TESIS III Y IV
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¿Existe relación alguna entre el conocimiento, esencia y existencia? David Fernando Bohórquez Quintero Seminario Mayor Arquidiocesano de Bucaramanga
Ensayo Final
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2 Resumen
El presente texto tiene como finalidad presentar con argumentos tomasinos una discusión con respecto a la posible relación que pueda existir entre el conocimiento junto con los conceptos de esencia y existencia. Dicho documento es elaborado como síntesis final dentro del contexto de la materia de Seminario de Santo Tomás, direccionada por el presbítero Elmer Libardo Villamarín, formador del Seminario Mayor Arquidiocesano de Bucaramanga. Palabras clave: Esencia, existencia, conocimiento, Santo Tomás, abstracción.
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¿Existe relación alguna entre el conocimiento, esencia y existencia? Partiendo del principio etimológico de la filosofía: búsqueda o deseo de verdad, conocimiento sabiduría – desde el punto de vista de los filósofos clásicos relacionado con el conocimiento teórico y práctico –, ha sido un aspecto de constante análisis por todos los filósofos desde el inicio de ésta disciplina tan importante del saber debido a sus articulación con todas las áreas del conocimiento. A modo de ejemplo se encuentra Heráclito entre los primeros pensadores que acuñaron dicho término para referirse a aquellos dedicados al ejercicio intelectual, él enunciaba que “conviene que los hombres filósofos sean sabedores de muchas cosas” (Mora, 1964) Es precisamente éste ámbito intangible el tema en discusión para este documento, el conocimiento, aquel que es tan inmensurable como el mismo universo y tan actual como el segundo que acaba de pasar. Es un tema de discusión bastante amplio y que abarca diversos elementos de estudio. En primera instancia, para poder hablar de conocimiento, es posible hablar de intelectualismo, el cual “prefiere, valora y acentúa unilateralmente, en oposición a la volición, al entendimiento, y, por consiguiente, el pensamiento, la idea, el conocimiento, al cual concede, en la actuación divina y humana y en el acontecer del mundo, rango absolutamente dominante.” (Manser, 1947) Incluso se puede afirmar que “el intelectualismo es tan multiforme como el mismo saber humano.” (Manser, 1947) Santo Tomás ofrece una teoría sobre la manera en que el ser (ente) comprende y adquiere el saber. Acá sale a colación lo mencionado por dicho autor donde anuncia que “es manifiesto que esencia es aquello que se entiende por la definición de una computadora” (De ente et essentia, 2].
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Reconociendo que el conocimiento es infinito, es posible considerar que solamente un elemento del ser de la misma cualidad o similar, sea el que permita adquirir los aprendizajes, el alma. Es en la cuestión ochenta y cuatro de la primera parte de su Suma Teológica donde el doctor de la Iglesia ofrece luces al respecto afirmando que “el alma recoge las imágenes de los cuerpos y se adueña de las imágenes formadas en sí misma de sí misma, ya que para configurarlas les transmite algo de su propia sustancia”, con lo que hay cabida al tema de la esencia con relación al alma. Reconociendo que la esencia es definida como aquello que hace referencia a lo que es una cosa, además está compuesta por materia y forma. También esclarece el Doctor Angélico que el conocimiento puede estar ligada de manera estrecha con la felicidad, de hecho afirma en su obra referente al fin último del hombre, en el artículo 4, que evalúa si la felicidad consiste en actividad del entendimiento o de la voluntad, dentro de la tercera cuestión que engloba el tema de qué es la felicidad, de manera textual que “la esencia de la felicidad consiste en actividad intelectual, pero a la voluntad corresponde la delectación o gozo que se sigue de la felicidad; en expresión de Agustín en el Libro X de Las confesiones, la felicidad es <<el gozo de la verdad>>, porque el gozo es la consumación de la felicidad” (Aquino, 1983, pág. 70) Ahora bien, teniendo claros estos conceptos, es posible articularlos con base en la Teoría del Conocimiento propuesta por el Buey Mudo, donde en primera instancia se exponen los niveles cognoscitivos propuestos por éste: “de lo empírico y de lo intelectual… El nivel empírico es una percepción directa de lo singular, pero, dada su conexión con el otro nivel, ya contiene elementos intelectivos (que serán aspectos de la captación – indirecta – de lo universal)”. (Beuchot, La teoría del conocimiento en Santo Tomás de Aquino, pág. 12) Junto con ello, también se menciona la abstracción y el sentido pasivo de esta, teniendo en cuenta que esta, está relacionada estrechamente con el intelecto, “por lo cual se puede hablar igualmente de una cuasi-pasividad o cuasi-actividad del mismo en la
