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ISSN: 1992-2620
Historias 2-3(3-4):143-179
A PROPÓSITO DE LA ASONADA EN ANDAHUAYLAS EN ENERO DE 2005 Manuel Valladares Quijano∗
Resumen Al ocurrir la asonada de Andahuaylas en enero de 2005, protagonizada por jóvenes licenciados y reservistas del ejército bajo el comando del ex-militar Antauro Humala, dirigentes de las más diversas tendencias políticas se lanzaron a opinar a diestra y siniestra con marcado oportunismo electorero, más que con una mirada pedagógica que pudiera ayudar a entender el sentido de aquellos sucesos, la naturaleza de sus demandas y la dimensión de su impacto en la sociedad peruana. Unánime y airadamente sólo condenaron el hecho y luego se callaron en todos los idiomas. De parte nuestra, entregamos al lector el presente texto que trata con mayor detenimiento acerca de esa asonada y de su impacto político. En las siguientes páginas presentamos, en primer lugar, una breve crónica de los acontecimientos que sorprendieron y desconcertaron a medio mundo, a los tan avispados periodistas y al propio gobierno; en segundo lugar, pasamos revista a una delirante ofensiva que poco después de aquellos hechos, pero aprovechando astutamente la coyuntura, fuera lanzada por elementos fujimoristas y sus amigos de la ultraderecha contra el gobierno de entonces con la finalidad de anularlo y eliminarlo de la contienda electoral que se avecinaba; finalmente, damos cuenta que, más allá de todo discurso, la asonada de Andahuaylas inauguró tempranamente la coyuntura nacional preelectoral (aún no calendarizada oficialmente en esos momentos) y, desde entonces, comenzaron a configurarse los nuevos escenarios de la confrontación política con vistas a las elecciones generales del año siguiente; las disputas fueron adquiriendo fuertes tonalidades, las alianzas se hacían y se deshacían
*Profesor Principal de la E.A.P. de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la misma Universidad. E-mail:
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en los campos de la derecha, del centro y de la izquierda; mientras se iban definiendo difícilmente las fuerzas contendientes, era la precandidatura de Ollanta Humala —el gran beneficiado por la asonada que acaudillara su hermano Antauro— la que ganaba terreno en pueblos enteros, especialmente en provincias, y la que al mismo tiempo crecía en las encuestas.
I. La asonada etnocacerista de Andahuaylas* Al amanecer el 1ro. de enero del 2005, Antauro Humala, Mayor del Ejército en situación de retiro, al mando de por lo menos unas 150 personas presumiblemente en armas (jóvenes ex soldados, reservistas o licenciados del ejército), apareció tomando por asalto la Comandancia General de la Policía de Andahuaylas, en el departamento o región serrana de Apurímac1. Apenas culminado el asalto, sus protagonistas se apoderaron del arsenal existente en dicha Comandancia (150 fusiles AKM, 50 mil balas, lanzagranadas y granadas de mano, según declaraciones a los medios de prensa del entonces Ministro de Defensa) y con todo ello se fortificaron para los efectos de resistir, negociar y lanzar sus arengas etnocaceristas y ultranacionalistas. Al siguiente día, al referirse a este hecho, titulares de algunos periódicos limeños decían que lo que acababa de producirse en el país era una asonada (alboroto violento dirigido a la consecución de un fin generalmente político. Sinón, motín). Otros periódicos y medios de comunicación, esgrimían adjetivos y frases un poco más ruidosas y efectistas pero en lo esencial hablaban de lo mismo. Por los antecedentes de las andanzas de los hermanos Humala y por el contenido de las declaraciones andahuaylinas de Antauro, era por demás evidente que se trataba de una acción política y, en este caso, con una doble finalidad: por un lado, explícitamente, de una abierta rebelión contra la autoridad del presidente Alejandro Toledo y su gobierno y, por otro, implícitamente, se hacía propaganda armada al movimiento nacionalista etnocacerista. No había dudas, pues, acerca de la naturaleza política de aquel movimiento. Tanto era así que el principal reclamo esgrimido por el jefe rebelde era la renuncia o vacancia del presidente Toledo a quien se lo calificaba con los más duros epítetos.
Esta es la primera parte del presente trabajo y se trata de una versión revisada de un folleto del autor publicado en marzo de 2005 bajo el título «Asonada de Andahuaylas, prólogo de una agria coyuntura preelectoral». Edic. Universidad y Sociedad.UNMSM. Lima. 1 Según información periodística cuando ocurrieron los acontecimientos, eran aproximadamente 150 los licenciados o reservistas que protagonizaron la asonada. Luego, se decía que habían sido 162. Actualmente, después de transcurrido 40 meses, se confirma esta última cifra cuando precisamente todos ellos vienen siendo sometidos a juicio, acusados de «delitos comunes», corriendo muchos de ellos el riesgo de ser sentenciados y condenados por el Poder Judicial a sufrir larga carcelería. Ver: periódico etnocacerista Antauro Nos. 86 y 87, abril-mayo-junio de 2008. *
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Por otra parte, los mismos periódicos informaban que la toma por asalto de la mencionada Comandancia Policial había sido facilitada por una serie de factores ajenos o externos a sus protagonistas rebeldes. Antauro Humala y sus contingentes no tuvieron que enfrentar resistencia alguna por parte de las fuerzas del orden público. Estas se encontraban dispersas: de un total de 80 miembros policiales que tenía la Comandancia, incluidos sus oficiales, 70 se encontraban «de franco» (con permiso) y probablemente en lugares lejanos de Andahuaylas visitando sus pueblos y familiares con motivo de las fiestas de Año Nuevo y los 10 restantes que se mantenían en el local no tenían, al parecer, la menor sospecha de lo que iba a ocurrir aquella madrugada. Tampoco los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas habrían podido percibir o detectar el traslado por vía terrestre, durante varios días, de 150 o más personas desde diferentes puntos del país con destino a Andahuaylas. Sucede que más de medio mundo viaja en esos días, especialmente procedente desde Lima, a sus provincias y distritos de la Sierra. Y en el caso de haber captado alguna información al respecto, sobre viajeros sospechosos de conspiración política, la subestimaron. Pues todo parecía más que tranquilo, tanto en Lima como en provincias, en consonancia con el tan publicitado espíritu de paz y armonía que supuestamente debe reinar en las fiestas navideñas y por el advenimiento de un nuevo año y, por alguna razón celestial, sin distinción de clases sociales, de pobres y ricos, de poderosos y desposeídos. También, según profusa información de esos mismos medios de prensa y de la TV y, como fue público y notorio a nivel nacional e internacional, la asonada de Andahuaylas despertó desde un primer momento manifestaciones de simpatía popular, como fueron las movilizaciones callejeras de segmentos básicamente juveniles en la propia ciudad de Andahuaylas y luego en Ilave, Puno, Huamanga, Arequipa, etc. Esto es, en casi todo el Sur peruano, en el transcurso de apenas unas horas y unos días. Uno de los rasgos característicos de esas movilizaciones fue la espontaneidad. Es decir, ocurrieron sin contar con dirección política y tan sólo bajo el impacto de las noticias difundidas por los propios medios que condenaban los sucesos. En todos estos lugares, la policía tuvo que dispersar a los manifestantes haciendo uso de la fuerza. En la propia ciudad de Andahuaylas, en más de una oportunidad, especialmente los días 2 y 3 de enero, cuando se desarrollaban las negociaciones para lo que sería la rendición de los rebeldes, se vio obligada a hacer disparos al aire y a tener que lanzar bombas lacrimógenas para dispersar y disolver a unos 2 ó 3 mil manifestantes concentrados en la plaza principal. Casi todos esos contingentes movilizados, expresaron su identificación y simpatía con los actores de la asonada, eran básicamente provenientes del campesinado indígena y cuyos segmentos juveniles residen en las ciudades provincianas atraídos básicamente por institutos y universidades. A diferencia de aquellas manifestaciones populares en los departamentos o regiones del Sur peruano, el resto del país se mantuvo en aparente calma. Ni en las ciudades ni en el campo aparecieron movilizaciones en apoyo de la asonada. Por otra 146 147
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parte, tampoco tuvieron lugar manifestaciones callejeras en contra de la rebelión Antaurohumalista o para condenar la asonada andahuaylina; no ocurrieron manifestaciones antihumalistas de ningún sector social, en ninguna otra provincia, departamento o región del país. Puede decirse que, a diferencia del Sur andino, lo dominante en el centro, oriente y norte del país durante esos breves días fue un clima político de aparente sordera o silencio. Lima metropolitana, con sus 8 millones de habitantes, incluidos sus Conos y Asentamientos Humanos densamente poblados, fue el más elocuente ejemplo de esta sordera y de este silencio. Y todo esto a pesar de que la casi totalidad de noticieros y programas políticos de TV, periódicos y radioemisoras invirtieron horas enteras y largos kilómetros de palabras para condenar dicho asalto y desacreditar en los términos más virulentos a su jefe Antauro Humala (Parecía dirección política ejercida desde y a través de los medios ¡Qué cómodo y placentero! Pero no funcionó para movilizar en contra por lo menos a sectores sociales medios). Los invitados a estos programas, como los casos de algunos arrogantes sociólogos, politólogos, congresistas e inclusive ex ministros del gobierno de Toledo, hicieron uso del más crudo y vociferante estilo en la ruta de condena de aquella asonada y de su jefe Antauro Humala (Se le dijo «cobarde», «miserable», «traidor», «antipatriota», «criminal», «asesino» y muchos otros sonoros adjetivos, especialmente desde la TV y las radioemisoras). A esta forma de la lucha política contra los adversarios, hasta hace no mucho tiempo se denominaba «liquidacionismo» y sus más expertos practicantes y ejecutores, no los únicos, fueron los jerarcas y funcionarios stalinistas de la URSS y de otros países de su área de influencia. También durante décadas fue practicada en el Perú por la derecha oligárquica y sus agentes, contra el APRA primigenia y sus dirigentes. En las recientes circunstancias peruanas que estamos comentando, ninguno de estos dirigentes políticos mediáticos se atrevió convocar a un mitin o a una marcha, a pesar de que seguramente le ardía en las tripas la aparición de un probable competidor que podría aguarle la fiesta en las elecciones del 2006, en busca de la presidencia de la República o por lo menos de unos cuantos escaños en el Congreso. Pero, por otro lado, estos bravos dirigentes no se lanzaron a las calles porque seguramente tenían el temor de ser tomados como gobiernistas o, peor aún, como toledistas. O, simplemente, no se atrevieron para no hacer el ridículo al no poder reunir por lo menos a sus amigos en alguna plazuela. Se trata pues de los famosos políticos mediáticos, incapaces de ejercer liderazgo a través de la organización y movilización concretas de trabajadores y sectores populares. Los partidos y agrupaciones políticas de la oposición, como el APRA, PPC, MNI, congresistas apristas e izquierdistas, etc., tampoco hicieron el menor intento por movilizar a sus bases, digamos, por lo menos con fines de esclarecimiento ideológico. Ciertamente, todo esto significaba, por un lado, un implícito apoyo al gobierno de Toledo y a la estabilidad de la democracia recuperada a medias y, por otro, un intenso activismo y prédica mediáticos para contener y neutralizar movilizaciones espontáneas de simpatía con la asonada de Andahuaylas. En una palabra, se buscaba aislar políticamente la rebelión o asonada. En cierto modo,
