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TEXTOS La profesionalización del Ejército y la Logia Lautaro Como consecuencia de los enfrentamientos con otras áreas del antiguo Virreinato, la sociedad continuaba su proceso de militarización. Sin embargo, los cuerpos milicianos formados durante las invasiones inglesas no estaban en condiciones técnicas de sostener campañas extendidas en el tiempo fuera de la ciudad, ni de dar batalla en campo abierto con buenas posibilidades de éxito. Los reveses en el Paraguay y en el Alto Perú ponían en evidencia este límite. Así, ya en 1810, se introdujeron cambios para hacer de esos regimientos de milicias un ejército capaz de afrontar Los nuevos desafíos. Entre otras cosas, era necesario formar verdaderos soldados, que pudieran ser enviados a combatir en escenarios alejados de Buenos Aires. Además, era preciso ampliar el reclutamiento, lo que llevo a reclutar levas1 masivas y más o menos forzosas, que comenzaron a generar descontento. En buena medida, los conflictos políticos de estos primeros años de la Revolución estuvieron vinculados a los cambios y malestares que se produjeron en el campo militar. La profesionalización del Ejército para ponerlo a la altura de las nuevas exigencias fue asumida por un grupo de oficiales rioplatenses formados en España y veteranos de la guerra contra Napoleón, que regresaron a América para ponerse al servicio de la Revolución. Dos de ellos fueron José de San Martín y Carlos María de Alvear, miembros -junto con otros patriotas- de una sociedad secreta semejante a las que eran habituales en los medios militares y políticos de la época: la Logia Lautaro. Esta asociación, que se proponía obtener la independencia, se reunía de manera clandestina y obligaba a sus miembros a seguir las directivas de la Logia cualquiera fuera la responsabilidad que les tocase desempeñar. Todos ellos, por ejemplo, se comprometían a rechazar la designación de funcionarios que no contasen con la aprobación del Consejo Supremo del grupo, además de jurar obediencia y reserva absoluta respecto de los secretos de la organización. La violación de los votos de obediencia, fraternidad y secreta que imponía la pertenencia a la Logia era castigada severamente, incluso con la muerte. En principio, este grupo apoyo a la facción morenista y buscó respaldo en el poder político para introducir los cambios necesarios en la marcha de la guerra y acelerar la declaración de la independencia. En octubre de 1812, la Logia procuro imponer su proyecto político mediante el desplazamiento de dos de los miembros del Primer Triunvirato y la formación de un nuevo gobierno, conocido con el nombre de Segundo Triunvirato e integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. La Asamblea del año XIII. El Segundo Triunvirato convoco a una asamblea en 1813 con la intención de declarar la independencia y de redactar una constitución que rigiera las instituciones del nuevo país. Esa reunión, que se conoce con el nombre de Asamblea del Año XIII, deliberó hasta enero de 1815. Ninguno de los dos objetivos propuestos se logró, pero la Asamblea tomó algunas medidas que permitieron profundizar el desmantelamiento del régimen colonial. Las mas importantes fueron las siguientes: proclamar la libertad de 1
Leva: reclutamiento forzoso de hombres para integrar los ejércitos nacionales o provinciales Historia 4to año 1/7
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vientres, es decir, la libertad de los hijos de los esclavos que nacieran en adelante; eliminar la jurisdicción del tribunal le la Inquisición que funcionaba en Lima y que ejercía su autoridad sobre el Río de la Plata; declarar la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la eliminación de elementos de discriminación y desigualdad, como los títulos de nobleza2, la mita3 y el tributo indígena. Par otra parte, aunque no se avanzó en la declaración de la independencia, se aprobaron oficialmente los símbolos que diferenciaban a las Provincias Unidas de su antigua metrópoli, como los colores celeste y blanco y el himno, compuesto por Vicente López y Planes. Las deliberaciones de la Asamblea se desarrollaron en un clima optimista, fruto de una coyuntura favorable, que pronto se ensombreció. Entre fines de 1812 y principios de 1813, el general Belgrano obtuvo Las victorias de Tucumán y Salta, que lo impulsaron a recuperar el Alto Perú. A fines de 1813, en cambio, fue derrotado en Vilcapugio y Ayohúma. Además, en 1814 la situación internacional dio un vuelco y puso en peligro el terreno conquistado. Ese