Trabajo Del Libro

  • June 2020
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LIBRO: Libro, conjunto de varias páginas de papel, papiro u otra materia en la que se pueda escribir, unidas entre sí y que contiene textos, ilustraciones o música. Al contrario de los monumentos en los que aparecen textos esculpidos, los libros se pueden transportar fácilmente y, a diferencia de los diarios personales, que pueden tener forma de libro, están concebidos para ser divulgados al público. Un libro ha de tener un cierto número de páginas para ser considerado como tal, y ha de constituir una unidad independiente para distinguirse de las publicaciones periódicas. En las lenguas románicas, grupo al que pertenece el español, existen dos términos que designan el concepto de libro u otros relacionados con él. Por un lado, existe la raíz biblio-, procedente del griego biblos, que designaba originalmente el material vegetal utilizado en la antigüedad como soporte para la literatura escrita, y que se emplea para formar palabras compuestas, como biblioteca o bibliofilia. Por otro lado, existe también la palabra libro, que procede del latín líber, referida también al material vegetal del que se confeccionaban los libros, y que se utiliza bien como término aislado o bien para formar otras palabras, como, por ejemplo, librería. La palabra libro se aplica, por extensión, a los rollos utilizados en la antigüedad y, con ella se denomina también a ciertos conjuntos de obras, como el Libro de los muertos egipcio o a las divisiones internas de una obra, de modo que se puede hablar de los distintos libros de la Biblia o de los libros que conforman la Eneida de Virgilio. Los libros, como objetos portátiles y relativamente duraderos, han ayudado a preservar y difundir el conocimiento y los sentimientos de sus autores a través de vastas extensiones de espacio y tiempo, hasta el punto de que se puede decir con toda razón que la civilización actual no habría sido posible sin su existencia. En la Antigüedad, la forma del libro era de rollo. Sobre una de las caras se escribía el texto en columnas sucesivas. El lector iba desenrollando un extremo y enrollando la parte ya leída con el inconveniente de que todo el libro debía ser desenrollado de nuevo antes de que otro lector lo usara. Este sistema ocasionaba un gran deterioro del material que solía ser el papiro. La base para preparar el papiro eran finas tiras del tallo fibroso de una planta que crecía a orillas del Nilo. Se superponían perpendicularmente dos capas de estas tiras fibrosas, se secaban al sol y se prensaban hasta formar hojas que se unían más tarde entre sí hasta formar el rollo. Se usó en toda la zona mediterránea durante milenios pero apenas ha llegado alguna muestra hasta nuestros días. Toda la producción 1

de papiros estaba bajo el monopolio de los egipcios. En momentos de escasez se buscaron nuevas soluciones. El cuero se usó en algunas ocasiones pero no resultaba adecuado para la escritura. Según el historiador romano Varrón, fue en Pérgamo donde se ideó un método de tratar las pieles de animales para crear lo que hoy conocemos como pergamino. El uso del pergamino no se generalizó, no obstante, hasta más tarde, durante los primeros siglos de la era cristiana. A partir del siglo IV d.C., el pergamino sustituyó por completo al papiro. El pergamino es una piel de cabra, oveja, carnero o vaca tratada a fin de quitarle el pelo, pulirla, y reparar los fallos que pudiera tener. De la piel de ternera o de becerros recién nacidos se obtenía la vitela, piel de muy alta calidad, fina y flexible, que se dedicaba a códices miniados. A finales del siglo I d.C. el pergamino abandonó la forma de rollo a favor del códice, (en latín, ‘libro’), antecedente directo de los actuales libros. El códice, que en un principio era utilizado por los griegos y los romanos para registros contables o como libro escolar, consistía en un cuadernillo de hojas rayadas hechas de madera cubierta de cera, de modo que se podía escribir sobre él con algo afilado y borrarlo después, si era necesario. Entre las tabletas de madera se insertaban, a veces, hojas adicionales de pergamino. Con el tiempo, fue aumentando la proporción de papiro o, posteriormente, pergamino, hasta que los libros pasaron a confeccionarse casi exclusivamente de estos materiales, plegados formando cuadernillos, que luego se reunían entre dos planchas de madera y se ataban con correas. Las columnas de estos nuevos formatos eran más anchas que las de los rollos. Además, frente a ellos poseían la ventaja de la comodidad en su manejo, pues permitían al lector encontrar fácilmente el pasaje que buscaban, y ofrecían la posibilidad de contener escritura por sus dos caras. Por ello fueron muy utilizados en los comienzos de la liturgia cristiana, basada en la lectura de textos para cuya localización se debe ir hacia adelante o atrás a través de los distintos libros de la Biblia. De hecho, la palabra códice forma parte del título de muchos manuscritos antiguos, en especial de muchas copias de libros de la Biblia. El papel llegó a Europa en el año 1150 cuando los árabes establecieron el primer molino de papel en Játiva, Valencia, pero su invención se remonta al año 150 a.C. en China. Para su fabricación se empleaban fibras de cáñamo y algodón, de bambú, morera, lino, caña, etc. El papel proporcionó una base mucho más barata que el pergamino. La historia del papel muestra que su producción no ha dejado de aumentar en ningún momento desde entonces. Cada región ha aspirado a autoabastecerse y el mercado del 2