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fueron logrados estos propósitos. De ese modo, facilitaron las negociaciones y fundamentalmente una pronta rendición de Antauro y sus soldados2. Para sofocar la rebelión, el gobierno tuvo que enviar a la provincia de Andahuaylas un bien pertrechado contingente de aproximadamente mil hombres (en un comienzo 500 policías y más de 200 soldados del Ejército; luego, docenas de destacamentos procedentes de cuarteles de Cusco, Puno, Arequipa, etc.). Recién transcurridos 36 horas del asalto y toma de la Comandancia, el gobierno hizo público un ultimatum para que los insurgentes depusieran las armas, se rindieran y se entregaran ante la autoridad constituida en el lugar de los acontecimientos. Ante la ausencia de representantes civiles del presidente Toledo, Antauro Humala aceptó y entró en negociaciones con el Comandante General de la Policía Nacional pero, 24 horas más tarde, en la noche del 3 de enero, fue tomado preso por su propio interlocutor para luego ser trasladado a Lima y encarcelado en esta ciudad. Falta saber con precisión si este apresamiento fue decisión personal y arbitraria de aquel jefe policial, General Félix Murazzo, o si fue en acatamiento de directivas políticas procedentes de Lima; tampoco se sabía con precisión si fue el desenlace de una negociación y, por tanto, de mutuas concesiones. Finalmente, pasado el medio día del martes 4 de enero, los 150 ó 162 soldados de Antauro Humala terminaron por rendirse de la manera más pacífica y sin condiciones y, como acto seguido, hicieron entrega pública de sus armas. Por supuesto, de inmediato fueron hechos prisioneros. Luego, a su paso por las calles de Andahuaylas, con destino a la cárcel, estos licenciados o reservistas fueron vitoriados y aplaudidos por sus simpatizantes enfervorizados, los mismos que no eran pocos en medio de una muy difícil situación repleta de tensiones y de inminentes peligros para sus vidas3. La asonada de Andahuaylas sorprendió y desconcertó a muchos Quienes pueblan las alturas del burocratizado mundo del poder político, aquellos que sueñan con ascender e incorporarse de alguna manera a sus territorios o los que ruidosamente se ocupan de las glorias y miserias de ese mundo, todos ellos y casi sin excepción, tuvieron que admitir o dieron a entender haber sido cogidos por sorpresa
Salvo raras excepciones de aguda crisis, decrepitud y decadencia política, el Estado y sus diversos órganos de poder, sus agentes, ideólogos y funcionarios, son profesionales expertos en contener, amortiguar o neutralizar el impacto de rebeliones y diversos movimientos de masas. En el caso de la asonada de Andahuaylas, esas funciones y objetivos fueron logrados especialmente en Lima y Callao y, también, en otras ciudades populosas de la Costa. Era quizás lo prioritario o lo que más les interesaba en esas precisas circunstancias. 3 Para conocer mayores detalles acerca de las negociaciones y sus principales protagonistas, incluidos representantes locales de la Iglesia católica, se puede consultar el interesante folleto testimonial de la periodista andahuaylina Carmen Julia Olarte Ambía: El año nuevo de Antauro, p. 68-108. Lima, diciembre de 2005. 2
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por esta movida política desde una remota provincia andina en el departamento de Apurímac. En todos los tonos posibles expresaron su sorpresa el propio presidente de la república y miembros de su gobierno, congresistas de las diversas tendencias, dirigentes políticos de la oposición, jefes de partidos, periodistas, etc. En primer lugar, llamaba la atención que quienes ejercían el poder político y sus socios inmediatos, hubieran sido sorprendidos por un hecho como la asonada de Andahuaylas. El presidente de la república contaba, como todos los presidentes, con asesores y hombres de confianza los que, supuestamente, lo mantenían con información actualizada y de último minuto; el presidente de la república era también jefe de su partido Perú Posible y se supone que por diversos medios mantenía comunicación con el respectivo liderazgo nacional, regional y provincial; los ministros de las carteras del Interior y de Defensa y el propio Primer Ministro estaban a la cabeza de órganos de gobierno que tenían que ver con la tranquilidad y seguridad públicas y, en fin, el presidente de la república era el Comandante General de las Fuerzas Armadas y esto era no sólo un asunto constitucional y teórico sino, más bien, algo real y cotidiano, terrenal y pragmático. Esto era así tratándose inclusive del Dr. Alejandro Toledo. Basta recordar que, pocas semanas antes, durante noviembre y diciembre del 2004, como presidente de la república en ejercicio, intervino de manera personal y directa en la selección de oficiales de las tres armas que deberían pasar al retiro y de aquellos que debían sucederlos para asumir los respectivos mandos dentro de la jerarquía de las Fuerzas Armadas. Hubo forcejeos entre el ejecutivo y los altos mandos castrenses y terminó imponiéndose el presidente Toledo. En segundo lugar, llamaba mucho más la atención que este hecho de rebelión también hubiera sorprendido a los dirigentes políticos de la oposición (oposición democrática y oposición fujimorista mafiosa), a los periodistas de todas las tendencias y matices y, en general, a los críticos del gobierno y del Estado. Se supone que todas estas gentes, unas con mayor solvencia que otras, manejaban nutrida información sobre los diversos problemas nacionales y andaban todo el tiempo tratando de tomarle el pulso a la situación política. Además, los unos manejaban aparatos partidarios enteros o contaban con buenos ingresos para financiar oficinas modernas y equipos de trabajo; los otros, los periodistas «independientes» y los antitoledistas trabajaban en modernas empresas de comunicación y manejaban sofisticadas tecnologías de la información. En este quehacer cotidiano, especialmente por parte de los periodistas, entre sus entretenimientos favoritos relucen las tan temidas encuestas y el llamado periodismo de investigación. Precisamente por eso, deberían haber estado muy interesados para proporcionar las primicias que pusieran en apuros al presidente Toledo. Pero esto no ocurrió. Entonces, ¿qué es lo que investigaban habitualmente? Probablemente se investigaban muchas cosas pero no necesariamente cuestiones que tuvieran que ver con los movimientos y tendencias más profundos de la sociedad, con sus manifestaciones en diferentes regiones, etc. Problemas de esta naturaleza
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eran subestimados con frecuencia. Tampoco se investigaba o se informaba acerca de la realidad de la Deuda Externa y de la subordinación de los gobiernos peruanos a los dictados del Fondo Monetario Internacional y, mucho menos, acerca de sus graves consecuencias en las condiciones materiales de existencia de la enorme mayoría de peruanos. Por eso seguramente, porque no estaban habituados a tomar el pulso de los fenómenos palpitantes pero invisibles de la sociedad, estos creadores de lo que se llama «opinión pública» no esperaban que alguien como Antauro Humala los agarrara desprevenidos y les robara el show en el momento menos imaginado. Se puede decir que no sólo el presidente Toledo y sus amigos andaban de juerga celebrando el advenimiento del Año Nuevo sino también quienes habían invertido tiempo y energías en desprestigiarlo, desacreditarlo, arrinconarlo y aislarlo para después reclamar, como lo hicieron de manera recurrente, su vacancia o su renuncia a la presidencia. Hacía apenas medio año, en junio-julio de 2004, periodistas autotitulados de «independientes» exigían a voz en cuello que cualquier congresista de la oposición fuera llevado a la presidencia del Congreso y que, de inmediato, fuera renunciado o vacado en su cargo el presidente Alejandro Toledo. Finalmente, lo que sí parece cierto es que en las primeras horas de aquel del Año Nuevo del 2005 los unos y los otros estaban de juerga, mientras Antauro Humala y sus soldados se enseñoreaban en la provincia andina de Andahuaylas4 . Pero, a los periodistas «independientes», a los fujimoristas y a los demás políticos y politólogos mediáticos, les sorprendía y les incomodaba que la persona que en esas circunstancias reclamaba la renuncia del presidente Toledo, vía el asalto a una Comandancia Policial, fuera un político todavía marginal como Antauro Humala y cuya acción había tenido inmediato impacto político nacional e internacional. El problema, era más grave aún. Como ya ha sido señalado, este personaje se había ganado la simpatía y solidaridad de determinados segmentos juveniles y de trabajadores de buena parte del país y particularmente de las provincias. Curiosamente, Antauro Humala esgrimía contra el presidente Toledo, ciertamente con mayor convicción y energía, muchas de las mismas críticas, denuncias y ataques que le hacían precisamente aquellos políticos y periodistas antigubernamentales y antitoledistas. En fin, lo cierto es que el gobierno y sus alrededores, los congresistas y los dirigentes políticos de la oposición, los periodistas «independientes» y los fujimoristas,
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Gran parte de la prensa y de los medios de comunicación en general, permanentemente caricaturizaban y ridiculizaban a la persona del presidente Toledo. Lo ninguneaban (Algo que nunca se atrevieron hacer con el «chinito» Fujimori, quien más bien los chantajeaba a su antojo y terminó sobornándolos a través de su leal amigo Montesinos). Buscaban empequeñecer y liquidar a Toledo como figura política y no tanto porque estuvieran en desacuerdo con su política económica y la política general de Estado. Lo hacían aparecer, por ejemplo, como bebedor compulsivo y visitador clandestino de locales exclusivos. Para mayores detalles, se puede consultar especialmente los diarios de derecha limeños Correo y La Razón de aquellos tiempos.
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fueron realmente sorprendidos por la asonada comandada por Antauro Humala. Innegablemente, fueron sorprendidos y desconcertados, pero también debían haber agradecido a Dios y a todos los santos —aunque seguramente lo hicieron en la intimidad de sus conciencias— por el hecho de que Antauro Humala no era el equivalente del Subcomandante Marcos de los primeros tiempos del levantamiento de Chiapas quien con sólo sus críticas y denuncias ante el mundo entero hizo temblar y crujir toda la cúpula del poder político mexicano manejado por más de seis décadas continuadas por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y, también, por el otro hecho de que, dentro del propio mundo andino, Antauro tampoco era el equivalente del líder popular, nacionalista e indigenista Evo Morales que a la cabeza de combativas multitudes indígenas había contribuido al derrocamiento del presidente boliviano Gonzalo Sánchez de Losada y de su círculo de poder y que, además, en marzo del 2005, siempre a la cabeza de sectores de masas populares indígenas, casi lograba el derrocamiento del presidente Carlos Mesa. Luego, Evo Morales ganó las elecciones y llegó a la presidencia de Bolivia. En aquellas circunstancias y hoy en día, las poblaciones bolivianas están divididas en dos grandes bloques enfrentados y movilizados. Ciertamente, las poblaciones indígenas constituyen el bloque mayoritario y más compacto y son las principales protagonistas de la política boliviana. Evo Morales, dirigente de masas y presidente, enfrenta graves problemas. A diferencia de todo ello, la prédica y las acciones de Antauro aún eran incipientes5. En verdad, quienes alternativamente dirigían y dirigen el gobierno y también buena parte de la oposición en el Perú de estos tiempos, deben estar muy agradecidos a todos los dioses porque estos gigantescos movimientos sociales y políticos sólo ocurran en otros países de América Latina. Pues, no se debe ignorar u olvidar que casi la totalidad de la llamada «clase política» y los grupos de poder económico y financiero que dominan en el país, a pesar de sus discrepancias y diferencias, tienen un denominador común: ser los garantes de la vigencia en el Perú de un sistema de dominación política arcaico y todavía patrimonial y, peor aún, subordinado al imperio del capital privado. A ninguno de sus fragmentos les conviene el desmoronamiento del cascarón burocrático que es este Estado y,
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El Sub Comandante Marcos, integrante del liderazgo que movilizó al campesinado indígena de Chiapas, cuyo levantamiento ocurrió al comenzar enero de 1994, cumplió un papel espectacular y singularmente eficiente con sus denuncias ante el mundo acerca de la dramática realidad del campesinado indígena mexicano y particularmente el de Chiapas. La prensa mundial, convocada al lugar de los acontecimientos, transmitió abundante información sobre la verdad del mundo del subdesarrollo. El PRI, entonces aún en el poder, bajo el impacto del movimiento de Chiapas se fue quedando ideológica y políticamente desarmado y finalmente perdió el poder. Por otra parte, Evo Morales, presidente democráticamente elegido en Bolivia, es ferozmente combatido por una oposición neoliberal y reaccionaria, racista y fascistoide de ese país. Buscan derrocarlo y en ese camino promueven el autonomismo y el separatismo de varias regiones, comenzando por Santa Cruz. Hace poco, en medio de la confrontación, el presidente Morales ha promulgado una Ley convocando a un Referéndum revocatorio para el 10 de agosto. El presidente Evo Morales salió victorioso con el 68% de votos a su favor.
