Unidad 1.docx

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PSICOLOGÍA DEL ADULTO UNIDAD 1 Teorías del Desarrollo Humano. La psicología del desarrollo se ocupa de todos los cambios del pensamiento, vivencias y conductas durante todo el ciclo vital de la persona. Por tanto, nadie duda de que pueda hablarse de una psicología del desarrollo de la edad adulta. Los procesos de cambio, sin embargo, ofrecen características distintas en unas y otras edades, aún a pesar de que puedan existir causas comunes. El desarrollo en la edad adulta se ve marcado por acontecimientos típicos, propios de la edad: la jubilación, enfermedades crónicas, nuevos roles, como el de abuelos, pérdidas familiares o la proximidad de la muerte. El desarrollo de la edad adulta es, por tanto, cualitativamente distinto al de épocas anteriores. Las preguntas clave de una psicología del desarrollo de la edad adulta serían, si se dan verdaderos cambios con el aumento de edad, qué magnitud encierran estos, en qué ámbitos pueden observarse y si se manifiestan relacionados entre sí. Además, habría que investigar cómo se producen. Dado que los cambios suceden de manera distinta en las diversas competencias, conviene hablar de una multidimensionalidad y una multidireccionalidad. También es necesario describir los cambios, según las características de cada persona o cada grupo. El influjo de la experiencia y del propio historial, el prolongado hábito en criterios cognitivos y conductuales o el efecto de diversos contextos educativos, sociales, etc… componen una serie de variables decisivas. 1-Perspectiva Mecanicista: Para los mecanicistas el hombre, al igual que la máquina, reacciona a las fuerzas y estímulos externos y no se desarrolla cualitativamente. Es una concepción determinista, propia del positivismo, de inspiración empirista. Los enfoques derivados del modelo mecanicista presentan siguiendo a Bermejo y Lago (1994), las siguientes características: - El cambio evolutivo equivale al cambio conductual. Frente al cambio de estimulación el sujeto cambia de respuesta. - El comportamiento es una combinación lineal y aditiva de elementos discretos que le dan sentido a la totalidad. - El cambio se origina según una relación causa-efecto, y puede ser explicado en función de las condiciones antecedentes. - El cambio es cuantitativo. El cambio cualitativo no se produce: es en realidad una acumulación de secuencias de aprendizaje o de secuencias Estímulo – Respuesta (E-R). - Como el cambio evolutivo se produce en función de las condiciones estimulares y ambientales, es relativo. En suma la evolución psicológica de un sujeto puede reducirse, de este modo, a la historia de sus experiencias. En la actualidad este modelo queda representado por la teorías conductistas del aprendizaje, si bien, tal y como señala acertadamente Martí (1991), bajo esta denominación se agrupan una gran diversidad de enfoques teóricos. Destacamos los siguientes: - La teoría del condicionamiento clásico de Watson(1928). - La teoría del condicionamiento instrumental (Skinner,1938). - La teoría del aprendizaje social de Bandura (Bandura y Walters,1974), entre otras. 1

Releer teorías conductistas abordadas en “Psicología de la infancia y la adolescencia” (Unidad 2) 2-Perspectiva Organicista: El organicismo se corresponde con las tradiciones filosóficas europeas del idealismo, racionalismo y naturalismo. Rousseau (1712-1778), Leibniz (1646-1716) o Kant (1724- 1804) constituyen buenos ejemplos de esa tradición de pensamiento que resalta el papel de los procesos internos al explicar el desarrollo. El organicismo asigna al cambio evolutivo las siguientes características (Bermejo y Lago,1994): - El cambio evolutivo no ocurre de cualquier modo. Es secuencial. - En esa secuencia no se producen retrocesos, es irreversible. - El desarrollo se produce cuando desde un estructura se consigue otra jerárquicamente superior, que integra a la anterior manteniéndola, y que es más compleja y cualitativamente distinta. El cambio evolutivo es estructural y cualitativo. - El cambio se produce según un patrón, siguiendo unas pautas, hacia la madurez. Por eso se dice de él que es unidireccional. - El cambio evolutivo tiene una meta: alcanzar la culminación del desarrollo. Es teleonómico, existe un estado final al que llegar. - Las pautas que sigue el cambio evolutivo son iguales para todos los sujetos, y en ese sentido es universal. Los universales evolutivos, constituyen etapas o estadios que caracterizan el desarrollo. De las teorías basadas en este modelo resaltan los procesos de cambio generados por la actividad del individuo y que suponen una progresiva diferenciación hasta lograr unos estadios prefijados; destacamos entre estas las teorías de Piaget. Releer teorías psicogenética y socio-histórica en “Psicología de la infancia y la adolescencia” (Unidad 2) 3-Perspectiva Psicoanalítica: Las personas fluctúan entre dos estados en conflicto, los impulsos naturales y las restricciones de la sociedad. La naturaleza del conflicto depende del estadio de desarrollo en que se encuentra el individuo. El nombre de los estadios psicosexuales está relacionado con las partes del cuerpo que son fuente primaria de gratificación en cada fase: Oral, Anal, Fálica, Genital. El orden de los cambios de la energía Pulsional de una zona corporal a otra siempre es el mismo, pero el nivel de maduración de un niño es el que determina cuando se darán los cambios. Las experiencias vividas en esas etapas determinan pautas de ajuste, Rasgos de personalidad, Si las necesidades no se satisfacen o son excesivamente satisfechas el sujeto puede quedar fijado en esa etapa. Fijación, implica una vinculación inmadura que permanece en una forma neurótica e interfiere con el desarrollo. La personalidad está formada por tres aspectos; Ello o Id, Yo o Ego, Superyo o Superego. 2

