Tema 10

  • June 2020
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TEMA 10: ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA 1.Introducción Las últimas tres décadas de la historia de España han significado un cambio profundo para la política, la economía y la sociedad, inmersa en un proceso de transformación y modernización. Siendo la familia la institución que conecta a los individuos y la sociedad desde el comienzo de la vida humana, se nos muestra como un excelente marco para su observación, por lo que su estudio ha sido abordado desde diferentes disciplinas, como la sociología, la demografía, la antropología o el Derecho. El objetivo del tema que os presento es el análisis de dicha transformación demográfica, social (descrita por Inés Alberdi como “democratizadora”) y sociocultural en su contexto político, económico y jurídico; un análisis de sus factores, de sus logros y de las persistencias del pasado en los comportamientos sociales y en los valores, de sus diferentes ritmos y tiempos. 2. Transición política y transición económica Los cambios efectuados en las estructuras políticas, legislativas y económicas constituyen el contexto ineludible del cambio social, en el cual se ven reflejados. La elección de 1970 como fecha de inicio del estudio se justifica en cuanto que en esos momentos podemos hablar de una sociedad en cambio encerrada en el corsé de un sistema político y legislativo inmóvil. El Plan de Estabilización de 1959 es el origen de la transformación de las estructuras económicas y sociales españolas, de modo que la enorme distancia existente entre Europa Occidental y España comienza a recortarse, pero no hay, sin embargo, una voluntad de cambio desde dentro pareja en el ámbito político. El régimen recurría a la represión y bloqueaba tendencias aperturistas. La muerte Franco, Jefe del Estado, abre un intervalo en que se intenta sin éxito llevar a cabo el proyecto continuista de algunos sectores del régimen, el “franquismo sin Franco”. El último cuarto de siglo XX vendrá en cambio marcado en lo político por un lado por la Transición de un régimen dictatorial-autoritario a una democracia de corte occidental y, por otro lado, por la inserción de España en un marco geopolítico con la incorporación al proceso de integración europea, efectiva en enero de 1986. La oposición antifranquista rechazó el modelo continuista, inviable también desde la perspectiva europea. Los diferentes partidos y organizaciones políticas se coordinan en organismos unitarios con los que el gobierno de Suárez abrirá un diálogo en la búsqueda de un consenso que permitiera una transición no rupturista ni revolucionaria, sino gradual y pactada. Este consenso se concreta en la convocatoria de elecciones de 1977, previamente a los Pactos de la Moncloa de 1977 y la Constitución de 1978 que, definiendo a España como un Estado social y democrático de derecho, establece un nuevo marco político-administrativo y legislativo equiparable al de sus vecinos europeos. Los siguientes años (1979-1982) ven la consolidación de la democracia y, paralelamente, la desintegración del partido gubernamental afectado, entre otros problemas, por una coyuntura económica muy desfavorable en la que cobra protagonismo el segundo shock energético y unos niveles de desempleo históricos. La caída de la UCD dará paso al triunfo electoral del PSOE. El gobierno largo del PSOE entre 1982 y 1996 cierra un periodo marcado por la urgencias del cambio político y abre una época de modernización económica y social 1

