Unidad Novena

  • November 2019
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UNIDAD 9 HACIA UNA… EDUCACIÓN SEXUAL POSITIVA Es el proceso formativo e informativo que permite a la persona adquirir un conocimiento razonado y científico de la sexualidad humana acorde con su desarrollo intelectual, una actitud tolerante hacia las opiniones y conductas sexuales de las demás, mientras no sean nocivas, y la capacitación para ejercer responsablemente, en el momento oportuno la función sexual en sus modos erótico y reproductor. Alzate, 1987 PAPEL DEL PERSONAL DOCENTE Y EL PERSONAL DE SALUD COMO AGENTES EDUCADORES SEXUALES POSITIVOS Sin desconocer los nexos que la sexología posee con ciencias afines (psicología, medicina, pedagogía, sociología, antropología, etología, entre otras) ni la integración que para su ejercicio tiene la función sexual humana con la estructura general de la persona (afectos, aprendizajes, esquema de valores, expectativas de vida, entre otros), es crucial que la nueva ciencia de lo sexual, como toda ciencia, defina su objeto de estudio. De no ser así, la

sexología, en su pretensión de tal, se difuminaría en sus múltiples interrelaciones antes de consolidarse como un campo potencial y coherente de estudio1. Las consecuencias de esta hipotética muerte temprana por generalización de incumbencias trasciende el campo de lo teórico y tiene implicaciones directas en la vivencia personal del erotismo y en los presupuestos básicos de las derivaciones educativa y terapéutica del saber sexológico. Es decir, el ejercicio erótico puede darse en diferentes ambientes individuales, diádicos o incluso grupales: como estrategia de relajación, como complemento de expresión afectiva en la parejas, como vía para mejorar la intimidad, entre otras. Pero no debemos olvidar ni perder de vista su fin básico: la búsqueda personal y consciente del placer sexual. De la misma manera, en el estudio del hecho sexual humano podemos utilizar el saber complementario que muchas ciencias afines han desarrollado (como las ya citadas), pero, 1

“Resu l ta entonces ext raño y sospechoso que antes de asegura rnos un núc leo conceptua l de i den t i dad como comun idad i n te lec tua l pongamos a l f ren te l a i n te rd i sc ip l i na r i edad” . Como l o Ra fae l F ló rez Ochoa en su l i b ro “Hac ia una Pedagog ía de l Conoc im ien to” .

nuevamente, debemos apoyarnos de manera básica y fundamental en al acervo de la nueva ciencia de lo sexual (o mejor de lo erótico): La Sexología (con la segunda acepción: Erotología). No sólo en su carácter compilador o de síntesis de los demás saberes, sino, en lo que ella de suyo ha descubierto desde su nueva óptica. La educación sexual no es igual a la educación para el afecto, los valores, la vida en pareja o “las buenas costumbres”. Es algo muy diferente, como lo refiere el doctor Helí Alzate en la cita que encabeza la presente unidad. Como referente claro se ha encontrado que existen tres elementos básicos que constituyen el acervo de un (a) agente educador sexual positivo. Son ellos: las habilidades pedagógicas, el dominio del conocimiento sexológico, y principalmente, una actitud sexual positiva. Son estos tres aspectos los que de manera individual e institucional toda comunidad educativa debe fortalecer en sus docentes y toda institución prestadora de servicios de salud sexual en sus funcionarios. Si bien el cambio de comportamiento hacia una sexualidad más sana y satisfactoria hace parte de la intimidad de cada persona y en ese sentido es potestativo suyo, sí se puede favorecer y demandar un incremento del saber sexológico del cuerpo docente y de salud ya que él favorece el nivel actitudinal en relación con lo sexual, y como lo acabamos

de referir, es esa actitud sexual positiva el principal ingrediente pedagógico en educación sexual. De otro lado, refiriéndonos al papel de agente educador sexual positivo no debemos olvidar algunos presupuestos básicos: En términos generales, podemos considerar el diseño de los talleres (charlas, conferencias, “rol playing”, o cualesquiera otras estrategias pedagógicas) como un primer paso que nos permite especular con lo que podría ocurrir en el desarrollo de la actividad, una aproximación desde lo teórico, pero nada más. Es, simplemente, un gancho con el que ofrecemos una serie de posibilidades de construir momentos pedagógicos. Reside entonces en la sagacidad del (de la) educador2 (a) aprovechar esos momentos para brindar elementos pedagógicos que les permitan a los participantes avanzar en su proceso personal de aprendizaje. Son, pues, los comentarios, aclaraciones, asociaciones y reflexiones que haga el (la) educador (a) las principales “píldoras” pedagógicas que le puede ofrecer al (a la) estudiante o usuario. Para ello, siempre se debe insistir en que la primera obligación del (de la) educador (a) Para efectos prácticos, podemos considerar que el término educador no se limita al docente sino que se amplía al personal de salud. 2

consiste en tomar como herramienta a la mano el dominio científico de su saber para ponerlo a disposición, a través de la mejor vía, a su auditorio de turno. Si lo anterior no ocurre, el diseño de la actividad se convierte exiguamente en un escudo que nos protege del temor a la incertidumbre (perdiendo así su carácter de arma pedagógica), y que, trás su ejecución, nos deja la falsa sensación del deber cumplido. No teman decir “No sé”. Es muy peligroso abusar de su papel de expertos (as). No es prudente apoyarse en el bastón del esquema personal de valores cuando se educa en sexualidad humana. El hablar desde el conocimiento científico permite per se, ofrecer al auditorio la pertinencia de valores como el rigor, el respeto por la diferencia, la discusión crítica, lo honestidad, la tenacidad, que hacen parte de la producción del conocimiento (lo que han llamado “enseñabilidad de la ciencia”). De ahí en adelante, que cada quien integre lo aprendido a su propio esquema personal de valores.

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