ser un buen padre, un bue marido o un buen amiso, puede no s#ír precisamente lo que se requicí para ser un buen miembro de ln logia, del partido o del club de “1 400 . Puedo resultar que la labor de la educación difiera según ia clí de papel y la clase de asociación que ten{jamos en mente. Otra razón para hacer estas distinciones, e$ que cuando m»Mioa alpi ñas de nuestras dificultades sc explican mediante la teoría de qu? U papeles que nos toca desempeñar en diversas asociaciones, se contrapone La dulzura dcl amunte es casi carente de valor en im de|)atc políti, enérgico conductor de hombres i)uode .ser el más inepto de los padrt Cuando usamos la amistad para lograr ima ])Osición, igualmente d« truimos la amistad, y cuando dejamos que la amistad influya en mientra actividades de negocio.^, podemos perder los negocios. El hombre educado se señala porque no confunde los múltiples pape l, que tiene que desempenar en las asociaciones liumanas, y es señ.nl de unaj vida artística el quo esos papeles i-i^téu en armonía. Pero la armonía no! cs una mescolanza, es un ordenamiento ríe elementos on un cuadro de’ valores. Es una cuestión de per.«peotlva, pero si los olomcntos no están^ diferenciados, no hay nada que ordenar; tenemos una nu-scolaiiza en vez de unti pauta. Los valores realizados en las asociaciones humanas difieren tambi<.n en cuanto al n iv d on que los realizamos. Amistad es el nombre de una' serie do sentimientos que van desdo el valudo o camlWo ocasional de palabras, hasta la pasión casi sobrehumana que Montaigne tenía en mcnte.^ Una asociación funciona! puede variar des
I «las variacior*-? dan a ia vida individual su calidad única. T'xloá ■^iirtKTcmos a los tres tip<*s de asociaciones; io que dií^tinguc a cada uno llf ti"Miiros es la forma precisa que asume nuestra participación en ellas, f jo matices de sentimiento que la acompañan.
tÍELAClONtS AFIXTIVAS
Km presencia de nuestros padres no nos sentimos como ante nuestro |i«i Y en ninguno de los dos rasos la senseción es igual a la tpie tenemos HMhdo estamos en compañía de un viejo y querido amigo. )' :i cuanto al •iiixr lomántico. Ir. teorí.i general es que nada hay que se le compare y . además, no bay dos casos de dicho amor que sean comparables.
4*t*fctos intriwcco y de instruntenío I,a calidad inmediata de estas sensaciones es tal vez única y tal vez no. I m primer lugar, como yo nunca puedo sentir lo que usted siente, no hay ♦n.iiicra de comparar directamente io que ambos sentimos. En segundo Inif.ir, una sensación no puede ser extraída dcl interior de una persona fira inspeccionarla. Consecuentemente, no podemos darle un nombre que iiri-a significado preciso. Si pudiéramos ser tan precisos con respecto a • loira vida emocional, como lo somos acerca dcl mundo material, los j -Tta?, novelistas y artistas quedarían sin qué hacer. Sin embargo, esas sensaciones no pueden completamenle diferentes, j -iijuc cuando digo que estoy enojado, indignado o complacido, sc me (.ui'de entender, aui.que la calidad peculiar de mi enojo o indignación j hula no ser compartida por nadie máf. Esto significa ((ue siempre que Lil«lcmos de los valores derivados de las asociaciones Immanas, seremos ■ ■<mpn»ndidos, pero que 1a comprensión se limitará a la aproximada idcnti( ación, por parte de quien habla y quien escacha, de una clase de sentíi‘i’'‘nlos, como amor, odio, ira y devoción. En su f.is*í intrínseca, los \alores afectivos positivos sc sienten como »nliosos por fcí mism(>s. Nuestro amor por un recién nacido es lo que lia reflexión de que tal amor puede echarlo a perder, o de qu« es un síntoma de egoísmo paternal, es co¿a distinta y puede producir un ■■•iitimiento <(iforente. En cambio, el odio de nue.stros semejantes, su rrucldad recíproca, se sienten inmediatamente como un mal; ln relación -itre el verdugo oficial y el scnleciado a mucrlc, no causa placer a nadie, |or justifi
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EJECUTI
¿Puede L 1‘ducación ampliar el cain|x rel="nofollow"> de lal sensación cualitativa i inodiaia en ci alumno? En la vida ordinaria, la calidad de la$ $c)isacio expcrinjicnladas es su&ceptible de nianlencn>e también en un término i dio, l'.a<-ta que iaij circunstancias nos arrojan a proíundidudc!» que nu pencábamos explorar. Así, la niayoría de las nndres aman a sus hijos, po si un niño es secuestrado o sc pierde por vatrios días, la calidad del amor la madre so Irunsíorma hasta lal punto, que ya no podrá compararse amor maternal orilinario. Kn otras palabras, las relaciones humanas son infinitamente variaU en sutileza y complejidad, y con cada variación se modifica la calid de! scntiinicnJo. Seriamos pocos los que qusjéramos pasar por esas vari ciones, y sin embargo, la vida se vuelve superficial a menos que podan contemplar y experimentar scntimienlus de amistad, amor y afecto fam liar, en niveles que sobrepasen al ordinario o rutinario. Por lo lant la manera de hacer que el alumno pueda ampliar cl campo de las ikjsí lidadfs de valor sustiuui\ámenle, es problema de educación en los valor sociales. El que los valores afectivos nos ayuden a realizar otros valores, ».a no requerir demostración y uo daremos ninguna. No obstante, debe o í-ervarse que en las relaciones afectivas tendemos a rcpiídiur el asj>ccl insirumental. Los amigos, por ejemplo, son útiles as: como salisfaciori y un buen amigo se ofrece generosamente a servirnos, jwro 6Í sospeclian que se ofreció para lograr algún l>eneficio, la amistad muere, por herí mosa que sea. Hombres y nnijcres sc casan a menudo para oblener be fÍcio.s económicos mutuos, pero tanto ellos como ellas resentirían que s les protestara amor, como un medio para obtener tales l>cneí¡cios. Por consiguiente, los valores Instrumentales de las relaciones afectiv deben mantenerse siempre subortiinados a su calidad intrínseca o n perílurarán muclio. Al propio tiempo, si las relaciones afectivas }>one en peligro otros valores, pueden perecer. Así, si el amor romántico causj I>obreza o pérdida de posición y amigos, puede salir volando por I venlana. Concedido todo esto, la poderosa calidad inslruinental de la« relaciones afectivas sc demuestra en el simple hecb.o de que sin amigos, sin amor y sin afectos familiare?, todos los demás valores se desprecian. Lo que los hombres hacen por amor, no lo harían por ninguna otra cosa. La amiilad no puede ser excluida por completo de las cuc-stionc^ de dinero, de las carreras y ha«ta de los asuntos de eslado. l'n o de los objetivos usuales de lu asistencia al eolepio, es adquirir amistades útiles. Raro es cl hornbr que, en igualdad de circunstancias, no dé empleo a un amigo en vez de a un extraño, y niás raro todavía es aquel qnc pueda dejar de tomar en cuenta la amislad, al decidir si las circunstancias son realmente iguales.