papel se convirtió pronto en una fuente económica de gran poder. La demanda de papel aumentó considerablemente tras la invención de la imprenta y de manera inusitada con la aparición de los periódicos. A finales del siglo XVII, los avances tecnológicos permitieron mejorar la calidad del papel y se comenzó a experimentar con materias primas diferentes. La fabricación de papel se mecanizó desde mediados del siglo XVIII. En 1797, Nicolás-Louis Robert inventó la máquina continua. La creación de una biblioteca universal era una aspiración olvidada desde los tiempos de la biblioteca de Alejandría. La imprenta hizo renacer la ambición de humanistas y hombres del Renacimiento: reunir todo el conocimiento humano apareció como una posibilidad factible por fin. El nuevo invento propició el enriquecimiento de las librerías particulares, que pronto llenaron sus anaqueles con obras de todo tipo y vino a responder a las necesidades de una minoría letrada que demandaba más y mejores libros. La imprenta hizo posible que una misma biblioteca poseyera distintas obras, comentarios y estudios en torno a un mismo tema. Elisabeth Eisenberg ha afirmado que la posibilidad de consultar varios textos y compararlos supuso que se descubrieran más fácilmente contradicciones o distintos puntos de vista en diversos terrenos científicos. La información se hizo cada vez más accesible y dejó de ser necesario viajar por toda Europa porque el mercado librario se expandió y agilizó. El intercambio cultural se convirtió en algo habitual para ciertos grupos sociales y profesionales. En total, se cifran en 20 millones los ejemplares impresos en el siglo XV y en unos 200 millones los que salieron de las imprentas europeas durante el siglo XVI. Las grandes y ricas bibliotecas de Italia anteriores a la imprenta demuestran la diferencia numérica con respecto a las colecciones que, posteriormente, pudieron beneficiarse del nuevo invento: la de Petrarca, formidable para su época, estaba formada por unos 200 manuscritos, mientras la de Boccaccio rondaba los 90. Niccolò Niccoli, el mayor coleccionista de manuscritos de comienzos del Quattrocento, logró reunir 800 y Pico della Mirandola llegó a los 1695. La Biblioteca Vaticana, por su parte, se situaba en una posición destacada con sus 3.650 títulos en 1484, frente a los más de 15.000 títulos de la biblioteca de Fernando Colón (1480-1539).

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EL LIBRO XILOGRAFICO: Los primeros en imprimir imágenes o signos sobre el papel fueron los chinos en el año 594 a.C. La técnica empleada fue la xilografía, que consistía en tallar en una plancha de madera las palabras o figuras que se querían imprimir, tras lo cual la plancha se cubría de tinta y se colocaba el papel. En el año 770, la emperatriz Shotoku ordenó que se estampara un millón de copias de una cita de las escrituras budistas. El primer libro xilográfico de que se tiene noticia fue impreso en China por Wang Chieh el 11 de mayo del 868 según nuestro calendario. Se le conoce bajo el título de Sutra del diamante y está compuesto por siete hojas unidas en forma de rollo. La primera xilografía europea de la que se tiene noticia se data en torno a 1370. Es una imagen hallada en la abadía de Le Ferte-sur-Grosne y que es conocida como "El centurión y los dos soldados". A partir de esa fecha se imprimieron naipes y grabados religiosos que fueron en aumento durante la primera mitad del siglo XV. Las figuras solían llevar breves leyendas formadas por letras que se tallaban en la misma plancha. La xilografía de San Cristóbal de Buxheim, del 1423, que se conserva en la Biblioteca John Rylands de Manchester, revela una gran experiencia por parte del maestro artesano. El perfeccionamiento de la xilografía en el futuro dio vida a libros manuscritos que intercalaban estampaciones y que serían el primer y firme paso hacia el libro impreso. El libro xilográfico apareció en el centro de Europa a partir de 1430. A diferencia de los libros xilográficos chinos, los europeos adoptaron desde el principio la forma de un códice. En 1430 se "imprimió" la Biblia pauperum (Biblia de los pobres) al que sucedieron el Speculum humanae salvatione (Espejo de la salvación humana), el Apocalipsis, un Ars moriendi (Arte de bien morir), el Donato, el Cantar de los Cantares y otras obras hasta rebasar los treinta títulos. Tras la aparición de la imprenta de tipos móviles se abandonó la técnica xilográfica que exigía que los textos fueran grabados página a página, aunque se conocen un par de ellos de finales del siglo XVI impresos en Japón y en Filipinas. Estos libros no solían superar las cincuenta páginas y estaban destinados a personas de escasa cultura. Pretendían difundir nociones básicas de cultura, gramática o religión. En ellos lo fundamental eran las imágenes y se ha pensado que podrían haber sido utilizados por el clero en su labor de enseñanza y evangelización. El Donato, por ejemplo, es un manual de gramática que toma el nombre de un célebre gramático que 4

vivió en Roma alrededor del 350. Escribió una Ars minor y una Ars maior. La tercera parte de esta última recibía el nombre de Barbarismus y fue muy estudiada en las escuelas medievales hasta el punto de que con el nombre de "Donato" se llegó a designar cualquier manual de gramática.

