10 Leyendas.docx

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Leyenda del Baca El Baca es una criatura en forma de sombra que los hacendados hacían aparecer gracias a pactos con los demonios. La criatura protege las propiedad, atemorizando y ahuyentando a ladrones. El Baca tiene la capacidad de transformarse en cualquier objeto, pero no de hablar. Su única misión eran proteger las propiedades y herir a quienes se acercaran a las mismas. Por las noches, en las cercanías de los lugares protegidos, se oyen aterradores rugidos del espíritu. Atemorizados, los pobladores cercanos habitualmente venden al hacendado sus propias tierras. Es decir que el Baca no sólo protege lo que el hacendado ya tiene sino que lo ayuda a aumentar sus propiedades.

La leyenda de la niña y la muñeca Esta leyenda tiene sus variantes en diversas capitales del mundo, pero el dato constante es su protagonista, una niña pequeña. Ella aborda a las personas en la calle, y su aspecto dulce e indefenso, hace que cualquiera le preste atención. La pequeña se acerca, te toma de la mano y te ofrece como regalo su muñeca. Un gesto de lo más tierno, pensaría la mayoría. Pero es aquí donde comienza lo interesante. Si respondes que no y te marchas, te encontrarás con ella una y otra vez, en muchas situaciones de la vida diaria. Si corres, la niña te seguirá y seguirá hasta que aceptes el regalo, aunque pasen los años. Te lleva hasta el punto de creerla una alucinación, que nadie a parte de ti puede ver. El único rincón seguro es tu casa, porque por alguna razón no puede entrar en ella. Haciendo que te vuelvas ermitaño, pasando la vida encerrado. Si aceptas el regalo, la niña te da un beso y te confiesa que en realidad no se trata de un regalo, sino de un préstamo, y que un día volverá por ella. Te pide que cuides muy bien a su muñeca y luego desaparecerá entre la gente. A pesar de lo extraño del suceso, es probable que pronto te olvides del pacto y abandones la muñeca en un rincón. Si eres listo, notaras que todo aquello que le pase a la muñeca, también te está ocurriendo a ti, existe un vínculo estrecho entre ella y tú, como si tratara de vudú, si ella pierde una de sus extremidades, la tuya sufrirá el mismo destino. En este caso, cuidaras la muñeca, de la mejor manera posible, porque sabes que te va en ello la vida. Pero a todos aquellos que les cueste trabajo entenderlo, botaran la muñeca a la basura y perderán la vida cuando esta sea destruida. La leyenda de la niña y la muñeca Finalmente, cuando la niña se presenta nuevamente ante ti y te pida la muñeca de regreso: será el día de tu muerte.

Leyenda de la flor del Ceibo Anahí era una joven guaraní que vivía a orillas del Paraná, era una joven de rostro feo y canto hermoso. Cuando los conquistadores llegaron a su pueblo, ocurrió un enfrentamiento y Anahí fue apresada con los sobrevivientes. Sin embargo, logró escaparse por la noche, pero un centinela la descubrió y ella lo asesinó. Al volver a ser atrapada, fue condenada a muerte. La ataron a un árbol para quemarla en una hoguera. Cuando el fuego comenzó a arder, ella misma parecía una llama roja. Pero en ese momento Anahí comenzó a cantar. Cuando el fuego terminó de consumirse, por la mañana, en lugar del cuerpo de la joven había un manojo de flores rojas, que hoy es la flor de ceibo. La flor de ceibo es la Flor Nacional Argentina.

La Leyenda del Jilguerillo Cuenta la leyenda que en la zona del Atlántico de Guatemala, en lo que hoy es el departamento de Izabal, se estableció hace cientos de años una tribu maya de poderosos guerreros y bellas doncellas Entre ellos, había un príncipe guerrero muy cruel llamado Batsú, que lideraba un poderoso ejército y había ganado más de 100 batallas. Batsú era temido y respetado en toda la tribu, y había acumulado grandes riquezas a través del pillaje de las tribus vecinas. En el corazón de la mayoría de las doncellas vivía la esperanza de ser la elegida por Batsú el día que se casara. Pero la más hermosa de las doncellas, llamada Jilgue, despreciaba a Batsú por las atrocidades que había cometido. Jilgue tenía una hermosa piel morena clara, ojos cafés y cabello liso marrón oscuro. A Jilgue le gustaba pasear por el bosque cantando como un pajarillo mientras recolectaba frutos. Un buen día, Batsú decidió buscar esposa y escogió a Jilgue. Los padres de Jilgue, temerosos por su vida, aceptaron casarla con el despiadado príncipe. Pero ella se enteró de las intenciones de Batsú y huyó para esconderse en el bosque. Cuando los padres de Jilgue le dijeron a Batsú que la joven había desaparecido, estalló en cólera y organizó cuadrillas de guerreros para ir a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue volvía a desaparecer. Enfurecido, Batsu mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue que si salía y se casaba con él podía salvarse. Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue caía al suelo inconsciente. Mientras las llamas consumían su cuerpo, un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre la cabeza de Batsú. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que siguió y atormentó a Batsú hasta el día de su muerte. Se dice que desde entonces nunca más nació en Guatemala una mujer indígena tan bella como Jilgue, cuya voz se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.