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l-i\ relaciones afcr y la familia? Es difícil estar seguro de si esa incapaddrui esté creciendo realmenlc o si los medios de descubrirla están mejorindo, pero la búsqueda del amor es indudablemenlc la gran cueslión de }ir «tro-» tiempos. Podemos clasificar los factores que se interi>onen a la satisfacción de In relaciones afectivas, en tres grupos: 1. Desajuste emocional que se origina en la primera infancia, o in* ‘ íd«*ntcs traumáticos excepcionales, es decir, personas con marcadas ten* ■lencias neuróticas. 2. Falla de conocimientos o habilidad, v.gr., un niño o niña que no sabe • ^lirse o hablar como lo hacen otros adolescentes, o personas tan ignorantes la sicología de las relaciones humanas, que pierden amigos y alejan I la gente. Aquí podemos incluir también la falta de aulocomprensión. 3. Kaclores que podemos llamar “ circunstanciales”, v.gr., una posi.¡ón económica muy baja, demandas extraordinarias de tiempo o dinero, romo las de parientes polílicos indigentes, o las causadas por enfermedades graves y prolongadas. Si $e pregunta cuál es cl papel de la escuela en las relaciones personales iiliííactorias, la respuesta no es sencilla. Se aclara cuando los factores que ilifiuullan esas relaciones son examinados. 1. Tomemos los factores debidos a desajustes emocional.^ Es di* íícil ver qué puede hacer una escuela para curar tendencias neuróticas profundamente arraigadas, excepto diagnosticar la necesidad de curarlas. Pero cuando menos eso es lo que debe hacer. 2. Cuando las relaciones afectivas son impedidas por falla de confianza «11 sí mismo, debida a carencia de conocimientos, habilidad y éxito, la situación es enteramente dislinta, tanto teórica como prácticamente.^ Si recordamos que los rasgos más generales de la vida buena son la nulodeterminación, autorrealización y autointegración, se ve con mayor 3 Para una apreciación de lo m iifho que eiioj pueden interv'enir, ver, por rjtniplo, I.tarning Tkeory and Personaiily Dynamus, Cap. 21, de Mowrer. * Así, Mowrer tibser.'a: "Ade,uirir o tener temor depende, según parece, lie un principio de aprendizaje, v.gr., cl de la preparación; y la disminución del lemor prepara cl campo para la segunda forma de aprendizaje, o sea la que re talla dcl íortalcrimicnlo d d comportamiento manifiesto en la solución de probleir.as” . Ohra cit.\da, neta al calce de Ja p 587, citada con permiso de The Ronald I ress Company.
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VALOIIKS
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claridad cómo puede contribuir la escuela a esa facultad de idcnlificr,‘ i t?n necesnria para cl éxito en cl amor, la amistad y la vida familiar. A medida que los hábitos de adquirir y usar el con«x*imicnto se pi|i fcccionaii, el margen de libertad del alunmn se amplía, y con ello. cr»-i« también su confianza y sus sensaciones de fuerza c idoneidad. Siente «JM ha triunfado en proporción con sus facultades y que merece el amor y || estimación de sus semejantes, así como el sityo propio. Puede identifica con el Olro, porque tiene algo de sí mismo que dar, y sabe que lo que de sí mismo es necesitado por el Olro. Sin aulodeterminación y nulor lización, no podemos darno? a otros porque no nos tenemos para dar Aquél que no es amo de sí mismo, es un mal amigo, un amante inconata y un padre inadecuado. Pero la libertad y la autorrcalización imid significan el dominio de sí mismo, el racional dominio de sí mismo hombre bueno. Si no podemos darnos cuando no somos libres ni nos heiAai realizado, tampoco podemos dar nada de nosotros mismos cuando el n f está rasgado y dividido por deseos y lealtades en conflicto, esto e.s, cuanÁ no cstamo? integrados. ^
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I lile, y ni unos ni otros tienen los conocimientos o experiencia del ijcro orientador (ver capítulo 13). »
alumnos como personas
ir.en puede ser que la mayor contribución de la escuela al éxito de los '■itmios en las asociaciones afectivas, se logre 1) tratando a cada uno il' rllos como una personalidad válida, y 2) ajustando las demandas de la Uiwr de aprendizaje a lo que razonablemente pueda esperarse de su i|iacidad. Ks relativamente fácil que un alumno se convierta en un simple númer* rn los registros de una gran escuela. Si sus realizaciones son dignas •W notarse, para hien o para mal, será notado; peio aunque esto pueda •Irnlar el sentimiento de verdadera o falsa idoneidad, no satisface la nccsidad de ser valuado por él mismo, independientemente de sus reali-u iones, que es lo que la seguridad emocional implica.^ Aunque la escuela no puede sustituir al amor de los padres, no necesita Por lo tanto, la educación general tiene mucho que ofrecer a los valiJ .l>truir la seguridad que esc amor ha engendrado; y aun puede contrarresres de las reali¿aciones personales, pero más mediante los efectos del p!«| Ur en cierto grado cl descuido de los padres a este respecto. Pero a más total de estudios sobre autodeterminación. autorrf*alizacÍón y autoinlepr^ ---• lodo lo dicho, aún subsiste el problema de cómo puede un maestro o i.iia escuela manifestar una auténtica preocupación por cada uno de sus ción, que por medio de uno o varios cursos específicos. 3. Algunos desajustes afectivos se deben a la extrema tensión a (|U| ■lumnos cuando éstos son muy numerosos. Cada ingenioso artificio empleado para asegurar esa preocupación, es se encuentran sujetos los individuos. A un estudiante que tiene que trab»« minado por e! hecho de que se le reconoce como lo que es: un artificio. jar duramente y por largas horas para continuar en la escuela, le qued^l Tampoco es posible, al seleccionar el personal docente, estar seguro de que vedados los caminos hacia las amistades. pobreza puede amargarlm lada maestro se preocupará realmente por los individuos, especialmente Las condicioncs en el hogar pueden ser lo bastante malas para etiM^mbtrH |M»r los mediocres y los revoltosos. cer toda relación personal. Al nivel elemental, esle factor comúnmente llamado “amor a los niños”, Pero los desajustes circunstanciales son tan \ariados, que solamente U i's considerado como indispensable para el maestro. En realidad, algunos orientación individual puede s>ervir de mucho. Ks por esto que tal orien* piensan que este factor es tan importante, que están dispuestos a sacrificar tación resulta indispensable en el programa c&colar. Kl conocimit-nlo 1,1 compelencia intelectual, en su favor. No hay para qué decir que sería trata siempre de lo general. Las circunstancias son particulares Coi magnífico que el maestro de instrucción elemental los tuviera amhos, pero frecuencia, bs conexiones entre ambas cosas no son evidentes, al me »i hay que conformarse con uno o con el otro, sería difícil no preferir el para el alumno. siquiera las discusiones en corrillo descubrirán .«Kn> "amor a los niños”. pre qué alternativa me queda en m i predicamento. Así como el conocí* Al nivel de la instrucción secundaria es más difícil garantizar la miento no siempre se adquiere resolviendo problemas particulares, tampofi preocupación por cada alumno en lo personal. Kn primer lugar, porque t.% en sí, un« prescripción automática de lo que se debe hacer en uní i-s más difícil amar a los adolescentes que a los pequcñuelos. cuyas travesituación determinada. ‘^uras pueden ser más fácilmente perdonadas. En scgimdo, ^ r q u e los virtud de un buen programa de orientación está en que se intcrcil maestros de instrucción secundaria tienen que preocuparse más directa* por el alumno como individuo, sin involucrarse en su problema pcrsonW como estudiante. Tal combinación es difícil de encontrar. omigO# y competcncia, hecha por J. S. 5 Sieviiendn la distinción entre M^uridarl Plant, en Pfrscrttlity and tht Culture taliern. y parientes están demasiado interesados, los extraños no lo están «uficiciv
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VALOKES EN LA EMPllESA EJKCI TI t
mente por las materiaij de estudio, y finalmente, porque las neccsiJAiliB afectivas de los adoluj^ccntes 6on mucho más complejas quu las de los díiV4 de la e‘n respecto a tos desajustes circunstanciales, ol consejero orien tador es el instrumento que usa la escuela para mostrar su ínteres. 2. La escuela está obligada a ayudar a cada individuo a rivalizar }h4 potencialidades, no la.s dr la clase. Esto significa, ipso fado, que iient qiM preocuparse por los seres o individuos. Sin embargo, la preocupación nc cs una iclación de cariño entre mjveslro y alumno. Por lo contrario, U escuela demanda que el alumno se mantega a! nivel de sus ])ot
esto no va en apoyo dcl principio de que ningún alum» cl trabajo escolar, o de qi:e nunca debe estar en comp.Nadie, y menos que nadie el alumno, se deja re
Seguridad mediarUe confianza verdadera seguridad emocional ?e confirma cuando ol alumno com prende que la larca que le lía sido asignada, no está por encima de sus facultades. Si los mac.stros se toman la molestia de asignar la capacidad de aprender del alumno, ajustando las deinandas del aptcndizajc n un nivel que no sobrepase esa capacidad, el íraca«o no es inevitable y el . <{¡10 es aulfntico. No es necesario citar muchos cas(*íj en los que el esfiicrüo y la perseverancia van seguidos del éxito, p a n convencer al alumno de que, el esfuerzo y la per.Mstcncia resultarán en el éxito en el futuro, y esta también una forma de seguridad emocional. 6 \'er Th* Psychology of Tíachinn de Woodruff, Cap. 27.
