Standing, Precariado.pdf

  • Uploaded by: Sergio Vega
  • 0
  • 0
  • December 2019
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Standing, Precariado.pdf as PDF for free.

More details

  • Words: 13,927
  • Pages: 19
1 (Í

I·.L I'IU.C-\Iti-\IHl

realidad ocultad~ la globalización. Ei aju-;te globaL demorado durante demasiado tiempo. está hundiendo a los países ricos al mismo tiempo que saca a flote a algunos de los pobres. A menos que se resuelvan las desigualdades obstinadamente desdei1adas por la mayoría de los gobiernos durante las dos últimas décadas. la desazón y sus repercusiones podrían llegar a ser explosivas. La ecunomía de mercado global puede finalmente devar el nivel de \'ida en todas partes ~-- hastct sus críticos deberían desearlo~- pero solo sus ideólogos pueden negar que ha traído consig(' la inseguridad ecunómica a muchos millones de persona~. El precariado es su avanzadilla, pero tiene todavía que encontrar la voz que proclame su proyecto. T\' o es «la clase media exprimida, ni una «subclase» ni «la capa inferior de la clase obrera», sino que posee un conjunto propio de inseguridades y tendrá asimismo un conjunto igualmente singular de reivindicaciones.

En las primeras fases de la e5critura de este libro realicé una presentación de sus temas a lo quf' resultó ser un grupo de académico'> de tendencia socialdemócrata en gran medida anticuados. La mayoría de ellos los saludaron con ironía y dijeron que no había en mis ideas nada nuevo, ya que para ellos la respuesta seguía siendo la misma que cuando eran jóvenes: se necesitaban rn~s puestos de trabajo v mejor retribuidos. Todo lo que diré a esas respetadas figuras es que creo que las y los precarizados no habrían estado de acuerdo.

Se haría demasiado larga la lista de la gente a la que debería agradecer de forma individual su ayuda en la maduración de las ideas presentadas en el libro. pero quiero mencionar especialmente a los muchos grupos de estudiantes y activista~ que h:m acudido a los df'batc~ sobre sus diversos ternas en los dieciséi:; paíse; \'isitados durante su preparación. Cabe esperar que sus apreciacione~ v sugerencias hayan enco11trado un lugar en el texto final. Baste añadir que el autor de un libro como este es principalmente ponavo1. de los penc;amientn" de todos ellos. (~l-Y STA!\DING

EL PRECARIADO

1 )urante la década de r ')"CJ un grupo de economistas de acérrima inspiración ideológica captó la atención y los ánimos de los políticos ;mglosajones. La idea central de su modelo <meoliberal)) era que el crecimiento y el desarrollo dependían de la competitividad, por cuya max1mización debía hacerse cuanto se pudiera, permitiendo que los principios del mercado impregnaran todos los aspectos de la vida. U no de sus temas preferidos era que los gobiernos debían fomentar la flexibilidad del mercado laboral. lo c¡ue equivalía a un propama para transferir los riesgos y la inseguridad a los trabajadores y sus familias. El resultado ha sido la creación ele un «precariado, glold, consistente en cientos de millones de personas sin un anclaje estable en su trabajo, que se está convirtiendo en una nueva clase peligrosa por su propensión a dar pábulo a voces extremistas o fanáticas \ a utilizar su voto y su dinero para ofrecer a esas voces una plataforma política que acreciente su inf1uencia. El propio éxito de la agenda «neoliberal», admitida en mayor o menor medida por gobiernos de toda laya, ha generado un monstruo político incipiente. Hay que hacer algo antes ele que ese monstruo cobre fuerza.

LL PRECAHIADO SL DESPEREZA

El r de mayo de 2001 cinco mil personas, en su mayoría estudiante<; y ir)\·enes activistas sociales, se reunieron en en el centro de la ciudad ele Milán para iniciar lo que pretendía ser una marcha de protesta alternativa a la celebración tradicional del Primero de i\layo. En 2005 sus filas habían engrosado hasta má:- de )O.ooo personas ---más de J oo.ooo. según algunas estimaciones-- -y el «EuroMay Da y» se había

1~

EL PRECAIU ADO

hecho paneuropeo, congregando a cientos de miles de personas, en su mayoría jóvenes, en las calles de las capitales y muchas otras ciudades de la Europa continental. Aquellas manifestaciones airearon los primeros vagidos del precariado global como tal. Los vetustos sindicalistas que normalmente organizaban las manifestaciones del Primero de Mayo no podían sino sentirse perplejos ante aquella nueva masa en movimiento, cuyas reivindicaciones de inmigración libre y una renta básica universal tenían muy poco que ver con el sindicalismo tradicional. Los sindicatos entendían como única respuestá posible a la precarización un regreso al modelo "laborista» que ellos mismos habían contribuido tanto a cimentar a mediados del siglo xx: más empleos estables con seguridad a largo plazo y los arreos complementarios que solían acompañarlo; pero muchos de los jóvenes manifestantes habían visto a la generación de sus padres acomodarse a la pauta fordista de empleos rutinarios a tiempo completo y subordinación a la gestión industrial y a los dictados del capital. Aunque carecían de una agenda alternativa coherente, no mostraban ningún deseo de resucitar aquel laborismo. Tras dar sus primeros pasos en Europa occidental, el EuroMayDay cobró pronto un carácter global, convirtiéndose Japón en uno de sus principales centros energéticos. Comenzó como un movimiento de jóvenes europeos con niveles de formación relativamente altos, descontentos por el enfoque competitivo (o neoliberal) de mercado que les ofrecía el proyecto de Unión Europea: una vida de sucesivos empleos eventuales, flexibilidad y mayor crecimiento económico. Pero su eurocentrismo pronto dio paso al internacionalismo, al constatar que el desasosiego generado por sus múltiples inseguridades podía emparentarse con lo que sucedía en otras partes del mundo, en particular cuando los inmigrantes se incorporaron a sus movilizaciones convirtiéndose en parte sustancial de las manifestaciones del precariado. Aquel movimiento se extendió a quienes practicaban un estilo de vida no convencional, generándose una tensión creativa entre el precariado como víctima, penalizado y demonizado por las instituciones y prácticas respetadas por la mayoría social, y el precariado como héroe, que rechazaba esas instituciones y prácticas en un acto de desafío intelectual y emocional concertado. En 2008 las manifestaciones del EuroMayDay superaron con mucho los apocados desfiles sindi-

EL PRECARIADO

'9

cales de aquel mismo día. Aquello pudo pasar inadvertido por lamayoría de la opinión pública y los políticos, pero fue un acontecimiento muy significativo. Al mismo tiempo, la identidad dual como víctima-héroe mostraba una notable falta de coherencia. Un problema adicional era la falta de concentración de su lucha. ¿Qué o quién era el enemigo? Todos los grandes movimientos de la historia han tenido, para bien o para mal, una base de clase. Un grupo de interés (o varios) combatía contra otro, habitualmente formado por quienes habían explotado y oprimido al primero, disputándole el uso y control de los principales activos del sistema de producción y distribución de la época. El precariado, pese a su rica variedad, parecía carecer de una idea clara de cuáles eran esos activos. Entre sus héroes intelectuales se contaban Pi erre Bourdieu ( 1998) quien expuso y detalló el concepto deprecariedad, Michel Foucault, Jürgen Habermas y Michael Hardt y Tony Negri (2ooo), cuyo Imperio fue un texto premonitorio, con Hannah Arendt ( 19 58) como trasfondo. También se podían detectar rastros de los levantamientos de r968 que ligaban al precariado con la escuela de Frankfurt y el Hombre Unidimensional de Herbert Marcuse (1964). Era la liberación del pensamiento, la conciencia de una sensación común de inseguridad. Pero de la simple comprensión no brota ninguna "revolución». N o había todavía una indignación eficaz, y esto se debía a que no se había forjado ninguna agenda o estrategia política. La carencia de una respuesta programática quedó de manifiesto en la búsqueda de símbolos, el carácter dialéctico de los debates internos y las tensiones que todavía se mantienen en el seno del precariado y que no van a desaparecer de aquí a mañana. Los dirigentes de las manifestaciones del EuroMayDay hicieron cuanto pudieron por ocultar sus deficiencias, tanto literalmente como en sus imágenes visuales y carteles. Algunos insistían en la unidad de intereses entre los inmigrantes y otros (migranú e precarie "por otra Europa», decía el cartel con el que se convocaba el EuroMayDay en Milán en 2oo8), así como entre jóvenes y veteranos, simpáticamente yuxtapuestos en el cartel berlinés del EuroMayDay en 2006 (Doerr, 2006). Pero como movimiento libertario e izquierdista todavía tiene que suscitar el temor, o al menos el interés, de quienes quedan fuera.