(extensión del Estado del Bienestar, reducción de desigualdades sociales) que incluye la convergencia con Europa. Durante las presidencias de Felipe González, el gobierno invierte en la construcción del Estado del Bienestar pero a la vez, inserto el país en un determinado contexto económico internacional, toma medidas económicas que terminan abriendo una brecha con los trabajadores y los sindicatos. Los años finales vendrán marcados por la crisis económica tras los fastos de 1992 y los escándalos de la corrupción, del GAL y del CESID, lo que propiciará el triunfo, en 1996, del PP, que devuelve al poder a un partido de centro derecha, dentro de las reglas del juego democrático. Los gobiernos de Aznar se verán acompañados de una coyuntura económica favorable. 3. La evolución social: De la familia tradicional a la familia postmoderna Conjuntamente con los cambios político-económicos, se produce un cambio esencial en la sociedad española, un cambio que, respecto a la familia, podríamos caracterizar como fin de la familia tradicional (entendida ésta como un matrimonio efectuado por el rito católico más la descendencia habida dentro de éste) y surgimiento de modelos alternativos de familia (pluralidad de modelos familiares) así como de democratización de las relaciones intrafamiliares. Hay todo un proceso de transformación y modernización de las mentalidades parejo al cambio social, un proceso que sigue su propio ritmo y dentro del cual debemos señalar como tendencias principales la secularización de la sociedad, la equiparación de la mujer al varón, la privatización de las relaciones familiares y, en consecuencia, actitudes progresivamente tolerantes hacia los comportamientos que se alejan del modelo anterior. El crecimiento económico de los años del “desarrollismo” tiene efectos contradictorios ya que, si bien legitima a un régimen que asume y logra la industrialización del país, contribuye a su vez a imposibilitar que éste se perpetúe a sí mismo. La fin de la autarquía es también el fin del aislamiento sociocultural y la apertura al estilo de vida de las sociedades desarrolladas cuya imagen llega al español medio a través del cine de Hollywood, del turismo en expansión y de los contingentes de emigrantes que retornan a sus lugares de origen desde Europa y América. 3.1. La segunda transición demográfica Cualquier acercamiento a la evolución de la familia debe comenzarse con una aproximación a sus aspectos demográficos básicos. Las fuentes documentales que nos muestran la evolución demográfica son principalmente estudios institucionales, como las encuestas del Instituto Nacional de Estadística2, del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), del Instituto de la Mujer, de instituciones regionales y de ámbito internacional, como la Unión Europea; además de informes de entidades privadas como los informes FOESSA, o los estudios del Centro de Investigaciones de la Realidad Social (CIRES) de la Fundación BBV. Así, la sociedad española vive, durante el periodo definido, la llamada Segunda Transición Demográfica, que afecta al resto de países de Europa Occidental (si bien ésta presenta una cronología diferente en los países de Europa Meridional o Irlanda). Esta Transición viene marcada principalmente por: a) Descenso acusado de las tasas de natalidad y fecundidad, cerrando el llamado boom demográfico de la segunda mitad del siglo XX. En los países del arco mediterráneo, donde el número de hijos por mujer era el más elevado de Europa 2

en 1970 (exceptuando Irlanda), esta contracción de la fecundidad es mucho más acelerada e intensa, situándose España en unas cifras claramente por debajo del nivel de reemplazo generacional (Ver anexos 1 y 2). La tasa de natalidad sufre una notable decremento, reduciéndose a algo más de la mitad. Respecto al anexo segundo, además de la evidencia de un punto de inflexión en torno a 1975, momento en que termina la expansión demográfica en España, es llamativa la existencia de dos tendencias inversas para el conjunto de la población nacional y la de la Comunidad de Madrid, en la que el enorme crecimiento del área urbana en la Comunidad es sin duda relevante. b) Aumento de la esperanza de vida al nacer gracias a los avances en la medicina, la higiene, con especial atención a la reducción de la mortalidad infantil. Esta tendencia comienza con el siglo y se acentúa durante el mismo sin una evolución homogénea. A fines del siglo XX, España presenta una esperanza de vida al nacer superior incluso al del resto de países europeos. (Ver anexo 3) La diferencia de varios años en la esperanza de vida de hombres y mujeres nos habla de una realidad de ancianas solas, viudas por lo general, subsistiendo en ocasiones con pensiones de viudedad de cuantía reducida. Como consecuencia, la sociedad española envejece siguiendo el patrón de las sociedades desarrolladas del contexto occidental en un lapso de tiempo más reducido. 3.2. La transición del marco legal El marco legal del régimen franquista establece un tipo de familia tradicional, en que el matrimonio religioso es, salvo unas pocas excepciones estadísticamente irrelevantes, el único posible y en que la subordinación de la mujer (y los hijos) al marido, sancionada por el Código Civil, se mantiene a pesar de los livianos intentos de ampliación de los derechos y libertades de la mujer de 1958 y 1966 para adecuarlo a la evolución social. Tras la muerte de Franco, el gobierno acomete una serie de reformas parciales del derecho de familia (despenalización del adulterio y el amancebamiento entre otras) así como el establecimiento de la mayoría de edad para ambos sexos en los 18 años, previas a la promulgación de la Constitución. El escalonamiento de dichas reformas durante 1978 tenía la función de hacer expresa y publicitar convenientemente la voluntad democratizadora del gobierno, tanto frente al conjunto de una sociedad que demandaba cambios urgentes y, más concretamente, de distintos colectivos feministas, como frente a la vecina Europa, en vistas a la tan deseada integración. Pero es la Constitución de 1978 la que realmente cambia por completo el marco legal de la familia al declarar en su artículo 14 la igualdad entre los españoles sin distinción por razón de sexo o de nacimiento, lo que retira la sanción legal a una institución cultural de largos siglos como la autoridad patriarcal, además de suprimir todo tipo de discriminación legal entre hijos legítimos y biológicos. La familia tradicional, tal y como había sido entendida hasta entonces, era vaciada de contenido y el lugar de los imperativos morales católicos era tomado por la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, dentro de un estado definido como aconfesional. En julio de 1981 se legisla la necesaria reforma del Código Civil para adecuarlo a la nueva concepción igualitaria del matrimonio propugnada por la Constitución. 3

