DE LA ECONOMÍA POLÍTICA A LA ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA: trayectorias del sujeto económico. Héctor Hugo Trinchero ( 1[a]). Introducción El presente texto trata de la construcción de un discurso , el del hombre económico y una categoría social: el sujeto económico. Ambos emergentes de confluencias (y divergencias) de dos campos de producción de saberes: el antropológico y el económico la antropología económica aparece como un campo disciplinario con cierta especificidad a partir de la segunda posguerra, siendo este contexto el que le otorgará, según veremos, también algunas especificidades. La antropología económica se construye, entonces, como un campo de reflexiones y análisis, producto de investigaciones en torno a las prácticas e instituciones consideradas “económicas” en las sociedades y grupos sociales tradicionalmente estudiadas por los antropólogos: las denominadas “sociedades primitivas”. Pero semejante forma de concebir su campo de análisis puso a esta interdisciplina desde el comienzo en algunos callejones sin salida. En primer lugar la mayoría de los antropólogos economistas se pusieron a discutir la validez o no de la traslación de las categorías económicas hacia aquellas “sociedades” cuando ya para ese entonces las denominadas “sociedades primitivas” no sólo habían sido objeto de profundas transformaciones en el marco de la expansión de las relaciones de la producción capitalista a escala mundial sino que las mismas fueron incluso discutidas como categoría configurativa del campo antropológico. En segundo lugar, el debate al interior de las ciencias antropológicas reproducía en términos relativamente semejantes problemáticas que ya estaban enunciadas o anunciadas en las teorías económicas, por lo que la investigación antropológica de “lo económico” se constituía como espacio de validación o refutación de aquellas. Se continúa preguntando qué es lo económico, pero se avanza poco en la interrogación sobre qué es lo primitivo. Gran parte de la producción en antropología económica ha pendulado entre ambos supuestos. Supuestos que implican concebir a “lo primitivo”, es decir un conjunto de prácticas e instituciones sociales tradicionales, como externalidad (histórica o actual) respecto a las relaciones de producción capitalistas. Los economistas desarrollistas que intentan ubicarse en la tradición clásica de la economía política continúan pretendiendo que la “riqueza de las naciones” conducirá a la riqueza de los pueblos. Los economistas subjetivistas y marginalistas (neoliberales) pretenden que la riqueza es un producto de decisiones “racionales” de los agentes económicos, y si esta “racionalidad” no aparece en escena es porque aún no se dan ciertas condiciones contextuales, es decir externas a sus modelos. Economía Política Clásica. La “anatomía” de la Sociedad Civil. En las doctrinas económicas clásicas (entonces economía política), las concepciones teóricas sobre el valor ocupaban un lugar central en las obras de sus máximos exponentes. Esto no era una casualidad, respondía a la conjunción, al menos, de dos fenómenos que nos interesa analizar interrelacionadamente. Por un lado, tenemos el avance y desarrollo de las ciencias naturales entre los siglos XVII y XVIII que brindaba modelos de regulación y movimiento de la naturaleza y el universo en abierta confrontación con las concepciones y dogmas teológicos predominantes en la Europa feudal. Por otro lado y al mismo tiempo, las clases burguesas en ascenso encontraban una legitimación filosófica y axiológica en los postulados iluministas emergentes principalmente de los denominados intelectuales de la Ilustración. las concepciones en torno al valor del trabajo tendrían dos anclajes paradigmáticos: como fundamento de la conformación de los precios de las mercancías pero también como una categoría central en la configuración de la nueva doctrina moral que se instalaba a la par del predominio de la relaciones de producción capitalistas Según R. Meek, fueron los filósofos de la escuela escocesa, los primeros que comenzaron a formular determinados principios de regulación mecánica de la sociedad: Así, puede decirse que la forma principal que parece haber adquirido el estudio de la sociedad en tanto orden autoregulado a partir de leyes propias y ya no divinas, es aquella que combinaba, por un lado, la analogía de la sociedad civil regulada por los “mecanismos” de la naturaleza y, por otro, el permanente perfeccionamiento de la razón en la instrumentación de políticas adecuadas para alcanzar aquel orden. Un supuesto fundamental precedía a estas construcciones del positivismo que se inauguraba: conocidas las leyes fundamentales ( económicas) que regularían la sociedad, la política dejaría de estar sujeta a las arbitrariedades del poder del monarca. Al calor de semejantes expectativas se inauguraban también los principios de aquella moral ya anunciada: los destinos de la sociedad dejarían de estar a merced de las políticas de regulación estatal. Será la élite intelectual orgánica a los intereses de las nuevas clases burguesas, la que, mediante procedimientos científicos, podría cuenta de las pautas sobre el funcionamiento de las leyes que la regulan. En