Texto Tema 5

  • November 2019
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Tema 5 El Paleolítico medio en la Península Ibérica. José Manuel Maíllo Fernández 1. Introducción. Con el término Paleolítico medio nos referimos a un momento histórico caracterizado por la aparición de los neandertales, con todo lo que ello ha aportado a la imaginería de nuestra sociedad, sobretodo en lo referente a su extinción y el contacto con los Homo sapiens sapiens, nuestra especie, que les sucedemos en Europa. Pero el Paleolítico medio es mucho más que este contacto, supone un periodo aún poco conocido en sus inicios y poseedor de fuertes controversias en sus momentos finales, pero que aportan los restos materiales de la cultura de una especie extinta y, en tantos aspectos, muy poco diferente a la nuestra. Lo primero que debemos conocer es de qué hablamos cuando nos referimos a Paleolítico medio desde un punto de vista cultural. Historiográficamente se ha asociado en Europa el término Paleolítico medio al de Musteriense, que es el tecnocomplejo más común y conocido en Europa. Sin embargo, esta visión reductora simplifica un registro arqueológico mucho más rico y variado. Por ejemplo, el inicio del Paleolítico medio se asocia a la aparición de tecnocomplejos o industrias líticas que presentan esquemas operativos de lascas frente a la elaboración de macroutillaje y piezas bifaciales (bifaces) y que, en algunos casos, no entran dentro de la clasificación estándar de lo que definimos como Musteriense. Además, en algunas regiones de Europa se siguen tradiciones diferentes, como ocurre con las industrias micoquienses en Europa central. También se asocia el Paleolítico Medio a un tipo humano concreto, el neandertal. Así ocurre en la mayoría de los yacimientos en los que aparecen restos de neandertales; por tanto, los yacimientos que presentan industrias atribuibles al Musteriense y no presentan restos humanos se atribuyen al Neandertal su autoría. Esta premisa, aunque válida como norma general, puede acarrear serios problemas de interpretación en algunas regiones. Por ejemplo, en Próximo Oriente los neandertales y los humanos modernos conviven durante varios milenios y la única industria que se halla en los yacimientos es Musteriense. En la Península Ibérica casi la totalidad de industrias se pueden incluir dentro del denominado Complejo Musteriense y así será tratado en este tema.

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2. Cronología del Paleolítico Medio en la Península Ibérica. Debemos apuntar, en primer lugar, que son varios los métodos radiométricos empleados para datar yacimientos del Paleolítico medio. El Carbono 14 sólo puede ser empleado hasta el 50.000 B.P., por lo que es necesario el uso de otros métodos como la Termoluminiscencia o el ESR. El hecho de tener que trabajar con diferentes métodos hace que sea complicado correlacionar las fechas obtenidas en cada uno de ellos. El inicio del Paleolítico medio en la Península Ibérica viene dado por la aparición de industrias de lascas frente a las formadas por macroutillaje correspondientes al Achelense. Estas industrias de lascas se pueden rastrear en algunos yacimientos desde fechas muy tempranas de finales de Riss o entre los OIS 11-9 (probablemente más cercanas al último de ellos). Los yacimientos donde se empieza a vislumbrar este tipo de industria son la Gran Dolina de Atapuerca (unidades TD-10 y TD-11) en Burgos y los niveles superiores de Bolomor (Alicante). El primer yacimiento se data en estos niveles entorno a 372-337.000 B.P. y se caracteriza por una industria sobre lasca con empleo de métodos Levallois y sin restos de macroindustria. Por su parte, la Fase IV de Bolomor (niveles VII-I) se caracteriza por una industria de formato pequeño (en relación con etapas anteriores) y donde predominan las raederas, estando el utillaje muy retocado (lo que sería indicativo de su reutilización). Cronológicamente se ubica el estadio isotópico 5e o en el Riss-Würm. El nivel II se ha datado por Termoluminiscencia (TL) en 121.000 ± 18.000 B.P. Resumiendo, el Paleolítico medio hunde sus raíces en el Pleistoceno medio (dominado por el Achelense) y se caracterizará, como ocurre en el resto de Europa, por innovaciones en la tecnología lítica, una actividad cazadora plenamente desarrollada, ocupación estable del territorio, por la elevada movilidad o por la aparición clara de comportamientos rituales y simbólicos. El final del Paleolítico medio en la Península Ibérica también es objeto de un intenso debate por parte de la comunidad científica. El fin del Paleolítico medio y, por ende, de los neandertales está ligado a la aparición de los Humanos modernos, nuestra especie, lo que hace más relevante este debate científico. En la Península encontramos un marco muy interesante, por un lado tenemos un Musteriense que desaparece en muchas regiones del tercio septentrional entorno al 40.000 B.P. (aunque con algunas excepciones) y, por otro, una pervivencia de este tecnocomplejo hasta pasado el 30.000 B.P. en la zona meridional, como ya avanzó al final de la década de los ochenta del siglo XX G. Vega a partir de sus trabajos en la cueva granadina de La Carihuela. En el tercio norte, además, encontramos yacimientos Auriñacienses de dataciones muy tempranas. Lo que llevó a J. Zilhão

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a plantear el modelo de la Frontera del convenientemente tratada en el siguiente tema.

