Trasplante Un trasplante es el traspaso de células, tejidos u órganos vivos de una persona (el donante) a otra (el receptor) o de una parte del cuerpo a otra (por ejemplo, los injertos de piel) con el fin de restaurar una función perdida. El trasplante puede aportar un enorme beneficio a las personas afectadas de enfermedades que, de otro modo, serían incurables. Las transfusiones de sangre, que se realizan en millones de personas cada año, son el tipo de trasplante más común. El trasplante de otros órganos generalmente supone encontrar un donante compatible, así como aceptar los riesgos que implica someterse a una cirugía mayor, utilizar potentes fármacos inmunodepresores, afrontar un posible rechazo del órgano trasplantado y sobrellevar graves complicaciones o incluso la muerte. De todos modos, en los casos de personas cuyos órganos vitales (como el corazón, los pulmones, el hígado, los riñones o la médula ósea) dejan de funcionar correctamente y es imposible que recuperen su funcionamiento normal, el trasplante de un órgano sano puede ofrecerles la única posibilidad de sobrevivir. Los tejidos u órganos donados pueden provenir de una persona viva o bien de alguien que acaba de morir. Es preferible contar con tejidos y órganos de un donante vivo, porque las posibilidades de que sean trasplantados con éxito son mayores. Sin embargo, órganos como el corazón, el hígado, los pulmones y los componentes del ojo (la córnea y el cristalino) sólo pueden provenir de alguien que haya muerto recientemente, por lo general debido a un accidente más que a una enfermedad. Los donantes vivos suelen ser miembros de la familia del paciente. La médula ósea y los riñones son los órganos más donados por personas vivas. Como el cuerpo tiene dos riñones y puede funcionar bien sólo con uno, por lo general un miembro de la familia del paciente puede donar su riñón sin problema. También se han hecho trasplantes de porciones de hígado y tejido pulmonar provenientes de donantes vivos. Un órgano de un donante vivo es trasplantado minutos después de ser extirpado. Las personas pueden indicar su deseo de donar órganos y, en algunos países, esta voluntad queda registrada en su permiso de conducir. Con el fin de que sea posible trasplantar un órgano sin demora, una base de datos computarizada busca información sobre las personas que necesitan un órgano en particular y su tipo de tejido (para poder comprobar su compatibilidad). Algunos órganos sobreviven pocas horas fuera del cuerpo; otros pueden conservarse en frío durante varios días hasta que se realice el trasplante. En algunos casos varias personas pueden beneficiarse del trasplante de órganos procedentes de un solo cuerpo. Por ejemplo, teóricamente un donante podría aportar córneas para dos personas, riñones para otras dos, un hígado para un paciente, pulmones para dos, y un corazón para otra persona más.
Compatibilidad de los tejidos Trasplantar tejidos y órganos de una persona a otra es un proceso complejo. El sistema inmunitario normalmente ataca y destruye el tejido extraño (un problema conocido como rechazo del injerto). El tejido donado debe tener la máxima afinidad posible con el del receptor para reducir la gravedad de un rechazo.
Para que los tejidos sean compatibles lo máximo posible, los médicos determinan el tipo de tejido tanto del donante como del receptor. Los antígenos (sustancias capaces de estimular una respuesta inmune) están presentes en la superficie de cada célula del cuerpo; cuando a una persona se le trasplanta un tejido, los antígenos de dicho tejido trasplantado alertan al organismo del receptor de que se trata de tejido extraño. Existen tres antígenos específicos en la superficie de los glóbulos rojos (los antígenos A, B, y Rh) que determinan si una transfusión de sangre será aceptada o rechazada. Es por este motivo por el que la sangre se divide en distintos tipos según estos tres antígenos. Otros tejidos contienen una gran variedad de antígenos, lo que posibilita una mejor compatibilidad. Un grupo de antígenos llamados antígenos leucocitarios humanos (HLA) es de máxima importancia cuando se trasplantan tejidos en lugar de glóbulos rojos. Cuanto mayor sea la compatibilidad de los antígenos HLA, más probabilidades existen de que el trasplante tenga éxito. Sin embargo, los expertos aún siguen discutiendo los beneficios que puede aportar este proceso, especialmente en los trasplantes de hígado. Por lo general, antes de que se trasplante algún órgano, se examinan los tejidos del donante y del receptor para comprobar su tipo de HLA. En los gemelos idénticos, los antígenos HLA son exactamente los mismos. En los padres y en la mayoría de los hermanos, varios antígenos HLA son los mismos, pero otros difieren. Uno de cada cuatro pares de hermanos comparten antígenos HLA y son compatibles. En personas de familias diferentes, pocos antígenos HLA son iguales.
Supresión del sistema inmunitario Aunque los antígenos HLA sean compatibles, los órganos trasplantados suelen ser rechazados a menos que se controle estrictamente el sistema inmunitario del receptor. El rechazo, cuando se produce, suele comenzar poco después del trasplante, pero puede manifestarse semanas o incluso meses más tarde. El rechazo puede ser leve y suprimido fácilmente, o bien puede ser intenso y desarrollarse a pesar del tratamiento. El rechazo no sólo puede destruir el tejido u órgano trasplantado, sino que también puede provocar fiebre, escalofríos, náuseas, fatiga y repentinos cambios en la presión arterial. El descubrimiento de que ciertos fármacos pueden frenar (inhibir, suprimir) el sistema inmunitario ha aumentado en gran medida el índice de éxito de los trasplantes. Pero los fármacos inmunodepresores conllevan ciertos riesgos. Al mismo tiempo que frenan la reacción del sistema inmunitario ante el órgano trasplantado, también evitan que éste combata las infecciones y destruya otro material extraño. La inhibición intensiva del sistema inmunitario suele ser necesaria sólo durante las primeras semanas después de un trasplante o cuando el órgano trasplantado parece estar sufriendo un rechazo. Después de ello se administran menores dosis de fármacos, que deben ser tomados de forma indefinida y generalmente suprimen suficientemente el sistema inmunitario como para controlar el rechazo. Muchos tipos de fármacos pueden actuar como inmunodepresores. Con frecuencia se utilizan corticosteroides como la prednisona. Pueden ser administrados de forma intravenosa al comienzo, para luego continuar por vía oral tras la cirugía. La azatioprina ha sido durante mucho tiempo la base del tratamiento inmunodepresor, y otros fármacos, incluyendo el tacrolimus y (muy recientemente) el micofenolato de mofetilo, han sido aprobados para este propósito. La
Copyright ©2005 Merck Sharp & Dohme de España, S.A. Madrid, España. Todos los derechos reservados