20

FL PRECARIADO

Hasta sus protagonistas más entusiastas admitirían que esas manifestaciones han tenido más de baladronada que de intimidación, sirviendo principalmente como aserción de individualidad e identidad en una experiencia colectiva de precariedad. Con el vocabulario de los sociólogos, las exhibiciones públicas han mostrado sobre todo el orgullo de subjetividades precarias. Un cartel del EuroMayDay, elaborado para una manifestación en Hamburgo, combinaba en actitud de desafío cuatro figuras en una: un limpiador, un cuidador, un refugiado o inmigrante y un trabajador "creativo" con ordenador portátil (presumiblemente parecido a la persona que diseñó el cartel). Un elemento destacado era una gran bolsa de rafia que parecía simbolizar el nomadismo contemporáneo en el mundo globalizado. Los símbolos tienen su importancia. Contribuyen a unir a los grupos en algo más que una multitud de extraños entre sí. Ayudan a forjar una clase y a construir su identidad, fomentando una conciencia de comunidad y una base para la solidaridad o fraternidad. De lo que trata este libro es de cómo pasar de los símbolos a un programa político. La evolución del precariado hasta convertirse en agente de una "política de paraíso" tiene todavía que pasar de las ideas teatrales y visuales de emancipación a un conjunto de reivindicaciones que comprometan al Estado más allá de desconcertarlo o irritarlo. Una característica de las manifestaciones del EuroMayDay ha sido su ambiente de carnaval, con música salsa, carteles y discursos pronunciados con ironía y buen humor. Muchas de las acciones vinculadas a la distendida red que las organiza han sido anárquicas e intrépidas más que estratégicas o socialmente amenazadoras. En Hamburgo se explicó a los participantes cómo evitar el pago de los billetes de autobús o las entradas al cine. En una estratagema en 2ooó que marcó un hito en el folklore del movimiento, un grupo de alrededor de veinte jóvenes con máscaras de carnaval y nombres como Spider Mum, Multiflex, Operaistorix y Santa Guevara entraron a media mañana en una tienda de delicatessen, llenaron un carrito con comidas y bebidas de lujo, se hicieron fotografías del grupo y a continuación salieron del establecimiento entregando a la mujer a cargo de la caja una flor con una nota que explicaba que producían riqueza pero no disfrutaban ele ella. Los participante<; en aquel episodio en el que la vida imitaba al arte, basado en la película Los edukadores (Die .fetten Jahre sind vorbei), nunca fueron atrapados. Colgaron una nota en In-

FL PHECARTADO

21

ternet firmada como Banda Robin Hood en la que decían que habían distribuido las exquisiteces hurtadas entre los becarios seleccionados como los trabajadores precarios más explotados de la ciudad. Bufonadas como aquella, que en modo alguno pretendía ganar amigos ni int1uencia entre el gran público, nos recuerdan ciertas analogías históricas. Podemos hallarnos en una fase de la evolución del precariado en la que los contrarios a sus principales lacras -precariedad ele la residencia, del empleo y el trabajo y de la protección social- se parecen a los «rebeldes primitivos" que han surgido en todas las grandes transformaciones sociales, cuando pierden validez los antiguos derechos y se disgregan los antiguos bloques sociales. Como recordaba Eric Hobsbawm ( 1959), siempre ha habido Robin Hoocls, que solían multiplicarse poco antes de que cobrara forma una estrategia política coherente en defensa de los intereses de la nueva clase dominante. Quienes participan en las manifestaciones del EuroMayDay y en acontecimientos similares en otras partes del mundo son solo el ápice del precariado, pero hay muchos más que viven en el temor y la inseguridad. La mayoría de ellos no acuden a esas manifestaciones, pero eso no los salva del precariaclo. Van a la deriva sin gobernalle y son presa fácil ele la cólera y capaces de virar en poco tiempo de la extrema izquierda a la extrema derecha y ele respaldar la demagogia populista que se nutre ele sus ansiedades y fobias.

EL

PRECARIADO EN MOVIMIENTO

En 1 989 la población de Prato, a poca distancia de Florencia, era casi totalmente italiana. Durante siglos esa vieja ciudad toscana había sido un gran centro manufacturero de tejidos y ropa. Muchos de sus I 8o.ooo habitantes estaban ligados a esas industrias generación tras generación, y sólidamente anclados en arraigados valores que desde el punto ele vista político los situaban en la izquierda. Parecía la encarnación de la solidaridad social y la moderación. Aquel año llegó a Prato un grupo de treinta y ocho trabajadores chinos. Comenzó a florecer una nueva generación de tejedurías y tiendas ele ropa pertenecientes a aquellos inmigrantes y unos pocos italianos asociados con ellos. l m portaron más trabajadores chinos,

22

EL PRECARIADü

muchos de los cuales llegaban sin permiso de trabajo. Aunque se dejaban notar, eran tolerados; impulsaban la floreciente economía de la ciudad y no ejercían apenas presión sobre las finanzas públicas, ya que no recibían subsidios o prestaciones complementarias. Se mantenían por sí mismos, confinados en el enclave donde habían afincado sus talleres. La mayoría de ellos provenían de la ciudad costera de W enzhou en la provincia de Zhejiang, una región con una larga historia de emigración empresarial; llegaban vía Frankfurt con visados de turista por tres meses y seguían trabajando clandestinamente después de que estos hubieran expirado, lo que los dejaba en una situación vulnerable y explotable. En 2008 había en la ciudad 4.200 empresas chinas registradas y 4 5.ooo trabajadores chinos, que constituían alrededor de la quinta parte de la población de la ciudad (Dinmore, 2oroa, b). Fabricaban un millón de prendas á! día, con lo que su producción anual bastaba para vestir a toda la población italiana durante veinte años, según los cálculos de los funcionarios municipales, mientras que las fábricas autóctonas, presionadas por la competencia de las chinas y el aluvión de artículos baratos procedentes de India y Bangladesh, despedían a centenares de trabajadores. En 2010 tan solo empleaban a 2o.ooo obreros, 1 r .ooo menos que en 2ooo; esa contracción desplazaba a cada vez más trabajadores de sus empleos regulares a otros precarios. Entonces llegó el crash financiero, que golpeó a Prato del mismo modo que a muchas otras zonas industriales de Europa y Norteamérica. Se multiplicaron las quiebras, aumentó el desempleo y los resentimientos generaron una hostilidad abierta. Al cabo de unos meses la izquierda política había sido barrida del poder por la xenófoba Liga Norte, que pronto tomó medidas represivas contra los chinos emprendiendo incursiones nocturnas en sus talleres de trabajo esclavo (sweatshops), deteniendo a los trabajadores y demonizándolos, mientras que el aliado político de la Liga, el primer ministro Silvio Berlusconi, anunciaba su determinación de derrotar al «esercito del malo>, tal como denominaba a los inmigrantes ilegales. Un trastornado embajador chino se apresuró a acudir a Prato desde Roma y dijo que lo que estaba sucediendo allí le recordaba a los nazis en los años treinta, mostrándose además reacio, en nombre de su gobierno, a repatriar a sus compatriotas tal como le exigía el italiano. Aquellos problemas no derivaban únicamente de la intolerancia

EL PRECARIADO

2)

de los pratenses, sino más bien de las características peculiares de aquel enclave. Mientras que las antiguas fábricas de la ciudad, presionadas por la competencia, dejaban a la intemperie a los trabajadores italianos en busca de fuentes alternativas de ingresos, los chinos constituían una comunidad en el seno de otra comunidad. Se decía que bandas gangsteriles organizaban el éxodo desde China y dirigían el enclave, disputándose su control con bandas rusas, albanesas, nigerianas y rumanas así como con la mafia, y no solo en Prato; estaban vinculadas a empre"as chinas que invertían en proyectos infraestructurales en Italia, incluida la propuesta de una «euroterminal china;; multibillonaria cerca del puerto de Civitavecchia. Prato se ha convertido en un símbolo de la globalización y de los dilemas planteados por el crecimiento del precariado. A medida que se extendían los talleres de trabajo esclavo chinos, los italianos perdían su papel proletario y se veían obligados a porfiar por un empleo precario o a quedarse sin empleo. La parte inmigrante del precariado estaba expuesta a las represalias de las autoridades al tiempo que dependía de dudosas redes dentro de su comunidad. Aunque no es en absoluto único, Prato refleja algunas consecuencias indeseables de la globalización.

EFECTO DE LA GLOBALIZACIÓN

A finales de la década de 1970 un envalentonado grupo de sociólogos y economistas, a quienes más tarde se llamaría «neo liberales;; y «libertarios;; (aunque esos dos términos no sean sinónimos), percibió que sus opiniones estaban siendo atendidas después de décadas de menosprecio. La mayoría de ellos eran lo bastante jóvenes como para no haber sufrido la Gran Depresión ni haberse dejado seducir por la oleada socialdemócrata que se había implantado como corriente principal del pensamiento socioeconómico tras la Segunda Guerra Mundial. Les disgustaba el Estado, al que equiparaban con el gobierno centralizado y con su aparato planificador y regulador. Veían el mundo como un lugar cada vez más abierto, en el que la inversión, el empleo Y los ingresos afluirían allí donde la situación fuera más acogedora. Argumentaban que a menos que los países europeos, en particular, retrajeran las seguridades construidas desde la Segunda Guerra Mun-

24

LL I'IH:CAill <\DO

FL PllFCAilL\D'l

dial para la clase ubrera industrial y el sector público burocratizado, v a menos que se .. domeñara» a los sindicatos, la desindustrialización (un concepto nacido en aquella época) se aceleraría, aumentaría el desempleo, se frenaría el crecimiento económico, se contraería la inversión y aumentaría la pobreza. Para contrarrestar esa perspectiva estremecedora proponían medidas drásticas, y encontraron en políticos como Margaret Thatcher y Ronalcl Reagan el tipo de líderes dispuestos a compartir y aplicar su análisis. Lo más trágico fue que, aunque su diagnóstico estaba acertado en parte, su pronóstico era despiadado. Durante los siguientes treinta anos a aquella tragedia se le añadiú el hecho de que los partidos políticos socialdemócratas que habían construido el sistema que los neoliberales quería desmantelar, tras oponerse brevemente al diagnóstico neoliberal, acabaron aceptando resignaclilmente junto a este el pronóstico que le acompanaba. U na tesis neo liberal que cristalizó durante la década ele r 9go era que los gobiernos tenían que promover la
2)

\ medida que avanzaba el prc!cC~Il de globalización y que los gol!ÍL'rtlOS y empresas se apresuraban a flexibilizar las relaciones laboralt'';, se multiplicaba la cantidad ele gente en puestos de trabajo insegunJ·o, aunque esto no estuviera tecnológicamente determinado. Al ~'xtellCler~e el empleo f1exible aumentaron las desigualdades, y la esrructun de clase sobre la que se basaba la sociedad industrial dio paso onas, tanto en hs economÍJ.s ricas como en las emergentes, se incorporaron al precariado, un fenómeno nuevo aunque tuviera precedentes en el pasado. El precariado es algo distinto de !J. «clase obrera, o del «proletariado». Estos últimos términos sugieren una sociedad que consiste principalmente en trabajadores con un puesto relativamente duradero y estable, con jornadas de trabajo fijas y vías bastante claras de mejora, sindicados y con convenios colectivos, cuyos puestos de trabajo tenían un nombre que sus padres y madres habrían entendido, frente a patronos locales cuyos nombres y rasgos les eran familiares. La mayoría de los trabajadores precarizados no conocían a su patrono ni sabían cuántos empleados tenía este o podría llegar a tener en el futuro. Tampoco eran de «clase media», ya c¡ue no tenían un salario estable o predecible ni el estatus y ventaja<> que se supone que posee la gente ele clase media. A medida que se aproximaba el final del milenio, cada vez más gente, y no solo en los países en desarrollo, ~e iba encontrJ.ndo con un estatus que los antropólogos y economistas del desarrollo llaman «informa!,. Probablemente ellos rnismos no habrían encontrado adecuado el término para sí mismos ni h:1hrían pen~aclo quP describía una forma común de viví r v trabajar. A ..oí pues, no pertenecían a la clase obrera ni a la clase media, ni se sentían «informales». ¿Qué eran entonces? Lo que probablemente no habrían negado es que llevaban una existencia precaria. Amigos, parientes y colegas compartirían también un estatus eventual de algún tipo, sin seguridad de que fuera a durar muchos años, ni siquiera meses o semanas, y más bien preferían pensar que no iba a ser así.