Ebro

que

será

3. El Neandertal. Se suele denominar como la primera especie europea, aunque los límites geográficos en los que habitó superan ampliamente este espacio, ya que se han documentado restos de Neandertales en Próximo Oriente y Asia. Pero la mayor parte de restos descubiertos lo han sido en el continente europeo. Filogenéticamente los Neandertales derivan de las poblaciones de Homo heidelbergensis, produciéndose el cambio entorno a los 200.000 años y perdurando en la Península Ibérica hasta pasado el 30.000 B.P. El primer hallazgo de Homo Neanderthalensis se produjo en la Península Ibérica, concretamente en la cantera de Forbes en Gibraltar en 1848. Sin embargo, tuvo que esperar hasta el descubrimiento del esqueleto de Feldhofer en Alemania para ser reconocido. Morfológicamente (figura 5.1), el cráneo de los Neandertales era grande y bastante alargado con una capacidad craneal de 1600 cm3. Presentaba una serie de características propias como un occipital muy abultado (también denominado moño occipital o chignon). El torus supraorbital estaba bien marcado y formaba un arco por encima de las órbitas oculares. En cuanto a la cara debemos comentar que se haya proyectada hacia delante, provocando que la nariz se amplíe, quedando muy destacada del resto de la cara (progmatismo mediofacial), mientras que los pómulos quedan retrasados. La mandíbula, que no tiene mentón, es grande y robusta. < Figura 5.1: Cráneo de Neandertal (modificado a partir de Stringer y Gamble, 1996).> En cuanto al esqueleto postcraneal debemos comentar que se produce un acortamiento de las extremidades en relación con el Homo heidelbergensis, aún así tenían una estatura media de 170 cm. La pelvis era más ancha y el torax más voluminoso. Su peso variaría entre los sesenta y los noventa kilogramos. En la Península Ibérica los restos de Neandertal son abundantes, pero fragmentarios. En la mayoría de los casos se trata de piezas dentarias o apendiculares, como ocurre en El Castillo o El Salt. En otros yacimientos, los restos, aunque escasos, pertenecen a otras partes del esqueleto, ya sea craneal o postcraneal como ocurre con los restos de Bolomor, según algunos autores los restos más antiguos de Homo neanderthalensis de la Península o el húmero de Tossal de la Font, en Gibraltar (con el resto del primer cráneo de esta especie), el

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frontal infantil de La Carihuela o la mandíbula de Zafarraya (datada en menos de 30.000 B.P.). En otros yacimientos como Cova Negra el registro fósil es más abundante. Su larga secuencia musteriense ha aportado un gran número de restos entre los que destacan dos parietales, algunas piezas dentarias, un fémur completo y un radio entre otros. Pero recientemente se ha descubierto un conjunto antropológico de Homo neanderthalensis en el yacimiento de El Sidrón (Asturias). En las excavaciones que se vienen realizando por el profesor J. Fortea y su equipo se han recuperado más de ochocientos restos óseos de esta especie que corresponden, al menos, a cinco individuos (uno infantil, dos adolescentes y otros dos adultos). Un dato a tener en cuenta de esta acumulación es que está en posición derivada, es decir, no es la original. Este hecho justifica el alto índice de fractura de los restos, aunque existen algunos en posición anatómica como son el pie de un ejemplar adolescente y parte de la columna de un individuo inmaduro. Además, algunos restos presentan marcas de corte, con lo que han sufrido un tratamiento por parte de los humanos y que quizás, a modo de hipótesis, sean el agente causante de la acumulación. Recientemente se han realizado unos análisis de ADNmit de uno de los restos de Neandertal de este yacimiento. Los resultados obtenidos abogan, como en los resultados de otros fósiles europeos, por una separación radical entre los ADN mitocondriales de los neandertales y los humanos modernos, con una edad genética de los primeros entorno a los 200.000 años. Como ya hemos comentado, el yacimiento sigue en proceso de excavación, por lo que se presupone uno de los yacimientos clave para el conocimiento de las poblaciones Neandertal de la Península. 4. Caracterización industrial del Musteriense. Las industrias del Paleolítico medio vienen definidas por la generalización de la producción de lascas frente a las industrias de macroútiles como los bifaces de etapas anteriores y las de carácter laminar que van a sucederlos. Pero ello no significa que no existan bifaces durante el Musteriense (una de las facies se caracteriza por este hecho) y que no existan industrias del Paleolítico medio con un marcado componente laminar, como ocurre en el norte de Europa o en la cornisa cantábrica. Los conjuntos musterienses se clasifican teniendo en cuenta la proporción de los diferentes tipos de útiles en el total del conjunto. Los útiles más característicos, los que forman el stock básico del Paleolítico medio, son las raederas, los denticulados, las muescas y las puntas musterienses (figura 5.2), a los que se unen otras piezas como las denominadas del Paleolítico superior (por ser típicas de