Entre otros aspectos menos llamativos, la reforma regula a cuestión del divorcio equiparando la normativa española a la de otros estados europeos y ofreciéndolo como salida legal a una ruptura de hecho previa o a situaciones de crisis matrimonial, pudiendo solicitarse de mutuo acuerdo o bien por la vía contenciosa. En cualquier caso, la despenalización del divorcio abre la puerta a la formación de nuevas familias. La notable diferencia existente entre el número de separaciones y divorcios se debe a que la legislación complica en cierto modo el acceso al divorcio, exigiendo una repetición de los trámites ya realizados para obtener la separación legal, mientras que la única ventaja del divorcio frente a la separación legal es la de poder volver a contraer matrimonio civil. Frente a ambas series (separaciones y divorcios) el número de nulidades es de una relevancia sólo relativa. 3.3. Una sociedad en cambio: Morfología de la familia y comportamientos sociales Si bien el nuevo marco jurídico establecido en los primeros años de la democracia permite una pluralidad de formas de familia de carácter menos rígido (según algunos sectores alarmistas, la nueva legislación tendría el efecto de destruir la familia por completo), no tendrá un efecto acusado a corto plazo debido principalmente a la coincidencia de los primeros años de la democracia con una coyuntura de crisis económica mundial. Entre 1979 y 1984, la crisis golpea con fuerza la economía española, generando un fuerte desempleo estructural que afectará a la generación del baby-boom, que accede en estos años al mercado laboral. Es la posición social de la mujer la que establece la pauta de la modernización de la familia (su nivel educativo, su grado de autonomía personal) y, en un contexto de crisis económica y con una desventaja comparativa en su integración en el mundo laboral, las mujeres no son, por lo general, económicamente independientes, no pudiendo, por lo tanto, hacer uso de su libertad formal. Una panorámica del la morfología de los hogares españoles a lo largo del periodo nos obliga a hacer una distinción inicial entre áreas rurales y áreas urbanas, no pudiendo hablar de evolución homogénea de las familias. Siguiendo la tipología de Laslett (división de los hogares en unipersonales, hogares sin núcleo, hogares uninucleares, hogares monoparentales, hogares extendidos y hogares polinucleares), podemos hablar de la permanencia de hogares de tipo tradicional (extendidos, polinucleares) en zonas rurales y de nuclearización de la familia en zonas urbanas. Además ha de señalarse el aumento de la proporción de hogares monoparentales (como consecuencia del número creciente de l procesos de divorcio y separación legal desde 1981) así como de hogares unipersonales (el incremento proporcional de hogares unipersonales entre 1970 y 1991 alcanza un 140,1%, mientras que se sitúa en un 37,1% para los hogares mononucleares; frente a éstos, la variación de los hogares con dos o más núcleos significa una reducción de un 29,9%), bien como resultado de la ruptura legal de la familia, bien formados por ancianos que, a raíz de la mejora en sus condiciones de vida (tanto en cuestión de autonomía física personal como independencia económica ) prefieren vivir solos en la medida de lo posible. La cohabitación sin matrimonio (tanto de parejas heterosexuales como homosexuales), situada en niveles bajos dentro de lo común en Europa, no quedaría reflejada de forma específica en esta clasificación morfológica, incluida en la categoría inespecífica de familias sin núcleo.