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menos aún, la emergencia múltiple y extensiva de nuevos movimientos indígenas y populares como los que ocurren en Bolivia, Ecuador y otros países latinoamericanos6. El Perú oficial siempre los ha temido y por lo mismo siempre ha buscado ignorarlos y marginarlos. Nos parece que da cuenta de esta realidad la propia historia política del Perú de los siglos XIX y XX. Entre los pensadores más representativos que han criticado y denunciado este problema histórico, enfrentando a los dominadores, siempre habrán de ser mencionados Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre. Asonada humalista no buscaba provocar Golpe de Estado Después de todo, sorprendentes hechos políticos como el que comentamos no ocurren con frecuencia, a pesar de que las condiciones para ello están dadas en cualquier provincia o región del Perú y en toda la extensión de la sociedad. Las condiciones objetivas para asonadas, rebeliones, levantamientos y laberintos de carácter político en cualquier lugar del país, en contra del poder establecido, hace mucho rato están más que maduras. Sin embargo, en esta compleja y dura realidad pudo ocurrir un sólo caso —precisamente el de la aventura humalista de Andahuaylas— cuestionando y enfrentándose al muy opaco y casi inerme gobierno del presidente Toledo. Pero, al mismo tiempo, esta aventura en ningún momento hizo parte de la furiosa y sistemática campaña antitoledista desencadenada y sostenida desde el 2001 por las mafias del fujimorismo y sus socios de la derecha. De otra parte, era evidente que tampoco se proponía constituirse en detonante de un Golpe de Estado de corte nacionalista o izquierdizante7. Las acciones comandadas por Antauro Humala fueron, por esas razones, más aventura política que otra cosa y, por el momento en que ocurrieron, sonaban más a campaña preelectoral. Pero, también, como era notorio y visible para muchos observadores, las acciones de Andahuaylas revelaron que el humalismo contaba con significativas bases sociales en las ciudades y en el campo y éstas no pueden ni deben ser minimizadas o ninguneadas. Allí donde
Para conocer mejor los rasgos esenciales de los movimientos indígenas actuales en estos países, incluido el Perú, ver de Ramón Pajuelo Teves: Reinventando comunidades indígenas. Movimientos indígenas, nación y procesos sociopolíticos en los países centroandinos. Lima: IFEA-IEP; 2007. 7 Los Golpes de Estado en el Perú casi siempre han sido acaudillados por militares en actividad y sólo en un caso, como el de 1968 bajo el liderazgo del general Velasco Alvarado, tuvo carácter nacionalista y antioligárquico. El movimiento etnocacerista de los Humala, que desde un principio también se reclamaba velasquista, no podría haberse propuesto inspirar un hecho de esa naturaleza, a través de la asonada de Andahuaylas, porque en las filas de la oficialidad de las Fuerzas Armadas habían sido derrotadas y eliminadas esas posiciones durante los 10 años de dictadura fujimorista, especialmente desde que en noviembre de 1992 fueran descubiertos y desbaratados los planes del general Jaime Salinas Sedó por recuperar el poder del Estado que había pasado a manos de poderosas mafias manejadas precisamente por Fujimori y compañía. En el llamado «megajuicio» al que viene siendo sometido el prófugo y hoy extraditado ex-presidente Fujimori, se confirma a través de los interrogatorios a innumerables testigos el carácter mafioso y genocida de su gobierno. 6
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hay peruanos marginados y preteridos por el «Perú oficial» y sus agentes, prédicas como las de Antauro Humala podían acrecentar dichas bases sociales y, ciertamente, fue eso lo que ocurrió y se hizo mucho más visible en el transcurso de los meses siguientes al acto de rebelión. Quien los aprovechó electoralmente fue su hermano Ollanta al constituirse primero como precandidato y luego al lanzar a fines de 2005 su candidatura a la presidencia de la República. A diferencia de la aventura antaurohumalista, reclamando la renuncia o vacancia del presidente de la república, la duradera y sistemática campaña de la derecha antitoledista, cuyo núcleo duro era el fujimorismo organizado en mafias, siempre fue la manifestación de una red de poder muy amplia y llena de oscuridades y entretelones. Y siempre toda esa campaña se hizo en función de los exclusivos intereses del capital privado y de sus exorbitantes privilegios y, además, de los intereses de una interminable madeja de negocios turbios que durante la década del 90 crecieron monstruosamente y desangraron los recursos del Estado y la nación. Dicha campaña logró éxitos mayores de los que probablemente esperaban sus autores intelectuales y materiales. Fue capaz de convertir la imagen de poder del presidente Toledo y de su gobierno en algo cada vez más débil y sin autoridad, muy frágil y varias veces a la deriva y al borde del colapso. El presidente Toledo fue tratado por esta gente como si fuera el más odiado y despreciable proletario o campesino indígena y, desde luego, con toda una carga de racismo y discriminación. Sin embargo, ninguno de los artífices de esta campaña y ni siquiera los segmentos mafiosos del fujimorismo, dentro o fuera de las Fuerzas Armadas, fueron capaces de lanzarse a orquestar un Golpe de Estado. Esto no estaba en sus planes. Les interesaba, según todas las evidencias y las más diversas interpretaciones, organizar no tanto un Golpe de Estado sino simplemente desprestigiar, debilitar y neutralizar al gobierno para impedir, obstaculizar e imposibilitar de ese modo toda tarea de denuncia e investigación respecto de la monumental corrupción reinante durante la infame década del gobierno de los 90 que fuera comandada por la singular dupla Fujimori-Montesinos. Impulsar un Golpe de Estado, les parecía una precipitación o una temeridad. Pero sí repartieron nutrido y sistemático golpe bajo de todo calibre al presidente Toledo para demolerlo y tenerlo arrinconado contra las cuerdas. Y fue eso precisamente lo que ocurrió delante de nuestros ojos. Ese era el espectáculo político que se nos ofrecía a diario. Y, una vez más, uno no podía dejar de sospechar que detrás de este antitoledismo primario había oscuras e invisibles alianzas entre los representantes del capital privado y los de las mafias del fujimorismo. Desde luego, eran visibles sus voceros dentro y fuera del Congreso. Básicamente se trataba de oportunistas, charlatanes y mercenarios. Muchos de ellos continúan activos dentro y fuera del Congreso, dentro y fuera del aparato del Estado. Por otra parte, hechos como la asonada de Andahuaylas, con armas en la mano y con una dirección entre aventurera e incandescente, conllevaba graves riesgos de que se desatara una violencia descontrolada entre ambas partes de la contienda y cuyas principales víctimas habrían sido, como siempre, las gentes no
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comprometidas de manera activa ni con uno ni con otro bando. De todos modos hubo víctimas, provocadas básicamente por el alarde con que actuaban los jefes de las fuerzas policiales enviadas al lugar por el gobierno. Fueron absolutamente innecesarias esas víctimas8. Sin embargo, las acciones dirigidas por Humala no deberían ser confundidas con aquellas otras de rasgos matonezcos y delictivos como habían sido los linchamientos morales y físicos de alcaldes y otras autoridades y los asesinatos a mansalva de corte mafioso en uno y otro sitio del país. Este tipo de brutalidades fueron los ocurridos, por ejemplo, en la provincia puneña de Ilave, en pueblos de la Selva, etc. Estos hechos no revestían características políticas sino más bien criminales y lamentablemente tendían y tienden a multiplicarse y generalizarse en el país. En el 2005 no había condiciones pero en otros tiempos aventuras como las de Humala o la generalización de acciones delictivas con participación popular, hubieran sido usados como pretexto para un Golpe de Estado acaudillado por militares, acusando al gobierno de turno de ineptitud e inoperancia para defender el «orden» establecido. En todo caso, como ya se ha recordado, un Golpe de Estado y el derrocamiento de un gobierno, en la historia política peruana casi nunca ha sido posible hacerlo sin el Ejército o el conjunto de las Fuerzas Armadas. En los meros comienzos del siglo XXI y todavía por un buen tiempo de aquí en adelante, será bastante difícil que los militares de cualquiera de las tres armas o de todas ellas se atrevan a protagonizar o a respaldar un Golpe de Estado. Están muy desprestigiados para eso y no tendrían la menor legitimidad ni credibilidad dentro y fuera del país. El grueso de la alta oficialidad de los años 80 y 90 está acusado de graves crímenes y corrupción. Las evidencias acerca de estos hechos continúan acumulándose. Por ejemplo, siguen descubriéndose fosas comunes con restos de decenas y cientos de campesinos indígenas y cuyos victimarios fueron destacamentos del ejército. Al mismo tiempo, está todavía muy fresca en la memoria colectiva el recuerdo de la obsecuencia y servilismo en la actuación de la oficialidad de las Fuerzas Armadas bajo el gobierno de la dupla Fujimori-Montesinos. Recuérdese solamente el vergonzoso papel de cientos y cientos de oficiales de alta graduación, de las tres armas, desfilando obedientes y firmando por orden de aquella dupla el tristemente famoso «Acta de sujeción». Ese denigrante hecho ocurrió a fines de 1999, cuando el fujimorismo en el poder se encontraba en plena decadencia política y en estado de putrefacción. Fue de ese modo cobarde y humillante que los oficiales de las Fuerzas Armadas del Perú terminaron cerrando un ciclo trágico y brutal de 2 décadas en el que fueron prominentes actores, cómplices y responsables de la peor corrupción y de los más graves crímenes y genocidios9.
Esas víctimas fueron 3 policías de las fuerzas del orden y 2 soldados del lado de los rebeldes. Para mayores detalles, consultar el folleto ya citado de la periodista Carmen Julia Olarte Ambía. 9 Mayor información sobre esas acciones, puede verse en: Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Lima 2003; en investigaciones y publicaciones de periodistas como Ricardo Uceda y otros; también se recoge bastante material informativo en las declaraciones de los testigos durante los 8
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Asonada humalista inauguró coyuntura preelectoral No se le puede haber escapado a ningún observador atento que la toma por asalto de la Comandancia Policial de Andahuaylas obedecía, aparte de reclamar la vacancia del presidente de la república, a un elemental plan preconcebido por Antauro Humala por alcanzar mayor notoriedad como dirigente político dentro de los límites de la coyuntura nacional, al poder inaugurar tempranamente el 2005 como un año preelectoral. Un factor detonante de la rebelión podría haber sido el hecho de haberse decretado por parte del gobierno toledista el paso al retiro de Ollanta Humala, hermano de Antauro, quien se había desempeñado por algún tiempo como agregado militar en la embajada peruana en Francia y luego trasladado en igual condición a la embajada peruana en Corea del Sur. A estas alturas, en la época de la informática, París o Seúl son la misma cosa si se quiere mantener fuera del país a un adversario o crítico incómodo. Pero, al presidente Toledo y su gobierno no les bastó mantenerlo lejos del Perú; le dieron de baja y lo pasaron al retiro. Lo que hizo su hermano en el Perú, en compañía de sus seguidores, fue protestar por la arbitrariedad y el autoritarismo y aprovechar políticamente ese hecho. Pero, para eso mismo había que tener gente organizada y con predisposición a las acciones políticas riesgosas. Como es sabido, Antauro Humala y su hermano eran destacados jefes del movimiento político etnocacerista, Movimiento Nacionalista Peruano (MNP), cuyos antecedentes más próximos se remontan a la marcha de soldados que los dos condujeron en Locumba, Tacna a fines del 2000 para acelerar la caída de Fujimori cuyo poder se estaba derrumbando en esos momentos. Luego, los dos fueron encarcelados. El gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua y el Congreso los rehabilitó. Sólo Ollanta fue reincorporado al Ejército. Luego, el movimiento nacionalista y etnocacerista que comandaban fue desarrollando actividad política todos los años del gobierno toledista y, desde luego, nucleando jóvenes militantes y simpatizantes. Su periódico partidario que contenía todo el rosario variopinto de su inflamada prédica se llamaba Ollanta. Nada menos. El 2005, como año preelectoral que debía ser, corría el riesgo de estar repleto de declaraciones superficiales, calculadas e intrascendentes de los políticos (candidatos y precandidatos presidenciales, congresistas que buscaban su reelección, ministros, variedad de funcionarios, etc.); ese año preelectoral, también corría el riesgo de ser aquel en el que las principales noticias periodísticas
interrogatorios en el «megajuicio» a Fujimori; además, sobre nuevos hallazgos de fosas comunes en Los Cabitos y Putis (Ayacucho) con restos de varios cientos de campesinos indígenas asesinados en y desde 1983-1984 por elementos del Ejército, ver periódicos limeños de junio de 2008. Entre ellos, La República, del 22 de junio, p. 10 y su suplemento Domingo, p. 11; el mismo diario del 23 de junio, p. 5; La Primera del 23 de junio, p. 5. También en Caretas, «Las fosas que no cicatrizan», pp. 34-37, 10 de julio de 2008.
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hablarían casi exclusivamente de maniobras, rupturas y alianzas concebidos burocráticamente por jefes y agrupaciones políticas y que podrían haber resultado francamente intrascendentes, ante la magnitud de la frustración, la despolitización, el descreimiento y la aparente indiferencia política del grueso de la población peruana. La aventura de Antauro Humala amenazaba, sin duda, con remover toda esta superficialidad y cháchara política, obligando a sus contradictores a debatir sobre los grandes y graves problemas de la sociedad peruana y a esforzarse por producir ideas y programas. Esto fue percibido velozmente tanto por los políticos trajinados como por los advenedizos que abundan en estos tiempos y, como era de esperar, reaccionaron mezclando el ninguneo con la condena virulenta, minimizando y banalizando el carácter político de la asonada y las audacias de su líder. En cualquier caso, más allá de las ambiciones políticas personales de los hermanos Antauro y Ollanta Humala y de los antiguos y frustrados sueños sovietófilos del aplomado padre de ellos, interesaba conocer y discutir la correspondencia o el contraste entre los amplios sectores sociales cada vez más empobrecidos y deprimidos de la sociedad peruana y la asonada de Andahuaylas, entre ésta y su impacto en sectores mayoritarios del Sur Andino y, en fin, entre la vastedad de la marginalidad y el cascarón burocrático del Estado peruano. Interesaba discutir ante el país, no sólo ante la «opinión pública», las diversas visiones sobre la realidad histórica peruana y algunas cuestiones centrales sobre el Proyecto histórico que permita imaginar o visualizar los rumbos del Perú del siglo XXI10. Salvo contadas excepciones, la interpretación y el debate de la asonada andahuaylina y de su impacto fueron puestos a un lado. Los personajes públicos, en su mayoría, optaron por minimizar y banalizar la asonada y su impacto. Para el entonces congresista Javier Diez Canseco, quien hoy gusta presentarse ante el público diciendo «fui marxista pero no comunista», aquella asonada sólo beneficiaría al fujimorismo y dicho esto dejó de escribir en La República por casi todo el mes de enero; para el viejo dirigente izquierdista y ex-parlamentario Rolando Breña Pantoja, el papel de Antauro Humala en la asonada apenas tendría que ver con un asunto de carácter familiar. ¿Era todo lo que tenían que decir estos conocidos personajes provenientes del ancho liderazgo del que fue Izquierda Unida? En verdad, como cuadros experimentados en estas lides, seguramente percibieron que la aventura antaurohumalista enrarecía
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Acerca de la tradición política familiar de los Humala y en especial del padre de ellos, se puede consultar de Manuel Valladares Quijano: «Quién es Ollanta Humala? Trepando por las escalas de las encuestas cargamontón busca derrumbarlo», en: Historias No. 1, noviembre de 2006; pp.103-125. Sobre la difusión de ideas programáticas y debates acerca del presente y del futuro del país, en el curso de la campaña electoral, basta recordar los apuros que pasaron políticos baqueanos como Lourdes Flores y Alan García, en su afán de persuadir a las masas, al competir con un político todavía improvisado como Ollanta.