26

EL PRECARIADO

DEFINICIÓN DEL PRECARIADO

Existen dos formas de definir lo que entendemos por precariado: una es decir que se trata de un grupo socioeconómico con características propias que permiten determinar si una persona pertenece a él o no. Esto es útil en términos de imágenes y análisis y nos permite usar lo que Max Weber llamaba un «tipo ideal». En ese sentido, el precariado se podría describir como un neologismo que combina el adjetivo «precario» y el sustantivo «proletariado,, y es así como lo emplearemos habitualmente en este libro, aunque con ciertas limitaciones. Lo que nos interesa destacar es que se trata de una clase en proceso de formación, aunque no sea todavía una clase para sí, en el sentido marxista del término. Pensando en términos de grupos sociales podemos decir que, dejando a un lado las sociedades agrarias, la era de la globalización ha dado lugar a una fragmentación de las estructuras de clase nacionales. A medida que crecían las desigualdades y que el mundo se movía hacia un mercado laboral abierto y flexible, las clases no desaparecían, pero surgía una estructura global de clases más fragmentada. La «clase obrera», los «trabajadores» y el «proletariado, fueron términos insertos en nuestra cultura durante varios siglos. La gente se podía describir a sí misma en términos de clase y otros los reconocerían en esos términos, así como por la forma en que se vestían, hablaban y se comportaban. Pero hoy día son etiquetas poco más que evocadoras. André Gorz ( J 9 82) habló hace tiempo del «fin de la clase obrera». Otros han seguido dándole muchas vueltas al significado de ese término y a los criterios de clasificación. Quizá lo que sucede en realidad es que necesitamos un nuevo vocabulario que refleje las relaciones de clase en el sistema global de mercado del siglo XXI. Hablando en general, aunque las viejas clases siguen existiendo en buena parte del mundo, actualmente se pueden distinguir siete grupos. En lo más alto está la «elite», consistente en un pequeño número de ciudadanos globales espectacular y disparatadamente ricos que dominan el universo con sus millardos de dólares y que aparecen en la lista anual de Forbes como excelsos seres sobrehumanos, capaces de condicionar la acción de los gobiernos en todas partes y de realizar espléndidos gestos filantrópicos. Por debajo de la elite se sitúan los «altos directivos>> o «ejecutivos» con empleo estable a tiem-

EL PRECARIADO

27

po completo; aunque algunos de ellos aspiran a entrar algún día a formar parte de la elite, la mayoría se contentan con disfrutar de los privilegios de su clase, sus pensiones, sus vacaciones pagadas y su participación en los beneficios de la empresa. Ese grupo se concentra en las grandes empresas, las agencias gubernamentales y el funcionariada que dirige y gestiona la administración pública. Jurito a él, aunque en una posición subordinada, existe un grupo más pequeño (hasta ahora) de «profitécnicos», término que combina las ideas tradicionales de no es para ellos. Por debajo de los profitécnicos, en términos de ingresos, existe un •múcleo» cada vez menor de trabajadores manuales, la esencia de la antigua «clase obrera». Los estados del bienestar, así como los sistemas de regulación laboral, se construyeron pensando en ellos; pero los batallones de trabajadores industriales que vertebraban el movimiento obrero han mermado considerablemente y se ha perdido su conciencia de solidaridad social. Por debajo de esos cuatro grupos está el creciente «precariado», flanqueado por un ejército de desempleados y un grupo deshilvanado de fracasados e inadaptados sociales que viven de los desechos de la sociedad. He analizado en otro lugar (Standing, 2009) el carácter de esta estructura de clases fragmentada; pero lo que queremos examinar aquí en detalle es el papel social del precariado. Los sociólogos suelen pensar en términos de los tipos de estratificación expuestos por Max Weber -clase y esta tus-, entendiendo que el primero de ellas viene dado por las relaciones sociales de producción y la situación de cada uno en el proceso de trabajo (Weber, [1922] r968). En el mercado laboral, aparte de los patronos y los autoempleados, la principal distinción era la que se daba entre trabajadores asalariados y empleados a sueldo; los primeros aportaban trabajo cobrando por cada pieza producida o por el tiempo empleado, lo que se resumía en la imagen dinero-por-esfuerzo, mientras

2S

EL PRECARIADO

que los segundos eran supuestamente recompensados por la confianza que se podía depositar en ellos, resumida en la idea de compensaciónpor-servicio (Goldthorpe, 2007, vol. 2, cap. 5; McGovern, Hill y Milis, 2008, cap. 3). Se suponía siempre que estos úítimos estaban más próximos a los directivos, jefes y propietarios, mientras que los trabajadores asalariados eran intrínsecamente lejanos, lo que exigía disciplina, subordinación y una combinación de incentivos y sanciones. A diferencia de la clase, la idea de estatus estaba asociada con la ocupación de una persona, siendo las ocupaciones de esta tus más alto las más próximas a los servicios profesionales, la gestión y la administración (Goldthorpe, 2009), si bien la cosa se veía complicada por las múltiples divisiones y jerarquías en la mayoría de las ocupaciones, que suponen estatus muy diferentes. En cualquier caso, la división entre trabajadores asalariados y empleados a sueldo y las ideas relacionadas con la ocupación o profesión se tambalean cuando se considera el precariado, que por un lado tiene características de clase, en cuanto que está formado por gente cuyas relaciones de confianza con el capital o el Estado son mínimas, lo que la distancia de los empleados a sueldo, pero que carece de las relaciones de contrato social del proletariado, al que se ofrecía seguridad en el empleo a cambio de la subordinación y una lealtad contingente, pacto no escrito que sustenta los estados del bienestar. El precariado, sin una negociación de confianza y seguridad a cambio de la subordinación, es muy distinto en términos de clase; pero también es peculiar su situación de estatus, que no se solapa claramente con las ocupaciones artesanales de estatus intermedio ni con las profesionales de alto estatus. Cabría decir que el precariado tiene un Hestatus truncado,; y como veremos, la estructura de sus <
LL PRECAHIADO

29

conllevan un conjunto de recompensas que proporcionan una seguridad socioeconómica mucho más valiosa que lo que indican los ingresos monetarios por sí solos (Kerbo, 2003: pp. 509-12). El precariado carece de todas esas recompensas, por lo que la desigualdad real aparece seriamente subestimada. El término descriptivo "precariado, fue usado por primera vez por algunos sociólogos franceses en la década de I 980, para describir a los trabajadores temporales o estacionales. En este libro utilizaremos una noción diferente, pero la cuestión de la temporalidad supone en cualquier caso un aspecto central del estatus del precariado. Solo tenemos que recordar que un contrato de empleo temporal no es exactamente lo mismo que realizar eventualmente algún trabajo. Hay quienes tratan de presentar una imagen positiva del precariado, subrayando el romántico espíritu libre que rechaza las normas de la antigua clase obrera ancladas en el empleo estable así como el materialismo burgués de los empleados asalariados .. de cuello blanco,. Esa rebeldía e inconformismo no deberían olvidarse, ya que son efectivamente rasgos del precariado, y aunque no hay nada nuevo en las luchas de los jóvenes y no tan jóvenes contra los dictados del trabajo subordinado, sí resulta novedosa la buena acogida dispensada al trabajo precario y su estilo por parte de gente .. mayor" que opta por él tras un largo período de empleo estable. Atenderemos a este fenómeno más adelante. El significado del propio término ha ido variando a medida que se incorporaba al lenguaje popular. En Italia se considera que el precariato es algo más que la gente que realiza un trabajo ocasional y con bajos ingresos, suponiendo una existencia precaria como estado de vida normal (Grimm y Ronneberger, 2007). En Alemania se ha utilizado el término para aludir no solo a los trabajadores temporales, sino también a los desempleados sin esperanzas de integración social, lo que está cerca de la idea marxista de lumpenproletariat y no es lo que pretendemos examinar en este libro. En japonés se ha utilizado el término como sinónimo de "trabajadores pobres,, aunque ha ido evolucionando y cobrando un significado propio al asociarse con el movimiento del MayDay japonés y los llamados "sindicatos furita" (palabra que combina .. free" [libre] Y "Arbeiter" [trabajador, en alemán] y que se aplica a los jóvenes que, tras terminar sus estudios, trabajan en empleos eventuales o simple-