todo caso, la función política será la de crear las condiciones para que dichas leyes, presentes en la “naturaleza” misma de la sociedad civil, se desarrollen plenamente. La sociedad civil era percibida como un conglomerado de individuos poseedores de atributos específicos aunque necesarios entre sí para conformar el nuevo orden social. Individuos que intercambiaban sus capacidades para producir bienes necesarios a la sociedad en su conjunto. Así la circulación de bienes, pasaba a ser explicada en términos de una “propensión natural” a intercambiar, sobre cuyas leyes reflexionaría la economía política clásica, heredera inmediata de aquellas concepciones y constructora de edificio conceptual que las explicaría en su funcionamiento. La pretendida analogía de la sociedad sujeta a las leyes físicas de los Principia de Newton puede plantearse así: la materia, en este caso la sociedad, comenzaba a percibirse como la existencia atomística de los individuos o los agentes económicos; el 1
movimiento como la relación social a través del intercambio y el espacio como el ámbito de realización del intercambio, es decir, el mercado Las teorías del valor en los economistas clásicos estaban sostenidas por una preocupación central: encontrar, descubrir, las “leyes” que regularían los precios en la sociedad. La pregunta central era, siguiendo la analogía sugerida con los principios de la física newtoniana: ¿cual es el centro de gravitación alrededor del cual fluctúan los precios de las mercancías en la sociedad?. Pues si la fluctuación de los precios es arbitraria la política regulatoria se hace imprescindible, por lo que la riqueza de las naciones quedaba sujeta a la política. La mayor parte del esfuerzo explicativo de los denominados economistas clásicos estuvo, entonces, orientado a intentar demostrar que ni la conformación y variaciones de los precios, ni las riquezas nacionales eran ya producto de las políticas regulatorias de los Estados. En las doctrinas clásicas, los precios reales se constituían en torno a un “precio natural” y aquellos variarían en torno a éste, de acuerdo con los mecanismos de la oferta y la demanda. El esquema (conocido, o sistematizado luego como teoría de los tres factores) partía de la existencia de tres “factores” que intervendrían en la producción moderna de mercancías: el trabajo, el capital y la tierra, aportando cada uno “su” cuota a la producción. 3. Las Primeras Sistematizaciones La mayoría de las historiadores del pensamiento económico hacen referencia a la escuela fisiocrática como el primer conjunto sistemático (con pretensiones científicas) en Economía Política. Surgida en los inicios mismos del Siglo XVIII, esta escuela intenta constituirse como una respuesta “específicamente económica” a las innumerables disposiciones que en materia de Política económica constituían el quehacer de los Estados absolutistas y en particular el Estado francés de la época, cuya preocupación principal era el “atesoramiento” de moneda metálica como símbolo máximo del enriquecimiento nacional. De allí la preocupación predominante por la regulación minuciosa del comercio, el logro de una balanza comercial favorable y la competencia internacional por el dominio de los mercados de ultramar, entre otras políticas seguidas por aquellos estados . La preocupación de los fisiócratas se dirigía principalmente a demostrar la inoperancia y lo restrictivo de las intervenciones del estado monárquico en la “economía”. La importancia de los escritos de Boisguilbert, radica en haber sido el primero en hablar de un “orden natural” en la sociedad, orden que para el autor sería obra de una “providencia” superior. Es decir el fundamento del orden natural estaba justificado por mandato de Dios en contraposición a la autoridad y la violencia del Estado. Será éste el fundamento de lo que, posteriormente se llamó escuela o secta de los fisiócratas, haciendo del orden natural el principio epistemológico de la Economía política. Boisguilbert es un claro antecesor de la escuela fisiocrática, estos antecedentes son: - La alusión a un orden natural de la sociedad dado por el orden económico, que lo ubica como un cuestionador del Estado monárquico. - La defensa de la producción agrícola en tanto productora de excedentes. - La preeminencia de la clase terrateniente como iniciadora de todo proceso productivo, justificando su status jerárquico en la producción de dichos excedentes. Estos postulados han de ser retomados y sistematizados con más coherencia lógica por la escuela fisiocrática 4. La escuela fisiocrática ( i[13]) los fisiócratas franceses crean el primer cuerpo sistemático teórico metodológico de Economía Política. Corresponde a éstos haber sistematizado la idea del orden natural en el campo de la ciencia económica emergente y, por lo tanto, ir contribuyendo a la construcción de la economía como la “ciencia” social por excelencia. Epistemológicamente, la analogía entre ciencia económica y ciencias naturales es intentada en todos sus análisis. La noción de providencia es reemplazada por la de evidencia, siguiendo los cánones de Descartes y, especialmente, de Locke. La evidencia es el código de validación científica considerada preponderante y corresponde