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éste) como los raspadores, los buriles o los perforadores y piezas características de regiones o fases específicas como pueden ser los hendedores. Ninguno de ellos, por sí mismo, es característico del Musteriense o del Paleolítico medio, ya que lo encontramos en otros periodos del Paleolítico. El estudio de la globalidad de los utensilios y la proporción de cada grupo tipológico nos dará la clave para clasificarlo. < Figura 5.2: Útiles típicos del Paleolítico Medio.> •

Raederas: son utensilios realizados sobre lasca o sobre hoja con retoque continuo. El tipo de retoque es lo que va a dar la caracterización al útil. Si tiene retocado un lado se denomina simple y si tiene los dos lados retocados es doble. Si por el contrario es el filo distal y transversal el que está retocado hablaremos de raederas transversales. Bajo esta diferenciación básica, dependiendo de la morfología del lado retocado encontraremos raederas rectas, convexas o cóncavas, ya sean simples, dobles o transversales. Las raederas, por lo general presentan su retoque en el lado dorsal o superior, cuando esto no ocurre y el retoque está sobre la cara bulbar hablaremos de raederas sobre cara plana, también puede ser alterno, bifacial, etc. • Muescas y Denticulados: son utensilios muy comunes en el Paleolítico medio, especialmente en la facies denticulada, aparecen siempre en todos los conjuntos en mayor o menor proporción. Las muescas son utensilios sobre lasca u hoja que presentan una muesca sobre uno de los filos, mientras que los denticulados presenta varias de estas muescas en un mismo filo adyacentes entre sí. Cada una de las denticulaciones pueden realizarse mediante un solo golpe (denominándose de tipo clactoniense) o por medio de retoque continuo. • Puntas musterienses: son instrumentos realizado sobre lasca u hoja en los que el retoque de sus lados desemboca en una morfología triangular. El retoque puede afectar a todo el lateral o solamente a una parte de este. La caracterización industrial de este tecnocomplejo viene dado por las denominadas facies musterienses. Fueron definidas por F. Bordes a mediados del s. XX y han servido para clasificar, con mayor o menor fortuna, las industrias de los diferentes yacimientos, basándose en la clasificación estándar y el tratamiento estadístico de 5

los diferentes utensilios, en lo que erróneamente se denomina método Bordes. Gracias a ello identificó las siguientes facies en el Musteriense: • Musteriense de Tradición Achelense (MTA). Define conjuntos musterienses con bifaces, pero con cronologías claramente dentro del Würm. Presenta dos subtipos A y B (siendo el segundo más evolucionado). El MTA A se caracteriza por la existencia de bifaces de tipo cordiforme y triangulares, un índice medio de raederas (entre el 2045%) y desarrollo amplio de los útiles de tipo Paleolítico Superior (raspadores, buriles) y un porcentaje bajo de cuchillos de dorso. Por su parte el MTA B se caracteriza por la presencia muy baja de bifaces, gran desarrollo de los cuchillos de dorso, desarrollo laminar de su industria y descenso de los útiles musterienses, a excepción de los denticulados. Es muy escaso en la Península Ibérica. • Charetiense. Se subdivide en dos grupos: Quina y Ferrasie. El tipo Quina se caracteriza por la casi ausencia de los métodos Levallois en su producción, con lascas cortas y espesas. Presenta una fuerte proporción de raederas con retoque tipo quina. Por su parte el tipo Ferrasie presenta una fuerte presencia de piezas Levallois y gran proporción de raederas (pero pocas con retoque quina). • Musteriense Típico: no presenta características definidas y supuso uno de los grupos más conflictivos. Se caracteriza grosso modo por la ausencia de bifaces, bajo porcentaje de cuchillos de dorso, porcentaje moderado de raederas, variable de denticulados y puntas musterienses. Puede tener presencia o no de métodos Levallois. Esta facies ha supuesto de facto un auténtico cajón de sastre en donde se clasifican todas aquellas industrias que no encuadran dentro de las otras facies. Así tendremos Musteriense típico rico en raederas, rico en denticulados... • Musteriense de Denticulados. Se define, fundamentalmente, por un alto porcentaje de denticulados y muescas y con escasa representación de otros tipos. • Vasconiense o tipo Olha. Se definió como una facies regional de la cornisa cantábrica y del País Vasco francés para explicar las industrias Musterienses con hendedores de yacimientos como El Castillo, Olha, Gatzarria, Pendo o Cueva Morín. La profesora V. Cabrera refutó la existencia de dicha facies a mediados de los años ochenta al no tener estas industrias más rasgos comunes que los 6