30

EL PRECARIADO

mente permanecen desocupados, a menudo en la casa paterna) que reivindican mejores condiciones de vida y de trabajo (Ueno, 2007; Obinger, 2009). No es adecuado equiparar al precariado con los trabajadores pobres o con el empleo inseguro, aunque esas dimensiones le sean cercanas. La precariedad implica también la ausencia de una identidad basada en el empleo seguro, mientras que los trabajadores en algunos empleos con bajos ingresos pueden ir construyéndose una carrera profesional. Algunos comentaristas han vinculado la idea a la falta de control sobre su trabajo, pero tampoco parece esto definitorio, ya que hay distintos aspectos del trabajo o del empleo sobre los que una persona puede tener o no control, como el desarrollo y uso de sus habilidades, la cantidad de tiempo requerida para una tarea, el ritmo de trabajo, su intensidad, el equipo instrumental, las materias primas, etc., y hay distintos tipos de control y controlador, no solo el capataz o supervisor que vigila al trabajador. Afirmar que el precariado es gente que no tiene control sobre su empleo o su trabajo sería demasiado restrictivo, ya que siempre hay ambivalencias y un regateo implícito sobre el esfuerzo, la cooperación y aplicación de las habilidades, así como cierto margen de maniobra para actos de sabotaje, hurtos y malas prácticas; pero hay aspectos del control muy relevantes para evaluar sus aprietos y dificultades. U na línea de investigación igualmente interesante sería quizá la relacionada con lo que se podría llamar .. discordancia de estatus}}. Gente con un nivel de educación formal relativamente alto, que acepta empleos con un estatus o ingresos por debajo de lo que considerarían acorde con su cualificación, pueden sufrir probablemente una frustración de estatus, sentimiento que prevalece entre el joven precariado japonés (Kosugi, 2008). Para nuestro propósito, el precariado consiste en personas carentes de alguna de las siete formas de seguridad relacionada con el trabajo resumidas en el marco, que los partidos socialdemócratas o laboristas y los sindicatos pretendían imponer tras la Segunda Guerra Mundial como programa de Hciudadanía industrial}} para la clase obrera o el proletariado. N o todos los precarizados valorarían del mismo modo esos siete aspectos de la seguridad, pero lo cierto es que todos ellos se están deteriorando.

EL PRECARTADO

3'

ASPECTOS DE LA SEGURIDAD LABORAL BAJO LA CIUDADANÍA INDUSTRIAL

Seguridad del mercado laboral. Oportunidades adecuadas para obtener unos ingresos decentes; a nivel macroeconómico, esto se resume en el compromiso del gobierno con el "pleno empleo}}. Seguridad en el empleo. Protección frente a despidos arbitrarios, regulaciones sobre la contratación y el despido, imposición a los patronos de los costes por infringir las reglas establecidas, etc. Seguridad en el puesto de trabajo. Capacidad y facilidad para mantener un nicho en el empleo, barreras a la dilución de las habilidades adquiridas y oportunidades para la movilidad .. ascendente}} en términos de estatus e ingresos. Seguridad en el trabajo. Protección frente a accidentes y enfermedades laborales mediante regulaciones para la prevención de riesgos, límites a la jornada de trabajo, horas intempestivas o trabajo nocturno para las mujeres, así como compensación de los eventuales percances. Seguridad en la reproducción de las habilidades. Oportunidades para mejorarlas mediante cursillos de aprendizaje y formación, así como para hacer uso de las competencias propias de cada uno. Seguridad en los ingresos. Seguridad en un ingreso estable adecuado, protegido mediante disposiciones sobre el salario mínimo, indexación de los salarios, seguridad social generalizada, impuestos progresivos para reducir la desigualdad y complementar los ingresos más bajos. Seguridad en la representación. Representación colectiva en el mercado laboral, derecho a organizar sindicatos independientes y derecho de huelga.

En las discusiones sobre el incremento de la inseguridad laboral se suele conceder mayor atención a la inseguridad en el empleo, esto es, a la desaparición de los contratos indefinidos y la ausencia de pro-

)2

EL PRECARIA])()

EL PRECAH lADO

tccción frente a la pérdida de empleo. Aunque esto es comprensible, la inseguridad en el puesto de trabajo es también un fenómeno a atender. La diferencia entre seguridad en el empleo y seguridad en el puesto de trabajo es vital. Consideremos un ejemplo: entre 2008 y 2oro se suicidaron treinta empleados de France Telecom, lo que dio lugar al nombramiento de un nuevo jefe foráneo. Dos terceras partes de los 6o.ooo empleados eran funcionarios con seguridad garantizada en el empleo; pero la dirección los había sometido a una inseguridad sistemática en el puesto de trabajo, con un sistema llamado «Es Hora de Moverse» que los obligaba a cambiar de oficina y de puesto de trabajo cada pocos años. La investigación realizada concluyó que la tensión resultante de esos cambios era la causa principal de los suicidios; así pues, la inseguridad en el puesto de trabajo también es un dato importante a tener en cuenta. También importa en el funcionariado. Su seguridad en el empleo es muy envidiada, pero pueden ser trasladados a otro lugar y puesto ((de servicio» cuando y como lo deciden sus jefes. En un mundo de flexibilidad funcional y rigurosa «gestión de los recursos humanos», esos cambios periódicos pueden ser muy perturbadores en lo personal. Otro rasgo característico del precariado es la inseguridad en sus ingresos, que siguen una pauta muy diferente a la de todos los demás grupos, como se puede mostrar utilizando el concepto de «ingreso [o renta] social>>. En todas partes, obviamente, la gente tiene que sobrevivir con los ingresos que recibe, ya sea un flujo de dinero o ingresos en especie, que guardan relación con lo que cada uno o su familia produce aunque no sean estrictamente equivalentes. En casi todas partes la gente tiene diversas fuentes de ingresos, aunque haya quien deba contentarse con solo una. Cabe distinguir seis elementos en la composición del (ángreso social». El primero procede de la autoproducción: los alimentos, bienes y servicios producidos directamente por cada uno, ya sean consumidos, intercambiados o vendidos, incluyendo lo que uno pueda cultivar en su huerto o patio trasero. En segundo lugar está el salario monetario, dinero recibido por el trabajo realizado para otro. Tercero, el valor del apoyo proporcionado por la familia o la comunidad local, a menudo en forma de seguro mutuo informal. En cuarto lugar está la parte de los beneficios empresariales distribuida entre ciertos

~rupos

13

de empleados. Quinto, los complementos o subsidios a cargo del Estado, incluidos seguros, asistencia sociaL transferencias discrecionales y subsidios pagados directamente o a través de los patronos, así como los servicios sociales subvencionados. Por último están los beneticios privados derivados de ahorros e inversiones. Cada uno de esos seis elementos se puede subdividir en capítulos más o menos seguros o asegurados que determinan su valor conjunto. El salario, por ejemplo, se puede dividir en una porción tlja durante un tiempo, determinada en el contrato de trabajo, y otras que son variables o flexibles. Si alguien recibe un salario que supone el mismo ingreso cada mes durante todo el año, el devengado cualquier mes vale más que si ese dinero procede de un salario que depende de los caprichos de la meteorología o del plan de producción del patrón. De forma similar, los subsidios del Estado se pueden dividir en derechos universales de la ((ciudadanía)) que, como los seguros, dependen de las contribuciones realizadas anteriormente y están por tanto en principio ((asegurados», y transferencias más discrecionales que pueden cobrarse o no dependiendo de circunstancias imprevisibles. Los complementos que paga la empresa pueden dividirse en los que reciben todos los empleados, otros que dependen del estatus o de servicios anteriores y otros repartidos discrecionalmente. Lo mismo se puede decir de las ayudas comunitarias, que pueden proceder de la familia o parientes o de toda la comunidad en tiempos de necesidad. El precariado se puede caracterizar por una estructura peculiar de ingreso social que induce una vulnerabilidad que va mucho más allá de la cantidad de dinero recibida en un momento particular. Por ejemplo, durante un período de rápida comercialización de la economía en un país en desarrollo, diversos grupos en vías de precarización se pueden encontrar con que pierden los tradicionales apoyos comunales sin obtener en cambio subsidios de la empresa o el Estado. Son más vulnerables que otros con mgresos regulares más bajos, pero que mantienen las formas tradicionales de apoyo comunal, y también son más vulnerables c¡ue los empleados a sueldo con ingresos monetarios parecidos pero que tienen acceso a diversos complementos no necesariamente monetarios concedidos por su empresa o el Estado. Lo que caracteriza al precariado no es su nivel salarial o de ingresos monetarios recibidos en determinado momento, sino la falta de apoyo comunitario en tiempos de necesidad, la carencia de sub-

H

EL PHECARIADO

sidios empresariales o estatales asegurados, y la carencia de beneficios privados que complementen las ganancias monetarias obtenidas. En el capítulo 2 consideraremos con mayor detalle los efectos de esas distintas posibilidades. Además de su inseguridad en el trabajo y en los ingresos, los miembros del precariado carecen de una identidad basada en el trabajo. Cuando tienen empleo, este no es del tipo que permite una carrera profesional sino que carece de tradiciones de memoria social y de la sensación de pertenecer a una comunidad ocupacional basada en prácticas estables, códigos éticos y normas de comportamiento, reciprocidad y fraternidad. Las y los precarizados no se sienten parte de una comunidad laboral solidaria. Esto intensifica una sensación de alienación e instrumentalización en todo lo que tienen que hacer. Acciones y actitudes derivadas de la precariedad inducen al oportunismo. Sobre sus acciones no flota una "sombra del futuro» que les dé la sensación de que lo que dicen, hacen o sienten hoy tendrá un efecto vinculante sobre sus relaciones a !argo plazo. El precariado sabe que no hay sombra del futuro, del mismo modo que no hay futuro en lo que están haciendo. Estar "fuera» mañana no sería para ellos una sorpresa, y perder un empleo no sería tan malo si eso significara otro puesto de trabajo o período de actividad. El precariado carece de identidad ocupacional, por más que algunos tengan cualificaciones vocacionales y aunque muchos tengan empleos con títulos extravagantes. Para algunos supone cierta libertad no tener compromisos morales o de comportamiento que definan una identidad profesional. Más adelante consideraremos la imagen del 'mómada urbano» y la del "residente» que no es un ciudadano pleno. Del mismo modo que algunos prefieren ser nómadas, viajeros no asentados, no todos los miembros del precariado deben ser considerados como víctimas. Aun así, la mayoría viven incómodamente su inseguridad, sin una perspectiva razonable de escape.