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a s o c ía c io n
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Tampoco ni.*ccs¡la el éxito así inducido, ser tan enteramente relatíNo al •lividuo, que resulte espurio cuando se le compara con el de los otros ' 'libros de la clase. Afortunadamente, la distribución dcl talento entre individuos es bastante
ASOCIACION DE POSICIÓN
La cle\/:da posición entre nucí»lros semejantes es uno de los valores sociales más atractivos. Cuando la posición es una recompensa por lo realizado. j>rueba al individuo que puede juítificar debidamente la estimai ión en que fc licnc a sí mismo. Esto es eminentemente satisfacíorio, tanto así, que poilemos decir que el deseo de tal cftimacíón es un motivo casi univcr.-ial. í.rí/o y fracaso en lograr una posición Las medalla» otorgadas por heroísmo, los preñaos ganados p«or proezas en cupiquier campo y la admisión a sociedades honoríficas, son símlwlos de una elevada posición. Los puestos importantes en la vida de la comu* ni
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VALORES BN L.V £MJ>UESA EJKfIL-TM
posición, sálvo la dft que pueden reflejar un anhelo rlc algo que está |»« encima de los propios méritos. Pero con méritos o sin ello?, los honíbres necesitan tener una posici tienen que convencerse a sí mismos y convenccr a los demás, de que poL. alguna superiuridod que los al/-a por encima del grupo ordinario, o cuan monos, de parte dcl mismo. L'n modo de hacerlo, es escoger una c.nra lerística distintiva y convertirla en señal de superioridad. Si se nace < piel Wanca, amarilla o morada, que para el caso es lo mií*mo, se pm inventar una teoría que relacione cl color de la piel con la suma virtud cl noble carácter. Si la característica distintiva es la ríquez.i heredada los distinguidos antepasados, resulta bastante fácil llcg.ar a convence de que esas son señales de valor o dignidad, porque e ^ s afortunnc accidentes confieren prestigio. Si no se dispone de ninguna de estas co!>as p.Tra lograr una posiciá elevada, puede ser factible afiliarse a centros sociales selectos, a socieda<^ secretas o a cultos de diversas cla.seá. Automáticamente sc queda convc tido en suj>erÍor a los excluidos. Un rígido código de creencias y pioce, res distinguiría a ios miembros del gru|x>, de los quo no lo son. Un co junto peculiar de modales, prendas de vestir e insignias, ayudaría tambit^ a distinguirlos de los excluidos. Los esfuerzos de los miembros del>^ encaminarse al mantenimiento y observancia de esc código, más bien <| a adquirir méritos, ya que la posición no depende de los méritos. Uno de los inconvenientes de tales grupos es que forman emlav-^ cerrados dentro de una sociedad más extensa. Si llegan a tener tamaño y fuerza suficiente?, tales grupos pueden convertirse en parásitos irritan» tes y hasta peligrosos dcl organismo político. Kl problema de las asociaciones de posición no basada en méritos demostrables, afecta a la escuela de dos maneras: Directamente, las es* cuelas se enfrentan a la situación en que dentro de su recinto u op^.-rando bajo sus auspicios, hay camarillas y círculos selectos y ex^lusi\os. Es'# claro que en una in.stitución dedicada al perfeccionamiento de los indi*ij|( viduos, no hay lugar para asociaciones que no se basen en esc perfcccio*) namicnto. Pero raás fundaraentnlmentc objetable aún, es el hecho de que esos grupos presentan la tentación de sustituir cl mérito con la posiciún. Se argumenta que las personas que tienen los mismos itUereses! debenj asociarse y que ser demócrata no implica temr que invitar a comer a todo el electorado. A esto se puede replicar que las personas que tienen interc* scs semejantes deberían asociars<5 y que sin duda lo harán. Pero las aso* elaciones de intereses no se establecen meramente para ele.var la posición.JVo necesitan barreras artificiales para excluir a quienes no tienen esos i 7 Ver Explorations in Ptrsonaliiy de Murray, p. 150.
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Kiierc$cs. Las personas que no se interesan por la fotografía, no insistirán í^er mi»*mbros de clubs fotográficos. .Vo es necesario estipular en los . ’ ‘iiloá de los círculos filosóficos, literarios o artísticos, que sus miembros <1 t>cn e»tar interesadv>s rn c.^s materias. Una fraternidad estudiantil que ii*(ringíer
|Kjjic'ión artificial. AstX.«ACIONES FUNCIONALES
Llamaremos “funcionales’' a aquellos grupos formados con el íin de iograr algún objetivo colectivamente. Un equipo de béislwl, una asociaI lón de fabricantes, un partido político, un sindicato de trabajadr>res, una iiga para combatir la vivisección y una liga de naciones, son todos ellos ejemplo de asociaciones funcionales. í.imitaremos nuestro estudio a lo# grupos formados para lograr objetivos económicos y políticos porque, como ya hemos observado, no hay vida posible sin la transformación de bienes materiales y su utilización; y sin actividad política, no sería posible nín* gún orden social. Hay otra razón de que. en nuestros tiempos, h s agrupaciones de esta índole sean estratégicas. Xace del hecho de que en el último siglo la produccióit de artículos de consumo ha tomado la forma de una industria mecánica en gran escala. Fsta transformación ha causado un poderoso efecto en lodas las facetas de nuestra vida, desde el cuidado de los niños hasta la política. Ha creado nuevos problemas para la vida y la educación, que se agudizan más en cada década. Examinamos algunas de las características de la industria mecánica en gran escala que han dado origen a esas dificultades.
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La red de interdependencia económica Hacer trabajar una moderna ¡ndu.«-tría siderúrgica o nulomovilí*iL^ requif^rc ante todo grandes conccnlracioiics de capital. Se necesita inticll dinero para construir los edificios, armar e instalar la nutqiiínarin y tratar el períM)naI, antes de que siquiera una unidad haya rialido a venta. Como tienen que fabricarse simultáneamente grandes canlidn de automóviles, las piezas nccc^sarias para todas la unidades en procesé , manufactura, tienen que estar lÍ3 ta s y en espera del montador. Cirrll piezas deben ser casi exactamente iguales {.erque tienen que sec interen biables. Esto significa que hay que contar con máquinas y herrnmi< de alta precisión. Una ve/ quü la unidad es puesla en la lítíca de taje, cada pieza y cada trabajador dehi-n oslar listos en el momento y lu^— precisos. Esto requiere la planeación de cada moviinienlo y cada \u
lejo ajuste de la industria mecánieu en gran escaLi. la “socializaci*. de la producción”.® »\o sólo los trabajadores delH*n cooperar, tiene qi haber quien coordine a los trabajadores, materiales y máquinas. Además de la cooperación y coordinación deritro de la propia fái*ri a* liene que haber la cooperación de industrias aliadas y la coordinaciós( con ellas. Para los automóviles, industriaj» tales como la d»'! acero, cauchv vidrio, textiles, radio y muchas otras, tienen que estar en\ucltas en U’ red de interdependencia. No liene objeto producir diez millones de automóviles al año, a nieni que )a gente los compro. Produciendo esos ditz millones, la induítria j)uci. reduí-ir el precio, para que diez millones de personas puedan jiormitlrs conjprarlos. Pero si demasiada geiite pierde su empleo, o si lo.s alimcntov^ ropas y habitaciones tienen un costo excesivo, no pueden comprar automó^ viles, aunque para el público de ios Estados t'ni«íos el automóvil do«« empeña el papel de un dios del hogar. De esta manera, hi industria automovilística demanda la cooperación de la economía de tocs y puedo| requerir mercados extranjeros para que absorl-an los artículos que r.o ® Ver Capital and Other M^riiings, Cap. 9.
