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La Situación Venezolana y las Recomendaciones de la O.M.S para mejorar la Salud Mental. Estableciendo un orden diferente al de la O.M.S. a fin de darle más coherencia a las observaciones, individualizo cada una de ellas: Establecer políticas nacionales, programas y legislaciones. Desde la creación del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (1936) y de la División de Salud Mental (1946) comenzaron a establecerse políticas nacionales de asistencia psiquiátrica y salud mental acordes al conocimiento actualizado, tal como se expresa en la ponencia sobre salud mental, presentada en el VII Congreso Venezolano de Salud Pública (1986) por los voceros de la División. La propuesta de elevar a Dirección de Salud Mental a la División estuvo fundamentada por un sólido estudio, aprobado por Coordiplan (Oficina de Coordinación y Planificación del Sector Público) y el Consejo de Ministros de la Republica; Esta propuesta fue “misteriosamente” retirada de la Gaceta Oficial. (República de Venezuela, M.S.A.S. Dirección General N° G-543.- 19 de noviembre de 1985). El nivel técnico de dirección significaba autonomía y presupuesto propios, elementos indispensables para la ejecución del programa Salud Mental. En 1980 el equipo de la división presentó el “Proyecto para la creación del Instituto Nacional de Salud Mental” Cuyo objetivo general era “desarrollar proyectos de investigación y docencia relativos al área de la Salud Mental.” Es necesario recordar que tanto el Instituto Nacional de Salud Mental como la Dirección de Salud Mental fueron serios proyectos que contaron con el aval de las más altas autoridades de nuestro país (Presidencia de la República y Consejo de Ministros), fueron miserablemente saboteados dentro del mismo Ministerio de Sanidad, nunca se otorgaron los fondos económicos indispensables, expresión de ignorancia suprema ante la grave problemática de la salud mental. Disponibilidad de Medicamentos Psicotrópicos. Los medicamentos psicotrópicos están incluidos en la lista de medicamentos esenciales de Venezuela desde la década de los 80, fueron seleccionados por la División de Salud Mental con la participación de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y las Universidades. La adquisición y distribución de los mismos para hacerlos accesibles a todos los niveles de cuidados en salud siempre han estado sometidos a limitaciones económicas, el suministro ha sido incompleto e irregular,

esto ha repercutido muy desfavorablemente en la calidad del tratamiento (recaídas, nuevas crisis, rehospitalizaciones) Suministrar Tratamiento a Nivel de Atención Primaria. La atención ambulatoria cuenta con personal médico calificado, pero viene sufriendo en los últimos años un serio descalabro, por la limitación en los insumos, particularmente de los psicofármacos, contribución muy desfavorable a la salud mental de nuestros pacientes. Atención en la Comunidad. En Venezuela no se han construido hospitales Psiquiátricos desde hace más de 50 años. En la década de los años 70 se inició un programa nacional de Unidades de Psiquiatría para pacientes agudos en los hospitales generales de cada estado y algunos distritos, lográndose avances importantes en la desistigmatización de los pacientes, particularmente desde los hospitales Universitarios, sede de postgrados de Psiquiatría. Las deficientes condiciones socioeconómicas nos alejan de la opción a una asistencia psiquiatría comunitaria, debido a la pobreza extrema y critica, la ausencia de vivienda y empleo, la inseguridad personal, etc. Participación de las Comunidades, Los Familiares y Los Consumidores. La participación comunitaria se evidencia con la existencia de diversas asociaciones privadas a saber: Liga Venezolana de Higiene Mental, fundada en 1941, Caracas. Avepane (Asociación Venezolana de padres y amigos de niños excepcionales), fundada en 1963, Caracas. Sociedad Venezolana para niños y adultos Autistas, fundada hace más de 20 años. Cocosal. Servicio de psiquiatría Comunitaria del Hospital General del Sur, 1977 Maracaibo. Catasfam. (Centro de Atención al Esquizofrénico y su Familia), Maracaibo. Fundación Alzheimer de Venezuela, 1993 Caracas.

Estas meritorias asociaciones desarrollan sus acciones sobre patologías específicas, con excepción de la liga Venezolana de Higiene Mental que ha desarrollado acciones de promoción de la Salud Mental, algunas de ellas reciben escasos fondos del Estado. Educación Pública. En 1990 bajo el auspicio de la Oficina Sanitaria Panamericana de la Salud y su programa de Salud Mental se desarrolló en Caracas La Conferencia Regional para la Reestructuración de la Asistencia Psiquiátrica (11 al 14 de Noviembre) donde se insta a los Ministerios de Salud y de Justicia, a los Parlamentos, los Sistemas de Seguridad Social y otros prestadores de Servicios, las Organizaciones Profesionales, las Asociaciones de Usuarios, Universidades y otros centros de capacitación y a los medios de comunicación a que apoyen la reestructuración de la atención psiquiátrica asegurando así su exitoso desarrollo para el beneficio de las poblaciones de la región. Este intento de toma de conciencia solo contó con la asistencia de una senadora y dos abogados por Venezuela, fuera del equipo de Salud Mental de Venezuela (psiquíatras, psicólogos, terapistas ocupacionales, algún medico sanitarísta, etc). Realmente en Venezuela no se ha realizado ninguna campaña de educación pública y concientización sobre la salud mental donde participen los profesionales de la salud, los medios de comunicación, los políticos y la población en general. Desarrollo de Los Recursos Humanos. En el libro “Los postgrados de Psiquiatría en Venezuela” (1997) se reseña el carácter universitario de todos los postgrados, estos imparten conocimientos científicos actualizados y califican a un número suficiente de médicos especialistas para nuestro país; algo semejante ocurre con los postgrados de psicología clínica y terapia ocupacional psiquiátrica que funcionan conjuntamente con los postgrados de psiquiatría. En enfermería psiquiátrica y trabajo social psiquiátrico el déficit de personal es marcado, no existe formación universitaria específica ni incentivos de algún tipo para atraer y capacitar estos recursos tan necesarios al equipo de salud mental. En 1985 se firmó el acuerdo internacional entre el Centro de Investigaciones Neuropsiquiátricas (Cinepsi) de Venezuela y el “Simón Bolívar Hispanic- American Psychiatric Research and Training Center”, unidad de educación e investigación del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Chicago, E.E.U.U. Durante dos años