hendedores, por lo que actualmente se interpretan como producto de necesidades propias de estos grupos y no como una facies en sí. Muchas han sido las hipótesis para explicar el significado de la variabilidad tipológica del Musteriense, es decir, para explicar las diferentes facies. Por ejemplo, para F. Bordes, cada una de las facies se correspondía con una etnia diferente, con un pueblo. L. y S. Binford abogaban por una explicación funcional de las mismas: cada una de las facies las podía haber realizado una misma etnia, pero las necesidades funcionales de los mismos en ese momento es la que genera la diversidad. P. A. Mellars, por su parte, defendió una secuencia cronológica de las facies. Actualmente, debemos reconocer que estamos lejos de saber el verdadero significado de las facies musterienses definidas por F. Bordes. A grandes rasgos existen, pero ninguna de las hipótesis que se han planteado pueden resolver, por si mismas, este problema. Por ello, las facies se siguen empleando como meros instrumentos de organización, es decir, sirven para poder conocer la composición de un conjunto musteriense. Pero ya casi nadie le da el significado para el que originalmente fueron definidas. Nuevas son las vías de estudio que intentan diferentes aproximaciones al Musteriense y a sus facies. Dentro de la industria lítica debemos destacar el estudio de las cadenas operativas con las que se confeccionan los diferentes útiles musterienses. Varios son los esquemas operativos más representativos en la Península Ibérica: Discoide, Levallois, y Quina. • Discoide: se trata de un esquema operativo muy extendido en la Península Ibérica, de hecho, la mayoría de los yacimientos del Paleolítico medio peninsulares presentan, en mayor o menor proporción, restos de este tipo de producción. Básicamente se trata de extraer lascas a partir de núcleos con dos superficies (figura 5.3). Representa un esquema de talla bastante complejo en su definición y variabilidad. La mayoría de los autores lo definen como compuesto por dos superficies asimétricas, con la línea de intersección entre éstas como característica esencial de este tipo de esquema y, además, presenta gran flexibilidad en el concepto y en la gestión del volumen del núcleo. Presenta dos direcciones de talla: tangencial o cordal y centrípeta. La técnica empleada durante todo el proceso es la percusión directa con percutor duro. El esquema operativo Discoide presenta varios métodos, de ellos, destacaremos el unifacial (una superficie sirve como plano de percusión y otra como plano de lascado durante todo el proceso) y el

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bifacial (ambas caras pueden tener ambas funciones durante la secuencia de talla). < aquí figura 5.3.tif >



Levallois: supone el esquema estrella de producción de lascas durante el Paleolítico medio por el hecho de haber sido muy pronto identificado y valorado con el rango de marcador cultural, de hecho, en la lista tipológica de F. Bordes, los tres primeros útiles no están retocados ya que son la lasca Levallois, la lasca Levallois atípica y la punta Levallois. Se caracteriza por una serie de criterios tecnológicos de los que debemos destacar tres: la existencia de convexidades laterales y distales antes de extraer una lasca Levallois; que el eje de percusión debe ser paralelo o subparalelo al eje que forma la arista que separan el plano de percusión del plano de lascado y que la técnica empleada sea la percusión directa con percutor duro (figura 5.4). Existen varios métodos dentro de la concepción Levallois y se pueden dividir en lineales o recurrentes. En el primer grupo, que se caracteriza por sacar una sola lasca por superficie preparada (figura 5.4), y está formado por los métodos de Lasca preferencial y el de puntas Levallois. En el segundo grupo, denominado recurrente porque se puede sacar más de una lasca levallois por serie, está compuesto por los métodos Levallois recurrente unipolar, bipolar y centrípeto (figura 5.5). Quina: es un tipo de esquema operativo en el que dos ejes morfológicos guían el desarrollo de la producción, estos son el eje longitudinal (de mayor tamaño) y un eje perpendicular al primero (de menor tamaño). Debe tener, como mínimo dos superficies de explotación. Éstas son adyacentes y secantes (figura 5.6). Para la producción de lascas una de las dos superficies proporciona lascas en dirección paralela a el eje longitudinal (el de mayor longitud), mientras que la segunda superficie proporciona lascas a partir del eje menor, pero la dirección de obtención de las mismas es secante en relación con el eje de este lado menor. Las superficies no están jerarquizadas, es decir, pueden intercambiar sus papeles durante todo el proceso de talla. Los soportes obtenidos son espesos, sobretodo, en la zona del talón.

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Actualmente, tanto la tipología como la tecnología son las herramientas básicas para conocer, identificar y reconstruir los procesos tecnológicos de los diferentes tecnocomplejos musterienses. < aquí figura 5.4. tif > < aquí figura 5.5.tif > < Figura 5.5: Desarrollo de los métodos Levallois recurrentes (a partir de Boëda, 1988).> 5. Dispersión geográfica del Musteriense. Los yacimientos musterienses en la Península Ibérica son muy numerosos en casi todas las regiones. En primer lugar, debemos distinguir los diferentes tipos de yacimientos en relación con su naturaleza, así tendremos yacimientos en cueva o abrigo y al aire libre (figura 5.7). Los primeros se suelen localizar dentro de la región caliza peninsular, mientras que los segundos se ubican, generalmente, en los cursos fluviales. En relación con el periodo anterior (Paleolítico inferior) debemos decir que destaca el uso de cuevas y abrigos en relación con éste, donde los hábitats realizados en cuevas o abrigos son muy escasos. < aquí figura 5.7.tif >