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LA INVENCION DE LA IMPRENTA: Corresponde a China la invención de la imprenta de tipos móviles durante el período de la dinastía Song (960-1279). En torno al año 972 se imprimió un canon budista y en el año 1000 las historias dinásticas. La expansión de China llevó la difusión del invento hasta el Turquestán a finales del siglo XIII. El primer nombre de un impresor conocido corresponde a Pi Sheng quien diseñó una mesa giratoria donde clasificaba los tipos que él mismo hacía con arcilla cocida, madera, bronce o estaño. Se tiene noticia de que, a finales del siglo XIV, Corea ya disponía de una imprenta de estas características y en 1403 el rey Tai Tiong ordenó por primera vez que se fundiera en cobre el alfabeto coreano. Cabe preguntarse si los europeos de mediados del siglo XV conocían estos adelantos técnicos asiáticos y se inspiraron en ellos, o si siguieron su propio camino para llegar al mismo resultado. No hay duda de que comerciantes, diplomáticos y religiosos habían viajado a Asia ya desde el siglo XIII, pero se carece de cualquier tipo de documento que apoye la teoría de que los primeros impresores alemanes conocían la imprenta china y la adaptaron al alfabeto romano. Por otra parte, resulta lógico suponer que si hubiera habido una auténtica conexión entre la imprenta europea y la asiática, su aparición en Europa se habría producido en la región del Mediterráneo y no en Alemania. En el mundo occidental la invención de la imprenta se atribuye a Johann Gensfleisch de Gutenberg en la ciudad de Maguncia durante la década de 1440 al 1450. Además de Gutenberg, otros impresores, en diversos lugares de Europa, habían estado trabajando en un invento que sustituyera a los amanuenses, un ars scribendi artificialiter: Castaldi en Feltre (Italia), el xilógrafo Lorenzo Coster en Harlem (Holanda) o Procopio Waldfogher de Praga en Aviñón buscaban la solución a la creciente demanda de libros por parte de las universidades, de los humanistas y de un público que buscaba entretenimiento y sabiduría a partes iguales en los libros. Se desconocen detalles de la vida de Gutenberg tales como la fecha exacta de su nacimiento en Maguncia, que se sitúa en torno a 1395-1399. Se carece de datos sobre su formación, aunque se sabe que nació en el seno de una familia de orfebres. Llegó a Estrasburgo como refugiado político y, durante su estancia en dicha ciudad, trabajó en secreto para crear tipos móviles bajo la protección de la orden benedictina. La reforma de los benedictinos, agrupados en la Congregación de Bursfeld, imponía una liturgia unificada, lo que hacía necesario un nuevo libro litúrgico estándar para todas las casa de 6

la orden. Se conservan documentos en los que manifiestan la urgencia que sentían por difundir su liturgia. El nuevo invento vendría, así pues, a facilitar su difusión. Se conservan fragmentos de sus primeros trabajos impresos con una prensa de uvas modificada: un poema alemán, Welgericht a Sibylen Buch (El Juicio Final, ca. 144547), del que se conserva una sola hoja en el Museo Gutenberg de Maguncia; un Calendario astronómico (ca. 1445-47), un Donato y algunas bulas papales. En 1450, se inició la producción de impresos tras recibir el apoyo financiero de Johann Fust, quien vislumbró un buen negocio en el nuevo invento. De esta fecha, se conservan tres ejemplares del Misal de Constanza. En 1452, comenzaron los trabajos para la que es considerada la primera gran obra impresa, la Biblia de 42 líneas, también llamada Biblia mazzarina ya que se encontró un ejemplar en la biblioteca del cardenal Mazzarino. Parte de esta primera impresión de la Biblia se hizo sobre pergamino, para clientes de un mayor poder adquisitivo, y el resto en papel. Se puso finalmente a la venta, tras un litigio entre Fust y Gutenberg, en 1456. Dada la longitud y complejidad de la que tradicionalmente se considera la primera obra impresa, la Biblia de 42 líneas, es de suponer que hubo otros "ensayos" y obras de menor envergadura que se han perdido, además de los fragmentos que hemos comentado. Dos años antes, en 1454, se había puesto a la venta una bula de indulgencias promulgada por Nicolás V para quienes ayudaran a la guerra contra los turcos. Sólo se conserva un ejemplar custodiado en la biblioteca de Múnich. Los impresos de Gutenberg no mencionan su nombre. En la Biblia no figura su nombre ni la fecha de su composición. Estos primeros impresos suelen reproducir las características de los manuscritos: dejan en blanco las iniciales, los títulos y las ilustraciones para que puedan ser completadas a posteriori y por la mano de un artesano miniaturista. La última obra que se atribuye a Gutenberg, una vez rota su relación comercial con Fust, es el Catholicon de Johannes Balbus en el que un extenso colofón define por primera vez el arte de imprimir y en el que figura la fecha, 1460. Ese mismo año se retiró a causa de la ceguera. El 3 de febrero de 1468 murió en su ciudad natal. Peter Schöffer, que había comenzado trabajando para Gutenberg como fundidor de tipos e impresor, se asoció con Fust y se casó con su hija. Schöffer tomó las riendas del taller que Gutenberg había perdido por motivos económicos y sacó su primera 7

publicación, el Psalterium o Salterio de Maguncia, en 1457. Este libro aporta grandes novedades: por primera vez se indica de manera impresa el año de publicación y el lugar; lleva la marca del impresor; emplea iniciales grabadas en lugar de dejar el espacio en blanco para completar a mano; se utilizan tintas de varios colores ya que las iniciales se imprimen en negro, rojo o azul. En 1459 salió a la luz, desde el taller de Schöffer y Fust, el Rationale divinorum officiorum y, al año siguiente, la Biblia de 36 líneas formada por tres volúmenes en folio y de la que se conservan sólo trece ejemplares. Schöffer y Fust fueron los primeros en concebir la imprenta como algo más que reproductor de manuscritos. Quisieron llevar su negocio fuera de los límites de Maguncia y vender sus obras en París, creando para ello una red de rutas comerciales para sus libros. Imprimieron el primer catálogo de ventas que se conoce en 1496 a fin de dar a conocer su "fondo editorial", las librerías donde podían adquirirse y un muestrario de los tipos usados en su taller. Los impresores se convirtieron en publicistas de sí mismos y pusieron el nombre de su casa, la marca de impresor y la dirección del taller en la misma portada a fin de darse a conocer. La imprenta nació en un principio no como una revolución en el mundo de la cultura, sino como un método rápido y barato de producir "manuscritos". La abundancia de libros, con relación a los manuscritos, siempre más costosos, hizo proliferar los libros de tamaño medio y pequeño: libros para la devoción y el estudio, libros de uso y lectura personal. El propio desarrollo de la imprenta, pero también la legislación que pronto impuso sus normas, modificó la estructura formal del libro y se hicieron imprescindibles: la portada, preliminares y colofón.

