Tetra Nn

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en su ídolo sino al representante de la ínfima clase, el Protector y Padre de los Pobres como le llamaban. 8 Juan

Agustín García ("La Ciudad Indiana" - Ed. Ángel Estrada -1900 - Cap. 1), hablando de los habitantes de la campaña en la Colonia, describe su miseria, su situación de intrusos o agregados y su imposibilidad de adquirir propiedad. "Si se arriesgan —los gauchos— a poblar en las tierras realengas de la frontera, serán despojados tarde o temprano por la gente de influencia. Los habitantes de campaña dependían del capricho de! metropolitano bien relacionado, los altos bonetes coloniales monopolizaban a título de concesiones o irrisoria compra, las grandes áreas de campo." Agrega que todas las grandes estancias, según un informe oficial están llenas de gauchos sin ningún salario "porque en lugar de tener todos los peones que necesitan, los ricos sólo conservan capataces y esclavos; y esta gente gaucha está a la mira de las avenidas de ganado de la sierra o para las faenas clandestinas de cueros", es decir, trabajo ocasional y a destajo.

(El abuso de la expresión carismática, en cuanto ésta implica una elección de los dioses, es en mi concepto un modo de retacear la verdadera significación del caudillo como hecho social, pues tiende a darle un carácter de magia o brujería a una adhesión consciente de la masa en el terreno de los intereses, aunque ésta se haya hecho subconsciente una vez dados los elementos de prestigio y autoridad y el acatamiento consiguiente. No otra cosa he querido significar en “Los Profetas del Odio” cuando digo que el Caudillo es el sindicato del gaucho). FEDERALES Y UNITARIOS ANTE EL HECHO SOCIAL Joaquín Díaz de Vivar (Revista del Instituto de Investigación Histórica "Juan Manuel de Rosas". N° 22: Pág. 147), refiriéndose a la única institución consuetudinaria de nuestra Constitución vigente, el Ejecutivo fuerte, dice que los Estatutos Provinciales Constitucionales que lo crearon se inspiraban en la realidad social a que estaban destinados: Por su parte las organizaciones lugareñas, las de las provincias argentinas en las que convivían políticamente su clase principal, cuyos representantes ocupaban una silla curul en su legislatura y frente a ello, su más importante magistratura, el Gobernador que era —casi siempre— el jefe natural de las muchedumbres rurales, sobre todo, y a veces también de las urbanas; el gobernador, que era una especie de personalidad hipostasiada de ese mismo pueblo, de esas masas que habían hecho la historia argentina y que se expresaban a través de su natural conductor, ese aludido gobernador, que indistintamente era plebeyo como Estanislao López o el "Indio" Heredia (no obstante su casamiento con la linajuda Fernández Cornejo) o "Quebracho" López o Nazario Benavídez, o que era un hidalgo como Artigas, como Quiroga, como Güemes y desde luego como Juan Manuel de Rosas. Lo dicho por Díaz de Vivar trasciende al Derecho Público y explica en mucho las substanciales diferencias entre federales y unitarios, pues revela que los primeros comprendieron la relación entre el derecho y el hecho social, frente a los revolucionarios teóricos, nutridos de ideologías y de proposiciones importadas cuyo supuesto igualitarismo democrático era el producto de la consideración exclusiva de uno de los estratos sociales: el de la "gente principal" o "decente" y prescindía de la existencia de los inferiores. Mientras para los federales el pueblo tenía una significación total —ahora dirían totalitaria— para los unitarios es sola la clase principal, la parte “sana y decente” de la población como ahora. Veamos el debate sobre el sufragio en la Constitución Unitaria de 1828. En el artículo 6° se excluía del derecho al voto a los criados a sueldo, peones, jornaleros y soldados de línea. Galisteo expresa la oposición federal diciendo: El jornalero y el doméstico no están libres de los deberes que la República les