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La principal transformación se da en el campo de los comportamientos sociales, en la que concurren factores de distinto tipo entre los cuales está efectivamente la existencia de un nuevo marco jurídico. El nivel educativo y socioprofesional (principalmente el de la mujer), por ejemplo se revela como un factor positivo esencial en el desarrollo de comportamientos igualitarios. En sentido contrario actúa la edad: los comportamientos y valores más tradicionales se dan en grupos de edad elevada, en jubilados de ambos sexos. También la residencia en áreas rurales o urbanas tiene una marcada influencia, como ya había sido visto en la evolución de la morfología de los hogares. Una tendencia visible en las últimas décadas es el retraso de la emancipación de los hijos, relacionado tanto con las tendencias económicas de precarización laboral (la recuperación económica y la reducción del desempleo tras 1993 se basó en parte en el empleo precario, conocido como “contratos basura”), de dificultad en el acceso a un empleo estable o a una vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler, como con la democratización de las relaciones intrafamiliares. Los jóvenes prolongan sus estudios y la dependencia económica sin acceder a la vida adulta, por lo tanto retrasando la conformación de nuevas familias y la procreación. Esa elección se ve favorecida por un clima en las relaciones familiares muy distinto: la autoridad y el control paternos, el discurso autoritario y rígido, pierden prestigio a favor de un modelo relacional más afectivo, de apoyo de los padres a los hijos, de tolerancia y de libertad que abarca también la asunción con normalidad de la existencia de relaciones afectivas de los jóvenes que incluyan las relaciones sexuales prematrimoniales. Los jóvenes, en consecuencia, se sienten arropados en sus hogares y satisfechos con su vida familiar (la puntuación media otorgada al grado de satisfacción con la vida en casa pasa de un 7.43 a un 7.58 entre 1981 y 1990), permaneciendo en ellos hasta edades avanzadas, a la espera de un empleo de calidad que les permita emanciparse manteniendo el nivel de vida y de consumo que disfrutan. La tendencia democratizadora afecta también a las relaciones entre los cónyuges, si bien este es un campo en el que la distancia entre valores, opiniones y comportamientos sociales se hace más explícita. Las encuestas de opinión sitúan a España entre los países más igualitarios de Europa (con las lógicas diferencias en función de las variables antes mencionadas: nivel educativo, socioeconómico, grupo de edad y otras como la ideología política, etc.), mientras que las realidades cotidianas nos muestran la perpetuación de comportamientos desiguales. En este sentido es útil hacer una distinción entre grupos generacionales: así hablaríamos de tres generaciones distintas, si bien no debe entenderse la caracterización de estas generaciones en un sentido estricto: los comportamientos sociales no son en absoluto homogéneos según un esquema generacional, siendo múltiples los condicionantes que contribuyen a delimitarlos. • -Una primera generación de comportamientos conservadores cuyos miembros se sitúan por encima de la edad de jubilación, socializados en los roles del modelo familiar tradicional, al que los cambios sociales han afectado en menor medida, pues sus valores pertenecen a una época anterior. •