- Ello o Id: Fuente inconsciente de motivos y deseos Presentes al nacer. Busca gratificación inmediata. Actúa por el principio del placer. - Yo o Ego: Representa la razón o el sentido común. Actúa entre el ego y el superego. Actúa según el principio de realidad. Se desarrolla al demorarse la gratificación después del nacimiento. - Superyo o Superego: Representa la moral de la sociedad. Incorpora los conceptos morales mediante la identificación con el padre del mismo sexo. Se desarrolla entre los 4 o 5 años de edad. Actúa según el principio de realidad. Busca una forma aceptable de obtener gratificación. Releer teoría psicoanalítica en “Psicología de la infancia y la adolescencia” (Unidad 1) La teoría epigenética de Erik Erikson (1968) supone un alejamiento del determinismo biosexual del desarrollo y una aproximación a los procesos de socialización. Se resalta la importancia del contexto social: ”La personalidad se desarrolla de acuerdo con pasos predeterminados en la disposición del organismo humano a ser consciente de y a interactuar con una gama cada vez más amplia de individuos e instituciones significativas”(Erikson, 1968, p .77). Erikson cree que la infancia es una etapa crucial en el desarrollo de la personalidad. Aceptó muchas de las teorías de Freud, incluido el ello, el yo y el superyó, y la teoría de la sexualidad infantil de Freud. Pero Erikson rechazó el intento de Freud de describir la personalidad únicamente sobre la base de la sexualidad y, a diferencia de Freud, sentía que la personalidad continuaba desarrollándose más allá de los cinco años de edad. Cada etapa se basa en las etapas anteriores, y allana el camino para las etapas subsiguientes. Cada etapa se caracteriza por una crisis psicosocial, que se basa en el desarrollo fisiológico, pero también se basa en las demandas puestas en el individuo por los padres y / o de la sociedad. Lo ideal es que la crisis en cada etapa debe ser resuelta por el ego en esa etapa, para que el desarrollo suceda correctamente. El resultado de una etapa no es permanente, ésta puede ser alterada por experiencias posteriores. Todo el mundo presenta una mezcla de los rasgos obtenidos en cada etapa, pero el desarrollo de la personalidad se considera exitoso si el individuo tiene más rasgos de los considerados “buenos” que de los “malos”. Etapa 1: Confianza vs Desconfianza (0 a 18 meses) El desarrollo de la confianza es la primera tarea del ego, y nunca se llega a completar del todo. El niño va a empezar a dejar que la madre salga de su campo de visión sin la ansiedad y la rabia, porque para él ya se ha convertido en una certeza interior, así como una previsibilidad exterior de que está cerca o va a volver pronto. El grado la confianza o desconfianza dependerá en gran medida de la calidad de la relación materna. Etapa 2: Autonomía vs Vergüenza y Duda (18 meses-3 años) El niño empieza su desarrollo cognitivo y muscular, controlando y ejercitando los músculos que se relacionan con las excreciones corporales (control esfínteres). Si se deniega la autonomía, el niño siente que es incapaz, con dudas, y esto le lleva a la vergüenza. 3

La vergüenza se desarrolla con la auto-conciencia del niño. Fomentando el sentido de autonomía en el niño y modificándolo según avanza en la vida, sirve en un futuro para lograr con éxito la preservación de la vida económica y disponer de un sentido correcto de la justicia. Etapa 3: Iniciativa vs Culpa (3 a 5 años) La iniciativa se suma a la autonomía para lograr un objetivo, planificando y mostrándose activo en su consecución. Su desarrollo físico e intelectual es rápido, se muestra muy curiosos y también aumenta su interés por relacionarse con otros niños, poniendo a prueba sus habilidades y capacidades. Si los padres reaccionan de negativamente a las demandas de información y ayuda de los niños, es probable que les genere sensación de culpabilidad. Etapa 4: Laboriosidad vs Inferioridad (6-7 a los 12 años) En esta etapa se reemplaza gradualmente a los deseos de juego y caprichos para ser más productivos y alcanzar objetivos, por ejemplo, en la escuela. Muestran un mayor interés por el funcionamiento de las cosas, intentan llevar a cabo las actividades por sí mismos, con su propio esfuerzo y utilizando sus conocimientos y habilidades. En esta etapa es muy importante la estimulación positiva en la familia, la escuela, o por el grupo de iguales. Los compañeros empiezan a tener una gran importancia en su vida social y de aprendizaje. En el caso de que haya dificultades en el desarrollo de esta etapa, puede generar cierta sensación de inferioridad que le hará sentirse inseguro frente a los demás. El niño puede llegar a ser un esclavo conformista y sin pensamientos propios, o por el contrario mostrarse cruel e intentar explotar a sus compañeros. Etapa 5: Identidad vs Confusión de roles (adolescencia hasta los 20 aprox.) El adolescente se fija en la apariencia y forma de actuar de los demás. la identidad del Yo es la confianza acumulada que le da uniformidad y continuidad interna propia, ofreciendo con ella un significado para los demás. El adolescente es cada vez más independiente y se va distanciando de los padres para pasar más tiempo con los amigos. Empiezan a pensar en el futuro: qué estudiar, en qué trabajar, dónde vivir, etc. Comienzan a afianzar su propia identidad basándose en sus experiencias. No es extraño que en esta etapa les invadan las dudas y la confusión sobre su rol y su propia identidad. Etapa 6: Intimidad vs Aislamiento (20 a los 40 años) La intimidad se refiere al proceso de consecución de relaciones con la familia y la pareja o el apareamiento conyugal. Empieza la verdadera reciprocidad sexual, el dar y recibir tanto a nivel físico como emocional: apoyo, amor, confianza, y todos los demás elementos que normalmente se asocian con las relaciones adultas sanas, propicias para el apareamiento y la crianza de los niños. El aislamiento, por el contrario, significa sentirse excluidos de las experiencias de la intimidad en pareja, el apareamiento y las relaciones de mutuo amor. Esto lógicamente se caracteriza por sentimientos de soledad, alienación, aislamiento social y no participación. El peligro en esta etapa es que el aislamiento que puede conducir a problemas de carácter y personalidad. 4

Etapa 7: Generatividad vs Estancamiento (40 a los 60 años) El análisis de esta etapa de Erikson no estaba totalmente orientada crianza. Para él la generatividad se extiende más allá de los propios hijos, y también para todas las generaciones futuras. Los resultados positivos de esta etapa de crisis dependen de contribuir positivamente y sin condiciones a la familia y la sociedad. También podemos ver esto como un fin de interés personal. Tener hijos no es un requisito previo para la generatividad, al igual que ser padre no es ninguna garantía de que se logrará generatividad. El cuidado de los hijos es algo escenario, pero el éxito en esta etapa depende en realidad de dar y cuidar, de poner algo nuevo en la vida, en la medida de las capacidades de uno. El estancamiento es una extensión del aislamiento, que se vuelve hacia adentro en forma de autointerés y auto-absorción. Representa los sentimientos de egoísmo, la auto-indulgencia, la codicia, la falta de interés en los jóvenes y las generaciones futuras y el resto del mundo. Etapa 8: Integridad vs Desesperación (60 años hasta la muerte) En esta etapa el individuo deja de ser productivo, o al menos en parte. Ya no tiene a hijos menores a su cargo y está entrando en la jubilación. El ego en esta etapa es la garantía de la integridad acumulada y de su capacidad de orden y sentido. La desesperación significa miedo a la propia muerte, así como a la pérdida de la autosuficiencia, amigos y seres queridos. Según Erikson, los niños sanos, tienen integridad suficiente como para no temer a la muerte cuando les llegue el momento. Gráfico de las 8 etapas descritas por Erik Erikson con sus implicaciones y los resultados de una buena o mala adaptación:

Etapas de crisis psicosocial de Erikson

Confianza vs desconfianza

Autonomía vs vergüenza y duda

Iniciativa vs

Etapas psicosexuales de Freud

Etapa de la vida / Relaciones / Acontecimientos

Fortalezas y posibles resultados positivos de cada crisis

Mala adaptación y posibles resultados negativos durante cada crisis

Oral

bebé / madre / alimentación y recibe consuelo, dentición, dormir

Esperanza, unidad

Distorsión sensorial, retirada

Anal

niño / padres / funciones corporales, control de esfínteres, control muscular, caminar

Fuerza de voluntad, autocontrol

Impulsividad, compulsión

preescolar / familia / exploración y

Propósito,

Crueldad,

Fálica

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descubrimiento, aventura y el juego

culpa

Productividad vs inferioridad

Identidad vs confusión de roles

Intimidad vs aislamiento

Generatividad vs estancamiento

Integridad vs desesperación

dirección

inhibición

Estado latente

escolar / escuela, maestros, amigos, barrio / logro

Competencia, método

Poca iniciativa, inercia

Pubertad y genitalidad

adolescentes / amigos, grupos, las influencias / identidad y convertirse en un adulto

Fidelidad, devoción

Fanatismo, repudio

(Genitalidad)

adulto joven / amantes, amigos / relaciones íntimas, el trabajo y la vida social

Amor, afiliación

Promiscuidad, exclusividad

(Genitalidad)

Edad adulta media / niños, comunidad / contribuir a la sociedad

Cuidado, producción

Sobreuso, rechazo

(Genitalidad)

finales de la edad adulta / la sociedad, el mundo, la vida / significado y propósito, logros de la vida

Sabiduría y, renuncia

Presunción, desdén

4-Perspectiva Humanista. La psicología humanista, como otros movimientos, se desarrolló hacia los años 1960. En Estados Unidos se la conocía como “la tercera fuerza”, después del psicoanálisis y el conductismo. Destacó la importancia del individuo y, especialmente, de la libertad personal: “libre albedrío, creatividad, espontaneidad”. La persona tiene en sí misma la habilidad para manejar su vida y fomentar su propio desarrollo. Para hacerlo destacan las capacidades individuales. Ello se logra de un modo positivo y sano mediante las cualidades humanas de selección, creatividad, evaluación, autorrealización. La naturaleza humana 6

básica es neutra o buena. Las características negativas son producto de daño sufrido por el individuo en el desarrollo. La pirámide de Maslow, o jerarquía de las necesidades humanas, es una teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow en su obra “Una teoría sobre la motivación humana” (de 1943), que posteriormente amplió, obtuvo una importante notoriedad, no sólo en el campo de la psicología sino en el ámbito empresarial del marketing o la publicidad. Según él, nuestras acciones nacen de la motivación dirigida hacia el objetivo de cubrir ciertas necesidades, las cuales pueden ser ordenadas según la importancia que tienen para nuestro bienestar. Formula en su teoría una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Mientras que algunas escuelas existentes a mediados del siglo XX (el psicoanálisis o el conductismo) se centraban en conductas problemáticas y en el aprendizaje desde un ser pasivo y sin demasiadas opciones de influir en el entorno más de lo que este influye en él, Maslow estaba más preocupado en aprender sobre qué hace a la gente más feliz y lo que se puede hacer para mejorar el desarrollo personal y la autorrealización. Como humanista, su idea era que las personas tienen un deseo innato para autorrealizarse, para ser lo que quieran ser, y que cuentan con la capacidad para perseguir sus objetivos de manera autónoma si se encuentran en un ambiente propicio. Sin embargo, los diferentes objetivos que se persiguen en cada momento dependen de qué meta se han conseguido y cuáles quedan por cumplir, según la pirámide de necesidades. Para aspirar a las metas de autorrealización, antes han de cubrirse las necesidades anteriores como la alimentación, la seguridad, etc. Por ejemplo, solo nos preocupamos de temas relacionados con la autorrealización si estamos seguros que tenemos un trabajo estable, comida asegurada y unas amistades que nos aceptan. En la Pirámide de Maslow, desde las necesidades más básicas hasta las necesidades más complejas, esta jerarquía está compuesta por cinco niveles. Las necesidades básicas se ubican en la base de la pirámide, mientras que las necesidades más complejas se encuentran en la parte alta. Así pues, las cinco categorías de necesidades de la Pirámide de Maslow son: fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconocimiento y de autorrealización; siendo las necesidades fisiológicas las de más bajo nivel, y subiendo niveles en el orden indicado. Tipos de necesidades Hace una distinción entre necesidades “deficitarias” (fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconocimiento) y de “desarrollo del ser” (autorrealización). La diferencia existente entre una y otra se debe a que las “deficitarias” se refieren a una carencia, mientras que las de “desarrollo del ser” hacen referencia al quehacer del individuo. Satisfacer las necesidades deficitarias es importante para evitar consecuencias o sentimientos displacenteros. Las necesidades del “desarrollo del ser”, por su parte, son importantes para el crecimiento personal, y no tienen que ver con el déficit de algo, sino con el deseo de crecer como persona. Así pues, la pirámide de Maslow tiene 5 niveles de necesidades: 1. Necesidades fisiológicas: Incluyen las necesidades vitales para la supervivencia y son de orden biológico. Dentro de este grupo, encontramos necesidades como: necesidad de respirar, de beber agua, de dormir, de comer, de sexo, de refugio. Así pues, en este estrato de necesidades se encuentran aquellas que hacen posibles los procesos biológicos más fundamentales que hacen que la existencia del cuerpo sea viable. Proporcionan 7