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LA DIFUCION DE LA IMPRENTA: Las luchas políticas que se iniciaron en Maguncia en 1462 culminaron el 28 de octubre con el saqueo e incendio de la ciudad tomada por el elector-arzobispo Adolfo II de Nassau. El taller de Fust y Schöffer resultó destruido por el fuego. Gran parte de la población se vio obligada a huir, y entre ellos muchos artesanos de la imprenta que hasta entonces habían guardado celosamente el invento. Antes de esta fecha, únicamente Estrasburgo y Bamberg disponían de un taller de imprenta propio. En 1470 la imprenta se había difundido ya por las más importantes ciudades alemanas. Anton Koberger fundó en Nuremberg una gran imprenta con más de cien empleados que manejaban veinticuatro prensas. Sus libros no sólo eran perfectos tipográficamente sino también obras de arte. Alberto Durero fue su asesor y trabajó estrechamente con Koberger en las ilustraciones del Apocalipsis en 1498. Anton Koberger acaparó todas las fases del comercio del libro, desde la producción en la imprenta, la distribución, exportación y venta ya que era propietario de librerías en París, Lyón y Tolouse. La primera ciudad no alemana que contó con una imprenta es Subiaco, en Italia, donde se establecen Konrad Sweynheym y Arnold Pannartz. Bajo el patrocinio del cardenal español Juan de Torquemada, Swynheym y Pannartz imprimieron un Donato del que no se conserva ningún ejemplar, De oratione de Cicerón TULIO (1465), De divinis institutionibus de Lactancio y De civitate Dei de San Agustín (1467). Fue a instancias del cardenal Torquemada como los dos impresores alemanes fueron a asentarse en la pequeña localidad de Subiaco y tras las paredes de este monasterio del que Torquemada era abad. Ya se ha comentado en líneas superiores la relación entre ciertas órdenes religiosas y el nacimiento de la imprenta en Maguncia; esta relación se repite nuevamente en Italia. Torquemada fue una figura clave en el establecimiento de la imprenta en Italia y, asimismo, un gran protector de las letras en todos los aspectos. Los libros impresos en el monasterio de Subiaco corresponden a la preocupación humanista de un eclesiástico del Alto Renacimiento abierto a nuevas ideas y a las posibilidades de la técnica. Cabe señalar que Swynheym y Pannartz permanecieron en Subiaco exclusivamente mientras Torquemada ocupó el cargo de abad de dicho monasterio. Poco más tarde, Swynheym y Pannartz se establecieron en Roma, no sin dificultades ya que el gremio de copistas amanuenses estaba alarmado por el nuevo invento. En Italia existían unos talleres 9

profesionales de copia de libros que suministraban copias para bibliotecas particulares, para la Vaticana y para los muchos estudiosos e intelectuales que se desplazaban a Roma. El gremio de copistas era fuerte y estaba bien organizado, su trabajo era de alta calidad y el comercio de libros manuscritos un negocio pujante. Los primeros impresores que se establecieron en Roma tuvieron que enfrentarse a la hostilidad del gremio. Algunos puristas rechazaron los libros impresos como objetos indignos pero ya en 1470 humanistas y bibliófilos florentinos recurrieron a libros "de molde" para sus bibliotecas y sus estudios. Los libreros que decidieron permanecer fieles al manuscrito se vieron en serias dificultades económicas como Vespasiano quien, fiel al manuscrito de alta calidad, se vio obligado a cerrar su negocio en 1478. También en Roma se estableció Ulrich Han quien imprimió las Meditationes del cardenal Torquemada con fecha 31 de diciembre de 1467, el más antiguo incunable romano. De este modo fue el cardenal español el primer autor que vio su obra impresa y bajo su dirección. Los grabados de esta edición reproducen las pinturas murales de la Iglesia de Santa María sopra Minerva cuyo claustro había sido construido a expensas de Torquemada. Hoy han desaparecido los murales de este convento dominico pero, según las descripciones de la época, en el ángulo inferior de cada pintura la imagen de un orator se dirigía al espectador-lector con el texto del correspondiente capítulo de las Meditaciones constituyendo de esta manera una auténtico "libro mural" que se terminó en torno a 1453. Se conservan cuatro ejemplares de la edición príncipe, en Viena, Nuremberg, Manchester y Madrid. Se reimprimió en dos o tres ocasiones sin grabado y siete ediciones más con grabados antes de 1499, lo que da muestra de su éxito. Numerosas obras españolas salen del taller de Ulrich Han, establecido en Roma durante doce años, la Compendiosa Historia Hispaniae (1470) de Sánchez de Arévalo, la Expositio super Psalterio (1470) de Torquemada y el Scrutinium Scripturarum (1471) de Pablo de Santa María. (Véase Humanismo) En 1469 se estableció la primera imprenta francesa en la Sorbona con grandes dificultades ya que la Confrérie des Libraires, Relieurs, Enluminieurs, Ecrivains et Parcheminiers, fundada en 1401, se opuso de manera contundente. Beromünster, una pequeña localidad cerca de Basilea, fue la primera sede de la imprenta suiza donde se publicó en 1472 el Speculum vitae humanae de Sánchez de Arévalo. La primera imprenta 10