año se produjo el regreso de Fernando VII al trono. Hasta entonces el conflicto había asumido las características de una guerra civil entre un bando llamado patriota y otro que este designaba como realista. La restitución de Fernando al trono y la declaración de independencia en 1816 la convirtieron en una guerra internacional, que ponía en juego recursos provenientes de Europa y de América, y que enfrentaba a España ya su antigua colonia como países enemigos. Al mismo tiempo, el surgimiento en la Banda Oriental del movimiento artiguista, crítico de la política porteña, complicó aun más la situación de Buenos Aires. El movimiento Artiguista en la Banda Oriental Desde 1811, el comandante de campana José Gervasio de Artigas se había convertido en líder de un movimiento revolucionario en La Banda Oriental, pues había encabezado un levantamiento rural contra el Cabildo de Montevideo en favor de la causa revolucionaria promovida desde Buenos Aires. Para ello, consiguió movilizar a la población rural y logró el apoyo de los sectores populares campesinos, mestizos e indígenas. Las disidencias entre Artigas y Buenos Aires comenzaron porque este cuestionaba las tendencias centralistas porteñas y el modo en que se hacia la guerra en la Banda Oriental; la situación fue haciéndose más tensa a partir de la nueva coyuntura que se impuso en 1814. Por otra parte, las medidas tomadas por Artigas en favor de los campesinos indígenas y mestizos -como la distribución gratuita de tierras- generaron desconfianza en el gobierno de Buenos Aires, que temía una excesiva radicalización de la Revolución. Para las provincias, el federalismo4 de Artigas resultaba inadmisible. Este fue el principio del enfrentamiento que se desarrolló durante gran parte del siglo XIX, entre las facciones que luego se llamaron unitarios y federales. En realidad, la denominación de federales, aplicada a los adversarios del centralismo5, resulta equivoca, pues la mayoría de ellos no eran partidarios de un Estado federal sino de una Confederación, 2
Titulo de nobleza: privilegio hereditario otorgado por los monarcas europeos en retribución de servicios prestados a la Corona. 3 Mita: sistema de trabajo obligatorio al que se sometía a los pueblos indígenas. Se cumplía por turnos, y la selección se realizaba mediante un sorteo. 4 Federalista: tendencia que defendía el derecho de las provincias a ejercer la soberanía dentro de su territorio, delegando pocas facultades al poder central 5 Centralista: tendencia que defendía la primacía del gobierno central, del cual dependieran las provincias Historia 4to año 2/7
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que no es un Estado, sino una asociación de Estados soberanos e independientes. La postura confederal de Artigas y otros líderes del Litoral y del Interior fue duramente combatida desde los gobiernos centralistas. En los años siguientes, el poder de Artigas y la consecuente amenaza que significaba para Buenos Aires se extendieron desde la Banda Oriental hacia las provincias de Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. En 1815, la tensión entre Buenos Aires y Artigas se convirtió en guerra abierta, y Gervasio Posadas, que había asumido como Director Supremo el 31 de enero de 1814, llegó a poner precio a la cabeza del caudillo oriental. Como parte de las hostilidades, el Directorio se sumó al apoyo que el Cabildo de Montevideo brindó a los portugueses cuando en 1816, con el pretexto de la seguridad de sus territorios, invadieron la Banda Oriental. Los portugueses vencieron a la resistencia artiguista entre 1819 y 1820, pero los seguidores de Artigas en Las provincias del actual Litoral argentino (en particular, Santa Fe y Entre Ríos) desempeñaron un papel protagónico en la caída del Directorio, que se produjo en 1820. La declaración de la independencia de las Provincias Unidas Cuando Fernando VII fue restaurado en el trono, en nuestro territorio la situación era cada vez más difícil por el cansancio de cuatro años de guerra, la falta de recursos para afrontar las necesidades urgentes del Estado y las disidencias dentro del bando patriota. Para afrontar todos esos problemas, se acentuó la tendencia a la centralización del poder. Si se observa en perspectiva la sucesión de gobiernos revolucionarios, se puede notar claramente esa tendencia: luego de la Junta Grande, que amplió el número de miembros de la Primera Junta, la cantidad de integrantes de los gobiernos se redujo, y de los Triunviratos se pasó al Directorio, es decir que el Poder Ejecutivo quedó en manos