cobertura a las funciones fisiológicas que mantienen el equilibrio en nuestros tejidos, células, órganos y, especialmente, nuestro sistema nervioso. Maslow piensa que estas necesidades son las más básicas en la jerarquía, ya que las demás necesidades son secundarias hasta que no se hayan cubierto las de este nivel. 2. Necesidades de seguridad: En esta parte de la pirámide de Maslow se incluyen las necesidades de seguridad son necesarias para vivir, pero están a un nivel diferente que las necesidades fisiológicas. Es decir, hasta que las primeras no se satisfacen, no surge un segundo eslabón de necesidades que se orienta a la seguridad personal, al orden, la estabilidad y la protección. Puede decirse que las necesidades que pertenecen a este nivel de la pirámide de Maslow tienen que ver con las expectativas y con el modo en el que las condiciones de vida permiten desarrollar proyectos a medio y a largo plazo. Se fundamentan en una especie de "colchón" basado tanto en bienes como en derechos y capital social. Aquí figuran: la seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar, de salud, etc. 3. Necesidades de afiliación: Maslow describe estas necesidades como menos básicas, y tienen sentido cuando las necesidades anteriores están satisfechas. Para Maslow, esta necesidad se expresa cuando las personas buscan superar los sentimientos de soledad y sentir que hay vínculos afectivos entre ellas y ciertas personas. Estas necesidades se presentan continuamente en la vida diaria, cuando el ser humano muestra deseos de casarse, de tener una familia, de ser parte de una comunidad, ser miembro de una iglesia o asistir a un club social. La pertenencia a un colectivo, ya sea más o menos pequeño, ayuda a aportar sentido a lo que se hace en el día a día, y además el contacto personal y las relaciones sociales que favorecen estos lazos nos estimulan de un modo que, para Maslow, la experiencia resultante puede ser calificada de necesidad. Ejemplos de estas necesidades son el amor correspondido, el afecto y la pertenencia o afiliación a un cierto grupo social. 4. Necesidades de reconocimiento: Tras cubrir las necesidades de los tres primeros niveles de la Pirámide de Maslow, aparecen las necesidades de reconocimiento como aquellas que favorecen el fortalecimiento de la autoestima, el reconocimiento hacia la propia persona, el logro particular y el respeto hacia los demás; al satisfacer dichas necesidades, la persona se siente segura de sí misma y piensa que es valiosa dentro de la sociedad; cuando estas necesidades no son satisfechas, las personas se sienten inferiores y sin valor. Esta necesidad de la jerarquía de Maslow se entiende mejor como una manera de sentirse bien con el propio autoconcepto a través de esas cosas de nosotros mismos que vemos reflejadas en el modo en el que los demás nos tratan. Según Maslow existen dos necesidades de reconocimiento: una inferior, que incluye el respeto de los demás, la necesidad de estatus, fama, gloria, reconocimiento, atención, reputación, y dignidad; y otra superior, que determina la necesidad de respeto de sí mismo, incluyendo sentimientos como autoconfianza, competencia, logro, independencia y libertad. 5. Necesidades de autorrealización:

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Por último, en el nivel más alto se encuentran las necesidades de autorrealización y el desarrollo de las necesidades internas, el desarrollo espiritual, moral, la búsqueda de una misión en la vida, la ayuda desinteresada hacia los demás, etc. Para que una persona obtenga la autorrealización debe satisfacer muchas necesidades previas para que éstas no interfieran ni utilicen energías que están abocadas a este desarrollo. Dentro de éstas se encuentran las necesidades de satisfacer nuestras propias capacidades personales, de desarrollar nuestro potencial, de hacer aquello para lo cual tenemos mejores aptitudes y la necesidad de desarrollar y ampliar los meta-motivos (descubrir la verdad, crear belleza, producir orden y fomentar la justicia).

Grafico piramidal de las Necesidades

La teoría humanista de la personalidad de Carl Rogers enfatiza la importancia de la tendencia hacia la autorrealización en la formación del autoconcepto. Según Rogers el potencial del individuo humano es único, y se desarrolla de forma única dependiendo de la personalidad de cada uno. De acuerdo a Carl Rogers (1959), las personas quieren sentir, experimentar y comportarse de formas que son consistentes con la autoimagen. Cuanto más cercana esta la autoimagen y el yo ideal, más consistentes y congruentes son las personas y más valor creen que tienen. Junto a Abraham Maslow, Rogers se centró en el potencial de crecimiento de individuos sanos y contribuyó enormemente a través de la Teoría de humanista la personalidad a la comprensión del self (el “sí mismo” o el “Yo”, en español). Tanto las teorías de Rogers como las de Maslow se centran en las elecciones individuales, y ninguna de las dos sostiene que la biología es determinista. Ambos enfatizaron el libre albedrío y la autodeterminación que tiene cada individuo para convertirse en la mejor persona que puedan llegar a ser. La psicología humanista enfatizaba el rol activo del individuo en dar forma a su mundo interno y externo. Rogers avanzó en este campo subrayando que los humanos son seres activos y creativos, que viven en el presente y responden de forma subjetiva a las percepciones, relaciones y encuentros que se estén dando actualmente.

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Acuñó el término “tendencia a la actualización”, que se refiere al instinto básico que tienen las personas a llegar a su capacidad máxima. A través del asesoramiento o terapia centrada en la persona y de investigaciones científicas, Rogers formó su teoría del desarrollo de la personalidad. La auto-actualización “El organismo tiene una tendencia y un esfuerzo básicos para actualizarse, mantenerse y enriquecer las experiencias del propio organismo” (Rogers, 1951, p. 487). Rogers rechazó la naturaleza determinista del psicoanálisis y el conductismo y afirmó que nos comportamos como lo hacemos debido al modo en que percibimos nuestra situación: “Ya que nadie más sabe cómo percibimos, nosotros somos los más expertos en nosotros mismos”. Carl Rogers creía que los seres humanos tienen un motivo básico, que es la tendencia a la autoactualización. Como una flor que crece y alcanza todo su potencial si las condiciones son correctas, pero que está limitada por las restricciones del ambiente, las personas también florecen y alcanzan su máximo potencial si las condiciones que les rodean son lo suficientemente buenas. Sin embargo, de forma contraria a las flores, el potencial del individuo humano es único, y estamos destinados a desarrollarnos de distintos modos dependiendo de nuestra personalidad. Rogers creía que las personas son buenas y creativas de forma inherente, y que se vuelven destructivas solo cuando un auto-concepto pobre (la imagen que tenemos de nosotros mismos) o las limitaciones exteriores invalidan el proceso de alcanzar el potencial. Según Carl Rogers, para que una persona alcanzara la auto-actualización, debe mantenerse en un estado de congruencia. Esto significa que la auto-actualización ocurre cuando el “Yo ideal” de la persona (quién le gustaría llegar a ser) es congruente con sus comportamientos reales. Rogers describe al individuo que se está actualizando como una persona plenamente funcional. El principal determinante de si llegaremos a convertirnos personas actualizados o no son las experiencias en la infancia. La persona plenamente funcional Rogers afirmaba que todas las personas podían conseguir sus objetivos y deseos en la vida. Cuando lo hacían, la auto-actualización había tenido lugar. Las personas que son capaces de auto-actualizarse, que no constituye la totalidad de humanos, son llamadas “personas plenamente funcionales”. Esto significa que la persona tiene contacto con el aquí y ahora, sus experiencias subjetivas y sus sentimientos, y que está en continuo crecimiento y cambio. Rogers veía a la persona plenamente funcional como un ideal que muchas personas no llegan a alcanzar. No es correcto pensar en esto como si fuera la finalización del itinerario de la vida; es un proceso de cambio. Rogers identificó cinco características de la persona plenamente funcional: 1- Apertura a la experiencia Estas personas aceptan tanto las emociones positivas como las negativas. Las emociones negativas no son negadas, sino examinadas (en lugar de recurrir a mecanismos de defensa del yo). Si una persona no puede abrirse a sus propios sentimientos, no se puede abrir a la actualización del yo. 10