En un segundo lugar, distinguimos una generación en la edad adulta, aquella que vive su niñez y primera juventud durante el régimen y que llega a veintena aproximadamente en los años finales del franquismo o la primera transición: ésta generación se ha socializado ya en la sociedad de consumo, se ha educado en mayor medida que sus padres y manifiesta unas opiniones teóricamente 5

igualitaristas, frente a unos comportamientos que reproducen, generalmente, la división sexual de las funciones ( ámbito extradoméstico masculino/ámbito doméstico femenino) . Las mujeres de esta generación accedieron al mercado laboral y retrasaron la maternidad para ser durante un tiempo competitivas, si bien en gran medida lo abandonaron a raíz de la primera maternidad para desempeñar el rol de madre-ama de casa. Sus comportamientos no pueden, aun así, equipararse a los de la generación anterior: son más igualitarios en su fondo y el hombre participa más en las tareas domésticas, si bien preferentemente en aquellas consideradas “neutras”, es decir, no específicamente femeninas y entendiéndose dicha colaboración como una ayuda y no como una corresponsabilidad. • -Por último, una tercera generación sería la que se sitúa actualmente en la veintena. Socializados en los valores democráticos, asumen la igualdad entre sexos con naturalidad en lo teórico, sobre todo en áreas urbanas y en niveles educativos superiores. Buscan por lo general la realización profesional, la autonomía personal, rechazando, tanto ellos como ellas, las desprestigiadas labores domésticas. Sin embargo, principalmente por educación, costumbre, etc., esas labores acaban recayendo en las mujeres que, para evitar el desgaste producido por la doble jornada (laboral y doméstica) y para mantener su competitividad profesional en una sociedad en que, por deficiencias del Estado del Bienestar, trabajo y familia no son del todo compatibles, las limitan retrasando o bien suprimiendo la maternidad de lo que deriva a su vez en una reducción clara del tamaño de los hogares. En resumen, la evolución social, a pesar de los resultados obtenidos en las encuestas de opinión, no ha desembocado aún en una sociedad realmente modernizada. Hay un predominio claro de la familia nuclear simple, los niveles de cohabitación son aún bajos, pendiente una reforma legal que regularice cuestiones pendientes relativas a las uniones de hecho homosexuales y heterosexuales; el mercado laboral diferencia entre hombres y mujeres, tanto a efectos de lograr un empleo de responsabilidad como salarialmente lo que, unido a la insuficiencia del desarrollo del Estado del Bienestar, privilegia que el varón sea el proveedor de recursos y la mujer la encargada de las tareas domésticas y el cuidado de la familia: los comportamientos dentro de la esfera privada de la familia (no tanto los sexuales donde el cambio parece más visible) siguen reproduciendo en cierta medida roles tradicionales. Ello se traduce no tanto en una división estricta exterior/interior, sí en una división determinada de las tareas domésticas que asigna a la mujer la mayoría de las labores cotidianas y de atención a ancianos, niños y enfermos, reservando al hombre la adquisición de bienes duraderos de elevado precio (como proveedor que es) y el mantenimiento del coche (como conductor principal del hogar, también) y, aunque no aparezca en el anexo, la realización de las llamadas “chapuzas” domésticas. Esta división se constata inclusive en las familias jóvenes, transmitida a través de la educación diferenciada de los hijos según su sexo.

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4. Datos, tablas, estadísticas La demografía de España contiene las bases del estudio sobre la población española en distintos campos, como puede ser la cuantificación demográfica y la cualitativa, es decir las cualidades en su estado laboral, su renta, su edad, etc. España tiene una población de 46.157.822 habitantes al 1 de enero de 2008, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Se trata del quinto país más poblado de la Unión Europea; sin embargo, su densidad de población (91,4 hab/km² según INE 2008) es menor que la de la mayoría de otros países de Europa Occidental. Población por edad Distribución por edad de la población española (1900)1 Grupo de % edad 0 a 14 años 33,52% 15 a 29 años 24,36% 30 a 44 años 19,24% 45 a 59 años 13,94% 60 a 74 años 7,51% 75 años y más 1,42% Distribución por edad de la población española (2007)2 Grupo de % edad 0 a 14 años 14,34% 15 a 29 años 19,74% 30 a 44 años 25,30% 45 a 59 años 18,92% 60 a 74 años 13,53% 75 años y más 8,18%