de una sola persona. Para responder a la grave situación imperante, se resolvió convocar a un congreso general constituyente que se reunió en la ciudad de San Miguel de Tucumán y que el 9 de julio de 1816 declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sud América. El nombre del nuevo país, inspirado en la experiencia de los Estados Unidos de Norteamérica, era sumamente vago. No se sabía si las provincias unidas eran las jurisdicciones del antiguo Virreinato del Río de la Plata o si se incluían entre ellas todas las regiones del sur que quisieran declarar la independencia y colocarse bajo el mismo gobierno. San Martín, por ejemplo sostenía el proyecto de ampliar lo más posible el territorio sujeto al nuevo Estado, sumando tantas regiones americanas como fuera posible. Pero este anhelo chocaba con una realidad muy diferente, porque el poder del Estado revolucionario se extendía sobre territorios que controlaba de manera bastante precaria. Provincias enteras estaban en poder de los artiguistas y no reconocían la autoridad del Director Supremo. Surgieron diferencias en cuanto a la forma de gobierno que Las Provincias Unidas habrían de adoptar. En el clima reaccionario de la Restauración, las potencias europeas miraban con desconfianza las experiencias revolucionarias y republicanas. En parte por prudencia y el parte porque también en el Río de la Plata se sintió la influencia de las nuevas ideas, la opiniones de los congresistas favorecían las opciones tendientes a centralizar el poder. Se propusieron, incluso, proyectos monárquicos constitucionales, entre ellos el de coronar a un descendiente de los incas. Uno de los partidarios de esta idea fue Manuel Belgrano. El proyecto, que buscaba despertar simpatías entre los grupos revolucionarios altoperuanos suscitó airadas polémicas. El diputado por San Historia 4to año 3/7
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Juan, fray Justo Santa Maria de Oro, objetó las facultades del Congreso para decidir solo la forma de gobierno y propuso una consulta a las provincias. El diputado por Buenos Aires, Tomas Manuel de Anchorena -enemigo de la opci6n monárquica incaicase pronunció por una federacion de provincias. La discusión en torno de la centralización del nuevo Estado y de la autonomía de que podrían gozar las provincias generó desencuentros entre Buenos Aires y el interior, y entre centralistas y autonomistas. En 1817, el Congreso se trasladó a Buenos Aires y se fortaleció la influencia de las opiniones centralistas que predominaban en la antigua capital virreinal. En ese contexto, en 1819, el Congreso sancionó una constitución que se ganó la indignación de los autonomistas y puso a varias provincias en estado de rebeldía. Ya se perfilaban en la política rioplatense las opciones por el federalismo y por el unitarismo que, en la segunda mitad de la década de 1820, se cristalizaron en la formación de los partidos unitario y federal.
Forma de gobierno
Mandato
Primera Junta 25/5/1810 al 18/12/1810 Junta Grande 18/12/1810 al 23/09/1811 Primer Triunvirato 23/09/1811 al 8/10/1812 Segundo Triunvirato 8/10/1812 al 31/01/1814 Directorio 31/01/1814 al 31/01/1820 Posadas Alvear Rondeau* Pueyrredón Rondeau *Reemplazado interinamente por Álvarez Thomas, desde el 21/04/1815 hasta el fin del mandato
Las campañas de San Martín Mientras tanto, la guerra de independencia proseguía y se profundizaba. Dado que la recuperación de sus antiguas colonias americanas representaba un objetivo de primer orden, Fernando VII no tardó en enviar una expedición con el fin de lograrla. La expedición estuvo dirigida por el general Pablo Morillo y extinguió todos los focos revolucionarios del continente menos el liderado por Buenos Aires. El bando patriota profesionalizó y reorganizó el Ejército, dotándolo de los mejores medios técnicos disponibles para apostar al triunfo militar. En este contexto, el general San Martín concibió la idea de derrotar a los españoles en Chile y en el Perú para aislarlos a la vez en el Alto Perú, actual Bolivia . San Martín se había dado cuenta de la inutilidad de los esfuerzos tendientes a conquistar Lima, principal bastión del enemigo, llegando a ella por tierra a través del Alto Perú. La alternativa era cruzar los Andes, reconquistar Chile y emprender la conquista de Lima con una flota de guerra. Así, San Martín -que había sido capitán del cuerpo de Granaderos a Caballo- organizó a partir de esa fuerza un ejército expedicionario en la ciudad de Mendoza con el fin de encarar las campanas en Chile y el Perú. El empeño de San Martín y de los combatientes del Ejército de los Andes fue inmenso y exigió una gran cantidad de recursos. El Directorio apoyó el proyecto con el dinero disponible en las exhaustas arcas de un Estado que había soportado ya muchos años de guerra. En Mendoza se realizaron colectas de dinero y las mujeres de la alta sociedad Historia 4to año 4/7