2- Vivencia existencial Esto consiste en estar en contacto con las diferentes experiencias tal y como ocurren en la vida, evitando prejuzgar y las preconcepciones. Incluye ser capaz de vivir y apreciar de forma plena el presente, no estar siempre mirando al pasado o al futuro, ya que el primero se ha ido y el último ni siquiera existe. Esto no significa que no debamos aprender de lo que nos ocurrió en el pasado o que no debamos planificar cosas para el futuro. Simplemente, debemos reconocer que el presente es lo que tenemos. 3- Confianza en nuestro organismo Hay que prestar atención y confiar en los sentimientos, instintos y reacciones viscerales. Debemos confiar en nosotros mismos y hacer aquello que creemos que es correcto y que surge de forma natural. Rogers se refiere con esto a la confianza que debemos tener en el propio yo, indispensable para estar en contacto con la auto-actualización. 4- Creatividad El pensamiento creativo y la asunción de riesgos son características de la vida de las personas. Esto incluye la habilidad para ajustarse y cambiar buscando nuevas experiencias. Una persona completamente funcional, en contacto con la propia actualización, siente el impulso natural de contribuir a la actualización de los que le rodean. Esto se puede realizar mediante la creatividad en las artes y las ciencias, a través del amor paternal o, simplemente, llegando a hacer lo mejor posible el propio oficio. 5- Libertad experiencial Las personas plenamente funcionales están satisfechas con sus vidas, ya que las experimentan con un verdadero sentido de libertad. Rogers afirma que la persona que funciona plenamente reconoce el libre albedrío en sus acciones y asume las responsabilidades de las oportunidades que se le brindan. Para Rogers, las personas plenamente funcionales están bien ajustadas, bien equilibradas y son interesantes de conocer. A menudo, estas personas consiguen grandes cosas en la sociedad. El desarrollo de la personalidad De forma parecida a la referencia que hacía Freud al alma, Rogers identificó el auto-concepto como el marco sobre el que la personalidad se desarrolla. Todas las personas tienen el propósito de buscar congruencia (equilibrio) en tres áreas de sus vidas. Este equilibrio se consigue con la auto-actualización. Estas tres áreas son la autoestima, la autoimagen o imagen de ti mismo y el Yo ideal. “Creo que la buena vida no es un estado fijo. No es, desde mi punto de vista, un estado de virtud o satisfacción, nirvana o felicidad. No es una condición en la que el individuo esté ajustado o actualizado. La buena vida es un proceso, no un estado. Es una dirección, no un destino. La dirección es aquella que ha sido seleccionada por todo el organismo, aquella en la que hay libertad psicológica para moverse en cualquier dirección” Rogers, 1961

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La auto-actualización es imposible si estas tres imágenes, especialmente la autoimagen y el Yo ideal, no se solapan. A esto se le llama una visión incongruente de uno mismo y, en este caso, el rol del terapeuta sería transformar esta visión en una más congruente, ajustando la percepción que la persona tiene de la imagen de sí mismo y su autoestima, así como construyendo un Yo ideal más realista para que pueda conseguirse más fácilmente. El proceso de auto-actualización llevará a un solapamiento cada vez mayor entre estas áreas y contribuirá a la satisfacción de la persona con su vida. Según los esquemas de Carl Rogers, cada una de las tres áreas tiene tareas específicas. Hasta que una persona consiga la auto-actualización, las tres áreas se mantendrán fuera del equilibrio en cuanto a cómo se relacionan con el mundo. Rogers hizo énfasis en el hecho de que, en lo que se refiere a la auto-actualización, la personalidad de cada persona es única; hay muy pocas personalidades hechas con el mismo patrón. Rogers también trajo a la discusión terapéutica la idea de una visión holística de las personas. La educación centrada en el estudiante Carl Rogers puso en práctica sus experiencias relacionadas con la terapia con adultos en el proceso educativo, desarrollando el concepto de la enseñanza centrada en el estudiante. Rogers desarrolló las cinco siguientes hipótesis respecto a este tipo de educación: 1- “Una persona no puede enseñar a otra de forma directa; una persona tan solo puede facilitar el aprendizaje de otra” (Rogers, 1951). Esto es resultado de su teoría de la personalidad, que afirma que todo el mundo existe en un mundo en constante cambio en el que él o ella es el centro. Cada persona reacciona y responde basándose en su percepción y su experiencia. La creencia central de esta hipótesis es que lo que el estudiante hace es más importante que lo que el profesor hace. De este modo, el trasfondo y las experiencias del estudiante son esenciales en cómo y qué aprenden. Cada estudiante procesa de forma distinta lo que aprende. 2- “Una persona aprende significativamente solo aquellas cosas que son percibidas como relacionadas en el mantenimiento o enriquecimiento de la estructura del self” (Rogers, 1951). Así, la relevancia para el estudiante es esencial para el aprendizaje. Las experiencias del estudiante se convierten en el centro del curso educativo. 3- “La experiencia que, una vez asimilada, implica un cambio en la organización del self, tiende a ser resistida a través de la negación o la distorsión” (Rogers, 1951). Si el contenido o la presentación de un nuevo aprendizaje es inconsistente con la información que ya se posee, el estudiante la aprenderá si está abierto a considerar conceptos que chocan con los que ya ha aprendido. Esto es vital para el aprendizaje. De este modo, animar a los estudiantes a ser abiertos de mente ayuda a comprometerlos con el aprendizaje. También es importante, por estos motivos, que la nueva información sea relevante y esté relacionada con las experiencias existentes. 12

4- “La estructura y la organización del self parece hacerse más rígida si se encuentra bajo amenazas y parece relajarse si se ve completamente libre de las mismas” (Rogers, 1951). Si los estudiantes creen que están siendo forzados a aprender conceptos, puede que se sientan incómodos. Si en la clase hay un ambiente de amenaza, se crea una barrera para el aprendizaje. Así, un ambiente abierto y amistoso en el que se trabaja la confianza es esencial en las aulas. El miedo a las represalias por no estar de acuerdo con algún concepto debería ser eliminado. Un ambiente de apoyo en la clase ayuda a aliviar los miedos y anima a los estudiantes a explorar nuevos conceptos y creencias que varían respecto a los que ellos traen al aula. Asimismo, la nueva información puede hacer que los auto-conceptos de los estudiantes se sientan amenazados pero, cuanto menos vulnerable se sientan, más probable será que se abran al proceso de aprendizaje. 5- “La situación educativa que promueve de forma más efectiva el aprendizaje significativo es una en la que a) la amenaza al self del estudiante se ve reducida al mínimo y b) se facilita una percepción diferenciada del área.” (Rogers, 1951). El instructor debería estar abierto a aprender de los alumnos y a trabajar para conectar a los estudiantes con la materia de aprendizaje. La interacción frecuente con los estudiantes ayuda a conseguir este objetivo. El instructor debería ser un mentor que guía en lugar de un experto que cuenta. Esto es imprescindible para un aprendizaje no forzado, centrado en el estudiante y libre de amenazas.