polaca se estableció en Cracovia en 1473 donde se imprimió de nuevo Expositio super Psalterio de Torquemada. A Holanda y Bélgica llegó en 1473, a Inglaterra en 1477 de la mano de William Caxton. Pronto, las ciudades más importantes recibieron el nuevo invento. Llegado el año 1500, la imprenta ya había conquistado su espacio en Europa aunque de modo desigual. Estocolmo, Bohemia y Hungría disponían de imprentas pero el centro y sur de Alemania, el norte de Italia y el sureste de Francia concentraban a los mejores y más productivos impresores. Los impresores de la Península Ibérica procedían en gran parte de Alemania y aportaron pocas novedades al panorama internacional del libro. Los Países Bajos se limitaban, en estas primeras décadas, a una clientela regional y a sus necesidades de libros escolares, devocionales y novelas en francés o flamenco. Inglaterra importaba libros desde Francia y sus primeros impresores eran de origen francés. La imprenta llegó a España en 1472 de manos de Johann Parix de Heidelberg, quien instaló el primer taller en Segovia. Allí imprimió el Sinodal de Aguilafuente, seguramente bajo el patrocinio del obispo don Juan Arias Dávila quien presidía el sínodo celebrado los días 1 a 10 de junio de 1472. Se trata de un volumen de 48 hojas en 4º sin indicación de lugar, nombre del impresor ni fecha, impreso con tipografía romana bastante rudimentaria. Los primeros impresos barceloneses y valencianos demuestran la vinculación al humanismo de origen italiano: Aristóteles, Cicerón, Salustio, Floro, Perotti, Leonardo Bruni Aretino, el pseudo-Phalaris, todos ellos en versión latina. Las únicas excepciones a esta tónica general son Les Trobes valencianas y la traducción latina del Esopo realizada por Lorenzo Valla. Los primeros libros impresos llegados a América son los que llevó Cristóbal Colón en su primer viaje. Los libros fueron los inspiradores del proyecto colombino: la Biblia, la Imago Mundi de Pierre d'Ailly, la Historia Rerum de Eneas Silvio Piccolomini, futuro Pío II, y posiblemente el Liber de Marco Polo, de consetuedinibus et conditionibus orientalium regionum que fue impreso en Amberes en 1485. La carta al Escrivano de Ración, Luis de Santángel, fue escrita durante el viaje de retorno de América. Al llegar a Barcelona, Colón se la entregó al impresor Pere Posa, pero de la primera edición, en castellano, solo queda un ejemplar conservado en la New York Public Library. 11

La primera imprenta llegó a México desde Sevilla en 1539 por iniciativa de Juan Cromberger a instancias del obispo de Zumárraga. Ese mismo año salió a la luz la Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana.

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LOS INCUNABLES Se llama incunables a los libros impresos entre la invención de Gutenberg y el 1500. Se trata de una denominación arbitraria ya que no hubo cambios radicales que afectaran a los libros impresos tras esa fecha; sin embargo, sirve para denominar las primeras décadas de producción del nuevo invento. Aldo Manuzio inició su actividad editora e impresora a finales del siglo XV. Introdujo novedades importantes en el mundo editorial y en la manufactura de los libros. Fue el primero en editar a los clásicos latinos en formato pequeño para cuya impresión hubo de crear una tipografía especial que se ha dado en llamar "aldina", consistente en caracteres estrechos e inclinados hacia la derecha a fin de poder incluir más texto en cada página. Editó las obras completas de Aristóteles en griego para lo cual tuvo que perfeccionar la tipografía griega. Los primeros impresores que trabajaron en España eran alemanes y ellos dominaron el panorama de la imprenta española hasta el siglo XVI. Hasta el año 1477 todos los impresores fueron alemanes que ya han ejercido su labor en Italia o en Francia y de allí trajeron las tipografías redondas, no góticas como cabría suponer. Su itinerario por la Península es continuo en busca de nuevos mercados o una ciudad sin competencia donde poder establecerse. En sus talleres se formaron los españoles que comenzaron a trabajar a finales del siglo XV y que fueron ocupando su lugar en el siglo XVI.

Hasta fechas relativamente recientes, Barcelona y Valencia se disputaban el honor de ser la primera ciudad de la península en acoger el nuevo invento. La Gramática de Mates, impresa en Barcelona, indica en su colofón que fue impresa en 1468, pero los estudiosos del tema consideran que es un error de los números romanos y lo más probable y lógico es que fuera impresa en 1488. A continuación, se consideró que el primer libro español impreso era Les obres e trobes davall scrites les quals tracten de lahors de la sacratissima Verge Maria, impreso en Valencia en 1474 por Lambert Palmart. Ésta es, en cualquier caso, la primera obra poética y la primera en valenciano; es un volumen de 58 hojas en 4º que se conserva en la Biblioteca Universitaria de Valencia. También en Valencia imprimió Palmart una obra de Eiximenis, el Regiment de la cosa pública o el Crestiá (1484). 13

Joan Rosembach, uno de los mejores impresores del momento, inició su producción en Valencia pero la mayor parte de su vida profesional se desarrolló en Barcelona con breves desplazamientos a Tarragona y Perpiñán. A su primera etapa en Barcelona se atribuye el Memorial del pecador remut (ca. 1495), un tratado ascético escrito entre 1419 y 1424. La Pasión de Cristo es el tema central de meditación a través de una serie de visiones alegóricas. Ésta es una edición rarísima en la que no consta el lugar, el nombre del impresor ni la fecha; sin embargo la letra, el papel y sobre todo las iniciales son idénticas a las del Eiximenis del Libre de les dones, impreso por Rosembach en Barcelona el año de 1495. Continuó trabajando en Barcelona, tras una breve estancia en Perpiñán, durante el primer tercio del siglo XVI. Las imprentas salmantinas fueron de las más importantes del momento. Resulta lógico pensar que una ciudad eminentemente universitaria sería un lugar propicio para el establecimiento de muchos y buenos impresores. Se da el caso curioso de que todos los impresos omiten el nombre de los impresores aunque sí indican que el libro está impreso en Salamanca y la fecha. En dos de las imprentas de la ciudad fueron publicadas la mayor parte de sus obras. Las dos más conocidas sirven habitualmente para designar las anónimas imprentas donde fueron publicadas: las Introductiones Latinae (1481) y la Gramática castellana (1492), ambas en tipos góticos.