funcionó un fructífero intercambio, específicamente en el área de actualización de conocimientos (cursos breves) y formación de docentes en psiquiatría. Seguimiento Comunitario de la Salud Mental. La vigilancia epidemiológica sobre Salud Mental en Venezuela se realizó y publicó hasta 1993, por la Unidad de Estadísticas Psicopatologías de la División de S.M. En el año 2000, a petición verbal de la O.P.S. y con el respaldo de los profesionales del programa Salud Mental, ya se había desmantelado la División de S.M., el autor presentó una propuesta a la O.P.S. titulada: “ Un enfoque epidemiológico de la S.M. Análisis Situacional. Periodo 1987- 1997. Nunca hubo repuesta. Respaldo y Apoyo de la Investigación. La fundación Centro de Investigaciones Neuropsiquiátricas, (Cinepsi) representó un importante esfuerzo, para promocionar todo tipo de investigación pura y aplicada en el campo de la Neuro-psiquiatría, su sede estuvo localizada en el hospital psiquiátrico de Caracas, activa durante tres años, (1983-1986). Era también uno de los programas de la no consolidada Dirección de Salud Mental, del M.S.A.S. Diversos factores que no merecen comentario contribuyeron a su desactivación. Igualmente, el acuerdo internacional entre la fundación Cinepsi y la Universidad de Chicago solo recibió el apoyo formal del M.S.A.S. Las actividades de investigación en psiquiatría y salud mental que se continúan realizando son aquellas: 1- Ejecutadas por los cursantes de psiquiatría y psicología Clínica de las facultades de medicina (Universidad Central de Venezuela, Universidad de los Andes, Universidad del Zulia), se le denomina trabajo especial de investigación (T.E.I.) en ocasiones están conectados con laboratorios de neurociencia. 2- Las realizadas por equipos docentes de las facultades de Medicina de las Universidades nacionales ya nombradas, están casi todas publicadas en los Archivos Venezolanos de Psiquiatría y Neurología. Una visión panorámica de las actividades de investigación fue presentada por autores venezolanos en el último Congreso de la Asociación Mundial de Psiquiatría (Caracas, octubre 2003); participaron en 25 simposios, dictaron 11 talleres, 2 cursos, presentaron 35 comunicaciones libres y 13 carteleras.

Cada una de estas actividades contiene los siguientes apartes: introducción, objetivos, diseño, material y método, resultados y conclusiones. Las investigaciones se realizaron en hospitales psiquiátricos, servicios de psiquiatría de hospitales generales, centros de atención ambulatoria al paciente esquizofrénico, laboratorio de Neuroquímica, Instituto de Psiquiatría Infantil, etc. Alianzas con Otros sectores. No hay logros efectivos en materia de educación, seguridad social, vivienda, trabajo, sistema judicial y Salud Mental (Alvarez, 2004). ¿Cómo la migración afecta la salud mental de los venezolanos? Violencia, represión, hambre, falta de dinero, entre otros varios factores han conllevado a la migración masiva de venezolanos hacia otros países de la región. Países como Colombia, Perú y Ecuador han soportado, hasta el momento, la llegada de familias enteras o desmoronadas buscando un mejor futuro en sus territorios. Esto ha conllevado un sinnúmero de situaciones y retos por afrontar como países receptores y también un desesperado llamado a la comunidad internacional para apoyar y paliar la 'crisis' migratoria en términos económicos y humanitarios. A todo lo anterior se suman las secuelas que está dejando dicha migración en los mismos venezolanos. Dejar sus países, sus familias y enfrentarse a una dura carrera por sobrevivir en lugares ajenos, además de problemáticas como la xenofobia y la discriminación están causando en estas familias una variedad de secuelas mentales que podrían quedar de por vida, o incluso, desencadenar en otras consecuencias más graves. "Cualquier situación externa que se perpetúe en el tiempo y que comprometa la calidad de vida de las personas, evidentemente causa sintomatología emocional. Estamos hablando desde que el paciente haga cosas adaptativas, como salir de su casa para ir a un país completamente distinto y exponerse a estar a un lugar que no conoce", aseguró a EL TIEMPO.COM Yahira Guzmán, especialista en psiquiatría y jefe de salud mental en la Universidad de La Sabana. Según la experta, "enfrentar esas situaciones puede causar síntomas depresivos, de ansiedad. Hay que aclarar que no todos lo van a presentar, pero algunos pueden tener mayor susceptibilidad". Algunos de los factores que desencadenan problemas mentales en los migrantes son:

1. Alteración del sueño: dependiendo del sitio no van a tener forma de dormir adecuada. Muchos acampan en el primer lugar donde se les permita o duermen a la intemperie en estado de alerta. Una madre, por ejemplo, es muy difícil que concilie el sueño teniendo a sus hijos al lado aguantando frío o bajo el peligro de que algún extraño les cause algún tipo de daño. 2. Mala alimentación: La falta de comida, o incluso la alimentación no saludable se presentan comúnmente entre las comunidades migrantes, pues están sujetos a lo que se les brinde en el país receptor o incluso a no conseguir ningún tipo de alimentación. Esta situación también casa alteraciones en el cuerpo y en el estado de ánimo de las personas, e incluso puede cambiar el funcionamiento del organismo, que no tiene lo que requiere para realizar sus funciones normales, como pensar o movilizarse. 3. Violencia: sea que la persona haya vivido un episodio traumático, o que tenga que exponerse constantemente a episodios violentos dentro de su camino migratorio, igual se va a ver afectado psicológica y afectivamente. Las secuelas de la discriminación o la xenofobia, por ejemplo, deben ser posteriormente tratados por especialistas. 4. Explotación: la situación vulnerable en la que se encuentran las personas que migran como lo hacen los venezolanos por la región, los expone a convertirse en objetivos fáciles para proxenetas, explotadores laborales, traficantes de personas, entre otros. "Todo esto de alguna manera contribuye a que las personas sean más susceptibles a desarrollar un trastorno depresivo mayor, a desarrollar trastorno de ansiedad, o en algunos casos, estrés postraumático. Dentro del espectro depresivo, pierden el gusto por las cosas y puedan a llegar a perder el sentido de la vida", añade la especialista en psiquiatría y jefe de salud mental de La Sabana. Una imporante consecuencia de ello, según narra Guzmán, es que "pueden dejar de cuidarse, y probablemente de cuidar las personas que depende de ellos, si son papás".

Acabar con el estigma "La gente suele pensar que una persona al cambiar de país su comportamiento va a ser diferente y que los medios que utilizan para subsistir serán violentos. Sin embargo, la violencia viene de trastornos biológicos que las personas tienen desde antes y que no se relacionan con la enfermedad mental como tal", analiza Yahira Guzmán.