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donaron sus joyas y bordaron las banderas del ejército que cruzó los Andes y venció a los realistas en las batallas de Chacabuco y Maipú. El esfuerzo no fue en vano: Las victorias de San Martín posibilitaron la independencia de Chile en 1818 y permitieron que las tropas patriotas alcanzaran el Perú en 1820. La Revolución había comenzado en Chile con la formación de una junta de gobierno en 1810, pero en 1813 los realistas habían reconquistado el poder por medio de una expedición armada enviada desde Lima por el Virrey del Perú. La derrota revolucionaria había significado un duro golpe para la causa patriota. Numerosas familias chilenas perdieron a sus hijos, fueron confiscadas sus propiedades y debieron cruzar los Andes para buscar refugio en Mendoza. Sin embargo, la resistencia contra los realistas no se eliminó; continuó en una guerra de guerrillas liderada por patriotas como Bernardo O'Higgins, quien también se había exiliado en Mendoza. Estos focos de resistencia se sumaron al Ejército de los Andes tras el cruce de la cordillera y combatieron hasta el ingreso en Santiago. San Martín, que tenía como próximo objetivo derrotar a los realistas de Lima, se negó a aceptar el gobierno de Chile, que recayó en O'Higgins. El nuevo gobierno chileno apoyó la campana de San Martín al Perú organizando contribuciones voluntarias y estableciendo la confiscación de las propiedades de los realistas. El Perú era uno de los centros clave del poder español en América. Allí el virrey José Fernando Abascal y Sousa había organizado un gran ejercito para volver a poner los territorios y las poblaciones de América del Sur bajo el poder de Fernando VII. Contaba, además, con el caluroso apoyo de los españoles y criollos altoperuano, que desde 1810 temían el discurso igualitario de los rioplatenses, el cual llamaba a terminar con la sociedad de castas basada en la desigualdad jurídica entre españoles, criollos e indígenas. Sin embargo, había también factores de descontento que favorecieron a San Martín. Uno de ellos era el retorno al absolutismo que el virrey Abascal había operado en 1814 en sintonía con el regreso de Fernando al trono. Las libertades que había concedido la Constitución de Cádiz, por ejemplo la libertad de prensa, fueron eliminadas o sumamente restringidas con 1a Restauración. Por otro lado, en el Perú pesaba el cansancio de muchos años de guerra. El ejército organizado por el virrey Abascal era tan caro como los ejércitos patriotas, y se financiaba con los recursos económicos que la población -en especial los sectores propietarios- estaba obligada a aportar. La situación era grave, además, porque las minas de plata altoperuanas, la principal riqueza de la región, se encontraban desde hacía años afectadas por las turbulencias de la guerra y producían mucho menos que durante el período colonial. Para San Martín esos factores de disgusto fueron una ventaja, porque inclinaron a algunos sectores de la sociedad criolla peruana a apoyar su campana. El ingreso de las tropas revolucionarias en Lima dio lugar a la declaración de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821. Sin embargo, la guerra no concluyó totalmente. San Martín tomó medidas irritantes para algunos sectores privilegiados, como la abolición de la mita y del tributo indígenas. Por otro lado, decretó la expulsión de muchos realistas y dispuso que sus propiedades pasaran al Estado nacional. Estas medidas -y otras que también causaron malestar, como, por ejemplo, las contribuciones impuestas por el gobierno para financiar sus actividades y sustentar a las tropas rioplatenses y chilenas acuarteladas en el Perúfavorecieron la lucha de los realistas, que organizaron focos de resistencia en las sierras. Finalmente, San Martin decidió abandonar el escenario americano y dejar a Simón Bolívar la tarea de terminar con los últimos restos del poder español en América del Sur. Tras la entrevista que celebraron los dos generales en Guayaquil en 1822, San Martín Historia 4to año 5/7
