A. Ibáñez
Química cerebral El cerebro de los mamíferos está constituido por miles de millones de neuronas, cada una de las cuales está conectada con otras a través de miles de sinapsis. El conjunto ofrece la imagen de una red extraordinariamente densa, que cuando se enfrenta a un problema complicado llega a desarrollar una potencia de 14 vatios. En la sinapsis se libera una serie de sustancias químicas llamadas neurotransmisores, que ejercen un papel excitador o inhibidor sobre otras neuronas. Los primeros neurotransmisores conocidos eran simples aminas, pero pronto hubo que incluir un importante grupo de péptidos, pequeñas agrupaciones de aminoácidos. En la actualidad se conocen unos treinta mediadores químicos, localizados en zonas específicas del cerebro. Los mecanismos químicos por los cuales actúan son prácticamente una incógnita, dado lo difícil del estudio del tejido cerebral. Parece ser que los receptores son moléculas proteínicas de gran tamaño en las que pueden encajar los neurotransmisores, activándose así la neurona receptora. Pero también deben existir en la sinapsis determinadas enzimas que inactiven a los transmisores para permitir que la neurona recupere su potencial de reposo. La interacción entre mediadores y receptores químicos es la responsable de todas nuestras sensaciones. Los receptores captan sólo un tipo particular de neurotransmisor. Su hipersensibilidad es esencial para la transmisión rápida de los impulsos; de hecho, los estados de depresión suelen estar ligados a receptores poco sensibles. Los neurotransmisores mejor conocidos son los más simples; contienen un solo grupo amino. A este conjunto de monoaminas pertenecen la norepirefrina, sustancia estimulante de la actividad cerebral y relacionada con los mecanismos del placer; la dopamina, muy similar a la anterior y reguladora además de los movimientos complejos; la serotonina, implicada en la percepción sensorial y en el control térmico y la feniletilamina, que contribuye a la regulación de nuestras emociones. Para que una droga provoque actividad cerebral debe poseer una estructura similar a la de algún mediador ya existente en el cerebro, reforzando los efectos excitantes o inhibidores de éste. La anfetamina, por ejemplo, es un estimulante que multiplica la actividad cerebral; de ahí su popularidad entre algunos estudiantes en épocas de examen. Este medicamento actúa aumentando los niveles de norepirefrina y dopamina en las sinapsis. El chocolate tiene un elevado contenido de feniletilamina; de ahí que muchos científicos como el biólogo Michael R. Liebowitz- sostengan que la ingestión de este alimento podría intensificar los sentimientos amorosos. No está nada claro que este sea el principal motivo por el que el chocolate tiene tantos adeptos, pero es sin duda una idea simpática que refuerza los motivos para regalar bombones a personas queridas, y de paso sustenta las conocidas teorías sobre propiedades afrodisiacas de algunos alimentos.
A. Ibáñez
Química cerebral El nivel de los mediadores químicos no sólo aumenta mediante drogas; puede hacerlo simplemente ante cualquier situación de alegría o de euforia, ya que el cerebro posee sustancias activadoras que se comportan como drogas de alto poder estimulante. También hay en el cerebro narcóticos naturales -encefalinas y endorfinas- con características similares a la morfina o la heroína. Algunos estímulos físicos como golpes violentos o la acupuntura provocan descargas de encefalinas o endorfinas en el cerebro, que amortiguan la sensación de dolor. También deben existir en las sinapsis determinadas enzimas que inactiven a los transmisores para permitir que la neurona recupere su potencial eléctrico de reposo. En este sentido, la monoaminoxidasa (MAO) es una enzima que contribuye más que cualquier otra a la regulación de los estados emotivos. La función de esta enzima se basa en eliminar a los transmisores con estructura de monoaminas por un mecanismo químico de oxidación. Cuando la producción de MAO es muy elevada, estos mediadores desaparecen rápidamente, originando un estado depresivo. Al parecer las personas pesimistas tienen un nivel de MAO más alto que los optimistas. La eficacia de muchos medicamentos antidepresivos se debe a la inhibición de esta enzima. Vemos que todos los sentimientos están asociados a algún tipo de actividad química. Incluso el enamoramiento parece estar ligado a intensas estimulaciones cerebrales, que originan estados comparables a los provocados por ciertas drogas. Este hecho es razonable si recordamos que la acción de las drogas no se basa en crear nuevas reacciones químicas, sino en acelerar o inhibir los procesos ya existentes.