EL PRECARIADO

))

tivos para la sociedad (a diferencia de los esclavos, que trabajaban únicamente para sus propietarios). Los banausoi, a los que Aristóteles juzgaba "de cuerpo contrahecho» y "con gustos vulgares>>, no gozaban de los derechos ciudadanos ni tenían la posibilidad de ascender en la escala social. Junto a los metecos (residentes extranjeros) trabajaban como artesanos o comerciantes, con derechos limitados que, aun situándolos muy por encima de los esclavos, no les concedían la menor esperanza de participar en la vida de la polis. Los antiguos griegos entendían mejor que nuestros actuales gobernantes la distinción entre trabajo voluntario y retribuido y entre juego y ocio, al que llamaban sjole. Los auténticos ciudadanos no realizaban Htrabajos>> (asjolia) sino praxis en y en torno al hogar, con su familia y sus amigos. Era una actividad Hreproductiva>> realizada por la propia satisfacción derivada del refuerzo de las relaciones personales, que debía combinarse con la participación pública en la vida de la comunidad. Desde nuestro punto de vista era una sociedad muy desigual, en particular en el trato a las mujeres y los esclavos; pero entendía que era ridículo pretender valorarlo todo en términos de trabajo. Una de las tesis de este libro es que un objetivo primordial para superar los "inconvenientes>> del precariado a medida que avanza el siglo xxr debería ser rescatar el trabajo no mercantilizado y el ocio que no es mero juego. Durante todo el siglo xx se puso el énfasis en maximizar el número de personas incorporadas al mercado laboral, al tiempo que se denigraba o se ignoraba el trabajo no mercantilizado. En cuanto al precariado, de él se espera que trabaje como y cuando se le requiera, en condiciones no elegidas por él mismo, y que dedique mucho tiempo a jugar y no al ocio creativo. Como argumentaré en el capítulo 5, también se espera que realice mucho trabajo no remunerado a expensas de su tiempo libre y de ocio, que se considera un despilfarro.

V AHIA:"';TF.S

DEL PRECARIADO

TRARAJO RETRIBUIDO, TRABAJO VOLUNTARIO, JUEGO Y OCIO

Se pueden rastrear lo~ antecedentes históricos del precariado en los antiguos Óanausoi griegos que realizaban trabajos manuales produc-

Se defina como se defina" el pre-:ariado e;,t;Í lejos de ser homogéneo. El adolescente que revolotea de un lado para otro por los cibercafés mientras sobrevive con empleos ocasionales no tiene mucho gue ver



EL PRECARIADO

con el inmigrante que aguza su ingenio para sobrevivir, conectándose febrilmente a la red mientras intenta evitar que lo pille la policía, ni tampoco con la madre soltera que se pregunta desazonada de dónde sacar el dinero para la comida de la próxima semana, ni con el sesentón que busca empleos ocasionales para pagar sus facturas médicas; pero todos ellos comparten la sensación de que su labor es instrumental (necesario para sobrevivir), oportunista (aceptando lo que sale) y precario (inseguro). Un calificativo aplicable a buena parte de los precarizados es el de «morador», «avecindado, o «residente», que por una razón u otra tiene un conjunto de derechos más limitado que un «ciudadano» corriente. La idea de residente no-ciudadano, que se remonta a tiempos de los romanos, se ha solido aplicar a los extranjeros a los que se concede el derecho de residencia y de comerciar o ejercer un oficio, pero no los derechos de ciudadanía plenos. La idea se puede extender en relación con el conjunto de derechos reconocidos a los ciudadanos de un país: civiles (igualdad ante la ley y derecho a la protección frente al crimen y el daño físico), culturales (igual acceso al disfrute de la cultura y derecho a participar en la vida cultural de la comunidad), sociales (igual acceso a los diversos tipos de protección social, como las pensiones de jubilación y los cuidados sanitarios), económicos (igual derecho a emprender actividades de las que obtener ingresos) y políticos (igual derecho de voto, a presentarse a las elecciones o a participar en la vida política de la comunidad). Una cantidad creciente de personas en todo el mundo carece de alguno o varios de esos derechos, lo que las convierte en «residentes» que no gozan de la ciudadanía plena, vivan donde vivan. El concepto se puede extender también a la vida empresarial, con diversos tipos de pertenencia y derechos. Los directivos se pueden entender como ciudadanos con derecho de voto sobre las decisiones y prácticas cotidianas de la empresa, derecho al que renuncian sus accionistas o propietarios aunque mantengan el derecho de voto explícito sobre las decisiones estratégicas de la empresa. El resto de los relacionados con la empresa -los contratados temporales, ocasionales, dependientes, etc.- serían algo así como «residentes», con pocos títulos o derechos. En el mundo en general, la mayoría de los <
EL PRECARIADO

37

Sin embargo, sobresale otra categoría: la amplia capa de gente encarcelada, los delincuentes convictos. La era de la globalización ha visto aumentar el número de acciones consideradas delictivas. Se detiene y encarcela a más gente que nunca, lo que da lugar a una cantidad mayor que nunca de gente criminalizada. Parte de esa expansión incluye pequeños delitos y entre ellos reacciones de rebeldía frente a los planes de asistencia social que crean riesgos inmorales, situaciones en las que la gente discriminada corre el peligro de verse penalizada si al decir la verdad transgrt>de alguna regla burocrática. Trabajadores temporales u ocasionales sin carrera, inmigrantes sin o con papeles, rebeldes criminalizados, demandantes de las promesas de bienestar. .. Su número crece y crece. Desgraciadamente, las estadísticas laborales y económicas no se presentan de forma que nos permita estimar la cantidad total de personas precarizadas, y menos aún en cada una de las variedades que constituyen el precariado. Tenemos que hacernos una idea sobre la base de variables aproximadas. Consideremos los principales grupos que constituyen el precariado, teniendo presente que no todos ellos se ajustan a él claramente; las características señaladas no son necesariamente suficientes para indicar que una persona forma parte del precariado. Para empezar, la mayoría de los ocupados en empleos temporales están próximos al precariado porque mantienen relaciones de producción muy tenues, cobrando mucho menos que otros que realizan tareas similares, y con escasas oportunidades de mejora profesional. El número de los que deben añadir la etiqueta <
38

EL PRECARIADO

na no está haciendo carrera, no siempre es así. De hecho, aquellos a quienes llamamos profitécnicos disfrutan pasando de un proyecto a corto plazo a otro; y los empleos de larga duración en los que se realizan una y otra vez las mismas tareas difícilmente responden a una aspiración vocacional. Tener un empleo temporal no está mal si el contexto social es satisfactorio; pero si el sistema económico global requiere que sea mucha gente la ocupada en empleos temporales, los gobernantes deberían resolver lo que los hace precarios. Actualmente, un empleo temporal suele indicar algún tipo de precariedad. Para algunos puede ser un escalón en la construcción de una carrera, pero para muchos otros puede suponer bajar un escalón hacia un estatus con menores ingresos. Aceptar un empleo temporal tras un período de desempleo, como urgen muchos gobernantes, puede dar lugar a menores ingresos durante años (Autor y Houseman, 2010). Una vez que una persona desciende un peldaño en la escala del empleo, la probabilidad de ascender o de ganar un salario .. decente» se ve reducida permanentemente. Tomar un empleo ocasional puede ser necesario para muchos, pero es muy poco probable que promueva su ascenso social. Otra vía de caída en el precariado es el empleo a tiempo parcial, eufemismo tramposo que se ha convertido en una característica de nuestra economía terciaria, a diferencia de las sociedades industriales. Normalmente se define el empleo a tiempo parcial como aquel en el que el número de horas de trabajo a la semana es inferior a treinta, aunque sería más preciso referirse a los empleados a tiempo parcial, ya que muchos de ellos se ven obligados a trabajar más de lo que esperaban y por menos de lo que esperaban. En su mayoría se trata de mujeres que renuncian a hacer carrera y que pueden acabar siendo superexplotadas, teniendo que trabajar sin compensación muchas más horas de las pagadas, y autoexplotadas, teniendo que hacer trabajos extra a fin de conservar un nicho de algún tipo. La proliferación de los empleos a tiempo parcial ha contribuido a ocultar la extensión del desempleo y el subempleo. Así, en Alemania, los "minijobs» a los que se ha visto empujada mucha gente han mantenido la ilusión de un elevado nivel de empleo\' han llevado a algunos economistas a realizar, tras el craslz financiero, afirmaciones insensatas sobre un milagro alemán en ese terreno.

EL PHEC:AIUADO

39

Otra categoría que se solapa con el precariado es la de los «contratistas" dependientes o independientes. Aunque muchos de ellos gozan de seguridad en algunos aspectos y tienen una fuerte identidad ocupacionaL como los dentistas o contables autoempleados, la diferenciación entre los dependientes y los independientes ha causado innumerable'> dolores ele cabeza a los abogados laboralistas en todas partes. Ha habido interminables debates sobre cómo distinguir entre los c¡ue proporcionan servicios y los que ofrecen «trabajo para servicim,, P entre !m dependientes de algún intermediario y los que son empleados ocultos. En último término todas esas distincione~ sonarbitrariac; y tienen que ver más bien con nociones ele control, subordinación y dependencia de otras «partes,, pero los que dependen de otros que les encargan tareas sobre las que tienen escaso control corren mayor peligro de caer en el precariado. Otro grupo vinculado al precariado es el creciente personal de los centros de llamadas, símbolo ubicuo y siniestro de la globalización, las comunicaciones electrónicas y el trabajo alienado. En 2008 el canal 4 del Reino Unido presentó un documental llamado Phone Rage ("Furia por Teléfono") que exhibía las mutuas incomprensiones entre el personal de los centros de llamadas y los clientes exasperados. Según el programa, los habitantes del Reino Unido pasan en promedio un día entero al año hablando con esos centros de llamadas, y ese tiempo sigue creciendo. Luego están los becarios, un fenómeno particularmente actual por el que licenciados recientes, estudiantes o incluso aspirantes a entrar en la universidad trabajan durante un tiempo por poca o ninguna paga, realizando pequeñas tareas secundarias. Algunos comentaristas franceses han equiparado al precariado con los becarios, lo que es equivocado pero indica la incomodidad con que se contempla el fenómeno. Esos puestos de becario constituyen un vehículo potencial para canalizar a los jóvenes hacia el precariado. Algunos gobiernos los han potenciado incluso como parte del mercado laboral «activo;; con el fin de disfrazar el desempleo. En realidad, esos esfuerzos suelen ser a menudo poco más que subvenciones costosas e inetlcientes. Tienen elevados costes administrativos y lo que hacen esos becarios suele tener poco valor duradero, ya sea para la organización en cpe trabajan o para los propios becarios, pese a la retórica sobre la aclimata-

4'~

EL PHECAHJADO

ción de la gente a la vida organizativa y el apremlizaje de un empleo. Más adelante nos volveremos a ocupar de los becarios. En resumen, una forma de aproximarse al fenómeno del precariado es ver cómo la gente se ve inducida a realizar de forma insegura tareas que difícilmente la ayudarán a construirse una identidad o una carrera deseable.