a un nivel de certeza distinto a la fe, mientras la primera pertenece al orden de lo natural, la segunda integraría el orden de lo sobrenatural. (ii[14]) La denominación “fisiócratas” hace referencia justamente a la analogía que los autores de esta escuela hacían entre la fisiología del cuerpo humano y lo que denominaban “fisiología social”. La relación progreso-excedente-orden natural constituye a partir de los fisiócratas el cuerpo filosófico y axiológico en el cual se constituirá la economía como nueva moral social; de allí se desprenderán las categorías de valor y de excedente, las clasificaciones entre trabajo productivo y trabajo improductivo, etc. que conforman el edificio conceptual de la economía política. La ideología del orden natural niega el desorden de lo real, y sobre esta negación se construye y construirá gran parte del edificio de la Economía Política clásica y neoclásica, con sus particularidades. Para explicarnos esta justificación del excedente en el marco de una Filosofía de orden natural, es necesario introducirnos en el funcionamiento mismo del sistema fisiocrático cuyo modelo más acabado lo constituye el famoso “Tableau Économique” de F. Quesnay. ( iii[15]) El modelo, como se ha dicho, intenta explicar la fisiología de la sociedad a partir de la circulación de la riqueza entre las distintas clases sociales (en palabras del propio autor: “en analogía con la circulación de la sangre en el cuerpo humano”); para ello también parte de otros supuestos en torno a la conformación de dichas clases: “La nación se limita a tres clases de ciudadanos: La clase productiva, la clase de los propietarios y la clase estéril . La clase productiva es la que hace renacer por el cultivo del territorio las riquezas anuales de la nación, la que hace los adelantos de gastos de los trabajos de la agricultura y la que paga anualmente los ingresos de los terratenientes. La clase de los propietarios comprende al soberano, a los poseedores de tierras y a los diezmeros. Esta clase subsiste por el ingreso o producto neto del cultivo, que le es pagado anualmente por la clase productiva (sic). La clase estéril está formada por todos los ciudadanos ocupados en otros servicios y otros trabajos distintos de la agricultura” (Op. cit: 793) ( agregado nuestro).
El modelo de circulación de la riqueza (producto neto- excedente en el planteo de Quesnay) constituye una descripción de las distintas etapas desde que este se produce, pasando por su distribución hasta el consumo de acuerdo al siguiente esquema: a) el punto de partida es la obtención del producto agrícola; b) parte del mismo es retenido-consumido por el labrador para satisfacer sus necesidades; c) el resto (excedente) es vendido a los propietarios y estériles; d) con el dinero obtenido se paga la renta de la tierra y los elementos necesarios producidos por la clase estéril; e) la renta es utilizada por la clase propietaria para pagar los bienes de consumo que debe comprar junto a la clase productora como a la estéril; f) la clase estéril utiliza lo recibido para comprar de los productivos los alimentos necesarios y las materias primas; a’) se inicia un nuevo ciclo. En conformidad con la ideología dominante de la época, los fisiócratas no pueden dejar de colocar el derecho de propiedad en el centro de su doctrina, inaugurando el discurso de la economía política en términos de excedente y propiedad como integrantes naturales del orden económico y por lo tanto susceptibles de ser planteados como supuestos válidos universalmente. Hay un valor (venal ) que es aquel que excede los costos de producción y que, a su vez, se compara con la renta; pero para poder compararlo con la renta y, en la medida que esta se obtiene en dinero, todos los productos deben ser evaluados en dinero. El valor venal, que “mide” en términos de precio el excedente, mide a su vez su transformación, mediante la circulación, en renta para el terrateniente. Una teoría axiológica del valor del trabajo (es decir una valorización acerca de lo que es trabajo productivo de lo que no lo es) en la agricultura , guarda estrecha relación con la medición del trabajo como productor de un excedente, transformándose en valor venal (que excede los “costos”) y por lo tanto en valor-dinero como instrumento de evaluación-equiparación ideal de toda riqueza. A partir de allí todo será evaluado, valorado en términos de la forma-dinero del valor. Estamos aquí frente a uno de los principios claves de toda la teoría económica: la necesidad de un patrón de medida homogéneo que pueda “representar” en una medida única la heterogeneidad de los productos, lo que implica también reducir, simplificar la heterogeneidad de los trabajos y, en última instancia, la heterogeneidad sociocultural Pero esta medida única responde ciertamente al interés de la burguesía terrateniente, propietaria “natural” del excedente en tanto es la forma dinero, que permite el comercio y la reinversión y de allí la regeneración del excedente. Es por ello que para los fisiócratas, en este sentido precursores de A. Smith, la única teoría del valor posible es aquella que concibe el valor de cambio de las mercancías, es decir su precio, o bien la forma precio del valor. La abstracción del valor de uso al valor de cambio, implica aún en el marco de sus pretensiones científicas una transformación de alcance ideológico: representa también históricamente la transformación del interés particular de la burguesía terrateniente francesa en “interés” de toda la sociedad. El interés de una clase que se apropia del excedente, configurado en el dispositivo teórico de la economía política como interés general (en el orden natural), pretende legitimar los valores (axiológicamente hablando) de la burguesía terrateniente y la forma renta en dinero (valor venal, o precio del excedente) que es la base de su existencia. 