Tu Historia En Mi Alma

  • June 2020
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  • Pages: 2
TU HISTORIA EN MI ALMA Siempre me pareció que era la Diosa inalcanzable. Desde el primer momento me embrujaba su presencia, y llego a ser para mí la personificación de lo que por poco consideraba perfección. Sin embargo, y aunque estaba poseído por la admiración de su ser, surgía en mí como una pesada sombra el pensamiento de mi terrible inferioridad con respecto a las demás personas; y es que sólo a través de un duro y a veces doloroso caminar es que he comenzado a aceptar las bondades que Dios ha tenido a bien entregarme. Lo cierto es que al verla como quien nunca me incluiría en su esfera, sin saberlo, tal vez sin quererlo, comencé a ahogar en el silencio de mi alma mis deseos, y finalmente sólo quedaba la admiración resignada en la oscuridad. Pero el tiempo avanzó, y quien en un comienzo me era totalmente lejana, poco a poco fue acercándose a mi mundo, con el impulso de saber el por qué de mis locuras y la verdad de mi fama. Al ir entrando poco a poco en mi maraña, comenzaron a saltar a la vista coincidencias, similitudes, afinidades que lentamente fueron marcando el crecimiento de lo que llegó a ser una cercana amistad, ese árbol bienaventurado que toma meses en crecer, que puede formarse alto, robusto y frondoso, pero que a la vez puede ser frágil como el viento, y caer estrepitosamente derrumbando todo a su paso. Sobre este árbol ya se cernían varias sombras, pero entre más se alzaba hacia el cielo, también arrojaba una tenue luz, que alimentaba el deseo resignado. Y el árbol siguió elevándose, y sus ramas fueron tan cercanas que la belleza dejó de ser perfecta. Ya no era la misma de ensueño, de divinidad que se creyó un día, pero inexplicablemente se hizo más querida. Esta belleza, esta persona, esta amiga, llegó a enraizarse en lo más profundo de la tierra, tan profundo como ninguna otra planta había logrado entrar jamás, y a medida que entraba más y más, lo que estaba resignado crecía, aumentaba a punto de estallar, pero no se atrevía porque aquella sombra lo reprimía, y una torre lo repelió. Pero un día, para sorpresa y regocijo del resignado, aquella belleza saltó por sobre los muros de su ciudad, se atrevió a salir de su torre en un impulso inexplicado, y fue recibida fuertemente por el desconcertado y hechizado resignado. Pero el resignado sabía que la Diosa volvería a su Olimpo, y no quiso aceptar que su magia lo había embrujado y que volvería a querer brotar la semilla que tiempo atrás había perecido en otros campos. Y el árbol quiso trenzar sus ramas pero la sombra que se cernía sobre él sopló, con tanta fuerza que el árbol por un momento creyó ser arrancado, y en un terrible trance vislumbró lo que creyó ser su caída. Pero el viento no logró arrancar sus cimientos, y entonces aquella sombra comenzó a desvanecerse hasta que hoy no es tan espesa como lo fue en un comienzo.

El árbol se alegró, el sueño se hizo realidad, pero el resignado tuvo miedo de salir por causa de la torre, y la belleza siempre volvía a su muralla que la esperaba sin saber lo que ocurría. Y un día aquella Diosa con su poder, logro sacar al resignado, y el árbol tímidamente quiso unir sus ramas. Y el resignado no fue contenido más por su prisión y la semilla se decidió a crecer, buscando otra oportunidad. Ambos creyeron escapar de su asilo, soñaron con volver a ser libres y buscar por fin crecer en terreno ameno, con una sombra menos densa. Pero en el momento de mayor esperanza, y de más grande ilusión, la belleza decidió que no dejaría su torre, y que los muros de su ciudad eran muy cálidos para salir de ellos nuevamente. El árbol desistió de unir sus ramas y decidió mantenerlas creciendo lado a lado, pero sin contacto. Y el resignado, que había querido soñar, recordó lo amargo del no ser, y la semilla triste se preparo para morir. Pero la Diosa aún mira a veces tenuemente a aquella semilla, y las hojas de las ramas quieren tocarse cuando el viento las acerca. De esta forma lo que debió morir agoniza, pues al ver los tímidos rayos de luz que brotan de entre las semillas, se niega a perder toda esperanza, y la semilla aún sueña con ser planta. Mientras tanto el árbol busca una manera de crecer más, y lucha contra los vientos que lo quieren derrumbar.

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