Para la experta, además, "ello no significa que desarrollen una enfermedad mental y como consecuencia pongan en peligro a la comunidad". Sin embargo, los estigmas se encuentran presentes entre los países receptores de migrantes, y las cifras, aún desconocidas pero evidentes para las comunidades, van mostrando cómo el número de venezolanos afectados mentalmente por las situaciones que tienen que vivir en su condición de migrantes, crecen cada día más. El informe final del censo de venezolanos en Colombia durante dos meses, reveló que de los 819.035 que tienen visas o permisos, el 53% no se encuentra en la zona fronteriza. "Yo pienso que por un lado tenemos que ser muy sensibles con lo que está pasando. Sí es importante sensibilizar al pueblo colombiano con lo que está pasando, a las autoridades estatales, para que podemos estar pendientes de la salud de estas personas", finaliza Guzmán. Por su parte, en una entrevista al diario el peruano, la psicóloga de la Universidad Continental Karen Pérez, aseguró que "entendamos que el costo psicológico de la migración es muy alto. Implica desintegración familiar, cambio de ocupación, pérdida de estatus profesional, separación, adaptación a nuevos valores y costumbres, entre otros aspectos relevantes". Según Pérez, "el ajuste de esta adaptación causa problemas emocionales y afectivos, como el conocido estrés ‘aculturativo’ o síndrome de Ulises que, con el tiempo, si no es atendido, puede generar desórdenes mentales en las personas vulnerables, como estrés psicosocial, aislamiento social, baja autoestima, duelo psicológico, depresión y ansiedad, fobias, violencia familiar, etcétera". Una tarea conjunta Por otro lado, para Guillermo González, experto en terapias de situaciones de resilencia, "el primer paso lo debemos dar los colombianos y tiene que ver con la empatía, con la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y entender su realidad". Según González, "en este momento los colombianos tenemos una sensación de bienestar, pero lo sentimos porque tenemos un punto de comparación que es Venezuela. Esto lo que crea es una dificultad de ser empáticos con ellos, pues no podemos reconocer nuestras propias dificultades y nos alejamos un poco de lo que les está pasando".

Sin embargo, el experto añade que la empatía sirve para poder entender y ver desde otro punto de vista la situación que están teniendo los venezolanos, pues nadie migra en esa situación porque quiere. Además, nos ayuda a entender que esto no tiene que ver con que seamos colombianos y ellos venezolanos, sino que todos somos latinos, habitantes de una región y compartimos muchas cosas. "Claramente no podemos resolverles la situación, ni hacer que todo vuelva a la normalidad. Pero sí podemos aprender a verlos de una manera diferente, a tratarlos con dignidad y a generar otro tipo de relaciones. La situación de ellos ya es lo suficientemente difícil, y la xenofobia, entre otros males, hace que ellos generen otras emociones negativas, sumadas a las que ya tienen que cargar", explica González. Además, los expertos coinciden en que esta situación puede durar muchos años. ¿Cómo podemos ayudar? Guillermo González recomienda: 1. Reconocer la incertidumbre. "Esto tiene que ver con reconocer la incertidumbre. Esa sensación de que no sabemos qué va a pasar, de que podemos morir en 5 minutos o en muchos años. Esa sensación lo que te dice es que todo puede cambiar en un instante. Te pone en un lugar de agradecimiento frente a las cosas que tienes hoy, porque no sabes si mañana las vayas a tener. 2. No es una situación a voluntad: Nadie deja su trabajo o su país para ir a otro lugar a hacer otras cosas que no le gustan hacer. Si tú estudiaste una carrera, el lugar en el mundo que quieres ocupar es otro. Entonces se debe hacer el trabajo de entender a la otra persona desde el cuestionamiento propio. ¿Qué le pasa a esta persona que viene desde Venezuela? ¿Qué está sintiendo acá, lejos de su familia? ¿Qué sería para mí el estar lejos de mi familia, de cierta manera obligado? 3. Entender la decisión. Hay que confrontarnos y entender la difícil decisión que tuvieron que tomar ellos de venirse, no solo a Colombia sino también a Perú, a Ecuador, a otros países de la región. Esto nos hace dimensionar el proceso y ver las emociones que hay de por medio, la impotencia, por ejemplo. Uno habla con un venezolano siente su impotencia, esa incapacidad de no poder hacer nada para cambiar lo que sucede en su país. También está la frustración. El qué sería de mi vida si estuviera haciendo lo que me gusta, si pudiera comer todos los días, si no tuviera que aguantar frío en la calle, si no tuviera que caminar kilómetros y kilómetros para llegar a un lugar en donde no sé si vengo

a obtener lo que vengo a buscar. Se trata de pensar en qué me pasaría a mí en esa situación, ¿qué haría yo? 4. Los niños, los grandes afectados. Durante los seis primeros años de nuestra vida es donde nosotros grabamos todos nuestros hábitos emocionales, con los que nos vamos a desenvolver en la vida. Los niños mirgantes crecen en una realidad bastante compleja, es similar a la de los pequeños que crecen dentro de una cárcel, su infancia transcurre entre muros y un ambiente difícil. (Reyes & Quintana, 2018).

Salud mental del venezolano… ¿hacia el colapso? ¿Qué voy a comer mañana?, ¿cómo pagaré el colegio? Este es el día a día del venezolano común. Pero, ¿dónde van a parar estos pensamientos? Para esta pregunta si hay respuesta. Cinco años atrás: 31 de cada 100 venezolanos sufría de depresión o ansiedad por la crisis sostenida del país. Hoy: 70 de cada 100. Se refleja en los estados de irritabilidad y de preocupación de las caras que nos topamos en la calle. La salud mental del venezolano colapsa. Son cifras extraoficiales. Desde el 2012, el Ministerio Popular de La Salud no reporta estadísticas. Son números extrapolados de diversos estudios, como el del doctor José Miguel Pérez y de Néstor José Macías, expresidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, quienes junto a un grupo de especialistas realizó un estudio longitudinal en el que encontraron resultados críticos: En estos últimos años aumentaron en un 71% las enfermedades mentales en Venezuela. Prevalece la ansiedad, seguida de la depresión, según Norbey Marín, psicólogo clínico. Muchas personas creen que la salud mental es la ausencia de patologías. Y no siempre es así. La Organización Mundial de la Salud la define como ese estado en que la persona encuentra bienestar en sí mismo. Y a través de ese bienestar se hace consciente de todas sus capacidades para poder trabajar y producir de manera fructífera, para poder brindar un apoyo a su comunidad y sociedad. “Es esa conciencia de poder enfrentar los problemas de la vida cotidiana de manera natural y espontánea”. -Somos una unidad biológica, psicológica y social y nuestros padecimientos nos conectan integralmente. Esto afecta nuestro estado de ánimo a través del estrés crónico. Un estudio de la Federación Venezolana de Psicólogos apunta que ya la mayoría de los venezolanos