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venderse con utilidades en cl país. Si otros países están también t. 'Iriali/ándosp y en huíca de materias primas y mercados, habrá f .'HH tcneia entre naciones y esa competencia puede conveitirse en guerra. I f lo cual significa que la industrialización eii eran escala demanda, I .{ su existencia mi^ma, cooperación y coordinación no sólo dentro de I. -;iiidad más pequeña, sino entre todos los produ«'tore? y eonfumidores. I I mundo es la unidad m{\s pequeña para la industria mecánica en gran '
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I r CÍO sobre cl orden social y cl individual Esta demanda de cooperación y coordinación global, no tiene prece’• tUe cu la historia del mundo. Cuando ia producción estaba en manos I cada agricultor y artcfuno en particular, ora una virtud que cada quién ilrndiera a lo suyo. Hasta cuando llegarnos a la etapa de la manufactura Ubril, cada pequeña fábrica era una unidail más o nienos independiente, •n la que b:ibía coojxjración interno, pero ?ólo una ligera conexión con iras unidades. En aquellas formas de producción, la doclrit:a de las em{•resas libres compitiendo en t n mercado libre, era una imagen más o I ifnos fiel dcl estado de cosas. Las ‘ieyes*’ de la oferta y la demanda regu* I t' ati precios, salarios y todos los demá? factores variables relativos a la impresa. Cada hombre de negocios, cada trabajador, era teóricamente un il-.-mento libre, libre de comprar lo que quería a quien prefería, de vender US servicios en los ténuinos que podía concertar.^ Lo que aún no hemos comprendido plenamente, es que la expresión “iiidusíria mecánica en gran escala” no significa simplemente que la;» fábricas hayan crecido. Es un cambio en la naturaleza mii-ma de la forma '•tí que se hacen y distribuyen los ailículos. l.o que no'í resulta nuevo es i-l monto y akaucc de la int(. rdc|>endencia quo se hace i'idixpcnsable para el funcionamienlo del sistema entero, pues eso es precisamente, un vasto sis tema l<*cnológico que sólo puede existir creciondo, y que sólo pu»‘de crecer absorbiendo en su intf'rior ca<Ja una de las fases de la \Ída. Tarde o l*'mprano afecta a la? i^desias, familia?, libros, cuadros, amor y crimen. I./as viejas l«;yes se d'Truml>an bajo el peso de los requerlmentns dcl si.«tenia. ¿Qué significa U nejiligencia cuatulo se acusa a una corpora ción de haberla cometido? ¿Qué significan ias leyes contra el monopolio, cuando o) si.stema «lemanda que haya unidades rada vez mayores de pro9 En realidad, cl poder rara ve* ha *:do diitrlbuIHo lan uniformcir.ente, para que la eii>j>rcsa fuera, rsirictam'ntc hablando, libre en verdad, o lat reglas de la conipctencia realmente juíta».
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ducción y distribución? ¿Q ué significa la propiedad cuando un milk'm *li persona» tienen acciones de uiía corporación? ¿Qué clase de 'amilia bal)ron)os de tener sí el sistema o«is trabajen en ocupaciones lucrativas? ¿Cuáles son los papi^masculino y fpmcuino en la vida norteamericana actual? ¿Es masculiitlavar píalos y pañales? ¿Es femenino conducir taxímetros y niaucjn tornos? ¿Qué debe significar la castidad en una era en la que las mujcin pueden fer económicamente libres dcl matrimonio y tecnológicamente libift de la preñez? F.slos son solamente unos cuantos ejemplos de la íomia t n que cl níétodu económico de producción hace senlir su efecto hasta sobii las mores e instituciones más firmemente establecida?. Kn orden social es perturbado porque los conceptos y valores en qu* se fundaba, ya no se ajustan a las condiciones en que tienen que obrat Continúan funcionando, pero con un chirrido que significa dislocación] conflicto. I,os tiemjK)s claman )>or una reconstrucción de esos concepl piden nuevos significados. Hay también otra clase de efecto. Al observar el escenario social n<. mos que se están uniendo grujws de hombres en gremios de trabajado] asociacioncs de íabiicantes, grnpos de agricultores, de pequeños conv ciantes, de publicistas y de profesionales. Cada grupo se ocupa de foinenL su propio bienestar económico o de proteger cl bienestar que haya lograc obtener. Vemos esos grupos apelando al gobierno en demanda de ley< que cambien o conserven cierla.t dictadura del proletariado es un licitante más. La guerra civil r«talll cuando vina licitación ix>r cl poder cncucnlra suficiente oposición denti de la nacióti, pero debido a que son tan pocos los intereses mer¿'.ment nacionales, las posibilidades de mantener la guerra dentro de las front< ras nacionales son pocas. Efecto sobre el indhiduo I>as personas, dentro de la* sociedad, son como los pasajeros en un gran', trasatlántico. Parecen estar moviéndose en todas direcciones en el barco, | pero obviamente es el barco cl que los está llevando en una .sola dlrección.|
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Rl individuo deseulire que ya no es una unidad económica indc"'^-di- :ite y atílo.suficienle. Tiene que estar imido con otros, en grupos \!x|iics que trabajan por cl bicne.star de determinado sector «leí sistema ..j::iico. El individuo comprendo que sólo puede tener poder económico .Ütico mí'diante K>< grujios. K.slos pueden no ser las “clascs* de Marx, ■de todas maneras son grupos. Kl individuo encuentra dentro de sí mismo una réplica de los cons.: i tiire valores en cl orden social. Su \idn familiar es distinla de la ]>adrcs. Ciertos valores que sc le enseñó a eí-timar cuando niño, ya /»n e.'itimados por sus hijos. I^ s viejo? libros, las viejas moralirlades, \icj«^s ideales, asumen ur. aire de irrealidad en el nuevo sistema. ■frugalidad, la honradez, el honor, ei «leber, ¿qué significan ahora? La ■.«í ir de integrar su vida sc hace más difícil. La arena que hay en los c-í>„-ranC8 de las instituciones se infiltra en su propia vida, por lo que aun* i|iir rada parle de ella tiene sentido, bu vida entera no lo tiene. i . Finalmente, el individuo siente que su individualidad se le escapa. I «jue él hace en el sistema entero significa algo, pvro le cs difícil ver es lo que significa. Ix) que hace puede hacerlo igualmente bien casi n ilquiera otro, a menos que él sea uno de los de la pequeña mii'.oría que, j -r virtud de un a gran destreza técnica o habilidad administrativa, aleanit*i una posición más e.«tratég:ca en el sistema. Sólo es libre en cuestiones itivialcs, las importantc-s parecen ser decididas por el sistema. Pero tiene que lener una posición, algún prestigio y seguridad, por lo «pie presta oídos a las promesas de posición y seguridad. La exclusividad iiaeional, focial, religiosa o de la sangre, y toda clase de superioridades imaginarlas y asociaciones de posición se le hacen atractivas. Recurre a !o
insignificancia personal.*^ Este es, pues, un ctiadro esquemático de nuestros tiempos. Tiene un aire de descspf^ración. de crisis, de desorientación, pero sobre kulo, de la frustración y amargura que provienen de comprender que este gigante de la iudustria mecánica, podrJa ser puesto de algún modo al servicio de la \ida buena, con sólo que pudiera encontrarse la asociación funcional «jtie lo manejara corrcelamenlc,*-^
*0 Ver M an and Sc>ciely in an Age cf Reconstructtor. de ^íannheim , p p ,: I.’55 y »s.
12 \ partir de la secunda guerra mundial^ ur.a gcncración literaria ha tra tado de dar expreilón a esta tendencia y el cxistenciaHínío hace de esta situación m punto de partida.
i t Ver “L a Doctrina Política del Fascismo” , por .^!fTedo Rocco, en 5ofial RefoTmers de Wagner, pp, 643-666.
í í \’er ‘’fíum an U'ant is ObíoJcic’’, por Gerald Piel, c:i Tke Saturday Reiiew, 27 de junio de 1953, p. 9.