LEYENDA DE LA SEGUA es una leyenda acerca de una hermosa mujer que seduce a los hombres mujeriegos y los castiga. Tiene muchas similitudes con la Siguanaba, sin embargo la forma en que atrapan a sus victimas es distinta. A diferencia de la Siguanaba, que atrae a los hombres infieles mientras se baña en un rio, pila o lago, cuenta la leyenda que la Segua se le aparecía a los hombres mujeriegos en caminos solitarios, casi siempre de noche. En la mayoría de casos relatados, el hombre viajaba a caballo, y de pronto se encontraba a una bellismima jóven de no más de 20 años viajando a pie por la misma vereda. El vestido de la Segua podía ser blanco, negro o incluso rosado, pero siempre era semitransparente para revelar su hermoso cuerpo. Dependiendo de los gustos de la víctima, la segua tendría piel blanca o morena, ojos negros o claros y cabello que podría ser rizado o liso, y negro o rubio.

Lo primero que el hombre notaba era el voluptoso cuerpo de la muchacha, con unas curvas tentadoras que se dibujaban a través de su vestido semitransparente. Al acercarse un poco más, el hombre aprovechaba la altura de su montura para apreciar la exquisitez de sus pechos a través de un pronunciado escote. Era entonces cuando la hermosa mujer volteaba su cara y revelaba un precioso rostro ovalado, casi angélical, con grandes ojos y una boca muy seductora. El hombre, totalmente idiotizado por la mujer, no podía negarse cuando de sus labios rojos emanaba una voz que arrullaba como sirena, que le pedía de favor que la llevara al pueblo más cercano. El jinete montaba entonces a la jóven en su caballo, algunas veces ofreciéndole la delantera de la montura y otras la llevaban a la polca (detrás de ellos). Si el hombre contemplaba lujuriosamente a la jóven, ésta lo castigaría tras un breve recorrido. Los pensamientos lascivos del homber transformarían a la hermosa muchacha en un espantoso espectro, que voltearía la cabeza para verlo directamente a los ojos mientras éste veía horrorizado cómo el rostro de la mujer se transformaba en una calavera de caballo con la carne podrida, ojos de fuego, un hocico cavernoso lleno de enormes dientes afilados y un aliento putrefacto. La Segua se aferraba entonces al hombre y le daba una mordida en la mejilla para marcarlo como un adultero o lujurioso. Luego, daba un desgarrador grito para espantar al caballo y que este saliera a todo galope sin que nada ni nadie pudiera detenerlo. El lomo del caballo se convierte en el campo de juego donde kilómetro tras kilómetro la Segua atormentaba al hombre teniendo cuidado de no matarlo inmediatamente. Aunque la mayoría de relatos terminaban con la muerte del hombre, algunas versiones hablan de unos cuantos sobrevivientes que quedaron marcados para siempre. Algunos se volvieron locos, mientras que otros cambiaron para bien. En todo caso, la única forma de salir ileso de un encuentro con la Segua sería evitar pensamientos lujuriosos al encontrarnos con la hermosa mujer.

LEYENDA DE LA LLORONA Otras versiones hablan que María había tenido a tres hijos, pero que no se preocupaba por ellos. No los educaba ni hacía nada por ellos. María solo se dedicaba a vivir una vida de lujos que la fortuna de su marido le permitía, sin pensar en nadie más que en sí misma. Esta situación continuó hasta que su marido murió. Cuando la fortuna de su marido se terminó, María ya no podía continuar con su estilo de vida, así que empezó a vender los muebles, joyas, y demás pertenencias hasta que ya no tuvo nada que vender. Al quedarse sin nada, un día llevó a sus hijos a pasear cerca por el río, y ahí los ahogó uno a uno, pensando que así no sufrirían por su culpa. Pero María no pudo soportar su propio sufrimiento, así que ella también se lanzó al río y se ahogó. Al día siguiente, los cuerpos de María y sus tres pequeños hijos fueron encontrados flotando río abajo.