5. El sujeto económico Mientras que para la fisiocracia el orden natural corresponde a la organización de la sociedad en torno a grupos sociales formulados en términos clases sociales para Adam Smith el punto de partida lo constituía el análisis de las motivaciones psicológicas “comunes a todos los hombres” . Al mismo tiempo, si el centro de atención de los fisiócratas franceses lo constituía la capacidad de la naturaleza de brindar el excedente necesario para la reproducción de la sociedad en su conjunto, en el economista inglés el enfoque principal estaba puesto en los intereses personales operando como fuerzas de mercado capaces de establecer la armonía social por la vía de la oferta y la demanda: esa “mano invisible” que tiende al orden social sin intervención estatal. Para la mayoría de los estudiosos del pensamiento económico existirían en A, Smith dos teorías del valor contradictorias entre si; una que connota una definición del valor como la cantidad de trabajo contenido en un objeto, y otra que tomaría mas en cuenta la cantidad de trabajo por la que se puede cambiar un objeto. El problema novedoso y que configura el centro de las preocupaciones de la intelectualidad orgánica de la época, es la emergencia del intercambio y la formación de los precios ante la nueva realidad constituida por las relaciones de producción capitalista. En Inglaterra, la teoría del valor responde al requisito de dar cuenta de la formación de los precios bajo las condiciones específicas de la producción capitalista, es decir, el intercambio entre capital y trabajo y a las condiciones de reproducción ampliada de dicha relación a través de la reinversión. La búsqueda de una medida invariable le hace rechazar la propuesta de los fisiócratas del valor venal, es decir del valor en dinero pues “el oro y la plata. como cualquier otro bien, cambian de valor”. por consiguiente el trabajo al no cambiar nunca de valor, es el único y definitivo patrón efectivo, por el cual se compraran y estiman los valores a todos los bienes, cualesquiera que sean las circunstancias de lugar y de tiempo”. (Op. cit: 34) cuando el autor hablaba de la medida del valor como indicador invariable, lo hacía partiendo del criterio de que el trabajo por naturaleza es susceptible de ser considerado como una medida constante. Cabría aquí la pregunta ¿Que es lo que le permite a este autor y en general a la economía política clásica suponer la invariabilidad natural del trabajo?. Precisamente, el hecho de que en el universo de agentes económicos concebido por la economía política clásica, el trabajador es “propietario” natural de su trabajo, siendo este el único “bien” que posee para reproducirse. El terrateniente posee (naturalmente) la tierra y el capitalista el capital.
El trabajo, al mismo tiempo, sería también el elemento “originario” a partir del cual el hombre (en términos genéricos) realizaba sus intercambios. Respecto a la caracterización de lo que es trabajo productivo e improductivo, A. Smith difiere de los fisiócratas en tanto que intenta señalar la capacidad de producir riquezas que posee la manufactura. Recuérdese al respecto que la producción industrial en Francia era esencialmente de tipo artesanal y los artesanos considerados como la clase estéril. Por el contrario, reflexionando en pleno proceso de desarrollo de la producción en los talleres manufactureros A. Smith intentará proponer que es precisamente el trabajo industrial el que genera excedentes. Al igual que los fisiócratas, lo determinante para la distinción entre trabajo productivo e improductivo es el criterio de la producción de excedentes: aquel valor que excede la “manutención” del trabajador y que tal manutención pueda ser pagada por el propio trabajador. Es productivo, entonces, en este esquema aquel trabajador que mediante su trabajo añade, agrega valor a la materia y al mismo tiempo esta materia configura un producto intercambiable, una mercancía. Lo importante en este contexto es entonces garantizar “el fondo que los mantiene” (a los trabajadores) , es decir los “adelantos” según los fisiócratas ya que por “naturaleza” el trabajo tiene la específica particularidad de reproducirse a sí mismo, pagar su propia retribución y además pagar una retribución al capital que lo emplea. La definición de trabajo productivo y trabajo productivo no pertenecen a la naturaleza misma de la actividad sino al contenido específico que estas adquieren en una formación social determinada. Para Marx, entonces, la definición del trabajo productivo o improductivo no pertenece a la naturaleza misma de la actividad