Pasaje del Adolescente a Adulto, los duelos que se deben atravesar. LA ADOLESCENCIA NORMAL Tomado y modificado de Aberastury

Ana Freud dice que es difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, y considera en realidad a toda la conmoción de este periodo de la vida como normal, señalando además que sería anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente. Sobre esta base, y teniendo en cuenta el criterio evolutivo de la psicología, es que podemos aceptar que la adolescencia más que una etapa estabilizada es un proceso y desarrollo. Debe por lo tanto comprenderse para ubicar sus desviaciones en el contexto de la realidad humana que nos rodea. El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. Lo que configura una identidad semipatológica, que he denominado “síndrome normal de la adolescencia”, que es perturbado y perturbador para el mundo adulto, pero necesario, absolutamente necesario, para el adolescente, que en este proceso va a establecer su identidad, que es un objetivo fundamental de este momento vital. Para ello, el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no está del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil en el cual y con el cual, en evolución normal, vivía cómoda y placenteramente, en relación de dependencia, con las necesidades básicas satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de Aberastury podemos decir 13

que el adolescente realiza tres duelos fundamentales: perdido, base biológica de la adolescencia, que se impone al individuo que no pocas veces tiene que sentir sus cambios como algo externo frente a lo cual se encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio organismo. identidad infantiles, que lo obliga a una renuncia de la dependencia y a la aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce. la infancia a los que persistentemente trata de retener en su personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación que se ve complicada por la propia actitud de los padres, que también tienen que aceptar su envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños, y sí son adultos o están en vías de serlo.

Estos duelos, verdaderas pérdidas de personalidad, van acompañadas por todo el complejo psicodinámico del duelo normal y en ocasiones, transitoria y fugazmente, adquieren la característica de del duelo patológico. Esta situación del adolescente frente a su realización evolutiva, basada en las relaciones interpersonales de su infancia, a la que deberá de abandonar, lo lleva a la inestabilidad que lo define, constituyendo una especie de identidad nosológica, cuyas características esenciales – según he señalado- del “síndrome de la adolescencia normal”. Este síndrome, producto de la situación evolutiva, surge, por supuesto, de la interacción del individuo con el medio. El mundo de los adultos, como los padres, no acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto. Sabemos muy bien –y sirve esto de ejemplo llamativo- la angustia que suelen manifestar los padres frente a los primeros atisbos de conducta genital de sus hijos adolescentes. El adolescente aislado no existe, como no existe ser alguno desconectado del mundo, aun para enfermarse. La patología es siempre la expresión del conflicto del individuo con la realidad, sea a través del interjuego de sus estructuras psíquicas o del manejo de la misma frente al mundo exterior. En virtud de la crisis esencial de la adolescencia, esta edad es la más apta para sufrir los impactos de una realidad frustrante. Creemos que las manifestaciones del medio van a determinar la expresión de la normal anormalidad del adolescente, pero de ninguna manera podemos condicionar toda la realidad bio-psicológica de este proceso evolutivo a las circunstancias exteriores. La necesidad de elaborar los duelos básicos a que nos hemos referido anteriormente, obligan al adolescente a recurrir normalmente a manejos psicopáticos de actuación que identifican su conducta. Se produce un cortocircuito del pensamiento en donde se observa la exclusión de lo conceptual lógico mediante la expresión a través de la acción, aunque en forma fugaz y transitoria, lo cual diferencia al adolescente normal del psicópata, que persiste con intensidad en el uso de este modo de conducta. El adolescente presenta una especial vulnerabilidad para asimilar los impactos proyectivos de padres, hermanos, amigos y toda la sociedad. Es decir es un receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás y asumir los aspectos más enfermos del medio en que actúa. Esto es lo que actualmente percibimos en nuestra sociedad que proyecta sus propias fallas en los así llamados desmanes de la juventud, a la que se responsabiliza de la delincuencia, las adicciones a las drogas, la prostitución, etcétera. Es la sociedad la que recurre a un mecanismo esquizoide haciendo que una de sus propias partes en conflicto como lo es la juventud, adquiera las características de todo lo malo y permita así la agresión del mundo el adulto, con singulares características sado-masoquistas. 14

La severidad y la violencia con que a veces se pretende reprimir a los jóvenes sólo engendran un distanciamiento mayor y una agravación de los conflictos, con el desarrollo de personalidades y grupos más y más anormales, que en última instancia implican una autodestrucción suicida de la sociedad. Así vemos al adolescente, de uno y otro sexo, en conflicto, en lucha, en posición marginal frente a un mundo que coarta y reprime. Es este marginarse del joven lo que puede llevarlo a la psicopatía franca, a la actividad delictiva, o puede también ser un mecanismo de defensa por el cual preserva los valores esenciales de la especie humana, la capacidad de adaptarse modificando del medio que trata de negar la satisfacción instintiva y la probabilidad de llegar a una adultez positiva y creadora. El Adolescente y la Liberad. Arminda Aberastury Entrar al mundo de los adultos –deseado y temido- significa para el adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño. Es un momento crucial en la vida del hombre y constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento que comenzó con el nacimiento. Los cambios psicológicos que se producen en este periodo y que son el correlato de los cambios corporales, llevan a una nueva relación con los padres y el mundo. Ello sólo es posible si se elabora lenta y dolorosamente el duelo por el cuerpo de niño, la identidad infantil y por la relación con los padres de la infancia. Cuando el adolescente se incluye en este mundo con el cuerpo ya maduro, la imagen que tiene de su cuerpo ha cambiado, también su identidad, y necesita entonces adquirir una ideología que le permita su adaptación al mundo y/o su acción sobre él para cambiarlo. En este período fluctúa entre una dependencia y una independencia extrema y sólo la madurez le permitirá más tarde aceptar ser independiente dentro de un marco de necesaria dependencia. Pero, al comienzo, se moverá entre el impulso al desprendimiento y a la defensa que impone el temor a la perdida de lo conocido. Es un período de contradicciones, confuso, ambivalente, doloroso, caracterizado por fricciones con el medio familiar y social. Este cuadro es frecuentemente confundido con crisis y estados patológicos. Tanto las modificaciones corporales incontrolables como los imperativos del mundo externo que exigen del adolescente nuevas pautas de convivencia, son vividos al principio como una invasión. Esto lo lleva a retener, como defensa, muchos de sus logros infantiles, aunque también coexiste el placer y afán de alcanzar un nuevo status. También lo conduce a un refugio en su mundo interno para poder reencontrarse con su pasado y desde allí enfrentar el futuro. Estos cambios, en lo que pierde su identidad de niño, implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en un plano consciente e inconsciente. El adolescente no quiere ser como determinados adultos, pero en cambio, elige a otros como ideales, se va modificando lentamente y ninguna premura interna o externa favorece esta labor. La pérdida que debe aceptar el adolescente al hacer el duelo por el cuerpo es doble: la de su cuerpo de niño cuando los caracteres sexuales secundarios lo ponen en evidencia de su nuevo status y la aparición de la menstruación de la niña y el semen en el varón, que les imponen el testimonio de la definición sexual y del rol que tendrán que asumir, no solo en la unión con la pareja sino en la procreación. Sólo cuando el adolescente es capaz de aceptar simultáneamente sus aspectos de niño y de adulto, puede aceptar en forma fluctuante los cambios de su cuerpo y comienza a surgir su nueva identidad. 15