La edad media de la población residente en España en el año 2006 era de 40,2 años: 38,9 años para los varones y 41,6 años para las mujeres.2 El 14,3% de la población tenía menos de 15 años, el 69,0% tenía entre 15 y 64 años, mientras que el 16,7% de la población tenía 65 años o más. Amenazada la sociedad española de un envejecimiento irreversible de la población, la llegada de inmigrantes desde los años 1990 ha frenado este proceso: la edad media de la población extranjera residente en España era de 32,8 años en el 2004, frente a 41,0 años de media de los nacionales. Las comunidades autónomas que presentaban un mayor porcentaje de población mayor de 65 años eran, según INE 2006, Castilla y León (22,60%), Asturias (21,96%), Galicia (21,48%) y Aragón (20,47%). Por otro lado, las regiones donde esta franja de edad tenía un menor peso eran Melilla y Ceuta, las islas Canarias (12,35%), la Murcia (13,80%), Baleares (13,84%), Madrid (14,48%) y Andalucía (14,70%).3

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Según la Instituto Nacional de Estadística, en el año 2005 la esperanza de vida en España estaba situada en los 80,2 años de media: 77,0 para los varones y 83,5 para las mujeres.4

Población por sexo

Pirámide de población de España en el año 2007. En total había en el 2007 en España 22.860.775 mujeres (50,58% del total de la población) y 22.339.962 varones (49,42%).5 El número de mujeres supera al de hombres en todas las comunidades autónomas excepto en las Islas Baleares, Islas Canarias, Murcia, Castilla-La Mancha y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Los varones son mayoritarios entre la población menor de 49 años, mientras que a partir de los 50 años las mujeres son más numerosas. Es un fenómeno universal que al nacimiento es mayor el número de varones que de mujeres, y lo más habitual en todos los países desarrollados es que las mujeres tengan una menor tasa de mortalidad que los varones a todas las edades, por lo que a mayor edad menor es el ratio varón/mujer. Sin embargo, en España hay un repunte de esta proporción entre los 26 y los 36 años, debido a que ésta es la edad en la que el colectivo inmigrante es más importante, y en éste el porcentaje de varones supera al de mujeres. Proporción hombres/mujer en España (2007) • • • • • • • •

Al nacimiento: 1,08 hombres/mujer Al año de vida: 1,06 hombres/mujer A los 15 años: 1,06 hombres/mujer A los 30 años: 1,07 hombres/mujer A los 45 años: 1,01 hombres/mujer A los 65 años: 0,93 hombres/mujer A los 80 años: 0,67 hombres/mujer Total población: 0,98 hombres/mujer

Natalidad y mortalidad 8

Según los datos del INE para el 2006, se tienen los siguientes datos relacionados con la natalidad en España:6 • • • • • •

Tasa bruta de natalidad: 10,96‰ Tasa global de fecundidad (nacidos por mil mujeres de 15 a 49 años): 43,0‰ Número medio de hijos por mujer: 1,38 Edad media al nacimiento del primer hijo: 29,3 años. Edad media a la maternidad: 30,9 años. Porcentaje de nacidos de madre no casada: 28,4%.

Datos relacionados con la mortalidad en España para el año 2006:6 • •

Tasa bruta de mortalidad: 8,43‰ Tasa de mortalidad infantil: 3,53 por mil nacidos vivos.

Las principales causas de mortalidad en España para el año 2001 fueron:7 •







Para varones, los principales grupos de causas de mortalidad fueron los tumores (origen del 32,50% del total de las defunciones), enfermedades del sistema circulatorio (29,63%), enfermedades del sistema respiratorio (11,85%), causas externas (5,91%) y enfermedades del sistema digestivo (5,34%). Para varones, las causas concretas de mortalidad que provocaron un mayor número de defunciones fueron la isquemia cardiaca (11,56%), el cáncer de pulmón (8,63%), enfermedades cerebro-vasculares (7,91%) y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (5,99%). Para mujeres, los principales grupos de causas de mortalidad fueron las enfermedades del sistema circulatorio (39,86%), los tumores (21,47%), enfermedades del sistema respiratorio (8,79%) y enfermedades del sistema digestivo (4,87%). Para mujeres, las causas concretas de mortalidad que provocaron un mayor número de defunciones fueron las enfermedades cerebro-vasculares (12,68%), la isquemia cardiaca (9,70%), la insuficiencia cardíaca (7,36%) y otras enfermedades del corazón (5,05%).