sino por el contenido particular de las relaciones sociales de una formación social determinada, en este caso el contenido que el trabajo adquiere, bajo las relaciones sociales capitalistas de producción. Para A. Smith, al igual que para los fisiócratas, no es el trabajo el productor de la ganancia, sino el capital en tanto agente activo y autónomo capaz de generar las condiciones de la producción. El trabajo es, entonces, productivo sí y sólo sí es movilizado, puesto en producción por el capital. Así, la teoría del valor trabajo en el universo smithiano se limita al trabajo en tanto mercancía al servicio Un enfoque relacional D. Ricardo, por ejemplo, centró mas su atención en el análisis específico de las relaciones entre Ganancia, Renta y Salarios y, en este sentido, expresar algunas discrepancias con aquel. ( iv[29]) para D. Ricardo en cambio lo fundamental era la relación (inversa) que existiría entre el beneficio y la renta Las primeras conclusiones que podemos extraer de la presente cita son: 1) La tasa de beneficios no se determina por la competencia en el mercado, sino por la disponibilidad de tierras productivas lo que configura la tendencia de la capacidad productiva del trabajo. 2) La relación inversa entre renta y beneficio que implica una transferencia de los beneficios del agricultor (y como veremos todos los agentes que Ricardo consideraba productivos) hacia el terrateniente: una de sus inquietudes mas fuertes fue precisamente ofrecer una justificación teórica contra el interés de los terratenientes en mantener elevadas las rentas. La forma de estudio de la economía por parte de Ricardo se aproximaba, metodológicamente hablando, a la de los fisiócratas, aunque en su teoría de los beneficios y por su crítica a los intereses terratenientes difería tanto de éstos como de A. Smith. ( v[31]) Ricardo se preocupará por las relaciones entre la renta, el beneficio y el salario en la producción. Así, para el autor, la tendencia al alza de la renta se produce en una situación de aumento, de la demanda de granos a consecuencia de un incremento en la tasa de población o bien en las necesidades de consumo de la misma (aquí hay una clara vinculación entre la teoría de Ricardo y los postulados de Malthus). Es posible observar entonces dos planteos centrales de la teoría de Ricardo a los que ya hemos hecho cierta referencia: 1) La renta es una especie, un desprendimiento del beneficio y la relación entre ellos es inversa. 2) La producción en el margen agrícola (las tierras fértiles) determinan por sus costos más elevados, los precios del mercado. A diferencia de A. Smith, entonces, hay una determinación que parece ser anterior al funcionamiento del mercado tanto de la tasa de beneficio, como de los precios. Esta determinación es anterior sólo en un primer análisis: para Smith lo que causa la disminución de los beneficios, etc. es la competencia en el mercado; para Ricardo es el aumento global de la renta y los rendimientos decrecientes. lo que explica en Ricardo tanto la productividad decreciente y de allí el nivel del beneficio, la renta y los “costos”, no es más que la demanda de alimentos, producto de un aumento en la población. Para Ricardo, lo importante era determinar el nivel de la tasa de ganancia como un desprendimiento del salario real constante, y toda variación de los salarios proviene, de la variación del precio de las mercancías que entran en su composición. Pues si bien hay una determinación anterior al mercado de los niveles de los salarios, la ganancia y la renta, hay un razonamiento en términos de precios que también es anterior. De manera tal que para la determinación de este precio D. Ricardo razona (aunque con modalidades distintas) en términos smithianos (que son los términos de toda la economía política), es decir, el precio natural del trabajo: Esta posición de Ricardo, de importancia política para su época, tiende a ubicarlo, según hemos visto, como un detractor de los intereses de los terratenientes enfrentándose a las propuestas de Smith y Malthus. Sin embargo esta perspectiva debe ser relativizada pues a lo que Ricardo se oponía realmente era a la continuación del desarrollo de la renta ,como consecuencia del efecto derivado de la relación entre el aumento de la demanda de granos y las restricciones propias de la productividad
decreciente que implica la extensión de la producción hacia nuevos márgenes de cultivo y de allí la creación de más altos niveles globales de renta. En este marco, las concepciones ricardianas se proponían limitar coyunturalmente la expansión de los intereses de la clase terrateniente para favorecer el desplazamiento del destino de los excedentes hacia la “nueva” burguesía manufacturera. Ricardo intentó “compatibilizar” el interés de la nueva burguesía con los intereses generales de la comunidad, pero estas posiciones no invalidaban estratégicamente la posición de poder de la clase terrateniente ni sus intereses en el largo plazo, La propuesta de Ricardo estaba dirigida por la necesidad del aumento del beneficio y, coyunturalmente, este aumento sólo era posible por la disminución de las barreras aduaneras y el desarrollo tecnológico en el campo, pues estas medidas tendrían el efecto de reducir los costos de producción (el valor de los salarios) para consecuentemente aumentar los beneficios. al desarrollar Ricardo un modelo de relaciones entre beneficio y renta, y beneficio y salarios, como hemos visto, estos análisis parten del supuesto, implícito (de allí en gran parte se desprende su carácter ideológico) de que la organización social “natural” y por lo tanto universal del hombre es la sociedad capitalista tal cual se les aparecía Inglaterra en los inicios del siglo pasado. 