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abstracción. Este tipo de acción que se da en el intelecto es la propia del intelecto posible, y éste tiene tres actos: la simple aprehensión, el juicio o composición-división y raciocinio”. Partiendo de este supuesto, se dice que la abstracción tiene dos ramificaciones de acuerdo al “sujeto cognoscente”, de las cuales la primera consiste en: “según la primera operación de la mente, se trata de una abstracción lógica, porque la primera operación está dirigida a la esencia de la cosa, aprehendiéndola sin aprehender otra cosa, sin tomar en cuenta si son idénticas o no; y así obtenemos un concepto universal que prescinde de los singulares”. Y junto con ella, la que le subsigue es: “Con arreglo a la segunda operación de la mente, se trata de una abstracción real, porque la segunda operación está dirigida a la existencia de la cosa, aprehendiendo que una cosa no es tal otra; y así obtenemos un juicio negativo que no puede ser verdadero más que si lo que dice se realiza en la naturaleza de las cosas, pues el juicio se refiere a la existencia real de las cosas.” (Beuchot, La teoría del conocimiento en Santo Tomás de Aquino, pág. 19) Teniendo en cuenta esta relación latente entre lo tangible y lo intelectual, agrega el Santo Doctor que “ la felicidad del hombre no consiste en los bienes corporales, que son los únicos que se alcanzan por la actividad del sentido. Sin embargo, las actividades de los sentidos pueden formar parte de la felicidad, tanto en la manera antecedente como consiguiente. De manera preparatoria, la felicidad imperfecta que puede lograrse en esta vida, porque la actividad intelectual presupone la sensorial. De manera consiguiente o como consecuencia… porque <>, según testifica Agustín en la Carta de Dióscoro”. (Aquino, 1983, pág. 67) Por otra parte, “la felicidad consiste en el conocimiento de la realidad infinita. Luego la felicidad del hombre está en el conocimiento de la realidad infinita, que es acto intelectual”. (Aquino, 1983, pág. 69)
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A sabiendas que el conocimiento humano es posible en conjunto por el intelecto y la sensación, se hace necesario establecer la relación inmanente entre ambos ámbitos, pues juntos se entrelazan para lograr una aproximación al conocimiento de manera empírica o conceptual. El hombre se encarga de encontrar a Dios en todo cuanto conoce, pues de hecho es él, el Motor Inmóvil que se trataba en algunas tesis ulteriores, el que ilumina el alma para que, junto con lo que pueda percibir el cuerpo, se logre generar un concepto más condensado sobre algún aspecto en específico. Dios, en sí mismo, es la felicidad plena, el fin último del hombre y hacia donde se dirigen todos sus esfuerzos y tienden sus más trascendentes deseos. Para esto, el ser humano se vale de distintos medios que le permiten manifestar su deseo de infinitud, su ansia de trascender a la presencia del Creador. Ya se hablaba en cierto modo en la Suma Teológica, por parte del santo de Aquino que la “creación está mezclada con las obras de naturaleza y voluntad” (Aquino, Suma Teológica II, 2001, pág. 457). De ahí que se pueda decir que “en cualquier operación de la naturaleza y del arte, se produce alguna forma”, la cual empieza a existir en acto al hacerse los compuestos, no porque ellas mismas sean hechas de forma directa, sino de forma accidental sólo”. Dado que Dios es el la felicidad plena, es el infinito en sí, el acto puro, el alma, que es lo más cercano a la infinidad divina, tendrá de igual modo una labor crucial al momento de adquirir o generar conocimiento. Dentro del contexto de las tesis tomistas que se han venido analizando, se puede establecer que los sentidos captan o conocen los accidentes, pero se puede caer en el error de pensar que “hay muchos géneros de accidentes. Por lo tanto, como quiera que las potencias se distinguen de los objetos, parece que los sentidos se multiplican según el número de los
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géneros de accidentes”. (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 715) Al respecto, el Buey Mudo aclara que esta opinión no “es admisible. Pues las potencias no existen en razón de los órganos, sino que los órganos existen para las potencias. Por eso, no hay diversas potencias porque haya distintos órganos, sino que la naturaliza proporcionó diversidad de órganos en correspondencia a la diversificación de las potencias. La naturaleza también asignó a los distintos sentidos medios diferentes en correspondencia a la actividad de las potencias. Y conocer las naturalezas de las cualidades sensibles no es algo propio del sentido, sino del entendimiento” (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 715). Se conoce entonces el sentido como una “potencia pasiva sometida por la naturaleza a la alteración proveniente de los objetos sensibles exteriores” (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 716); y este a su vez, posee dos tipos de alteraciones, la física que “se da cuando la forma de lo que es causa de la alteración es recibida en el objeto alterado según su propio ser natural” (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 716); y la alteración espiritual, que “se da cuando la forma de lo que provoca la alteración es recibida en el objeto alterado según su ser espiritual” (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 716). Se debe tener claro, tal como explica el Doctor Angélico en su Suma Teológica que “para la operación del sentido se requiere una alteración espiritual por la que se establezca en el órgano del sentido una representación intencional de la forma sensible. De no ser así, si sólo la alteración física fuera necesaria para sentir, todos los cuerpos físicos, al ser alterados, sentirían” (Aquino, Suma Teológica I-I, 2001, pág. 716). Ahora bien, teniendo plena conciencia del robusto proceso que implica el acto de conocer y al saber que todo condensa su cualidad de existencia en el Primer Motor, y es el mismo Dios el que tiende a la unidad, se podría decir que a través del iluminismo, que permite la captación de experiencias a través de los sentidos y su purificación a través del alma, se logra la captación de la esencia y la existencia a través del compuesto hilemórfico.