lo padece. Y se manifiesta a través de la depresión y de los trastornos de ansiedad, los cuales en el tiempo desencadenan trastornos de personalidad, estados psicóticos y trastornos de bipolaridad, que afectan a la persona, a su entorno familiar y laboral. Y es que cuando se afectan nuestras seguridades básicas, se activa en los seres humanos lo más primitivo, como la agresividad o la violencia: Padres que llegan gritando a sus hogares o educadores que lo hacen en los colegios. ¿Y qué diferenciará a estas personas, de esa minoría que ha podido soportar la crisis? “Las fortalezas emocionales. Aquellos con alta autoestima, capacidad de resiliencia, de abrirse frente a los problemas, su manera de conectarse con el mundo que les rodea para buscar apoyo y ayuda, tienen mayores recursos para afrontar el problema. Aquellos que se aíslan, que no la afrontan, sino que la evaden, terminan en la desesperanza, en la angustia. Es cuando desarrollan estos cuadros de estrés, de depresión y ansiedad”. Las fortalezas son el resultado de esa experiencia familiar y cotidiana, su formación académica, inclusive su temperamento y estructura de personalidad. Una persona que venga de un ambiente de maltrato, de miseria, de poca formación, de poca esperanza y en el que exista poco estímulo, será una figura vulnerable frente a esta atroz situación. Pero, aquella que provenga de un ambiente de unidad, del trabajo en equipo, donde el papá siempre le ha enseñado que frente a las caídas y dificultades hay que levantarse, echar hacia delante, es una persona de alto calibre. Las repercusiones del primer grupo son bastante complejas. Tienen que ver con el ámbito personal: esa persona comienza a tener problemas para integrarse en su mundo cotidiano. Padece malestar y en algunos casos se incapacita cuando tiene un trastorno severo y no puede ni siquiera trabajar ni atender a su familia. Cuando es así, su vínculo inmediato que es su familia, comienza a buscar apoyo para sacar a esta persona de esta situación. Momento de acudir al especialista Cuando la persona se da cuenta que su mundo comienza a afectarse: no está comiendo ni durmiendo bien, entra en un estado de desesperación y angustia, ataques de pánico y empieza a tener conciencia que está padeciendo y sufriendo, es hora de que acuda en búsqueda de apoyo psicológico y hasta psiquiátrico. Muchas veces la persona no se percata y no toma conciencia de su enfermedad. El papel de los familiares y de las

personas que le rodean es orientarlo y canalizar la ayuda psicológica o psiquiátrica, según sea el caso. Las características del venezolano han venido cambiando, según diferentes estudios. El ciudadano de hace 20 años atrás era muy diferente, la solidaridad está disminuyendo. Éramos vistos como uno de los países con las personas más felices del mundo. Ahora cada quien se centra en sus necesidades inmediatas. “Lamentablemente no puedo compartir con el otro, porque ¿quién cubre mis necesidades?”. Y es que las crisis hacen que nuestras características primitivas salgan a relucir, por lo que vamos a encontrar en la calle personas que, en vez de responder al saludo, andan irritables, molestas, preocupadas. En medio de esta crisis, el psicólogo Marín está convencido que se debe buscar oportunidades para esperanzarse y enriquecer la estructura psicológica. (Laguna, 2016) El psiquiatra y psicoterapeuta Luis Madrid, quien es coordinador del Comité de Abordaje de Trastornos Afectivos de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP), precisa que según estadísticas obtenidas con base en los pacientes que atiende junto a sus colegas en la Unidad Grupo Tamanaco, en Caracas, se han incrementado las consultas por insomnio 14 veces más que hace 5 o 10 años, las de ansiedad han aumentado 12 veces más, las de depresión y consumo de drogas se han multiplicado por ocho y las consultas por estrés postraumático son ahora 18 veces más que en 2006. El estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que se ve en países en situaciones de guerra, donde ocurren catástrofes naturales o hechos de terrorismo, explica Madrid. “Esto era inusual”, asegura. La última vez que el Min-Salud publicó cifras oficiales sobre los principales motivos de consultas psiquiátricas fue en 2008; entonces punteaban los trastornos de ansiedad, trastornos de la personalidad, las disfunciones sexuales, el déficit de atención en niños y adultos, y la depresión. Ahora se han sumado otras. El consumo de alcohol y drogas como “automedicación” por no conseguir los medicamentos está ocurriendo. “Siempre se ha sabido que el consumo de drogas es una manera de automedicarse por algún malestar, pero ahora se ve con más frecuencia por la ausencia de psicofármacos y

eso es terrible, porque la persona caerá en otra patología. Si antes tenías una depresión ahora tendrás una depresión más un abuso de sustancias”, explica Madrid, quien además es profesor de Psicopatología en la UCV. También están viendo trastornos por somatización (síntomas somáticos por problemas de ansiedad, estrés crónico depresión), que se manifiestan con dolores de espalda, gastrointestinales, migraña, problemas respiratorios. “Y lo que más nos preocupa es que estamos viendo en este momento trastornos neuropsiquiátricos asociados a desnutrición”, apunta Madrid. Son cuadros de depresión o ansiedad asociados a la pérdida de peso por no estar comiendo bien, aunque también hay pacientes con depresión o ansiedad que por su desnutrición o malnutrición no mejoran, porque no tienen una buena ingesta de proteínas y carbohidratos para aumentar los niveles de neurotransmisores. Además del paciente con alguna patología mental, se está enfermando su entorno. “Los familiares se estresan y suman nuevas patologías, tienen crisis de ansiedad, ataques de pánico, depresión, consumen drogas, alcohol o tabaco. Esto es como una bola de nieve, no es un problema puntual sino colectivo, de salud pública”, sentencia Rodríguez, psicólogo clínico. Y desde la junta directiva de la SVP, aportan otro dato: la angustia de tener a un paciente enfrente, saber lo que tiene y cómo tratarlo, pero no saber qué medicamento mandarle porque no hay, les angustia, igual la descompensación, pero además la misma crisis del paciente la vive el doctor.