7. La economía subjetivista y la noción de utilidad marginal se postula que en los clásicos las preocupaciones pasaban fundamentalmente por el descubrimiento de las leyes que regían el sistema económico, mientras que a partir de ese entonces, el énfasis pasó a estar puesto en el comportamiento de los sujetos o agentes económicos. Los economistas subjetivistas partieron del sujeto económico como unidad de análisis e intentaronformular principios y modelos sobre su comportamiento. En este sentido, se plantearon analizar las reacciones que se producen en dichos agentes económicos (empresarios, trabajadores, consumidores) al enfrentarse a la satisfacción de sus necesidades mediante recursos siempre existentes en cantidad limitada para cumplir aquel objetivo, de allí sus dos categorías principales: la escasez y la elección. La escasez fue concebida como un principio ordenador del comportamiento humano, basada en el presupuesto de que las necesidades del hombre son ilimitadas. La relación entre necesidades ilimitadas y recursos escasos constituyó la premisa clave a partir de la cual podían enunciarse y modelizarse los comportamientos de los sujetos económicos. En los economistas posteriores a los clásicos el análisis de los valores y sus transformaciones en precios dio lugar a su referencia respecto de los precios formados en los mercados. Del análisis de la oferta y la demanda como mecanismos del sistema para regular en el largo plazo los desequilibrios se paso casi exclusivamente a priorizar los mecanismos por los cuales opera la demanda y esta concebida desde modelos del comportamiento individual de los sujetos El análisis marginalista, según veremos, parte del supuesto de que todo bien posee una utilidad decreciente para los sujetos; a partir de allí construyen sus modelos de comportamiento racional único y supuestamente predecible para todos los agentes económicos. La hegemonía de la economía subjetivista, hacia finales del siglo pasado y que continúa en la actualidad tiene, fundamentos objetivos en las condiciones operantes en la realidad social y en el pensamiento científico (Pesenti;1980). 8. La noción de utilidad marginal ( Se parte de la premisa de que el hombre (siempre genérico) tiene diferentes necesidades, las cuales, en términos generales, son ilimitadas, pero siendo que los bienes se le presentan en forma escasa los individuos en particular deben optar. de allí que la demanda de bienes puede ser jerarquizada en una escala de preferencias. Necesidad sería, en este caso, cualquier sensación penosa susceptible de ser eliminada por un bien que siempre se encontrará en forma escasa (ya que, como se dijo, las necesidades son en general ilimitadas), excepción hecha de elementos como el aire, por ejemplo, que se encuentra en forma ilimitada y simplemente se usa, no tiene un precio, no es objeto de cálculo económico, no es un bien económico. son bienes económicos aquellos que satisfacen una necesidad y cuya cantidad es limitada en relación a tal necesidad. A su vez, la utilidad de un bien, o sea su capacidad de satisfacer una necesidad, depende también de la cantidad disponible del mismo. Pero paralelamente a su escasez, la utilidad de un bien es también decreciente respecto al grado de satisfacción de la necesidad por la que fue requerido. De lo anterior se deduce un concepto de utilidad: la utilidad de un bien no responde a su genérica capacidad de satisfacer una necesidad. para la economía subjetiva la utilidad económica de un bien concreto deriva de la cantidad disponible del bien (escasez) y las necesidades que en realidad se subsumen en una escala de valores o preferencias de los individuos en las que se inscribe dicho bien. La utilidad marginal de un bien será mas elevada mientras menor sea la cantidad disponible del mismo respecto a la necesidad que se intenta satisfacer. A partir de esta definiciones mínimas resultaría posible deducir las decisiones de un individuo en la satisfacción de sus necesidades. 9. ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y ECONOMÍA DEL SUJETO. Confluencias y divergencias. La Antropología Económica es, en ese sentido, una especialidad de reciente data. Cuando decimos esto no pretendemos desconocer que ya en los antropólogos clásicos existía una preocupación por el estudio de las “prácticas” y “costumbres” del intercambio, el trabajo, la distribución, el consumo, etc. en las sociedades “ágrafas”. Pero tales preocupaciones parecían no ir mas allá de producir intentos de clasificación de datos etnográficos dispersos bajo aquellos “rubros” que se suponían “económicos” y ello con el objetivo, típico de la antropología evolucionista, de hipostasiar “estadios” de la evolución de la sociedad. Así, Karl Buecher (1890) planteaba que, al menos en los pueblos de occidente, existieron tres estadios en la evolución económica. Un estadio de la economía doméstica, donde la producción personal se realiza en forma aislada, la economía no conoce el intercambio y los bienes son consumidos allí donde se producen; otro estadio de la economía urbana, donde la producción es para unos clientes mediante intercambio directo, los bienes pasan inmediatamente del productor al consumidor; y finalmente, el estadio
