LITERATURA EUROPEA MEDIEVAL 2º CUATRIMESTRE 2008
UNIVERSIDADES MEDIEVALES
La Universidad es una creación netamente medieval, sin antecedente alguno similar en el mundo antiguo, occidental u oriental. Su aparición no fue un fenómeno espontáneo y puntual sino que puede relacionarse con una serie de factores complejos, de índole histórica, cultural y social que se fueron gestando a lo largo del tiempo. Entre ellos, es posible señalar: 1. la pululación escolar de fines del siglo XII. 2. la renovación del saber generado por el descubrimiento de Aristóteles. 3. la presión ejercida por aquellos que aspiraban a obtener en las mejores condiciones los diplomas que los llevarían a ejercer las profesiones sea relacionadas con la Iglesia (a través del estudio de la teología, cuyo desarrollo completo llevaba alrededor de treinta años) o con el Estado (a través del derecho). Por otra parte, es indudable que las escuelas catedralicias, cuyo apogeo pertenece al siglo XII, y los métodos de enseñanza que allí se desarrollaban representan una etapa decisiva en la génesis de la Universidad. Los más antiguos estatutos universitarios datan, para París, de 1215 y para Bolonia, de 1252, si bien la constitución de las respectivas instituciones universitarias es un poco posterior. La fundación de Oxford, Cambridge y Montpellier es anterior a 1220. A fines del s. XV existen alrededor de sesenta universidades. Entre las más prestigiosas pueden citarse Nápoles (1224), Lisboa (1288), Roma (1303), Pisa (1339), Praga (1347), Pavia (1361), Cracovia (1364), Viena (1365). El término universitas, que en latín clásico significa totalidad o conjunto, adquiere, en la Edad Media, el valor de un término jurídico que significa corporación o comunidad. La universidad es, entonces, un agrupamiento jurídico que reúne en un mismo régimen a los estudiantes y los maestros ya concentrados en el espacio (el de las escuelas de París). En tanto persona jurídica, puede darse sus propios estatutos y conferir grados académicos. A estas características, pueden agregarse la independencia con respecto al poder real y espiritual local (el obispo), así como la solidaridad de los miembros de la comunidad académica. Es, de este modo, una organización corporativa que depende directamente de Roma y goza de una serie de privilegios y derechos. Es a la vez centro de enseñanza que no tiene locales propios, y al mismo tiempo una agrupación de individuos que son como extranjeros en la ciudad. Según su origen, los estudiantes se agrupaban en “naciones”: cuatro en París (francesa, normanda, picarda, inglesa) y una veintena en Bolonia. La universidad se dividía en cuatro facultades que agrupaban profesores y estudiantes pertenecientes a una misma disciplina: artes, medicina, derecho (civil y canónico), teología. Antes de acceder a las facultades superiores, era imprescindible el paso por la de artes. En lo referente a la organización universitaria, deben mencionarse dos funciones: el canciller (designado en París por el obispo y en Oxford por los profesores) y el rector, sobre el cual recaía la responsabilidad de garantizar el cumplimiento de los estatutos. En París era elegido cuatro 1
veces por año por los delegados de las naciones, en la facultad de artes, en tanto que en Bolonia, los estudiantes elegían su propio rector por el término de un año. La universidad medieval constituye un conjunto social dotado de especificidad propia y original que se distingue por su composición internacional y por la enorme movilidad tanto de estudiantes como de profesores. Los estatutos conservados aportan una información bastante completa acerca de los curricula. La enseñanza universitaria medieval descansa esencialmente sobre dos bases: el comentario de textos (lectio) y la discusión (disputatio). La explicación de los textos canónicos (la Biblia y las Sentencias de Pedro Lombardo para la teología; para el derecho el Decreto de Graciano y el derecho romano; Aristóteles para la facultad de artes) obedecía a reglas estrictas y a la formación de una conducta intelectual designada con el término de escolástica. Las disputas son el ejemplo más característico de este método y de esta mentalidad. El maestro elegía un tema, presidía la sesión y al término de un intercambio de de objeciones y argumentos respondía a la cuestión planteada (determinatio). Por otra parte, y tal como el término lo indica, cualquier tema podía ser abordado durante una disputa de quodlibet. La universidad medieval, cuyo medio de comunicación entre alumnos y docentes es el latín, constituye un conjunto social específico y original que, reservada a los varones, se distingue por su composición internacional y por la asombrosa movilidad de sus estudiantes y profesores. Pero es, asimismo, algo más: la Universidad no es un simple lugar donde se dispensa enseñanza superior, ni un lugar de reproducción del saber: es un espacio de producción de saber, de búsqueda y confrontación. No es un lugar que depende de un poder político o religioso: es un lugar de poder frente a otros poderes, lugar de alta especialización y formidable laboratorio de innovación teórica. Y, sobre todo, es una institución en progresión numérica constante. Alrededor de 1210, o tal vez un poco antes, se va constituyendo la universidad de París; Oxford, Cambridge, Montpellier, son anteriores a 1220; Bolonia es de aproximadamente 1230. A fines del s. XV pueden enumerarse alrededor de sesenta universidades en Europa; entre las más prestigiosas, Nápoles (1224), Lisboa (1288), Roma (1303), Pisa (1339), Praga (1347), Pavía (1361), Cracovia (1364) y Viena (1365). Uno de los rasgos no menores que caracterizan la institución universitaria en la Edad Media es su apertura a los cambios sociales: a poco de aparecer, integra las órdenes mendicantes; dominicos y franciscanos tienen su cuota de cátedras y en algunas décadas se convertirán en actores esenciales de la vida académica. El surgimiento de movimientos de espiritualidad, que dieron origen a nuevas congregaciones cuyo modelo era una vida basada sobre el amor a Dios y al prójimo (por ejemplo la Orden del Espíritu Santo, de los Trinitarios) se debe al descrédito en que habían caído las órdenes monásticas, motivado por los excesos de muchos de sus miembros. Estas órdenes son las únicas que podían enfrentar con algún éxito las sectas heréticas, contra las que el clero enriquecido y sin moral no tenía autoridad para luchar. En este contexto aparecen dos figuras que van a modificar la marcha de la Iglesia: San Francisco de Asís (1182-1226) y Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), uno de cuyos primeros cometidos es instar a la Iglesia a renunciar al fasto y a todas las marcas de poderío temporal. Santo Domingo es ante todo un intelectual, capaz de combatir a los herejes (cátaros, sobre todo) sobre el plano dogmático y demostrar que su error era fundamentalmente de índole teológica. Santo Domingo adopta la regla de San Agustín, basada en la pobreza, y funda la Orden de los Predicadores, cuya norma fundamental es la pobreza total y la renuncia a la posesión de bienes materiales de cualquier especie. A comienzos del siglo XIII la autonomía y prosperidad de que disfrutaba la Universidad parecían estar amenazadas para los maestros seculares por las jóvenes órdenes mendicantes, en
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especial la de los Predicadores (Dominicos) y por la creación de cátedras de teología reservadas para ellos. Dominicos y franciscanos están estrechamente ligados al poder papal y real (San Luis). Los clérigos seculares consideraron, por una parte, que la presencia de estas órdenes comprometía la independencia de la Universidad y sus propias finanzas porque acaparaban las rentas recibidas por dicha institución, y por la otra, la mendicidad que practicaban era una ofensa al trabajo y la pobreza voluntaria, un ultraje para los auténticamente pobres que sobrellevaban sus carencias como una verdadera carga. Por otra parte, el celo desplegado por algunos dominicos durante la Inquisición atrajo sobre ellos un fuerte odio. La Universidad de París estará desgarrada por esta disputa durante casi 30 años (12451272). La introducción del pensamiento aristotélico en la Universidad La obra de Aristóteles se conoce casi en su totalidad sólo a partir de fines del siglo XII, fundamentalmente a partir de la lectura que de ella hicieron Avicena y Averroes difundidas a partir de las traducciones que, del árabe al latín, se hicieron en Toledo. El aristotelismo nunca existió en estado puro y fue institucionalmente cuestionado a partir de la segunda mitad del siglo XIII. En 1210, el Concilio de Sens prohibe la lectura de los "libros naturales" de Aristóteles (Metafísica, De anima, Física), si bien la Lógica no es censurada en ningún momento. En 1230 la querella se transporta dentro de la facultad de teología. El papa Gregorio IX pone en guardia contra las "novedades profanas" pues la "fe no tiene méritos si la razón humana le presta sus recursos". Esto no se cumple. El Papa no tiene poder para detener la difusión universitaria de Aristóteles y de los comentarios de Averroes traducidos hacia 1230. La reacción vendrá, más tarde, hacia fines de 1260 desde dentro de la Universidad misma. Cuanto más se profundizaba el estudio de la filosofía aristotélica más se percibía su carácter anti-cristiano dado que: 1) no hay en ella lugar para la idea de creación: ni la materia ni el cosmos tienen comienzo; 2) no existen ni la persona ni el destino individual, sino la especie humana; el cuerpo se corrompe y sobrevive la razón, pero una razón común a todos, impersonal. Ni la Encarnación ni la Redención pueden tener lugar en este sistema hecho de abstracciones en el que el hombre, como individuo poseedor de un alma, se diluye sin llegar a encontrar su lugar. Ante el avance del pensamiento árabe y griego los intelectuales de Europa se convencen de la relatividad de su teología. Las interdicciones papales que pretendían dejar fuera del ámbito universitario la enseñanza de Aristóteles, excepto la lógica, no se mantienen por mucho tiempo. A mediados del siglo XIII, Alberto el Grande comenta la Filosofía Natural; en 1252 se lee en París De anima. Los mismos dominicos, fundamentalmente los que están en los obispados de los países bizantinos, traducen directamente del griego la Metafísica. En 1258 se establecen las dos cátedras principales de la teología parisiense a cargo de Tomás de Aquino, discípulo de Alberto el Grande, y de Buenaventura, perteneciente a la orden de los franciscanos, cuya aproximación a los misterios divinos se hace más a través de la vía emocional que del método puramente racional. Tomás, por su parte, sistematiza la primera filosofía realmente original del cristianismo al establecer la síntesis entre aristotelismo y neoplatonismo: marca la diferencia entre razón y fe y la necesidad de su concordancia. Según esta sistematización, el ámbito de la filosofía proviene de la razón, el de la teología de la revelación, es decir, de la autoridad de Dios. Así, a la revelación se llega a través de la razón.
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