impone, tampoco deben estar privados de sus voces... al contrario, son estos sujetos, precisamente, de quienes se echa mano en tiempos de guerra para el servicio militar. Dorrego dice: He aquí la aristocracia, la más terrible, porque es la aristocracia del dinero... Échese la vista sobre nuestro país pobre: véase qué proporción hay entre domésticos, asalariados y jornaleros y las demás clases y se advertirá quieres van a tomar parte en las elecciones. Excluyéndose las clases que se expresa en el artículo, es una pequeñísima parte del país que tal vez no exceda de la vigésima parte... ¿Es posible esto en un país republicano?... ¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Señalando a la bancada unitaria agregó: He aquí la aristocracia del dinero y si esto es así podría ponerse en giro la suerte del país y merccarse... Sería fácil influir en las elecciones; porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una cierta porción de capitalistas... Y en ese caso, hablemos claro: ¡El que formaría la elección sería el Banco! Con razón Estanislao López escribía en 1831: Los unitarios se han arrogado exclusivamente la calidad de hombres decentes y han proclamado en su rabioso despecho que sus rivales, es decir, la inmensa mayoría de los ciudadanos argentinos, son hordas de salvajes y una chusma y una canalla vil y despreciable que es preciso exterminar para constituir la República (José María Rosa, ''Historia Argentina", tomo, IV, pág. 53 y sig.). En el mismo debate Ugarteche protestaba por los derechos que se le negaban a los nativos y los privilegios que se le acordaban a los extranjeros: Yo quisiera saber en qué país hay tanta generosidad... Todas nuestras tierras las vamos vendiendo a extranjeros y mañana dirá la Inglaterra: esos terrenos son míos, porque la mayor parte de tus propietarios son súbditos míos, luego yo soy 35 dueña de esas propiedades. Y lo que no se pudo el año 1806 con las bayonetas cuando todavía éramos muy tontos se podrá con las guineas y las libras inglesas... Trasladémonos ahora al escenario actual y percibiremos las verdaderas filiaciones históricas que no son las que distribuyen los profesores de Educación Democrática; también se ve clarito que los jefes federales percibían la identidad de la voluntad popular con los intereses nacionales, y la de los privilegiados con los extranjeros.

Con la caída del Partido Federal y los caudillos la clase inferior deja de ser elemento activo de la historia; su presencia en la vida del Estado no alteraba la situación en la relación de los estratos sociales entre sí, pero obligaba a contarla como parte de la sociedad. Después de Caseros, y más precisamente de Pavón, deja de jugar papel alguno y es sólo sujeto pasivo de la historia. Sus problemas no cuentan en las soluciones a buscar, ni sus inquietudes nacionales perturban las directivas imperiales. La política será cuestión exclusiva de la "gente principal" durante más de cincuenta años. LA CLASE ALTA SE AMPLÍA Volviendo a la gente principal, veamos ahora como se va conformando dentro de ella la clase alta porteña. Ya se ha visto su origen burgués; por lo mismo nunca fue muy exclusivista. Durante la Colonia era muy reciente su estabilización para que obstaculizase la incorporación de los nuevos ricos y además muy escasos los contactos exteriores que permitiesen la relación con la hidalguía metropolitana; en este sentido sólo contaron las alianzas matrimoniales con funcionarios reales o sus descendientes que daban prestigio social a la burguesía. (Así don Bernardino González Rivadavia contaba entre sus numerosas vanidades la muy importante de haberse casado con la hija del Virrey del Pino). Las sucesivas capas de burguesía comercial iban integrando la alta clase en la medida de su ascenso económico, y hasta los bolicheros de campaña tuvieron sus descendientes en

ella cuando sus recursos le permitieron pasar al contrabando primero, o hacerse estancieros directamente. La estancia, a su vez iba dejando de ser un complemento del comercio, como originalmente, para pasar a fundamento de la riqueza y la posición social; así de la estancia, sin haber pasado por el mostrador vienen por ejemplo los Ugarte; de un modesto vasco cuyo hijo, un notable jurista saltó en primera promoción a la alta clase, y ya cuenta entre la gente de peso en la primera mitad del siglo pasado, caso parecido al de los Unzué, que tampoco provienen de la burguesía de los siglos XVII y XVIII 9. La permeabilidad se hizo mayor con el contacto que el comercio libre estableció con el mundo europeo. Se despertó entonces la preocupación por estilos y modos de sociabilidad que importaban los primeros viajeros comerciales y que mucho después, en el apogeo de la economía agropecuaria, se iría a buscar a Europa, pagando el derecho de piso en la etapa de los “rastacueros” y el "guarango" cuando brasiliens et argentines aparecieron en los grandes hoteles o en el mundo de las demimondaines, tirando manteca al techo. (Porque la alta clase argentina tuvo su época correspondiente al "medio pelo" actual y jugó su papel en otra dimensión

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