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El Musteriense de la cornisa cantábrica se relaciona, tradicionalmente, con el suroeste francés ya que encontramos ciertas similitudes en su industria y tipología con algunos yacimientos del norte de los Pirineos. Encontramos en esta zona yacimientos con amplias secuencias estratigráficas como pueden ser La Viña o El Conde en Asturias, Cueva Morín, El Castillo, El Pendo o El Esquilleu en Cantabria o Lezetxiki, Arrillor o Axlor en el País Vasco. En cuanto a su caracterización industrial la mayoría pertenecen al Musteriense de Denticulados, Charetiense o Típico. Son típicos en algunos yacimientos los hendedores formando, lo que se denominó, Vasconiense. El valle del Ebro presenta un importante número de yacimientos musterienses que fueron estudiados en su mayoría por L. Montes y P. Utrilla, debemos destacar de este área los yacimientos de Peña Miel en La Rioja con varios niveles de Musteriense tipo Quina o Roca dels Bous l´Estret de Tragó en Lérida o Los Moros de Gabasa en Huesca (también con Musteriense Quina), todos ellos en cueva o abrigo, también el yacimiento al aire libre de Cuesta de la Bajada en Teruel. En la zona de Levante debemos destacar los yacimientos de Ermitons (con musteriense Quina) L´Arbreda (Girona), Abric Romaní (donde destaca el Musteriense de denticulados) y Mediona I (Barcelona), Cova Negra (Valencia) con importantes niveles de Musteriense tipo Quina y con talla tipo Quina también, El Salt, Cova Beneito y Bolomor (Alicante). Por su parte en Andalucía encontramos importantes yacimientos como La Solana de Zamborino, La Carihuela (donde encontramos numerosos niveles clasificados como Musteriense Típico) o Cueva Horá (Granada), La Grajas y Zafarraya (Málaga) o Gorham´s Cave y Devil´s Tower (Gibraltar). En Portugal los yacimientos también son muy numerosos. En cueva debemos citar los yacimientos de Furninha, Columbeira, Figueira Brava o Caldeirão, mientras que al aire libre yacimientos como Vilas Ruivas o Foz de Enxarrique son los más destacados. Por último, la Meseta presenta un gran número de yacimientos musterienses, como viene siendo la tónica. En cueva citaremos Atapuerca (TD10 y TD 8), La Ermita, Cueva Millán (ambas con Musteriense tipo Quina) y Valdegoba (Burgos) y Los Casares (Guadalajara); al aire libre tenemos el yacimiento de Arriaga II con una ocupación humana asociada a restos de elefante. Además disponemos de un gran número de yacimientos al aire libre fruto de prospecciones más o menos abundantes como ocurre, por ejemplo, con los yacimientos de Porzuna (Ciudad Real). 6. Subsistencia.

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Las evidencias de hábitat de los Neandertales en la Península Ibérica nos muestra que colonizaron muy diferentes regiones y ecosistemas, desde las costas mediterráneas, a la fachada atlántica, la Meseta o en las inmediaciones de las grandes cordilleras ibéricas. Según los restos encontrados en los diferentes yacimientos (sobretodo los ubicados en cueva), en los que abundan fragmentos óseos de herbívoros, podemos asegurar que el aporte de la carne era un factor fundamental en la dieta de estos grupos. Pero antes de valorar qué animales consumían los neandertales tenemos que tener en cuenta que las cuevas y abrigos también eran habitadas por otros depredadores como las hienas y que también pueden ser los causantes de parte o toda la acumulación ósea que encontramos en los yacimientos. Por ello, se realizan estudios tafonómicos severos cuya finalidad es la de discernir entre el aporte de los humanos y el resto de depredadores que habitaban en los mismos lugares. La panoplia de especies consumidas por los neandertales es variada, no sólo en cuanto al número de especies representadas de manera general, sino dentro de cada yacimiento. En yacimientos situados cerca de valles y lugares más o menos abiertos, las especies más representadas son el ciervo, el caballo y los bóvidos (bisonte/uro) como ocurre en Cueva Morín o El Castillo. Mientras que en aquellos yacimientos en zonas de roquedo como Zafarraya, Los Casares, Amalda, Axlor o Esquilleu, las especies propias de este biotopo, como la cabra montés o el rebeco, son las más numerosas. Es interesante constatar que en el Esquilleu estas especies aparecen en mayor proporción que en Amalda y Axlor por ejemplo. En éstos, la cabra se acompaña, en proporciones importantes, del ciervo y los bóvidos respectivamente. Otro ejemplo de la diversidad de especies consumidas por los neandertales pueden ser los yacimientos de Cova Negra y La Carihuela en donde existe un gran de restos de tortuga y lagomorfos. Uno de los debates más apasionados en torno al mundo de los neandertales es sobre la obtención de las especies que consumen, de cómo las obtienen. Es mediante caza o, por el contrario, obtenían el aporte cárnico mediante carroñeo. Tradicionalmente se ha venido argumentando que los neandertales no eran unos cazadores muy hábiles y que obtendrían la carne a base de merodear por su territorio y aprovechar cualquier animal muerto de forma natural o abatido por otra especie. Los utensilios cinegéticos como lanzas o picas serían armas defensivas más que ofensivas, ya que se emplearían para ahuyentar y mantener a distancia a otras especies carroñeras como la hiena. Pero ya desde el Pleistoceno medio encontramos yacimientos con evidencias de lanzas de madera listas para ser arrojadas, como ocurre en Shöningen. En algunos yacimientos sirios se han encontrado restos de équidos con fragmentos de puntas clavados