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EL FOLLETIN: A principios del siglo XIX surgió en el panorama francés el "folletín", que llevaba consigo la aparición de un nuevo género literario denominado folletinesco. En ocasiones, el folletín se publicaba en la parte inferior de alguna publicación periódica de modo que pudiera recortarse y coleccionarse hasta completar la novela. El desarrollo de la industria editorial que se había alcanzado a mediados del siglo XIX favoreció la búsqueda de nuevos mercados de ventas. Madrid disponía de 184 imprentas y Barcelona, 41, tras ellas Valencia, Cádiz, Zaragoza, Sevilla, etc. Los editores necesitaban encontrar un nuevo público lector que comprara de manera regular aunque fuera a muy bajo precio. La venta por "entregas" suponía la compra de cuadernillos que correspondían a capítulos de la novela que debían coleccionarse. La clase popular y pequeño-burguesa accedieron de este modo a la lectura sin la necesidad de invertir demasiado dinero y entraron en el circuito comercial del libro. Las mujeres fueron el público más fiel de estas eternas historias que se fragmentaban semana a semana. El folletín o novela por entregas fue el sustento de muchos escritores españoles y enriqueció a muchos editores. Autores de primera fila se dedicaron a escribir novelas de folletín como modo de vida: François-René Chateaubriand, Honoré de Balzac, Eugène Sue, Charles Baudelaire, Alejandro Dumas, Theophile Gautier, George Sand, Victor Hugo, Emile Zola y otros muchos. La moda folletinesca llegó a España, a Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. En España se hicieron muy populares autores como Wenceslao Ayguals de Izco, Manuel Fernández y González, Torcuato Tárrega y Mateos, Julio Nombela, Florencio Luis Parreño y otros muchos que han quedado olvidados en la actualidad. Es obligado distinguir entre aquellos que escribían su obra y la publicaban por entregas, y aquellos otros que escribían por entregas. Los grandes especialistas del género folletinesco firmaban un contrato con el editor por el que se comprometían a entregar un cierto número de páginas cada semana. El sueldo que recibían era muy alto para la época y por ello hubo escritores por entregas que dictaban sus obras a taquígrafos, que componían varias obras a la vez, que reelaboraban la misma historia una y otra vez. El papel de los folletines era de mala calidad. En ocasiones, las primeras entregas eran más cuidadas en su aspecto externo e iban empeorando cuando ya tenían a su público asegurado. Los tipos de imprenta eran excesivamente grandes. Cada página tenía de 20 a 25 líneas, dos columnas, grandes títulos y subtítulos en un esfuerzo constante de ocupar más y más páginas. La forma folletinesca condicionaba el modo de escritura: el lenguaje había de ser fácil y efectista; los diálogos largos, formados por intervenciones 15

cortísimas en las que los personajes se intercambiaban simples saludos y exclamaciones; los personajes ya conocidos se dividían claramente entre buenos y malos.

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LA IMPRENTA S.XX : Durante la primera mitad de siglo XX, siguió avanzando la mecanización en los procesos de producción del libro, pero a medida que avanza el siglo la electrónica sustituye a la mecánica. Aparecen nuevos procedimientos de impresión como el heliograbado, el huecograbado y el offset. La composición mecánica o linotipia ha desaparecido en favor de la fotocomposición. Su rendimiento alcanza los 20.000 signos a la hora y para su uso no son necesarios obreros especializados como eran los linotipistas. Los medios audiovisuales e informáticos suponen una nueva era en las comunicaciones. Los medios técnicos han permitido hasta ahora facilitar las labores de producción del libro, pero en estos últimos años los procedimientos informáticos permiten sustituirlo. Bases de datos bibliográficos ponen a disposición de los interesados ingentes cantidades de información. Grandes archivos, inmensas bibliotecas o exhaustivas enciclopedias no requieren más espacio que un floppy-disc o un CD-Rom, permitiendo además una fácil y rápida actualización. A corto plazo estos medios multimedia sustituirán guías de teléfonos, diccionarios, catálogos especializados, revistas técnicas y científicas, enciclopedias.

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PARATEXTO: “Es lo que hace que el texto se transforme en libro y se proponga como tal a sus lectores y al público en general.” (Genette, Paratextes, 1987). “Es, básicamente, un discurso auxiliar al servicio del texto, que es su razón de ser.” (Genette, Paratextes, 1987). Gérard Genette denomina paratexto, a cualquier texto que se sitúa en la periferia del texto literario: el título, el subtítulo, la dedicatoria, el lema, el prólogo o prólogos, el epílogo o ultílogo o ultimólogo, las notas, glosas o escolios al margen o al pie, las sobrecubiertas, las fajas, los capítulos desechados, los borradores, etc. Constituye el primer contacto del lector con el este punto de vista, funciona como un instructivo o guía de lectura, ya que le permite anticipar cuestiones como el carácter de la información y la modalidad que esta asumirá en el texto.

Clasificación: Los elementos se dividen en 2, elementos icónicos y elementos verbales. Según Genette este no es el único criterio para clasificar tipos de paratextos, ya que encuentra dentro de los elementos icónicos una subdivisión: elementos materiales; y según se trate de elementos paratextuales que rodeen el texto dentro de los límites del libro (peritexto) o fuera del libro (epitexto).

Dentro de la enunciación, el paratexto puede ser autoral o editorial. Autor y editor son los responsables de la publicación; en general, los aspectos publicitarios del paratexto corren por cuenta del editor y el crítico suele ser asignado a un tercero. Ambas tienen la intención de: informar (fecha de publicación, por ej.), interpretar (prefacios), inscribirse en una tradición (ciertos epígrafes), etc El paratexto icónico es por lo gral. responsabilidad del editor, mientras que el verbal se reparte entre ambos. Existen paratextos (como las notas o los glosarios) que pueden ser autorales o editoriales e intercambian funciones entre si.