de la economía nacional donde encontramos que la producción de mercancías y los bienes pasan generalmente por una serie de economías antes de entrar en el consumo (op. cit. : 85). Esquemas evolutivos como el precedente constituyeron el andamiaje metodológico característico de las investigaciones clásicas en Antropología. Se intentaba demostrar que tales instituciones habían evolucionado de lo simple a lo complejo y que en general, todos los pueblos y culturas habrían pasado casi necesariamente por estadios cada vez mas desarrollados hasta arribar al orden social contemporáneo. La antropología clásica, al igual que la economía política clásica, se desarrolló como la producción de un conocimiento que intentaba erigirse en gran medida como un modelo racionalizador y a la vez justificador del nuevo orden en expansión. La antropología clásica había trabajado hasta ese momento en dos sentidos: por un lado, se clasificaban los materiales etnográficos provenientes de distintas comunidades tribales contemporáneas con el objeto de clasificarlos mediante técnicas comparativas en estadios evolutivos y por el otro, explicaba la existencia de prácticas y costumbres tradicionales en la actualidad mediante la noción de “supervivencias”, es decir que determinados comportamientos “exóticos” (siempre a los ojos del observador) era adjudicado al mantenimiento o persistencia de prácticas y/o concepciones del mundo de estadios anteriores. ( vi[41]) El objeto de investigación continuaba siendo el descubrimiento de las leyes que regulan la naturaleza de las instituciones “primitivas” y entre ellas aquellas que se consideraban pertenecientes al campo de lo económico comenzaban a tener un espacio de consideración. El mayor rigor metodológico que se imponía el programa funcionalista perdía eficacia crítica al quedar encerrado en la reproducción de aquel paradigma clásico, pero contenía a su vez una propuesta cuya eficiencia se asentaba en la funcionalidad de su empirismo respecto a los requerimientos de la administración colonial. Fue así que la práctica antropológica funcionalista fue inmediatamente asumida y apoyada por el gobierno británico que incorporó a una parte significativa de sus profesionales a la gestión y administración de las mismas, sea en la forma de asesores o directamente como funcionarios (cfr. J. Llobera 1975; D. Kaplan y R. Manners, 1975). También es importante señalar que si, para los antropólogos clásicos, la noción de progreso ligada al desarrollo de las relaciones de la producción capitalista en todos los ámbitos del planeta, de acuerdo con lo ya expresado, se les imponía como una realidad incuestionable desde su rol de intelectuales burgueses, para los antropólogos funcionalistas esta situación no debió de ser tan clara, si pensamos que su producción comenzó a desarrollarse en forma sistemática durante la Primera Guerra Mundial y se extendió durante todo el periodo de entreguerras. Fue así que la práctica antropológica funcionalista fue inmediatamente asumida y apoyada por el gobierno británico que incorporó a una parte significativa de sus profesionales a la gestión y administración de las mismas, sea en la forma de asesores o directamente como funcionarios (cfr. J. Llobera 1975; D. Kaplan y R. Manners, 1975). También es importante señalar que si, para los antropólogos clásicos, la noción de progreso ligada al desarrollo de las relaciones de la producción capitalista en todos los ámbitos del planeta, de acuerdo con lo ya expresado, se les imponía como una realidad incuestionable desde su rol de intelectuales burgueses, para los antropólogos funcionalistas esta situación no debió de ser tan clara, si pensamos que su producción comenzó a desarrollarse en forma sistemática durante la Primera Guerra Mundial y se extendió durante todo el periodo de entreguerras. Los ejemplos del Kula y el Potlatch, reconocidos como modelos etnográficos, dieron lugar á descripciones de instituciones semejantes por parte de la antropología de la época, a las cuales, mas allá de reinterpretaciones más recientes y críticas a algunos postulados, debe reconocérceles el impacto que produjeron para el tratamiento de las cuestiones “económicas” en antropología. Surgimiento de la Antropología Económica El término Antropología Económica fue empleado por primera vez en 1952 por Melville Herskovits. La Antropología Económica nace así como una interdisciplina, un intercambio de información y, conocimientos entre las ciencias económicas y las antropológicas. Intercambio con características particulares ya que desde el comienzo se propone una específica direccionalidad de dicho intercambio: el ajuste de los datos etnográficos a determinadas categorías económicas. Digamos, para