Surf En El Metro

  • November 2019
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Surf en el metro. Emergió tal cual una leyenda urbana, hace ahora diez años. Principalmente en Madrid pero la historia pudo escucharse en casi todas las ciudades horadadas por túneles de metro. Según decía grupos de jóvenes madrileños habían inventado una nueva forma de diversión que consistía en hacer surf sobre los vagones de metro. Evidentemente no con tablas. Era la propia velocidad de los trenes la que les permitía hacer figuras y cabriolas en el aire mientras saltaban de vagón en vagón.

Dicen las leyendas surgidas desde entonces que incluso los ancianos que habitualmente asistían como espectadores a las obras también acudían a las estaciones para contemplar el extraño espectáculo y así matar el tiempo. También se decía que los propios responsables de la seguridad en el metro habían decidido instalar cámaras de vigilancia para poder controlar a las pandillas de indeseables que se jugaban así la vida. Incluso se generó cierta alarma social al respecto pero, en verdad, nunca se detectó a nadie jugando a tal cosa, por mucho que los relatos populares hablaran de muchachos detenidos por la policía como consecuencia de estas acciones.

Sí es cierto que llegó a localizarse la existencia de jóvenes que llegaban a viajar entre los vagones pero nunca sobre ellos. Además tal cosa hubiera sido imposible en la mayor parte de los túneles ya que la distancia que existe entre el techo del tren y la parte superior del túnel no es suficiente par que pueda moverse una persona por pequeña que sea. Una vez más se trata de una leyenda urbana, una creencia popular. Nada más. Sin embardo, como casi todas las historias de este tipo existe una base real y verídica y, en este caso, realmente terrible y trágica.

El origen de la historia bien podría estar situada temporalmente en los años sesenta. Y no en Madrid sino en el barrio de Soweto, en la capital de Sudáfrica. Por aquel entonces Johannesburgo estaba sometida al terrible “apartheid” y las poblaciones negras estaban sumidas en la más desesperada pobreza. En este contexto surgieron bandas juveniles integradas por muchachos a los cuales el futuro se les presentaba de espaldas. Y una de las prácticas de estas bandas consistía en subirse a los trenes y hacer surf sobre los mismos. El objetivo principal que se proponían era esquivar los postes y cables eléctricos que nutrían de energía los trenes en la parte superior y hacer todo eso sin mover los pies.

Ahora, a comienzos del siglo XXI la moda suicida ha vuelto. Hoy los surfistas del tren son igualmente jóvenes sin un futuro claro. Les afectan los mismos problemas que aquellos muchachos de hace cuarenta años. La falta de futuro real, la pobreza, la segregación. Del mismo modo que entonces, quienes practican esta suerte de arriesgado juego pertenecen a bandas juveniles tal y como se decía de los surfistas del metro de Madrid. Uno de estos clanes es el llamado Los vándalos tiene más de mil suicidas en sus filas, pero hay otros Bin Laden, Primera clase… en total se cuentas por cientos los jóvenes que se dedican a esto. Lo grave es que incluso son considerados como héroes entre los muchachos.

Al igual que antaño el principal objetivo de los jóvenes surfistas es esquivar los cables de alta tensión que dan electricidad a los trenes. No pueden mover los pies mientras lo hacen. Su agilidad y sus cuerpos deben efectuar los movimientos oportunos para sortear estos obstáculos que aparecen entre los jóvenes a una velocidad superior a los cien kilómetros por hora. En realidad se trata de efectuar unos movimientos muy similares a los que efectúa Keanu Reeeves en la película Matrix en alguna de las escenas que muestran al actor, a cámara lenta, esquivando las balas de sus enemigos. De hecho, por ese nombre, Matrix se conoce el juego. El gran problema es, que en este caso, no se trata de una película.

Como decíamos el juego es trágico, el riesgo a morir calcinado por los cables es vidente pero ahí está el mérito y el riesgo. En el año 2007 se han contabilizado diez muertos. No sabemos si el origen de la leyenda está en los surfistas de Soweto pero es muy probable que así sea. Aunque en ocasiones se produce el fenómeno a la inversa. Es decir, tras la leyenda llega la realidad. Porque el fenómeno de imitación de

la leyenda es habitual en este asunto. Y es que a veces, estos relatos parecen dar ideas.

Un ejemplo de esto es produjo no hace muchos años en España. La leyenda decía que las operadoras de teléfonos móviles pretendían cobrar por las llamadas perdidas. Evidentemente las compañías no lo hicieron porque la ley no lo permite. Pero inventaron un truco y es que, cada vez que se rechazaba una llamada, en vez de cortarse la comunicación, saltaba automáticamente el buzón de voz. En ese caso si se consideraba que le había establecido una llamada y que, por tanto, se podía cobrar por la fallida comunicación. La trampa duró poco tiempo. El justo hasta que sus responsables creyeron que sorteaba peligrosamente la ley. Pero lo cierto es que esta práctica surgió a partir de la leyenda ¿casualidad?

Del mismo modo la existencia de “snuff movies”, es decir, de películas que graban hechos reales de violencia, a veces, mortal. Empezaron siendo una leyenda urbana que se basaba en varias películas de serie B. cuando empezó a sospecharse de la existencia de estas filmaciones, las “snuff movies” no existían. Pero la realidad posterior a la imitación sí puede haber dado ingredientes de veracidad al mito. En no pocos crímenes sádicos se sospecha que alguien pudo grabar los hechos pero el tiempo y la telefonía móvil multimedia han hecho verídica la leyenda urbana y jóvenes pandilleros graban las palizas que dan en plena calle a otras personas gracias a estos aparatos. Por inercia la leyenda se ha hecho realidad. Esperamos que no suceda lo mismo con los surfistas del metro.

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