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la atmósfera política nacional para los partidos y movimientos tradicionales y, en especial, agudizaba la precariedad de la izquierda cuyas agrupaciones sobrevivientes corrían el riesgo de tener que enfrentar graves dificultades en camino a las elecciones del 2006. El gobierno, por su parte, a través del discurso-mensaje del presidente Toledo, sólo se limitó a calificar de fascista a Antauro Humala y su movimiento, sin aportar mayor argumentación para ello. De todos modos, se trataba de una tremenda calificación que previamente lo había hecho el diario La Razón cuya propiedad y dirección era y es abiertamente de una de las mafias del fujimorismo. Hasta ese momento no se sabía que el presidente Toledo estuviera interesado en manejar con alguna solvencia criterios teórico-ideológicos para caracterizar a un dirigente político y a un movimiento. Tampoco le correspondía hacerlo, pero lo hizo. Aparentemente, era una manera de presionar al Congreso para que sus ministros no fueran censurados bajo el impacto de aquella asonada. Ciertamente, había la presión de la oposición de todos los bloques y matices para que fueran censurados los ministros del Interior y de Defensa y, también, el Primer Ministro Carlos Ferrero Costa a quien le recordaban con frecuencia su antiguo y apasionado fujimorismo. Si este último era censurado, caía el gabinete entero. Llegado el día para la presentación de aquellos ministros ante el Congreso, se apresuró en hacer pública su renuncia el del Interior, Sr. Javier Reátegui, consiguiendo con ese gesto sembrar cierta confusión y desconcierto en parte de los congresistas. Luego, los de la oposición ya no pudieron o no quisieron sumar el suficiente número de votos para censurar al de Defensa, General Roberto Chiabra, y menos aún al Primer Ministro. Al final de cuentas, por encima de todos estos hechos y movidas, ya había quedado inaugurada la coyuntura preelectoral. Ideología antaurohumalista: nacionalismo, indigenismo y contra-racismo En el movimiento político de los Humala, o específicamente en la tendencia que representa Antauro Humala y cuyos contingentes protagonizaron la asonada de Andahuaylas, se puede decir que coexisten diversos componentes ideológicos. En primer lugar, está el nacionalismo entendido como defensa de la patria frente a la invasión extranjera y a la explotación y saqueo de nuestros recursos por parte del capital internacional. En la prédica antaurohumalista, los antecedentes de este nacionalismo se remontan por lo menos a los tiempos de la guerra con Chile y la ocupación del territorio nacional por el ejército vencedor de ese país y, frente a la cual, la resistencia nacional fue organizada por el general Cáceres, conocido como el «héroe de la Breña», reclutando fundamentalmente a los campesinos indígenas que fueron organizados como guerrilleros en la región central del Perú (Apurímac, Huancavelica, Ayacucho, Junín, Cerro de Pasco y Huánuco). Es por eso, en cierto modo, que se habla de «nacionalismo etnocacerista». También hay elementos indigenistas en el discurso huamalista, que revive y recoge la herencia
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dejada por los movimientos indígenas y las corrientes indigenistas de los siglos XIX y XX que cuestionaron el gamonalismo y la dominación oligárquica; uno de sus más altos paradigmas sería el venerable Luís Valcárcel autor de Tempestad en los Andes. También hay elementos contra-racistas, cuando se dice que la raza cobriza deberá actuar contra la dominación de los criollos que básicamente son blancos y descendientes de extranjeros. También habría algo de fundamentalismo en el discurso antaurohumalista, al estilo de los actuales talibanes de Oriente Medio. En realidad, muchos de estos elementos ideológicos no son nuevos e inéditos en el Perú. Han sido y son parte de la tradición política peruana, habiendo constituido en momentos históricos concretos rasgos distintivos de determinadas corrientes de pensamiento ideológico-político. Pero, además de todo eso, se advierten elementos fascistas en la ideología y gestos de este movimiento y de su jefe Antauro: efectivamente existen esos elementos si se presta atención al hecho de que sus propios seguidores hacían exhibición de símbolos nazi-fascistas, sorprendentemente, en sus banderolas y pancartas al ocurrir la asonada de Andahuaylas. Pero tampoco esto sería novedad en el Perú. Hay antecedentes al respecto. Por ejemplo, personajes y segmentos de la derecha peruana fueron activos fascistas en los años 30 aunque, en ese entonces, sus principales referencias eran Mussolini y el movimiento fascista italiano que él jefaturaba: el historiador José de la Riva Agüero, Luís Flores y su partido Unión Revolucionaria, Carlos Miroquesada Laos y la dirección del diario El Comercio. En suma, se puede decir que en la ideología de los Humala se presentaba y aún se presenta una mezcolanza de todos estos elementos. Aunque, ciertamente, Ollanta en su condición de candidato a la presidencia de la república en el 2006 se vio obligado a ir depurando su discurso como respuesta a las críticas de sus enemigos antagónicos, de sus adversarios y de la prensa11. Por otra parte, dentro de la actual coyuntura latinoamericana, los Humala hacen pública su simpatía con los nacionalismos de los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales. Finalmente, debe subrayarse que en la base de todos estos elementos está el nacionalismo y es el que sostiene e incluye a todos los demás. Pero éste tiene una marcada particularidad. Se trata de un nacionalismo chovinista (nacionalismo patriotero) y el cual no es exclusivo de los sectores militares, soldados y licenciados. Hay nacionalismo chovinista en diversos otros sectores de la sociedad peruana, por ejemplo, en sectores sociales medios y en especial en sus segmentos juveniles. En general, el nacionalismo patriotero es impartido, en función de programas oficiales, por el grueso de docentes en los centros de educación pública, escuelas y colegios
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Los rasgos del pensamiento ideológico-político de los hermanos Humala y en particular de Antauro, pueden ser identificados en el libro de éste. Ver, de Antauro Humala Tasso: Ejército peruano, milenarismo, nacionalismo y etnocacerismo; Instituto de Estudios Etnopolíticos, Lima, mayo de 2001. También, en sus artículos del periódico partidario que antes se denominaba Ollanta y luego Antauro.
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y esto suele prolongarse a los centros universitarios. Por eso, se puede encontrar segmentos de profesores de la educación peruana, incluidos los de las universidades, que construyen muros de resistencia mental y psicológica a las ideas y pensamiento cosmopolitas y los hacen explícitos a través de sus discursos radicales y virulentos. Una de las manifestaciones de este tipo de nacionalismo primario es simplemente la postura anti-chilena y en general anti-extranjera. A estos radicales jamás se les ocurre asumir posiciones antiimperialistas y menos aún anticapitalistas y antiburguesas. El nacionalismo chovinista fue también uno de los componentes fuertes del movimiento subversivo Sendero Luminoso y todavía lo es de sus epígonos y de muchos de sus nostálgicos admiradores. II. Virulenta ofensiva fujimorista y contraofensiva oficial Habiendo transcurrido sólo una semana de la asonada de Andahuaylas y de la rendición y prisión de sus protagonistas, estos hechos fueron silenciados y sepultados como noticia periodística y como motivo de comentarios políticos. Curiosamente, se callaron periodistas y comentaristas políticos de todas las tendencias y pasaron de manera abrupta a ocuparse de otros temas y problemas. Por ejemplo, de una nueva y delirante ofensiva de la ultraderecha condimentada con racismo y prepotencia en contra del presidente Toledo. El entonces congresista por la coalición derechista denominada Unidad Nacional, señor Rafael Rey Rey, a su vez arrogante y conspicuo integrante del Opus Dei (ala derechista, conservador y reaccionario de la Iglesia Católica y uno de cuyos renombrados representantes en el Perú es el monseñor Cipriani), se puso una vez más a la cabeza de oscuras fuerzas del submundo político, cuyo núcleo era el fujimorismo, que reclamaban a grito pelado la vacancia del Dr. Alejandro Toledo en el cargo de Presidente de la República. Con el entusiasta acatamiento de buena parte de la prensa y TV limeñas, se interrumpió abruptamente toda información y debate sobre el hecho político que fue aquella asonada y sobre su impacto regional y nacional y, sin mediar una sola explicación, se pasó a otro tema que fue creado o recreado para la ocasión: las firmas falsificadas para la inscripción del partido Perú Posible (PP) y la supuesta responsabilidad en eso del presidente Toledo. Es probable que fuera cierto lo de la falsificación de firmas de PP, tanto como la falsificación masiva de firmas por parte de Fujimori y sus amigos para inscribir su cuarto o quinto partido político «Cambio 2000» y tanto como la similar falsificación de firmas por parte del propio Rafael Rey Rey y su amigo José Barba Caballero para inscribir en los mismos registros electorales sus minúsculas agrupaciones Renovación y Code. En este caso y en los otros, se trataba por igual de hechos graves y delincuenciales. Pero en aquellas circunstancias del 2005 sólo eran denunciados e investigados ruidosa y escandalosamente PP y su jefe el presidente de la república.
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Ofensiva fujimorista a todo dar Durante semanas, la palabra y la imagen del congresista Rey Rey campeaban en los titulares y primeras planas de periódicos, en los programas políticos de la TV y en las radioemisoras. Muchos deben recordar que este mismo personaje y su amigo José Barba Caballero, abusando de su condición de congresistas, se lanzaron con la mayor prepotencia, cinismo y deshonestidad intelectual contra el Informe Final que la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) hizo entrega al gobierno y al país el año 2003. A través de los medios de comunicación que se prestaron solícitos a brindar sus espacios, descalificaron arbitraria y demagógicamente dicho Informe Final, buscando impedir y anular su difusión y debate. Cuánto espacio y cuánto tiempo fueron invertidos por esos medios para que los peruanos escucháramos las reiteradas denuncias y acusaciones de Rey Rey y Barba Caballero, sobre falsificación de firmas, sólo contra el presidente Toledo, amigos y parientes suyos, pero nunca contra Fujimori y compañía. A los peruposibilistas los denunciaban y los acusaban de mentirosos y corruptos. Al propio presidente Toledo, lo calificaron por enésima vez de delincuente. Testigos para respaldar la campaña de estos congresistas fueron apareciendo de acuerdo a sus gustos y necesidades para ser presentados en esos mismos medios que a ellos los acogían con no disimulada simpatía. Para merecer esta forma de cálido apoyo por parte de la prensa, quizás no era suficiente el hecho de que fueran congresistas de la oposición; deben haber habido, aparte de la discriminación étnica y racial contra Toledo, otras razones mucho más poderosas como, por ejemplo, impedir la reactivación de las investigaciones acerca de las firmas que falsificaron los fujimoristas. En este terreno sus planes tuvieron éxito. Muchos juicios y sentencias fueron postergados sistemáticamente. Han tenido que transcurrir algo más de tres años de aquellos hechos y recién comienza el juicio a los fujimoristas: al finalizar el mes de abril ha sido traído de los Estados Unidos a Lima, como extraditado, el señor Oscar Medelius quien como se sabe públicamente fue, además de poderoso notario y negociante, congresista y capo mayor de la banda fujimorista-montesinista falsificadora de firmas y de otras incontables tropelías12. Al mismo tiempo, en el Congreso de la República se encontraba en marcha una Comisión que también investigaba el caso de las firmas falsificadas de PP. Presidía dicha Comisión el señor Edgar Villanueva, ex-militante de Partido Comunista del Perú (Patria Roja) y ex-alcalde de Andahuaylas, el mismo que llegó al Congreso el año 2001 integrando precisamente la lista de candidatos de PP y que, luego del triunfo y
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En la portada de Caretas, que cubrió la llegada a Lima del mencionado personaje, se observan dos imágenes: una de ellas que pertenece a los buenos tiempos donde están juntos los entonces congresistas y cómplices Medelius y Rey Rey (El indiscreto fantasma de las firmas falsas) y la otra, que corresponde al regreso reciente, donde aparece sólo Medelius con resguardo policial, con chaleco antibalas y a la vez desafiante. A modo de bienvenida se dice: Que Pase el Rey. Para mayor información, ver Caretas del 24 de abril de 2008, p. 14-16 y 88. Lima.
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la solemne juramentación, lo abandonó para pasarse a una oposición cuya existencia fue más que opaca e infecunda. Tanto o más intrascendente que la bancada que tenía el propio PP. Entre otros miembros de aquella Comisión habían congresistas del APRA y de Unidad Nacional (PPC-SN), del propio PP y de su incómodo y costoso aliado el FIM. La mayoría de esta Comisión y en especial quien la presidía jugaban en pared con el señor Rey Rey y compinches en la misma cancha que hacía un tiempo había sido destinada y diseñada para desacreditar y destruir la imagen del presidente Toledo y de su gobierno. Como lo señalaron atentos observadores y críticos de la política peruana, eran innumerables y muy notorias las evidencias de que el núcleo de esta campaña antitoledista estaba conformado por los elementos y segmentos más poderosos del fujimorismo los que, al mismo tiempo, eran integrantes de las mafias que crecieron y manejaron el Estado durante los diez años de gobierno (1990-2000) de la feroz dupla Fujimori-Montesinos. Algunos de los objetivos que para esa coyuntura parecen haberse planteado dichas mafias y que, desde luego, pudieron lograrlos en buena parte, fueron los siguientes: 1. No permitir que el presidente Toledo y su gobierno pudieran presentar ante el país su fácil victoria política ante la asonada de Andahuaylas. Su debelamiento fue tan rápido e incruento que, luego de la detención de Antauro Humala, los licenciados y reservistas se rindieron sin que de ningún lado se llegara a disparar un solo tiro. Es más. Estos hicieron entrega de sus armas de manera pública, en presencia de periodistas y reporteros de los medios de comunicación. No fue necesario, pues, que los contingentes de la policía o del ejército enviados por el gobierno para recuperar la comisaría, tuvieran que ejercer la fuerza o la violencia. Por todo esto, la recuperación de dicha comisaría fue una redonda victoria política para el presidente Toledo y su gobierno. En cambio, el ex-presidente Fujimori, puesto en estas mismas circunstancias, seguramente hubiera preferido la espectacularidad, la prepotencia y la violencia criminal, tal como lo hizo en 1997 contra los emerretistas ingenuos, confiados y sin rumbo, que habiendo tomado por asalto la Embajada Japonesa, mantenían como rehenes en su interior a varias docenas de personas. Fujimori les hizo creer a los del MRTA que negociaba con ellos cuando en realidad estaba planificando eliminarlos del mapa. Pues así lo hizo y para ello secretamente había hecho construir un túnel al que denominó «Chavín de Huantar». Fujimori se burló olímpicamente no sólo de los del MRTA sino, también, de diplomáticos, de representantes de la Iglesia, del representante de la Cruz Roja y de todo el mundo. Además, al día siguiente de la masacre, se paseó por la derruida embajada con descarado cinismo y arrogancia y casi pisoteando los cadáveres de sus enemigos caídos. 2. Neutralizar y eliminar del debate político el caso de la asonada de Andahuaylas, su diverso impacto ante el país y su debelamiento no violento. Luego de haber sido impuesto un brusco silencio sobre ese hecho político, sepultándolo como noticia y comentarios periodísticos, recrudeció brutalmente la ofensiva antitoledista. Rey Rey se paseaba de canal en canal de la TV exigiendo la vacancia presidencial de
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Toledo, acusándolo de «fabricante de firmas» y de «delincuente». A su vez, el diario La Razón decía en uno de sus editoriales: «La vacancia no es suficiente...». Desde la segunda semana de enero se impuso total silencio sobre la situación de Antauro Humala y de los licenciados y reservistas detenidos que ya habían sido trasladados a Lima y se encontraban en una prisión de alta seguridad. Desde entonces, los medios de comunicación dejaron de informar sobre ellos, no se sabía con precisión quiénes y cuántos eran, procedentes de qué lugares del país, qué nombres y apellidos tenían, si contaban o no con abogados, si habría juicio o no habría juicio contra ellos, si se les debía considerar como políticos o simplemente como presos comunes. En verdad, ¿Antauro Humala y los 150 ó más reservistas debían ser tratados como políticos? ¿La asonada de Andahuaylas debía ser tomada en cuenta como un hecho político? Obviamente, quienes hicieron desaparecer estos asuntos y preocupaciones de los noticieros y de los programas políticos, no deseaban o no les convenía que los protagonistas de aquella asonada fueran tratados como presos políticos. En cambio, a todos esos señores creadores de la llamada «opinión pública» les parecía asunto político y no delincuencial el caso de un Fujimori corrupto y criminal y que además había huido cobardemente al Japón, habiendo dejando al garete el Estado que manejó con arbitrariedad y abuso de poder extralimitados durante 10 largos años en compañía de su yunta Montesinos. Les parecía que cualquier cosa que Fujimori declaraba desde su cómodo refugio en Tokio era noticia política y, desde luego, los medios se disputan por transmitirlo. Ahora mismo, a casi ocho años de su cobarde huída y habiendo sido traído al Perú como extraditado, en el «megajuicio» donde el señor Fujimori está presente como acusado de graves crímenes y corrupción, sus partidarios y amigos hablan en los mismos términos que lo hace el Dr. Nakasaki abogado del acusado. Para ellos el ingeniero Fujimori no sabía nada de los crímenes y la corrupción que campeaban en su gobierno; para ellos, el ingeniero Fujimori era y es inocente. 3. Presionar y facilitar la excarcelación y liberación de una serie de fujimoristas mafiosos aún no sentenciados. Gracias a un poder judicial desprestigiado desde hace mucho tiempo, numerosos y destacados miembros de esas mafias se han ido y se están yendo a sus casas a gozar de «prisión domiciliaria». Durante años han estado viviendo y viven en las famosas cárceles «doradas», por ejemplo, en San Jorge. Una de sus más distinguidas figuras, el señor Calmell del Solar, quien fuera accionista y director del diario Expreso, se fugó de una de esas cárceles doradas, cuando era Ministro de Justicia del gobierno toledista el «moralizador» señor Fernando Olivera Vega. El poder judicial siempre ha tenido tiempo más que suficiente para juzgarlos y sentenciarlos. Pero no lo hizo, no lo ha hecho. Se ha esperado que se cumplan los plazos sin juzgamiento y sin sentencia. En cualquier momento también vendrá la prescripción para estos campeones de la gran corrupción, de los más graves crímenes y de los genocidios en masa.