comenzar, que en dicho programa interdisciplinario la ciencia económica aporta conceptos y modelos (teoría) y la antropología estudios de campos (etnografía). Esta división del trabajo interdisciplinario fue asumida por los propios antropólogos economistas con la intencionalidad manifiesta de superar las “debilidades” propias de la teoría antropológica, que hasta ese momento había dado escasa cuenta de las cuestiones teórico-metodológicas implicadas en el conocimiento de las “variables económicas” en los estudios de las sociedades “primitivas Herskovits toma una de las definiciones genéricas de la época como la de Alfred Marshall a la que considera “probablemente la definición más conocida”: “La economía política es el estudio de la humanidad en cuanto a los negocios ordinarios de la vida, examina la parte de la acción individual y social que guarda una relación mas estrecha con la obtención y el uso de los requisitos materiales del bienestar”. (op. cit. :50) se construye entonces una Antropología Económica que apunta a la descripción, sobre fuentes de segunda mano, de prácticas e instituciones “primitivas” con el objeto de dar cuenta “del fondo sobre el cual deben proyectarse las innovaciones”. Comprendemos así que el programa de Antropología Económica propuesto implica dar cuenta de determinadas instituciones y prácticas económicas “primitivas” para que “las innovaciones que lleven adelante planificadores, administradores y “quienes tienen algo que ver con lo planteado...logren el ajuste factible” . Dos observaciones adicionales pero también elementales deben hacerse al respecto y ambas trascienden las implicaciones metodológicas. Por un lado se reitera la expectativa de instrumento de planificación colonizante que se tiene sobre el conocimiento antropológico reservando para este el lugar de instrumento de ajuste de la intervención política. Por otro lado, semejante
propuesta se cimenta sobre el desconocimiento (pues se niega a tratarlo como objeto antropológico) de las transformaciones sociales “económicas” por las que han atravesado las prácticas e instituciones de las comunidades y grupos sociales analizados. Transformaciones que mas allá de la voluntad, conocimiento o posición ideológica o política que sustente el planificador o administrador o el antropólogo que les sirva, son el resultado histórico-concreto del desarrollo y expansión de las relaciones de producción e intercambio capitalistas a nivel planetario; hecho social que determinada forma de producción del conocimiento antropológico insiste en dejar de lado como si no perteneciera a su “campo” específico de análisis. La Antropología Económica como campo específico. Durante la década de 1960 se produjeron una gran cantidad de trabajos de carácter predominantemente teóricos en torno a las cuestiones enunciadas en un debate que dividió a los antropólogos economistas en dos posturas encontradas, aunque con matices de interés. Se trata de la polémica entre los autores denominados “formalistas” y los autores denominados “sustantivistas”. Los autores formalistas intentaron demostrar la universalidad de los principios de escasez y elección presentes en las definiciones “subjetivistas” en economía. frente a la existencia de mercados formadores de precios, la economía formal o subjetiva logra eficacia explicativa. El problema de su validez ocurriría cuando nos trasladamos a “otras” sociedades. En las “economías” sin mercado, los mecanismos institucionales, o (como el autor los denomina) las formas de integración son específicas y fundamentalmente dos: la reciprocidad y la redistribución. “La reciprocidad denota movimientos entre puntos correlativos de agrupamientos simétricos; la redistribución designa los movimientos de apropiación hacia un centro y luego hacia el exterior; el intercambio hace referencia aquí a movimientos viceversa en un sentido y en el contrario que tienen lugar como ‘entre manos’ en un sistema de mercado”. (ibid.:162) Antropología Económica y materialismo histórico Quizás el autor más influyente en esta corriente de pensamiento es M. Godelier quien, además, sistematizó, desde el materialismo histórico una crítica a ambas corrientes. este autor plantea que en la práctica, es decir cuando describen etnográficamente las sociedades estudiadas, los formalistas abandonan la definición de economía que habían sustentado y de hecho, estudian lo que es el objeto de la economía según los sustantivistas (1976:284). Sostiene además que en estos autores, al asignar a la Antropología Económica el estudio de las formas en que los hombres combinan sus recursos escasos para conseguir fines específicos, lo económico se diluye en el estudio de todo comportamiento finalista e intencional. Respecto a los sustantivistas responde críticamente en el sentido de que confunden el análisis del sistema económico con sus aspectos visibles, propios de una metodología empirista. Critica también la orientación de estas investigaciones hacia las problemáticas de la circulación de los bienes dejando de lado el aspecto esencial de un sistema económico que, según sus propias definiciones, estarían constituidas por las relaciones de producción
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