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emprendió el regreso al Río de la Plata como etapa previa a su traslado definitivo a Francia, don de murió en 1850. La situación peruana, y en especial la cuestión del Alto Perú, quedó así en manos de Bolívar y de las tropas provenientes, en su mayoría, de la actual Colombia. En la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, los ejércitos patriotas dieron el golpe de gracia al poder español en América y pusieron fin a una década y media de guerra independentista. Finalmente, el Alto Perú, que en un principio había formado parte del Virreinato del Río de la Plata y desde 1810 había sido permanentemente disputado por los dos bandos en pugna, se constituyó como país independiente con el nombre de Republica Bolívar (actual Bolivia) en una asamblea realizada en 1825 con el auspicio del mariscal Antonio José de Sucre. La búsqueda de consenso tras la independencia Las Provincias Unidas del Río de La Plata estaban envueltas en polémicas acerca de la forma de gobierno y divididas por el poder artiguista. Las opiniones políticas comenzaban a escindirse cada vez más abiertamente entre centralistas (luego llamados unitarios) y autonomistas (luego, federales). El Congreso, trasladado a Buenos Aires y más influido por las ideas centralistas, redactó al fin una constitución que fue jurada en la capital el 25 de mayo de 1819. La Constitución de 1819
En La Constitución de 1819, las tendencias centralistas eran evidentes. El documento respondía a la idea bolivariana de la monarquía disfrazada de república y no se pronunciaba por una determinada forma de gobierno. El Poder Ejecutivo quedaba investido de importantes facultades y prerrogativas, y se decretaba la creación de dos cámaras Legislativas: la Cámara de Representantes y el Senado. Se introducía, de ese modo, una combinación de formas de representación política distintas: La de los ciudadanos como individuos y la de las corporaciones, que se consideraban más importantes para el orden social. Mientras que los diputados para la Cámara eran elegidos por los ciudadanos, los senadores lo eran por los cabildos, los obispados, el Ejército y las universidades, y representaban a esas instituciones. La Constitución de 1819 terminó de desatar la guerra entre los caudillos artiguistas y el Directorio, que el 10 de febrero de 1820, en los campos de Cepeda -actual provincia de Buenos Aires- fue derrotado por las fuerzas de los generales Francisco Ramírez y Estanislao López, caudillos partidarios de Artigas. A esa altura de los acontecimientos, el Directorio había perdido consenso, poder y prestigio hasta en la misma capital. Después de Cepeda
Con la batalla de Cepeda y la caída del Directorio, comenzó un nuevo período de la historia de la actual Argentina. Si dejamos de lado la breve experiencia que significaron el Congreso de 1824-1827 y la presidencia de Bernardino Rivadavia (entre 1826 y 1827), a partir de 1820 las provincias se constituyen en Estados soberanos. Ello significa que cada una se gobernó de manera independiente, creando sus propias instituciones de gobierno y dictando las leyes que debían regir las conductas de los ciudadanos. La idea y la intención de volver a constituir una unidad política como en la época virreinal no desaparecieron, y se siguieron manteniendo en buena medida los tradicionales vínculos políticos y comerciales entre los diferentes territorios del antiguo Virreinato del Río de La Plata. En ese momento sólo era posible avanzar mediante la Historia 4to año 6/7
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firma de pactos interprovinciales que permitieran acordar las políticas imprescindibles para regular ciertos aspectos de las relaciones entre dos o más Estados provinciales. En la década de 1820 -y más claramente Luego de 1824- Los conflictos entre centralistas y autonomistas, que en buena medida expresaba diferencias entre Buenos Aires y las provincias, originaron los partidos unitario y federal. Los unitarios creían en la necesidad imperiosa de la unidad y de un gobierno central con amplios poderes sobre las provincias, que debían renunciar a sus pretensiones soberanas. Muchos de ellos pensaban, además, que la reorganiización de la unidad política debía realizarse necesariamente bajo el liderazgo de Buenos Aires. Los federales rechazaban este proyecto y ponían en primer plano el derecho de las provincias a ejercer La soberanía y a delegar algunas facultades en un poder central. Los enfrentamientos entre unitarios y federales, que en varios momentos derivaron en guerra civil, dividieron las opiniones en la actual Argentina durante la primera mitad del siglo XIX.
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