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4. Neutralizar y silenciar la recurrente circulación de noticias sobre los paraderos de los empresarios de la televisión, amigos de Montesinos, que se corrieron del Perú y se refugiaron en Argentina y otros países. Estamos hablando, por ejemplo, del señor Schutz que fuera empresario de TV Canal 5 y de los señores Crousillat que fueron empresarios de TV Canal 4. Precisamente en las primeras semanas de enero de 2005 aparecieron noticias en la prensa internacional sobre las andanzas ilegales de los señores Crousillat entre Argentina y Chile y también sobre un posible paradero del señor Schutz y del otro capo de la TV señor González. ¿Se puede dudar todavía de que los principales autores intelectuales y materiales de aquellos silenciamientos fueron gentes del cogollo fujimorista? No pues. No hay duda alguna al respecto. Hoy como ayer, se ve que los fujimoristas y sus aliados no necesitaban con urgencia, como poderosas mafias que eran, eliminar al presidente Toledo y mucho menos derrocar al gobierno entero. En realidad estos no constituían mayor estorbo para ellos. No lo habían sido a lo largo de tres años y medio de gobierno toledista. Lo que en verdad necesitaban era mantener al Presidente Toledo contra las cuerdas y continuar golpeándolo. Hacía buen rato que lo tenían contra las cuerdas y así les resulta mejor negocio. Nunca les pareció urgente e imprescindible tener que noquearlo y eliminarlo. Por todo esto, en boca de Rey Rey o en las páginas de La Razón, también resultaba siendo pura demagogia calculada el llamado a la conformación de una Asamblea Constituyente que «renueve las viejas estructuras del Estado caduco ...» (¡Qué curioso! ¿Acaso la dupla Fujimori-Montesinos, al mando de una poderosa burocracia civil y miltar, no había «modernizado» el Estado?). Tal como ocurrían las cosas en todo ese tiempo, lo que realmente necesitaban esas mafias era que el presidente Toledo y su gobierno continuaran haciéndoles todas las concesiones posibles. Para eso y por eso, reiteraban sus conocidos métodos y estilos de lanzarse a la ofensiva. Tenían que golpearlo y amedrentarlo. Habían aprendido que necesitaban ser sistemáticos y tenaces en esa pelea y en el chantaje. Hicieron, por ejemplo, que los índices de aprobación de la gestión del presidente Toledo (popularidad) estuvieran cada vez más por los suelos según las encuestas. Es decir, por debajo de los 10 puntos. Hacía buen rato que todas las encuestas insinuaban de que tal índice promedio era apenas un dígito que fluctuaba entre 9 y 5 %. Contraofensiva oficial: denuncia de un complot Ante la fuerza y amplitud de la ofensiva fujimorista, secundada por los periodistas «independientes» de los diversos medios de comunicación y por casi todos los dirigentes políticos de la oposición, el gobierno del presidente Toledo o algunos de sus integrantes o aliados lanzaron por los aires la denuncia de que estaba en marcha un complot para el derrocamiento del gobierno y de la democracia recién instaurados. Ciertamente la ferocidad de la ofensiva, con cómplices y aliados de
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todos los matices, podía llevar a imaginar o sospechar un complot (movidas para traerse abajo el gobierno: acuerdos secretos sobre todo de los enemigos, intrigas, conspiración, confabulación, etc.). La campaña por demostrar que el partido Perú Posible y su jefe Alejandro Toledo serían los directos responsables de la falsificación de firmas, se convirtió aparentemente en cuestión de vida o muerte para sus acusadores. Claro está que no se trataba de apasionamientos políticos, sino de tácticas y estrategias fríamente concebidos, es decir, con el mayor cinismo. No había un solo medio de comunicación que no le hubiera dedicado grandes espacios y bastante tiempo para ocuparse de este asunto. Durante semanas enteras, este fue el menú que nos sirvieron a los peruanos. El gobierno quedó seriamente magullado y casi aislado en este contexto y, en particular, ante el cargamontón de acusaciones, insultos y mil groserías. Era insistente el reclamo estridente por la vacancia presidencial. Sumándose a esta andanada, el abogado y afamado tribuno Javier Valle Riestra, parangonando un viejo lema aprista, declaraba: «Sólo la vacancia salvará el Perú»13. En estas condiciones, con todas esas manifestaciones de intolerancia de la oposición de derecha, no era nada exagerado sospechar un complot en marcha contra el gobierno. Desde luego, un complot orquestado por las invisibles mafias del fujimorismo, propalado por los medios de su propiedad o de sus socios y con intenso eco en casi todos los otros medios. Ante la contraofensiva oficial, los periodistas de uno u otro medio de comunicación apenas pudieron decir, en tono de queja, que se trataba de amenazar la «libertad de prensa». Desde luego, no se trataba sólo de puras imaginaciones y sospechas respecto de cuánto pueden hacer las mafias en este mundo, en particular en países del Tercer Mundo. Como hemos señalado, hay evidencias y desde hace mucho tiempo de que el objetivo final de las mafias fujimoristas no era el derrocamiento del presidente a través de un tradicional golpe de Estado con intervención del Ejército y las Fuerzas
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La biografía política de este hombre público, Dr. Javier Valle Riestra, es demasiado densa, larga y complicada. Sólo anotaremos pocas cosas. Militante aprista desde su temprana juventud, habiendo ingresado a dicho partido en los tiempos de la «primavera democrática» 1945-1948. Pronto saboreó el retorno a la ilegalidad y la clandestinidad apristas (1948-1956) y al mismo tiempo era estudiante de la UNMSM. En la crisis interna del APRA a fines de los años 50, acompañó a numerosos renunciantes del partido y con ellos fue fundador del APRA Rebelde el cual se convirtió, poco después y bajo el impacto de la revolución cubana, en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Por discrepancias con la orientación socialista de la revolución cubana y de sus compañeros de viaje peruanos, en los primeros años 60 retornó al APRA siendo recibido entusiastamente por Haya de la Torre. Desde allí sería apasionado hayista. Fue miembro de la Asamblea Constituyente de 1978-1979. Diputado por el APRA entre 1980 y 1990. Senador aprista 1990-1992. Crítico acérrimo y despiadado de Alan García durante el fujimorismo, ministro de Fujimori, por breve tiempo a fines de los años 90, hace una visita a Alan García en el exilio parisiense y se reconcilian. Crítico violento de Toledo en las campañas electorales del 2000 y 2001 y durante su gobierno. Presente en primera fila en el recibimiento de Alan García a su retorno del exilio. Actualmente es congresista por el APRA.
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Armadas. Tampoco se trataba de organizar un derrocamiento como en Ecuador o como en Bolivia, impulsando a las masas indígenas y populares a salir a las calles y exigir la renuncia del Jefe del Estado. En realidad, aquí en el Perú, los que se consideran políticos «modernos» y en particular los asociados a las mafias, no tienen el menor interés ni el coraje para sacar a las masas a las calles y menos para dirigirlos. Por todo eso, lo que en el Perú se buscaba era un derrocamiento a través de la demolición mediática y que, para cuando hubiera llegado la hora de las elecciones del 2006, Toledo y su gobierno se encontraran agotados y apenas gateando. Por tanto, continuaba el plan de demolición. Por lo mismo, habrían de continuar hasta el 2006 un presidente y un gobierno maniatados, neutralizados y anulados. Para entonces, el fujimorismo, con o sin Fujimori, habría estado buscando la manera de volver al poder político o, por lo menos, de llevar una representación significativa al Congreso. Y, como se sabe, no les fue mal precisamente en las elecciones del 2006. En medio de todo este desbarajuste, el congresista Rey Rey fue denunciado por gentes del gobierno y coincidentemente por periodistas de La República, como uno de los personajes más pícaros entre todos aquellos que por más de una década habrían hecho falsificar firmas para inscribir sus respectivas agrupaciones políticas ante las oficinas electorales. ¿De qué manera Rafael Rey Rey y su amigo José Barba Caballero lograron recolectar más de un millón de firmas para hacer posible para el 2000-2001la inscripción de sus fantasmales agrupaciones Renovación Nacional y CODE? ¿Habrían sido suficientes las plegarias al Altísimo por parte del monseñor Cipriani? En realidad, estos señores fueron desenmascarados y presentados como unos granujas y fue el diario La República o algunos de sus periodistas los que se compraron el pleito. Pero, a su vez, criticado por su afición al vedettismo político, Rey Rey no se amilanó para presentar su moción ante el Congreso solicitando que Toledo fuera vacado o que, en todo caso, presentara su renuncia a la presidencia. En esa oportunidad, no lo acompañó casi nadie de la oposición14 . Mientras tanto, aún en febrero de aquel año de 2005, a casi dos meses de la asonada, una parte de la oposición, por momentos todas sus fracciones, reclamaban de manera insistente para que se llevaran a cabo cambios en el gabinete ministerial.
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Los señores Barba Caballero y Rey Rey, fueron llamados por el presidente Alan García desde los inicios mismos de su actual segundo gobierno. El señor Barba Caballero, expulsado del APRA cuando era diputado en el primer gobierno de ese partido (1985-1990), luego fue parlamentario vinculado a la derecha en los años 90 y durante el gobierno de Toledo. De él se dice que, desde su expulsión del APRA, siempre capitaneó la falsificación de firmas para lograr la inscripción de los minipartidos que fundaba. Actualmente, es embajador del gobierno peruano en Panamá. El señor Rey Rey, miembro del Opus Dei y diputado neoliberal por el FREDEMO en 1990-1992 y luego casi vitalicio congresista de derecha y apasionado pro-fujimorista, ha sido entre julio de 2006 y octubre de 2008 Ministro de la Producción del segundo gobierno de Alan García.