LA PRECAlUZACIÓN

Otra forma de estudiar el precariado es en términos de proceso, esto es, la forma en que la gente se ve «precarizada». Ese esotérico término está emparentado con la «proletarización» de los trabajadores durante el siglo XIX, tratando de discriminar las similitudes y diferencias. La persona precarizada se ve sometida a presiones y experiencias que llevan a una existencia precaria, confinada en el presente, sin una identidad o sensación de desarrollo seguras en relación con el trabajo y el estilo de vida. En ese sentido, parte de los ejecutivos empresariales están resbalando hacia el precariado, como ilustra el caso de los legendarios sala~ymen japoneses, funcionarios y oficinistas de las grandes empresas, con empleo de por vida, que florecieron en Japón al calor del modelo paternalista de laborismo que prevaleció en ese país hasta principios de la década de 198o. Tanto allí como en otros lugares, la jaula dorada puede convertirse fácilmente en una jaula de plomo, ya que la seguridad en el empleo que proporciona convierte en aterradora la posibilidad de verse expulsado al exterior. Así sucedió en J apón y otros países de Asia oriental que adoptaron un modelo similar: el despido o la ruptura con la compañía u organización equivalía a un fracaso irremediable, a < en el que el patrono «adoptaba, al trabajador esperando a cambio algo parecido a una relación de sometimiento filial y décadas de intensa labor. El resultado fue una cultura de servicios

FL PRECAHlADll

41

extralimitados que podían llegar hasta el karoshi, muerte por exceso de trabajo (Mouer y Kawanishi, 2005). Pero desde principios de la década de 1 980 la proporción de salarymen en la fuerza de trabajo japcmesa se ha contraído espectacularmente y los que todavía se aferran a ese modelo van siendo sustituidos por trabajadores más jóvenes y por mujeres que no tienen en modo alguno la misma seguridad en el empleo. El precariado está desplazando a los sala~ymen, cuya angustia queda reflejada en el aumento alarmante de suicidios y enfermedades sociomentales entre ellos. Esa evolución japonesa del salacyman puede ser un caso extremo, pero permite ver cómo alguien psicológicamente atrapado en un empleo de larga duración pierde el control y se desliza hacia una forma de dependencia precaria. Si el "padrino» se disgusta o deja de tener interés en mantener el papel paternal ficticio, la persona se hundirá en el precariado al carecer de autonomía y capacidad de desarrollo. El empleo de larga duración puede inhabilitar. Como he expuesto en otro lugar (Standing, 2009), este fue uno de los peores aspectos de la era del laborismo. Aunque uno se debería guardar de estirar demasiado la definición, otro rasgo característico de la precarización es lo que se podría llamar movilidad ocupacional ficticia, concentrada en el fenómeno posmodernista de la "titulización» elegantemente satirizado por The Economist (2o10a). A quien ocupa un empleo estancado que no va a ninguna parte se le puede conceder un título de gran resonancia para ocultar la tendencia al precariado. La gente se convierte en "jefe», "ejecutivo» u "oficial» sin tener un ejército que dirigir o un equipo que forjar. La organización profesional estadounidense que se da a sí misma el infatuado título de Asociación Internacional de Profesionales Administrativos (antes era la más modesta Asociación Nacional de Secretarios) informaba que tenía en su red más de quinientos títulos de empleos, entre los que se hallaban los de "coordinador de servicios de atención al público», "especialista en documentos electrónicos», "oficial de distribución de medios» (chico/ chica de los periódicos), "oficial de reciclado» (vaciador de papeleras) y "asesor higiénico» (limpiador de los baños). Estados Unidos no tiene el monopolio del ingenio titulador; es algo que ocurre en todas partes. Los franceses suelen llamar ahora a las mujeres de la limpieza nada menos que techniciennes de suc{ace.

-P

EL PRECARIADO

The Economist atribuía la proliferación de títulos a la recesión

posterior a 2oo8, que inducía una sustitución de los aumentos de salarios por nuevos títulos extravagantes, y a la creciente complejidad interna de las empresas multinacionales; pero no es solo una reciente eclosión del arrebato ditirámbico, sino que refleja el aumento del precariado y la necesidad de encubrir la esterilidad del trabajo con símbolos ficticios de movilidad ocupacional y desarrollo personal. Se pretende disimular el aplanamiento de las estructuras de empleo mediante la inflación de títulos. The Economút lo exponía primorosamente: El culto de la flexibilidad también es inflacionista. La compresión de las estructuras jerárquicas ha tenido como efecto paradójico una multiplicación de títulos de empleo vacuos. Los trabajadores codician importantes títulos sonoros, del mismo modo que un político jubilado se convierte en Canciller del Ducado de Lancaster. Gran Chambelán o Custodio del Sello Privado. Todo el mundo, desde el gobierno hasta el último escalón, quiere inflar su currículo como valla protectora frente a la posibilidad de verse en la calle.

Esto apunta a un malestar más profundo. The Economist concluía su perspicaz repaso señalando: «Las ventajas de dar a la gente nuevos títulos rimbombantes suelen ser de corta duración, mientras que el daño dura mucho». Opinaba que esa práctica induce al cinismo y que los títulos altisonantes pueden hacer más prescindibles a quienes los llevan, pero seguramente es al revés, que por ser puestos prescindibles se les dan títulos que lo demuestran.

LA MENTE

PRECARIZADA

N o es preciso ser un determinista tecnológico para apreciar que el paisaje tecnológico configura la forma en que pensamos y nos comportamos. El precariado no puede alcanzar (todavía) la conciencia de clase para sí, en parte porque no es capaz de controlar las fuerzas tecnológicas que afronta. Hay una creciente evidencia de que la juguetería electrónica que impregna todos los aspectos de nuestra vida está teniendo un profundo impacto sobre el cerebro humano, sobre la for-

EL PRECARIADO

43

ma en que pensamos, y lo que es aún más alarmante, sobre nuestra capacidad de pensar; y lo está haciendo de forma coherente con las hechuras del precariado. El precariado se define por el cortoplacismo, que podría evolucionar hacia una incapacidad genérica de pensar a largo plazo, inducida por la baja probabilidad de progreso personal o de construirse una carrera. Los «grupos de pares" pueden acentuarla amenazando con el ostracismo a quienes no se adaptan a las normas de comportamiento vigentes. Reglas no escritas sobre lo que se debe y no se debe hacer imponen pesados costes a los inconformistas. La navegación por Internet, los cortos mensajes de texto, Facebook, Twitter y otras redes sociales están recircuitando nuestro cerebro (Carr, 2oro). Este neoraciocinio digital daña el proceso de consolidación de la memoria a largo plazo, que es la base para lo que generaciones de humanos han llegado a considerar como inteligencia, la capacidad de razonar mediante procesos complejos y de crear nuevas ideas e imágenes. El mundo digitalizado no respeta la contemplación o la reflexión; ofrece estímulo y gratificación instantáneos, obligando al cerebro a conceder más atención a las decisiones y reacciones inmediatas. Aunque esto favorece cierta intrepidez, va en desventaja de la «mente ilustrada» y la idea de individualidad. Nos estamos alejando de una sociedad formada por individuos con combinaciones peculiares de conocimiento, experiencia y aprendizaje a otra en la que la mayoría de la gente adquiere rápidamente opiniones superficiales socialmente construidas que atienden más a la aprobación del entorno que a la originalidad y creatividad. Abundan los términos sofisticados al respecto, tales como «atención parcial continua" y «déficit cognitivo». Esto puede parecer exagerado, pero es cada vez más difícil negar que se están produciendo cambios mentales, emocionales y de comportamiento acordes con la propagación de la precarización. La mente ilustrada -con su respeto hacia el potencial deliberativo del «aburrimiento» y del tiempo paralizado para la contemplación reflexiva y el vínculo sistemático entre pasado, presente y un futuro imaginado- se ve amenazada por el bombardeo constante de descargas electrónicas de adrenalina. La capacidad para concentrarse debe aprenderse y puede igualmente perderse o verse distorsionada. Algunos biólogos evolucio-

44

EL PRECARIADO

nistas aseguran que los dispositivos electrónicos están devolviendo a los seres humanos a su estado primitivo de condicionamiento para una respuesta instintiva y rápida a las señales de peligro y oportunidad, mientras que la mente instruida por el estudio no era sino una aberración histórica. Esta interpretación de una regresión biológica es sin duda deprimente en cuanto a sus eventuales consecuencias a largo plazo. El entorno electrónico permite y alienta la multitarea, una característica de la sociedad terciaria de la que nos ocuparemos más adelante. Las investigaciones han mostrado que quienes, sea por hábito, por inclinación o por necesidad, dedican mucho tiempo a la multitarea, disipan sus energías y son menos productivos en cualquier tarea específica, convirtiéndose en candidatos eminentes al precariado al resultarles más difícil concentrarse y apartar cualquier distracción o información irrelevante (Richtel, 2010). Incapaces de controlar su uso del tiempo, sufren una tensión añadida que corroe la capacidad de mantener una mente en desarrollo mediante el aprendizaje reflexivo que proporciona una perspectiva a más largo plazo. En resumen, el precariado sufre sobrecarga de información y su estilo de vida le priva de control y capacidad para discernir lo útil de lo inútil. V eremos cómo el Estado neo liberal aprovecha esto último.