Ese largo proceso de búsqueda de identidad ocupa gran parte de su energía y es la consecuencia de la perdida de la identidad infantil que se produce cuando comienzan los cambios corporales. El adolescente presenta como varios personajes, y a veces ante los mismos padres, pero con más frecuencia ente diferentes personajes del mundo externo que nos podrían dar de él versiones totalmente contradictorias sobre su madurez, su bondad, su capacidad, su afectividad, su comportamiento e, incluso, en un mismo día, sobre su aspecto físico. Las fluctuaciones de identidad se experimentan también en los cambios bruscos, en las notables variaciones producidas en pocas horas por el uso de diferentes vestimentas, más llamativas en la niña adolescente, pero igualmente notables en el varón, especialmente en el mundo actual. No solo el adolescente padece este largo proceso sino que los padres tienen dificultades para aceptar el crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimentan frente a la genitalidad y a la libre expresión de personalidad que sufre de ella. Esta incomprensión y rechazo se encuentran muchas veces enmascarados bajo la otorgación de una excesiva libertad que el adolescente vive como abandono que en realidad lo es. Frente a esta actitud el adolescente siente la amenaza inminente de perder la dependencia infantil – si asume precozmente su rol genital y la independencia total- en momentos en que esa dependencia es aún necesaria. Cuando la conducta de los padres implica una incomprensión de las fluctuaciones llamativamente polares entre dependencia-independencia, refugio en la fantasía afán de crecimiento, logros adultos-refugio en logros infantiles, se dificulta la labor del duelo, en la que son necesarios permanentes ensayos y pruebas de pérdida y recuperación de ambas edades: la infantil y la adulta. Sólo cuando su madurez biológica está acompañada por una madurez efectiva e intelectual que le permita su entrada en el mundo del adulto, estará equipado de un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y en donde el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una crítica constructiva. Confronta sus teorías políticas y sociales y se embandera, defendiendo un ideal. Su idea de reforma del mundo se trasforma en acción. Tiene una respuesta a las dificultades y desórdenes de la vida. Adquiere teorías estéticas y éticas. Confronta y soluciona sus ideas sobre la existencia o inexistencia de Dios y su posición no se acompaña por la exigencia de un sometimiento ni por la necesidad de someter. Pero antes de llegar a esta etapa nos encontramos con una multiplicidad de identificaciones contemporáneas y contradictorias; por eso, el adolescente se presenta como varios personajes: es una combinación inestable de varios cuerpos e identidades. No puede todavía renunciar a aspectos de sí mismo y no puede utilizar y sintetizar los que va adquiriendo y en esa dificultad de adquirir una identidad coherente reside el principal obstáculo para resolver su identidad sexual. Es el primer momento esa identidad de adulto es un sentirse dolorosamente separado del medio familiar, y los cambios en su cuerpo lo obligan también al desprendimiento de su cuerpo infantil. Sólo algunos logran el hallazgo de encontrar el lugar de sí mismo de su cuerpo y del mundo, ser habitantes de su cuerpo en su mundo actual, real, y también adquirir la capacidad de utilizar su cuerpo y su lugar en el mundo. Este proceso de la vida cuyo sino es el desprendimiento definitivo de la infancia, tiene sobre los padres una influencia no bien valorada hasta hoy. El adolescente provoca una verdadera revolución en su medio familiar y social y esto crea un problema no siempre bien resuelto. Ocurre que también los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer el duelo por el cuerpo del pequeño, por su identidad de niño y por su relación de dependencia infantil. Ahora son juzgados por sus hijos, y la rebeldía y el enfrentamiento son más dolorosos si el adulto no tiene conscientes sus problemas frente al adolescente. El problema de la adolescencia tiene una doble vertiente que los casos felices puede resolverse en una fusión de necesidades y soluciones. También los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone muchas renuncias de su parte. 16

Al perderse para siempre el cuerpo de su hijo niño se ve enfrentado con la aceptación del devenir, del envejecimiento y de la muerte. Debe abandonar la imagen idealizada de sí mismo que su hijo ha creado y en la que él se ha instalado. Ahora ya no podrá funcionar como líder o ídolo y deberá, en cambio, una relación llena de ambivalencias y de críticas. Al mismo tiempo, la capacidad y los logros crecientes del hijo lo obligan a enfrentarse con sus propias capacidades y a evaluar sus logros y fracasos. Hasta hoy el estudio del adolescente se centra solamente sobre el adolescente. Este enfoque será siempre incompleto si no se toma en cuenta la otra cara del problema: la ambivalencia y la resistencia de los padres a aceptar el proceso de crecimiento El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte, una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además la desidealización de las figuras de los padres lo hunde en el más profundo desamparo. El sufrimiento, la contradicción, la confusión, los trastornos son de cierto modo inevitables; pueden ser transitorios, pueden ser elaborables, pero buscando refugio en la fantasía debemos plantearnos si gran parte de su dolor no podría ser mitigado cambiando estructuras familiares y sociales. El adolescente busca la solución teórica de todos los problemas trascendentes y de aquellos a los que se verá enfrentando a corto plazo: el amor, la libertad, el matrimonio, la paternidad, la educación, la filosofía, la religión. La inserción en el mundo social del adulto –con modificaciones internas y su plan de reformas- es lo que va definiendo su personalidad y su ideología. Por tanto debe formarse un sistema de teorías, de ideas, un programa al cual aferrarse y también la necesidad de algo en lo que pueda descargar el monto de ansiedad y los conflictos que surgen de su ambivalencia entre al impulso al desprendimiento y la tendencia a permanecer ligado. Esta crisis intensa la soluciona transitoriamente huyendo del mundo exterior, buscando refugio en la fantasía, en el mundo interno, con un incremento paralelo de la omnipotencia narcisista. La hostilidad frente a los padres y el mundo en general se expresa en su desconfianza, en la idea de no ser comprendido, en su rechazo de la realidad, situaciones que pueden ser ratificadas o no por la realidad misma. Sufre crisis de susceptibilidad y celos, exige y necesita vigilancia y dependencia, pero sin transición surge en él un rechazo al contacto con los padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos. La calidad del proceso de maduración y crecimiento de los primeros años, la estabilidad en los afectos, el monto de gratificación y frustración y la gradual aceptación a las exigencias ambientales van a marcar la intensidad y gravedad de estos conflictos. Con todo este conflicto interno que hemos descrito, el adolescente se enfrenta en la realidad con el mundo del adulto, que al sentirse atacado, enjuiciado, molestado y amenazado por esta ola de crecimiento suele reaccionar con una total incomprensión, con rechazo y con un reforzamiento de su autoridad. La sociedad en que vivimos con su cuadro de violencia y destrucción no ofrece suficientes garantías de sobrevivencia y crea una nueva dificultad para el desprendimiento. El adolescente, cuyo sino es la búsqueda de ideales y de figuras ideales para identificarse, se encuentra con la violencia y el poder: también los usa. Tal posición ideológica en el adolescente es confusa y no puede ser de otro modo, porque él está buscando una identidad y una ideología, pero no las tiene. Sabe lo que no quiere mucho más de lo que quiere ser y hacer de sí mismo; por eso los movimientos estudiantiles carecen a veces de bases ideológicas sólidas. Con frecuencia el adolescente se somete a líder que lo politiza y, en el fondo, remplaza a las figuras paternas de las que está buscando separarse, o no tiene más remedio que buscar 17