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Exigían la renuncia del primer ministro Carlos Ferrero Costa y con él de todo el gabinete. Aparentemente, todas las tiendas de la oposición sostenían o creían que ese cambio podría oxigenar y refrescar al gobierno y que, de ese modo, pudieran llevarse mejor las cosas del Estado hasta las elecciones del 2006 y la toma de mando del nuevo gobierno. Lo cierto es que esa oposición, cualesquiera que fueran las agrupaciones y partidos políticos que la conformaban, no habían tenido ni tenían la menor convicción para presionar y lograr el cambio de gabinete precisamente en ese sentido. En realidad, como lo mostraban innumerables ejemplos, toda esa oposición tenía firmes convicciones sólo respecto de sus intereses personales y de grupo. A decir verdad, también el oficialismo andaba en lo mismo y no con poca frecuencia. III. Nuevos escenarios de la lucha política La ofensiva derechista-fujimorista-antitoledista, post asonada de Andahuaylas, amainó en algo recién al finalizar el mes de febrero. Como ya se señaló, una breve contraofensiva oficial la contuvo un poco y redujo de alguna manera su desmesurada vastedad y ferocidad. Luego, la agenda política se fue modificando y otras cuestiones pasaron a dominar en la escena política nacional: gestiones para el TLC con los Estados Unidos, programa oficial ProPerú, propuesta alanista-aprista para la conformación Frente Social, otras propuestas de frente político, paro de un sector de productores y trabajadores cocaleros (Tocache, etc.), renovación de la directiva nacional del SUTEP y elección de la profesora Caridad Montes Rebaza como su nueva Secretaria General en reemplazo del profesor Nilver López, huelga nacional indefinida de los médicos del sector del Ministerio de Salud (14 mil médicos, aproximadamente), paro de enfermeras y técnicos de hospitales, marcha de trabajadores en Lima comandada por la CGTP, paros y movilizaciones de poblaciones de Huaraz, Ancash por regalías mineras, movilizaciones populares que tendían a generalizarse en el país, etc. Así llegamos a mediados de marzo. Comenzaban a configurarse nuevos escenario políticos en el país en camino a las elecciones generales del 2006. Reactivación de luchas reivindicativas de trabajadores y pobres El gobierno del presidente Toledo tuvo que hacer frente a numerosas y diversas luchas reivindicativas en el transcurso del 2005 y, en cierto modo, esto se prolongó hasta el fin de su gestión en julio de 2006. Ya habíamos ingresado a un proceso de reactivación de las luchas reivindicativas ante el capital y el Estado. Pues ya no podría continuar por más tiempo la silenciosa tregua concedida por los diversos sectores mayoritarios del país a los gobernantes de turno. Esta tregua le fue concedida ingenua e inútilmente
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a Fujimori durante 10 largos años15. Y aún ocurría algo similar con el gobierno de Toledo. Dicho gobierno, ya por más de tres años y medio en el poder, sin Proyecto y sin Programa diferente o alternativo al de su predecesor, no había tenido que enfrentar grandes y caudalosos movimientos de masas trabajadoras, subempleadas y desocupadas reclamándole la atención urgente de sus necesidades básicas. Pues, a diferencia de la sistemática hostilidad mostrada por las cúpulas del fujimorismo y de sus socios de la derecha, esas grandes mayorías del país no se habían propuesto combatir al presidente Toledo por el simple afán de neutralizarlo políticamente y mucho menos buscando la vacancia en su cargo o su renuncia. Más bien, habían observado un comportamiento entre resignado y esperanzado. Apenas de manera fragmentada y dispersa estas mayorías reclamaban la atención de elementales derechos: trabajo, vivienda, salud, educación, aumentos de sueldos y salarios, etc. En pocas palabras, reclamaban la atención a su derecho a la vida y a la dignidad humanas. Era lo menos que se podía pedir en un país como el Perú donde los sueldos y salarios y las concesiones materiales que a duras penas hace el Estado, están hace varias décadas entre los más deprimidos de América Latina. Acciones mayores de carácter reivindicativo o político sólo tuvieron lugar de manera esporádica. Los casos más sonados se reducen a uno que otro paro regional y nacional, como el de Arequipa en junio del 2002 para impedir la privatización de una empresa de energía eléctrica, la huelga del SUTEP en el 2003, algunos paros de los cocaleros, el paro nacional de trabajadores del 14 de julio de 2004 convocado por la CGTP16, marchas de mujeres de los comedores populares y del vaso de leche, etc. Es decir, casi nada frente a un gobierno que en sus más de tres años y medio jamás hizo concesiones significativas. En efecto, a partir de entonces parecía que se ingresaba a un nuevo capítulo: el de la reactivación de las organizaciones de los trabajadores del sector privado y del sector
Esa tregua concedida ingenua e inútilmente, no era otra cosa que ausencia de dirección política como consecuencia directa de la aplastante derrota de las direcciones sindicales y políticas de los trabajadores peruanos de todos los sectores al finalizar la década de los 80 y al iniciarse la de los 90. El capital privado y el neoliberalismo triunfantes a nivel mundial, encontraron en el Perú un inmenso campo sindical y políticamente arrasado y en el cual podían acrecentar la explotación y dominación e inaugurar un nuevo ciclo del más bestial saqueo de nuestros recursos. Dicho ciclo continúa en marcha con el segundo gobierno del presidente Alan García. 16 El del 14 de julio del 2004, convocado por la CGTP y otros gremios, fue el primer paro nacional del siglo XXI. El último había sido el de julio de 1988 en una coyuntura en la que se agigantaba la feroz ofensiva del conjunto de la derecha contra el gobierno acorralado y en repliegue de Alan García quien el año anterior había intentado estatizar la banca. Dicho paro nacional no modificó en nada la coyuntura. También Sendero Luminoso realizaba algunas veces su «paro armado» tanto en Lima como en algunas provincias. El que la CGTP convocó en agosto de 1990 para protestar y condenar el shock económico, el más grande y brutal del mundo, lanzado por el gobierno recién inaugurado de Fujimori, apenas fue un débil saludo a la bandera, es decir, no fue acatado por nadie; sólo se quedó en el papel y en las buenas intenciones de sus convocantes. Aquel shock económico fue ejecutado sin que el pueblo peruano pudiera ofrecer resistencia alguna. Habíamos quedado derrotados y totalmente desguarnecidos sindical y políticamente. 15
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estatal, el acrecentamiento de sus reclamos por aumentos de sueldos y salarios y mejoras de las condiciones de trabajo. Los sectores de desocupados y pobres del campo y la ciudad (¡8 millones de peruanos en extrema pobreza!), requerían con urgencia renovar, desarrollar y poner en acción sus organizaciones para exigir el cumplimiento obligado del programa oficial PROPERU y la disponibilidad efectiva de los 250 millones de dólares calculados para ser entregados por espacio de un año (subsidio directo de 100 soles mensuales a cada familia). Había que arrancar al gobierno y al Estado todo ese monto de dinero y no permitir su recorte con cualquier pretexto, su desvío con rumbo desconocido o su simple desaparición como por arte de magia. Ya no se le podía dar más tregua al gobierno y al Estado. En verdad, había sido ya muy larga, demasiado inocente y contraproducente la tregua concedida al Estado peruano, especialmente desde aquel brutal shock económico de agosto de 1990 con el cual realmente inauguró Fujimori su arbitrario, corrupto y criminal gobierno. Se trató finalmente de una tregua que sólo llevó a la ampliación de la desocupación y profundización de la pobreza de una enorme mayoría de peruanos. Las tradicionales organizaciones sindicales de trabajadores, sus federaciones (por sector y a nivel departamental o regional) y la propia CGTP, resurgiendo de su grave derrota de la década de los 90, debieron exigir el cumplimiento de aquel subsidio en el tiempo que le quedaba a ese gobierno. Es decir, hasta julio de 2006. Igualmente, tenían la obligación de cumplir ese papel las propias organizaciones de los sectores populares del campo y la ciudad. El programa oficial PROPERU no debía ser sólo un ofrecimiento más y tampoco podía terminar en una nueva burla al ser entregado finalmente sólo una ridícula fracción de lo ofrecido. Por su parte, los partidos y agrupaciones políticos tenían este desafío: comprometerse con el apoyo a los necesitados o sólo limitarse a simulacros por puras mezquindades y cálculos electoreros. Al final de cuentas, sucedió lo último. El gobierno estaba obligado a cumplir con su propio programa PROPERU. Era lo que se esperaba que ocurriera como mínimo. Por lo menos esas migajas deberían ser reales y no ficticias para los necesitados. En el transcurso de casi cuatro años de su gobierno, el presidente Toledo se había limitado a administrar lo existente, es decir, el legado de Fujimori. Servía más que entusiastamente los intereses de los ricos y poderosos. Era buen pagador del Fondo Monetario Internacional, del gran capital y de la Banca Internacional. Los cada vez más elevados pagos que se hacía por concepto de la Deuda Externa, no era sino el cumplimiento a rajatabla de lo ya programado por el gobierno de Fujimori-Montesinos. Por eso, el año 2004 se pagó alrededor de 2,200 millones de dólares. En el año 2005 se estaba pagando algo aproximado a los 2,800 millones de dólares. Al mismo tiempo, sólo la Deuda Externa pública ascendía, en ese entonces, a unos 30 mil millones de dólares. Por otra parte, el gobierno del presidente Toledo defendía y mantenía las muy altas tarifas impuestas a los usuarios por diversas empresas extranjeras que sentaron sus dominios en el país precisamente en la década de los 90 (Telefónica, Empresas 168 169
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Eléctricas, etc.). Era pues un gobierno que continuaba con la política de no cobrar impuestos y regalías a las empresas del capital privado que explotaban nuestros recursos y pagaban bajos salarios a los trabajadores peruanos. Eran los casos de las empresas extranjeras que explotaban nuestros yacimientos mineros y, a su vez, destruían el equilibrio ecológico de la zona o la región respectiva. Aquel gobierno, como el anterior, se hacía de la vista gorda ante el abuso y arbitrariedad de los bancos por el cobro de comisiones elevadas por los servicios prestados a los usuarios de teléfonos, fluido eléctrico, cable, agua, etc. Además, los bancos no pagaban intereses a los pequeños y medianos ahorristas; más bien, los sangraban. En suma, el gobierno del presidente Toledo era un eficaz administrador de los intereses de banqueros, grandes empresarios y negociantes. Frentes electorales excluyentes entre sí pero disputándose el centro En el contexto nacional pre-electoral del 2005, prologado por la asonada de Andahuaylas, iban configurándose, según no pocos indicios, por lo menos tres o cuatro proyectos de frentes políticos, formalmente excluyentes entre sí, con miras a las elecciones generales del 2006 y a la constitución de un nuevo gobierno para el período 2006-2011. En realidad, los probables frentes, estarían disputándose entre sí el centro de la escena política nacional y, al mismo tiempo, competirían por reclutar y atraer a su lado a los innumerables grupos políticos (con representatividad sectorial, local, regional o inclusive étnica) que andaban por la nebulosa preelectoral peruana. Esta vez sería difícil, por no decir imposible, la constitución de frentes políticos electorales de la naturaleza y dimensiones de Izquierda Unida (IU) en los comienzos de los 80 ó del FREDEMO al finalizar esa década. La situación nacional e internacional había cambiado radicalmente. En el caso peruano, entre los partidos y movimientos que se incorporaban al campo de la lucha electoral, ninguno buscaba representar o expresar posiciones radicales de izquierda o de derecha. Ni ultraizquierdistas, ni ultranacionalistas ni ultraneoliberales. Todos buscaban ubicarse en el centro y ser percibido de ese modo por los electores. Ex-presidente García proponía constitución de un frente social Una de las primeras fuerzas políticas en anunciar su participación en las elecciones del 2006, fue el APRA. Desde el 2001 había hegemonizado la oposición democrática ante el gobierno de Toledo. El entonces ex-presidente Alan García, principal líder del partido aprista y de la oposición, lanzó como propuesta la constitución de un frente social. Lo hizo tempranamente en el concurrido mitin aprista del 18 de febrero del 2005 con el que, a su vez, dio inicio a las celebraciones por el Día de
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la Fraternidad (22 de febrero), el mismo que recuerda el cumpleaños de Víctor Raúl Haya de la Torre. Lo reiteró en los también concurridos mítines que presidió durante una semana entera en Trujillo, Arequipa, Juliaca, Villa El Salvador, etc. No se trataba de un frente de partidos y agrupaciones políticas sino un frente social que articulara las organizaciones gremiales de las clases medias profesionales, de los empresarios medianos y pequeños y de los trabajadores; además, que incluyera a segmentos de grandes empresarios y comerciantes y en el otro extremo a las organizaciones de base de los desocupados y desempleados. También, se consideraba a las fuerzas sociales de provincias y regiones, legítimamente quejosas del crónico centralismo limeño; éstas precisamente habían dado la apabullante victoria al APRA en las elecciones regionales del 2002. Estos planteamientos fueron algunos de los componentes del discurso alanista-aprista que se fue desarrollando en camino a la campaña electoral. Salvando las distancias, era en los primeros tiempos del APRA que Haya de la Torre planteaba un frente de clases de carácter antioligárquico y antiimperialista: clases medias, trabajadores manuales e intelectuales y campesinado y, si fuera posible, lo que pudiera haber de burguesía nacional. En cierto sentido, los planteamientos del pasado y los del 2005 correspondían a dos proyectos apristas radicalmente diferentes en el tiempo y en el espacio. En los primeros tiempos del APRA —años 30 y 40 del siglo XX— el proyecto era por la transformación radical de la sociedad, de construcción de un capitalismo nacional moderno y de un Estado nacional-antimperialista fuerte y autónomo. Aún quedaban algunas huellas en el discurso partidario de las décadas siguientes. En las circunstancias pre-electorales del 2005, Alan García y el liderazgo aprista bajo su jefatura estaban pensando básicamente en la coyuntura electoral y en la posibilidad de ser gobierno nuevamente y, desde luego, en administrar sólo lo existente y hacerlo menos mal que cuando les tocó gobernar en 1985-1990. El novísimo discurso oficial del APRA aún parecía socialdemócrata aunque su práctica no lo fuera y no lo es necesariamente. Y es lo que constatamos hoy en día cuando el liderazgo aprista se encuentra nuevamente en el poder. No hay ninguna modificación sustantiva en la economía y en las políticas de Estado. Las empresas estatales, fueron corruptamente privatizadas durante el fujimorismo y entregadas a la voracidad del capital privado. Básicamente se administra eso, es decir, sólo lo existente. En general, lo existente en el Perú es una economía capitalista crónicamente rezagada, subdesarrollada y dependiente; y el Estado, es tradicional, semicolonial, arcaico y patrimonial, por encima de una sociedad caótica y cuyas víctimas son las poblaciones mayoritarias y pobres del país. Para manejar este Estado y el actual estado de cosas, implementando algunas reformas indispensables, el APRA y su candidato Alan García, predicaban la necesidad de conformar un Frente Social y, desde luego, requerían pasar a una segunda ronda electoral en las elecciones del 2006 y ganarla. Justamente para posibilitar esa ambición, necesitaban atraer a