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VALORES EN LA EM PRESA EJECUTnf|
E l s l ’k ñ o
D E M 0 f:» Á T ir 0
¿Hay alguna forma de asociación humana que pudiera dar círtU eí'j'veranza de una vida (!c nutodeterminación, avílorreaUzorión y amoinlt gracíón, en una compleja civilización mecanizada? ¿Pucor doi{ o por media docena. ^‘ En consecuencia, la democracia ha sido una protesta contra la tiraní» y contra la aristiXTacia. Cuando instituyó la libertad, igualdad y fratcr* nidad como su trinidad de valores fundamentales, esos términos tenían un significado definido. Libertad significaba liberación de las intrusiones dcl tirano en la acción personal, y especialmente de la esclavitud. Significaba también liberación de la dominación extranjera. El significado de liberta dep^tide de qué tirano es el que Uay que deponer y en beneficio de quién Los pueblos hf»n derramado su sangre por las libertades personales, sólo para de^ubrir que estuvieron peleando para liberar a los tirai]os nacionaJ de la dominación de los tiranos extranjeros. Igualdad significaba que todos los votos contarían por igual, que la ley no haría distinción entre personas y que las oportunidades no sería obstaculizadas arbitrariamente por el tirano o por la aris'tocracia. Fralemi*" dad significaba una natural simpatía hacia los demás hombres, simpatít
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Hnr el tirano o cl grujM) es'.'ogido no pudieron o no quisieron .vntir hacia ll hombre común. Significaba tomar en consideración las cualidades hu* unas de cada persona al tomar decisiones. Esos significados todavía .f}K*rcuien en nuestra manera de pcn.«ar acerca de la democracia, y los |.4i)rc5 fundadores de nuc.«tra nacionalidad tenían sin duda en mente algo \*'t el estilo. El enemigo era !a tiranía, lo que había que defender era la .Imocracia o alguna variante de ella. Mientras «-I si.<*temo industrial no había establecido su dominio sobre r( tinnido civilizado, c«tos significados eran claros y correspondían aproxi* .idamente a la realidad social. Ayudaron a de.-arrollar la tecnología y ' I condiciones apropiadas para el nacimiento del sistema industrial mismo. I -I clase de liberlad, igualdad y fraternidúd que concebíamos, era precisa* .ntra e! despotismo, como escudo contra la dominación de un grupo • M'ogido de cualquier clase, era y sigue siendo una fórmula no superada.
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in mteva democracia ¿J’iiedcn de/eiidernos esos significados de democracia, contra la tiranía il<' un sistema quo tiene una lógica y un dinamismo pro])io»? La cantidad de cooperación y coordinación necesaria para mantener l«s economía-s de los siglos 18 y 19. era relativamente pequeña. Un mer cado tolerablemente libre y, como ^fannheim ha indicado, un sistema de rectificación de errores, conservaba la economía más o menos en equili* l.jio.^* Esa situación ya no existe. 1. El bien comútj ya no puede ser determinado j>or ol pueblo reunido rn lu plaza del mercado, en juntas vecinales, ni aun en cucrix)s legislativos. I.U verdad 1*$ que probablemente nadie sabe lo bastante para decir en un momento daiera cuáles son. S. I^a simple compasión por los suírimicnlos de mis semejantes tompoco os bastante. Mi compasión por los mendigos me induce a darles Mannlieiiií, obra citada.
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VALOUE:? EN LA KMPUKSA KJK(.UT|
limosna. ¿Sería im^jor que no lo hiciera y que en vez fie ello tralmn para rehabilitarlos? Mi simpatía liacin el agricMltor iiic iiulucc a ripo).ir control de las siomhrag para que el mercado no se congestione, pero, ¿luf alguna lógica en una cconomía de escasez? Más aiui> lodo liombie « ahora mi seniejanle, no sólo unos cuantos en m i pueblo natal, ni aun n los millones de habitantes de mi propio país. ‘V. Finalmente, no podemos permilirnos dejar que los grupos econ«ji«^ eos en competencia lo resuelvan simplemente en las elcccIoncs, y es|i«m que de algún modo quedará todo en equilibrio. La lógica dcl sistema i|| lo permitirá; sin cooperación y coordinación se derrumba. ^ Llegamos a la conclusión de que, así romo el sistema es cualitativamen|| una nueva forma de producción, la democracia tiene que ser de. una clase para manejarlo. Xo puede ser meramente una defensa contra || tiranía o los grupos escogidos. Tiene que ser un control ¡xisítivo del sisU'm mismo, pero ese control debe estar en manos del pueblo. Veamos lo qu# esto significa. L lieciuiere un electorado que pueda buscar el hirn común in e d ia ^ el conocimiento. De otra manera queda a merced de expertos, de bur^ cracia y grupos poegado a un conjunto de v.ilores que le proporcionen criterios para con trolar las decisiones que toma con respecto al sistema. La autodelermini^ ción, aulorrealización y aulointegración muy bien podría ser la ntievi Irinidad. Libertad significa aliora no sólo liberación de reslriecíonts ar-_ bitrarias a la iniciativa personal, sino además, es la libertad de juzgar! determinar las propias decisiones mediante el conocimícnto. Cuando ruaí quier decisión a que se enfrente el grupo demande ser tomada a costa la autodeterminación racional de algún individuo, es preferible no tomarliP pues el sistema mismo es racional y debencos controlarlo racionahnen!< también. .3. ¿Qué significaría le igualdad en la nueva democracia? Que cada hombre corresponde un voto, por supuesto. Este es un significad^ mínimo. ¿Significa igualdid de oportunicr, no un privilegio. •1. ¿Qué significará la fraternidad? Simpatía hacia nuestros jantes, pero una s!mp''.lía qne ^e base en la compretjsíón de la índc'le común
VALOKKS DE ASOCIACIÓN
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í«ida la humanidad, de íu naturaleza, problemas y destino comunes, en iniuvo mundo. Es el respeto a la demanda universal de autodclermina• !i, autorrealización y autointegración de todos los hombres. Es esa !• itrrnidad la que se convierte en autointegración, la que cura las heridas t la desorientación, de la individualidad que se pierde, de la ir.signi* t ' «ncia. iiOs nuevos significados de democracia, según se ve, depenrlcn de las iTindas positivas del individuo a la vida buena, )x>r la que todas las aso* • 11 iones funcionales habrán de ser juzgadas finalmente. ¿Con qué fun'imentos filosóficos pueden liacerse \alcr esas demandos?
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ir^umenios en pro de la individualUlad Fn primer lugar, podemos argumentar que el progreso demanda va».;-.lad. Ij?s individuos pueden compararse a las p<.“qucñas variaciones i|ue ol micrófono imprime a la sólida unifotmidad de una onda condue* |i>ni en la transmisión por radio. Sin la fuerza de la onda conductora, las •liniinutas variaciones del micrófono se disiparían inmediatamente; sin I as variaciones, la onda conductora emitiría solamente un zumbido uniforme. En segundo, hasta en un orden social colectivizado $e necesitan dirigen tes cuya acción, a menos que se limite simplemente a reflejar la situación existente, tendrá tjue correr el riesgo de apartarse un tanto de las normas del grupo. Que esto es arriesgado lo atestigua el destino de los dirigentes rn los estados totalitarios, donde el héroe de hoy puede ser cl traidor de mañana. Finalmente, se puede argumentar que el encogimiento de la persona lidad nos hace preguntarnos cuál es, cu todo caso, el objeto de la vida. En el capítulo 3, tratamos de demostrar que la vida buena debe medirse por la autodeterminación, autorrealización y autointegración, pero sin in dividualidad, ¿qué significado podemos dar a la personalidad? Lógicamente, no es difícil hacer uria defensa de la individualidad, pero los hechos no siempre concuerdan con la lógica y, como se imÜcó antes on este capítulo, los hechos no son favorables a la individualidad. En cambio, mientras lo.s individuos aislados están perdiendo significación, los grupos económicos y políticos no la pierden. Se estáii convirtirndo en las verdaderas unidades de acción recíproca en el escenario social, y así como el individuo f'slá en efectivo peligro de ser borrado ]>or la masa, cl bien común está a ]ninto de ser olvidado por los grupos de gran influencia que parecen haJ>cr concentrado íoda individualidad en ellos mismos.