una ideología propia que le permita actuar de un modo coherente en el mundo en el que le toca vivir, pero si es así, no se le da el tiempo para lograrla, se lo apremia y responde con violencia. A más presión parental, a más incomprensión frente al cambio, el adolescente reacciona con más violencia por desesperación y desgraciadamente es en este momento decisivo de la crisis adolescente cuando los padres recurren por lo general a dos medios de coacción: el dinero y la libertad. Son tres las exigencias básicas de la libertad que plantea el adolescente de ambos sexos a sus padres: la libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo. De estas tres exigencias los padres parecen ocuparse en especial de la primera: la libertad en las salidas y horarios, pero más profundamente este control sobre las salidas y horarios significa el control sobre las otras libertades: la ideología, el amor y el trabajo. Cuando los padres responden ante la demanda de libertad restringiendo las salidas y utilizando la dependencia económica “cortando los víveres”, es que hubo algo mal llevado en la educación anterior y los padres se declaran vencidos. El amor, además es sólo un aspecto de la problemática de la adolescencia: hay muchos otros problemas que son profundamente importantes para ellos. Casi todos saben ya que la libertad sexual no es promiscuidad, pero sienten y expresan la necesidad de descubrir experiencias que no siempre son totales pero que necesitan vivir. Para que puedan hacerlo tienen que hallar cierta aprobación de sus padres para no sentir culpa. Pero esta aprobación no debe tener por precio la exigencia de que informen sobre sus actos. Necesitan vivir sus experiencias para ellos Hemos hablado de la importancia de la palabra, de la necesidad del adolescente de hablar de sus logros. Es frecuente que los padres se quejen de que ya no pueden hablar entre ellos, de que los hijos adolescentes “toman la palabra” y capturan la situación. Esos padres no se han dado cuenta de que escuchar es el camino para entender que está pasando es sus hijos. El adolescente de hoy, como el de todos los tiempos, está harto de consejos, necesita tener sus experiencias y comunicarlas, pero no quiere, no le gusta ni acepta que sus experiencias sean criticadas, calificadas, clasificadas ni confrontadas con las de los padres. El adolescente percibe muy bien que cuando los padres empiezan a controlar el tiempo y los horarios están controlando algo más: su mundo interno, su crecimiento y su desprendimiento.

El joven sano de hoy está de vuelta de muchas de las problemáticas del adulto, diría que es más posible que el adulto aprenda del adolescente y no que el adulto pueda darle su experiencia. Para hacer estos tanteos es necesario dar libertad, y para ello hay dos caminos: dar una libertad sin límites, que es lo mismo que abandonar a su hijo; o dar una libertad con límites, que impone cuidados, cautela, observación, contacto afectivo permanente, dialogo, para ir siguiendo paso a paso la evolución de las necesidades y los cambios en el hijo. Toda adolescencia lleva, además del sello individual, el sello del medio cultural, social e histórico desde el cual se manifiesta, y el mundo en que vivimos nos exige más que nunca la búsqueda del ejercicio de la libertad sin recurrir a la violencia para coartarla.

El síndrome de la adolescencia normal, por Mauricio Knobel Estudiar la adolescencia, tan sólo como una característica social determinada sería realizar una 18

abstracción muy parcial de todo un proceso humano que es necesario considerar dentro de una verdadera totalidad de conocimiento de la psicología evolutiva. Este periodo de la vida, como todo fenómeno humano, tiene su exteriorización característica dentro del marco cultural-social en el cual se desarrolla. Así, debemos por una parte considerar la adolescencia un fenómeno específico dentro de toda la historia del desarrollo humano, y, por otra parte, estudiar su experiencia circunstancial de tipo geográfico y temporal histórico social.

No hay duda alguna de que el elemento socio-cultural influye con un determinismo específico de las manifestaciones de la adolescencia, pero también tenemos que tener en cuenta que tras esa experiencia sociocultural existe un basamento psicobiológico que le da características universales La adolescencia está caracteriza fundamentalmente por ser un período de transición entre la pubertad y el estadio adulto del desarrollo y que en las diferentes sociedades este período puede variar como varía el reconocimiento de la condición adulta que se le da al individuo. Sin embargo, existe, como base de todo este proceso, una circunstancia especial, que es la característica propia del proceso adolescente en sí, es decir, una situación que obliga al individuo a reformularse los conceptos que tiene acerca de sí mismo y que lo lleva a abandonar su autoimagen infantil y a proyectarse en el futuro de su adultez. El problema de la adolescencia debe ser tomado como un proceso universal de cambio, de desprendimiento, pero que se teñirá con connotaciones externas peculiares de cada cultura que lo favorecerán o dificultaran, según las circunstancias. El sino de la adolescencia es integrarse a ese mundo de adulto en donde tendrá que aceptar su nueva configuración de ser humano, su morfología de adulto y la capacidad del ejercicio de su genitalidad para la procreación. La estabilización de la personalidad no se logra sin pasar por un cierto grado de conducta “patológica” que debemos considerar inherente a la evolución normal de esta etapa de la vida. Frente a un mundo tan cambiante y a un individuo que, como el adolescente, presenta una cantidad de actitudes también cambiantes, éste no puede sino os siquiera con la que sería la verdadera normalidad en el concepto adulto del término. El concepto de normalidad no es fácil de establecer ya que varía en relación con el medio socioeconómico, político y cultural. La normalidad se establece sobre las pautas de adaptación al medio, y que no significa sometimiento al mismo, sino más bien la capacidad de utilizar los dispositivos existentes para el logro de las satisfacciones básicas del individuo en una interacción permanente que busca modificar lo displacentero o lo inútil a través del logro de sustituciones para el individuo y la comunidad.

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