Leyenda de Narciso el vanidoso y el eco que se repite Había una vez un niño muy guapo llamado Narciso. Sus padres tenían tantas ganas de tener a su bebé que desde el día que nació le decían constantemente lo guapo que era. Y era verdad, Narciso era un niño bonito y resplandeciente. Tanto le dijeron su padres lo guapo y lo listo que era que el niño acabó por creérselo demasiado y se convirtió en un vanidoso presumido. Entonces empezó a dejar de jugar con los demás niños porque no eran tan guapos como él.

Narciso pasaba las tardes solo. Después del colegio se iba a un estanque del bosque a mirarse en el agua porque en aquella época no había espejos. Se agachaba a la orilla del estanque y se quedaba horas pasmado mirando su reflejo en el agua cristalina -qué guapo soy -decía Narciso. Y los demás también pensaban que Narciso era muy, muy guapo. Una tarde una ninfa del bosque llamada Eco se acercó por allí y se encontró a Narciso mirándose en el agua. -Qué guapo eres, ¿quieres jugar conmigo? -le dijo Eco a Narciso. Pero Narciso no quería jugar con nadie. Solo quería mirarse a sí mismo. Así que echó a la ninfa Eco del estanque con muy malos modos. Eco se alejó hasta su cueva desde donde podía ver al presumido Narciso en el estanque. Y entonces se le ocurrió una ingenioso truco para jugar con Narciso sin que él se diera cuenta. Cada vez que Narciso se decía a sí mismo -qué guapo soy - Eco repetía -oy, oy-. Y si Narciso decía -guapo - Eco repetía -apo, apo- . Este eco confundió a Narciso y pensó que era el agua quien repetía sus palabras. Así que se agachó un poco más para ver quién le estaba hablando y cayó al agua. En el lugar donde Narciso cayó al agua nació una hermosa flor que lleva su nombre para que todo el mundo pudiera contemplar su belleza.

Leyenda LA RIQUEZA Y LA POBREZA Existió, hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza. Este hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre padre cuanto le pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia vida, llena de más caprichos y lujos. Transcurridos unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios en el mundo del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado de mil y una comodidades. Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir de la pobreza, y caminaba mendigando de pueblo en pueblo y viviendo gracias a la ayuda de las gentes. Aquel padre, a pesar de haber abandonado su vida anterior y haberse convertido en un hombre con tanta suerte, no conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a día de su marcha y soñando con su llegada:  ¡Dónde estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en mis últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza! Y, cosas del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que se había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de caminar de allá para acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se encontraba reposando placenteramente sobre un sillón de buena mimbre en el porche ajardinado de su gran casa. Pero el padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para darle un gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo, aquello no tuvo nunca lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y temeroso de ser humillado, salió corriendo de allí como alma que lleva el diablo.

Leyendas para niños: El cuervo y la sed Cuenta la tradición que el dios Apolo era un dios muy impaciente al que le gustaba ser servido con rapidez y eficacia. No perdonaba a aquellos que vagueaban o que dudaban un minuto su quehacer. Un día de primavera, Apolo envió al cuervo que le hacía las funciones de sirviente en busca de agua con la que poder calmar la terrible sed que padecía aquel día por el calor repentino. – No tardes- Advirtió Apolo al cuervo.

Tras aquellas breves palabras el cuervo partió en busca de agua. Durante el camino, una gran espiga verde surgió ante el cuervo frenándole la marcha: – ¡Qué espiga tan tentadora! Pero esperaré a que madure para que sea aún más sabrosa- Se dijo el pájaro. De este modo, el cuervo se olvidó de su cometido y tardó mucho tiempo en volver y en cumplir la tarea que le había encomendado Apolo, el dios impaciente. Y tras su acción, fue condenado a padecer sed durante todo el estío.

Leyenda del lobizón Si bien existe la leyenda del hombre lobo en Europa, la leyenda del lobisón tiene origen guaraní y tiene particularidades que la distinguen de su versión europea. El lobizón es el séptimo hijo varón de una pareja, que en las noches de luna llena, los viernes o martes, se transforma en un ser similar a un perro grande y negro, con grandes pezuñas. En su forma humana, el lobizón siempre es desgarbado, demasiado delgado y antipático. Su aspecto en general y su olor son desagradables. Una vez transformado, el lobizón ataca gallineros y ronda los cementerios buscando carroña. También ataca a los niños, según versiones más recientes ataca a los niños que no han sido bautizados.

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