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Paratexto a cargo del editor: El paratexto editorial se ocupa de la transformación del texto en mercancía y los diversos elementos que lo integran son marcas de ese proceso. Por ej: El sello de la colección indica al lector de que tipo o genero de obra se trata. Paratextualmente la colección se manifiesta a través de un formato que identifica los libros que le pertenecen, por un diseño de tapa y por una pauta de diagramación y tipografía común. Elementos icónicos: El dibujo y la escritura pertenecen al mundo gráfico. La semiología clásica distinguía lo “arbitrario”, codificado (la palabra), de lo “analógico”, no codificado (la imagen). Por una parte la perfección (según Barthes) analógica se basa en códigos de percepción (no se representa lo que se ve sino lo que se conoce) que varían según los tiempos y las culturas, y por otra parte en los códigos de representación (el “arte” o la “retórica” de la imagen). La Ilustración: Cuando la imagen se vincula con el texto dando volumen o jerarquizando ciertos pasajes se transforma en ilustración. La ilustración es una forma de embellecer u ornamentar el texto, con lo que se cumple, además, un objetivo comercial: atraer la atención del público (por ej. Las tapas de los libros). Por orto lado las publicaciones científicas y los libros de texto incluyen otro tipo de ilustraciones aparte de fotografías y dibujos: esquemas y gráfica. La gráfica exige un tratamiento lógico de la información que rara vez es tarea del editor; usualmente el autor acompaña el texto con los gráficos, diagramas y mapas. Es, por lo tanto, un elemento del paratexto autoral. Los esquemas suelen encargarse al ilustrador. El diseño: El diseño es el ordenamiento y combinación de formas y figuras. El diseño gráfico es la manipulación del texto, la ilustración y los márgenes con vistas a su impacto visual. En el diseño tipográfico se encuentra inscrita la representación que el editor se hace de las competencias lectoras del público al que se dirige. Elementos verbales: La tapa lleva tres menciones obligatorias: el nombre del autor, el titulo de la obra y el sello editorial (puede o no incluir el sello de colección). Aparte de estos elementos, el paratexto editorial verbal ocupa en general la contratapa, la solapa, las primeras y las últimas páginas.

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Paratexto a cargo del autor: Es básicamente verbal y consiste en un dispositivo que acompaña al texto con la intención de asegurar la legibilidad, ampliarlo, ubicarlo, justificarlo, y legitimarlo. En algunos casos es difícil delimitar si determinados elementos pertenecen al paratexto o al texto propiamente dicho (por ej. Las notas de autor, referencias bibliográficas y la gráfica). El paratexto de autor es propio de los libros. Los diarios carecen de este paratexto. Elementos icónicos: La gráfica: No es otra cosa que el aprovechamiento máximo de las posibilidades que brinda la escritura de manipular y clasificar conceptos. La imagen visual se crean en tres dimensiones: las dos dimensiones el plano y una variación de color. El tratamiento gráfico consiste en transcribir cada componente de la información mediante una variable visual. En un grado inferior que los diagramas, redes y mapas, se encuentran los cuadros y otras formas de representar la información aprovechando las dos dimensiones del plano. El gráfico administra la prueba verdad. Elementos verbales: El título: Es el elemento más externo del paratexto de autor. Como parte de la tapa del libro, coincide con el paratexto editorial y del autor. Para el lector, el título, es la primera clave del contenido del libro. Según Genette, este tiene tres funciones: 1) identificar la obra (función principal, nombrar la obra) 2) designar su contenido 3) atraer al público. La dedicatoria: Cumple como función, la mención del dedicatario, acompañada o no de una frase que se le dedica y cuyo sentido no siempre es claro para el lector. El epígrafe: Es una cita, verdadera o falsa, que puede ser atribuida falsamente a un autor, autor imaginario o ser anónima. Según Genette sus funciones son: 1) de comentario del título, como anexo justificativo 2) de comentario del texto 3) de padrinazgo indirecto (lo importante es quien lo dice).

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El prólogo: Es un discurso que el autor u otra persona en quien él, o el editor, delega , produce a propósito del texto que precede o sigue. Cumple con 2 funciones: una función informativa e interpretativa (del texto) y una función persuasiva o argumentativa (retener al lector). En obras no ficcionales, el prólogo puede cumplir una función didáctica: explicar el índice. La función mas importante (Genette) es la de interpretar el texto e inscribirlo en un género. Algunos prólogos a ediciones anteriores de una bra o a segundas partes son en realidad respuestas a la crítica o a la recepción que la edición original o la primera parte tuvo en el público. El índice: Es una tabla de contenidos o de materias; un listado de los títulos del texto por orden de aparición con la indicación de la pagina correspondiente, que puede estar al comienzo o al final del libro. Su función es facilitar al lector la búsqueda de los temas de su interés en el texto. El índice refleja la estructura lógica del texto; cumple la función organizadora de la lectura ya que arma el esquema del contenido previamente, además permite al lector darse una idea general del contenido de la misma y el punto e vista o enfoque privilegiado. El índice analítico o temático es un listado de conceptos utilizados en el texto; también podemos encontrar el índice de autores o de nombres. Las notas: Son una advertencia, explicación, comentario o noticia de cualquier clase que se encuentran en lugares donde no interfieran con el texto. Las notas de traductor aclaran la traducción de algún término, citan el original, proponen variantes y/o comparan con otras traducciones. Las notas de editor funcionan como comentarios críticos al texto a través de títulos o frases citadas. La bibliografía: Es una lista ordenada alfabéticamente de autores y títulos de las obras consultadas por el autor, que se ubican al final del libro. También es una sugerencia de consulta o una demostración de lecturas; en estos casos, es paratextual, ya que funciona como complemento no indispensable del texto. Las referencias bibliográficas, son una variedad de las notas, ya que se ubican en relación con un fragmento de texto determinado y se numeran correlativamente, distribuyéndose a lo largo de todo el texto; son los enclaves privilegiados del intertexto en el paratexto (aunque tampoco es clara su pertenencia a este).