“Antes era raro cuando te pegaba. Ahora cuando te cuentan que no tienen arroz tú piensas ‘yo tampoco tengo arroz’; que su hijo se fue del país, ‘mi hijo también se fue’; que no tienen cómo pagar la inscripción del chamo en el colegio, ‘yo tampoco tengo’. Ya distanciarnos cuesta”, relata Adelle Mobilli, psiquiatra, secretaria de la SVP. En este contexto de escasez se están presentando cuatro problemas, señala Luis Madrid. Los pacientes toman el tratamiento de manera intermitente, o lo suspenden porque no encontraron el fármaco, o reducen las dosis para que les rinda, o son sometidos a cambios frecuentes del tratamiento ante la ausencia de los fármacos.

Esos cuatro factores aumentan las recaídas y las hospitalizaciones, así como los gastos del paciente y de sus familias porque deben comprar nuevos medicamentos, con el agravante de que estos psicofármacos también han llegado al mercado negro y son ofrecidos por bachaqueros. En paralelo disminuye la productividad de la persona. “Tenemos pacientes de 25 y 30 años, que están en control desde niños, y ahora tienen crisis. Están en la etapa de ir a la universidad, de estudiar y trabajar, pero es muy difícil para una persona que entra y sale de una crisis ir a clases y entender lo que dice el profesor. Sin medicación es técnicamente imposible tener una vida”, comenta Escontrela. “Tengo pacientes que han tardado hasta 4 y 5 meses en salir de la fase aguda. Eso es insólito” Los lapsos de recuperación, por ende, también se han alargado. El tratamiento de los trastornos afectivos, del ánimo, ansiedad, depresión y trastorno bipolar se dividen en tres fases: aguda, continuación y mantenimiento. En la fase aguda, explica Madrid, se saca al paciente de la crisis en 4 o 6 semanas, según protocolos internaciones, de manera ambulatoria, no necesariamente hospitalizado. Luego entra la fase de continuación, donde se “pule” el tratamiento, se quitan medicamentos o bajan dosis según la mejoría de los síntomas y se indica psicoeducación y psicoterapia con el paciente y familiares. Toma unos 6 meses. Después se entra en la fase de mantenimiento, donde ya tienen su tratamiento permanente como un el hipertenso o un diabético. “Con esta intermitencia de tratamiento, suspensión, dosis subterapéuticas y cambios frecuentes de tratamiento los períodos se han prolongado. Tengo pacientes que han tardado hasta 4 y 5 meses en salir de la fase aguda. Eso es insólito. Y cuando están saliendo de la crisis vuelven a caer porque se les acabó el medicamento o hubo que cambiárselo, o bajó la dosis para rendir las pastillas”, comenta Madrid. Así, los periodos de 4 a 6 semanas se prolongan a meses, la fase continuación demora 1 o 2 años y “entrar a la fase de mantenimiento es imposible en este momento en Venezuela”.

Por ello, la farmacéutica es tajante al decir que ajustarse a los medicamentos que están en el mercado no es lo ideal, porque sacar al paciente de una crisis va a costar mucho y ameritará más días de hospitalización “Ahorita en Venezuela se estima que 80% de la población no tiene salud mental, según estadísticas informales”, indica Rodríguez, psicólogo clínico. “Somos como un gran hospital de receptoría de enfermedades que vienen como efecto colateral de esta crisis social, económica y política”. Un joven hospitalizado en el módulo de hombres de El Peñón saca sus brazos al escuchar el ruido de un carro. Pide un caramelo o un cigarro, habla con dificultad porque está dopado y deja ver sus nudillos rotos, ensangrentados. La punta de su nariz también tiene un raspón. “Me trajeron porque fumaba mucha marihuana. No me gusta esto, no nos sacan a llevar sol”, comentó el joven entre los huecos. Foto: JLH Con lo mínimo Regresar a una psiquiatría de hace 40 años, “manicomial”, y aplicar métodos como la contención mecánica (amarrar o aislar a un paciente en un cuarto, sin su ropa, para que no se haga daño por las alucinaciones por no tener medicamentos), es algo que lamentan los especialistas. “Eso está pasando en hospitales psiquiátricos, y muchos han dado de alta a los pacientes en mal estado porque no hay comida, no solo no hay medicamentos, sino que no hay comida ni personal, pero esto no se dice, no se ve”, denuncia Rosemary Rodríguez. En agosto fue cerrado el Sanatorio Mental La Paz, un centro subsidiado por el Ministerio de Salud, ubicado en la vía a San Diego de Los Altos (Miranda) tras verificarse la muerte de 23 pacientes por desnutrición, desde febrero. Los que permanecían en el sanatorio fueron trasladados a otros centros de salud, uno de ellos fue el Centro de Salud Mental El Peñón, ubicado en el municipio Baruta (Miranda). Tres fallecieron allí. “Llegaron demasiado delicados de salud”, informó el director de El Peñón, Daniel Grau, quien aseguró que actualmente tienen 20 pacientes hospitalizados que reciben “medicinas, alimentación y pañales”. En la “casa de madera” del Centro de Salud Mental El Peñón atienden las emergencias y consultas psiquiátricas. Foto: Patricia Marcano

“Aquí vienen personas de todo el país, si vienen con un récipe de otra institución y el informe médico, lo evalúa un psiquiatra y si hay disponibilidad del medicamento se lo damos. Aquí se le da un trato humanitario y miltidisciplinario al paciente, yo creo en el socialismo como una manera de humanizar y mejorar la salud del pueblo”, comentó el director de El Peñón, quien es psicólogo. Pero varios trabajadores del centro informaron que los medicamentos escasean, al igual que la comida, que hay 10 hombres y ocho mujeres hospitalizados y que los ingresos están restringidos. De tener hasta 100 camas disponibles ahora disponen de 48, pero no hay comida ni medicamentos para esa capacidad de personas. “Y cuando no hay medicinas se quedan sin medicación, ¿qué familiar les va a traer algo si a muchos los dejan abandonados aquí”, relató otro trabajador. Ninguno quiso identificarse por temor a represalias. Grau rechaza las denuncias de escasez, asegura que dan tres comidas y merienda a los hospitalizados (están máximo 3 meses), que Mercal les envía los alimentos suficientes para 20 personas y que a pesar de que “la guerra económica nos ha afectado, ahora tenemos mayor contraloría social y un comité de salud que verifica todo lo que llega”. Reconoce que les falta una ambulancia (los traslados de pacientes se hacen en carros particulares, al igual que en el psiquiátrico de Lídice) y mejorar la infraestructura, hecho que será atendido por la Fundación de Edificaciones y Equipamientos Hospitalarios (Fundeeh), del Min-Salud. Hace más de 12 años cerró la unidad de hospitalización de niños y adolescentes del Psiquiátrico de Caracas, ubicado en Lídice. En el Psiquiátrico de Caracas (en Lídice), que cumplió 124 años en septiembre, se ha reducido la capacidad de unas 200 camas a 60, y de 30 psiquiatras que deberían tener hay 11 disponibles. La intermitencia en el tratamiento afecta a quienes están allí hospitalizados por cuadros psicóticos (17 personas) y de depresión (nueve pacientes). “No hay olanzapina, quetiapina, risperidona, escitalopram, sertralina, mirtazapina, o llegan y se agotan. El suministro es intermitente. El problema es que al no tenerlos el paciente aumenta su deterioro, la muerte celular se acelera y va disminuyendo la capacidad de atención, concentración y memoria. Se ha demostrado que en las psicosis,