El crecimiento vegetativo de la población española en el 2006 fue del 2,53‰.6 Distribución de la población Comunidades autónomas Pob. % (2008) (2008) Andalucía 8.202.220 17,77% Cataluña 7.364.078 15,95% Comunidad 6.271.638 13,59% de Madrid Comunidad 5.029.601 10,90% Valenciana Galicia 2.784.169 6,03% Castilla y 2.557.330 5,54% León 9

País Vasco 2.157.112 4,67% Canarias 2.075.968 4,50% Castilla-La 2.043.100 4,43% Mancha Región de 1.426.109 3,09% Murcia Aragón 1.326.918 2,87% Extremadura 1.097.744 2,38% Principado 1.080.138 2,34% de Asturias Islas 1.072.844 2,32% Baleares Comunidad Foral de 620.377 1,34% Navarra Cantabria 582.138 1,26% La Rioja 317.501 0,69% Ciudades autónomas Ceuta 77.389 0,17% Melilla 71.448 0,15%

La densidad de población de España, de 91,4 hab/km² en el 2008, es menor que la de la mayoría de otros países de Europa Occidental y su distribución a lo largo del territorio es muy irregular. Así, la población española se concentra predominantemente en dos zonas: •

Costa y zonas cercanas: las zonas de costa y los valles próximos son las más densamente pobladas y donde se encuentran los principales núcleos de población y sus áreas metropolitanas (exceptuando a Madrid), por ejemplo Barcelona que extiende su área de influencia por toda la costa catalana, Valencia, Alicante-Elche-Murcia, Sevilla-Cádiz-Málaga-Granada, BilbaoGuipúzcoa-Santander, Asturias, La Coruña-Vigo, Palma de Mallorca, etc.



Madrid: es una zona muy poblada, la ciudad principal es la mayor de España y su área metropolitana es la cuarta mayor de la Unión Europea (sólo superada por París, Londres y la región del Ruhr), en la cual se encuentran ciudades como Móstoles, Alcalá de Henares, Fuenlabrada, Alcorcón, Leganés, Getafe, etc., que superan los 100.000 habitantes. Esta zona es tan poblada gracias a que Madrid es la capital de España y su influencia se extiende ya por las provincias de Toledo y Guadalajara formando una amplia región metropolitana.

Sin embargo, todo el interior sufre problemas de despoblación; en esta parte del territorio, solamente se pueden destacar Zaragoza y Valladolid.

Diez principales provincias por población

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Absoluta

Relativa (densidad) (en hab./km²)

Madrid Barcelona Valencia Alicante Sevilla Málaga Murcia Cádiz Vizcaya

• • • • • • • • •

6.271.638 5.416.447 2.543.209 1.891.477 1.875.462 1.563.261 1.426.109 1.220.467 1.146.421

10. La Coruña



1.139.121

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.

Madrid Barcelona Vizcaya Guipúzcoa Alicante Santa Cruz de Tenerife 7. Las Palmas 8. Valencia 9. Málaga 1. 2. 3. 4. 5. 6.

10. Baleares

• • • • • • • • •

784,45 700,43 517.10 351,05 325,19 313,57 261,03 236,29 214,86



213,97

Las siete provincias más pobladas concentran al 45,47% de la población española, mientras que en las quince con menor número de habitantes (sin contar a Ceuta y Melilla) sólo vive el 7,95% del total. Ninguna de las veintidós provincias menos pobladas tiene costa, mientras que, salvo Madrid y Zaragoza las quince provincias más pobladas tienen todas acceso al mar.

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