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El glosario: Es una lista ordenada alfabéticamente de términos técnicos o que puedan presentar dificultad al lector, acompañados de una definición. Suele ubicarse al final del libro en los márgenes. Tiene una función “didáctica”. Corre por cuenta del autor, a veces se encarga de ella el editor. El apéndice: Es un complemento del texto que no puede incluirse en forma de notas (Textos, cuadros, documentos, testimonios diversos), suele agruparse en las últimas páginas del libro.

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NEXO: Gérard Genette (París, 1930), teórico francés de literatura y poética, uno de los creadores de la narratología. Trayectoria: Genette, tras estudiar Letras, fue alumno de la Escuela Normal Superior y agregado de letras. Ya en 1967, fue nombrado profesor de Literartura francesa en la Sorbona. Más tarde, Genette ha sido director de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios, siempre en París. Es codirector de la revista Poétique, que fundó, y de la colección de ese mismo nombre, esas publicaciones que tanto han hecho por renovar de raíz la crítica literaria. Genette partió del estructuralismo, y se le asoció a ese movimiento impulsado por figuras como Roland Barthes y Claude Lévi-Strauss, del cual adoptó el concepto de bricolage. Poco a poco, llegó a construir una interpretación propia de la poética y de la literatura fundamentada en la intertextualidad. Como crítico desempeña un papel fundamental en el avance de los estudios formales sobre la literariedad y es uno de los representantes más destacados de la Nouvelle Critique. Es una figura capital en la reintroducción en la crítica del vocabulario retórico, que hacia 1960 había sido del todo relegado, más allá de 'tropo', 'metonimia', que tanto han sido empleados por él. A través de numerosos ensayos, ha estudiado el texto, los aspectos de su lenguaje, morfología, orígenes y mecanismos constitutivos. En los tres tomos de Figures (19661972), que le consagran, explora los distintos aspectos de una verdadera ciencia de la narrativa que él denomina «Narratología». También trata sobre el problema de la clasificación de los géneros literarios en Introduction à l'architexte (1979), y sobre las relaciones de los textos con ellos mismos y con los demás textos, la llamada intertextualidad, en Palimpsestes, la littérature au second degré (Palimpsestos, la literatura en segundo grado), 1982. Con Seuils (1987), Genette se interesa por el entorno del texto en forma de libro y todo lo que lo acompaña y hace existir en tanto que objeto accesible o paratexto: así pues, se centra en la presentación editorial y los diversos textos de comentario. 23

En otros aspectos —como el político—, Genette es miembro del grupo Socialismo o barbarie. Su influjo internacional no ha sido tan grande como las figuras estructuralistas; y su obra, académicamente se discute más bien en antologías o en escritos que analizan categorías literarias. Pero el conjunto de los libros de Genette ha conocido un éxito llamativo, porque ha sabido encontrar un tono particular, mezcla de duda y saber, de erudición y humor, sin excluir una profundidad de análisis e intención crítica. En su abecedario irónico de 2006, "Bardadrac" (palabra inventada por una amiga para designar el revoltijo de su bolso) incorpora de todo: reflexiones sobre la sociedad y sus esterotipos; recuerdos de infancia y juventud (comprometida en política); evocación de grandes figuras intelectuales, como Roland Barthes o Jorge Luis Borges; ciudades, ríos, mujeres, música de todo tipo; consideraciones sobre literara y lenguaje, sobre todo en sus codificaciones más difundidas y distorsionantes. Sus libros han sido publicados, en París, por Editions du Seuil. Obras: • Figures

I, 1966; son estudios, entre 1959 y 1965, que parten de escritores

barrocos, de Flaubert, Valéry, Proust, Borges, Robbe-Grillet. • Figures

II, 1969; estudios sobre La Fayette, Balzac, Stendhal o Proust

• Figures

III, 1972; muy centrado en Proust. >> Trad.: Figuras III, Lumen, 1989.

• Mimologiques: • Introduction

voyage en Cratylie, 1976. >> Trad.: Mimológicas, Luis Porcel, 1980.

à l'architexte, 1979.

• Palimpsestes:

La littérature au second degré, 1982. >> Trad.: Palimpsestos: la

literatura en segundo grado, Taurus, 1989. • Nouveau

discours du récit, 1983. >> Trad.: Nuevo discurso del relato, Cátedra,

1998. • Seuils,

1987. >> Trad.: Umbrales, Siglo XXI, 2001.

• Fiction

et diction, 1991. >> Trad.: Ficción y dicción, Lumen, 1993.

• L'Œuvre

de l'art, 1: Immanence et transcendance, 1994. >> Trad.: La obra de arte,

inmanencia y trascendencia, Lumen, 1997. • L'Œuvre

de l'art, 2: La relation esthétique, 1997.

• Figures

IV, 1999.

• Figures

V, 2002.

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• Métalepse:

De la figure à la fiction, 2004. >>Trad.: Metalepsis, de la figura a la

ficción, Reverso, 2006. • Bardadrac,

2006, escritos personales.

BLIBLIOGRAFIA:



http://es.wikipedia.org



http://www.4shared.com/



http://www.slideshare.net



http://wordtrauma.files.wordpress.com



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