depresión y bipolaridad hay deterioro cognitivo y esto se traduce en más hospitalización. Es un círculo vicioso”, comentó uno de los especialistas del hospital. Al no ingerir proteínas el paciente se inmunosuprime y no responde adecuadamente a los tratamientos. Allí la hospitalización es de máximo 45 días, pero a buena parte de los pacientes los abandonan y duran años; los familiares dan número y nombres falsos y luego no aparecen. Cuando fallece alguno, el cadáver dura hasta 3 días en el centro porque en otros hospitales con morgue no los quieren aceptar, ni en el Jesús Yerena, que queda a pocos metros, ni en el Vargas, porque saben que nadie va a reclamar el cadáver. Todos los traslados son en vehículos particulares porque la única ambulancia nueva que llegó, en tiempos en los que Alfredo Peña era alcalde metropolitano de Caracas (entre 2000 y 2004), pero se la llevaron para rotularla y nunca más regresó a los predios del sector Manicomio, en la parroquia La Pastora. La comida tampoco es regular y no se ajusta a la patología de los pacientes. “Estamos en crisis, pero resistiendo”, expresó un doctor. En el psiquiátrico Jesús Mata de Gregorio, del IVSS, ubicado en Los Chorros, la situación no es mejor. La semana pasada solo había dos medicamentos en la farmacia: risperidona y leptazine (trifluoperazina), un antipsicótico de los años 50. De este hospital están egresando pacientes con décadas hospitalizados, en estado de desnutrición y con escaras por exceso de medicación, comentó el familiar de un paciente, que buscará cupo en otro psiquiátrico y que no quiso dar su nombre por miedo a que se lo nieguen. Es paciente mental desde los años 90. “Me pedían que le trajera comida y medicinas, hace tres semanas me lo dieron de alta y no sé qué hacer”, comentó uno de sus familiares mientras buscaba información en el psiquiátrico de El Peñón. Miguel Ángel De Lima, vicepresidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, asegura que “se están vulnerando los derechos humanos de los pacientes psiquiátricos”. “¿Por qué para el Ministerio de Salud la salud mental es la pariente pobre? En el Plan de la Patria no se dice nada de la salud mental, y en el Plan de Salud 2013-2019 tampoco. En 2013 había 23 mil pacientes psiquiátricos hospitalizados y para 2015 había 5.558. ¿Dónde están? ¿Los echaron a la calle?”, denuncia De Lima.

Advierte que la crisis no es solamente de psicofármacos, es general de la salud mental porque no hay psiquiatras ni psicólogos clínicos, trabajadores, sociales, psicoterapeutas ni enfermeras psiquiátricas, y reclama que no se hayan construido nuevos psiquiátricos ni exista ninguno en proyectos. El país cuenta con 12 hospitales psiquiátricos y nueve establecimientos psiquiátricos de larga estancia (Eples) que dependen del Ministerio de Salud. El Psiquiátrico de Lídice dejó de funcionar la consulta de psiquiatría infantil por falta de especialistas “El postgrado de psiquiatría y de psicología clínica de El Peñón lo cerraron, y más de la mitad de los cargos que ofrece la UCV para el postgrado de psiquiatría quedan desiertos. ¿El Ministerio ha evaluado esto? Es preocupante”, agregó. En El Hospital Luis Ortega de Nueva Esparta, por ejemplo, pasaron de tener siete psiquiatras a uno solo, entre 2015 y lo que va de 2016. Y a la junta directiva de la SVP han llegado denuncias de despidos de psiquiatras por haber firmado para el 1% del revocatorio presidencial, en el estado Carabobo. Y para los niños y adolescentes no existe ningún centro psiquiátrico para hospitalizarlos; el que funcionó en el Psiquiátrico de Lídice fue cerrado hace más de 12 años porque desde los tribunales enviaban adolescentes transgresores; no había cómo controlar los abusos sexuales que estos cometían contra los pacientes más débiles, recordó uno de los psiquiatras que trabaja en el hospital. Para los más pequeños tampoco hay garantía de psicofármacos; los de uso pediátrico también escasean. De lo que no se habla Además de las recaídas de los pacientes psiquiátricos por la escasez de medicamentos, el aumento de las hospitalizaciones y el deterioro de la calidad de vida del paciente y sus familiares, la crisis actual también está aumentando el riesgo de suicidio en quienes padecen enfermedades mentales. Luis Madrid, psiquiatra y psicoterapeuta, comenta con preocupación que al menos en las últimas dos semanas los intentos de suicidio “se han incrementado dramáticamente”. Entre colegas se están prendiendo las alarmas por la cantidad de pacientes con ideas suicidas, “estamos en tensión permanente quienes manejamos volúmenes de pacientes no

vivíamos con la tensión que tenemos ahorita, de que los pacientes se reagudizan, recaen e intentan suicidarse”. “La mortalidad por suicidio y por deterioro es la que ocurre en psiquiatría” Comenta que por lo general no se asocia a la psiquiatría o a las enfermedades mentales con mortalidad, pero lo cierto es que la escasez actual de medicamentos puede llegar hasta ese extremo. “La mortalidad por suicidio y por deterioro es la que ocurre en psiquiatría. 10,2% de los pacientes que sufren de depresión recurrente mueren por suicidio. 15% de los bipolares muere por suicidio y la cifra puede llegar a 20% si tienen crisis muy frecuentes. Estas son estadísticas mundiales. En las condiciones actuales nosotros debemos estar pegados del límite”, señala Madrid, coordinador del Comité de Trastornos Afectivos de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP) (Marcano, 2017)