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entre sus vértebras y, además, los estudios experimentales sobre las lanzas y las puntas líticas abogan por el empleo intensivo de la caza por parte de los neandertales. El hecho de que abatiesen a sus presas no invalida, en ningún caso, el hecho de que puedan realizar también actividades de carroñeo cuando la oportunidad se presentaba. En este sentido se pueden interpretar algunas puntas Levallois y/o musterienses halladas en numerosos yacimientos peninsulares como La Carihuela, Axlor o El Castillo. No debemos confundir el hecho de que cazasen con el régimen de la obtención de las presas, es decir entre caza y estrategia oportunista. Muchos autores piensan que los neandertales cazaban lo primero que se le ponía a tiro en su merodeo por el territorio de adquisición. Sin descartar este hecho, muy normal por otro lado, se observa como, en algunos yacimientos, especies catalogadas como peligrosas o de difícil captura, como la cabra montés, están muy representadas, por lo que existen también estrategias de especialización en la caza. Ejemplos más claros los podemos encontrar en yacimientos europeos como el de Mauran con el bisonte. La megafauna está presente en algunos yacimientos, siendo más común en las primeras fases del Paleolítico medio, en conjuntos asociados a la transición con el Paleolítico inferior, como el caso del yacimiento madrileño de Arriaga II, con una pequeña ocupación humana en torno a los restos de un elefante. Pero también se han encontrado en momentos muy tardíos del Paleolítico medio como los fragmentos de elefante (Elephas antiquus) recuperados en el yacimiento portugués de Foz de Enxarrique. Otros animales de gran talla, como los rinocerontes, tampoco son desconocidos en contextos musterienses como ocurre en El Castillo o el Abric Romaní. El hecho de que en algunas ocasiones sean piezas dentarias las recuperadas, con poco aporte cárnico, puede indicar su adquisición mediante carroñeo. Sin duda, además del consumo cárnico, los grupos de Neandertales se alimentaron de otro tipo de alimentos como puede ser el pescado, como así atestiguan los restos de ictiofauna encontrados en yacimientos como El Castillo, o de vegetales. El problema que encontramos en los yacimientos es que los restos vegetales desaparecen con el paso del tiempo no dejando ningún tipo de huella. Sin embargo, el uso de estos alimentos pueden ser inferidos a partir de comparaciones etnográficas o por la relación con cierto tipo de utensilios que han podido ser empleados en este tipo de actividades. En este sentido podemos enfocar los diferentes moldes de palos cavadores recuperados en el yacimiento catalán del Abric Romaní, en cuyos niveles J y D aparecen este tipo de piezas. El empleo de los mismos podría estar enfocado al acondicionamiento del propio yacimiento o a la adquisición de tubérculos y raíces, ya que

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este tipo de utensilio es empleado por grupos cazadores-recolectores en la actualidad. 7. Estructuras. Como ya hemos comentado más arriba, los Neandertales habitaron un gran número de ecosistemas diferentes, así como la naturaleza de sus lugares de habitación también son diversos. Éstos podían ser en cuevas/abrigos o bien al aire libre. Como ocurre en el resto de Europa, en la península Ibérica los neandertales también acondicionaron los lugares donde montaban sus lugares de habitación, bien para hacerlos más cómodos, bien para adaptarlos a sus necesidades. El resto arqueológico más común que evidencia este reacondicionamiento en los lugares de habitación es el hogar o estructura de combustión. En muchas ocasiones encontramos la estructura del fuego, en otras ocasiones, las más numerosas, su evidencia como son los restos de carbón o el sedimento rubefactado a causa del calor de los hogares. Restos de estructuras de combustión, como ya hemos dicho, los encontramos en algunos yacimientos peninsulares como El Castillo o Cova Negra cuyas estructuras de combustión son simples y sin preparación del suelo. Pero el yacimiento con mayor número de restos de estructuras de combustión es el Abric Romaní. En los niveles de este yacimiento podemos encontrar hogares de diferentes tipologías, siendo, esencialmente, de tres: simples (sin acondicionamiento del suelo), en depresiones naturales (aprovechando la topografía del yacimiento) y en estructura (generalmente con hoyo excavado sobre el que se realiza el fuego y delimitado mediante piedras y/u otro tipo de estructura). Otros tipos de estructuras son las de habitación, es decir, aquellas que modifican el espacio para acondicionarlo a las actividades realizadas por los grupos prehistóricos, bien para resguardarse, dormir o realizar algún tipo de actividad como procesar la biomasa, preparar pieles o confeccionar instrumentos. En la Península Ibérica contamos con dos ejemplos, uno en cueva como es la de Cueva Morín y otra al aire libre como es la de Vilas Ruivas. En el nivel 17 de Cueva Morín se documentó, durante las excavaciones dirigidas por J. González Echegaray y L. G. Freeman, una especie de recinto parcialmente destruido por las excavaciones de J. Carballo y el Conde de la Vega del Sella (figura 5.8a). Presentaba un contorno arqueado que cierra el acceso al interior de la cueva mediante el apilamiento de piedras. La separación entre este recinto y el resto de la cueva era muy neta, ya que, aún en las zonas en las que no se conservaban piedras, el color del sedimento era