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VALO U rS
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Iji verdad cs que, ima voz que hemos concedido que cl l>icn común superior al bien individual y que adquiere piecedcncia sobre el mi?mo^ hay punto lógico en que podanio^ invcrlir el curso del razonanitul# No hay punto lógico en el que el individuo pueda reclamar una prcfer«*inH M)bre cl biencplar del grupo, o lo que éste pueda pensar que cs su bienertM TiOíi grupos más grandes pueden constreñir a ios má« pequeños, y piio^l haber uno que los constriña a todos. Si el educador pretende justificar las demandas de cualquier indivi en lal conflicto, tiene que iiívocnr una ley Jiaturnl o sobrenatural que superior a todss las agrupaciones, o tiene que hacer de la personali humana individual, la unidad suprema de realidad y valor, y dolarla derechos y facultades inallneables, que ningún organismo político pu nulificar con sus leyes. La declaración de Derechos es un conjunto fie r facultades que nuestros antepasados, con encomiable premura, enclava en nuestra Conslilucíón, para evitar que cl Eslado que habían creadoj^*' tragara a los individuos para quienes los crearon. ¿Cómo podemos afirmar esta suprema dignidad del hombre? Podrit* mos hacerlo con una base religión. Si sostenemos que el hombre está ci relación con un ser divino y que esta relación es person«l, que es uni tríinsacción entre Dios y el hombre en lo individual, la dignidad del l’.om* bre queda inmediatamente garantizada por la relación que Dios tícnt con <;1. O jfodemos afirmarla basándonos en ia racionalidad del hombre, con» lo hizo Kant. Como, por virtud de sus facultades racionales, cl hombn puede convertirse en un legislador moral del universo. (Obrar sólo
k' manera semejante, si se insiste en que el individuo es un proditcto * • .i!lura y que cada fragmento de él, desde los píes a la cabeza, inciuso h»li¡racioncs, es simplemente un reflejo de la mente colectiva, resulta d defender su líbert&d, su racionalidad, sti creatividad y su suprema •riancia. Kn la precipitación por echar fuera el agtm sucia dcl indivií»mo de lahsez jair^., el ¡nduíduo mismo i>uede ser arrojado. * 'f^i’Ttad, racion tlidad y crealivid^td, son palabras sin sentido cuando ican a entidade* físicas. Sólo los individuos, con la facultad de ín, t itr los símbolos c ideas pueden ser libres, racior.aUa y creativos. * l
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límente un medio”.*^ F^te cs un principio metafísico que nunca puede ser derivado de la loia natural o social. Una filosofía quft afirme la importancia de la per.iliilad y al mismo tiempo niegue los principios metafísicos, cs ín* -lia o inconsciente de lo que está haciendo. Sin tat principio no hay Sólo él delimita lo que puede vfensa contra las decisiones del grupo ' en nombre dcl Lien común La
kscüela y
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I^ s requisitos para el ciudadano en la nueva democracia son exigenir<. Muchos teóricos sociales, entre ellos Platón, Párelo y Sumner, opi naron que era un orden imposible y que una sociedad sería afortunada kl un pequeño grupo escogido pudiera adquirir esas virtudes. Platón iionsejabft confiscar las í«milias patliculares y la propiedad privada de guardianes, as» como una educación fantásticamente rígida, para ob•IS siquiera un puñado de hombres que pudieran ser reyes filósofos. irner K ant, obra citada, p. 56.
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VALORES EN LA KMPKCSA EJECVTIfJ
1 3. Las fasts uno y
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El aspecto de la actitud El hombre democrático siente automáticamente que todos los intcr dos en el resultado de cualquier cuestión social deberían ser consultad Es señal de desarrollo democrático el que el individuo sienta de esta ma* ñera sin pensar en ello, como es señal de conocimiento de la etiqueta no titubear para escoger el utensilio con que hay que llevarse los guipantes a la boca. El hombre democrático siente que debe contribuir con algo a la dell beración y decisión del grupo. Nuestros ciudadanos no siempre están bien maduros en esta fase de la democracia. En toda reunión hay **pasivo9^* quo se conforman con ver los esfuerzos de los “activos” y hasta loa complace lal ^ actitud, que es claramente incompatible con el proceso democrático. El
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i'xlividuo debe sentir la compulsión de aportar su contribución y conside* («ikT culpable si no lo hace. Kl hombre democrático ospera, como cosa natural, que el grupo lia* 1.1 li ílc modificar sus deseos y no sc siente emocioualmentc destrocado cuan* ilr rslo ocurre. Hay un sentido en el que los procedimientos democráticos eficaces demandan que los participantes insensibilicen sus egos. Es extra* 'jiilinariamcntc difícil persuadir a la gente de que el fracaso en influir bre un grupo o ganar una elección no es un deliberado ataque a sus • Por supuesto q^uc a veces es prccisanierte eso, pero no con tanta fre* • iiencia como se imagina. I,a atención que \ o í eítudiantcs de dinámica de grupo están prestando I» nte aspecto de la participación colectiva, es de la mayor importancia práctica, tanto para )a escuela como para la sociedad, pues no será sino liiuta que los participantes asuman esta actitud o adopten esta postura iqulcH, cuando la discusión en gnipo tenga posibilidad de ser tanto una •renn para la batalla de los egos, como una búsqueda del bien común. Tal vrz baya algo qué decir en pro de los cursos de problemas, en los que los c*studiuntes no están vitalmente interesados en !a cuestión que se discute, Tft que en ese caso los egos sufren menos daño por causa de la critica, la «lifcrencia de opinión y las derrotas parlamentarías. Finalmente, el hombre democrático es, por hábito, leal a las reglas del juego colectivo. Nunca se le ocurre pedir uu cambio en ci^s reglas a mitad ■leí juego. Estas características del hombre democrático son actitud(*s y no cues* tioncs de voracidad o argumentación, aunque se puede argumentar que son buenas actitudes. Un curso de problemas debidamente conducido du* rantc un período de cuatro a seis años de la vida del alumno n*fcrzaría estas actitudes (ver capítulo 13). Se convertirían en una tradición de la la escuela que sería al).sorbida casi inconscientemente por la facultad y los estudiantes. Se convertirían en parte de las mores de la escuela, sin mani* feslacioncs de sorpresa extraordinaria cuando estén presentes y con general desaprobación cuando no lo estén. Naturalmente que si una escuela no pone ejemplo de esas actitudes a cada paso, en su comiucción y administración, no se harán tradicionales, no serán contagiosas y nadie las contraerá. Desde luego, cl punto espinoso aquí es el de si una escuela puede ser democrática sin permitir que los alumnos tomen todas las decisiones que de alguna manera les afecten. Flste üs un viejo problema. Sin embargo, hay un principio que nos puede ayudar a decidir cuándo conviene usar los procedimientos democrá ticos y cuándo no. F«s el principio de responsabilidad. FJ procedimiento demociático carece de sentido si los participantes en una decisión no tienen
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VALORES KN LA EMPRESA EJEC
rición dcl Sputnik hemos padcci
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Hemos distinguido tres clases principales de asociaciones (afectivu de posición y funcionales), con el objeto de ver cómo puede ccnliibuir l| escuela a la tcalización de tada tipo de valor de asociación. f L'n las asociaciones afectivas, el problema de la escuela es o lim im la inseguridad fomentando la competencia, por lo que se sugirió que uni manera de respetar la personalidad de cada alumno, era dematularlc qu| realice todo aquello qur estamos plenajnente seguros de q*;e pin-dv ref lizítr. En las asociaciones de general de la existencia de una posición, )legándo.se a no puede tolerar que haya fomento de ios verdaderos resulten innece.^iias.
posición, la escuela se enfrenta al problengi grupos qiic no pc-rmilen que se logre ohtei la conclusión de que, aun cuando la ficui tales grupos, su principal conlribuclón es mérito.% para que las posiciones artificial
Ccn respecto a las asociaciones funcionales, se examinó cl ofeclo can sado por la industria mecánica en gran escala en lo& significados hi$l6; eos de la democracia. Tratamos después de volver a definir esos $ip\ IS “Ser una demccrActa. • .Implica una continua redistribución del poder y el privilegio, en dirección de una mayor participíirjón de las ma^as del puebki Implica también que el pueblo, al disfrutar de mayor poder y privilegio, dejará d« ser masas”. Ralph B. Perry, "E l Sij?nifirado de Mí*rar’, T ht BJucaiionnl llecorií 22: p. >60, julio de 1941.