Sicólogo advierte aumento de trastornos mentales en venezolanos La aguda crisis general en la que se mantiene hundida a Venezuela no solo está golpeando a sus habitantes físicamente; la salud mental del venezolano empeora con el pasar de los días y el aumento de los problemas, según reportes de especialistas. El sicólogo egresado en la primera promoción de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Ucla), Luis Oropeza, advierte que de cada cinco pacientes que van a consulta, tres presentan algunos trastornos desarrollado por la situación país. “Es alarmante. Se está generando un desajuste sicosocial que es inevitable en todos los países que atraviesan por este tipo de crisis. Estamos tratando casos de depresión,

ansiedad, ataques de pánico, miedo irracional, miedo a salir a la calle y otros, como no lo hacíamos antes. Nos ha tocado la demandante necesidad de reinventar tratamientos sicológicos que estaban habitualmente relacionados con los problemas diarios de la gente como las relaciones de pareja, desajuste del estado de ánimo. Nos dedicábamos a eso y ahora tenemos que cuadrarlo a los padecimientos actuales”, explicó. Destacó Oropeza que la depresión es de alto riesgo como generador de infartos, diabetes y otras enfermedades. Esta afección está aquejando a una persona cuando resulta evidente falta de interés por las cosas que le gustaban, problemas en el trabajo, falta o exceso de sueño y poca socialización. “El 70 % de las personas que sufrieron un infarto al miocardio estuvieron deprimidas. Muchas personas llegan con ataques al miocardio al Hospital Antonio María Pineda pero no hay servicio sicológico para determinar si anteriormente sufrió de depresión”, sentenció. También señaló que en la actualidad la principal causa de los rompimientos de pareja es la precariedad económica. “Esto genera desajuste emocional. No pueden sostener la relación cuando empiezan las discusiones porque no pueden hacer el mercado completo o no le pueden comprar los uniformes de los niños, por ejemplo”, expuso. Además del estrés diario al que es sometido el venezolano, cuando se le detecta un trastorno sicológico no consigue los sicofarmacológicos para tratarse. Ante la situación llamó a la Federación de Psicólogos de Venezuela Colegio de Sicólogos a realizar estudios que permitan aportar datos estadísticos concluyentes en relación al desajuste sicosocial en la nación. “Esta es una crisis que inevitablemente hay que atravesarla. Hay dos maneras de hacerlo: vivirla con un trastorno sicológico o vivirla con firmeza y alternativas para enfrentar la crisis”, expuso.

Aconsejó a la colectividad a afrontar la crisis centrado en soluciones y a esquivar el estrés acudiendo a practicar ciertos deportes y vincularse con la familia para buscar desahogo social y emocional en espacios de convivencia (Zaá, 2018).

Bibliografía Alvarez, N. (2004). La Situación Venezolana y las Recomendaciones de la O.M.S. para mejorar la Salud Mental. Sociedad Venezolana de Psiquiatría, 30-34. EC, R. (10 de octubre de 2018). Venezolanos en Perú: cifras actualizadas de la migración venezolana. El Comercio. Laguna, A. (28 de diciembre de 2016). Salud mental del venezolano… ¿hacia el colapso? El Carabobeño. Macera, D. (31 de julio de 2018). Migración venezolana y su impacto en la economía peruana. El Comercio. Marcano, P. (2017). La salud mental del venezolano se deteriora al ritmo de la crisis. La Razón. Reyes, C., & Quintana, M. (10 de octubre de 2018). ¿Cómo la migración afecta la salud mental de los venezolanos? El Tiempo. Zaá, J. (8 de febrero de 2018). Sicólogo advierte aumento de trastornos mentales en venezolanos. El Impulso.

CAPITULO VENEZOLANOS EN PERÚ Y LA SALUD MENTAL La inestabilidad emocional que presentan los migrantes venezolanos antes de salir de su país se activa ante las condiciones adversas que enfrentan en el nuevo lugar que eligen para vivir, provocándoles en muchos casos problemas de salud mental, alertaron especialistas del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM). Ocurre que el desarraigo familiar, la incertidumbre, soledad, las carencias económicas y la interrupción de un proyecto de vida sacan los rasgos más vulnerables que tienen, convirtiéndose en personas con dificultades para superar las adversidades, explicó el jefe del programa de Prevención del Suicidio del INSM, Freddy Vásquez Gómez. “La impulsividad, la propensión a beber, los celos, la violencia, la presencia de conductas criminales son algunas de las manifestaciones que evidencian el estado emocional al que pueden llegar los venezolanos, peor aún si son indocumentados que hoy viven en nuestro país”, comentó el especialista.

El INSM Honorio Delgado–Hideyo Noguchi ya recibió en lo que va del año unos 20 casos de venezolanos, en su mayoría mujeres, que llegaron al nosocomio para solicitar atención por presentar cuadros de depresión, psicosis y hasta de esquizofrenia. Son personas que tienen entre 20 y 45 años, profesionales de las carreras de economía, enfermería, derecho, entre otros, que no soportaron perder su estatus y sus bienes, precisa Vásquez Gómez. Tan fuerte ha sido todo que incluso algunos de ellos solicitaron ser repatriados para regresar al lado de su familia. Criminalidad y salud mental El médico psiquiatra también explicó que, ante el panorama lleno de incertidumbre, las personas buscan “copiar” formas de vida de la comunidad donde llegan. Así, pueden elegir robar celulares, acosar o cometer un crimen si la inseguridad ciudadana es característica de la zona en la que viven. La vulnerabilidad emocional puede ser muy grande, por eso, sostiene el funcionario, se necesita una política de salud mental, lineamientos mínimos para que los venezolanos que llegan al Perú tengan vida digna, sobre todo si medio millón de ciudadanos de ese país ya vive en el Perú, de acuerdo con Migraciones. Recientemente un joven venezolano acabó con la vida de su esposa, su pequeño hijo y su cuñado. Erick Hernández Ramos asesinó a cuchillazos a Daimar Alvarez, su pareja y su bebé de un año al interior de la vivienda que alquilaban desde hace medio año en el Cercado de Lima. También asesinó a su cuñado Daniel Fragoza. Tras cometer el crimen, Hernández se lanzó por la ventana de la vivienda y corrió hasta llegar a una avenida donde fue atropellado por un vehículo. Venezolanos que migraron al Perú por la crisis en su país han sido atendidos en el hospital Víctor Larco Herrera por cuadros de depresión y ansiedad, entre otros problemas de salud mental, informaron médicos psiquiatras de dicho nosocomio. La doctora Elizabeth Rivera Chávez, directora general de la institución, indicó que desde hace dos o tres meses han empezado a recibir a pacientes de nacionalidad venezolana, aunque la mayoría de los casos, dijo, se reportan en hospitales generales y siempre por temas de salud mental.