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los moderados de la derecha y de la izquierda 17. Movidas para la formación de un frente político de derecha Al finalizar el siglo XX, las dos últimas experiencias de coaliciones o frentes políticos de la derecha peruana, habían sido, primero, la del cogobierno entre el Partido Acción Popular y el Partido Popular Cristiano en el período 1980-1985 y, luego, el FREDEMO constituido para las elecciones de 1990, en pleno apogeo del triunfo mundial del neoliberalismo, contra el APRA y la izquierda, organizado en torno a la figura del escritor Mario Vargas Llosa y que sorprendentemente se apoderó de calles y plazas recorriendo todo el país durante la intensa y frenética campaña para luego terminar derrotado en la segunda ronda electoral por un advenedizo Fujimori quien, sin haberlo reclamado ni por asomo, pudo contar con el abierto apoyo del APRA y de la totalidad de la izquierda peruana de entonces. Durante sus 10 años de gobierno (1990-2000), Fujimori actuó de manera enconada y virulenta precisamente frente a todas esas fuerzas políticas que le habían brindado apoyo electoral. Por un lado, marginó y arrinconó al APRA y a la izquierda y casi destruyó y desapareció sus bases políticas y sindicales y, por otro, contó con el entusiasta y creciente apoyo de la casi totalidad de las gentes y agrupaciones que integraron y dirigieron el FREDEMO, salvo las muy pocas excepciones como el propio escritor Vargas Llosa que pasaron a ejercer una enérgica oposición, especialmente desde el Golpe de Estado de abril de 1992. En otras palabras, Fujimori en el ejercicio de un poder absoluto, articuló detrás suyo al grueso de la derecha peruana cuyo núcleo lo constituían los grandes empresarios y sus teóricos neoliberales18. El Perú de comienzos del siglo XXI todavía tiene que sufrir —como lo viene
El APRA era, sin duda, el movimiento político de mayor experiencia en la constitución de Frentespolíticos electorales o en la inspiración de políticas de frente. Desde la clandestinidad, los había inspirado e impulsado en 1936 y 1939. Siempre desde la clandestinidad, participó como fuerza predominante en la constitución del Frente Democrático Nacional para las elecciones generales de 1945, ganó esas elecciones y llevó a la presidencia al «independiente» Luís Bustamante y Rivero inaugurándose de ese modo la llamada «Primavera Democrática» y cuya duración fue breve (1945-1948). En las elecciones de 1956, el APRA brindó su apoyo a la candidatura plutocrática de Manuel Prado y quien al llegar al poder inauguró el «gobierno de la convivencia»; al mismo tiempo, el APRA salió de la clandestinidad y recuperó la legalidad que le había sido anulada por la dictadura del general Odría. Más tarde, como partido de oposición al primer gobierno de Belaunde Terry (1963-1968), el APRA capitaneó la conformación de una Coalición con la Unión Nacional Odriísta (UNO) constituyendo de ese modo una mayoría parlamentaria. Luego, en la Asamblea Constituyente de 1978-1979, el APRA conformó una mayoría con diversas fuerzas políticas que eligió a Haya de la Torre como presidente de dicha Asamblea la cual llevó cabo los debates y la elaboración de la Constitución de 1979 que legalizó las reformas realizadas en el Perú por el «Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas» en su primera fase 1968-1975. 18 En el transcurso de los últimos 120 años (post Guerra del Pacífico), salvo pocos y breves momentos, la derecha nunca ha soltado el control del Estado y el ejercicio del poder político. Los gobiernos fueron no sólo representantes de determinada fracción de la clase dominante sino, sobre todo, ajenos a un
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haciendo— las humillaciones y miserias de distinta índole sembradas y cultivadas por el fujimorismo. La ingenua y esperanzada simpatía de los pobres hacia Fujimori, estimulada o manipulada por las empresas encuestadoras y los medios de comunicación, fue pues uno de los matices de aquellas miserias. La simpatía brindada al peor de los granujas en el poder que se hizo pasar por el «chinito» buena gente, dejó muchas huellas del engaño y la manipulación desplegados desde el poder contra esa misma gente y todavía no pueden ser borradas por las políticas de los gobiernos siguientes. El gobierno de Toledo ni siquiera los intentó. Es verdad que tampoco se lo permitieron, como ya se ha dicho reiteradamente, los propios fujimoristas y la derecha. Fue con esos antecedentes que, con miras a las elecciones generales del 2006, los partidos y agrupaciones políticas de la derecha pretendían formar un nuevo frente político. Algunas de sus tendencias, como la representada por el PPC, soñaban con incluir a ciertas tendencias de la dirigencia fujimorista. De no lograrlo, buscarían ganarse a sus bases sociales. Quienes habrían de disputarse la hegemonía del posible frente de derecha eran el ex-presidente transitorio don Valentín Paniagua dirigente del avejentado y disminuido partido Acción Popular, Lourdes Flores Nano del Partido Popular Cristiano y el alcalde de Lima Luís Castañeda Lossio, fundador y jefe de un invisible partido llamado Solidaridad Nacional. Ninguno de estos personajes pudieron alcanzar un lugar hegemónico en el proyecto del anciado frente el que finalmente no llegó a constituirse. A duras penas se formó una alianza electoral entre el Partido Popular Cristiano y el partido Solidaridad Nacional que lanzó como su candidata presidencial a la Dra. Lourdes Flores. El otro candidato fue pues don Valentín Paniagua quien, siendo el centrista más consistente y de mayor prestigio, no pudo atraer aliados importantes de derecha ni de izquierda. Indicios hacia la formación de un imposible frente de izquierda En realidad, se trataba de los esfuerzos de unos pocos partidos o agrupaciones sobrevivientes de lo que había sido Izquierda Unidad (IU), interesados en la construcción de un frente político, en integrar una lista única con candidatos al Congreso y lanzar una candidatura presidencial y, de ese modo, poder reaparecer
proyecto de nación que incluyera a todos los peruanos. Las agrupaciones de la derecha casi siempre constituyeron frentes para gobernar o inspiraron y apoyaron a dictaduras militares conservadoras y reaccionarias. Desde fines del siglo XIX hasta fines de la Segunda Guerra Mundial, compartían o se alternaban en el ejercicio del poder las fracciones básicas —premoderna y modernizante— de la clase dominante. En la segunda mitad del siglo XX, varias veces formaron coaliciones de derecha, explícita o implícitamente. Luego del gobierno militar nacionalista y reformista del general Velasco Alvarado (1968-1975), la derecha se recompuso y regresó al poder con furia y ánimo de revancha y reiterando, una vez más, su carencia de proyecto nacional.
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con alguna solvencia por lo menos durante la campaña electoral. No les faltaba experiencia. Sin embargo, en los 15 años transcurridos, desde la desintegración final de aquel frente y la práctica desaparición de casi todos los partidos y agrupaciones que lo conformaron, también había desaparecido todo rastro de izquierda —como discurso y como práctica— en la dirección política nacional de los trabajadores y masas populares. Los intentos en el curso de aquella década y media por recuperar el terreno perdido habían sido frustrantes y sólo confirmaron que había sido muy profunda la derrota política de todas las tendencias de la izquierda peruana. Además, como es sabido, los problemas se agravaron bajo el impacto disolvente de la caída del Muro de Berlín, del colapso de la URSS y la desaparición del «campo socialista». En consecuencia, la izquierda que pretendía intervenir en las elecciones generales del año 2006, en lo posible a través de un frente político, era aquella que intentaba resurgir desde el fondo de su más grave derrota. Pero, dicho frente no pudo aparecer ni siquiera entre ellos. Más bien, cada cual por su cuenta —el PCP (Patria Roja), el Partido Socialista y el Movimiento por la Democracia Social— buscaron coaligarse con otras formaciones políticas. Los dos primeros, lo intentaron con el Partido Nacionalista Peruano (PNP) de Ollanta Humala cuya precandidatura subía incontenible en las encuestas pero sus negociaciones fracasaron y tuvieron que lanzarse casi solos a la contienda electoral; el último lo hizo con el Movimiento Humanista Peruano. Luego de su anticipada catastrófica derrota electoral, estas agrupaciones de izquierda perdieron inclusive su inscripción en los registros electorales19. La suma de la votación obtenida a nivel nacional por estas tres agrupaciones en la primera ronda electoral, apenas pudo superar el 1% del total. Nunca antes, por lo menos en su experiencia electoral a lo largo de los 45 años previos, la izquierda peruana había caído a un abismo tan profundo. Ciertamente, tampoco era la izquierda de esos tiempos; ya era otra.
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A lo largo de su historia, la izquierda peruana también había tenido diversas experiencias en la conformación de Frentes Políticos de carácter electoral. Para no ir muy lejos, podemos recordar la constitución del Frente de Liberación Nacional (FLN) para participar en la contienda electoral de 1962. El eje de dicho Frente fue el antiguo Partido Comunista Peruano (PCP). En esas elecciones, el primer lugar fue disputado entre Haya de la Torre, Belaunde Terry y Manuel Odría. Sobrevino un Golpe de Estado acaudillado por militares. En las elecciones de 1963, convocada y vigilada por los golpistas, fue Belaunde Terry quien finalmente triunfó, gracias al apoyo del FLN. Quince años más tarde, se constituyeron varios frentes de izquierda para intervenir en las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978. Luego, en 1980 fue constituido IU que incluía a todas las tendencias de la izquierda salvo a las trotskystas. IU tuvo presencia significativa en la escena nacional pero terminó desintegrándose al finalizar aquella agitada y conflictiva década de los 80. Para una información mayor sobre las últimas experiencias, ver Nicolás Lynch, Una tragedia sin héroes, la derrota de los partidos y el origen de los independientes, Perú 1980-1992, UNMSM, Lima 1999; Manuel Valladares Quijano, «Huelga policial y paro nacional de trabajadores en mayo de 1987, detonantes de la más grave crisis política en el Perú de finales del siglo XX», en: Historias, N.º 2, Lima 2007.
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Del nacionalismo etnocacerista al simple nacionalismo A partir de la ya conocida aventura política de los hermanos Humala, en el sur del país a fines del 2000 (octubre-noviembre), se fue conformando el movimiento nacionalista etnocacerista. Fundamentalmente bajo la dirección de Antauro, a través del periódico Ollanta en especial, se hizo creciente prédica acerca de ese singular nacionalismo, esgrimiendo virulenta crítica al «Estado de los criollos». El discurso político «etnocacerista» o «etnonacionalista» y, a su vez, velasquista, fue ganando terreno a nivel nacional irritando, al mismo tiempo, a casi toda la prensa limeña, a sus columnistas y colaboradores. Ganaba terreno en sectores populares y, fundamentalmente, en las provincias del centro, oriente y sur del país. Se hablaba también de la «agonía de la republiqueta criolla y su funeral inminente», de «la derecha criolla autodesahuciada y en extinción…», de la rivalidad obligada y necesaria entre «la izquierda criolla y el etnonacionalismo». Además, todo ese discurso estaba recorrido de punta a punta por el desafío a muerte de «la raza cobriza contra la raza blanca extranjera y conquistadora». Sin duda, desde París o desde Seúl, dicho discurso en su conjunto era compartido por Ollanta Humala y seguramente no por casualidad, sino contando con su anuencia, el periódico oficial de su movimiento llevaba su nombre propio. La asonada de Andahuaylas tuvo lugar precisamente en un momento en que el movimiento nacionalista «etnocacerista» contaba, luego de tres o cuatro años de prédica, con significativas bases sociales básicamente en provincias. Entusiasmó y movilizó a muchos de sus segmentos especialmente juveniles. Fueron ellos los que expresaron y afirmaron, con su activa presencia en las calles y las plazas de provincias, su solidaridad con los protagonistas de la asonada de Andahuaylas. En los últimos tiempos, particularmente luego de iniciado el juicio público contra 162 reservistas y su Comandante y refiriéndose a aquellos acontecimientos del 2005, el propio Antauro en su periódico del mismo nombre y, también, periodistas de diversos medios de prensa prefieren hablar del «Andahuaylazo». Por lo menos al propio Antauro seguramente le parece más sonoro y desafiante. Por ejemplo, en una de las portadas del periódico etnocacerista, al reproducir frases de páginas interiores, se afirma y se exclama: «… por supuesto: ¡somos recontra culpables de insurgir contra la tiranía y la traición»! «¡Viva el andahuaylazo carajo!»20. Ollanta Humala había retornado al Perú, procedente de Corea del Sur, en febrero del 2005, transcurridos apenas pocas semanas del Andahuaylazo. Impedido de continuar prestando servicios como oficial del ejército, habiendo sido dado de baja
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Informe Central: «Ad portas a un juicio histórico: breve reseña de 7 años de etnocacerismo tawantinsuyano». Bajo este título, un extenso artículo de Antauro Humala. Quincenario Antauro, Año 6, N.º 86, p. 8-9, del 8 al 25 de abril de 2008. Perú.