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VALORES DE ASOCIACION
(icadiis para la nueva democracia. Finalmente tratamos de indicar cómo i ^dían practicarse en la escuela los as[>t’clo& cognoscitivos y de actitud. 11 h eílucación de los ciudadanos para esa democracia. P * O B í y « A S PAXA D Í$ C V S IÓ S £ IN V E S T JO A C ló.V
1. Analice sa comunidad para ver si puede encontrar asociaciones que co rrespondan a los tipos mencion.tdos en este capitulo. ¿Hay ejemplos exactos ele • üda tipo? 2. Analice algunas de Ja* asociaciones a que liífcd pertene7ca y los valí-res «4>tenidos úe cada una de ellas. 3. ¿Tisnc su escuela los tres tipos de asociación de que se ha tratado en este kptiiilo? I 4. ¿Es este capitulo demasiado pesiniista con respecto a la individualidad [ f . una ccimpleja civllintctén industrial? ¿Hn^cndra eia civilización m^^s posibiliIdadcs de elección que !as que destru>’e? Promueva ura discusión en corrillos sobre testas cuestiones. 5. ¿Puede ser compatible con la democracia una economia racionalmente piaixada? ¿Es posible la demorracia en nuestros tiempos, sin esa plantación? 6 E n relación con cl trina 5, lea en especial U sección de Alfredo Rocco en Sedal fíe/om érí, por Alfred Wagner, pp. 643-663, y algo de M an and Sotitty in an Age of Rtconsiruciion, de Wannheim. 7. Analice hasta qué giado se usan en su escuela el ritual y la cere:noma. ¿Q ué valores tienden a acentuar? ¿Con cuinta efectividad?
S v C r . S T I O S T .S
i'A R A
L E C tC R A S
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F . X i r .N S A S
Para una información bibliográfica más completa acerca de las obras citadas a continuación, consúltele la bibliografía general. Es incontable lo escrito en general s^bre los problemas de la democracia en una civilización tecnológica compleja, y sobre el ajuste individual a tal civilización. Las siguientes sen unai cuantas muestras. Dcwey, Indivi<ÍU‘7U¡7n O íd and A 'w . Eastman, Capital and Other IVritings <>)• Ka^i Marn. pp. 321*334. Freud, C iiU i:athn and its DísíonttntJ. Hayck The Road ío Serfdom. (Contra la plancacióri sccial y econon^ica.) Homcy, The Neurcíic PersonaUty of Our Time. Mannheim, Man and Society in en Agé of Recontiruction. (Libro muy convin cente que ve ía planeación romo alternativa dcl (otalítaiismo.) Mos:er, The American Temper: Paltexns of Our Cultural Heritage. (Acercacamiento filosófiro a los antecedentes del pemamiento nortcameriacno.) Mowrer, Learning Theoty and Personatiiy, Cap. 21. Packard, The StaSut Seekers. Rie»man, The I.onely Crowd. Rocco, “Ja doctrina política dcl ía$cisn:o’* en Social Reformen, de Wa.nr.er. (U na explicación excelente y concisa de la cuestión )
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VALORES EN L.\ EMPRESA EJEClíT lH
sensorios, sistema nervioso, experiencia nnlcrior y nna disposición o írnll nación, i^or su experiencia anterior, el maderero y el guardabosque, lia* estniclurado sus vidas de tni manera, que esl¿ii más o menos dispiie$A percibir todo aquello que «irve *i los itilcrescs de los maJetetos o bo.sques. 1. I-*a disposición eslélica es llamada con Irecuencia actitud e sté tl^ Significa que estamos dispuestos a ser estimulados ikjí* la apariencia o »l! “aspecto” de un objeto y a concentrarnus en e«a apariencia por sí nii! En esta actitud, estamos interesados en cómo se ve ese árbol maje.ítuoso, bravio), y no en el precio de la madera, la despiadada cxpfc tación de los bosques o la salud de los árboles. Por lo tanto, la actit^ estética es diferente de ias actitudes morales científicas o practicad.: 2. £1 apreciador introduce también en la situación alrro de su c\perij|i cia anterior. Yo he contemplado el mar mucha» veces. Ocasionalmente! H* nave3 ado en él. Mi habilidad como nadador es escasa, por lo que ten|<* cierto temor a sus aguas. Cn amigo mío ]ia vivido siempre en la costi^ cslá por completo en su elemento, tanto sobre cl mar como dentro de H Ambos contemplamos un paisaje marino de olas que se estrellan contra ioi cjeollos, un ciclo gris oscuro y una profunda marejada. luO quo él .aj>oi al cuadro no es igual a lo que yo pongo en él. Así obtenemo.4 nucslro gundo principio fundamental: que el contenido de una percepción ost^ ca depende de lo que llevamos a ella, asi como de lo que ella trae a no^otr. 3. Hay otro elemento en lo que aportamos a la percepción, que es ^ relacionado con cl conocimiento estético. He aquí a un hombre que lit tratado de pintar el mar. Sabe cómo dar la impresión de aspereza de unt roca con unas cuantas pinceladas. Ha dominado el arte de dar al oleajt una apariencia fieramente espumosa. A su lado está otro hombre que no ha herho ninguna de esas cosas. ¿Verán ambos las mismas cosas cu un paisaje marino? Tomemos un ejemplo más exacto: Oo» hombres e.
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U objeto estético
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Kl objeto estético i>s lo que percibimos cuando asumimos la actitud ♦•Ifftica. Sa> constituye nuestra percq>ción interna, más los eslímulos que IKvvienen del objeto material. Ün cuadro es un ordenamiento de pigmentos f formas, hecho por el artista. Puedo ver en el la imagen trazada por el (•jntor u otra que no intentó representar. Los sujetos pueden hasta imponrr pautas donde no hay ninguna. Por ejemplo, ordenamos una serie de «nidos uniformes causados por las pisadas de un caballo o por el golpeteo lío las ruedas de un tren, en ritmos a nuestro gusto. Pero es obvio que si ) aporto demasiado al objeto estético, el objeto material se hace supcrfiuo. a no necesitaríamos cuadros o sinfonías para darnos percepciones estétiMH, Podríamos ver hojas de papel en blanco o escuchar un metrónomo y
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MipUr el resto con nuestra imaginación. El objeto estético tiene irígredienles que nosotros le damos e ingredien* trs que le son propios. proporción que guardan unos y otros es un
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problema que no se ha resuelto lodavía. 1. En cl objeto estético, ya sea natural como el mar, un crepúsculo o im árbol; o una obra de arte ejecutada por el hombre, hay ante lodo un Bcdio, v.gr., color, sonido, mármol. 2. En el objeto estético, los materiales del medio están dispuestos en cierta clase de pauta, orden y diseño. Esta es su composición. La armonía, equilibrio, ele.» son características del diseño.^ 3. El objeto estético, si es hecho por el hombro, usualmente tiene algo que expresar: un mensaje, un significado, un sentimiento, alguna cualidad de percepción. 4. Ei objeto estético tiene contenido. Puede ser el mar, ras, un edificio, un friso, un hículo transmite literalmente
un vehículo por medio del cual transmite su una figura humana, un grupo de tales figu argumento, períonajes e incidentes. El ve el mensaje, el contenido de lo que ha de
expresarse. Fl acto eátéfico Durante ia acción recíproca enlre cl objeto material y cl observador, en una actitud estética, emerge una percepción que tiene varios rasgos distintivos; 2 Ver, de Thorias Munro, “fil .‘Xnálisij de Ja Forma", Cuadrasc*tmo Acua rio de (a Socícdad Xacional para el Estudio de la Educación, 1941, pp. 353-359; y de CotshaUc, Arí and ik* Sciial Order, pp. 108*126.