“Llegan por problemas de depresión, ansiedad, intento de suicidio e incluso esquizofrenia, aunque poco frecuente. Son más los casos de ansiedad y depresión, sobre todo por el tema de migración y la falta de soporte social; no hay dinero, no hay trabajo, no tienen permiso para trabajar”. En el caso del Hospital Víctor Larco Herrera, comentó, se reciben entre 5 a 6 pacientes venezolanos por mes y seguro que el número aumentará con el paso del tiempo, en vista que su llegada a nuestro país no deja de crecer. “No sé si calificarlo como un problema, pero ya hemos escuchado dos noticias relacionados con esta población migrante: uno se lanzó a los rieles del metro y otro se lanzó desde un hotel. Estamos preparándonos para ese tipo de situaciones y no solo nosotros, otras entidades tendrán que actuar también para prevenir y evitar ese tipo de conductas en personas que están pasando una situación difícil”, comentó. Atención intersectorial Para la doctora Chávez, estos casos tienen su origen en el proceso de migración forzada que experimentan los venezolanos ante la crisis en su país; descartó que se deba a muestras de rechazo expresadas por algunos connacionales. “Lo realmente determinante es el proceso de migración, porque la mayoría de los peruanos los ha acogido bien y el Estado les ha dado muchas facilidades”. Comentó que hace poco atendieron a una migrante venezolana que vino con su hija de 7 años, quien “estaba inquieta y no quería ir al colegio”. Tras indagar por sus antecedentes, se supo que había salido de Venezuela el año pasado con destino a Panamá, donde estudió solo medio año, y ante la falta de oportunidades de sus padres tuvieron que salir de ese país con destino al Perú. “Si no hay una mamá, un papá o un entorno estable emocionalmente, es difícil que estos niños puedan soportar estos cambios. Probablemente esa madre también debe recibir un tratamiento multidisciplinario para poder seguir”. Indicó que algunos pacientes cuentan con Seguro Integral de Salud (SIS), dependiendo de su estatus migratorio. “Si llega una persona con intentos de suicidio y no tiene un soporte familiar, vamos a atenderlo, pero cuando mejore necesitará de otras áreas que puedan darle un soporte

emocional. Estamos viendo la urgencia de atención interdisciplinaria en el manejo de la salud mental”. Comentó que, en esa línea de trabajo, el gobierno impulsa el desarrollo de la salud mental comunitaria en todo el país a fin de que la población pueda recibir atención oportuna en lugares cercanos a donde viven. A la fecha, el Perú cuenta con 31 centros de salud mental comunitaria en todo el país, de los cuales 11 están en Lima. La migración venezolana en el Perú ha generado inesperadas muestras de xenofobia en algunas personas, quienes experimentan un miedo irracional a los extranjeros que puede llevarlos a conductas violentas que imposibiliten la convivencia pacífica. Así lo advirtió hoy el psicoterapeuta Humberto Briceño en el programa Saludable Mente de Andina Canal on line, donde precisó que muchos compatriotas se olvidan ahora de que los peruanos fuimos por largo tiempo los grandes migrantes del continente. Aunque ahora existen “muchas excusas” para justificarla, como el hecho de volver más competitivo el mercado laboral, la xenofobia se asienta sobre muchos supuestos y creencias que, bien analizados, no deberían despertar mayor recelo, indicó. "La xenofobia como otras fobias sociales, entre ellas la homofobia, dependen de factores irracionales, es decir no tienen que ver con algo real necesariamente. Tienen que ver con miedos, inseguridades, de los cuales no somos conscientes muchas veces y por tanto todos, de algún modo, podríamos experimentar la xenofobia. La diferencia la hace le psicoeducación que tuvimos o recibimos ". Además del miedo, que es la emoción más común asociada a este fenómeno psicológico y social; Briceño comentó que las personas xenófobas muestran falta de empatía. "En redes sociales he visto que muchas personas critican a otros si muestran algún mensaje positivo sobre los venezolanos o la intención de ayudarlos, indicando que más bien deberían empezar por los más desvalidos del Perú, como si ambas cosas fueran excluyentes. Quien es solidario de verdad lo es con todos, no solo con algunos”. Conclusiones: La migración es una experiencia potencialmente traumática y compleja que implica un abordaje integral: desde un punto de vista demográfico y económico hasta aspectos

jurídicos, educativos, de vivienda, culturales y sanitarios, como la atención a la salud mental. Esta creciente migración está originando un shock cultural tanto para el emigrante como para las personas del país de acogida. Por eso es urgente generar y promover políticas con mayor sensibilidad humana en los órganos del sistema social, con un enfoque de inclusión y adaptación sociocutlural e intercultural. En los hechos, el país afronta una crisis psicosocial, una de cuyas manifestaciones es la “lucha desinformada” entre los pobladores peruanos y los migrantes venezolanos. Ello genera sentimientos de xenofobia y provoca rechazo, exclusión, discriminación e incluso miedo. Entendamos que el costo psicológico de la migración es muy alto. Implica desintegración familiar, cambio de ocupación, pérdida de estatus profesional, separación, adaptación a nuevos valores y costumbres, entre otros aspectos relevantes. El ajuste de esta adaptación causa problemas emocionales y afectivos, como el conocido estrés ‘aculturativo’ o síndrome de Ulises que, con el tiempo, si no es atendido, puede generar desórdenes mentales en las personas vulnerables, como estrés psicosocial, aislamiento social, baja autoestima, duelo psicológico, depresión y ansiedad, fobias, violencia familiar, etcétera. En ese sentido, es necesario brindar apoyo social para reducir este estrés crónico y prevenir el deterioro social. Consideremos que la salud mental del inmigrante es un factor importante para una adecuada integración a la sociedad que lo acoge. En el caso de la población peruana, es necesario diseñar y promover programas en las instituciones educativas, empresas, universidades y otras que enseñen y desarrollen habilidades para la convivencia, desarrollen tolerancia a lo diferente, impulsen la empatía y aceptación a los otros. Aprendamos a respetar las diferencias y a desarrollar sentimientos altruistas. Asimismo, es importante comprender la importancia y la ventaja de la interculturalidad, así como la ventaja y posibilidad de incorporar nuevos talentos cualificados que podrán contribuir con el desarrollo del país desde diferentes sectores

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