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radicalmente diferente. El recinto debía de tener una extensión entorno 6,6 m2 y el borde de la zona en la que se conservaba medía más de tres metros y medio de longitud. Para los excavadores era clara la constatación de una estructura, sin embargo, las dudas surgieron a la hora de definirla. Concluyeron que no era una cabaña, sino un área donde se debían tratar las pieles de las piezas abatidas, según se podría desprender de los utensilios líticos y óseos encontrados en el interior. Vilas Ruivas se localiza en el valle del Tajo, a techo de la terraza +32 m. y con una datación entorno a 50-60.000 B.P (figura 5.8b). En los 50 m2 que se excavaron, en la intervención dirigida por L. Raposo, se localizaron dos arcos formados por cantos de cuarcita y cuarzo amontonados, de dimensiones que sobrepasan, en la mayoría de los casos, el decímetro. El mayor de los arcos se abre al Oeste y contiene dos estructuras de combustión en el interior, ambas delimitadas por piedras de las que algunas se han fracturado por el calor del hogar. Alrededor de los hogares se localizaron varios agujeros de poste. El arco menor está mejor definido y contiene en su interior una estructura de combustión también delimitada por cantos de menor tamaño. La industria lítica asociada estaba compuesta por algunos núcleos Levallois y discoides, lascas y pocos utensilios (raederas y denticulados sobretodo). Una vez desestimada la acumulación de las piedras por medios naturales, la interpretación más plausible es que se trate de una serie de paravientos. < aquí figura 5.8.tif > Existen otros yacimientos en los que existen estructuras más o menos evidentes y cuya interpretación resulta más complicada de realizar como en el yacimiento de Arriaga II, ubicado en las terrazas del Manzanares en Madrid. En este yacimiento, junto a los restos de un elefante, en cuyos alrededores se produjo una pequeña ocupación humana, apareció un pequeño agujero de morfología cilíndrica. 8. El Musteriense Final. Lo primero que debemos definir es qué entendemos por Musteriense final. No se caracteriza por un tipo de industria determinada, ni tampoco por un tipo humano determinado, sino que su definición viene dada por un hecho cronológico. Habitualmente, entre los prehistoriadores se vienen denominando a los conjuntos musterienses de menos de 50.000 años como Musteriense final. Por

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tanto, es una división arbritaria para poner en relación los conjuntos industriales de esta cronología en relación con el Paleolítico Superior y para diferenciarlo de momentos anteriores del Musteriense que se denomina Paleolítico medio clásico. En la Península Ibérica, el Musteriense final, lejos de ser un mero marcador cronológico, toma un papel muy destacado en cuanto al final de los Neandertales y el origen de Paleolítico superior. El panorama que encontramos en la Península Ibérica aporta datos para este momento de un interés científico importante. Para ello dividiremos geográficamente la Península Ibérica en dos zonas: la cornisa cantábrica y el resto de la Península. La cornisa cantábrica dispone de numerosos yacimientos con esta cronología como La Viña, El Conde, La Güelga (Asturias), El Castillo, Cueva Morín, Esquilleu, Covalejos, El Mirón (Cantabria) y Lezetxiki, Axlor o Arrillor en el País Vasco. Los conjuntos industriales que encontramos en estos yacimientos presentan algunos elementos realmente sorprendentes ya que podemos definir como innovaciones culturales, sobre todo, si lo ponemos en relación con la transición entre el Paleolítico medio y el superior como veremos en el siguiente tema. Estas innovaciones son de carácter tecnológico y de carácter simbólico. • Innovaciones de carácter tecnológico: en los conjuntos musterienses cantábricos observamos una pequeña producción laminar entre el conjunto lítico tallado. Este conjunto laminar, de hojitas en su mayoría, se observa en yacimientos como El Castillo, Morín, El Esquilleu, Covalejos o Lezetxiki. Se trata de producir hojitas bajo métodos que en algún yacimiento son oportunistas (aprovechan fragmentos líticos desechados y su producción es escasa) o bien están obtenidas a partir de esquemas de producción plenamente desarrollados (figura 5.9). Las hojitas obtenidas no son muy numerosas, pero algunas de ellas (como en El Castillo y Cueva Morín) están retocadas en utensilios muy similares a las hojitas Dufour (características del Auriñaciense arcaico como veremos en el siguiente tema). < aquí figura 5.9.tif >