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VALORES EN LA KMFHESA EJKi l í
La apariencia física y el medio circundante. A menos que • ermitaños, presentamos diananiente nufislros cuerpos a un número tanle grande de espectadores. Cubrimos esos cuerpos con ropas, v objeto qiie así exhibimos puede ser cstctícaniente agradable o no, < sivo o no. En realidad, nuestra primera impresión visual de un evtntñ'i k estética. $us ropas, su expresión facial, postura y modales, sc funden tojg ellas en una expresión unificada de calidad. Decimos que sc ve iutelÍRr«|| sereno, agitado, enérgico, aletargado o encorvado. < Las apariencias son engañosas, pero por el momento limitémoiií'i | ellas. L'na apariencia atractiva es un valor intrínseco que no nrcesita justificación. Los hombres, así como las mujeres, profieren ser atrapli»l| aunque con frecuencia se lesisten a hacer el esfuerzo ní^es-ario. Ter>Mil|[ cl deber moral de pre.«entar «l mundo una presencia física tan atrartH| romo podamos. Si esto parece una exigencia excesiva, debemos al exhibir tan poca fealdad como nos .sea posible. Sacrificar toda la beM^ a la comodidad y utilidad es una especie de egoísmo, un auténtico dcipH ció a la sensibilidad de aquellos que tienen que vemos, aunque sólo por uno.s instantes. No podemos controlar los cambios fisiológicos ni mejorar en nnickl ]a fisonomía que nos tocó en suerte. Nuestros semejantes tienen cl dehertíl soportarla tan pacientemente como nosotros. Pero la apostura, el asa^ y la vestimenta, están bajo nuestro control, y una manera de embellecer 4 paisaje es mejorar la apariencia do las personas que en él figuran. ,ÍU mismo puede decirse acerca de la calidad estética ción estética en las escuelas es realmente efectiva, cuando lo.? individuo! de baja estatura y complexión robusta se nieguen a usar ropas disoñíidai para atletas esbeltos y cuando los moradores» de las casas s« rehu?i‘n^i recortar kilómetros de setos porque desean tener sus jardines decorad» con rocas. Parte de la fatiga que nos causan los quehaceres domésticos, cl ase® de !a ropa y demás taieas cotidianas, está en que exprc!«n tan poco de li> que consideramos que vale la pena expresar. Es difícil ver, por ejemplo, lo que cl Invado semanario de la ropa puede expresar estéticamente. Sin embargo, los alimentos que tomamos, las habitaciones en quf vivinoe.
\u-> VAI.ORES ESTETICOS
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tras ropas y nueslra comunidad, no necesitan carecer enteramente de >estético. hl habla. .‘Vlgunos educadores recuerdan despectivamente los tremcn' <s negociantes prácticos, están acudiendo a I' I <»s de oratoria porque también ellos comprenden que la calidad estética ' • l.i expresión verbal puede ayudarles a vender todo, dcs
1‘i tquinas
barredoras. Aparte de e.stas consideraciones prácticas, la calidad del habla es agraMile o desagradable, variada o monótona, estimulante o soporífera. Si uttos deben escucharnos, tienen el derecho de esperar un ápice de precisión rn nuestro lenguaje y nos agradecerán un matiz de elegancia y estilo. í>a iM¿a norteamericana, especialmente la usada por los adolescentes, cs un intoma de aburrimiento con los niotlos estereotipados de hablar, pero a f:**ilia vida, la mayor parte de los ciudadanos renuncian hasta a este inten') de distinción lingüística. El vestido, los casas y hasta cl habla, tienen límites de expresión. El •i r, si tiene alguna profundidad, necesita otros “lenguajes” y éstos son ’■. medios de las bellas artes: poesía, música, drama, escultura, danza y odas las artesanías. Estos medios tienen gran potencialidad para expresar nuestros scre:» y la forma en que el mundo y la vida se nos presentan, •ií-mprc que separaos cómo usarlos.
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y.l problema de !a escuda y su solución La esvuela se enfrenta a dos problemas estratégicos en la educación rstctica. L’no es la liberación del impulso estético, el otro e.*' el desarrollo de técnicas con las cualcí» expresar ese impulso. .Sabemo.s que lo.s niños pequeños licnen el impulso estético y que no vacilan en expresarlo trazando garabatos, pintando con los dedos, haciendo figuras do arcilla, representando dramas, poetizando y tocando música. La escuela elemental puede reclamar el mérito de desarrollar esas ten dencias naturales, pero la actividad estética espontánea parece ir menguan do a medida que el alumno llega a la adolescencia. ¿Por qué? Hay razones para ello. Por una parte, las demandas prácticas de la vida se hacen más urgentes. En comparación con escoger una profesión, 8 O. \V. Alloport y H. A. Cantril, “Juzgando la Personalidad pf'r la Voz”, The Journal o¡ Social Psychology, 5: 37-55, 1944-.
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VALORES KN LA KMPRi:SA EJECUTII
n.-íquirir iin automóvil, maiuencrsc en paz con los padres y evitar >omp rcc^r ante lus Irihunales juveniles; la aclivulad estética parece trivial rclegable. Esle es *.l juicio de la comunidad adulta, del qiie se hace e estético ante la presión del medio es un problem* casi insuperable. La escuela no tiene otra ailcrnali\a que la de ir contra la corriente dcl medio. Las consideraciones estéticas tienen suma impor tancia en la vida de la escuela, independii-ntemente do lo que esté Ie^ atuique esto signifique sacrificar algo a? utilidad, pero ambas c-xas no son necesariamente incompatibles. Kn su apariencia, lenguaje y forn^ general de vida, se requiere que los maestros vivan imaginativanunte, «sí como sana e higiénicamente. I.as ceremonra? y rituales de la cí.-uclt deben distinguirse por or] qu<' no ha do seiio en otros aspectos de la vida csíjolar? Tcdos eatos esfuerzos pueden .ser subvertido? por vi medio ajeiio a la CRCucla, peto los educadores se inclinan a de«e«tjmar liarer.invnte anhelos permaneries tIe los seres humanos. Muestras frimi»nidade.s ]iuec^n parecer indiferentes a lo bello, tal vez tengan que serlo o í)lamí'nt«‘ lo
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I !-ti$cn, i>erü la belleza es irresistible, y no agradecerán a la escuela que ; lan ix'rezosa c incompetente con respecto a ella, como las mismas comu■ idades pudieron haberse he- ho. IIa.«Ui aquí llegamos con el modo informal de fomentar la ncliind e^lc' • t en el alumno. í^i otra solución es formal, es cl períecrionuniento de ' hil*i> y dcMre?! para usar los medios arríslicos. Parte de esto es la enfiar.;.! de técnicas artí.-licas, como las de dibuj.ir, pintar, cantar, tocar iislrtnncntos, actuar, etc. ()lra parle tal vez más básica os el desarrollo de la sensibilidad a la forma tslélica, con los medios principales de las artes. De loíios los componentes de K« percepción e«tét¡ca, la forma o diseño . quizá la más distintivamente estética. No podemos obsor\.*tr la forma «le ninp.una cosa sin la «clitud estética. I>os objetos reales dcl mundo &>n •iempre unidades de forma y contenido. En la pcrre{KÍóti Oidir.aria cslani09 tan intciesados en los objetos reales y en su relación con !« arrción, qtic nos es difícil pensar on su forma, s(*paradai.;enlc tic algún conlenido i j c;;ififo. Cuando vemos una silla en un cuarlro. Io jn.ís probable es <}ue vrnnio.3 la silla como una pie¿a de mobiliario más bien que como un vehículo de expresión de una forma interesante para el pintor. Nuestros líábitos de apreciar hs fonnas qu'dan así congelados tn los moldes acostumbrados de v«r y pensar. !^e convierten en estereotipos, y para el trabajo creativo tales estere<*tipos presentan )>oca prome?a de ade lanto. Ya sea que bus^juemos una solución al problema de conseguir un } réstamii, una hipótesis pira explicar una enfí'rmedad crónica o \ina mane ra de expres.'ir nue.«iros sentimientos acerca «le un día de soledad, estamos rn bupca de un nuevo patrón, de una nueva forma. De esto p.irece desprenderse que la educación cslélíca debería Cf»men7ar oslción y cualquier combinación de estos elementos. Añádaníe tmos cuantos triángulos a les círculos y el número de figuras posibli's aumenta enormemente. La :n'jsiefidos ejemplos dt; la multitud de paittas en que pue mismo ocurre con los volúmenes y espacios en la escultura y arquítcclura, y nc me*m« corj las pa^jl'ras. Pero se requiero una expf’rimentación