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poco antes por decisión del gobierno de Toledo, comenzó a desplegar intensa actividad política de manera pública tanto en Lima como en provincias. En el transcurso de los meses siguientes fue siendo reconocido, aunque con renuencia, en casi todos los medios de comunicación —por periodistas y comentaristas, por innumerables adversarios y enemigos suyos— como un naciente líder político. Pero, al mismo tiempo, en aquellos momentos la atmósfera política todavía estaba enrarecida y en medio de ella para muchos reinaba cierto desconcierto y quizás desánimo por la ausencia total de una visión de futuro. Los discursos de los potenciales candidatos presidenciales no ofrecían ninguna orientación al respecto sino, más bien, se perdían en asuntos intrascendentes de coyuntura que sólo podían revelar intereses y ambiciones personales y de grupo. En la revista Quehacer se hacía alusión a estos hechos, al grosero pragmatismo de los políticos y a la situación política peruana en los inicios del siglo XXI, con marcado pesimismo y algo de frustración21. En el transcurso del segundo semestre de dicho año, Ollanta ya era considerado precandidato a la presidencia de la república. Las encuestas empezaron a ocuparse de su presencia creciente en la escena política. Aparecía como persiguiendo y casi pisándole los talones a conocidos precandidatos voceados desde meses previos como los más seguros de ser nominados por sus respectivos movimientos para finalmente candidatear a la presidencia. Entre ellos, Lourdes Flores Nano del PPC y Alan García del APRA. A mediados de noviembre, la revista Caretas hacía referencia desde su portada a las «Peligrosas Señales de Humala» y en sus páginas interiores decía: «repunta con encuestas pero lo rezagan en producir propuestas … La subida de Ollanta Humala en las últimas encuestas nacionales de Apoyo e IDICE le ubicó por primera vez por encima de los 10 puntos porcentuales de preferencia …el sondeo de la compañía venezolana North American Opinión Research, esta vez le asignaba un segundo lugar con 14 % detrás de Alan García (16 %)» 22. A Ollanta se le acusaba a través de los medios de prensa, con reiteración e insistencia y, sobre todo, con no disimulada preocupación, de simpatías chavistas y evo-moralistas que aludían a los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Evo Morales de Bolivia. Sumada esta suerte de solidaridad internacional latinoamericana a su telúrico discurso nacionalista etnocacerista, tawantinsuyano y velasquista, hizo que se comenzara a identificarlo como nuevo y potencial estatista y enemigo de la empresa privada, como autoritario y una amenaza para el régimen de vida
Ver editorial «Los políticos no tienen bandera» y una entrevista con el historiador Eduardo Toche bajo el título «El turbio juego de la política en el escenario más oscuro que te puedas imaginar», Quehacer No. 154 de mayo-junio de 2005, p. 5-15. Lima. 22 Ver comentario de coyuntura política «La Colada de Humala» en Caretas del 17 de noviembre de 2005, p. 28-31. Lima. 21
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democrático. Al mismo tiempo, se daba a entender que un candidato o precandidato a la presidencia de la república no podría estar hablando en serio al colocarse en la escena política como vocero de todo ese mosaico ideológico-político. Sin duda, se trataba de chantajes para descalificarlo. Desde luego, poco a poco Ollanta fue acusando el golpe y haciendo concesiones. Entonces, fue depurando su discurso por lo menos con la eliminación del fraseo referido al pasado incaico, al Cáceres de la resistencia y a los indígenas con larga tradición de rebeldía. Y, entonces, comenzaron también los conflictos y distanciamientos con Antauro quien desde la prisión despotricaba contra su hermano acusándolo de traidor a las ideas y planteamientos primigenios del movimiento nacionalista que ambos fundaron. En esas mismas circunstancias, el periodista Raúl Vargas, ubicado entre los comentaristas críticos de Ollanta, escribía: «Ni Humala ni Fujimori podrán malograr el pastel … en el caso de Ollanta Humala no hay duda que recolecta seguidores en el sur, pero sobre la base de una prédica de reclutas: es decir, ejercicios, marchas, disciplina, reivindicación milenarista, y un laberinto mental muy propio de quien ha dado un salto súbito de la milicia a la inteligencia… Conseguirá congresistas pero serán golondrinos o, en todo caso, hijos del oportunismo que canta y baila según le convenga»23.
Ollanta Humala crece en campaña electoral y vence en la primera ronda Mientras tanto, conforme subían en las encuestas las preferencias por Ollanta Humala y también crecía el susto de muchos frente a ese hecho, se acortaban los plazos para la oficialización de alianzas de carácter electoral. Los partidos debían tener existencia legal y las alianzas entre partidos debían ser inscritas en los registros electorales en diciembre del 2005. Ollanta, cuyo partido recién tramitaba su inscripción y aún hacía entrega de los respectivos planillones con firmas de adherentes y ante la sospecha universal de que la respectiva solicitud y documentación podrían ser denegadas a última hora, prefirió hacer una alianza de facto con Unión del Pueblo Peruano (UPP), herencia disminuida y degenerada del movimiento político que había sido fundado por el embajador Javier Pérez de Cuellar, para intervenir como candidato presidencial, enfrentando a Fujimori, en las elecciones de 1995. La UPP, convertido en refugio de oportunistas de toda laya y en tabla de salvación de náufragos, aún tenía inscripción en la ONPE y en las oficinas del Jurado Nacional de Elecciones. A su vez, tampoco eran pocos los oportunistas en el PNP. De todos modos se constituyó de hecho la alianza política UPP-PNP aunque legal y formalmente sólo podía figurar como UPP. Como se
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Ver, Raúl Vargas: «La hora de los Partidos Democráticos», en su sección «olla a presión», en la citada revista Caretas de la fecha arriba indicada, p. 32.
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suele decir en Lima ante situaciones de esa naturaleza, «se habían encontrado entre el hambre y la necesidad». Las dos agrupaciones tenían la urgencia de caminar juntas por lo menos dentro de la coyuntura electoral. Al quedar constituida aquella alianza, casi simultáneamente se disolvieron y desvanecieron los intentos y fugaces sueños de los pocos partidos y agrupaciones de izquierda que buscaban forjar alianzas con el PNP de Ollanta. Estos y sus candidatos podrían haber sido incluidos en el PNP pudiendo infundir a éste mayor experiencia, consistencia y lucidez, inclusive sin ir más allá del nacionalismo cada vez más domesticado y, al mismo tiempo, habrían desempeñado el papel de contrapeso en el forcejeo con la UPP. Finalmente, ni los dirigentes izquierdistas ni Ollanta estaban dispuestos a hacer mutuas concesiones entre ellos. Rompieron relaciones. Las razones y los argumentos esgrimidos públicamente por los dirigentes de izquierda, para dar cuenta de la ruptura producida en las negociaciones, eran tan gaseosos y medio sofisticados que apenas podrían servir para deleitar tertulias de cenáculo24. Mientras tanto, las encuestas de las últimas semanas de diciembre daban cuenta que Ollanta Humala estaba a punto de subir del segundo al primer lugar en la intención de voto y que, por lo mismo, desplazaría a Lourdes Flores. El tercer lugar le correspondía a Valentín Paniagua y el cuarto a Alan García. Durante los tres primeros meses del 2006, cambiaron las cosas con notable velocidad. La candidatura de Ollanta Humala había pasado a ocupar de manera sostenida la cabeza de las encuestas. Y todavía a considerable distancia aparecían sus principales competidores ocupando sucesivamente el segundo, tercer y cuarto lugar. Pero dicha realidad fue ocultada por la prensa y casi todos los medios de comunicación y presumiblemente maquillada por las mismas empresas o instituciones encuestadoras. En sus maniobras muy criollas, para favorecer la candidatura de Lourdes Flores a quien siempre ponían en ventaja, hicieron uso de argumentos forzados e inconsistentes como los altos porcentajes de «indecisos» o de aquellos que ya habiendo tomado decisiones «podrían cambiar de opinión» y, también, de los que «decidirán su voto el mismo día de las elecciones», etc. Recién en los primeros días de abril, cuando tenían lugar los mítines finales de cierre de campaña, se conoció la verdad. Los propios medios tuvieron que admitirla haciendo públicas las informaciones reales. Los resultados de las elecciones del 9 de abril, las de la primera ronda electoral, dieron cuenta de las tendencias reales que habían estado en movimiento, con avances, estancamientos y rezagamientos, por lo menos desde comienzos de año.
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Para ciertos detalles y pormenores de la ruptura de negociaciones entre líder nacionalista y dirigentes de izquierda y, también, acerca de los argumentos de aquel para negarse a asistir a las reuniones de CADE 2005, puede ser consultado de Manuel Valladares Quijano, el artículo ya citado «Quién es Ollanta Humala?», en: Historias N.º 1, p. 103-125.
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Esos resultados fueron: por encima del 30% de los votos válidos para Ollanta Humala, por debajo del 25% tanto para Alan García como para Lourdes Flores, es decir, lo que se llama un «empate técnico» entre los dos; luego, tuvieron que desempatar en las mesas de las oficinas electorales, disputando voto a voto su paso al segundo lugar. La ganó Alan García por un muy estrecho margen. Lourdes Flores se quedó en el tercer lugar. El cuarto lugar, con algo más del 7%, fue para Martha Chávez candidata del fujimorismo y, finalmente, el quinto lugar, con un poco más del 5%, para Valentín Paniagua. Aún podemos mencionar al candidato de los evangélicos, señor Humberto Lay Sun, quien ocupó el sexto lugar con algo más del 4%. Todos lo demás, es decir, 18 candidatos presidenciales de derecha, centro-derecha y centro-izquierda, quedaron regados en el piso con las más ínfimas votaciones que uno puede imaginar. La gran novedad que arrojó aquella primera ronda electoral fue la abrumadora victoria alcanzada por el candidato del nacionalismo en la mayor parte del país, dejando a sus principales adversarios en muy difícil y complicada situación. Lourdes Flores sólo ganó en Lima y Callao (Sus únicas plazas fuertes), Alan García solamente en los departamentos de Ica, Ancash, La Libertad, Lambayeque y Piura; mientras tanto, Ollanta Humala la ganó por un muy amplio margen en todos los demás, es decir, en 18 departamentos. En la sierra peruana, particularmente en el Centro y Sur el país, y también en la Selva, la votación obtenida por su candidatura fue excepcionalmente elevada25. La segunda ronda electoral, casi dos meses después de la primera (4 de junio), fue una especie de cargamontón de tirios y troyanos contra Ollanta Humala. En especial, todo el liderazgo político e intelectual de la derecha y centro-derecha, hizo público su respaldo al del APRA, señor Alan García, a quien consideraba el «mal menor» en contraposición al candidato del nacionalismo, señor Ollanta Humala, de quien se decía que por su postura autoritaria representaba una amenaza y un grave peligro para la «democracia», esto es, principalmente para los privilegios de las empresas privadas, para las inversiones del capital privado y el «desarrollo», para la libertad de prensa, etc. En todo caso, este fue el discurso cuya difusión contó con el entusiasta apoyo de lo fundamental de los medios de comunicación, de sus periodistas «independientes» y colaboradores de todos los matices. Dicha prédica atrajo y comprometió, también, a los electores independientes de los sectores sociales medios. Sin embargo, llegada la hora de las decisiones finales, Ollanta Humala alcanzó por encima del 47% de la votación nacional. Fue derrotado realmente por escaso margen por Alan García, el suertudo candidato del «mal menor», que trepó con serias dificultades hasta alcanzar por encima del 52% de la votación, habiendo sabido, después de todo, canalizar a
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Los departamentos en los que Ollanta Humala ganó en la primera ronda electoral, fueron: Tumbes; Cajamarca, Amazonas, San Martín, Huánuco, Cerro de Pasco, Junín; Arequipa, Moquegua, Tacna; Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, Cusco, Puno; Loreto, Ucayali y Madre de Dios.
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favor suyo los impulsos de las más diversas fuerzas sociales y políticas; sin embargo, las tendencias políticas y electorales básicas no se habían modificado de manera sustantiva: Alan García sólo ganó en 10 departamentos y en el extranjero; mientras tanto, Ollanta Humala volvió a ganar en 15 departamentos y, sobre todo, reiterando su alta votación en los del Centro, Oriente y Sur del país26. Referencias Bibliográficas Comisión de la Verdad y Reconciliación Hatun Willakuy Versión abreviada del Informe Final de la CVR. Perú: CVR; 2004. _______________ Informe final. Tomo I. Lima: UNMSM-PUCP; 2005. Degregori Carlos Ivan, Meléndes Carlos. El nacimiento de los otorongos El congreso de la república durante los gobiernos de Alberto Fujimori (1990-2000). Lima: IEP; 2007 López Sinesio, Barrenechea Milagros. Perú, 1930–1968: competencia y participación en el Estado oligárquico. En: Aljovín de Losada Cristóbal, López Sinesio (editores). Historia de las elecciones en el Perú, estudios sobre el gobierno representativo. Lima: IEP Instituto de Estudios Peruanos; 2003 p. 109-178. López Soria José Ignacio. El pensamiento fascista. Colección: Biblioteca del pensamiento peruano. Lima: Francisco Campodónico F., Editores. Mosca Azul Editores; 1981. Lynch Nicolás. Una tragedia sin héroes. La derrota de los partidos políticos y el origen de los independientes. Lima: Fondo editorial UNMSM; 1999. Humala Tasso Antauro. Ejército peruano, milenarismo, nacionalismo y etnocacerismo Lima: Instituto de Estudios Etnogeopolíticos; 1999. Manrique Nelson. Campesinado y Nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile. Lima: Centro de Investigaciones y Capacitación; 1981. Molinari Tirso. El fascismo en el Perú. La Unión Revolucionaria 1931-1936. Lima: UNMSM-Fondo editorial de la Facultad de Ciencias Sociales; 2006 Montoya Rojas Rodrigo (Coordinador). Voces de la tierra. Reflexiones sobre
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En la segunda ronda electoral, Alan García, candidato del APRA, ganó en Ancash, Callao, Ica, La Libertad, Lambayeque, Lima, Pasco, Piura, Tumbes, Ucayali y en el extranjero. Ollanta Humala, candidato de la alianza UPP-PNP, ganó en Amazonas, Apurimac, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Huancavelica, Huánuco, Junín, Loreto,San Martín, Madre de Dios, Moquegua, Puno y Tacna.
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