Innovaciones de carácter simbólico: este tipo de manifestaciones se han venido asignando al comportamiento de los Humanos modernos, pero no es raro en el Musteriense. En la cornisa cantábrica, y para 1

estos momentos, encontramos dos yacimientos con importantes restos que deben ser clasificados en este campo. El primero de ellos lo encontramos en el nivel 21 de El Castillo en donde fue recuperado un fragmento de núcleo en cuyo dorso cortical aparecieron cinco puntos: cuatro alineados y uno opuesto a ellos (figura 10). Estas puntuaciones sólo pueden ser de origen antrópico y debemos descartar que estén asociadas a labores de talla, ya que su morfología y características difieren sensiblemente de las producidas en las labores de desbastado lítico. El significado de la pieza se nos escapa, como suele ocurrir siempre que el valor dado entre los emisores y receptores de un código no perduran, pero tenemos que descartar cualquier significado práctico de la misma. En el yacimiento de Lezetxiki, en los niveles III y IVc, se recuperaron una serie de piezas que tampoco tienen un significado utilitario aparente. Se trata de dos conchas pulimentadas y con posibles huellas de preparación para ser suspendidas a modo de colgantes. < aquí figura 5.10.tif > El resto de la Península Ibérica también ha aportado una serie de importantes yacimientos para estos momentos como, por ejemplo, Abric Romaní, Ermitons en Cataluña, Cova Negra en el País Valenciano, La Carihuela, Zafarraya en Andalucía, los yacimientos de Gibraltar, Foz de Enxarrique o Figueira Brava en Portugal. Desde un punto de vista industrial el Musteriense final del resto de la Península Ibérica no se caracteriza por ningún aspecto innovador relevante, tal vez, el aumento de sílex frente a otro tipo de rocas empleadas para la talla en comparación con ocupaciones anteriores en yacimientos como La Roca des Bous (Lérida) puede ser un elemento diferenciador o el empleo de puntas de Chatelperrón en algunos yacimientos del noreste como Ermitons o Belvis (este último en al norte de los Pirineos). Sin embargo, es muy relevante desde un punto de vista cronológico. Esto es, el Musteriense final del resto de la Península Ibérica (sobretodo de su tercio sur) perdura hasta los 30.000 B.P. en muchos yacimientos andaluces y portugueses. Con esta situación, J. Zilhão plantea el modelo de la Frontera del Ebro. Dicho autor considera que la biomasa del sur del Ebro es muy diferente de la

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encontrada al norte de dicho río (más en común con la del resto de Europa), por lo que no resultaba atractiva para los primeros humanos modernos. Esta situación, aunque válida en líneas generales se está viendo modificada por algunos yacimientos con dataciones muy recientes al norte del Ebro como ocurre con Esquilleu o Roca dels Bous. Esta hipótesis encuadra perfectamente con la idea de muchos autores de que las penínsulas de la ribera mediterránea europea sirvieron como refugio para los últimos neandertales. La situación arriba expuesta presenta unas implicaciones muy significativas. Por un lado un Musteriense tardío en el sur de la Península Ibérica que perdura hasta los 30.000 B.P., un Musteriense con innovaciones significativas en la cornisa cantábrica y una ocupación Auriñaciense en el noroeste de la Península en la misma horquilla cronológica, lo que plantea una marco de difícil estudio en la Transición entre el Paleolítico Medio y el Superior y que será tratada en el siguiente tema. 9. Bibliografía Bibliografía general BARANDIARÁN, I. Y OTROS (1998) Prehistoria de la Península Ibérica. Ariel. CERDEÑO, Mª. L. & VEGA TOSCANO, L. G. (1995) Las España de Altamira. Prehistoria de la Península Ibérica. Historia 16-Temas de Hoy, 146 p. MAÍLLO FERNÁNDEZ, J.M. (2005) Neandertales y Humanos modernos en Cantabria. El aporte de la tecnología lítica de Cueva Morín. Grupo Nacional de Editores, Sevilla, 358 p. MUÑOZ AMILIBIA, A. Mª. (coord.) Prehistoria, Tomo I. Unidad Didáctica. UNED, Madrid, 732 p. VEGA, L. G. (2003) La otra Humanidad. El mundo de los Neandertales. Arco Libros. VEGA, L. G.; BERNABEU, J. & CHAPA., T. (2003) La Prehistoria. Historia de España, Tercer Milenio. Editorial Síntesis, 271 p. Bibliografía específica ALTUNA, J. (1992) “Le Paléolithique Moyen de la région cantabrique” . L ´Anthropologie, 96 (1) : 87-102. BAENA, J.; CARRIÓN, E.; REQUEJO, V.; CONDE, C.; MANZANO, I & PINO, B. (2000) “Avance de los trabajos realizados en el yacimiento paleolítico de la cueva del Esquilleu (Castrocillórigo, Cantabria)”. En 3º Congreso de Arqueología Peninsular, vol II. Porto : 251-270. BAENA, J.; CARRIÓN, E.; MANZANO, I.; VELÁZQUEZ, R.; SÁNZ, E.; SÁNCHEZ, S.; RUIZ, B.; UZQUIANO, P. & YRAVEDRA, J. (2005) “Ocupaciones Musteriense en la Comarca de Liébana (occidente de Cantabria): la cueva de El Esquilleu”. En Santonja, Pérez-González & Machado (eds.):

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