A VERSIÓN,

ANOMIA, ANSIEDAD Y ALIENACIÓN

El precariado experimenta .. ]as cuatro aes»: aversión, anomia, ansiedad y alienación. La aversión brota de la frustración generada por el bloqueo manifiesto de las posibilidades para llevar una vida fecunda y de la sensación de privación, al menos relativa. Algunos lo llamarían a esto envidia, pero verse rodeado y constantemente bombardeado por las galas del éxito material y el culto a la celebridad induce sin duda un sordo resentimiento. El precariado se siente frustrado, no solo por verse condenado a una vida de .. flexijobs», con todo el rosario de inseguridades que la acompañan, sino también porque esos subempleos no llevan consigo el establecimiento de relaciones de confianza construidas sobre estructuras o redes significativas. El precariado carece de una escala accesible de movilidad ascendente, lo que

EL PRECARIADO

4)

lo deja oscilando entre una autoexplotación más profunda y el de<>arraigo hastiado. Un ejemplo, mencionado en The Observer (Reeves, 2oro), es el de una asistente social de 24 años que en teoría gana 28.ooo libras (unos 33.000 €) al año y trabaja 37,5 horas por semana. Trabajaba "bastantes noches hasta tarde» porque no podía visitar a algunas familias durante el día, lo que le suponía una jornada de trabajo más larga y más trabajo desde casa. Le contaba al periódico: Mi mayor frustración es que me habían dicho durante mucho tiempo que era lo bastante buena para pasar al siguiente nivel y he estado asumiendo tareas más complejas, pero no se me reconoce. Tengo que esperar hasta que quede disponible un puesto. Creo que esto le sucede a mucha gente. Del equipo con el que yo empecé, soy la única asistente social que queda; muchos lo han dejado porque no veían posibilidades de avance en su carrera. Hacemos un trabajo duro y responsable y si eso fuera reconocido podríamos mantenernos más tiempo haciéndolo.

Esa mujer está atada al precariado por la ausencia de mejora y la valoración que se hace de ella. Se estaba autoexplotando con la esperanza de ascender, haciendo más trabajo del que debía. Sus ex colegas desertores se habían dado cuenta de que el espejismo de la promoción no era más que eso: un espejismo. Desde los escritos de Émile Durkheim a finales del siglo xrx, cuando menos, se entiende por anomia ( .. desviación o quiebra de las normas sociales») una pasividad nacida de la desesperanza, que se ve sin duda intensificada por la perspectiva de ocupar empleos inanes y estancados. Cabe entenderla como una apatía derivada de derrotas repetidas, a la que se añade la condena lanzada sobre muchos trabajadores precarios por los políticos y comentaristas de clase media que los acusan de perezosos, desnortados, rastreros, socialmente irresponsables y aun cosas peores. Que a quienes reclaman bienestar se les hable de "psicoterapia» como vía de salida resulta insultante y así suelen juzgarlo aquellos a quienes se exhorta a optar por ella. El precariado vive con ansiedad, una inseguridad crónica asociada no solo con sentirse al borde del abismo, sabiendo que un error o un poco de mala suerte pueden inclinar la balanza desde la dignidad modesta a quedar a la intemperie, sino también con el temor a perder

46

EL PRECARIADO

EL PRF:C:ARIADO

47

lo poco que se posee aun sintiéndose frustrado por no tener más. La gente se siente insegura y tensa, al mismo tiempo "subempleada» y "superexplotada», alienada con respecto a su empleo y trabajo, y anómica, insegura y desesperada; teme perder lo que tiene y se siente constantemente despechada, aunque normalmente sea incapaz de reaccionar. Su malestar se alimenta de miedo y esta es su principal motivación.

Hay otras reacciones además de la rabia reprimida. El precariado puede caer por ejemplo en una zona corrosiva de engaño e ilusión, como mostraba un surcoreano entrevistado por el lnternational Heraid Tribune (Fackler, 2009 ). El periodista anotaba:

La alienación procede de la conciencia de que lo que uno hace no lo ha decidido él mismo ni favorece lo que uno respeta o aprecia; se hace obligadamente, por mandato y en beneficio de otros. Esto se venía considerando como rasgo característico del proletariado, pero en el caso del precariado le acompañan matices singulares, en particular el de sentirse engañados cuando se les dice que deberían sentirse agradecidos y ,.felices» por tener un empleo y ser "positivos», sin que puedan entender por qué. Experimentan lo que Bryceson ( 20 I o) ha llamado ,.fracaso profesional», algo que solo puede tener efectos psicológicos adversos. Es probable que personas en tales circunstancias experimenten una desaprobación social y una profunda falta de objetivos que crean en ellas un vacío ético. El precariado no se deja engañar tan fácilmente, empero, y hace frente como puede al bombardeo de exhortaciones que caen sobre él. En Smile or Die ( .. Sonríe o muere»), Barbara Ehrenreich (2009) desmontaba el culto actual del pensamiento positivo. Recordaba cómo dos curanderos estadounidenses (Phineas Quimby y Mary Eddy) habían creado en la década de I 86o el Movimiento del N u evo Pensamiento, basado en el calvinismo y en la creencia de que la fe en Dios y el pensamiento positivo darían impepinablemente resultados positivos en la vida. Ehrenreich analizaba cómo se había traducido esto en los negocios y las finanzas modernas. Describía las conferencias motivacionales en las que se decía a los trabajadores contratados por poco tiempo a los que se iba a despedir que debían ser buenos jugadores en equipo, "personas positivas» que "sonríen frecuentemente, no se quejan y se someten con agradecimiento a lo que les pida su jefe». Se podría ir más lejos y preguntarse si algunos no adoptan el viejo adagio chino: <
de bloques de apartamentos, el empleo que tenía efectivamente hasta el

Changshi Lee, con su limpia camiseta universitaria y su brillante teléfono móviL representa el papel de gestor de una empresa constructora pánico financiero del año pasado y que sigue diciendo a sus amigos y su familia que todavía tiene.

Cuidando de no decírselo a nadie, había empezado a trabajar en un barco de pesca de cangrejos. "Nunca pongo pescador de cangrejos en mi currículo -decía el señor Lee-; este trabajo hiere mi orgullo». Añadía que en las conversaciones telefónicas evitaba hablar de su trabajo y también de encontrarse con amigos o parientes. Otro de los que trabajaban en la pesca de cangrejos comentaba que no se lo había contado a su mujer; otros les decían que estaban trabajando en ] apón antes que admitir lo que estaban haciendo. Tales historias de declive de estatus son bastante habituales. Es la sensación de que son endémicas, un rasgo estructural del actual mercado laboral, lo que debería provocar alarma. Las personas precarizadas carecen de autoestima y no conceden ningún valor social a su trabajo; deben buscarla en otro lado, con éxito o sin él. Si la encuentran, la inutilidad de las tareas que se ven obligados a realizar en su efímero empleo, así como su frustración de estatus, pueden aminorarse; pero la capacidad de los precarizados para encontrar una autoestima sostenible ha disminuido mucho. Se arriesgan a esforzarse constantemente viéndose sin embargo aislados entre una multitud de solitarios. Parte del problema es que el precarizado experimenta pocas relaciones de confianza, en particular en su trabajo. Durante toda la historia, la confianza ha ido evolucionando en comunidades duraderas que han constituido marcos institucionales de fraternidad. Para quien experimenta confusión con respecto a su situación en la vida, la confianza se vuelve contingente y frágil (Kohn, 2008). Si los seres humanos poseen una predisposición a confiar y cooperar, como suponen los psicólogos sociales, entonces un entorno de infinita flexi-

..¡S

EL PRECARIA DO

bilidad e inseguridad pondrá en peligro cualquier sentido de cooperación o consenso moral (Haidt, 2oo6; Hauser, 2oo6). N os las apañamos como podemos, actuando oportunistamente, siempre al borde de la amoralidad; más aún cuando cada día oímos que los miembros de la elite y las celebridades violan con impunidad los códigos morales y cuando no hay ni sombra de futuro en nuestro horizonte. En un mercado laboral flexible, los individuos temen comprometerse o verse cautivos de pautas de comportamiento a largo plazo que pueden suponer costes y acciones no sometidas a la deseable reciprocidad. El joven no deseará verse encadenado por compromisos económicos con sus padres si teme estar obligado a ayudarles cuando sean mayores, en vista de que el Estado se contrae y de que el aumento de la longevidad eleva los costes previsibles de ese compromiso. El deterioro de los lazos intergeneracionales va acompañado por la relajación de los afectivo-sexuales y de amistad. Cuando todo se mercantiliza -valorándose en términos de costes y compensaciones financieras-la reciprocidad moral se fragiliza. Si el Estado detrae las formas laboristas de seguridad social que crearon un sistema de solidaridad social sustancial, por desigual que fuera, sin sustituirlas por nada comparable, no existe ningún mecanismo que cree formas alternativas de solidaridad. Para construirlas tiene que haber una sensación de estabilidad y predecibilidad, de la que carece el precariado, sometido a una incertidumbre crónica. La seguridad social prospera cuando existe una probabilidad aproximadamente igual de movilidad hacia arriba y hacia abajo, de obtener ganancias o pérdidas. En una sociedad en la que crece el precariado y en la que la movilidad social es limitada y declinante, la seguridad social no puede prosperar. Esto subraya una característica del precariado actual, que tiene todavía que consolidarse como clase para sí. Se puede describir el proceso de «caída, en el precariado o de verse arrastrado a una existencia precaria, en la que no se nace y con la que es improbable que nadie se identifique con orgullo. Temor, sí; irritación, probablemente; humor sardónico, quizá; pero no orgullo. Esto contrasta con la conciencia de pertenecer a la clase obrera industrial tradicional, a la que le llevó un tiempo convertirse en una clase para sí, pero que cuando lo hizo cobró un vigoroso orgullo y dignidad que la ayudó a

EL PRECARIADO

49

convertirse en una fuerza política capaz de aspirar al poder como clase. El precariado no ha llegado todavía a esa fase, por más que algunos precarizados muestren un orgullo desafiante en sus manifestaciones. blogs y relaciones de camaradería. U na sociedad sana necesita que entre sus miembros exista empatía, una capacidad de proyectarse a uno mismo en la situación de otro. Los sentimientos de empatía y competencia están en constante tensión. La gente en la que prevalece la segunda oculta a los demás sus conocimientos, información, contactos y recursos, porque revelarlos debilitaría su competitividad. El temor al fracaso, a no ser capaz de alcanzar más que un estatus limitado, conduce fácilmente a acorazarse y precaverse frente a cualquier eventual empatía. ¿Qué es lo que induce la empatía? Puede brotar de un sentimiento compartido de alienación o inseguridad, o incluso de la pobreza compartida. Los biólogos evolucionistas están en general de acuerdo en que la empatía es más probable en pequeñas comunidades estables, en las que la gente se conoce mutuamente y se trata con regularidad (véase por ejemplo De Waal, 2005). Durante muchos siglos los gremios y asociaciones profesionales fomentaron la empatía, siendo el aprendizaje un mecanismo primordial para interiorizar la reciprocidad, apuntalada por las reglas gremiales de autorregulación. Ese modelo se ha visto erosionado en todas partes por la globalización, incluso en África (Bryceson, 201 o). El precariado se siente parte de una comunidad internacional difusa e inestable de gente que se debate, con frecuencia en vano, por dar a su vida laboral una identidad ocupacional. Una vez que los empleos se hacen flexibles e instrumentales, con salarios insuficientes para una subsistencia socialmente respetable y un estilo de vida digno, deja de existir la «profesionalidad» que acompaña a la pertenencia a una comunidad con normas, códigos éticos y respeto mutuo entre sus miembros basados en la competencia y la estima por normas ancestrales de comportamiento. Los trabajadores precarizados carecen de profesionalidad porque no pueden especializarse ni pretender una continua mejora en profundidad de su competencia y experiencia. Les aflige la incertidumbre de sus ingresos en cualquier tarea específica que realicen y tienen pocas perspectivas de movilidad social «ascendente». El precariado carece prácticamente de «memoria social>>. Los se-

)O

EL PRECARIADO

res humanos nos definimos por lo que hacemos y hacemos lo que somos. La memoria social proviene de la pertenencia a una comunidad reproducida durante generaciones, a la que proporciona un código ético y una sensación de estabilidad emocional y social, con protundas raíces de clase y ocupacionales en las que se basa lo que aspiramos a ser. Esas aspiraciones tienen que amoldarse, quieras que no, a las barreras sociales existentes. Por ejemplo, en casi todas partes se reirían de un niño de clase obrera que aspirase a ser banquero o abogado; a un niño de clase media le pondrían mala cara si dijera que pretende ser fontanero o peluquero. Uno no hace lo que no es. Todos nos definimos por lo que no somos tanto como por lo que somos, por lo que no podemos ser tanto como por lo que podemos ser. El precariado no existe por sí mismo, y también se define por lo que no es. Las políticas que promueven la flexibilidad laboral erosionan procesos de interacción relacional y de grupos de pares que son vitales para reproducir las habilidades y actitudes constructivas hacia el trabajo. Si lo que uno tiene ante sí es la perspectiva de cambiar en cualquier momento de ocupación, de «patrÓn», de colegas y sobre todo de cambiar lo que uno piensa de sí mismo, la ética del trabajo se hace constantemente impugnable y oportunista. Observadores como Haidt (2oo6) argumentan que la ética del trabajo solo se puede imponer y exigir desde dentro de la sociedad. Esto es esperar demasiado. La ética brota de comunidades más pequeñas y más identificables, tales como un grupo ocupacional, un grupo de parentesco o una clase social. El régimen de flexibilidad rechaza implícitamente la ética del trabajo asentada en vigorosas comunidades ocupacionales. Una encuesta Gallup realizada en Alemania en 2009 mostraba que solo el T 3 por roo de los trabajadores se sentían comprometidos con su empleo, mientras que el 20 por roo se mostraban resueltamente distanciados (Nink, 2009). Dadas las insistentes exhortaciones a la flexibilidad y movilidad y a buscar en el empleo la fuente de la felicidad, ese distanciamiento es seguramente saludable, en particular en estos tiempos inciertos; pero dada la importancia del trabajo en nuestra vida, sin duda no es suficiente. En resumen, la combinación de creciente aversión, anomia, ansiedad y alienación constituye el inevitable reverso de una sociedad

EL PRECARIADO

)I

que ha convertido la «flexibilidad, y inseguridad en piedras angulares del sistema económico.

ÚLTIMAS OBSERVACIONES

Aunque no podemos ofrecer cifras precisas, podemos aventurar que en el momento actual, en muchos países, más de una cuarta parte de la población adulta forma parte del precariado. N o es solo una cuestión de empleo inseguro, de duración limitada y con una protección laboral insuficiente, aunque todo esto se ha generalizado. Es quedar anclado en un estatus que no ofrece una posibilidad de carrera profesional, ningún sentido de identidad ocupacional segura y pocos derechos, si es que alguno, a las prestaciones estatales y empresariales que varias generaciones de quienes se veían a sí mismos como pertenecientes al proletariado industrial o a la administración habían llegado a considerar como algo debido. Esta es la realidad de un sistema que fomenta y departe líricamente sobre un modo de vida basado en la competitividad, la meritocracia y la flexibilidad. La sociedad humana no se ha construido durante siglos sobre un cambio incesante y permanente; se ha basado en la lenta construcción de identidades estables y esferas de seguridad bastante «rígidas». El evangelio de la flexibilidad predica que el enemigo de la flexibilidad es la rigidez. Una lección de la Ilustración es que el control del destino de cada ser humano debería estar en sus manos, y no en las de un dios o en las fuerzas naturales. Al precariado se le dice que debe responder a las fuerzas del mercado y ser infinitamente adaptable. El resultado es una masa creciente de gente -potencialmente todos los que no pertenecemos a la elite, anclada en sus riquezas y su aislamiento de la sociedad- en una situación que solo se puede describir como alienada, anómica, ansiosa y proclive a la cólera. La señal de advertencia es el distanciamiento de la política. ¿Por qué deberíamos preocuparnos por el crecimiento del precariado quienes no creemos formar parte de él? Hay una razón altruista, y es que si no queremos esa situación para nosotros mismos, también querríamos algo mejor para los demás; pero también hay otro tipo de razones. Muchos de nosotros tememos caer en el precariado o

)2

EL PRECARIADO

que caigan en él nuestros parientes o amigos. La elite y los altos ejecutivos y profitécnicos más engreídos pueden creer que, en un mundo de menor movilidad social, permanecerán indefinidamente en una situación confortable e inmune, pero podría alarmarles la idea de que el precariado es una clase peligrosa emergente. Al no ver ante sí un futuro de seguridad o identidad puede sentir tanto temor o frustración que se sienta inclinado a arremeter contra quienes considera, justificada o injustificadamente, culpables de su suerte; y el distanciamiento con respecto a la riqueza económica y el progreso genera intolerancia. El precariado no es una clase para sí, en parte porque está en guerra consigo mismo. U na parte de él acusa a otra de su vulnerabilidad e indignidad. Un trabajador temporal con bajo salario puede verse inducido a pensar que los «parásitos del bienestar» reciben más, injustamente y a su costa. Quien vive desde hace mucho tiempo en una zona urbana de bajos ingresos puede sentirse fácilmente inclinado a pensar que los inmigrantes recién llegados ocupan mejores empleos y se saltan la cola para obtener atención o subsidios. Las tensiones en el seno del precariado están enfrentando a unos con otros, impidiendo que reconozcan que es la estructura socioeconómica la que produce sus calamidades comunes. Muchos se verán atraídos por políticos populistas y mensajes neofascistas, algo que ya se constata claramente en toda Europa, Estados Unidos y otros lugares. Por eso es por lo que el precariado es la clase peligrosa y por lo que se necesita una «política de paraíso» que responda a sus temores, inseguridades y aspiraciones.

2

¿POR QUÉ CRECE EL PRECARIADO?

Para entender las razones del aumento del precariado hay que conocer la naturaleza de la Transformación Global. La era de la globalización ( 197 5-2oo8) ha sido un período durante el cual la economía se ha «desenganchado» de la sociedad a medida que los financieros y economistas neoliberales trataban de crear una economía global de mercado basada en la competitividad y el individualismo. El precariado ha crecido debido a las políticas y cambios institucionales emprendidos durante ese período. Desde el principio, el compromiso con una economía de mercado abierta ejerció presiones competitivas sobre los países ricos desde los recién industrializados (en inglés, N ewly Industrialized Countries, NI Cs) y «Chindia», que contaban con una oferta prácticamente ilimitada de mano de obrabarata. El compromiso con los principios de mercado condujo inexorablemente a un sistema de producción global caracterizado por los vínculos en red entre empresas transnacionales y las prácticas laborales flexibles. El objetivo del crecimiento económico -que nos haría a todos más ricos, se decía- se argumentó para justificar la involución en la política fiscal como instrumento de redistribución progresiva. Los impuestos directos más o menos elevados, utilizados durante mucho tiempo para reducir la desigualdad y ofrecer seguridad económica a los que ganaban menos, se presentaron como desincentivadores del trabajo, el ahorro y la inversión y como palancas impulsoras de la inversión y el empleo en el extranjero; y la reorientación de la protección social, pasando del principio de solidaridad al del tratamiento de la pobreza y el «fracaso social}} de casos supuestamente excepcionales, acabó sustituyéndola por la asistencia social basada en la «evaluación de medios}} y últimamente por el «trabajo-bienestan} (en in-

Related Documents

Standing Brief
April 2020 10
Standing, Precariado.pdf
December 2019 14
Standing Posture
June 2020 10
Ipl Standing
April 2020 14
Standing Orders
June 2020 13
Standing Poses
June 2020 5

More Documents from ""